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Sociohistórica

versión On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.39 La Plata jun. 2017

 

ARTÍCULOS

De las Cátedras Nacionales (1967-1971) a la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (1973-1974). Experiencias configuradoras de institucionalidad universitaria1

Sergio Friedemann

CONICET - Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina
ser.fri@gmail.com


Resumen

El artículo es resultado de una tesis doctoral centrada en la historia de la Universidad de Buenos Aires, particularmente en un proyecto de reforma universitaria que se impulsó a partir de mayo de 1973, resultó inconcluso y fue derrotado. Se analiza el caso de las Cátedras Nacionales (1967-1971) como una de las experiencias que anteceden al proyecto de universidad que se institucionaliza parcialmente desde 1973. Entre aquellos casos que hemos denominado experiencias configuradoras, las Cátedras Nacionales resultan paradigmáticas, y tal vez las más estudiadas. Sin embargo, generalmente no se las ha reconocido como sustento del proyecto de transformación institucional que se impulsó unos años más tarde. A través de una variedad de fuentes primarias, el artículo argumenta que se trata de dos momentos separados en el tiempo que deben diferenciarse, pero que al mismo tiempo resulta imprescindible un análisis de la continuidad histórica de sus postulados y trayectorias para comprender los modos de institucionalización de un proyecto de reforma.

Palabras clave: Peronismo; Universidad; Años sesenta y setenta; Sociología; Cátedras Nacionales.

From the Cátedras Nacionales (1967-1971) to the Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (1973-1974). Formative experiences of university´s institutionality.

Abstract

The article is the result of a research focused on the history of the University of Buenos Aires, particularly on the uncompleted project of university reform that was fostered from May 1973. I analyze the case of the Cátedras Nacionales (1967-1971) as one of the experiences that precede the university project partially institutionalized since 1973. Among those cases that we have called formative experiences, the Cátedras Nacionales are a paradigmatic one, and perhaps the most explored. However, not always they have been recognized as the basis of the institutional transformation project that was fostered a few years later. Through a variety of primary sources, this paper argues that the Cátedras Nacionales and the University Reform Project are two separate moments which should be differentiated, but at the same time it is crucial to analyze the historical continuity of their postulates and the trajectories of the actors which participated on those events in order to understand the ways in which the reform project was institutionalized.

Keywords: Peronism; University; Sixties and Seventies; Sociology; National Chairs.


Introducción

El presente artículo es resultado de una investigación doctoral sobre el proyecto de reforma universitaria iniciado en Argentina desde mayo de 1973 tras la asunción de Héctor Cámpora como presidente y de Jorge Alberto Taiana como Ministro de Cultura y Educación. En ese contexto, la izquierda peronista ocupó diversos espacios institucionales, entre ellos el gobierno de las universidades. La Universidad de Buenos Aires (UBA) comenzó a denominarse Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA), impulsando profundas transformaciones a través de un proceso de institucionalización que resultó interrumpido durante el gobierno de Isabel Perón. El primer rector de esa breve pero intensa experiencia fue el conocido historiador Rodolfo Puiggrós, vinculado a la llamada tendencia revolucionaria del peronismo, donde Montoneros era la organización más importante pero no la única.2

Se trata de un trabajo histórico cuya estrategia metodológica es centralmente cualitativa. Utilizamos una diversidad de fuentes primarias, como entrevistas, artículos de prensa gráfica de circulación nacional, revistas políticas del período y resoluciones del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, entre otras. Para la selección del objeto hemos recuperado una propuesta basada en la variación de escalas (Revel, 2005). En ese sentido, aunque el foco de nuestra investigación es la Universidad de Buenos Aires como unidad de observación, buscamos permanentemente atender a los vínculos de la UBA con sus unidades académicas, por un lado, y con el sistema universitario, por el otro. Este artículo en particular, muestra algunos resultados obtenidos respecto de la Facultad de Filosofía y Letras, sin dejar de atender a otras escalas. La interpretación de los datos, por su lado, buscó aprehender la perspectiva de los actores. Se trata de tomar en cuenta los aportes de un enfoque de tipo etnográfico en el sentido de atender a la distinción entre categorías analíticas y aquellas usadas por los protagonistas en su situación particular (Soprano, 2007). Respecto de las fuentes orales, tomamos los recaudos propios de los estudios sobre el pasado reciente y la memoria colectiva (Carnovale, Lorenz, & Pittaluga, 2006; Franco & Levín, 2007; Jelin, 2014; entre otros), tal como hemos desarrollado en otra oportunidad (Friedemann, 2012).

Las políticas universitarias ejecutadas a partir de mayo de 1973 formaron parte de una reforma (Krotsch, 2009) que resultó inconclusa: tanto sus logros como sus límites se explican en buena medida por las disputas políticas al interior de la alianza gobernante. El proyecto de reforma universitaria lo hemos caracterizado a través de tres dimensiones de análisis que nos permitieron visualizar en qué consistía, desde la perspectiva de sus impulsores, la propuesta transformadora. Muy sintéticamente: 1) el sujeto de la educación universitaria, en tanto implicaba una democratización en el acceso donde la presencia de las clases trabajadoras cobraba centralidad; 2) el sentido de la formación y la producción de conocimiento, que debía estar en sintonía con las necesidades y prioridades nacionales y especialmente de los grupos sociales más postergados; 3) la propuesta político-pedagógica, que planteaba una modificación de los métodos y contenidos de la enseñanza, reemplazando planes de estudio y postulando un rol mucho más activo del estudiante en la relación pedagógica (Friedemann, 2015). Muchas de esas propuestas comenzaron a cristalizarse en forma parcial y fueron finalmente dejadas de lado a partir de septiembre de 1974, cuando durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón la Universidad fue intervenida por decreto y todas las autoridades fueron reemplazadas.

Si bien nuestra investigación se centró en la institucionalización de un proyecto de reforma universitaria, la indagación se orientó a considerar cuáles fueron las condiciones de emergencia del proyecto reformador, así como las de su definitivo ocaso. Sostenemos que una serie de experiencias que tuvieron lugar durante la década del sesenta resultaron configuradoras de una nueva universidad.3 Sus postulados, parte de una formación cultural mucho más vasta, pasaron de ser emergentes a dominantes (Williams, 1980), aunque encontraron fuertes resistencias que finalmente se impusieron. De los márgenes durante un gobierno dictatorial, al centro de la institucionalidad universitaria poco tiempo más tarde, y finalmente, la derrota.

En efecto, durante la larga década del sesenta (1955-1973), y sobre todo a partir de 1966, la emergencia de nuevas formaciones culturales y pedagógicas (Suasnábar, 2004) se expresó crecientemente en la crítica a la universidad contemporánea, en los debates públicos y en la experiencia universitaria (Carli, 2012). Llamamos experiencias configuradoras a diversas prácticas formativas, estudiantiles, disciplinares y/o profesionales que desde fuera de la institución, o desde sus márgenes, cuestionaron y construyeron un proyecto de universidad alternativo y cuyas principales características se intentaron institucionalizar al tornarse favorable la correlación de fuerzas políticas. La observación de sus propuestas y de las trayectorias de sus impulsores, permite aprehender la continuidad histórica entre el momento de emergencia de un proyecto de reforma y el de su institucionalización parcial en 1973-1974.

Se trató de experiencias de lo más diversas. Estudiantes que conformaron grupos de estudio donde leer a autores que no se estudiaban en sus carreras y poder formarse con maestros que no tenían lugar en las aulas; un grupo de profesionales del Derecho se organizó para privilegiar la defensa de presos políticos poniendo en cuestión el perfil dominante del graduado en Abogacía; algunos científicos excluidos de la universidad como Oscar Varsavsky y Rolando García generaron espacios donde problematizar el rol de la ciencia en función de las necesidades nacionales; agrupaciones estudiantiles de Arquitectura elaboraron propuestas para una reforma en el plan de estudios y en función de evaluar el rol de su disciplina en una sociedad subdesarrollada; estudiantes de clase media realizaban cada año, junto con sacerdotes tercermundistas, los “Campamentos Universitarios de Trabajo” desde donde compartir la experiencia de trabajo manual con los grupos más postergados del interior del país; y una serie de materias empezaron a ser denominadas por los estudiantes como Cátedras Nacionales, como si las otras fueran “extranjeras” o “antinacionales”. Estas y otras prácticas protagonizadas por universitarios que tuvieron lugar en un mismo período histórico, pueden indicar que la institución no estaba dando respuestas suficientes a fenómenos culturales emergentes de una nueva subjetividad. ¿Debía dar una institución educativa esas respuestas? Puede ser objeto de debate, pero aquí interesa que, si ciertos grupos organizados así lo creyeron, y si la configuración de fuerzas los colocó en la situación de incidir en la definición de políticas públicas, una posible reforma institucional se abría paso.

En el marco de una transformación estatal en el que las organizaciones político-revolucionarias del peronismo asumieron relativo protagonismo, y aunque fueran desplazadas más temprano que tarde, puede estudiarse en qué medida ciertas prácticas desarrolladas por fuera o desde los márgenes institucionales durante la etapa previa fueron recuperadas por la nueva estatalidad, a la que configuraron sin saberlo. Como decía por entonces Margareth Mead (1971), “lo prefigurado es lo desconocido” (p. 94). Por ese motivo, es solamente a posteriori que pueden establecerse como experiencias configuradoras:

No es que vos te ponés a discutir el 25 de mayo “a ver, ¿qué vamos a hacer en materia de Ingeniería?” Es que ya había un grupo de gente que ya hacía una crítica de cómo se enseñaba Ingeniería en el pasado (…). En realidad, habíamos pensado muchas de esas cosas antes de estar en el gobierno. Sabíamos claramente qué había que hacer con ese tipo de instituciones.4

En efecto, en cada unidad académica se buscó nombrar interventores que tuvieran afinidad con la conducción universitaria pero también consenso de la comunidad académica fruto de cierta trayectoria, generalmente a propuesta del peronismo universitario de cada casa de estudios. Lo que hemos encontrado en nuestra investigación, es que fueron diversos grupos y redes científicas, disciplinares o profesionales las que tuvieron acceso a ocupar cargos de gestión institucional. Sin ninguna pretensión de exhaustividad, podemos nombrar aquí tres espacios provenientes de campos académicos bien diferenciados: uno científico, otro profesionalista y un tercero de las humanidades y ciencias sociales. Este artículo se ocupará del último de ellos, pero repasamos brevemente los otros dos casos para mostrar que no se trató de un fenómeno aislado.5

