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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.29 La Plata  2012

 

ARTÍCULOS

Sobre los orígenes. Peronismo y tradición en la revista El Descamisado (1973-1974)1

Daniela Slipak2


Resumen: Partiendo de la relevancia de la institución y la rememoración de la instancia fundacional para el sostenimiento de toda identidad, el presente trabajo se abocará al estudio de la revista de mayor tirada y circulación de Montoneros, a saber, El Descamisado. En momentos en los cuales el grupo guerrillero extendía sus redes a diversos circuitos de militancia y formaba parte del gobierno del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), se editaron 47 números de esta publicación, desde mayo de 1973 hasta abril de 1974. ¿Cómo se representaba el origen de los Montoneros en las páginas del semanario? Para responder a este interrogante, indagaremos la forma en que la revista El Descamisado articuló un relato retrospectivo acerca de los años precedentes y situó en ellos la irrupción de Montoneros. Como veremos, la significación de la experiencia peronista será allí fundamental. Justificaremos nuestra indagación en los señalamientos de algunos autores del pensamiento político acerca de la importancia del origen en la preservación de los espacios de pertenencia. Y, finalmente, sugeriremos el vínculo que puede establecerse entre dicha construcción del pasado, por un lado, y el progresivo desgaste de la organización y su aislamiento en relación con los restantes actores de la política argentina, por el otro.
Palabras clave: Montoneros; Origen; Revista El Descamisado; Peronismo

Abstract: Based on the relevance of the institution and the recollection of the foundational instance for the sustenance of all identity, the present work will study Montoneros' largest-circulation magazine, named El Descamisado. In times where the guerrilla group extended their networks to various circuits of militancy and was part of the government of the Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), 47 editions of this publication were published from May 1973 until April 1974. How is the origin of the Montoneros represented in the pages of the weekly? To answer this question, we look into the manner in which the magazine El Descamisado articulated a story about the previous years and placed the irruption of Montoneros. As we shall see, the significance of the peronist experience will be fundamental. We will justify our inquiry in the arguments of some authors of political thought about the importance of the origin in the preservation of spaces of belonging. And, finally, we will suggest the link that could be established between the construction of the past, on the one hand, and the progressive wear of the organization and its isolation in relation to the remaining players of Argentina's politics, on the other.
Keywords: Montoneros; Origen; Revista El Descamisado; Peronismo


"...la fuerza con que el pueblo americano se adhirió a su Constitución no fue la fe cristiana en un Dios revelado, ni la obediencia hebrea al Creador que era, a la vez, Legislador del universo. Si su actitud frente a la Revolución y la Constitución ha de llamarse religiosa, entonces la palabra 'religión' debe ser entendida en su sentido original romano, en cuyo caso su piedad consistiría en religare, en religarse a un origen, del mismo modo que la pietas romana consistía en sentirse religado al origen de la historia romana, la fundación de la ciudad eterna"
Hannah Arendt. Sobre la revolución (1963)

I. Introducción

El 29 de mayo de 1970, primer aniversario del "Cordobazo" y día oficial del Ejército Nacional, un comando guerrillero autodenominado Juan José Valle secuestró al ex presidente argentino Pedro Eugenio Aramburu. Luego de trasladarlo a una casa-quinta en la localidad de Timote (provincia de Buenos Aires), se lo sometió al juzgamiento de un "tribunal revolucionario" conformado por el grupo de militantes (los cuales posteriormente se darían a conocer como integrantes de la organización Montoneros). Allí se dictaminó su "ajusticiamiento"3 para el 1º de junio siguiente. Según cuentan las crónicas, el líder del comando montonero, Fernando Abal Medina, descendió al sótano de la residencia a proceder con la sentencia y asesinar al ex dirigente de la llamada Revolución Libertadora. Como lo evidenciaron Mario Firmenich y Norma Arrostito en la conocida entrevista que brindaron en el último número de la revista La Causa Peronista de septiembre de 1974, la condena se ejerció evocando la representación de la voluntad popular y desestimando los procedimientos legales del Poder Judicial:

"Creemos necesario explicar las serias y coherentes razones que nos movieron a detener, juzgar y ejecutar a Pedro Eugenio Aramburu. Es innecesario explayarse sobre los cargos históricos que pesaban sobre él: traición a la Patria y a su Pueblo. Esto sólo bastaba para ejecutar una sentencia que el Pueblo ya había dictaminado" (La Causa Peronista, número 9, página 26).

Mucho se ha expresado sobre el "Aramburazo". No sólo en la tortuosa década del setenta o en los años inmediatamente posteriores a ésta. Actualmente, a 40 años de lo ocurrido, el asesinato del ex presidente de facto sigue provocando polémica. El ensayo La pasión y la excepción de Beatriz Sarlo, y el libro Timote. Secuestro y muerte del General Aramburu de Juan Pablo Feinmann, publicados en 2003 y 2009 respectivamente, así lo atestiguan. El reciente film estrenado en Argentina, Secuestro y muerte, es otro ejemplo de ello. En todos estos espacios, la revisión historiográfica no refiere meramente a la discusión jurídica que la amnistía otorgada por Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973 pudiera generar en tanto dejó impune el crimen4 . También se ponen de manifiesto preocupaciones acerca de la relación entre política y violencia, las tradiciones políticas, la democracia y los gobiernos de facto que signaron la historia argentina.
Más allá de las particularidades allí señaladas, las diversas menciones coinciden en atribuir al famoso asesinato el carácter de un hecho mítico y excepcional que marcó la aparición de Montoneros en la historia política del país. Se suele afirmar en todos los análisis, en efecto, que la organización se dio su origen a través de este acontecimiento. No obstante, ¿qué dicen acerca de ello los protagonistas? ¿Ubican ahí el comienzo del grupo? ¿Reconocen en esa fecha la fundación del campo de pertenencia que buscaban articular y consolidar o se remontan a un tiempo anterior? Y, estrechamente ligado a estas preguntas, ¿la construcción simbólica de una heredad en torno a un momento disruptivo coincide necesariamente con la aparición física de un grupo?
Partiendo de la relevancia de la institución y la rememoración de la instancia fundacional para el sostenimiento de todo espacio identitario, el presente trabajo se abocará al estudio de la revista de mayor tirada y circulación de la organización Montoneros, a saber, el semanario El Descamisado. En momentos en los cuales el grupo
guerrillero extendía sus redes a diversos circuitos de militancia (barrial, universitaria, fabril) y formaba parte del gobierno del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), se editaron 47 números de esta publicación, desde mayo de 1973 hasta abril de 1974, mes en el cual el Poder Ejecutivo decretó su clausura ¿Cómo se representaba el origen de los Montoneros en las páginas del semanario?5 En tren de responder a este interrogante, indagaremos la forma en que la revista El Descamisado articuló un relato retrospectivo acerca de los años precedentes y situó en ellos la irrupción de la organización Montoneros. Como veremos, la significación de la experiencia peronista será allí fundamental. Justificaremos nuestra indagación en los señalamientos de algunos autores del pensamiento político acerca de la importancia de la instancia fundacional en la preservación de los espacios de pertenencia. Y, finalmente, sugeriremos el vínculo que puede establecerse entre dicha construcción del pasado, por un lado, y el progresivo desgaste de la organización y su aislamiento en relación con los restantes actores de la política argentina, por el otro.

II. Construcción de una tradición: entre dos heredades

El primer número de la revista El Descamisado, el cero, apareció en el marco de la victoria electoral que Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima obtuvieron con un 49,5% de los votos para el Ejecutivo Nacional. Muchos factores habían contribuido a la desarticulación del gobierno de facto precedente: la creciente conflictividad y radicalización política y social que el país vivía de la mano de viejos y nuevos actores (estudiantes, trabajadores, intelectuales, grupos católicos, organizaciones guerrilleras); un contexto internacional proclive a los proyectos de transformación societal (la Revolución Cubana, la Revolución Cultural China, el Mayo Francés, el Concilio Vaticano II, etc.); la propia estrategia de presión que el ex presidente Juan Domingo Perón planteaba desde el exilio; las tensiones al interior de las Fuerzas Armadas; entre otros elementos más. Producto de ello, el 11 de marzo se celebraron elecciones nacionales abiertas, libres y competitivas; esto es, con la inclusión del peronismo6 luego de casi 18 años de proscripción.7 El sentido que el semanario hizo circular acerca de esa coyuntura, sin embargo, fue menos complejo, ligándose con el origen que se buscaba dar a la organización Montoneros así como con sus características ¿Qué significaba la jornada del 11 de marzo, y el gobierno que a partir de ésta emergía? ¿Cómo era entendido el rol que el flamante Congreso tendría en el período que desde ese entonces se abría?

"La construcción de poder popular es un proceso iniciado hace 18 años, en el cual llegar al gobierno es un paso que facilita, en tanto sepamos darlo, el desarrollo de ese proceso cuya culminación será alcanzada con la toma del poder económico y militar. Con el triunfo electoral hemos ganado una batalla pero la guerra aún no ha terminado" (ED, número 2, página 2).

