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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.29 La Plata  2012

 

COMENTARIOS

El operaismo italiano y su historiografía. Introducción a las "Ocho tesis sobre la historia militante"

Juan Grigera
juan@grigera.com.ar

Traducir un texto de más de 30 años requiere, sin duda, intentar explicar primero por qué publicarlo hoy. Es decir, contar el contexto en que fue producido, para y por quién fue escrito originalmente, y así permitir que se trasluzca del palimpsesto aquello que supo decir y lo que tiene para decirnos a nosotros.
Lo cierto es que antes de presentar un texto no muy conocido del operaismo (obrerismo) italiano es justo hacer una aclaración sobre la diversidad de sus miembros y múltiples corrientes, como de las suertes que corrieron. Por una parte, es necesario devolver la imagen de su heterogeneidad, después de que el operaismo se haya vuelto conocido casi exclusivamente por las últimas ideas de Antonio Negri, cuando no filtrado por las lecturas peculiares de Deleuze y Guattari, perdiéndose de vista sus otras tendencias (Wright, 2002: 2) o confundido con el autonomismo de corte situacionista. Pero por otra parte, también es necesaria cierta presentación, pues la corriente italiana ha sufrido peores castigos que la deformación o el sesgo: me refiero al simple olvido, al menos en el habla castellana hoy.
Es que el vocablo "obrerismo", podría designar bastante más que el epíteto descalificador de quienes se obsesionan con las supuestas potencialidades revolucionarias de los trabajadores manufactureros. El "obrerismo" es también una corriente de pensamiento italiana, un producto intelectual original, caracterizado por el desarrollo de, o el énfasis en, un conjunto de conceptos (composición de clase, autonomía, crítica del desarrollo, general intellect), por un número de autores (Panzieri, Tronti, Negri, Alquati, Bologna, entre los más destacados) y de revistas (Quaderni Rossi, Clase Operaia, Primo Maggio). Estos estructuraron conscientemente "el significado y relevancia de cada concepto para el desarrollo inmediato de la clase trabajadora" (Cleaver, 1985: 72), dándole a ésta una importancia soberana como sujeto autónomo de la lógica del capital.

Antecedentes

Como tantos otros proyectos fecundos del marxismo crítico, la corriente surgió de rupturas con el Partido Comunista y el Partido Socialista italianos (PCI y PSI). La crisis del movimiento obrero italiano en los '50 estuvo cruzada por el "milagro italiano" de la reconstrucción de posguerra y las reacciones estalinistas al mismo.
El PCI, de la mano de Togliatti, había concluido que lo mejor era expandir su influencia a las grandes masas con un programa orientado a buscar "la libertad e independencia de Italia", construir una democracia fuerte y evitar que el control de los trabajadores "perturbara la libertad de iniciativa del management". Esta identificación del PCI con la búsqueda del desarrollo de Italia se concretaba en encomendar a sus militantes de fábrica la tarea de "salvar la economía nacional" (Wright, 2002: 10). En la concepción togliattiana, el desarrollo de las fuerzas productivas tenía un carácter progresivo, o al menos neutro: el progreso técnico y científico eran el motor de la humanidad y sólo aceleraban su marcha indefectible hacia el comunismo (Turchetto, 2008: 284). Para el estalinismo italiano, capitalismo y desarrollo eran casi antónimos.
El PSI, por su parte, permanecía crítico del PC y de las vicisitudes de la URSS, y al mismo tiempo abierto a las corrientes socialdemócratas de origen marxista. La revista teórica del PSI, Mondo Operaio (Mundo Obrero), había permitido a Raniero Panzieri, Lucio Libertini y Danilo Montaldi desarrollar un foro de debates sobre las distintas vertientes del marxismo, con la idea de renovar el movimiento obrero desde abajo y democráticamente. Montaldi introduciría historias individuales y entrevistas a obreras y obreros (por ejemplo, un afamado diario de un trabajador de la Renault), producto de las influencias de corrientes como Socialisme ou Barbarie de Castoriadis y Lefort o de C.L.R.James. Esta apertura a otras influencias en el órgano oficial del PSI acabaría en 1959, con la remoción de Panzieri del comité editorial. Rodolfo Morandi, la figura más fuerte del PSI de esta época, supo resumir las preocupaciones teóricas por encontrar una opción superadora al bolcheviquismo y la socialdemocracia, y también las dificultades, fracasos y miserias prácticas de esta búsqueda (Wright, 2002: 13). El sinnúmero de tensiones del Partido en este período terminarían algo abruptamente un poco después de su muerte , cuando en los '60 el PSI conformó una coalición con la democracia cristiana.
Al mismo tiempo, la necesidad de respuestas anticapitalistas al enorme impacto hegemónico de la edad dorada del capitalismo de posguerra, en particular en Italia, que vivió un proceso de rápido desarrollo económico y que alcanzó incluso a los partidos de izquierda, llevó a varios grupos a buscar alternativas en algunos movimientos obreros de base, por fuera de las variantes socialdemocráticas mencionadas. Esta búsqueda demandaría una renovación teórica, pues si el campo marxista había conseguido formar una idea sobre cuál había sido la historia del capital, seguía lejos de asumir como programa y como principio metodológico la idea de una historia interna de la clase obrera (Tronti, 1965).