En primer lugar, un grupo de científicos agrupados en torno a la figura de Rolando García que en buena medida se expresaron a través de la revista Ciencia Nueva. La publicación conservaba cierta heterogeneidad, pero aquel entramado que se mantuvo cercano a García ocuparía en 1973 el decanato y casi todo el organigrama de la Facultad de Ingeniería, el decanato de Farmacia y Bioquímica, el vicedecanato de Agronomía, la secretaría general en Medicina, entre otros espacios donde los actores se reconocían parte del “grupo de Rolando García”. Este prestigiosos científico, decano de Ciencias Exactas durante la “noche de los bastones largos”, fue protagonista del proceso de “peronización” de los sectores medios durante estos años (Barletta, 2000), llegando a entrevistarse con Perón quien le delegó la presidencia del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista6. En sintonía con las ideas de Oscar Varsavsky frente al “cientificismo”, García afirmaba en 1971:

La ciencia es hoy un poder demasiado grande, un factor demasiado decisivo en la sociedad para que alguien se permita el lujo de ser investigador puro sin responsabilidad social. La ciencia sin responsabilidad social (…) la hemos definido más de una vez como juego intelectual, como arena de un torneo de pedantería con togas académicas, como pasatiempo de élite y como símbolo insolente de diferencias de clase, esa ciencia tampoco nos interesa.7

El Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista fue conformado para construir una plataforma de gobierno en las distintas áreas que debían asumir la tarea de la “reconstrucción nacional” en el marco del retorno a la democracia.8 Según Ciencia Nueva, su conformación y el nombramiento de Rolando García como su presidente se realizó el 14 de julio de 1972. La revista reprodujo el primer documento de ese organismo político-técnico en el que se afirmaban una serie de objetivos políticos de tono marcadamente peronista y de izquierda.9 En ese sentido, se mencionaba la “Doctrina Justicialista”, los objetivos de establecer el “Socialismo Nacional”, que implicaba “la supresión de todo sistema basado en la explotación del hombre trabajador por minorías privilegiadas”, “extirpar las raíces del sistema capitalista que convierte a las minorías privilegiadas del país en aliados naturales del imperialismo contra los intereses del pueblo” y la “lucha por la liberación nacional (…) encaminada a cortar las relaciones de dependencia política, económica y cultural que someten a la Nación Argentina a los intereses del imperialismo”10, entre otras definiciones. Respecto a lo estrictamente científico-tecnológico, se afirmaba que la ciencia y la tecnología debían considerarse “recursos que el país debe movilizar para ponerlos a disposición del pueblo argentino a fin de modificar sus condiciones de vida”. En este primer documento también se anunciaba la puesta en marcha de mecanismos para la identificación de problemas a solucionar y la conformación de “grupos interdisciplinarios que se aboquen al estudio de su solución”.11 Que la ciencia debía servir a la resolución de los problemas del país fue uno de los postulados centrales de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, poniendo en tensión la idea de autonomía.

De modo similar, una red de abogados que se había abocado a la defensa de presos políticos durante los años sesenta, y que en 1971 se conformó como “Asociación Gremial de Abogados”12, quedó a cargo de la Facultad de Derecho dos años más tarde, pero también a ocupar el rectorado del Colegio Nacional Buenos Aires dependiente de la UBA, las asesorías jurídicas del resto de las facultades y del rectorado. Además del entonces decano interventor Mario Kestelboim, formaban parte de esa red Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, Mario Hernández, Raúl Aragón y otros abogados no peronistas como Silvio Frondizi, Héctor Sandler e Hipólito Solari Yrigoyen. Ortega Peña y Duhalde querían que la Gremial fuera más abiertamente peronista, mientras otros, como Kestelboim, preferían mantener el carácter más amplio. Para saldar ese debate, según Kestelboim, se conformó la “Agrupación de Abogados Peronistas” sin modificarse la estructura de la Gremial. Tanto la Gremial como la Agrupación buscaron diferenciarse de los modos dominantes de entender la profesión, que veían expresados en los dos nucleamientos colegiados existentes (Colegio de Abogados y Asociación de Abogados de Buenos Aires) y en la propia Facultad de Derecho de la UBA.13 Mario Kestelboim fue elegido delegado interventor de la Facultad de Derecho ante la propuesta realizada por integrantes de esta red de abogados, incluso frente a otras alternativas, las sostenidas por el ministro Taiana y por la Juventud Universitaria Peronista (Friedemann, 2016a).

De aquellas experiencias configuradoras que se desarrollaron durante la larga década del sesenta (1955-1973) y que tuvieron incidencia en la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (1973-1974) nos ocupamos de profundizar en este artículo el caso de las Cátedras Nacionales (en adelante, CN) y de dos revistas vinculadas a ellas: Envido y Antropología 3er Mundo.

El trasfondo político-cultural de las Cátedras Nacionales

En el centro de los años sesenta sucedieron en nuestro país una serie de fenómenos significativos para el proceso de radicalización política y que a su vez impactaron fuertemente en el devenir de las universidades. Universidad, cristianismo y sindicalismo, resultaron vectores que atravesaron fuertes transformaciones, cada uno de ellos por su lado, pero que al mismo tiempo se fueron entrelazando.

Se puede mencionar, en primer término, el golpe de Estado de 1966 y la intervención universitaria del gobierno militar encabezado por el General Onganía, recordada por la represión policial que tuvo lugar en las facultades, conocida como la “noche de los bastones largos”. También resultaron significativos el desarrollo de un cristianismo revolucionario, el surgimiento de la “CGT de los Argentinos” (CGTA) en 1968 y el “Cordobazo” de 1969.

La intervención de la dictadura a las universidades y la prohibición de toda actividad política en las casas de estudio contribuyó de varias maneras a la llamada “peronización” de sectores medios y entre ellos los universitarios (Barletta, 2000; Dip, 2016; Ramírez, 1999; Reta, 2008; entre otros). La anulación del cogobierno puso punto final a la llamada “universidad reformista” (Sigal, 1991) y facilitó una inédita confluencia entre clases trabajadoras y estudiantes, junto con otros sectores que crecientemente se articularían en torno a la demanda de poner fin a la dictadura. Paradójicamente, también contribuyó dicha intervención al surgimiento de las Cátedras Nacionales, como veremos en breve.

La aparición de la CGTA, dirigida por Raimundo Ongaro e integrada también por Agustín Tosco de la seccional Córdoba del sindicato Luz y Fuerza, fue un fenómeno significativo para el surgimiento de un nuevo tipo de sindicalismo, pero de igual modo iba a impactar en la intelectualidad y en la izquierda peronista universitaria. Además de expresar “una ruptura en la columna vertebral de la burocracia sindical peronista” (Bozza, 2001: 148), significó una novedad insoslayable para aquellos sectores medios, profesionales, docentes, intelectuales y estudiantes universitarios que atravesaban múltiples modos de acercamiento entre el marxismo y el peronismo. Como lo iba a expresar un grupo de docentes de las Cátedras Nacionales, la experiencia fue considerada “la respuesta más alta del peronismo”14 en un contexto en el que la pugna con el sindicalismo tradicional resultaba central en las disputas intraperonistas. El “Programa del Primero de Mayo” publicado por la CGTA en 1968 y redactado por Rodolfo Walsh, llamaba a diferentes sectores medios a sumarse a la lucha de las clases trabajadoras y contenía propuestas políticas de contenido socialista y anticapitalista, como sus antecesores programas redactados por la CGT en La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), ambas en la industrializada provincia de Córdoba.15 La izquierda peronista universitaria realizó una particular apropiación del marxismo, pero no fue excluido en ella el protagonismo asignado a las clases trabajadoras como sujeto revolucionario. Por eso la aparición de una alternativa sindical que se alejaba de las reivindicaciones meramente economicistas (Bozza, 2001), que impulsaba la organización de los trabajadores desde las bases (Gordillo, 2003) y que incluía un programa político de transformación radical de la sociedad, no podía más que conformar a aquellos sectores que buscaban la articulación entre el peronismo, por la persistencia de esa identidad política en las mayorías populares, y el marxismo, que brindaba las herramientas teóricas que para algunos referentes del peronismo revolucionario le habían faltado al primer gobierno peronista. Si los sectores medios protagonizaron el llamado proceso de peronización, adoptando un punto de vista clasista al colocar a los trabajadores como sujeto histórico revolucionario, sin ser ellos propiamente obreros, no debe llamar la atención que en esta misma etapa muchos militantes hayan optado por la opción de la “proletarización” o el “desclasamiento”. No pocos lo hicieron desde una perspectiva fuertemente cristiana, en la opción por los pobres que proponía el llamado catolicismo renovador.16

De hecho, tras el puntapié inicial del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia Católica experimentó la mayor transformación desde la “contrarreforma” del siglo XVI. Según Pablo Ponza (2008), esta renovación debe ser leída en un contexto europeo de acercamiento entre pensadores cristianos y un marxismo humanista recientemente revisado. Pero América Latina no fue ajena a esos procesos de cambios. Resultan paradigmáticas la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín (1968), la formación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y la llamada Teología de la Liberación (Dri, 1987). Estas experiencias latinoamericanas radicalizaron aún más las encíclicas papales, valiéndose sobre todo de la Populorum Progressio de Paulo VI —sucesor de Juan XXIII— que sintetizaba buena parte del proceso de aggiornamiento de la Iglesia Católica durante esos años. El apartado más citado era aquel que aceptaba la “insurrección revolucionaria” y el uso de la violencia “en caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país” (Vaticano, 26 de marzo de 1967). La dictadura de Onganía cuadraba dentro de esa definición para el cristianismo revolucionario.17

La trayectoria política de militantes católicos y sus redes de sociabilidad ejercieron una fuerza fundamental en la aparición de grupos armados, especialmente de Montoneros (Donatello, 2010). La revista Cristianismo y Revolución constituyó a la vez un “nexo del cristianismo revolucionario” (Morello, 2007: 119).

