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Sociohistórica

versión On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.41 La Plata jun. 2018

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/18521606e048 

Artículos

Identidades obreras: el clasismo y sus representaciones

Workers' identities: clasismo and its representations

María Laura Ortiz1 

1Universidad Nacional de Córdoba / CONICET

Resumen

En este artículo nos aproximamos a la compleja relación entre historia y memoria, a partir de un doble objetivo. Por un lado analizaremos las formas de ejercitar la memoria por parte de algunos grupos de trabajadores identificados con la tendencia clasista en Córdoba, a principios de la década de 1970. Para ello, se analizarán las publicaciones periódicas del sindicato mecánico de Córdoba, abordando las formas concretas de entrelazar el pasado y el presente obrero que materializan y transmiten una serie de representaciones identitarias y que refieren a un acervo cultural específico del clasismo. Por otro lado, a partir de las herramientas de la historia oral, analizaremos entrevistas realizadas a obreros y activistas para examinar cómo opera la dinamicidad propia de la memoria. Abordaremos estos testimonios reconociendo las conexiones y distancias que hay entre la forma de gestionar el pasado y las maneras de recordarlo desde el presente. En esa contraposición, se pondrá en evidencia cómo operan las diluciones conceptuales que transforman los contenidos revolucionarios en disidentes.

Palabras clave Clasismo; Cultura obrera; Memorias; Identidad

Abstract

This article we approach the complex relationship between history and memory, based on a double objective. On the one hand, we will analyze the ways of exercising memory by some groups of workers identified with the clasista tendency in Cordoba in the early 1970s. For this purpose, we will analyze the periodical publications of the Mechanical Trade Union of Cordoba, addressing the concrete forms to interweave the past and the present worker that materialize and transmit a series of identity representations and that refer to a specific cultural heritage of clasismo. On the other hand, from the tools of oral history, we will analyze interviews with workers and activists to examine how the dynamics of memorywork. We will address these testimonies by recognizing the connections and distances between the way we manage the past and ways of remembering it from the present. In that contrast, it will be evident how the conceptual dilutions that transform the revolutionary contents into dissidents operate.

Keywords Clasismo; Working culture; Memories; Identity

Introducción

El clasismo en general es caracterizado por la autoorganización obrera, la intransigencia en sus peticiones y la violencia en sus repertorios de confrontación. Sus contenidos antiburocráticos, antipatronales y su vinculación con las ideas marxistas y con militantes de izquierda, lo dotó de un discurso revolucionario y de una ética alternativa a la tradición sindical peronista basada en la negociación. Por estas características, es un fenómeno que ha sido bastante investigado desde diferentes perspectivas (Brennan y Gordillo, 2008; Duval, 2001; James, 2005; Mignon, 2014; Schneider, 2005; Werner y Aguirre, 2009). En esta comunicación presentaremos parte de una tesis doctoral que estuvo orientada a investigar la emergencia del sindicalismo clasista en perspectiva histórica, analizando sus procesos de cambios y continuidades en el período 1969-1976 en Córdoba (Ortiz, 2015).

El presente artículo indaga sobre algunas representaciones del clasismo, para lo que se analizarán las formas de ejercitar la memoria de algunos núcleos de trabajadores identificados con esa tendencia en Córdoba, a principios de la década de 1970. En virtud de ese objetivo, se examinarán las publicaciones periódicas del sindicato mecánico de Córdoba de la década del setenta, abordando las formas concretas de entrelazar el pasado y el presente obrero que materializan y transmiten una serie de representaciones identitarias y que refieren a un acervo cultural específico.1 Luego, a partir de las herramientas de la historia oral, se interpretarán entrevistas realizadas a obreros y activistas en los últimos años, para reconocer cómo opera la dinamicidad propia de la memoria.