Los Quaderni Rossi y los orígenes del operaismo

Una vez expulsados Panzieri y el debate de Mondo Operaio, el primero se mudó a Turin, donde, alejado de la vida partidaria del PSI, fundó Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos) junto a Mario Tronti, Romano Alquati y Danilo Dolci, entre otros. La revista se convirtió en un experimento de enorme repercusión para la izquierda italiana, y fijó en sus primeros números la agenda de la mayor parte de los temas centrales del obrerismo clásico. Quaderni Rossi planteaba una lectura renovada de la utilidad de la sociología moderna, en particular de la sociología de las relaciones industriales y de la historia oral (la "encuesta obrera"), como instrumentos eficaces para ayudar a comprender a la clase obrera moderna.
Este uso crítico de la sociología partía de poner en cuestión la premisa de la racionalidad tecnológica, presente en la sociología burguesa pero también en el marxismo vulgar cuando simplificaba la revolución como el cambio de mano de los medios de producción: "la perspectiva de un uso alternativo (obrero) de la maquinaria obviamente no puede estar basado en una pura y simple reversión de las relaciones de producción (propiedad)" (Panzieri, en Turchetto, 2008: 286). La ciencia y la tecnología no pueden entenderse como racionales ni neutrales de las relaciones sociales en que se desarrollaron, sino como parte e instrumento de la "dominación despótica" del capital. Contra quienes sostenían que capitalismo y desarrollo eran opuestos (por ejemplo, en la idea ortodoxo-estaliniana de contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones de producción, especialmente en países periféricos), la revista denunció esta dicotomía como falsa y señaló al "progreso" y la "modernización" como la reproducción extendida de la relación capitalista (Wright, 2002: 36).
En este período se desarrollará también por primera vez el concepto de "composición de clase". Un espejo de la "composición orgánica del capital", la composición de clase se compondría de la relación entre características técnicas y políticas de la clase. Así, por ejemplo, para la clase obrera las primeras estarían dadas por la posición en tanto fuerza de trabajo en el proceso de producción capitalista, mientras que las segundas serían el conjunto de experiencias subjetivas, historias de organización, etc. También la "encuesta obrera" ocuparía un lugar de relevancia en los Quaderni Rossi. La encuesta consistía en un conjunto de informes y entrevistas realizados en el entorno de las fábricas FIAT y Olivetti, bajo el cuidado de Alquati, e intentaba fundamentalmente facilitar un retorno a la unión entre teoría y praxis. La encuesta sirvió para delinear el concepto de "obrero masa": un nuevo sujeto productivo, expropiado subjetivamente y subordinado en el proceso de trabajo, pero al mismo tiempo con alto potencial para el conflicto. Este último rasgo llamó la atención sobre las formas "espontáneas" o invisibles de organización y sobre la necesidad de explorar la naturaleza política de los problemas cotidianos en la fábrica. Estos problemas resultaban, además, idénticos en el Este y el Oeste europeos, y por tanto su comprobación abría una "nueva dimensión del internacionalismo, basado no en vectores organizativos y afinidades ideológicas sino en la homogeneidad internacional de los comportamientos de lucha" (Bologna, citado en Wright, 2002: 58).