Las transformaciones en torno a la religión, el sindicalismo y lo universitario, han sido abordadas generalmente en forma separada. Pero sus vínculos deben ser tenidos en cuenta para una mejor aproximación al período. La CGTA constituyó un asunto de vital importancia para los universitarios que se encontraron con los obreros en las calles de Córdoba.18 Pero esa ciudad fue también uno de los principales centros urbanos donde los curas tercermundistas llevaron adelante su actividad (Gordillo, 2003). En Buenos Aires, la influencia de grupos católicos se reflejó en el armado de las Cátedras Nacionales (Mallimaci & Giorgi, 2007) que a la vez se vieron interpeladas por la experiencia de la CGTA, en cuya sede hacían sus reuniones. Otro fenómeno significativo y paralelo al desarrollo de las CN, fue la aparición de Montoneros en la esfera pública, anunciando el secuestro y ejecución del general golpista Pedro Eugenio Aramburu en mayo de 1970.19

Las Cátedras Nacionales y las revistas Envido y Antropología 3er Mundo

Las llamadas Cátedras Nacionales fueron un conjunto de materias que a partir de 1967 y hasta 1971 funcionaron en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, centralmente en la carrera de Sociología. Nuestro propósito no es meramente reconstruir esta experiencia, que ya ha sido extensamente estudiada (Dip, 2012; Ghilini, 2011; Mallimaci & Giorgi, 2007; Moscona, 2010; Recalde & Recalde, 2007; Rubinich, 1999; entre otros), sino recuperarla desde un punto de vista particular: la pregunta por las CN como experiencia que configura la posterior Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. Aunque en algunas narrativas se las identifica mutuamente, se trata de fenómenos separados en el tiempo que deben diferenciarse. Los principales referentes de las CN fueron marginados de la institución alrededor de 1971, dieron por finalizada la experiencia, y retornaron a la universidad en 1973 en un contexto político-institucional totalmente diferente. Mientras que las CN constituyeron asignaturas contestatarias a lo que consideraban una universidad liberal o cientificista, la experiencia del ´73 buscó convertir en dominantes sus postulados.

Ante los desacuerdos en torno a la periodización de las CN, optamos por sostener la que se desprende de la perspectiva de los actores en los documentos contemporáneos a la experiencia: 1967-1971.20

Su surgimiento estuvo ligado a la intervención de las universidades nacionales durante la dictadura militar tras la noche de los bastones largos y al debate que se dio entre los docentes, algunos de los cuales decidieron renunciar a la institución y otros consideraron prudente mantener sus puestos de trabajo.21 Las posiciones a favor de la renuncia esgrimían que no se podía trabajar ante la vulneración de la autonomía, mientras que los que decidían quedarse argumentaban que la universidad no era una “isla democrática” y que la proscripción que venía sufriendo el peronismo ahora también le tocaba a los universitarios:

Si yo por ejemplo fuera un laburante y viene la dictadura, ¿qué hago? ¿Me voy de mi fábrica? Esta discusión, por ejemplo en filosofía, fue muy intensa entre profesores, algunos renunciaron y otros no. A los que no renunciaron después los echó al dictadura. Pero ahí surge una concepción que dice “discúlpennos, pero la universidad está adentro del país”. (…) ¿La universidad qué es, un apostolado que está por encima de las contradicciones sociales?22

En esta etapa de fuerte y diverso debate, se buscó definir nuestro lugar como docentes: renunciar o pelear contra la dictadura desde adentro de las estructuras universitarias. Para muchos de nosotros, la renuncia era una forma de aislarse de la realidad que vivía el país y especialmente el movimiento peronista; por esa razón decidimos permanecer e intentar modificar las bases de la carrera.23

Estos testimonios corresponden a dos de los integrantes de las Cátedras Nacionales que se agruparon en un comunicado de 1969 como “Bloque peronista de Filosofía y Letras”, Ernesto Villanueva y Susana Checa.24 Aunque no provenía de las Humanidades y Ciencias Sociales, sino de la red de científicos liderados por Rolando García, un argumento similar encontramos en el testimonio de Marcelino Cereijido, quien sería designado decano de Farmacia y Bioquímica en 1973:

Yo no había renunciado, pues creí sinceramente que el hacerlo implicaba una actitud un tanto romántica, propia de los universitarios que pueden retirarse a ejercer sus profesiones privadas (…). Yo era en cambio un trabajador científico con dedicación exclusiva y no tenía cómo ejercer la investigación privada, ni pensaba que renunciar fuera una forma adecuada de oponerse a la barbarie (Cereijido, 2000: 218-219).

Ante la renuncia de muchos profesores y la pronta cesantía de otros (Rubinich, 1999), los espacios vacantes fueron cubiertos en buena medida con miembros del mundo católico en el que se apoyaba la dictadura militar encabezada por Onganía. Aunque el gobierno de facto buscó reprimir la politización, y eliminar “el marxismo” y “la subversión” de la universidad cubriendo los cargos con docentes de la Universidad Católica Argentina25, lo cierto es que el catolicismo también estaba atravesando un proceso de renovación y radicalización política. Fueron Justino O´Farrelll26 y Gonzalo Cárdenas27, dos exponentes del “catolicismo renovador”, quienes ocuparon dos espacios vacantes de la carrera de Sociología. El peronismo en proceso de radicalización en los sesenta estaba procesando su novedoso encuentro con el catolicismo y el marxismo en espacios como la revista Cristianismo y Revolución, que apareció justamente en 1966, dirigida por Juan García Elorrio. O´Farrelll y Cárdenas terminaron por representar esa posición en la Facultad de Filosofía y Letras28, impulsando un espacio que haría de la politización del conocimiento el eje central de sus postulados, contra la política universitaria impulsada desde el gobierno militar.29 Más paradójico resulta su nombramiento si se tiene en cuenta que habían firmado, junto con otros docentes de la Universidad Católica Argentina, un documento repudiando la intervención a la UBA y defendiendo valores reformistas como la autonomía universitaria y la libertad académica (Ghilini, 2016). Por sus diferencias con las autoridades de esa institución, quedaron excluidos de la carrera de Sociología junto con su director Enrique Miguens, continuando sus carreras en la Universidad de Buenos Aires, ahora intervenida por la dictadura que repudiaban.30

O´Farrell encabezó las cátedras de Sociología Sistemática y de Introducción a la Sociología, mientras que Cárdenas hizo lo propio en Historia Social Latinoamericana. En un principio, el movimiento estudiantil receló de esos docentes traídos por la intervención del gobierno militar. Según un testimonio de Horacio González, que en ese momento era presidente del centro de estudiantes, empezaron a cuestionarlos “hasta que tuvimos charlas con ellos y vimos que ellos comenzaban a cortar con la intervención, a plantear una especie de marxismo nacionalista o nacionalismo marxista” (Burgos, 2004: 181). Según otro testimonio, jóvenes sociólogos y estudiantes que venían pidiendo la incorporación de bibliografía marxista y de pensadores nacionales y latinoamericanos a la currícula de la carrera se acercaron y encontraron en Cárdenas y O´Farrell grandes coincidencias.31 Esos sociólogos, algunos de los cuales ya eran docentes, ingresaron a esas materias y de ese modo se fue conformando el grupo de las Cátedras Nacionales, que comenzaron a ser llamadas de ese modo por los estudiantes.

El núcleo fundante de este espacio de delimitación no del todo preciso fueron las mencionadas asignaturas que quedaron a cargo de O´Farrell y Cárdenas a partir de 1967. Sin embargo, fue una experiencia que excedió a esas materias e incluso a la carrera de Sociología. Se le sumarían otros espacios de formación, algunos correspondientes a otras carreras como Antropología o Filosofía, y en otros casos se trató de seminarios optativos o cursos extracurriculares. Los docentes de las CN también daban clases en otras carreras (como Arquitectura y Derecho32) y viajaban como profesores invitados a otras universidades (como a la Universidad Nacional del Nordeste33).

A pesar de algunas variaciones entre los trabajos existentes ya mencionados, y tras confrontarlos con diversas fuentes34, se puede afirmar que acompañaron a Justino O´Farrell y Gonzalo Cárdenas en la conformación de las CN, o se sumaron luego, algunos jóvenes sociólogos como Roberto Carri35, Pablo Franco, Fernando Álvarez, Pedro Krotsch, Jorge Carpio, Alcira Argumedo, Enrique Pecoraro, Susana Checa, Ernesto Villanueva, Néstor Momeño y Horacio González, junto con unos pocos que provenían de otras disciplinas, como Norberto Wilner, Gunnar Olsson36 y Amelia Podetti, que eran de Filosofía, y Ricardo Álvarez y Guillermo Gutiérrez de Antropología37, seguramente entre otros.38

También cobraron relevancia dos revistas que funcionaron como caja de resonancia del mensaje que emitían los docentes de las CN: Envido y Antropología 3er Mundo. Según Guillermo Gutiérrez, director de esta última y docente de las CN, las revistas, si bien surgieron como proyectos independientes de las cátedras, tuvieron un estrecho vínculo con ellas.

Dirigida por Arturo Armada, Envido editó diez números entre julio de 1970 y noviembre de 1973.39Fue fundada por Armada junto con Miguel Hurst, quienes provenían del humanismo universitario y que comenzaron a realizar una particular apropiación del marxismo en el contexto del Concilio Vaticano II (Gómez, 2015). Escribieron allí diversos miembros de las CN como Carri, González, Franco, Villanueva, entre otras figuras cercanas, como José Pablo Feinmann que era ayudante alumno desde 1966 de la cátedra de Conrado Eggers Lan40, o Rubén Dri, quien desde la Universidad del Nordeste, en Resistencia, provincia del Chaco, realizaba continuos intercambios académicos con miembros de las CN.41 Ocasionalmente aparecieron textos de Alcira Argumedo y de Justino O´Farrell, especialmente referidos a las CN, y se reproducían habitualmente documentos de agrupaciones universitarias peronistas o artículos referidos a la universidad o al vínculo entre ciencia y política. Envido incorporó también colaboradores que venían de otras disciplinas, como Oscar Sbarra Mitre que ocuparía en 1973 el decanato de Ciencias Económicas42, donde Horacio González se desempeñaría como docente. Ambos pasarían en ese contexto a las filas de la JP-Lealtad.

Por su parte, Antropología 3er Mundo43fue una publicación impulsada por quienes, desde la carrera de Antropología, decidieron sumarse a las CN. Estuvo dirigida por Guillermo Gutiérrez y publicó doce números entre noviembre de 1968 y febrero/marzo de 1973. Allí escribieron, además de Gutiérrez, Carri, Eggers Lan, O´Farrell, Cárdenas, Podetti, Wilner, Franco, Álvarez, entre otros. Se puede interpretar que esta revista tuvo una vinculación mucho más estrecha que Envido con las CN, en tanto la mayoría de sus docentes escribieron allí, y, a la inversa, casi todos los miembros de la revista y su director incluido eran a la vez miembros de las CN. Dos números estuvieron especialmente dedicados a ellas, bajo el título “Cátedras nacionales. Aportes para una ciencia popular en la Argentina”.44

Había ciertas diferencias ideológicas entre las líneas editoriales de ambas revistas, aunque algunos miembros colaboraron en ambas. Según Horacio González en el prólogo a la edición facsimilar de Envido publicada en 2011, la revista “tomaba en su afán hermenéutico el lenguaje de Perón”, mientras que Antropología 3er Mundo era “más receptora del marxismo clásico”, orientando su peronismo hacia versiones cargadas de “basismo” y “clasismo” (González, 2011: 16).45 Gutiérrez no lo contradice: “Envido terminó su historia como vinculada a la Lealtad Peronista. Y nosotros terminamos nuestra historia vinculados a los sectores más duros, digamos. Sobre todo al Peronismo de Base”.46 Las divergencias formaban parte de una disputa propia del momento político y al interior de la izquierda peronista entre el “movimientismo” más cercano a Montoneros, aunque muchos miembros de Envido pasaron luego a formar parte de la JP-Lealtad, y el “basismo” ligado a las FAP y al Peronismo de Base que proponía la “alternativa independiente”. Según la perspectiva de los actores, el primer grupo tenía una identidad más peronista y el segundo era más marxista. La heterogeneidad política de los miembros de las cátedras se completaba con la participación de Amelia Podetti en el grupo Guardia de Hierro y en la revista Hechos e Ideas (Denaday, 2013).