"Lo que se votó el 11 de marzo no era un simple programa de un partido liberal, porque todos sabemos que las elecciones sólo fueron una táctica más dentro de una estrategia de guerra integral para derrotar a la dictadura e implementar el proceso de Liberación Nacional y social. Por lo tanto, el contenido del programa supera el simple acto electoral del proceso y debemos buscarlo en toda la lucha, en todas las formas de lucha que implicó esa estrategia de guerra integral" (ED, número extra del 11 de marzo de 1974, suplemento, página 8).

"[En relación con el Parlamento] Éstos son instrumentos del pueblo (...) y como tales deben servir para que lleguen las iniciativas desde abajo. Nuestras primeras leyes habrán de convertir en texto jurídico aquello que fue sustancia de las luchas del pueblo en estos 18 años de resistencia. Estos serán los primeros pasos en la marcha hacia el Estado Revolucionario" (ED, número 0, página 13).

Como manifiestan los fragmentos citados, la llegada de Cámpora a la Presidencia después de varios años de exclusión del peronismo no era significada ni festejada como la recuperación del dispositivo electoral propio de las modernas democracias representativas. Tras un largo período en el cual gobiernos de facto se habían intercalado con gobiernos votados en el marco de una competencia restringida, la instancia electoral poseía poco valor para los actores de la coyuntura. En todo caso, en el discurso de la revista, las elecciones constituían una táctica más dentro de una estrategia general asociada al desarrollo de una "guerra integral" cuyo objetivo consistía en la implantación de un "Estado Revolucionario", proceso en el cual el rol del "pueblo" aparentaba no ser menor. Guerra integral, revolución, liberación y pueblo. Varios elementos condensados aquí; vayamos por partes.
Por un lado, esta lectura del 11 de marzo no resultaba sorprendente para un semanario que circulaba por espacios de pertenencia fuertemente atravesados por el recurso a la violencia armada y en un contexto nacional caracterizado por una escasez de gobiernos consagrados por obra del sufragio; sí podría constituir tarea más difícil para la revista la compatibilización de las acciones armadas con el dispositivo electoral, puesto que las primeras excedían el marco jurídico sancionado por el Estado de derecho en el cual se desenvolvía el segundo. En este sentido, no pocos autores han señalado la peligrosa contradicción existente en dicho período entre dos lógicas, la política y la militar (De Riz, 1981; Lenci, 1999; Ollier, 2005). Estas instancias no figuraban bajo la forma de una contradicción en el discurso de El Descamisado durante los meses inmediatamente posteriores a marzo de 1973. Y dicha contradicción no era tal porque aquello que estructuraba su relato en esos meses no era la partición entre una legitimidad procedimental y otra sustancial no institucional basada en la figura del pueblo, sino, más bien, la posibilidad de concretar una reivindicación que había sostenido la unificación y conformación de varios actores desde 1955 hasta los setenta: el retorno de Perón del exilio político. Ambas prácticas eran articuladas por un mismo horizonte situado en el regreso del ex Presidente, momento que se volvía fundamental a la hora de comprender las diversas acciones y diagnósticos que se proponían en la revista, ya sea que atentaran o no contra el Estado de derecho que regía durante el período mencionado. De esta forma,

"Si hubo un 11 de marzo, si hay diputados, senadores, gobernadores y un presidente es porque ha habido muertos y porque hay presos. Todo el movimiento en su conjunto, con la conducción de Perón, es el dueño del triunfo (...) Perón y su pueblo han recuperado el gobierno. Costó 18 años (...) La lealtad con Perón es la lealtad con las banderas del pueblo, es su conducción la que el conjunto sigue y su palabra es la voz doctrinaria del peronismo (...) Nuestro jefe, Juan Perón, estará pronto aquí para ponerse al frente de un ejército del cual siempre fue General, el que levantó el pecho tras las derrotas y llevó a muchas victorias: el ejército del pueblo" (ED, número 2, suplemento, página 2).

Se trataba, sobre todo, de recuperar la presencia de Perón junto a su pueblo8 . De modo que si esta petición se tornaba en una cuestión cardinal, creemos pertinente preguntar: ¿cuál era el sentido que Perón y el pueblo tenían en las páginas de la revista? Y, considerando la problemática que orienta el presente trabajo, ¿cuál es la relación de dicha díada con la forma en que la publicación significaba el origen del espacio identitario montonero? Comencemos por un rodeo.
En Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (1986), Silvia Sigal y Eliseo Verón realizan un minucioso examen del discurso de la Juventud Peronista recorriendo el período que va desde la asunción de Cámpora hasta el enfrentamiento entre Montoneros y Perón el 1º de mayo de 1974.9 Así, luego de identificar las características del dispositivo de enunciación de Perón (cuyo rasgo principal es el llamado modelo de la llegada, consistente en el establecimiento de una relación de exterioridad respecto de la coyuntura política en la cual se quiere intervenir), los autores se abocan a explorar los posicionamientos de la JP a lo largo de la etapa señalada, y delinean dos elementos que nos gustaría recuperar ahora. Por una parte, sitúan las causas del desgaste político de la Juventud al promediar los setenta en las contradicciones que se habrían generado a partir de su condición de vanguardia popular (esto es, su pretensión de ser portavoces del pueblo) y de su adhesión al peronismo. Puesto que en la enunciación peronista las entidades Perón, Pueblo y Patria eran inseparables, y la palabra de Perón era intransferible, resultaba imperiosa una elección: o la Juventud dejaba de reclamar la representación del pueblo, aceptando la voz del líder, o abandonaba su condición de peronista. Sostener ambas constituía, desde la perspectiva de los autores, una contradicción. Sin embargo, a pesar de desafiar a Perón en la Plaza la JP no resolvió nunca esta encrucijada,10 lo que coadyuvó a su trágico final. Por otra parte, aducen Sigal y Verón en su libro que el recurso a partir del cual la Juventud legitimaba su posición en la dinámica política consistía en una inversión del modelo
de la llegada: en lugar de haber arribado desde un exterior como Perón, la Juventud habría estado acompañando las luchas del pueblo durante toda la historia del país. Y, en ese sentido, en tanto su presencia era eterna, en tanto no se identificaba un origen en la agrupación, se anulaba la necesidad de justificar su existencia. En definitiva, su legitimidad radicaba en evitar la pregunta respecto de ésta.
Tenemos, pues, dos ideas de los autores que pretendemos retomar. De un lado, la irresuelta elección de la Juventud entre Perón y el pueblo: nunca renuncia a su condición de ser portavoz de este último, y aun en una situación de explícita tensión con el líder, tampoco opta por sacarse la camiseta peronista. Ahora bien: ¿esta situación se comprende por una negativa táctica11 o demuestra alguna imposibilidad, podríamos decir, de orden estructural? En otras palabras, ¿qué es lo que supone la situación entrampada de la JP en relación con el vínculo entre Perón y pueblo? Si la Juventud no declinaba ser representante del pueblo, ¿por qué no desistía, finalmente, de la "camiseta"? En tren de atender a este interrogante, habría que recordar que muchas de las lecturas realizadas de la experiencia peronista a partir del derrocamiento de 1955 habían tenido que ver, justamente, con asignar a la relación entre Perón y el pueblo el carácter de una dupla indivisible. Se asumió que para pensar el pueblo era necesario pensar a Perón. Con el correr de los años sesenta, la imbricación entre ambas entidades funcionó como supuesto en la configuración de numerosos grupos, y se fue sedimentando cada vez más fuertemente en las tramas de sentido de la época (Altamirano, 2001a; Anguita y Caparrós, 2007). Podría haber sido difícil, ergo, deshacer estas redes, amén de cualquier conveniencia sostenida en una lectura de orden estratégico.
Del otro lado, como lo hemos visto, los autores indagan sobre el origen del espacio de pertenencia de la Juventud Peronista, y encuentran que existía en su discurso una anulación del mismo en aras de legitimar la presencia del grupo en la historia del país. Quisiéramos aquí también proseguir: ¿es conceptualmente posible la eliminación de la instancia fundacional de un grupo? Veamos algunos argumentos en relación con ello.
A mediados del siglo XX, en su célebre texto Sobre la revolución (1963), Hannah Arendt esbozó algunos lineamientos al respecto: el contrato y la promesa, según esta pensadora, adquieren un papel fundamental a la hora de concebir la política, y más específicamente, los momentos de instauración y mantenimiento de las comunidades políticas.12 Lo que otorga fuerza al lazo entre los hombres (sólo imaginable en un ámbito plural, donde los individuos puedan expresar su distinción frente a otros iguales, revelando su identidad o, en palabras de Arendt, su "quién") es la figura del pacto.13 La autoridad que se le brinda, como hemos mostrado con el epígrafe que inaugura el presente trabajo, no supone apelar a una instancia trascendente de orden monárquico o religioso, sino que es íntegramente inmanente. Y, cuestión fundamental, aquello que después del momento del nacimiento del cuerpo político sostiene el lazo entre los hombres es el acto de re-ligarse a ese pacto, a esa promesa, una y otra vez a lo largo del tiempo. En suma, desde la propuesta de Hannah Arendt, lo que sustenta un espacio de pertenencia entre los hombres, su espacio de aparición, es principalmente el vínculo con su origen, esa acción de recordarlo y establecer un enlace con él. Es la rememoración del pasado lo que evita, por tanto, el desdibujamiento de los límites comunitarios.
El recurso a una autora como Arendt, no obstante, bien podría ser reemplazado por la mención de los estudios que desde la sociología política se han efectuado acerca del siglo XX argentino. En este sentido, el 17 de octubre de 1945 no ha sido poco citado en las investigaciones sobre el peronismo -independientemente del reconocimiento dado al papel cardinal que esa fecha ocupó en la construcción del mito de origen de dicho fenómeno.14 En referencia a este punto, advierte Juan Carlos Torre: "[e]s un hecho frecuente que en la memoria ideológica de los movimientos sociales el comienzo de la historia sea el lugar de una ruptura, el momento en que, sobre los escombros del antiguo orden, surge una voluntad revolucionaria sin lazos con la coyuntura inmediata y portadora de valores trascendentes. A esta tentación no escapó el peronismo. En su imagen de la sociedad en la que nace, los nuevos trabajadores de origen rural que afluyeron a la ciudad y a las fábricas atraídos por la industrialización hacia fines de los años treinta desempeñaron el papel de esa fuerza regeneradora, correspondiendo a Perón la tarea no menos decisiva de ser su intérprete y líder" (Torre, 1990: 11). Este argumento es recuperado, asimismo, por Aboy Carlés, quien establece como rasgo fundamental de las lógicas de constitución y funcionamiento de las identidades políticas la operación de institución de un origen, y junto a ello, de una frontera temporal:"cuando se produce un cierre del campo de las conflictividades internas, la imagen del adversario se proyectará hacia el pasado, reactualizándose como un retorno amenazante de ese pasado cuando se activa nuevamente el principio de escisión que dio su origen a la identidad" (Aboy Carlés, 2001: 160).
En suma, nos gustaría inquirir: ¿escapó la Juventud Peronista a la tentación que Torre mencionaba, como afirman Sigal y Verón? ¿Efectivamente las revistas se abocaron a un ejercicio de anulación del origen de su espacio identitario? El primer elemento señalado por estos autores -repitamos, la trampa en la cual la Juventud queda presapodría llevarnos por otro camino. La renuencia a olvidar a Perón a la hora de pensar el pueblo podría decirnos algo más que una mera cuestión de índole táctica: podría hablarnos acerca del modo con el cual se instituyó un espacio de pertenencia, se fundó y homogeneizó una trama comunitaria. Dejemos los rodeos y veamos el semanario.

