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Sociohistórica

versión On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.33 La Plata abr. 2014

 

RESEÑAS

Nuevas aproximaciones teórico-filosóficas en torno a la temporalidad de la historia y los debates políticos sobre los usos de las memorias
María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coordinadoras) (2013), En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria, México, Siglo XXI, 212 págs.

 

Andrea Raina

Universidad Nacional de La Plata
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Argentina

En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria es una compilación coordinada por María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof que está integrada por investigadores nucleados en torno a dos proyectos de investigación: "Memoria y política: de la discusión teórica a una aproximación a la memoria en México" y "Regímenes de temporalidad de la historia y de la memoria: pasados recientes en conflicto. Argentina y México". Los autores, desde el campo de la historia - desde la teoría, la filosofía o la historia social- se preguntan por la disciplina, por la memoria y la política en torno a diferentes situaciones nacionales. Las compiladoras logran articular la polifonía de voces que los autores aportan desde sus propios enfoques -variables y disímiles entre sí, correspondientes todos ellos a distintas universidades nacionales; desde las europeas Universidad de Groningen, Universidad de Barcelona, y Universidad Ca' Forscari de Venecia; hasta las latinoamericanas: Universidade Estadual de Campinas, Universidad Autónoma de México, Universidad Nacional del Comahue, Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de La Plata-; de una manera tal que en el transcurrir de los capítulos, el libro va abriendo y respondiendo interrogantes a medida que profundiza en la reflexión de cada arista de la temática.
Consta de nueve capítulos divididos en dos partes: "Tiempo e historia" y "Memoria y política". En la primera parte, el eje que estructura las reflexiones pasa por el tiempo. El tiempo ha sido uno de los tópicos más tratados por la filosofía clásica. A partir de los años '80 comenzó a tematizarse el tiempo histórico con Paul Ricoeur y Reinhat Koselleck a la cabeza de las reflexiones.
El capítulo que abre el libro -Tiempo-, de Frank Ankersmit nos hace ingresar a la temática desde un punto de vista que puede parecer obvio para muchos pero muy necesario para comenzar a indagar en los vínculos entre tiempo e historia. El autor considera al tiempo como categoría fundacional de la historia y se preocupa por su relación con la escritura histórica, ya que es el uso del lenguaje histórico la condición de posibilidad de acceso al conocimiento histórico. Ankersmit considera imperativo investigar la representación histórica misma, para lograr comprender tanto la lógica histórica como los significados de su escritura ante importantes preguntas semánticas como las referidas a la verdad. Con esta conclusión que parece evidente pero nada desdeñable, se establece un piso de debate para los siguientes análisis.
En el segundo capítulo, El régimen moderno de historicidad puesto a prueba con las dos guerras mundiales, Francois Hartog se preocupa por demostrar de qué manera las diferentes formas de ordenar el tiempo pasado, presente y futuro se traducen en diferentes regímenes de historicidad. Según este autor, el régimen de historicidad es una categoría construida por los historiadores, una herramienta para hacer inteligible las diferentes experiencias del tiempo. En este trabajo, Hartog pone a prueba el concepto de régimen de historicidad moderno que él mismo acuñó hace más de 10 años para pensar el período 1789-1989. Como lo adelanta en el título, se trata de discutir la viabilidad de la categoría centrada en el futuro y el progreso como estandartes del momento, con el período de devastación de las dos guerras mundiales 1914-1945. Tras someterlo a análisis considera que, aún en el período de guerra y post-guerra, diversas dimensiones del progreso -y con él de futuro- continuaban vigentes: sea por la reconstrucción y modernización tras la guerra o por las amenazas nucleares y la carrera hacia adelante que implicaba. Será después de 1968, que el régimen de historicidad moderno recién se pondrá a prueba cuando la revolución haya desaparecido del horizonte y con ella "el futurismo (el proveniente de la Ilustración) retrocede con fuerza y el presente (en el espacio que queda libre) se impone progresivamente como la categoría dominante, mientras que el pasado se oscurece"1.