El final de las CN alrededor de 1971 está asociado al cambio de intervención en Filosofía y Letras tras la caída de Levingston y el comienzo de la presidencia de Lanusse. La nueva intervención militar trabajó para sustituir a las CN a través de los concursos (Burgos, 2004). En algunos casos, los profesores decidieron no concursar por evaluar que los jurados eran todos “adversos a la línea nacional”.47 Pero en Sociología Sistemática, O´Farrell se presentó y perdió el cargo, al declararse desierto el concurso para titular, y Roberto Carri perdió frente a Juan Carlos Portantiero el de adjunto. Portantiero era un referente importante del movimiento estudiantil de izquierda en la Facultad de Filosofía y Letras, por lo que comenzó a hablarse también de las Cátedras Marxistas, frente a la existencia de las Cátedras Nacionales.

A pesar del resultado del concurso, mecanismo prestigioso según la tradición reformista, el creciente protagonismo del movimiento estudiantil de fines de los sesenta proponía otras dinámicas, y los nuevos maestros de juventudes se adherían a ellas. O´Farrelll y Portantiero acordaron resolver la disputa por el cargo a través del asambleísmo, modo informal de resolución de conflictos que también será ejercido en 1973-1974 por parte de las autoridades institucionales. Lo que acordaron fue que ambos grupos se encargarían de la materia y en el transcurrir de las clases los estudiantes debían votar a los docentes que iban a conservar la cátedra. Esa dinámica fue llevando al espacio de Portantiero a hegemonizar la materia (Burgos, 2004).48

De las Cátedras Nacionales a la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires

A continuación argumentaremos en torno a la hipótesis central de este artículo: que las CN de finales de los sesenta constituyeron una experiencia configuradora de la rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. Con ese propósito, indagaremos en primer lugar en torno a las trayectorias de sus protagonistas. En segundo término, mostraremos cómo sus posicionamientos o tradiciones emergentes se mantuvieron como ejes centrales del proyecto de reforma universitaria que se institucionalizó a partir de 1973 en forma parcial. En tercer lugar, desarrollaremos en forma sintética la experiencia del Instituto del Tercer Mundo Manuel Ugarte, creado durante el rectorado de Puiggrós, como un espacio central donde los ex miembros de Cátedras Nacionales tuvieron participación y donde el tercermundismo como vector de aquella experiencia se manifestó en forma singular.

Las trayectorias

El rector asumido en 1973, Rodolfo Puiggrós, no participó de la experiencia de las CN ni se desempeñó como docente de la UBA antes de ese año, pero fue uno de los “pensadores nacionales” que comenzaron a ser leídos a partir de la reformulación de contenidos que las cátedras planteaban, junto con Hernández Arregui, Jauretche, Scalabrini Ortiz, entre otros. Ernesto Villanueva, uno de los jóvenes sociólogos que se sumaron como docentes a las CN49, fue designado Secretario General del rectorado y luego quedó a cargo del mismo ante la salida de Puiggrós. Jorge Carpio fue nombrado Secretario de Planeamiento y luego Director de Publicaciones.50 Y como veremos más adelante, muchos de los docentes de las CN quedarían al frente del Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte” dependiente de la UBA.

En la Facultad de Filosofía y Letras fue designado como primer interventor Justino O´Farrell.51 Ricardo Sidicaro, quien había firmado un comunicado como “Bloque peronista de Filosofía y Letras” a fines de 1969 en conjunto con muchos de los docentes de las Cátedras Nacionales, fue el Secretario de asuntos académicos y quien quedó a cargo del despacho del decanato cuando O´Farrell viajó a Argelia para asistir a la Conferencia de Países no Alineados.52 Guillermo Gutiérrez fue quien asumió como director del departamento de Antropología en esa misma facultad, Fernando Álvarez como director de Sociología y Susana Checa como subdirectora.53 A cargo del Instituto de Sociología quedó Pablo Franco. O´Farrell, por su parte, recuperó la cátedra de Sociología Sistemática54, y otros docentes que habían participado de las CN dictaron materias en Sociología y también en otras carreras de diferentes facultades.55

Los testimonios de los protagonistas también recuerdan a las CN como una experiencia que los habilitó a ocupar diversos cargos a partir del ´73 en ámbitos institucionales ligados a la izquierda peronista. Como recuerda Checa, “varios de nosotros fuimos propuestos en cargos docentes y de dirección”.56 Gutiérrez sugiere que “las Cátedras influyen decididamente en lo que va a pasar en la Universidad de Buenos Aires (…). Todos nosotros nos transformamos ahí en funcionarios o en actores más o menos importantes en ese cortísimo lapso, del ’73 al ’74”.57

Pero además del departamento de Antropología, Guillermo Gutiérrez afirma haber trabajado en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires asesorando al gobernador Bidegain. También Alcira Argumedo se desempeñó en dicha gobernación como secretaria de Cultura en 1973-1974.58 En un proceso similar al de las universidades nacionales, el gobierno de dicha provincia fue cercano a la tendencia revolucionaria del peronismo siendo sus autoridades desplazadas poco tiempo después (Tocho, 2014). Pedro Krotsch, por su lado, fue nombrado en el Ministerio de Educación como Director Nacional de Educación Agraria. Más allá de los ex miembros de las CN, otros funcionarios universitarios nombrados en 1973 tenían también ese tipo de participación estatal.59

La circulación de docentes y funcionarios entre ámbitos universitarios y ámbitos de gobierno no es algo exclusivo de esta etapa, aunque puede decirse que en 1973-1974 algunos elementos confluyeron para que esa situación fuera más propicia para el caso de la izquierda peronista. La misma estaba conformada en un número importante por profesionales, técnicos, universitarios e intelectuales, y los espacios estatales ocupados por ese sector del peronismo eran limitados, pero también fueron limitadas las posibilidades de sus organizaciones para cubrir esos puestos. Por otro lado, la universidad fue intervenida y los impulsores de su reforma coincidían en que se trataba de poner a la institución al servicio de un proceso más amplio. La idea de “Universidad Necesaria” del brasilero Darcy Ribeiro (Carli & Aveiro, 2015; Celentano, 2012) se entroncaba con una mirada instrumentalista respecto al rol que debían tener este tipo de establecimientos educativos en función de la transformación de la sociedad.

La propuesta política, pedagógica y epistemológica

Lo que articulaba a esta red de dispositivos formativos fue una militancia compartida entre docentes y estudiantes como parte del peronismo universitario de una misma facultad. Esta experiencia fue producto y productor del proceso que ya entonces se lo denominó como la “peronización” y “nacionalización” de los sectores medios y universitarios.

Desde el punto de vista político, más allá de la tarea estrictamente universitaria, coincidían los miembros de las CN en que su accionar se subsumía a la participación en el movimiento peronista. Lo universitario quedaba inmerso en la situación política nacional, signada por una dictadura militar y la proscripción del movimiento político de masas al que adherían las CN. No por ello debe concluirse que se tratara de un espacio homogéneo, sino que las propias disputas intraperonistas se iban a manifestar hacia dentro de las cátedras. El pasaje por distintas expresiones del peronismo ya fue mencionado: Montoneros y su escisión Lealtad, las FAP y el Peronismo de Base, y la más ortodoxa Guardia de Hierro fueron expresiones políticas de sus miembros. En algunos casos no se trató de participaciones orgánicas sino de adhesiones periféricas. A pesar de las diferencias que se iban a manifestar con el avance del proceso, la identidad peronista compartida implicaba ciertas ideas comunes en torno a cuestiones relacionadas con el conocimiento y su transmisión.

En cuanto a lo pedagógico, las CN planteaban que el conocimiento de lo social debía proceder del propio pueblo60, y había una búsqueda por modificar no sólo los contenidos sino también la práctica docente y los sistemas de evaluación, incorporando formas de “cooperación en el proceso de aprendizaje”61. Estas propuestas se emparentaban fuertemente con la pedagogía de la liberación, corriente de la época cuyo exponente central fue Paulo Freire.62 La pedagogía ligada a los objetivos de liberación de los sectores oprimidos, el vínculo con el pueblo como fuente de conocimientos, la construcción de una relación de enseñanza-aprendizaje con una mayor participación del educando, la impugnación de los métodos tradicionales de evaluación y la propuesta de exámenes colectivos, eran algunos de los rasgos que las CN al menos anunciaron como propósitos y que reaparecieron en el proyecto de reforma universitaria impulsado desde mayo de 1973. También en ambos casos el intento de transformar los métodos pedagógicos encontró ciertos límites con la masificación del proceso de enseñanza. Como un caso paradigmático, merece traer aquí el de Horacio González, que en 1973 se hizo cargo de una materia introductoria en la Facultad de Ciencias Económicas titulada “Historia Nacional y Popular”. Como lo habían propuesto las CN varios años antes, el sociólogo buscaba encauzar un nuevo tipo de experiencia pedagógica más horizontal entre estudiantes y docentes.63 En esa búsqueda, González introdujo técnicas teatrales para enseñar historia, basadas en la experiencia del brasilero Augusto Boal.64 Pero la intención de transformar la relación pedagógica encontraba límites cuando se encontraba con un auditorio de miles de estudiantes. La materia tenía aproximadamente 100 comisiones de trabajos prácticos.65

De igual modo, el asambleísmo utilizado para saldar la disputa con las llamadas “Cátedras Marxistas” estaba ligado a una mayor participación de los estudiantes en la toma de decisiones. En muchas facultades la asamblea como método de resolución de conflictos estuvo también presente desde la intervención de 1973, incluso para impugnar y nombrar decanos normalizadores.66

Desde el punto de vista epistemológico, las CN buscaron cuestionar a las ciencias sociales en cuanto productoras de verdades objetivas, remarcando su carácter político67 y dando una batalla frente al “cientificismo”68 al que se acusaba de albergar una defensa de la neutralidad valorativa y del apoliticismo. También se le confería a ese academicismo cierta “desvinculación con las necesidades e intereses de las mayorías populares”69 e incluso el estar al servicio del imperialismo por subordinar las investigaciones a las posibilidades de financiación de organismos internacionales.70 En 1973 se rompieron los convenios con fundaciones extranjeras por considerarse que incidían en las prioridades de investigación según los intereses de las potencias imperialistas, fortaleciendo así la dependencia71, igual que lo habían denunciado las CN. En el mismo sentido, primero en la UBA y luego en la legislación nacional aprobada en 1974, se declaró incompatible el ejercicio de la docencia universitaria para directivos jerárquicos o asesores de empresas multinacionales o extranjeras.72 A su vez, la idea de ligar la producción de conocimiento de la Universidad con las necesidades de la población estuvo en el centro de la propuesta universitaria impulsada en 1973-1974. La búsqueda de un fuerte vínculo con la clase trabajadora, expresada en la relación con la CGT de los Argentinos (en cuya sede las CN hacían sus reuniones) también fue un propósito que se mantuvo como eje de los discursos en la universidad del ´73.