1945: Perón y el pueblo

Dice El Descamisado:

"La comunicación de Perón con la masa se caracterizó por ser un hecho absolutamente nuevo en la vida política argentina. Dejó de ser el engolado presidente, lejano e inaccesible de los gobiernos anteriores, para convertirse en uno más, en un compañero de todos. Perón inaugura el diálogo en la Plaza" (ED, número 14, página 28).

"La realidad del regreso [en alusión al retorno de Perón] está dada por el encuentro físico, por el diálogo directo, cuando los intermediarios que venimos sufriendo se convierten en figuritas de papel (...) la burocracia no capitaliza la relación líder-masas" (ED, número 16, página 2).

"Hay una relación que hace a la esencia misma del peronismo, que está interrumpida, es el vínculo directo, frente a frente entre el pueblo y Perón. Este vínculo signó al movimiento desde sus orígenes, desde el mismo 17 de octubre" (EP, número 1, página 2).15

Muchos de los interrogantes que hemos formulado encuentran respuesta. La pregunta acerca del significado que asumía Perón en el discurso de El Descamisado nos lleva necesariamente a pensar en el sentido que adquiría el pueblo en esta publicación. Y esto es así porque, antes que poder ser concebidas de manera autónoma, ambas figuras, según el planteo de la revista, eran consideradas de forma imbricada desde los orígenes del peronismo. Es más, era en una forma particular de esta imbricación donde radicaba el rasgo constitutivo de la esencia de aquel: un vínculo directo, inmediato e indivisible entre Perón y su pueblo. Por allí había pasado la ruptura inaugurada por el peronismo; era esa su novedad, su característica distintiva: un todo comunitario marcado por una relación sin mediaciones entre un líder y su pueblo. Era el diálogo entre ellos lo que teñía la forma de imaginar la comunidad política. Tenemos varios puntos a marcar aquí.
Por un lado, lejos de ser un elemento novedoso, ya hemos sugerido previamente la importancia fundamental que esta imagen fundacional tuvo a lo largo del siglo XX. Remontándose a la construcción de la misma durante el decenio de gobierno peronista, Mariano Plotkin (1995) ha ilustrado cómo el 17 de octubre se convirtió en uno de los elementos centrales de la liturgia política peronista, consagrando una imagen festiva de comunión directa entre el líder carismático y su pueblo. El rito construido alrededor de esta fecha, según el autor, implicaba una poderosa fuente de legitimidad para Perón por fuera de la legalidad creada a partir de las elecciones. De todas maneras, a pesar de la fuerte circulación de esta imagen fundacional anclada en una relación inmediata, el discurso de Perón se había encargado de desplazar recurrentemente el sentido de la misma:

"La vida civilizada en general, y la económica en particular, del mismo modo que la propia vida humana, se extinguen cuando falla la organización de las células que la componen. Por ello, siempre he creído que se debe impulsar el espíritu de asociación profesional y estimular la formación de cuantas entidades profesionales conscientes de sus deberes y anhelantes de sus justas reivindicaciones se organicen, de tal manera que se erijan en colaboradores de toda acción encaminada a extender la justicia y prestigiar los símbolos de la nacionalidad, levantándolos por encima de las pugnas ideológicas o políticas" (J. D. Perón, discurso transmitido por la Red Argentina de Radiodifusión, 2/12/1943. Obras Completas, Tomo 6, 1998: 119-120).

En lugar de circunscribirse a la representación del espacio comunitario que se derivaba de ese mito de origen –un demos compuesto por la identificación inmediata entre un líder y un pueblo-, no habían sido escasas las ocasiones en las cuales Perón había expresado, por el contrario, una noción corporativa de la totalidad societal, basada en el carácter organizado de los sectores populares y en la necesidad de establecer mediaciones entre éstos y aquél. Era desde este argumento, en efecto, que Perón articulaba una marcada distancia entre la concepción de una masa inorgánica y anárquica, y la de un pueblo organizado de la mano de un conductor.16 Antes que retomar este desplazamiento -y sin evocar distinción alguna entre los significantes masa y pueblo-, El Descamisado heredaba la imagen de un encuentro directo entre un líder y su pueblo, reproduciendo aquella idea no poco conocida de los caudillos federales y las montoneras bárbaras que, por detrás de una representación ficticia y extranjerizante de la sociedad, encarnaban la auténtica Argentina. Este diagnóstico, constitutivo de la historiografía revisionista17 , no había sido celebrado explícitamente por Perón, por lo menos durante sus dos primeras presidencias. Por el contrario, la imbricación de algunos tópicos de dicha corriente con el universo peronista respondió a varias voces alzadas luego de 1955: en primer lugar, la del gobierno de la Revolución Libertadora (1955-1958), la cual equiparó la experiencia peronista con el período rosista. En segundo lugar, y con una carga valorativa opuesta, la de ciertos intelectuales que, preocupados por acercarse a los sectores populares ahora en "disponibilidad" por el exilio de su líder, confluirían en la constitución de lo que se daría en llamar una "nueva izquierda nacional", de la mano de la recuperación de la experiencia peronista por ellos previamente criticada18 . Y, en tercer lugar, la respuesta que brindaría el propio Perón a la circulación de estos relatos que intentaban hacer de la partición inaugurada por el peronismo una batalla más de la larga guerra entre las dos Argentinas. Se lee en Los vendepatria. Las pruebas de una traición [1957] (2006):

"He deseado cerrar este libro con un capítulo referido al pueblo y al antipueblo: el primero, luchando por la independencia, y el segundo, en su línea histórica tradicional colonialista. Aquellos que desconozcan la realidad pensarán que el pleito argentino es un problema ideológico o un conflicto de intereses internos, pero nada está más lejos de la realidad. Se trata sólo de un episodio más del drama argentino caracterizado por la lucha del pueblo contra el vasallaje (...) La dictadura [en relación con el gobierno de la Revolución Libertadora] ha invocado la línea Mayo-Caseros, es indudable que su confesión es real" (Perón, [1957] 2006: 295-296).