Primeras rupturas, apogeo y crisis

Los acontecimientos de Plaza Statuto (protestas y vandalismo contra un sindicato burocrático de la FIAT que había saboteado una huelga y firmado un acuerdo aparte) tensarían las relaciones políticas al interior y con el exterior de Quaderni Rossi, dando origen en 1963 a un desprendimiento liderado por Tronti, Negri y Alquati: la revista Clase Operaia (Clase Obrera).
En su primer número, el editorial sostenía uno de los (ahora clásicos) argumentos heréticos del obrerismo italiano: la primacía analítica del trabajo sobre el capital. Es decir que, por principio, la construcción de conceptos para entender el capitalismo no puede obviar la centralidad de la clase obrera. Por ejemplo, la reestructuración capitalista en marcha no debía entenderse partiendo de la competencia intercapitalista ni de la búsqueda de la maximización de ganancias sino comenzando analíticamente con la lucha de clases; es decir, la reestructuración debía entenderse como una respuesta del capital a la organización del movimiento obrero.
Otra idea importante de la revista estaría dada por el argumento de Tronti en "La fábrica es la sociedad", especialmente después de una reafirmación del mismo a partir de una crítica de Panzieri. Tronti postularía allí que la fábrica contiene en forma concentrada la estructura completa de la sociedad capitalista, ya que, a mayor desarrollo capitalista, el conjunto de la sociedad se convierte en una articulación de la producción. "Es decir que la sociedad como un todo vive de acuerdo a la fábrica y la fábrica extiende su dominación exclusiva sobre la sociedad como un todo." (Tronti, 1962). Esta transformación gradual de la sociedad en una fábrica se expresaría en la subordinación gradual de distintas esferas de la vida social a la producción, reflejada por ejemplo en las tendencias entonces crecientes a la expansión de los servicios (con la respectiva generalización de la proletarización y mercantilización de los mismos). El concepto de "obrero social" parte de esta formulación: si la fábrica se extiende por el conjunto del tejido social y este se integra en un proceso orgánico de producción-reproducción, entonces todos los miembros subordinados de la sociedad son parte de un "obrero social" total (Palano, 2008: 292).
El biennio rosso de 1968-1969 y el "Otoño caliente" entre junio y diciembre de 1969 en el norte de Italia fueron, al mismo tiempo, dos momentos de fuerte influencia de los operaisti y, paradójicamente, el inicio de una importante crisis en el obrerismo (Bologna, 2003). Por un lado, sus ideas tuvieron fuerte influencia tanto en la serie de huelgas que comienzan con la de FIAT como en el movimiento estudiantil, aunque por otro, la influencia de las organizaciones como Potere Operaio fue menor y la importancia de la radicalización de los estudiantes contradecía distintas expectativas y predicciones del obrerismo (Wright, 2001).
Después de este período de controvertido apogeo, los enormes cambios sociales y políticos ocurridos durante los '70 marcaron una larga serie de quiebres en el obrerismo italiano. Luego de la crisis del petróleo, una nueva ola de reestructuración de la producción se convirtió en un proceso, consciente a veces, de "descomposición de clase": un desmantelamiento técnico de los procesos de trabajo que fue al mismo tiempo un desmantelamiento de las formas políticas de la clase obrera (Toscano, 2003). Al mismo tiempo, la criminalización de varias organizaciones (algunas de ellas identificadas con el obrerismo) resultó ser efectiva y contó con el consenso de un amplio espectro (que incluía al PCI y su aggiornada defensa de la 'alianza productiva'). Por el secuestro y asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, se vinculó y condenó a prisión a la mayor parte de los dirigentes de Autonomia Operaia, Antonio Negri entre ellos. Varios años después le tocaría el turno a Lotta Continua, en el juicio contra Adriano Sofri, aquél que llevaría a Carlo Guinzburg a escribir El juez y el historiador.
Las respuestas teóricas a estos desafíos políticos fueron diversas, pero llevan sin duda la marca de la derrota. Tronti, reacercándose al PCI, introdujo la vieja idea de una "autonomía de la política"; es decir, de la relativa autonomía del Estado y por tanto, de la posibilidad de desarrollar acciones políticas en el terreno puramente parlamentario. Otros derroteros, como el de Negri, comienzan por señalar en este momento el surgimiento del "obrero social" para más tarde identificar en la "multitud" los cambios en el sujeto histórico. Al decir de Turchetto, este recorrido del obrerismo comienza por una huida hacia realidades distintas de la fábrica para luego convertirse en una huida de la realidad tout court.
Haciendo un balance bien posterior, Bologna (2003) sostiene que el obrerismo intentó "mantenerse al día con los acontecimientos. Se luchó para hacerlo,y releyendo lo que escribimos entonces, lo hicimos con dignidad. Sin embargo, las cosas sucedieron demasiado rápido y finalmente nos abrumaron". En apenas tres años los ánimos y los hechos cambiaron brutalmente: el secuestro y asesinato de Aldo Moro dividió las aguas sobre las posiciones respecto del terrorismo, en 1979 Negri y todos los miembros dePotere Operaio estaban presos o exiliados, en 1980 la FIAT impuso despidos masivos y una amarga derrota a una larga huelga defensiva, prisión y suicidios se extendieron entre el movimiento (con más de mil convictos a diez o más años de prisión).