Respecto del contenido, tanto las CN como los nuevos planes de estudio aprobados en 1974 buscaron incorporar la producción intelectual de líderes revolucionarios del Tercer Mundo, como Mao Tse Tong, Ho Chi Minh, Fidel Castro, y el mismo Perón, entre otros, así como teóricos marxistas y pensadores nacionales y latinoamericanos. En la Facultad de Filosofía y Letras se incorporó un ciclo de “Iniciación” común a todas las carreras que incluía una materia titulada “Historia de las luchas populares”. En lo que respecta específicamente a la carrera de Sociología, bajo la dirección y subdirección de los ex miembros de las CN Fernando Álvarez y Susana Checa, el plan de estudios se modificó para el ciclo lectivo de 1974, estableciendo un ciclo de “Fundamentación” y otro de “Especialización”. En el primero de ellos, aparecen materias como “Historia de los países imperialistas”, “Sociología del Poder”, “Sociología de la Dependencia”, mientras que la especialización debía enfocarse en “áreas de la problemática nacional consideradas prioritarias”, como educación, salud, vivienda, problemas rurales y regionales.73

El Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte”

El tercermundismo fue uno de los ejes vertebradores de la propuesta de las CN y estaba contenido en el título de la revista más vinculada a esta experiencia, Antropología 3er Mundo. En 1973, los ex miembros de las CN fueron protagonistas de la creación del Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte”.74 Cuando Rodolfo Puiggrós presentó en una conferencia de prensa las “90 medidas más importantes de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires en los primeros 90 días de Gobierno Universitario” (R. Puiggrós, 1974), destacó en primer lugar la creación de este instituto, que en primera instancia fue una creación dependiente de Filosofía y Letras aprobada por O´Farrelll.75 Cuando el Instituto pasó a ser una dependencia del rectorado, la comisión organizadora incluyó a Justino O´Farrelll y a Gunnar Olsson76 y ante la designación de autoridades se sumaron Amelia Podetti, Alcira Argumedo y Norberto Wilner, entre otros.77 Finalmente, aproximadamente la mitad de los miembros del consejo directivo y de la dirección ejecutiva fueron ex integrantes de las Cátedras Nacionales a pesar de que políticamente actuaban ya en organizaciones diferentes.78

La resolución que creó el Instituto fue fundamentada a partir de la necesidad de fortalecer la lucha de los pueblos del tercer mundo por su liberación, la vinculación con los movimientos nacionales de América Latina, África y Asia, y la construcción de la definitiva unidad latinoamericana, propuesta que enlazaba iniciativas llevadas adelante por el primer gobierno peronista a las que se aludía en la resolución, junto con los tempranos postulados de Manuel Ugarte. Entre los propósitos se incluían una buena cantidad de objetivos y funciones basados en la necesidad de estudiar “los distintos aspectos de la dependencia (…), las formas y modos de colonización cultural (…) desde una perspectiva latinoamericana y tercermundista”.79 Entre esos objetivos se pueden mencionar el de generar estudios e investigaciones sobre las realidades de los pueblos del Tercer Mundo; crear canales fluidos de comunicación e información recíproca con los movimientos nacionales de liberación, instituciones y académicos de otros países; realizar publicaciones, cursos, conferencias y seminarios sobre esas temáticas, así como costear becas y viajes de estudio; formar una biblioteca y cinemateca.80

Funcionó durante solo un año, por lo que fue limitado el alcance de esos propósitos. Sin embargo, algunos de ellos comenzaron a desarrollarse y para Puiggrós resultó en una de las creaciones más significativas de su breve gestión. Miembros del Instituto asistieron a la IV Conferencia de Países no Alineados realizada en Argel entre el 29 de agosto y el 15 de septiembre de 197381; se firmó un convenio cultural con la Embajada de la República Árabe de Libia para la selección, traducción y difusión de los escritos del líder libio Muamar Gadafi en la Argentina y de Juan Domingo Perón en Libia y otros países árabes82; se realizó un convenio cultural entre la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Panamá que tenía como finalidad “hacer conocer las experiencias nacionales libertadoras (…) bajo la conducción de sus líderes populares el Tte. General Juan Domingo Perón y el General Omar Torrijos”, y particularmente la necesidad de analizar, según acordaron los dos rectores, “las experiencias de extensión en el trabajo comunitario” en el marco de “la vocación liberadora de la Universidad, la que deberá estar al servicio del Pueblo”. Este último convenio estableció a su vez instancias de intercambio deportivo, cultural y académico entre estudiantes, autoridades, docentes y no-docentes de ambas universidades83; el Instituto publicó en dos volúmenes la obra titulada De Bandung a Argel I y II, trabajo realizado con la colaboración del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y las embajadas de Argelia, Cuba, Egipto, Indonesia, Perú y Yugoslavia, que incluye documentos de diferentes conferencias y encuentros de gobiernos del Tercer Mundo, como la Conferencia de Naciones Afro-asiáticas de Bandung de 1955 y los documentos de las diversas Conferencias de Países No Alineados realizadas desde los años sesenta en adelante84; se planificó un Congreso Nacional del Tercer Mundo a realizarse en la Universidad Nacional del Litoral en octubre de 1974; se creó la Cinemateca del Tercer Mundo85, con el fin de insertar a la Universidad de Buenos Aires en el Comité de Cine del Tercer Mundo (Mestman, 2007) que se había reunido en Argelia en la Conferencia mencionada. En ese mismo sentido, se firmó un convenio y se participó del Primer Encuentro Cinematográfico del Tercer Mundo en América Latina, en abril de 1974 en la Ciudad de Mar del Plata, y se organizó la Semana de Cine del Tercer Mundo en Buenos Aires para la semana siguiente a ese encuentro.86 Los intercambios de este tipo con participantes de diferentes países continuaron y se realizó la Segunda Reunión del Comité de Cine del Tercer Mundo en el mes de mayo con presencia de representantes de Libia, Guinea, Siria, Argelia, y de varios países de América Latina. El Instituto organizó a su vez las Segundas Jornadas de Cine del Tercer Mundo.87 Hay que tener en cuenta que uno de los propósitos asumidos por la intervención universitaria era el de romper con la “dependencia”, el “colonialismo” y el “imperialismo” en el ámbito cultural, y que el cine era una de las principales vías de comunicación que ligaban al país con los patrones culturales que provenían de los países centrales.

Restauración y contrarreforma

En un contexto de creciente represión y violencia paraestatal (Besoky, 2014), que aumentó significativamente tras la muerte de Perón (Izaguirre, 2011), en septiembre de 1974 comenzó en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires una contrarreforma o restauración.88 Autoridades universitarias fueron perseguidas e incluso sufrieron atentados con bombas, como Adriana Puiggrós que había reemplazado a O´Farrelll en el decanato de Filosofía y Letras, o como el rector normalizador Raúl Laguzzi cuyo bebé de 6 meses de edad resultó muerto en su domicilio tras un atentado de la triple A. El nuevo ministro nombrado por Isabel Perón, Oscar Ivanissevich, intervino la UBA nombrando como rector a Alberto Ottalagano, autodenominado fascista (Ottalagano, 1983).

La primera medida tomada por Ottalagano al frente de la UBA fue la de declarar asueto, interrumpiendo todo tipo de actividad institucional.89 En segundo término, dejó cesantes a todos los decanos normalizadores y funcionarios jerárquicos de las facultades, colegios, institutos y rectorado90, y dispuso de nuevas designaciones.91 También dejó cesantes a todos los docentes nombrados interinamente desde la asunción de Puiggrós e incluso antes, y rescindió numerosos contratos a trabajadores docentes y no docentes.92 Se prohibieron las asambleas, se suspendieron las becas para graduados93, se reinstalaron cupos por facultades94, se suspendieron todas las reglamentaciones referidas a concursos95, y se derogaron las resoluciones que reincorporaban a personal cesanteado por razones políticas o gremiales entre 1955 y 197396. También creó el nuevo rector un “cuerpo de celadores”97 a cargo de Jaime Lemos, funcionario del Ministerio de Bienestar Social y hombre de confianza de López Rega, entre otras medidas represivas y restauradoras. Las normas para ingresar a la universidad iban a incluir un certificado policial de buena conducta o de antecedentes personales.98 Ex miembros de las CN que ocupaban espacios de gestión universitaria ni siquiera volvieron a recoger sus papeles.99

Los planes de estudio aprobados a principio 1974 fueron modificados nuevamente y se implantó un sistema único de calificaciones derogando los anteriores y las evaluaciones coloquiales.100 Se creó una comisión encargada de la reorganización de las carreras de Ciencias de la Educación, Psicología y Sociología, que se las consideraba las más conflictivas y pasaron a depender directamente del rectorado.101 Antropología pasó a ser parte de “Ciencias Históricas” (Orieta & Daleo, 2014). Luego, en el caso de Sociología se la transfirió a la Facultad de Derecho y se anunció que pasaría a ser una orientación de la carrea de Abogacía, Educación retornó a Filosofía y Letras, y Psicología quedó subordinada al rectorado.102

Como interventor de Filosofía y Letras fue nombrado Raúl Sánchez Abelenda, recordado por haber recorrido las aulas de las Facultades de Filosofía y Letras, Arquitectura y Económicas con un incienso “para exorcizar a los malos espíritus de Freud, Marx y Piaget”.103 Una vez más, los postulados de las ex Cátedras Nacionales quedaban fuera de la educación oficial y de la Facultad de Filosofía y Letras. El Instituto del Tercer Mundo fue intervenido, cesanteando a todas sus autoridades. También se modificó su denominación por la de “Instituto de la Tercera Posición y de la Patria Grande”104, alterando sus objetivos y funciones. La nueva intervención evaluaba “que la orientación anterior (…) servía para fines políticos ajenos a los intereses de la Nación, a través de la demostración seudo-científica del marxismo como única ideología de los movimientos de liberación de los pueblos del Tercer Mundo”.105 Poco después, fue dado de baja.106

A modo de cierre

Cuando a mediados de los sesenta un grupo de jóvenes graduados y estudiantes de Sociología reclamaban a las autoridades de la Facultad la incorporación de bibliografía latinoamericana y marxista no se imaginaban que seis años más tarde la historia los iba a ubicar en espacios de responsabilidad institucional mucho mayor.