Rememorando esta línea, El Descamisado publicó desde el número 10 hasta el 44 una historieta en la cual se describía una sucesión de luchas desplegadas en nombre de la 'liberación' y la "independencia" durante los 450 años a partir de la llegada de los españoles al continente. Se trataba de la repetición de un mismo conflicto anclado en torno al pueblo y la oligarquía, lo nativo y lo extranjero, la patria y el imperialismo:

"El imperialismo nunca fue una simple frase de denuncia de los pueblos. Tiene nombres y apellidos concretos. Tiene hechos y episodios. Tiene balas y sangre negra en su historia. [Y, en alusión a la época del Virreinato] El imperialismo de entonces, el español, sin otra razón que sus armas superiores, robó y asesinó al hombre americano. Dejándolo en la más abyecta de las miserias. Ya entonces empezábamos a ser el tercer mundo que explotaría luego Inglaterra y ahora Estados Unidos. Siempre por la fuerza de las armas y con la ayuda de las minorías nativas, alcahuetes de sus hermanos. La historia de América es la historia de los imperialismos, que crecen y se enriquecen con nuestro trabajo e impiden que nos liberemos y podamos ser dueños de lo que nos pertenece" (ED, número 10, página 25-28).

"Representante cabal del estanciero gaucho, Rosas convive con el paisano, trabaja y se divierte con él. Generoso como siempre, el paisano le brindará toda su lealtad 'hasta la muerte' (...) Tan acertado y tan nacional es el gobierno de Rosas que no podrá fallar, provocando la reacción imperial. Hay que aplastar, antes que crezca más esa fuerza que amenaza cada vez más el negocio del más ávido capitalismo europeo" (ED, número 29, página 23-24).

Ahora bien, ¿cómo se relaciona esta narración histórica con la pregunta acerca del origen del espacio de pertenencia sostenido por la publicación? Dentro de esta sucesión de hechos, ¿no se instituía una ruptura, no se daba espacio a una fundación que irrumpía en el curso lineal de los acontecimientos? Sigal y Verón responden negativamente, ya lo hemos desarrollado. Por su parte, el trabajo de Beatriz Sarlo (2003), interesado específicamente en la organización Montoneros, sitúa el secuestro de Aramburu el 29 de mayo de 1970 como un hecho excepcional, en el sentido schmittiano del término: un suceso que, rompiendo un estado de normalidad, revelaba la esencia de lo que vendría, sentaba las bases de un nuevo ordenamiento. La venganza, la violencia, la legitimidad sustancial y el rechazo de las lógicas procedimentales institucionales marcarían ese acontecimiento y teñirían los sucesos futuros, desde la perspectiva de la autora. De todas formas, este argumento que ubica la fundación de la organización en el "Aramburazo" no resulta exclusivo del análisis de Sarlo sino que se extiende a una vasta parte de la literatura periodística y académica sobre el tema (Gillespie, 1982; Bonasso, 1997; Gordillo, 2003; Calveiro, 2005; etc.). La prensa de aquel entonces significó ese acontecimiento como el bautismo político de la organización, siguiendo la presentación que se dieron los protagonistas del secuestro a través de sucesivos comunicados. 19 Más allá de este bautismo explícito, veamos, no obstante, el semanario:

"[En relación con el triunfo de Cámpora] Una jornada inolvidable, otra vez el pueblo en la Plaza (...) será la vieja alegría, aquella del 17 histórico y las patas en la fuente. Una explosión de júbilo directo que nadie reprimió en 10 años de revolución peronista (...) Hacía mucho tiempo que nuestro pueblo no tenía oportunidad de dar rienda suelta a la sana alegría luchadora" (ED, número 1, página 8).

"Los bombardeos de junio de '55 nos despertaron aunque no lo suficiente para frenar a los gorilas, porque dos meses después nos echaban a tiros del gobierno. Lo increíble había ocurrido. El estupor nos envolvía. Durante 10 años ejercimos felices el gobierno y de pronto quedábamos en la calle. Clandestinos, perseguidos, proscritos, ni el sindicato ni el partido nos sirvieron para defender al gobierno. En el frente de la CGT se veían sólo las persianas bajas" (ED, número 2, suplemento, página 2).

"El 17 de octubre de 1945 fue el signo de que nuestro país había cambiado. Ese día se fundó el peronismo. El momento en que Perón y los trabajadores se encontraron juntos. Cuando se mostró que encarcelar a Perón era encarcelar al pueblo. Como se demostró dolorosamente a partir del ´55 que exiliar a Perón fue exiliar a los trabajadores (...) El 17 es, le disguste a quien le disguste, una fecha histórica, un punto fundamental en nuestra marcha hacia la liberación nacional y social. Ninguna dictadura ni ningún gobierno seudodemocrático (...) pudieron borrarlo del pueblo. En el gobierno primero, perseguidos después, cada año el 17 se manifestaba la presencia peronista (...) Y así fuimos forjando el 17 de octubre de 1973" (ED, número 23, página 3).

Frases como éstas desdibujan la atribución de ruptura que se le da al momento de aparición pública de Montoneros con el secuestro y asesinato de Aramburu. O cuestionan, por lo menos, su exclusividad. Por detrás del famoso "ajusticiamiento", las citas patentan cómo se buscaba instituir un entramado que se remontara a la propia fundación del peronismo; más específicamente, que se apropiara de la narración articulada acerca de su origen. El triunfo de Cámpora era, en este sentido, el heredero de aquel encuentro entre Perón y su pueblo el 17 de octubre de 1945 en la Plaza; reproducía y actualizaba la alegría que había teñido la emergencia del peronismo. Como nos había sugerido Hannah Arendt, se trataba de re-ligarse a aquel nacimiento, de rememorarlo continuamente. El espacio de pertenencia que intentaba sostener la revista, por tanto, no establecía un relato lineal que ocultaba la instancia originaria,20 como afirmaban Sigal y Verón; volvía al pasado para instituir un punto de quiebre, un desnivel marcado por el encuentro entre el líder y su pueblo.
Avancemos aún más: ¿qué rasgos asumía esta fundación impresa sobre el 17 de octubre de 1945? ¿Qué Perón y qué pueblo se articulaban a partir de dicha ruptura? Por un lado, como ya hemos mencionado, ambas entidades se encontraban necesariamente imbricadas, eran concebidas como componentes de una díada indivisible. Por otro lado, continuamos reflexionando ahora, era sobre la base de esa unión que el pueblo había conocido la "dignidad" y la "felicidad", como lo expresa el fragmento citado. Pero el pueblo no había tenido acceso a ellas de manera efímera, fugaz, sino que ese momento originario se convertía en una experiencia duradera que empapaba de manera constitutiva al pueblo. El bienestar se transformaba, así, en una característica intrínseca, en un estado inherente a él. Más que un instante, el 17 de octubre se tornaba en una etapa, en una edad de oro, podríamos decir, en un período delimitado por dos puntos: su fecha de inicio en 1945, situación de encuentro de los dos componentes de la díada, y su finalización en 1955, con el derrocamiento de Perón y su posterior exilio. De este modo, el pueblo aparecía significado en la publicación con dos atribuciones fundamentales que lo atravesaban fuertemente, como muestran los párrafos de la revista: a) se encontraba ligado de forma inmediata a Perón, integrando junto con él una díada indivisible, y b) era, gracias a ello, a partir de ello, en la medida en que Perón estaba presente, un pueblo digno y feliz.
Pero si de esta manera El Descamisado retomaba el mito de origen peronista y, asimismo, como ya hemos analizado, algunos de los tópicos que habían caracterizado al revisionismo histórico y a la nueva izquierda nacional, no podemos dejar de introducir aquí el interrogante respecto de los desplazamientos presentes en ese acto de apropiación. Sabemos, aunque sea teóricamente, que la recepción de toda herencia supone necesariamente la transformación y recreación de la misma. Desde los estudios generales acerca de la comunicación -paradigmáticamente, las críticas de Kerbrat-Orrechioni (1986) al modelo clásico de Jakobson- hasta los trabajos de la corriente hermenéutica del siglo XX (por ejemplo, Gadamer, 1977), atrás ha quedado la noción de una destinatario pasivo, incapaz de modificar aquello que recibe. Dice Paul Ricoeur al respecto: "quisiera insistir sobre el error tan corriente según el cual el pasado está detrás de nosotros como algo terminado, cerrado, determinado: olvidamos que siempre está abierto a nuevas interpretaciones, y que, en ese sentido, el pasado, al menos el sentido del pasado está siempre inacabado y en proceso de interpretación (...) Si no hacemos la historia, tampoco somos hechos por la historia. Somos responsables de un pasado recibido pero bajo la condición de una transmisión siempre generadora de sentidos nuevos" (Ricoeur, 1984: 69). ¿Qué hay de todo esto en la revista?

1955: el pueblo sin Perón

Dijimos que El Descamisado rescataba la instancia de fundación del peronismo clásico, el 17 de octubre de 1945, y, junto con ella, tópicos relativos al revisionismo histórico y la izquierda nacional. Miremos ahora nuevamente aquella historieta previamente comentada:

"Porque cuando el pueblo, el auténtico pueblo encumbró a sus pares, salidos no de las esferas del oro sino de su seno, de su seno, de sus bases, fue motor de la historia. Como cuando Rosas...como con el General Perón en el 55..." (ED, número 45, página 11).

"La primera invasión inglesa ha sido vencida por el pueblo en armas. Por una explosión de las bases que rebasó a los conductores. Verdadero 17 de octubre que aplastó al invasor extranjero (...) se organizan las milicias populares (...) la movilización es un estallido, el enemigo está ahí pero las bases no vacilan, y en una noche cavan las trincheras y preparan las defensas que la burocracia fue incapaz de disponer en todo un año" (ED, número 14, páginas 20-21).