Respecto a esta nueva forma de estar en el tiempo y los regímenes historiográficos, se pregunta María Inés Mudrovcic en su trabajo: Cuando la historia se encuentra con el presente o lo que queda del "pasado histórico". Para la autora, régimen de historicidad y régimen historiográfico se correlacionan y analizando las características del pasado histórico que se despliega durante el régimen de historicidad moderno puede comprobarlo. Toma diversos historiadores que reflexionaron sobre la disciplina previamente a los años '80 y reúne varias de esas características: el pasado histórico era lineal, homogéneo, distante, objetivo, inteligible para el historiador. Esta visión corresponde a un régimen de temporalidad historiográfico que entra en crisis en los años '80, correspondiéndose con lo que Hartog denominó régimen de historicidad presentista, replanteando las bases según las cuales la disciplina histórica se había construido hasta ese momento. El presente se instala como posición dominante y como eje central en las reflexiones sobre el tiempo. Citando a Hertog, la autora sostiene que "el último tercio del siglo XX ha dado lugar a un presente masivo, agobiante, omnipresente, que no tiene más horizonte que sí mismo, que crea cotidianamente el pasado y el futuro que, día tras día, le es necesario"2. Otros factores influyeron para que este nuevo régimen historiográfico se nutra de esta concepción del pasado histórico como presencia, como pasado presente y como ejemplo para no olvidar y no repetir.Se trata de la irrupción de la memoria tanto en el campo académico como en el espacio social, los estudios de historia reciente a partir del análisis de los pasados traumáticos y las revisiones disciplinarias a partir de la dificultad de la representación de estos acontecimientos límites.
A esta primera parte le restan dos capítulos, -Historia a contrapelo: sobre vencedores y vencidos-, de Edgar Salvadori de Decca y El tiempo, los historiadores y Freud a cargo de Giovanni Levi. Dentro de las aristas que se cubrieron en esta parte del libro, de Decca completará el esquema con una necesaria reflexión acerca de la posición de los historiadores en la búsqueda de una contrahistoria que los vencedores destruyeron u ocultaron. Releyendo a Benjamin -y criticando las lecturas "normalizadoras" del pensamiento benjamiano como las provenientes del materialismo histórico- el autor sostiene que una historia a contrapelo no implica oponer una narrativa de los vencidos a la narrativa de los vencedores. De lo que se trata es que el historiador realice un acto ético y político e irrumpa en la coherencia cronológica de las historias de los vencedores y plantee ir más allá de la narrativa normalizadora.
Por su parte, Levi se propone revisitar a Freud en sus reflexiones sobre la historia de la civilización para reexaminar desde ese enfoque las relaciones entre historia y temporalidad. No se trata de aplicar el psicoanálisis a la historia sino de abandonar ese tipo de ideas y discutir abiertamente cuáles pueden ser las contribuciones recíprocas para la construcción de una mejor descripción de la realidad. De esta manera parte de una concepción plural y heterogénea del tiempo, siguiendo la visión freudiana sobre la historia de la humanidad y no los análisis de la temporalidad individual; a partir de allí analiza las posibles formas en las que Freud habría abordado la temporalidad y las describe como contribución a la discusión del tiempo en la historia. Así, por ejemplo, pone en tensión la idea de evolución como linealidad rescatando la idea de Freud de que ella no es necesariamente continua o unidireccional sino que puede contener giros y rupturas en su interior. Otra idea muy significativa que toma Levi, tiene que ver con la distinción entre verdad factual y verdad histórica y el orden de los tiempos que implica: partiendo del presente hacia el pasado y el futuro. Al liberar a los hechos del vínculo con los orígenes se puede producir el salto al pasado fuera de la causalidad lineal y recuperarlo para la actualidad; y en este sentido el trabajo de Levi es subsidiario al de Decca al proponer otras formas de establecer interrupciones que rompan con las cronologías causales de las narrativas dominantes.
Memoria y política, constituye la segunda parte del libro y está compuesta por cuatro trabajos que trascienden, de alguna manera, el campo estrictamente académico y disciplinario de la historia, para adentrarse en un debate político más general acerca de los usos públicos de la memoria, la función del pasado en la legitimación del presente, el papel del historiador, y el peso del pasado y de la memoria en la constitución de las identidades políticas del presente. De esta manera en el capítulo seis, Centenarios, nación y ruinas, Francisco Naishtat recupera algunas nociones benjaminianas como la de fantasmagoría que le permite reelaborar las categorías historiográficas de memoria, tiempo y presente, aplicándola concretamente en el Centenario argentino para hacer aparecer las contradicciones que encierran la monumentalidad de la urbe porteña de 1910. Es interesante el trabajo de Naishtat para esta compilación, ya que rastrea las vetas psicoanalíticas en Benjamin y concluye que este aporte es fundamental para la historiografía al punto de generar un giro copernicano en la misma. "...al reconfigurar al marxismo a través de una comprensión revolucionaria de la temporalidad, mediante la cual el pasado se piensa bajo el novedoso aspecto psicoanalítico de lo reprimido y de la fantasmagoría, que le permite realizar el análisis crítico de la cultura moderna y asentar el primado de la política sobre la economía y sobre el historicismo"3.