La historiografía obrerista

El obrerismo italiano no había tenido, hasta fines de los '70, demasiado impacto sobre el discurso histórico. Sería Sergio Bologna, con sus contribuciones en Quaderni Rossi, y su rol clave en Primo Maggio (junto con Gambina, Ferrari y Bravo), la figura más significativa de la expresión historiográfica del obrerismo italiano. El Partido Comunista identificaba la historia militante con la historia del Partido o del movimiento obrero institucionalizado, al punto que objetaba explícitamente la exploración de experiencias disidentes o la descripción de la vida cotidiana de las y los trabajadores. Algo ayudará la introducción de la obra de Hobsbawm en Italia para legitimar la idea de una historia de la clase trabajadora más allá del Partido, aunque aún bastante después de ello Bologna tuviera que polemizar con Bermani para defender esta idea (Wright, 2002: 176).
La agenda de la revista retomará en perspectiva histórica algunos de los temas clásicos del operaismo y aportará al mismo tiempo elementos novedosos. Así, produjo material original sobre temas como la evolución del capital financiero, el Estado de bienestar o la historia de la composición de clase (Bologna, 2003). Pero por sobre todo, Primo Maggio se propuso entender la evolución del desarrollo capitalista (y en particular la evolución de los modos de control patronal) a partir de la evolución de la lucha de clases y no de criterios técnicos ni meramente de la competencia entre distintos capitales en la búsqueda de maximizar sus ganancias. Retomando la crítica del desarrollo, Bologna escribió sobre el significado del fascismo para la clase obrera, fundamentalmente criticando la historiografía del PCI, para la cual el fascismo era el producto del atraso económico italiano. La revista se dedicó también a caracterizar la "composición de clase" durante principios de siglo, rescatando los núcleos problemáticos del fordismo, la especificidad de los "Wobblies" (International Workers of the World) como organización política de la clase obrera no calificada y la peculiaridad de los consejos obreros. Estos últimos se interpretaron en clave de un proyecto político, con fuerte peso de obreros calificados, que resultaba un efectivo controlador autogestivo del proceso de trabajo, no con el objetivo de aumentar su productividad (siguiendo el ethos productivista dominante) sino con la capacidad de congelar el desarrollo capitalista y provocar la crisis (Bologna, 1972). En suma, Primo Maggio intentó historizar el cambio de estrategia de control patronal del taylorismo al fordismo, leído en términos de la búsqueda constante del capital por doblegar formas de resistencia, aquellas que el "artesano" primero y el "obrero masa" luego habían sabido construir.
En los '70 Primo Maggio comienza a describir el surgimiento del "obrero social" como el producto de un nueva ola de luchas, en la que la socialización de la producción (la fábrica social de Tronti) debe entenderse como la forma de respuesta del capital al éxito combativo del "obrero masa". La historización del concepto de "fábrica" llevó a Primo Maggio a un considerable enriquecimiento y complejización de la noción de "lugar de trabajo" y de sus múltiples vinculaciones con las relaciones sociales por fuera de éste. El "intelecto general" (general intellect) de Negri, como reflejo de las transformaciones sufridas por las sociedades postindustriales, será un producto posterior y complementario de esta evolución.
El proyecto historiográfico de Primo Maggio tenía un compromiso explícito con el obrerismo; es decir, un denodado esfuerzo por construir una historia orientada por un conjunto de preocupaciones teórico-políticas. Bologna sostenía, por ejemplo, que el único modo de evitar que la revista se convirtiera en una antología de marginales del movimiento obrero era recuperar las experiencias a la luz de una dialéctica entre movimiento obrero, clase obrera y el Estado. Si el obrerismo entendió regularmente a la clase obrera como una entidad homogénea, monolítica, con una burocracia manipuladora y jamás hegemónica, su historiografía no hizo sino encontrarse con tensiones al intentar fijar esta imagen. Si las encuestas encontraron más diversidad, la concepción ciertamente restrictiva de la composición de la clase obrera se siguió trasluciendo en el estudio casi exclusivo de trabajadores hombres manufactureros. Pero por sobre todo, Primo Maggio representa un intento consciente de construir un proyecto teórica y empíricamente rico, con una agenda de investigación que pretendió utilizar la categoría de "obrero masa" como una hipótesis a ser renovada y complejizada. Estas "Ocho tesis" que presentamos aquí resumen apretadamente este desafío.
Después de la descomposición del obrerismo, Primo Maggio se propuso "conservar un hilo, al menos tenue, de memoria proletaria en tiempos en que la destrucción de la identidad social parece haber asumido dimensiones devastadoras [...] y la izquierda aparece privada de una identidad cultural e ideal" (Revelli, 1981). Su falta de éxito en conseguir este objetivo no puede explicarse por sus esfuerzos. Y a la vez, como se preguntaba recientemente Bologna (2003), la historia de la historiografía obrerista no está cerrada, la categoría de continuidad (o discontinuidad) no debería ser aplicada a un movimiento como éste y "la exploración en los métodos de la historia y en el trabajo del historiador que comenzó con Primo Maggio [...] no ha concluido aún".