"[En alusión a la batalla de Caseros] Los caudillos se acaban, pero no las montoneras, no el pueblo en armas, no los hijos de la tierra, que su misma sangre regará. Ese es el único precio, la única moneda que no puede ser falsificada. Ni negociada..." (ED, número 46, página 11).

Estas frases revelan algo más de lo que ya hemos dicho precedentemente acerca de la díada líder/pueblo. El pueblo es descrito como un sujeto que no sólo cumple la función de acompañar a un líder sino que asume rol fundamental, a saber: ser el"motor de la historia", y, de este modo, "rebasar a los conductores". Antes que adoptar, entonces, la forma de un sujeto pasivo y secundario, manejado y maniobrado por un caudillo, se lo revestía de una función activa, referida a la práctica específica del combate. Sus capacidades ligadas a la acción de lucha se convertían en una cualidad intrínseca, y eso lo llevaba a ocupar un sitio protagónico, a ser el fundamento de la dinámica de los acontecimientos en la historia del país. Dos cuestiones se derivan de estos lineamientos.
En primer lugar, un deslizamiento respecto del revisionismo histórico. Porque si, como ya hemos analizado, aparecía resignificada en el semanario la conocida díada líder/masas que había caracterizado a dicha corriente historiográfica, surge, a su vez, un rasgo novedoso en relación con las partes de la dupla: a saber, un acento marcado sobre las segundas en detrimento del primero. A diferencia de ello, muchos intelectuales nacionalistas y revisionistas de la primera mitad del siglo XX habían resaltado la figura del caudillo, sus habilidades y dotes, por sobre la relevancia de las montoneras. Como ya lo hemos señalado precedentemente junto a Quattrocchi-Woison, lejos de reivindicar la sublevación de las montoneras, una parte del revisionismo había presentado una disposición conservadora y elitista. En este sentido, el estudio de Tulio Halperin Donghi, "El revisionismo histórico argentino como tesis decadentista de la historia nacional" (1996), ilustra cómo la reivindicación de la experiencia rosista por el revisionismo de la década del treinta supuso un énfasis en las capacidades del líder para situarse por encima de los distintos grupos y clases de la sociedad. Por su parte, Maristella Svampa marca, asimismo, la recuperación que hizo la mencionada corriente historiográfica del polo bárbaro de la dicotomía sarmientina, rescatando esta barbarie siempre en nombre del líder y no tanto evocando la importancia de la masa (1994). De manera exactamente inversa, como hemos visto en las citas precedentes, en El Descamisado era el pueblo la figura subrayada a la hora de definir la mecánica de los acontecimientos; se fijaba en una reinscripción popular el movimiento zigzagueante que a lo largo de los años el revisionismo había trazado entre una orientación conservadora y otra reformista.
En segundo lugar, de la mano del rol protagónico dado al pueblo en la resolución de los sucesos, se iba delineando un elemento no señalado hasta aquí para atender al interrogante respecto de la instancia ruptural que bautizaba el espacio de pertenencia sostenido por la revista. Prestemos atención a los siguientes fragmentos:

"Volveré y seré millones. Esa frase lanzada a la historia por nuestra abanderada fue recogida al otro día mismo de la caída del gobierno peronista en 1955 por el pueblo que comenzó ahí una larga marcha, plagada de miles de pequeños combates, para recuperar el poder perdido" (ED, número 14, página 32).

"Esta juventud es la heredera de las luchas y las banderas del movimiento (...) La Resistencia es su origen, de la experiencia del pueblo puro, que encaró la Resistencia para que volviera Perón. Esta juventud es la continuación" (ED, número 39, página 2)

"Los peronistas comenzamos esa lucha que duró 18 años para recuperar el gobierno. Una sola consigna fue levantada por los trabajadores y resumía todas nuestras expectativas, nuestros sueños y esperanzas: el Perón vuelve fue nuestra bandera (...) Iniciamos entonces la Resistencia Peronista, fue una lucha sin parangones que tuvo dos pilares: el pueblo y su líder" (ED, número 42, suplemento).

"Sí, somos hijos de la resistencia. De ahí venimos, de ellos aprendimos. De la resistencia mamamos todo lo que sabemos. Lo aprendimos en silencio, escuchando las charlas interminables, entre un mate y un vaso de vino. Aprendimos a querer sus luchas a sentirlas como propias" (ED, número 43, página 26)

Se vislumbra un movimiento en relación con la fundación de Montoneros. Hemos hablado anteriormente sobre la recuperación del 17 de octubre como origen heredado por El Descamisado. No obstante, como evidencian las citas, este nacimiento sufría un corrimiento en el semanario: antes que adoptar la forma de un punto fijo, clausurado en sí mismo, se encontraba desplazado por otra ruptura situada en 1955, con el derrocamiento de Perón y la irrupción de la Revolución Libertadora. Si por momentos se retomaba la instancia del 17 de octubre, por otros ese quiebre se desdibujaba con la partición que se instituía en 1955. Esta última alejaba a Perón de su pueblo, con lo que se rompía la díada imbricada y se frustraba aquel paraíso correspondiente al decenio de "gobierno peronista" (1945-1955).21 El interrogante acerca de las implicancias del desnivel articulado en torno a la Revolución Libertadora se nos impone de manera imperiosa. ¿Cuál era la forma de inscripción de esta ruptura? ¿Qué Perón y qué pueblo se articulaban en torno de ella? ¿Qué juego de deslizamientos proponía ésta respecto de la emergencia del 17 de octubre de 1945? Se trata de varias cuestiones a desarrollar.
La disrupción instaurada en 1955 subvertía la edad de oro peronista e iniciaba una larga cadena de luchas del pueblo por la recuperación de su estatus precedente y por el retorno de aquello que lo había inaugurado: la presencia de Perón en la Argentina. Mediante esta reivindicación se había desplegado la naturaleza combativa del pueblo, sujeto ahora resistente, dispuesto a recobrar su paraíso arrebatado. En varias de las notas y editoriales del semanario se enunciaban, siguiendo una sucesión lineal, las diferentes expresiones de esta lucha: los paros y sabotajes realizados por parte de los trabajadores durante los primeros años de la Revolución Libertadora; el levantamiento comandado por el General Juan José Valle en 1956;22 la huelga realizada en el frigorífico Lisandro de la Torre en 1959;23 el Cordobazo en 1969; distintos hechos armados protagonizados por los diversos exponentes de la guerrilla; el intento de fuga del penal de Trelew en 1972;24 las movilizaciones hacia Ezeiza a la espera de la llegada definitiva de Perón del exilio en junio de 1973.25 Todo ello era homogeneizado tras el reclamo de la vuelta del líder.26 En este sentido, se publicó en los números 21 y 22 de la revista una sección especial titulada "Perón vuelve", dedicada a comentar, recopilando las consignas, cánticos y estribillos que habían circulado desde el derrocamiento de Perón a la elección de Cámpora, las diversas acciones de protesta articuladas durante esos 18 años. Punto de condensación de este espíritu combativo fue, por su parte, la figura de Eva Perón, frecuentemente citada como ejemplo paradigmático del mártir que había dedicado su vida a defender al pueblo. Para el semanario, la continuación de las luchas se aglomeraba en esta heroína:

[En relación con el primer aniversario de los fusilamientos de Trelew] "Hoy conmemoramos la muerte de todos nuestros mártires, la lucha de todo un pueblo y el ejemplo de esa gran revolucionaria que todavía nos sigue iluminando y es la que guía nuestra lucha, la compañera Evita" (ED, número 15, página 5)

Así, se buscaba dibujar un relato retrospectivo que permitiera realizar dos operaciones: por un lado, mostrar la esencia combativa del pueblo, de sus mártires y héroes; y, por el otro, establecer como responsable último de las elecciones de marzo de 1973, y de la vuelta de Perón, a ese sujeto combativo y, en definitiva, a su heredero, la agrupación Montoneros. De esta forma, el "Perón vuelve" dotaba de sentido la acción pasada al tiempo que posibilitaba la apropiación del triunfo futuro de Perón y de la orientación de su gobierno. Legitimaba a la organización como actor capaz de reclamar y de definir los lineamientos de la tercera gestión peronista en el país.
Ahora bien, la instancia fundacional de 1955, acompañada por una significación combativa del pueblo y una preeminencia de éste en comparación con el líder, invertía no sólo la manera mediante la cual, como ya hemos analizado largamente, el revisionismo histórico había concebido la relación entre las montoneras y los caudillos federales, sino también aquello que de Ípola señalaría, en "Desde estos mismos balcones..." (1995), referido al fenómeno peronista. Allí el autor analiza el vínculo que Perón entabló con el pueblo a partir del discurso pronunciado el 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo ante una multitud de oyentes. Lejos de inaugurar un diálogo simétrico, como El Descamisado afirmaba,27 esa escena había establecido una identificación entre Perón y el pueblo bajo la forma de un lazo vertical que perduraría de ahí en más. Ya sea, como afirma de Ípola, por los contenidos del discurso, o bien por la forma de estructurar las posiciones de enunciación del mismo (el entonces Coronel no había respondido, en efecto, a las preguntas de quienes estaban en la Plaza acerca de su paradero en los días precedentes, con lo que frustraba la posibilidad de una interlocución yo-tú), Perón promovió una relación desigual con el pueblo.28 Veamos
sólo algunos ejemplos, puesto que las intervenciones del ex Presidente no escasean:

"De la calidad y de las cualidades que poseen los conductores depende, en su mayor grado, la calidad y las cualidades de la propia masa. Por eso, nuestro interés justicialista al tratar de formar los cuadros para el encuadramiento de esa masa y convertir, mediante ese proceso orgánico y de encuadramiento, esa masa en pueblo, es fundamental" (Perón, 2005a: 125);

"Las masas populares no valen por su número solamente sino, y preponderantemente, por la calidad de sus dirigentes" (Carta de Perón a Raimundo Ongaro, 27 de junio de 1968, citado en Baschetti, 1997: 523).