Las CN fueron una experiencia formativa de la Facultad de Filosofía y Letras que comenzó en 1967 cuando Gonzalo Cárdenas y Justino O´Farrelll se hicieron cargo de asignaturas vacantes en la carrera de Sociología. Luego se sumarían otras materias, incluso de otras carreras como Filosofía y Antropología. En 1971 la mayoría de sus integrantes se vieron obligados a dejar sus cargos docentes y dieron por finalizada la experiencia. Dos años más tarde, en el marco de la llegada del peronismo al gobierno y un fuerte protagonismo de la izquierda peronista en la ejecución de las políticas universitarias, los ex miembros de las cátedras retornaron a la institución universitaria, pero ya no como práctica marginal o contestataria, sino que tuvieron protagonismo en cargos docentes, de investigación y de gestión institucional.

Pero no fueron un fenómeno aislado. Casos similares sucedieron desde otros campos disciplinares, redes profesionales, grupos científicos y también en torno a prácticas del movimiento estudiantil. Todos ellos se vieron hacia 1973 envueltos en la posibilidad de institucionalizar muchos de los postulados y propuestas que habían sostenido durante los años sesenta. Desarrollamos sintéticamente el caso de dos ámbitos disciplinares: uno profesionalista y otro científico, junto al tercer caso de las humanidades y ciencias sociales que fue objeto de este artículo.

Hemos construido el concepto de experiencias configuradoras para dar cuenta de la continuidad entre aquellas formaciones culturales, científicas, profesionales y pedagógicas desarrolladas en los años sesenta y un momento de institucionalización de un proyecto universitario que resultó inconcluso entre 1973 y 1974. La idea de configuración nos resultó útil porque a la vez que expresa la continuidad, permite diferenciar ambos momentos, sin caer en un fatalismo determinista ni en simplificaciones lineales que igualen ambos procesos.

En todo caso, vale la pena preguntarnos por qué una pequeña práctica en torno al conocimiento que comenzó en dos cátedras de una carrera tuvo la resonancia que tuvo al punto tal que sus impulsores se vieron interpelados a dar a conocer esa experiencia en diversas universidades del país y por qué resultó tan significativa como antecedente para la configuración del proyecto de universidad que se buscó cristalizar pocos años más tarde. Se puede afirmar que las CN expresaron una corriente de ideas que logró articular demandas del estudiantado en un contexto de masificación pero también de lo que los propios actores visualizaron como “peronización” o “nacionalización” de los sectores medios, proceso que las CN se propusieron fortalecer y lo hicieron con cierto éxito. Ellas pudieron expresar institucionalmente en la Universidad de Buenos Aires un conjunto de ideas que encontraban crecientemente eco en las nuevas generaciones y cuyo antecedente se hallaba en la pluma de figuras intelectuales como Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós, entre otros. Las CN se situaron a la vez como parte de un movimiento político –el peronismo- que trazaba sus grandes líneas de acción, subordinando su práctica a una lucha política que trascendía la experiencia universitaria. Por ello, cuando la izquierda peronista tuviera protagonismo en la definición de las políticas públicas universitarias, no llama la atención que se haya recurrido a esas experiencias previas para llevar adelante en cada espacio académico la reforma universitaria que se anunciaba. Solo ese devenir, que bien podría haber sido otro, permite concebirlas a posteriori como experiencias configuradoras de institucionalidad universitaria.

Notas

1 Una versión sintética de este artículo fue presentada en las VIII Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 9 al 12 de agosto de 2016.

2 Sobre la trayectoria de Puiggrós, pueden consultarse Acha (2006); Friedemann (2014) y A. Puiggrós (2010).

3 La idea de una “nueva universidad” aparece en diversos documentos institucionales y de agrupaciones universitarias. Por ejemplo, aquel firmado por la agrupación FURN de La Plata titulado “La nueva universidad: resumen de pautas para su implementación”. Revista Envido, Nº 9, mayo de 1973. Por su lado, Aportes para la nueva universidad, será el título de la revista institucional de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. Durante los años sesenta florecieron una serie de propuestas en torno a “lo nuevo”. En el campo académico: “Ciencia Nueva”, el “Nuevo derecho”, la “Nueva Arquitectura”, la “Nueva Geografía”, etc. Pero también la idea del “hombre nuevo”, y de una “nueva izquierda”, deben ser consideradas como elementos de esta traza epocal. Todo lo heredado aparecía como obsoleto, sujeto a revisión.

4 Entrevista realizada a Ernesto Villanueva el 4 de agosto de 2010.

5 Para un mayor desarrollo de estas y otras experiencias configuradoras, así como de las políticas universitarias impulsadas en la UBA entre 1973 y 1974 nos remitimos a nuestra tesis doctoral (Friedemann, 2015).

6 Tomamos su testimonio brindado a Revista Panorama del 20 de abril de 1972 de la recopilación documental realizada por Chávez & Puente (2010).

7 Intervención de Rolando García en “Mesa Redonda: ¿Qué posibilidades tiene el desarrollo científico en la Argentina de hoy?”, en Ciencia Nueva, Nº 12, setiembre de 1971, p. 8.

8 Otros grupos similares fueron los “Equipos político-técnicos de la Juventud Peronista” y el “Comando Tecnológico” a cargo de Julián Licastro. Muchos miembros de los equipos político técnicos de la Juventud Peronista también iban a ocupar un lugar relevante en 1973 en las Universidades Nacionales: entre otros, podemos nombrar a Adriana Puiggrós, Pedro Krotsch, Ernesto Villanueva, Augusto Pérez Lindo y Oscar Sbarra Mitre.

9 Ciencia Nueva, Nº 18, agosto de 1972, pp. 26-27.

10 Ciencia Nueva, Nº 18, agosto de 1972, p. 26.

11 Ciencia Nueva, Nº 18, agosto de 1972, p. 27. El resultado de ese trabajo será la publicación de 10 números bajo el título “Bases para un programa peronista de acción de gobierno”, a saber: 1. Industria; 2. Salud; 3. Energía, transporte y comunicaciones; 4. Vivienda; 5. Economía: consignas fundamentales; 6. Inversiones extranjeras.; 7. Política laboral y de seguridad social / Acción regional; 8. Política sanitaria popular (la madre y el ninfio); 9. Política internacional: integración latinoamericana; 10. Argentina y América. Luego de asumido el Gobierno de Cámpora, bajo el título “Gobierno Peronista”, el Consejo Tecnológico continuaría publicando boletines sobre diferentes temáticas como la universitaria. Algunas de esas publicaciones están disponibles en http://www.ruinasdigitales.com/bases-para-un-programa-peronista/.

12 Sobre esta red de abogados pueden consultarse los trabajos de Mauricio Chama (2000) y de Perel, Raíces, & Perel (2006).

13 Entrevista realizada a Mario Kestelboim el 15 de julio de 2013.

14 “De base y con Perón. Un documento autocrítico de las ex - cátedras nacionales”, Antropología 3er mundo 4/10, pp. 27-34, junio 1972.

15 Los programas de “La Falda” de “Huerta Grande” y del “Primero de Mayo” pueden ser consultados, junto con otras fuentes relacionadas a la CGTA, en http://www.elortiba.org/cgtarg.html.

16 Militantes de clase media o alta decidían romper con su estructura familiar, intentando desprenderse de su situación de clase ya sea yéndose a trabajar a las fábricas o a vivir a barrios pobres, insertándose en la vida de las clases trabajadoras. Aunque suele hablarse de “proletarización”, una entrevistada que provenía de una familia católica adinerada y que decidió irse a vivir a un barrio popular a partir del trabajo con un sacerdote, utilizó el concepto de “desclasamiento”. La entrevistada fue protagonista de otra “experiencia configuradora” como fueron los Campamentos Universitarios de Trabajo, y en 1973 ocuparía, siendo militante montonera, la Secretaría de Cultura Popular de la Universidad Nacional del Litoral. Entrevista realizada a Mercedes Gagneten el 13 de junio de 2013.

17 Son numerosos los trabajos que pueden consultarse sobre la relación del catolicismo renovador o posconciliar con la radicalización política de los sesenta en Argentina (Donatello, 2010; Dri, 1987; Lanusse, 2005; Morello, 2007; Ponza, 2008; entre otros).

18 Es abundante la bibliografía que permite reconstruir históricamente el Cordobazo. Puede consultarse Brennan (1996), además de los ya citados Gordillo (2003) y Bozza (2001).

19 Ver comunicado Nº 3 de Montoneros con fecha 31/5/1970 en http://archivohistorico.educ.ar/sites/default/files/VII_22.pdf y “Cómo murió Aramburu”. En La causa peronista. Nº 9, 3/9/1974

20 Respecto del comienzo, los integrantes de CN lo sitúan en 1967 como puede verse en “Sociología: Instrumento de conocimiento y de lucha”; en Cristianismo y Revolución, 22. Por su lado, en 1971 Justino O´Farrell daba ya por cerrada la experiencia: “A las «Cátedras nacionales» liquidadas ayer con plena conciencia del paso política que se daba y a nuestra materia “Estado y Nación” hoy, les ha sabido desempeñarse como el hecho maldito de nuestra facultad”. En O´Farrell, J., “Mensaje a los compañeros”, Revista Envido Nº 4, septiembre de 1971. Dicha materia fue una clara continuación de la experiencia de las CN, por lo que algunos trabajos la incluyen allí, aunque no lo hizo su docente a cargo. Por último, en 1972 muchos de los miembros de las CN (aquellos que adhirieron al Peronismo de Base) publicarán en Antropología 3er mundo un artículo en la que nuevamente se da por cerrada esa experiencia: “De base y con Perón. Un documento autocrítico de las ex - cátedras nacionales”, Antropología 3er mundo, N 10, junio 1972, pp. 27-34. El texto está firmado en este orden por Justino O´Farrell, Guillermo Gutiérrez, Alberto Olsson, Jorge Carpio, Nestor Momeño, Norberto Wilner, Roberto Carri, Enrique Pecoraro, Sasá Altaraz, Susana Checa y Marta Neuman.