Ocho tesis sobre la historiografía militante

Sergio Bologna

1. La condición del historiador militante

Hasta este momento habíamos considerado que la subjetividad del historiador militante, su posición dentro del movimiento clasista revolucionario como portador de técnicas específicas, era condición suficiente para hacer historia militante. Consecuentemente, habíamos considerado que también la organización de la investigación y de la producción cultural debía realizarse dentro de espacios autogestionados, dentro del espacio social independiente que es el movimiento clasista revolucionario.
Sin embargo, la subjetividad del historiador militante también está determinada por su condición material, por el hecho de estar excluido -de facto, si no ciertamente también de jure- de las fuentes disponibles, de la investigación y del financiamiento públicos. El uso de fuentes alternativas y la adopción de metodologías alternativas es a menudo una opción impuesta por la marginación. De esto se desprende que el historiador militante tiene hoy también que organizarse con el fin de lograr la paridad de trato respecto del acceso a las fuentes, a la investigación universitaria y al financiamiento público. Si hay un Berufsverbot1 latente, ¡debemos detenerlo, anticiparlo y derrotarlo!

2. Los vicios de origen de la historia militante

En Italia, es a finales de la década de 1950, en el debate que dio cierre a "Movimento Operaio", en los primeros escritos de Montaldi, que nace la historiografía militante moderna, estrechamente ligada a los problemas teóricos y prácticos que la nueva composición de clase presentaba a las estructuras tradicionales del partido y el sindicato. Su máximo vicio de origen consistía en una tendencia a revaluar a tal punto las experiencias «minoritarias» -forzando la polémica contra el estalinismo- que terminó representando una versión izquierdista de la «historia herética» de la escuela cantimoriana.2 Este fue un producto secundario, más de larga duración, como puede advertirse en cierta historiografía sobre el movimiento anarquista, consejista o bordighista.

3. La encuesta obrera

La forma específica en la que la historia militante tuvo que medirse, a principios de los '60, con los Quaderni Rossi fue la encuesta obrera. Aquí la historia militante tuvo que hacer frente a su atraso en relación con otras disciplinas como la sociología industrial, que había sido legitimada mucho más rápidamente por la nueva composición de clase. En este período, la sociología goza de una hegemonía disciplinar indiscutible, mientras que la historiografía militante permanece como una función auxiliar de retaguardia. En la encuesta obrera, la historiografía militante también se enfrentó con el problema de las fuentes orales y con la relación entre subjetividad e historia en general. Toda esta problemática se sintetiza en la relación entre espontaneidad y organización, que es la primera gran categoría de interpretación historiográfica que la historia militante de los tempranos '60 logró establecer. La curiosidad por las experiencias de los consejos obreros, tanto de principios de 1920 como de los años 1930 y 1950 en los países de Europa del Este, se deriva de la convicción de que es posible aplicar el nexo espontaneidad-organización como una categoría general de la historia del movimiento obrero.
La otra categoría importante, que en esta fase sólo se vislumbra pero no se desarrolla, debido a la familiaridad limitada de los historiadores italianos con los problemas de la tecnología (dada su formación general humanística), es la del nexo entre el rechazo a trabajar y la innovación tecnológica. La sociología industrial, incluso en sus versiones ultraizquierdistas, es incapaz de ofrecer un marco teórico en el que ubicar el nexo entre el movimiento obrero y la innovación de la maquinaria. Sólo ve la separación de los comportamientos individuales, la fragmentación de la clase y no su recomposición.