Se notan desplazamientos en la revista, por tanto, no sólo respecto del revisionismo histórico sino también en referencia al modo con el cual Perón había pensado el vínculo entre él y su pueblo. Si los primeros subrayaban el rol del caudillo, conductor o líder, en los segundos la publicación se orientaba a enfatizar el protagonismo del pueblo. Protagonista que, como hemos visto, era significado como un sujeto digno y feliz a partir de su imbricación con Perón, para luego verse, con la institución de un quiebre anclado en 1955, notablemente subvertido, en la medida en que: a) era teñido, como consecuencia de la ausencia física de Perón, por la frustración de una experiencia precedente, por la pérdida de su estado de plenitud, y b) se convertía, a partir de ese infortunio, en un sujeto combativo, resistente, con aptitudes para desarrollar la lucha necesaria en aras de recuperar aquel pasado perdido, ahora transformado en horizonte futuro.
Esto conllevaba una serie de tensiones bien interesantes; y, aclaramos aquí, recurrimos al concepto de tensión y no al de contradicción, descartando la carga normativa del segundo. Recapitulemos: la publicación delineaba una narración retrospectiva que significaba la experiencia del peronismo clásico y los años de su proscripción. El ordenamiento de dicho relato se articulaba sobre la base de dos desniveles, dos rupturas: la primera se situaba en el momento de imbricación entre Perón y el pueblo, que daba nacimiento a una etapa de bienestar y de plenitud; podríamos decir, a una edad de oro. La presencia de Perón aparecía allí asociada a un pueblo feliz y digno. La segunda, por el contrario, partía de una frustración, de una falta, de un rompimiento de aquello que había coqueteado con ser un vínculo inmediato e indivisible: la relación entre Perón y el pueblo. La ausencia del líder, entonces, asignaba a este último una tintura resistente, combativa. ¿Qué relación podrían entablar estos desplazamientos con la pregunta por el origen del espacio de pertenencia sostenido en las páginas de El Descamisado? Toda, si se nos permite la contundencia: la Juventud era heredera de ambas instancias, se desplazaba constitutivamente entre ellas. Era hija del pueblo feliz así como del pueblo combativo de la Resistencia. Las dos experiencias la configuraban simultáneamente, dejando su marca a la hora de homogeneizar su espacio identitario, de dar un sentido común a la acción de cada uno de sus integrantes. Perón presente y ausente. Pueblo feliz y combativo. Edad de oro y frustración del todo comunitario. Entre estas tensiones se dirimiría la trama construida por el semanario.

III. Conclusión

En las páginas anteriores indagamos los modos de homogeneización del espacio identitario articulado por El Descamisado a partir de la pregunta por el origen. Como nos lo había señalado Hannah Arendt, en un mundo secular el establecimiento de una instancia trascendente que otorgue sentido al accionar de los individuos podría relacionarse con la fijación de una fundación a la cual ligarse una y otra vez. Y, de la mano de ello, a la construcción de un relato retrospectivo que brinde orden a los hechos pretéritos, asignando logros y fracasos, héroes y sacrificios. Embarcados en esta empresa, encontramos que la lectura realizada sobre el primer peronismo, así como acerca de los años de proscripción, no fue poco relevante. La narración de estas dos etapas marcó a fuego la forma de pensar el espacio comunitario, pues delineó una serie de desplazamientos constitutivos que situaban el origen de Montoneros antes del famoso "Aramburazo" (y que obviaban, simultáneamente, las filiaciones de muchos de sus miembros con determinados sectores del catolicismo). Más allá del momento de aparición física de la organización en 1970, analizamos cómo la revista pretendía instaurar una heredad que se remontaba a situaciones anteriores.
Por un lado, se da la resignificación del mito de origen del peronismo clásico. Desde la perspectiva del semanario, el encuentro del 17 de octubre entre Perón y su pueblo daba inicio a un período entronizado como una edad de oro, gracias a la cual el pueblo había vivido una experiencia de bienestar. La condición de posibilidad de la misma era, hemos visto, la presencia del líder. No obstante, por otro lado, esa imagen era subvertida por una ruptura situada en 1955, quiebre que la revista también heredaba. Este último definía una nueva significación para las dos partes de la dupla previamente imbricada: con Perón físicamente ausente, el pueblo adquiría rasgos combativos, resistentes; se veía atravesado por la frustración de un estado precedente. Perón presente y ausente, pueblo feliz y resistente. Entre ambas disrupciones se situaba el legado de Montoneros en tiempos de la "primavera camporista". Ahora bien, esto planteaba una cuestión que quisiéramos subrayar para concluir: los Montoneros no se significaban a sí mismos como el "brazo armado" o la "formación especial" del Movimiento, tal como los había bautizado Perón desde el exilio.29 En las publicaciones examinadas, se afiliaban a un espacio de pertenencia un tanto mayor. Como lo hemos estudiado largamente, eran los hijos del pueblo, los herederos de la totalidad de un pueblo no mediado en contacto directo con su líder, y luego separado de él. En otras palabras, lejos de ser un pequeño sector, una "formación especial" o una "vanguardia popular", coqueteaban con la posibilidad de ser el pueblo tout court; esto es, la sustancia misma del pueblo.
Quizás estos entramados ayuden a volver inteligible parte de lo que ocurriría después del gobierno de Cámpora y que coadyuvaría al desgaste de la organización: la tensión y la disputa entre Perón y Montoneros, la utilización creciente de la violencia armada, el retorno a la clandestinidad durante el mandato de María Estela Martínez de Perón, la militarización del grupo. Porque, sobre la base de los elementos apuntados en el presente trabajo, ¿podría haberse evitado el enfrentamiento con Perón aquel 1º de mayo de 1974? ¿Era factible no haber asistido a la Plaza si allí se jugaba el origen del espacio de pertenencia montonero? ¿Era posible no concurrir si la organización se reivindicaba a sí misma como heredera del pueblo, como portadora de su sustancia? En esta misma línea, recuperando los argumentos de Sigal y Verón ya descritos, ¿era pensable el abandono de la "camiseta peronista" si es que justamente mediante su resignificación el grupo había constituido su identidad? Por otro lado, ¿no se anticipaba algo de la progresiva ola de violencia que sobrevendría si la revista pensaba el pueblo (es decir, a la organización Montoneros) como un sujeto intrínsecamente resistente y combativo? Por supuesto que cuestiones de orden estratégico mediaban en todas estas circunstancias y desenlaces: los objetivos políticos proyectados y los medios elegidos para su consecución fueron fundamentales para las decisiones tomadas. Sin embargo, consideramos que atender a las tramas de sentido que teñían a los actores constituye un aporte más que nos permite comprender, iluminar y volver a discutir los momentos previos de la dictadura más cruenta de la Argentina.

Notas

1 Una versión preliminar del presente trabajo fue discutida en el 3º Congreso Uruguayo de Ciencia Política, realizado el 2 y 3 de agosto de 2010 en la Universidad de la República, Montevideo. Agradezco los comentarios de Gerardo Aboy Carlés, Julián Melo y Ricardo Martínez Mazzola. Desde ya, los errores y omisiones son de mi exclusiva responsabilidad.

2 Licenciada en Sociología (UBA), magíster en Ciencia Política (IDAES-UNSAM), doctoranda en Ciencias Sociales (UBA-EHESS), Argentina. E-mail: danielaslipak@hotmail.com

3 Con ese término se hacía referencia en la década del setenta a la aplicación de la pena de muerte a individuos a quienes se los acusaba, vía la recreación de una instancia judicial, de traicionar a la patria. En rechazo explícito de los procedimientos formales del Poder Judicial de la Nación, los protagonistas decían imputar directamente del pueblo la legitimidad de los"ajusticiamientos". Para una exploración de esta escenificación, ver el interesante trabajo de Beatriz Sarlo (2003).