21 Entrevista realizada a Ernesto Villanueva el 4 de agosto de 2010 y a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre del mismo año. Coinciden también los testimonios de Jorge Carpio y Susana Checa, Una historia de las Cátedras Nacionales. En Bicentenario. Subsecretaria de Gestión y Coordinación de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, septiembre de 2013. Recuperado de http://informacionpresupuestaria.siu.edu.ar/DocumentosSPU/revista_bicentenario/Revista_Bicentenario_7.pdf

22 Entrevista realizada a Ernesto Villanueva el 4 de agosto de 2010

23 Susana Checa, op cit

24 “Sociología: Instrumento de conocimiento y de lucha”, firmado como “Bloque peronista de Filosofía y Letras” por Roberto Carri, Juan Pablo Franco, Jorge Carpio, Susana Checa, Alcira Argumedo, Gunnar Olsson, Pedro Krotsch, Eduardo F. Jorge, María Ernestina Cubiló, Fernando Álvarez, Ricardo Sidicaro, Ernesto Villanueva, Alejandro Peyrou, Horacio González y Daniel Portela, junto con la adhesión del “Cdo. Gral Valle (JAEN); Agrupación Peronistas Universitarios (FANDEP); y Agrupación Estudiantes Peronistas. En Cristianismo y Revolución Nº 22, Diciembre de 1969, p. 6. Este documento aparece reproducido en parte en la segunda edición de La formación de la conciencia nacional, de Hernández Arregui (2011) [1970].

25 Testimonio de Alcira Argumedo en entrevista realizada por L. Brugé, el 25 de mayo de 2001. Publicada en Un recorrido en la búsqueda de Nos-otros, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes. Rosario, diciembre de 2005. Año 1 / Número 2.

26 Sacerdote “tercermundista”, con formación de posgrado en Sociología.

27 Militante de la Democracia Cristiana que se había formado en la Universidad de Lovaina (González, 2000). Esta universidad católica situada en Bélgica tuvo una fuerte vinculación con el catolicismo conciliar. También allí estudió el sacerdote, sociólogo y guerrillero Camilo Torres (Malimacci y Giorgi, 2007; Rubinich, 1999)

28 Sobre la incidencia del “catolicismo posconciliar” en el surgimiento de las CN, ver Mallimaci y Giorgi (2007)

29 “Las autoridades de la universidad estaban con la dictadura, por lo tanto cada tanto nos querían echar”, testimonio de Alcira Argumedo, en Brugé, op cit.

30 Sobre los antecedentes de O´Farrelll y Cárdenas y especialmente su pertenencia a la carrera de Sociología de la UCA dirigida por Miguens, véase Ghilini (2016).

31 Susana Checa, op cit

32 Entrevista realizada a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010

33 Entrevista realizada a Rubén Dri el 20 de mayo de 2013.

34 Artículos en las revistas Envido y Antropología 3er Mundo haciendo mención explícita a las Cátedras Nacionales; entrevistas realizadas para esta investigación; testimonios en fuentes secundarias citadas en estos apartados; bibliografía secundaria a la que haremos referencia.

35 “Si hay que asignarle a alguien el mérito de ser el motor de eso [de las CN] es a Roberto Carri”. Entrevista realizada a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010.

36 Un interesante trabajo basado en el material de preparación de clases de Gunnar Olson entre 1971 y 1973 puede hallarse en Wainsztok (2011).

37 “Me recibí en el ’69. Y ya ahí se formaron las Cátedras Nacionales. Yo seguía con antropología pero en antropología las Cátedras Nacionales no tuvieron una verdadera repercusión, salvo un par de los que éramos… Ricardo Álvarez Capdevila y yo éramos los únicos que simultáneamente estábamos en antropología y empezamos todo este proceso de las Cátedras Nacionales.”. Entrevista realizada a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010.

38 Según Dip (2012), además de las cátedras de “Sociología Sistemática” (O´Farrell) e “Historia Social Latinoamericana” (Cárdenas), se constituyeron como parte de las CN las siguientes asignaturas: “Estado y Nación” (O´Farrell), “Sociología de América Latina”, “Problemas Socio-Económicos Argentinos” y “Conflicto Social” (Cárdenas); “Problemas de sociología sistemática” (González), “Proyectos Hegemónicos y Movimientos Nacionales” (Franco y Álvarez). Según Moscona (2010), fueron materias dictadas por integrantes de la CN, además de las ya mencionadas, “Historia de Argentina”; “Historia social general”, “Teorías sociológicas latinoamericanas” y “Teoría sociológica”.

39 Todos los números están reproducidos en la edición facsimilar realizada por la Biblioteca Nacional en 2011.

40 José Pablo Feinmann no se asume como parte de las CN cuando nombra a sus miembros, y afirma que “los de Envido los respaldábamos. Nos sentíamos parte de ese acontecimiento” (Feinmann, 2010: 459).

41 Alcira Argumedo, Horacio González y José Pablo Feinmann, entre otros, viajaron a la Universidad del Nordeste para dar cursos y charlas sobre las temáticas trabajadas en las CN y sobra la que los docentes escribían en Envido. Archivo personal de Rubén Dri.

42 Oscar Sbarra Mitre. “Poder político popular y distribución del ingreso”, en Envido Nº 8, marzo de 1973.

43 Para un trabajo centrado en esta revista puede consultarse Barletta & Lenci (2000).

44 “Cátedras nacionales. Aportes para una ciencia popular en la Argentina” 1era y 2da parte. Revista Antropología 3er Mundo. Números especiales 5 y 6. Participaron las plumas de Olsson, Pecoraro, Gutiérrez, Carri, O´Farrell, Argumedo, González y Franco. Estos volúmenes no fueron fechados, pero por la numeración fueron publicados después del Nº 4 de septiembre de 1970 y antes del Nº 7 de mayo de 1971.

45 Es interesante notar que González fue miembro de Envido hasta su último número (10), en el que se anuncia una nueva etapa, los artículos ya no se firman individualmente, hay un apoyo abierto a Montoneros, y se critican las posiciones que buscaban construir una “alternativa independiente”, a las que se tilda de “basismo” y “clasismo atemporal”. Dichas críticas apuntaban al llamado “Peronismo de Base” del cual Gutiérrez formaba parte y que Envido cuestiona en 1973 con palabras que González conserva en el tiempo al realizar el prólogo de la edición facsimilar de Envido. Quitando toda connotación de disputa política que podía contener ese número final de la revista, González firma ese prólogo de 2011 como “director de la Biblioteca Nacional” escribiendo a su vez con el tono del testimoniante.

46 Entrevista realizada a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010. En rigor, el surgimiento de Lealtad se produce después de publicado el número 10 de Envido en el que sus miembros adhieren colectivamente a Montoneros.

47 Testimonio de Horacio González en Burgos (2004: 184).

48 Según González, “el jurado era un jurado destinado a hacerle perder el concurso a Carri” (citado por Burgos, 2004: 184), y la elección de los estudiantes se debía a que la materia de Portantiero era la que era oficial por haber ganado el concurso. Argumedo coincide al afirmar que a través de los concursos “empezaron a tratar de liquidarnos”. Para un mayor desarrollo de la disputa entre las Cátedras Nacionales y las Cátedras Marxistas, ver Burgos (2004) y Recalde y Recalde (2007).

49 En el Nº 5 de Antropología 3er Mundo, en un artículo titulado “La sociología nacional, las sociologías y la sociología”, Enrique Pecoraro se refiere a las CN. Luego de destacar los aportes teóricos de O´Farrell, Cárdenas, Carri y Franco, menciona “la no menos fundamental tarea de los compañeros adjuntos y ayudantes: F. Rodríguez, E. Villanueva, A. Argumedo, F. Alvarez, J. Carpio, G. Olson y N. Momeño” (p. 76)

50 Sus nombres y cargos aparecen en documentos institucionales. Ver por ejemplo Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, Aportes para la nueva universidad, Nº 2, julio de 1973.

51 Res. CS. Nº 2 del 31/5/1973.

52 Por Res. CS. Nº 348 del 30/8/1973 se resuelve quiénes debían representar a ese Instituto en la Conferencia de Argelia, y por Res. CS. Nº 360 del 30/8/1973 Sidicaro queda a cargo del despacho.

53 Autoridades históricas de la Carrera de Sociología según documento institucional. Archivo histórico de la carrera de Sociología. Recuperado de http://archivosociologia.sociales.uba.ar/. El documento coincide en ese sentido con el testimonio de Horacio González (2000), que afirma que Álvarez quedó a cargo de la carrera y Pablo Franco del Instituto de Sociología.

54 Interesante es notar las continuidades de la disputa con las llamadas “cátedras marxistas”. Portantiero, que había ganado el cargo de adjunto durante los concursos de 1971, afirma en una entrevista que en el ´73 le sacan la cátedra y, sin echarlo, le ofrecen hacerse cargo de otros espacios. Decide quedarse en el instituto, hasta que finalmente los echan a todos en el ´74 durante el rectorado de Ottalagano (Tortti & Chama, 2006).

55 Un estudio centrado específicamente en la carrera de Sociología entre 1973 y 1974, todavía inexistente, podría arorjar más luz sobre este punto. Sabemos que Roberto Carri retomó sus clases en Filosofía y Letras (Carri, 2015), y que junto con Alcira Argumedo dieron cursos en la cátedra de “Ciencias Humanas” de Juan Molina y Vedia en la Facultad de Arquitectura. Guillermo Gutiérrez también actuó como docente en Derecho y Horacio González en Ciencias Económicas. Entrevistas realizadas a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010 y a Juan Molina y Vedia el 18 de septiembre de 2013. Material de Cátedra de Historia Nacional y Popular de Buenos Aires, a cargo de Horacio González (acervo del CEDINCI).

56 Susana Checa, op cit

57 Entrevista realizada a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010.

58 Curriculum vitae de Alcira Argumedo en su portal oficial. Disponible en http://alciraargumedo.com/about/. Acceso: 30/7/2014

59 Como Enrique Martínez, en la Secretaría de Industria. Entrevista realizada el 2 de mayo de 2011.

60 Alcira Argumedo. “Cátedras Nacionales: una experiencia peronista en la universidad”. Revista Envido, Nº 3, abril 1971, p. 55.