4. Composición política de clase

Es sólo cuando la categoría de composición de clase se define, o mejor aún, se aplica, que la historiografía militante emerge de sus vicios infantiles y logra recuperar el terreno de la "historia social", por un lado, y aquél de la historia político-institucional, por otro. El concepto de composición de clase es tanto más funcional cuando más omnicomprensivo, y por tanto ambiguo. Es una ganzúa que abre todas las puertas. Ha sustituido dentro de la historia militante aquello que en la concepción gramsciana, pero especialmente en la escuela histórica gramsciana, es el concepto de "hegemonía". Esto significa que es aún un concepto "post-gramsciano" y por tanto, si la historiografía militante desea salir del largo purgatorio del post-gramscianismo, si quiere evitar que el concepto de composición política de clase quede absorbido por la banalidad estupidizante de los huérfanos de Togliatti, entonces debe denunciar sus ambigüedades, sus límites y debe especificarse mejor. Dentro de la categoría de composición de clase, si se mira de cerca, se buscó traducir en nuevos términos, adecuados a una sociedad que no era ya campesina ni feudal, algunos de los contenidos de la categoría de "sociedad civil". Se entiende, o se entendía, por composición política de la clase no sólo la composición técnica, la estructura de la fuerza de trabajo, sino también la suma y el entretejido de las formas de cultura y de los comportamientos, tanto de los trabajadores como de todos los estratos subsumidos al capital. Del trabajador, su pasado campesino, su vinculación (o su ruptura) con el clan familiar, su pasado de emigrante, al operario que está en contacto con las tecnologías más avanzadas e inserto en una sociedad con un domino más avanzado de la fuerza de trabajo, con su pasado como militante político o sindical, o su pasado como miembro de un clan patriarcal, católico: todo ello se traduce en herramientas de lucha, en sabiduría política, en suma de subculturas que catalizan una con otra, en contacto con la masificación del trabajo o con su proceso inverso, la fragmentación y la dispersión sobre el territorio. La maquinaria, la organización del trabajo, transmutan y sacan a la luz estos pasados culturales, la subjetividad de masas se apodera de ellos y los traduce en lucha, en rechazo del trabajo y en organización. La composición política de la clase es, ante todo, un resultado, un punto final de un proceso histórico. Sin embargo, dialécticamente, y contemporáneamente, es el punto de partida de un movimiento histórico en el que el trabajo subsumido al capital interpreta la organización productiva, social y política de explotación, y la convierte en la organización de su propia autonomía. Es a partir del punto de partida de la composición de clase que es posible identificar en el funcionamiento interno del proletariado su programa de acción. La crítica del leninismo como autonomía de lo político comienza aquí, pero aquí, por desgracia, aún se encuentra en un punto muerto y no ha dado un paso adelante. La ruptura no puede más que ser práctica y política. Ciertamente, el historiador militante, con el fin de salir de la fase post-gramsciana, puede mantener un ojo abierto sobre el comportamiento antagónico, sobre las fracturas reales de la relación entre democracia y desarrollo, sobre las iniciativas de poder que la clase pone en movimiento a fin de gestionar su propia autonomía incluso más allá de la negociación del precio de su fuerza de trabajo, sobre el antagonismo social hacia el sistema institucionalizado de la negociación democrática, sobre las normas que disciplinan las conductas conflictivas dentro de las sociedades industriales avanzadas, sobre las crisis, etc. Pero a pesar de todo lo que el contacto con estas realidades pueda afinar y precisar mejor la categoría de composición de clase, el historiador militante jamás podrá anticipar en el plano disciplinar lo que en el plano de la práctica política no ha sucedido aún. En otras palabras, la salida de la fase post-gramsciana para la historia militante tendrá lugar sólo cuando el movimiento de la clase revolucionaria en Italia haya salido de la fase post-togliattiana, minoritaria y grupuscular, cuando el problema de la relación entre programa y composición de clase se ponga en práctica sobre la marcha y cuando la crítica del leninismo haya dado paso a una alternativa al leninismo.

5. Ciencia y maquinaria

Si adoptamos la relación entre el trabajador y la máquina como uno de los nexos fundamentales a ser investigado por el historiador militante, debemos tener en mente, con claridad, el hecho de que, al hacerlo, estamos asumiendo una determinada concepción de la ciencia. Si consideramos todos los conocimientos científicos como ya incorporados a la maquinaria, si consideramos la ciencia y la tecnología como una sola cosa, entonces empezamos a ver como un problema secundario el problema de la ciencia como una institución independiente y relativamente autónoma de la tecnología, que era el supuesto sobre el que la historiografía tradicional, incluida la comunista, basó su discurso sobre los intelectuales. El presupuesto del intelectual como una categoría social específica parte, en la tradición del movimiento obrero, de la distinción entre ciencia y tecnología, investigación y su aplicación, investigación y maquinaria. Es esta distinción la que ha dado origen a la definición del trabajador intelectual como "relativamente improductivo", socialmente neutro y posible"aliado" de la clase obrera.
Intentemos asumir, en cambio, el punto de vista de la clase trabajadora sobre la ciencia. La ciencia como maquinaria, por lo tanto la ciencia como un "poder hostil" a la clase, según esa feliz expresión marxiana en los Grundrisse; el trabajador intelectual como un trabajador productivo inserto en el ciclo de socialización del capital o en el aparato de legitimación del mando. Este es un trabajador que debe "liberarse de sí mismo" antes de ir a buscar alianzas con el proletariado. Un trabajador sin aliados, capaz de ejercer con autonomía un rechazo de los roles impuestos, y por tanto capaz de desarrollar -ya en la forma de trabajo intelectual abstracto- una fuerza autónoma de iniciativa, formas específicas de organización, de rechazo, de organización de masas. En conclusión: ciencia y tecnología como una sola cosa, materializada en la maquinaria, una "potencia hostil" a la clase, ambas objeto de un proceso paralelo de liberación, por parte de la clase y del trabajo intelectual, ya sea concreto o potencial. Tan pronto como la clase y el trabajo intelectual se mueven de manera antagónica, enormes y poderosos procesos cognitivos se desencadenan en el conflicto; como producto del conflicto, una fuerza de invención latente se libera y se traduce en conocimientos específicos, en nuevas tecnologías y en nueva ciencia. Es dentro de este campo muy rico de conocimiento que el historiador militante debe aprender a buscar sus instrumentos metodológicos.