4 Una de las primeras medidas del breve gobierno de Cámpora (se mantuvo por 49 días en el Ejecutivo Nacional, seguido por el interregno provisorio de Raúl Lastiri, primero, y por la presidencia de Juan Perón y María Estela Martínez de Perón, después) fue el llamado Devotazo. Mediante esta medida, reclamada por las diversas organizaciones de la Tendencia Revolucionaria (sector que agrupaba a la "izquierda peronista"), se decretó la amnistía para los crímenes políticos cometidos en los años de la Revolución Argentina (1966-1973).

5 Obviaremos las preguntas acerca de la intencionalidad oculta detrás de los dichos. Por ejemplo, como se ha escuchado repetidas veces, ¿eran los Montoneros realmente peronistas?¿Creían sinceramente en Perón? Y, en la misma línea, ¿qué estrategia escondían detrás de la mencionada adhesión? No nos importa aquí desentrañar las verdaderas intenciones que tenían los actores al elaborar la revista, indagación que dirigiría nuestra atención hacia tópicos como la sinceridad, el engaño e, incluso, la manipulación que los autores de las revistas hayan pretendido establecer para con sus lectores -gramática con la cual, por cierto, no pocas veces se ha tratado de aprehender al peronismo. Nos interesa, antes bien, explorar las significaciones que el semanario indicado hacía circular, puesto que consideramos que, más allá de las estrategias que hayan llevado a numerosos individuos a adoptar la "camiseta", como advierte agudamente Carlos Altamirano, "una máscara política no es nunca sólo un máscara: usar una nos enlaza a una red simbólica, que es también una red de posiciones, de pertenencia y de conflicto, de filias y fobias, es decir, define el lugar que ocupamos en la trama intersubjetiva. Nos hace ser lo que al comienzo sólo actuamos como un papel, una máscara –más aun cuando ese papel va unido a apuestas tan altas que se está dispuesto a matar o dar la vida" (Altamirano, 2001a:136).

6 Aunque estas elecciones supusieron la proscripción indirecta de Perón, puesto que se prohibió la candidatura a todos aquellos que no residieran en el país antes del 25 de agosto de 1972.

7 Recordemos que en las elecciones provinciales de 1962, durante el gobierno de Arturo Frondizi, se habían presentado listas peronistas, pero pocos días después de desarrolladas, aquellas fueron anuladas por el Presidente bajo la presión de las Fuerzas Armadas.

8 Utilizaremos este sustantivo sin hacer uso de cursivas o comillas para marcar algo que funciona en nuestra indagación como un supuesto fundamental: el pueblo no existe como sujeto social a representar en el ámbito político; adquiere entidad sólo en la medida en que es construido políticamente, gracias a dicha representación. Ver al respecto el maravilloso capítulo XVI de Leviatán. O la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (Hobbes: [1651] 2003).

9 Esa ruptura en la Plaza de Mayo fue el coronamiento de las crecientes tensiones que entre Perón y Montoneros se sucedieron desde el arribo del primero al país en junio de 1973. A pesar de que la Juventud, apoyada y alentada por Perón desde el exilio, había tenido una gravitación importante durante la campaña electoral del FREJULI, una vez llegado Perón a la Argentina la relación entre ambos se fue deteriorando hasta producirse un quiebre explícito el 1º de mayo de 1974 en la Plaza. Después de que Perón los llamara "estúpidos" e "imberbes", los Montoneros se retiraron del acto llevándose consigo buena parte de los militantes que participaban del mismo.

10 Para Sigal y Verón, durante los primeros meses de 1974 la JP estuvo cercana a descartar la camiseta peronista, y a pretender representar al pueblo sin Perón. Afirman: "[l]o que la Juventud está diciendo, sin poder explicitarlo, es que ya está en condiciones de reemplazar a Perón frente a las masas; la contradicción constitutiva de la JP parecería haberse resuelto con la asunción de su papel de vanguardia, en primera persona" (Sigal y Verón, [1986] 2004: 233). De esta manera, los Montoneros habrían buscado, al igual que Vandor, un peronismo sin Perón. No obstante, más adelante, los autores retroceden: "la JP no transgrede los límites de la enunciación peronista: los editoriales posteriores al 1º de mayo, las declaraciones de Montoneros, los hechos, en fin, así lo evidencian" (Sigal y Verón, [1986] 2004: 241).

11 Resulta curioso que, tras descartar la relevancia de intenciones y subjetividades e insistir en la materialidad discursiva a la hora de analizar las declaraciones de Perón y de la Juventud Peronista, los autores cierren su análisis de la siguiente manera: "[l]a Juventud se hizo leal a Perón porque el pueblo lo era. Afirmar en 1974 que Perón ya no representaba a las masas significaría volver al ostracismo, restablecer la distancia insalvable entre elite y base, una base que distaba mucho de ser montonera y que mantenía sus esperanzas en el líder" (Sigal y Verón, [1986] 2004: 241) ¿No resulta, acaso, intencional y estratégico este señalamiento?

12 Dice Claudia Hilb al respecto: "la [¿así?] política en la modernidad, si ha de fundar la libertad, habrá de ser forma y repetición de la promesa. Ya no hay fe religiosa ni autoridad tradicional que pueda dar legitimidad a la fundación. Sólo en la rememoración, en la repetición de la original –promesa de preservación de la pluralidad originaria (...)- encuentra la modernidad política la posibilidad de su libertad" (Hilb, 1992: 183-184).

13 La autora ejemplifica este pacto mediante la experiencia del Mayflower, en la cual los peregrinos europeos decidieron, antes de llegar al continente americano, darse un contrato entre ellos; fundaban, de esta forma, un cuerpo político (Arendt: [1963] 2004).

14 No sólo el discurso de Perón sino también las respuestas de distintos actores, incluso aquellas provenientes desde una posición de exterioridad brindada por lentes "científicos"–paradigmáticamente, Gino Germani- han contribuido a la construcción del mito de origen aludido. En relación con ello, acordamos con Federico Neiburg: "[t]odo estudio de las mitologías nacionales parece estar amenazado por el riesgo de limitar sus resultados a la producción de una nueva versión de los mitos que toma por objeto. La naturalización de los mitos no es sólo un efecto del uso de palabras como "mito" y "mitología nacional" en el lenguaje ordinario, y particularmente periodístico, sino también de la ambigüedad con que tales palabras son usadas en buena parte de la literatura que trata de héroes y acontecimientos históricos sin distinguir entre sus usos en el "discurso nativo" y su empleo como categoría teórica" (Neiburg, 1995: 227).

15 Dada la claridad de esta cita para el punto que queremos señalar, nos permitimos utilizar la publicación El Peronista, que sucedió a El Descamisado luego de su clausura. La línea editorial que siguió EP fue la misma que ED.

16 "Hoy, nosotros ya no hablamos de masa como al principio; estamos hablando ahora de pueblo. Cada día hablamos menos de masa y más de pueblo, porque a las masas es muy difícil conducirlas y los pueblos son muy fáciles de conducir cuando uno lo hace de buena fe, de manera que, para esa ejecución, de nada vale todo el proceso racionalista de un método que nos conduce a la situación de apreciación, a la resolución y al plan de acción, si no tenemos preparado el instrumento para realizarlo. El instrumento para realizarlo es el pueblo organizado y encuadrado perfectamente" (Perón, 2005a: 124).

17 Diana Quatrocchi Woison (1994) desarrolla una minuciosa investigación de la historiografía revisionista y propone una estrecha imbricación entre historia y política durante el siglo XX argentino. Indagando las tempranas décadas de este último, describe dicha corriente como un intento por restaurar, volviendo la mirada al pasado y a la Argentina enterrada en la batalla de Caseros, la identidad nacional (intento que osciló, a lo largo de sus diversos exponentes, entre un elitismo conservador y un reformismo progresista; esto es, entre un revisionismo de derecha y otro de izquierda). Esta corriente historiográfica planteó, desde el espacio de debate articulado en torno al Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, una visión del pasado contrapuesta a la consagrada hasta ese entonces por la historia oficial. En lugar de los héroes enaltecidos por la versión canónica (Sarmiento y Mitre, paradigmáticamente), todos ellos tildados de liberales y extranjerizantes, el revisionismo reivindicaba la figura de determinados caudillos federales en la configuración de la Nación Argentina: Rosas, Quiroga, Dorrego, entre otros. De todas maneras, cabe aclarar, el esquema revisionista no hacía sino recuperar, aunque invirtiéndolo, el mito del país dual introducido por Domingo Faustino Sarmiento en el temprano siglo XIX (en síntesis, la contraposición entre la ciudad y la campaña, y junto conéstas, la mutua negación entre las instituciones de la civilización y el fenómeno caudillista). El trabajo de Svampa (1994) proporciona un magnífico análisis al respecto, al recorrer la génesis y las transformaciones de la imagen de las dos Argentinas en la historia de nuestro país. Ahora bien, en relación con el vínculo del revisionismo con el peronismo, no ignoramos la defensa que hicieron del primero algunos peronistas (por ejemplo, Ernesto Palacio y John William Cooke, ambos integrantes del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas), pero estos casos son aislados, y se enmarcan en un contexto general de rechazo de esa versión historiográfica por parte del entonces Presidente. En sintonía con la versión canónica de la historia, Perón había bautizado las líneas ferroviarias con los nombres de los héroes de estaúltima: Mitre, Sarmiento, Urquiza, San Martín. Asimismo, se negaría a repatriar los restos de Rosas. Para ver la disputa que tanto peronistas como antiperonistas realizaron de la tradición liberal durante el primer peronismo, consultar Plotkin (1993).