Los últimos tres capítulos se enfocan en el análisis del futuro como tiempo histórico, entendido fundamentalmente como tiempo imaginado, ya que inevitablemente expresa lo que todavía no es; pero también como potencia posible de anticipar, como expectativa del resultado de lo que es actual. Bajo la clara influencia de Koselleck, estos autores reflexionan sobre las vinculaciones entre experiencias y expectativas para dilucidar la interrelación pasado-futuro en el régimen histórico presentista de la actualidad.
Rosa Belvedresi en ¿Puede la memoria del pasado decir algo sobre el futuro?, abre esta trilogía preguntándose por los aportes de la memoria colectiva en la conformación de un acervo de experiencias históricas disponibles para revitalizar expectativas para la apertura del futuro. Si bien reconoce, tras la constatación de Koselleck, que desde la modernidad la experiencia histórica ya no provee las respuestas a lo que puede suceder; también sostiene que no contar con ella deja desvalidos a los sujetos para lo que vendrá. Por eso, indaga en aspectos ontológicos de la memoria colectiva para evaluar sus posibles aportes para el futuro. De esta manera, sostiene que la memoria colectiva presenta ciertas limitaciones ya que, inevitablemente, para poder garantizar su transmisión generacional propone representaciones del pasado demasiado esquemáticas, generando formas de automatización. Esta suerte de encapsulamiento y cristalización del pasado no aporta a las aperturas del futuro. Pero su apuesta va más allá, y plantea la necesidad de una interrelación entre memoria y futuro: "el futuro es el tiempo que no es pero que se avizora, constituye un objeto de expectación que compone la realidad actual de los sujetos, ya que la percepción misma de lo que hay cambia en función de lo que se espera"4. En este sentido, la compleja interrelación entre los tres tiempos genera el esquema actual: la memoria transmite pasados demasiado esquemáticos por su propia necesidad de hacerlo inteligible pero también porque no está habilitado, en el presente, un futuro imaginado y deseado que habilite la enunciación de otras experiencias históricas. Y el presente, queda reducido a un "guardián" del pasado antes que un espacio donde se vislumbren expectativas de futuro. De esta manera, el intento de la autora es mostrar que la efectividad de la memoria -no sólo para registrar lo sucedido, sino para incluir el futuro como clave de comprensión- depende de qué relación establece con el futuro como horizonte de lo esperable. Y en sus características y funcionalidad en el presente, la memoria presenta una limitación más, central y paradigmática: la memoria de las víctimas.
Sin proponer una defensa por el olvido social -cuestión que sería moralmente repudiable e injustificable para los afectados- tanto la autora como Manuel Cruz en El pasado, caballo de Troya en el futuro, tematizan las derivaciones teóricas y analíticas de la centralidad de la figura de la víctima en la actualidad. Cruz, analiza la dicotomía víctimas-verdugos como punto de llegada de una evolución que venía del par vencedores-vencidos. Sostiene que si bien, estos últimos implicaban una situación histórica conflictiva y un enfrentamiento político, al menos suscitaba su estudio y examen; mientras que la figura de la víctima genera una representación despolitizada y despolitizadora ya que no asume su carácter de construcción histórica, se construye desde el dolor, se presenta como víctima inocente, despolitizada y se le impone ese papel de víctima de por vida, limitando su capacidad de agencia. El autor evidencia que nos encontramos con un problema clave, ya que con el concepto de víctima no se puede producir conocimiento sobre el pasado o sobre el presente, sólo se puede reconocer su identidad. En este sentido las visiones de futuro no son esperanzadoras para el autor; sostiene que varían entre una posición conservadora de considerar el pasado -recordar para no repetir-; y una versión melancólica de la sociedad, retomando anhelos frustrados de los que ya no están.
En un sentido diferente Nora Rabotnikofen Herencias intangibles, se preocupa por el futuro y las diferentes formas de nombrar ese pasado. El trabajo analiza tres formas de tematizar esa vinculación entre experiencias pasadas e identidades y prácticas en el presente: la posmemoria; las categorías de espacio de experiencia y horizonte de expectativas;y la idea de mentalidad como resultado de múltiples vivencias transgeneracionales. Todas estas son formas de construir las experiencias pasadas, que sirven en definitiva para nuestra ubicación en el presente e imaginación del futuro.
Para cerrar, resulta importante destacar que el libro constituye un aporte polifónico y profundo que logra unir discusiones teórico-filosóficas en torno a la temporalidad de la historia con debates políticos abiertos sobre los usos de las memorias en diferentes países.

Notas

1 Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coordinadoras) (2013), En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria, México, Siglo XXI. p. 65        [ Links ]

2 Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coordinadoras) (2013), op. Cit. p. 80.

3 Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coordinadoras) (2013), op. Cit. p.131.

4 Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coordinadoras) (2013), op. Cit. p.154.

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