6. Historia político-institucional e historia social

Durante toda la década de 1960 y, para algunos compañeros, aún durante los '70, la relación entre la historia político-institucional y la historia social fue resuelta, se podría decir, brillantemente, en la identificación entre fábrica y sociedad. No tiene ningún sentido repetir, aquí, lo que dijimos acerca de esto en Primo Maggio 2 (invierno de 1973-1974, pp. 1-8).3 Las certezas de la década de 1960 se han transformado en las dudas de la década de 1970 y en la crisis-renovación del marxismo. La historia militante, y en particular la historiografía que todavía está basada en un aparato de categorías marxistas, se encuentra violentamente desplazada y deja el campo libre a las corrientes historiográficas tradicionales que, imperturbables y momificadas en sus fortalezas académicas, se atreven a campear sobre terrenos que otrora (al menos en Italia) fueran coto de caza reservados de la historia militante, como la historia oral. Se puede ahora, como está sucediendo, abrir las fronteras a la oral history anglosajona, precisamente aquella que explora la periferia de la clase trabajadora de Occidente con la misma sensación de extrañeza y curiosidad con que se deambula por los bosques del Amazonas, y se la puede hacer pasar por corriente innovadora. La crisis del marxismo no es tan advertible en el terreno del análisis de clases, donde, de un modo u otro, el problema de la "sociedad civil" respecto del modo de producción existente todavía encuentra un terreno amplio de correspondencia y abre horizontes de investigación, en paralelo a lo que se conoce comúnmente como "historia social", la que dentro de las líneas oficiales representa el punto de menor fricción con la historia militante. La crisis del marxismo, y por lo tanto la crisis de la historiografía militante, se nota muy especialmente en el análisis del Estado y en el análisis de la relación entre el Estado y el proceso de valorización. Es un reflejo especular de la crisis del leninismo; en otras palabras, de la relación no resuelta entre la composición de clase y el programa, el problema no resuelto de la organización revolucionaria hoy. Hasta que se resuelva esta crisis, la historiografía militante sobre el Estado y sus aparatos político-institucionales sigue siendo una versión, aunque la más incisiva, de la historia económica del mundo contemporáneo, la historia de la burguesía emprendedora y financiera, la historia del aparato público "dirigido" a la consolidación y el mantenimiento del proceso de valorización capitalista. Así, la historiografía militante, en esta difícil fase provisional, establece determinadas alianzas con la historia del pensamiento económico y de la economía, en el sentido estricto de la palabra. Pero no debe olvidarse que, si las alianzas y convergencias son posibles y son capaces de acelerar la crisis, en un sentido positivo, de la historiografía económica y llevarla a liberarse de los esquemas interpretativos neoclásicos y keynesianos, al mismo tiempo la historia militante tiene ante sí el grave problema de cómo salir de la crisis actual del aparato marxista de categorías y de la crisis de la crítica de la economía política. El trabajo teórico sobre este tema es posible y muy necesario, es una cuestión de vida o muerte para la historia militante.