18 Entre sus principales exponentes estaban Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos, Eduardo Astesano y Juan José Hernández Arregui. En todos ellos, se propugnaba una imbricación entre marxismo y peronismo. Ver al respecto Altamirano (2001a).

19 "Los Montoneros, unión de hombres y mujeres que luchan con las armas en la mano por la soberanía nacional y popular asumimos así el puesto de lucha contra los enemigos del pueblo y de la patria" (Comunicado Nº 4 de Montoneros, La Causa Peronista, número 9). "Nuestra organización es una unión de hombres y mujeres profundamente argentinos y peronistas, dispuestos a pelear con las armas en la mano por la toma del poder para Perón y para su pueblo y la construcción de una Argentina Justa, Libre y Soberana" (Comunicado Nº 5 de Montoneros, La Causa Peronista, número 9).

20 Cierto es que la institución de todo origen constituye, simultáneamente, un olvido. En este sentido, Ernest Renan había advertido, ya en el siglo XIX, sobre las lógicas implícitas en la construcción de los relatos retrospectivos que sostienen toda nación: "el olvido, diría incluso el error histórico, son un factor esencial en la creación de una nación, de ahí que el progreso de los estudios históricos resulte a menudo un peligro para la nacionalidad. La investigación histórica, en efecto, descubre los hechos violentos acaecidos en el origen de todas las formaciones políticas, incluso aquellas cuyas consecuencias han sido de lo más benéficas" (Renan, [1882] 2006: 35). En el caso de Montoneros, la revista El Descamisado omite una cuestión no menor: las raíces católicas –y no peronistas- de buena parte de sus miembros. Muchos de ellos habían participado de círculos católicos conservadores como Acción Católica y Tacuara. No obstante, el fin del pontificado de Pío XII y la convocatoria de un Concilio Ecuménico por parte de Juan XXIII en 1959, el inicio del Concilio Vaticano II en octubre de 1962 y la Conferencia de Obispos Latinoamericanos realizada en Medellín en 1968 (la cual denunció la "violencia estructural" de las sociedades del Tercer Mundo a través de su "Teología de la Liberación"), coadyuvaron a modificar el clima en el mundo católico. Se produjo una progresiva tensión entre la jerarquía eclesiástica, por un lado, y el laicado y el clero más joven, por el otro, lo que conllevó fuertesenfrentamientos en torno de las percepciones y propuestas sociales y políticas. De esta forma, se gestó un cúmulo de grupos que buscaban moldear la "realidad", y militaban territorialmente en diversos barrios populares y villas miseria. En el universo del clero en particular, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), fundado en 1968, fue una experiencia relevante al respecto. Por su parte, en los círculos laicos, la revista Cristianismo y Revolución, cuyo primer número apareció en septiembre de 1966, reunió a varios participantes y estableció un conjunto de redes de donde saldrían buena parte de los miembros de las guerrillas al arribar a los setenta. De modo que, habiendo comenzado su militancia en círculos católicos conservadores, muchos de ellos terminaron participando en la ola revolucionaria de los sesenta y setenta. Ver, para todo esto, los trabajos de Gillespie (1982), Lanusse (2005) y Donatello (2010).

21 Cabe aquí advertir lo siguiente: para ser precisos, el gobierno peronista comenzó con el triunfo electoral de febrero de 1946, no en 1945, como afirmaba el semanario. Creemos importante destacar este corrimiento, para subrayar un razonamiento que ya afirmamos precedentemente: el olvido de las elecciones de 1946 patenta la desestimación que la revista hacía del dispositivo electoral propio de las democracias representativas. A la hora de significar al gobierno peronista, la publicación subrayaba una unión sustancial entre Perón y el pueblo, relegando la legitimidad brindada por el sufragio.

22 Después de la fallida sublevación cívico-militar del 9 de junio, Valle y el resto de los participantes del levantamiento fueron fusilados. Con el correr de los años, desde los ámbitos opositores a la Revolución Libertadora se recordaría, en aras de ilustrar lo poco usual y cruel de la decisión de Aramburu, la respuesta dada a la esposa de Valle cuando ésta intentó conversar con el entonces Presidente para pedirle clemencia: no había podido atenderla porque se encontraba durmiendo la siesta.

23 En el gobierno de Frondizi, como respuesta al decreto de privatización del frigorífico Lisandro de la Torre y también a un conjunto de medidas de ajuste de orden general, los trabajadores del mismo ocuparon las instalaciones durante dos días. La toma concluyó con un violento desalojo a manos de las fuerzas de seguridad. Dicho acontecimiento fue sedimentando posteriormente como un ejemplo paradigmático de resistencia obrera durante la etapa de proscripción peronista. Al respecto, consultar Salas (2006).

24 El 15 de agosto de 1972, en tiempos del gobierno de Lanusse, un conjunto de veinticinco presos políticos (mayoritariamente del Ejército Revolucionario del Pueblo, Fuerzas Armadas Revolucionarias y Montoneros) intentaron fugarse del penal de Rawson de la provincia de Chubut; pudieron escapar efectivamente sólo seis, que se exiliaron en Chile. Luego, en una situación confusa, dieciséis de los presos que no habían logrado huir fueron fusilados en la base naval Almirante Zar; sobrevivieron tres de ellos.

25 Con el objeto de recibir definitivamente a Perón el 20 de junio de 1973 luego de 18 años de proscripción, se organizó una comitiva compuesta por diferentes personalidades del Movimiento Peronista. A pesar de no tener demasiada participación en la planificación del acontecimiento, sectores de la Tendencia marcharon hacia Ezeiza y acarrearon un gran contingente de militantes. Una vez que estos últimos llegaron al sitio en el cual se realizaba el acto, individuos ligados a la "derecha" comenzaron a disparar desde el palco; provocaron muchos heridos y un saldo de muertos nunca determinado oficialmente (según Svampa (2003), serían 13 los muertos y 380 los heridos). Para una investigación sobre el 20 de junio de 1973 en Ezeiza, consultar Verbitsky (1995).

26 No son poco frecuentes en la revista relatos como este: [En relación con la candidatura de Perón a la presidencia de la Nación a mediados de 1973] "La actual situación por la que atraviesa nuestra patria es producto de los sacrificios de los bombardeos a mansalva el 16 de junio de 1955, los fusilados de 1956, los masacrados en las cámaras de tortura como Felipe Vallese y Juan Pablo Maestre, los ametrallados en las movilizaciones populares como Hilda Guerrero de Molina y Máximo Mena, los que cayeron en el combate diario como Manolo Belloni, Carlos Olmedo y Fernando Abal Medina, los 16 fusilados de Trelew el 22 de agosto de 1972 pasado y los caídos en Ezeiza cuando las balas de la antipatria impidieron el reencuentro entre Perón y su pueblo" (ED, número 14, página 32).

27 "Queremos saber, General, con precisión en qué podemos ayudarlo. Pero saberlo por Ud. mismo, en la Plaza de Mayo. Usted dialogando con todos nosotros, como antes, donde nosotros también le podíamos decir nuestras cosas (...) En ese diálogo líder-pueblo que fue el empuje de su primer gobierno" (ED, número 37, página 3). La misma interpelación en segunda persona del singular con la cual está estructurada la cita muestra la voluntad de la revista por instituir y sostener un diálogo, a diferencia de lo que había buscado Perón aquel 17 de octubre de 1945, como explica de Ípola en "Desde estos mismos balcones...". Ver también, en relación con este punto, otro excelente trabajo del autor (1987).

28 "Perón, en efecto, recomienda, pide, ordena, hace valer su autoridad con respecto a sus liderados, con tanto mayor derecho cuanto que ha sido ungido por ellos como su caudillo y jefe. Más precisamente: le ha tomado la palabra al pueblo en los dos sentidos de esta expresión Lo que significa, por una parte, que su palabra habrá de ser la palabra del pueblo, pero también, según la inevitable lógica de las relaciones de poder, que esa palabra pertenece ahora a Perón..." (de Ípola, 1995: 146; cursivas en el original).

29 "No sabemos hasta donde nos llevará la violencia de la dictadura militar, por eso debe mos prepararnos y actuar frente a todo evento. El Movimiento Peronista ha de estar organizado apropiadamente para ello, en forma que permita la lucha orgánica de superficie, y pueda hacer frente también a las formas cruentas que suelen ser impuestas por las dictaduras como la que azota el país en nuestros días. Las formaciones especiales encargadas de lo último, deben tener características especiales y originales, como especiales y originales son las funciones que deben cumplir. Ellas actúan dentro de nuestro dispositivo, como autodefensa, como fuera de él, en la lucha directa de todos los días dentro de las formas impuestas por la guerra revolucionaria" (Perón, mensaje a la Juventud reunida en el Congreso de la Federación Nacional de Estudiantes en Rosario, citado en Baschetti, 2004: 288).

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