61 Jorge Carpio. Apuntes para una reflexión sobre las Cátedras Nacionales. En Bicentenario. Subsecretaria de Gestión y Coordinación de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, septiembre de 2013. Recuperado de http://informacionpresupuestaria.siu.edu.ar/DocumentosSPU/revista_bicentenario/Revista_Bicentenario_7.pdf

62 La primera edición de Pedagogía del oprimido, la obra más relevante de Freire, data de 1969. Acerca del vínculo entre la pedagogía de la liberación y el nacionalismo popular en Argentina, ver A. Puiggrós (1997) y Brugaletta (2015).

63 Entrevista al decano de Ciencias Económicas Oscar Sbarra Mitre realizada en septiembre de 1973, en Realidad Económica, 14.

64 El brasilero Augusto Boal es el creador de “Teatro del oprimido”. Discípulo de Paulo Freire, su propuesta invita a romper con la pasividad propia del espectador y la relación desigual donde unos observan el producto de lo que otros hacen, y propone en cambio que los sujetos asuman un rol activo en lo que se busca funcione a modo de ensayo para la vida (Boal, 1980).

65 La cantidad de comisiones la encontramos en documentación institucional. Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Cátedra de historia nacional y popular. Cuadernillos de cátedra, acervo del CEDINCI. Según fuentes secundarias basadas en testimonios de González, el número de estudiantes en los teóricos podía llegar a 10 mil, aunque luego se habrían dividido en grupos de 3 mil alumnos que pasaron del estacionamiento de la Facultad de Ciencias Económicas a ocupar el Aula Magna de la Facultad de Medicina (Anguita & Caparrós, 2007).

66 “Hízose una asamblea en Ciencias Exactas”. La Nación, 14 de junio de 1973, p. 6.

67 Alcira Argumedo. “Cátedras Nacionales: una experiencia peronista en la universidad”. Revista Envido, Nº 3, abril de 1971, p. 55.

68 “Y las Cátedras Nacionales el mérito que tuvieron a mi juicio fue poner en discusión ciertas cosas que parecían verdades ya consagradas con todo lo que tiene que ver con el cientificismo, el academicismo”. Entrevista a Guillermo Gutiérrez realizada el 2 de noviembre de 2010.

69 Jorge Carpio , op cit

70 “Sociología: Instrumento de conocimiento y de lucha”. Documento ya citado, firmado como “Bloque peronista de Filosofía y Letras”. En Cristianismo y Revolución Nº 22, diciembre de 1969, p. 6.

71 Res. CS. N 90 del 17/7/1973.

72 Res. CS. N 89 del 17/7/1973 y Art. 11 de la Ley 20.654 de Universidades Nacionales aprobada en marzo de 1974.

73 Res. CS. Nº 222 del 28 de febrero de 1974. Las equivalencias establecidas para aquellos que estuvieran cursando el plan de estudios de 1958/1960 nos indican qué materias preexistentes fueron reemplazadas: “Historia Social General” pasa a ser “Historia de los países imperialistas”, “Introducción a la economía” es denominada “Economía Política”, “Elementos de Metodología y Técnicas de Investigación Social” pasa a denominarse “Métodos de Investigación de la Realidad Social”, por dar algunos ejemplos. Merece un estudio específico sobre la carrera de Sociología el que pueda dar cuenta en qué medida fue modificado el contenido y el cuerpo docente de dichas asignaturas. Res. Nº 165 (FyL) del 28 de febrero de 1974.

74 Manuel Ugarte (1875-1951) fue un intelectual y militante socialista, considerado un pionero del antiimperialismo latinoamericano (Ehrlich, 2007) y uno de los primeros en articular nacionalismo y socialismo en un proyecto de unificación de la “Patria Grande” (Galasso, 2001). En 1913 fue expulsado del Partido Socialista por su insistencia en la cuestión nacional y la necesidad de complementar “socialismo y patria” (Ehrlich, 2007), expresando este hecho controversias ideológicas similares a las que llevaron a la separación de Rodolfo Puiggrós del Partido Comunista ante la llegada del peronismo, que también Ugarte abrazó (Friedemann, 2014). Es comprensible que Puiggrós lo considerara “el precursor”, como subtituló una breve nota para el periódico mexicano El Día, con motivo de un homenaje a Ugarte realizado en ese país durante el exilio del rector. “Manuel Ugarte. El precursor”. El Día, 20 de Abril de 1975. Recuperado de http://www.elbauldelasnoticias.com.ar/ugarte1.htm. Véase también “Manuel Ugarte, un Eterno Protagonista de la Historia, Dijo Rodolfo Puiggrós”. El Día, 22 de abril de 1975. Recuperado de http://www.unla.edu.ar/greenstone/collect/archived/index/assoc/HASH0171/46ae8420.dir/doc.pdf. Puiggrós ya había escrito un “Elogio de Manuel Ugarte” en el periódico Clase Obrera en 1954. http://www.rodolfopuiggros.com.ar/bibliografia_articulos.php.

75 Por res. Nº 79 y Nº 80 del 25/6/1973 de la Facultad de Filosofía y Letras, O´Farrell nombraba a Saad Chedid y Gunnar Olson como sus directores. Gunnar Olson fue uno de los docentes de las CN que provenía de Filosofía. Saad Chedid se había graduado como Profesor de Filosofía (UBA) en 1961, haciendo estudios complementarios en Francia, Líbano y la India. Especialista en estudios árabes, se había desempeñado como docente en esa facultad entre 1964 y 1965, luego de actuar como secretario de Risieri Frondizi durante su rectorado entre 1960 y 1962. Dejó el país en 1966 haciendo estudios y conferencias en medio oriente, fuertemente interesado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En ese marco, realizó algunos intercambios con la agrupación peronista JAEN, que lo invitó a dictar algunas conferencias (Larraquy & Caballero, 2002). En 1973 volvió a desempeñarse como docente en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Currículum Vitae de Saad Chedid en http://www.editorialcanaan.com.ar/index.php/staff/item/download/4_547c797cd83c073f13ae19cf3d0be4ed. Véase también el trabajo de Julieta Chinchilla (2015) acerca del Instituto del Tercer Mundo, que cuenta con testimonios de Chedid.

76 Res. CS. Nº 79 del 11/7/1973. Además de Saad Chedid, Gunnar Olson y Justino O´Farrell, al integraron Mario Hernández y Jorge Vázquez. A la vez, se designó al rector interventor como presidente del Instituto y, como miembros honorarios, al Ministro de Cultura y Educación Jorge Taiana y al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Juan Carlos Puig, ambos de buen vínculo con la tendencia revolucionaria del peronismo..

77 Res. CS Nº 347 del 30/8/1973

78 Justino O´Farrell, Gunnar Olson, Amelia Podetti, Alcira Argumedo y Norberto Wilner formarán parte del Instituto. Según el testimonio de Chedid recogido por Julieta Chinchilla (Chinchilla, 2015), la mitad de los miembros de la dirección ejecutiva fue elegida por Chedid y la otra mitad por Puiggrós.

79 Res. CS. N 244 del 21/8/1973.

80 Res. CS. N 244 del 21/8/1973.

81 Fueron designados representantes de la Universidad José Machicote, Justino O´Farrell y Jorge Giannoni, este último un cineasta que impulsó la “cinemateca del tercer mundo”, como veremos en breve. Res. CS. Nº 348 del 30/8/1973. Representantes del Gobierno Nacional también participaron de la Conferencia, llevando la adhesión y un largo mensaje de Juan Domingo Perón .

82 Dicho convenio fue firmado en diciembre de 1973 y ratificado por res. CS. Nº 129 del 14/1/1974.

83 Res. Nº 181 del 21/1/1974

84 Universidad de Buenos Aires. Instituto del Tercer Mundo. De Bandung a Argel I y II. Agosto de 1974. El material consultado es parte del acervo del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas), series El Tercer Mundo.

85 Res. CS. Nº 347 del 30/8/1973

86 Res. CS. Nº 411 del 21/3/1974

87 Res. CS. Nº 165 del 15/5/1974. Véase el trabajo de Mariano Mestman (2007) que analiza estas experiencias desde el punto de vista de una historia del cine político.

88 En un artículo reciente hemos denominado dicho proceso como una transición a la dictadura (Friedemann, 2016b). A ese trabajo nos remitimos para una indagación más profunda respecto del proceso abierto durante el gobierno de Isabel Perón en la Universidad de Buenos Aires.

89 El asueto se dispone por Res. CS. Nº 1 del 17/9/1974 y se prorroga sucesivamente por la Nº 7 del 20/9/1974 y la Nº 36 del 30/9/1974.

90 “Prolongan en siete días el asueto universitario”. La Nación, 21 de Septiembre de 1974, p.7.

91 Res. CS. Nº 2 a Nº 32 con fechas del 18/9/1974 a 27/9/1974.

92 Res. CS. Nº 34 del 27/9/1974, entre muchas otras resoluciones.

93 Res. CS. Nº 52 del 3/10/1974

94 “Las vacantes para la Universidad”. La Nación, 21 de Febrero de 1975, pp. 1 y 16.

95 Res. CS. Nº 222 del 19/11/1974

96 Res. CS. 171 del 4/11/1973 que deroga la res. 123/73 y sucesivas.

97 Res. CS. Nº 41 del 1/10/1974.

98 “Normas para ingresar en la Universidad”. La Nación, 18 de Febrero de 1975, p.5.

99 Entrevistas realizadas a Guillermo Gutiérrez el 2 de noviembre de 2010 y a Ernesto Villanueva el 4 de agosto de 2010.

100 Res. CS. Nº 293 del 10/12/1974.

101 Res. CS. Nº 285 del 6/12/1974

102 Res. CS. Nº 122 a 124 del 19/2/1975. Sobre el anuncio de Sociología como orientación de Abogacía, ver “Las vacantes para la Universidad”. La Nación, 21 de Febrero de 1975, tapa y p.16

103 Entrevista a Adriana Puiggrós, 2014. Espacios de crítica y producción, 50, p. 41.

104 Res. CS. Nº 30 y 33 del 27/9/1974; Nº 98 del 18/10/1974; y Nº 312 del 18/12/1974.

105 Res. CS. Nº 421 del 20/12/1974.

106 Todas las resoluciones referentes al Instituto fueron dejadas en suspenso y luego derogadas durante el rectorado de Lyonnet, que sucedió a Ottalagano. Res. CS. Nº 4 del 31/12/1974 y Nº 231 del 4/4/1975.

107 Debido a su extensión, las fuentes primarias como documentos institucionales, testimonios, publicaciones periódicas y prensa gráfica nacional son indicadas únicamente en notas al pie a lo largo del trabajo.

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Recibido: 29 de agosto de 2016
Aceptado: 15 de junio de 2017
Publicado:13 de julio de 2017

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