7. El internacionalismo proletario

Hasta ahora, esto ha sido analizado a nivel de las relaciones de colaboración y de solidaridad entre las organizaciones que son ideológicamente afines, de acuerdo con un esquema de interpretación que es totalmente institucional, pero ello debe vincularse nuevamente al problema de la dispersión internacional de la mano de obra italiana. Hasta que haya una historia del proletariado migrante, de los Estados Unidos a Canadá hacia América del Sur, de Alemania a Bélgica hacia Europa Central y Europa Occidental, hacia Australia, África, hasta que haya una historia de los cambios culturales y políticos, de las transformaciones internas, de las estratificaciones sucesivas de las diversas comunidades emigradas italianas, y entre todos estos y el proletariado local, de los modos de producción y de los aparatos estatales locales, la historia del proletariado italiano sigue siendo una historia trunca. Esta falta de atención de la historiografía italiana es un reflejo de la falta de atención política y organizativa. Pongamos en relación la geografía de la dispersión internacional de la fuerza de trabajo italiana con la geografía de la lucha contra la emigración política fascista, por ejemplo. En ciertos aspectos son divergentes: el proletariado hacia el oeste y los emigrados políticos anti-fascistas hacia la Unión Soviética. En otros aspectos, son paralelas, pero no se tocan: hay más contactos entre los emigrados anti-fascistas italianos y los estratos anti-fascista burgueses en el extranjero que entre los primeros y las comunidades proletarias italianas en el extranjero. En los EE.UU., en particular, tenemos que analizar, más allá de la época heroica de la Primera Guerra Mundial y la primera ola de inmigración, los movimientos y transformaciones internas de la comunidad italiana, y por qué esta se convirtió en un elemento de control y de boicot antisindical en importantes sectores de la fuerza de trabajo estadounidense y cómo todo esto nace de dentro de la sociedad civil y dentro de sub-culturas exportadas. Todo ello tiene que ver con el problema de la violencia en los conflictos entre intereses de clase en los Estados Unidos, pero también tiene que ver con el problema de la violencia en general. En particular, debemos seguir las pautas migratorias de grupos ya organizados, de colectividades (clanes familiares o paisanos), antes que la emigración de individuos aislados. Debemos entender cuándo la emigración de clanes organizados se prefirió a la emigración de varones adultos, y cuánto efecto ha tenido esto en la historia de la familia italiana como una institución de control y una relación de producción, pero también en qué medida ha colaborado en suministrar a diversos capitalismos (especialmente europeos) una mano de obra dócil y flexible.

8. La rápida obsolescencia de la historia militante

Como la historia militante se alimenta de los valores y propuestas cognitivas que emergen de los movimientos de clase revolucionarios, y como estos movimientos, en los años recientes, en Italia han dado muestra de procesos rapidísimos de obsolescencia; como la historia militante está de todos modos siempre retrasada y la labor del historiador se mueve con paso lento, tenemos que proponer el problema de la obsolescencia de la intervención del historiador, sobre todo de la intervención militante. Este es también un problema de sus formas de expresión. El ensayo, la revista, el libro, están encontrando un eco cada vez más distante en la sociedad. Valdría la pena preguntarnos si acaso no debería cambiar radicalmente nuestra forma de expresión, y si tal vez no tendría más sentido trabajar conjuntamente en una película o una canción, en lugar de un ensayo o un libro. Este problema sólo puede resolverse a través de la organización colectiva de los historiadores militantes y de aquellos que se dedican profesionalmente a las técnicas e instrumentos de otras formas de expresión. En ese ámbito, el movimiento ha creado cientos de iniciativas autogestionadas. Se trata de dotarnos de instrumentos para poder utilizar, para poder colaborar. No puede haber una historiografía militante sin una "política de la cultura".
Originalmente publicado como «Otto tesi per la storia militante», Primo Maggio, N° 11, 1977/1978, pp. 61-63. En Primo Maggio el texto no llevaba firma, pero fue reimpreso con posterioridad con la firma de Sergio Bologna (por ejemplo, en Jungle World 26 (2005) como «Arbeiter, Maschinen, Migration, Kultur. Acht Thesen zu einer militanten Geschichtsschreibung», disponible en http://jungle-world.com/ artikel/2005/26/15541.html; o en «Eight theses on militant historiography», disponible en http://libcom.org/library/eight-theses-militant-historiography).
Primo Maggio (Primero de mayo), con el subtítulo "Ensayos y documentos para una historia de clase", apareció en Italia entre 1973 y 1988, y fue una revista centrada en analizar, desde una perspectiva histórica, las consecuencias de una oleada de luchas obreras en ese país.
Traducción y notas por Juan Grigera.

Notas

1 Berufsverbot es una inhibición profesional para ejercer una profesión. Estas cayeron sobre centenares de judíos, artistas y opositores después de 1933 en la Alemania nazi. (N. del T.).

2 Por Delio Cantimori (1904-1966), estudioso de la historia religiosa del siglo XVI, del jacobinismo italiano y de proyectos de reforma social en el siglo XIX. (N. del T.).

3 El artículo al que se refiere es S. Bologna, «Il rapporto società-fabbrica come categoria storica» (N. del T.).

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