A lo largo de este texto nos aproximamos a la compleja relación entre historia y memoria, abordando al clasismo como una resignificación de tradiciones pasadas en nuevas experiencias obreras en un proceso de “acumulación del pasado” (Hobsbawm, 2013, p. 57). A partir de esta hipótesis, esta investigación buscó revalorizar la cultura obrera para comprender el fenómeno clasista. Con ello se intenta profundizar el conocimiento de las vinculaciones entre las prácticas sindicales clasistas y la cultura obrera local, reconstruyendo los sentidos de las tradiciones obreras a partir de los aportes de las fuentes orales.2 Abordaremos estos testimonios reconociendo las conexiones y distancias que hay entre la forma de gestionar el pasado y las maneras de recordarlo desde el presente. En esa contraposición, se pondrá en evidencia cómo operan las diluciones conceptuales que transforman los contenidos revolucionarios en disidentes.

La gestión del pasado en la cultura obrera clasista

La memoria es uno de los elementos constitutivos de la cultura, en tanto a través de ella se comparten valores, tradiciones, saberes compartidos. En los estudios sobre la cultura obrera se recalca la importancia de la memoria y el lenguaje como evidencia de la transmisión y reinvención de la cultura. Estos estudios tienen ya un largo desarrollo en distintos ámbitos de las ciencias sociales, especialmente gracias al aporte de autores británicos como Richard Hoggart (1990), Raymond Williams (1965) y Eric Hobsbawm (2013), entre otros. También han realizado contribuciones en este sentido, abordando problemáticas culturales de los obreros argentinos del período analizado, Mirta Lobato (2004), Pablo Pozzi (2010), Alejandro Schneider (2005) y Pozzi y Schneider (2000), entre otros.

Hay que reconocer que en la memoria se materializan y se transmiten distintos sentidos del pasado (Jelin, 2002, p. 37), y de allí la importancia de establecer lo que se conoce como política de memoria, es decir, la selección de lo que se recordará y qué sentido se le asignará (Aguilar Fernández, 2008). Federico Lorenz (2005, p. 68) y Marta Philp (2009, p. 21) nos advierten que esas transmisiones no son siempre armoniosas y pueden implicar disputas por la apropiación social del pasado, y por legitimar ciertas representaciones del mismo. Una de las tantas conexiones entre el pasado y el presente se cristalizan en conmemoraciones y homenajes, donde historia y memoria se relacionan con la política, ya que muchas veces la legitimidad política se logra a partir de gestiones sobre el pasado. Estas premisas no sólo son útiles para analizar las formas que tienen los gobiernos de legitimarse, sino también para repensar los usos del pasado que efectuaron otros grupos no dominantes, excluidos de la construcción del poder (Philp, 2011).

Pretendemos entonces analizar cómo los obreros clasistas cordobeses gestionaron el pasado para legitimarse, seleccionaron e interpretaron distintas conmemoraciones y otorgaron diferentes sentidos a los hechos del tiempo pretérito. Para ello analizaremos la publicación del sindicato mecánico de Córdoba, uno de los principales referentes del clasismo cordobés entre 1972 y 1974. En sus páginas se hace evidente el cambio que operó en los usos del pasado, antes y después de que el sindicato fuese liderado por núcleos obreros identificados con el clasismo que se aglutinaron en torno al Movimiento de Recuperación Sindical - Lista Marrón.3 Para poder poner en evidencia estos cambios, comparamos la publicación antes de que el MRS dirigiera el sindicato con el período posterior.

Antes de 1972 el SMATA era dirigido por Elpidio Torres, un referente del sindicalismo peronista que se definía como representante del “sindicalismo de reivindicación”.4 A diferencia de lo que proponía el sindicalismo clasista, este tipo de dirección sindical se pensaba en términos de administración, cuyo objetivo era bregar por reivindicaciones salariales y de condiciones laborales únicamente, sin entrar en el terreno de la política. Por ello, durante aquel período, la revista del sindicato estaba destinada a la publicación de datos sobre elecciones y peticiones de delegados y de comisiones internas, cifras de salarios y convenios, resoluciones de asambleas y noticias vinculadas a la obra social, rifas, actividades recreativas y, eventualmente, alguna nota sobre la situación de la industria y la economía nacional. No existían notas vinculadas a la gestión del pasado. Por tener una dirección alineada al peronismo, se podría pensar que el 17 de octubre sería una fecha significativa en su calendario. Sin embargo, al menos en 1971, ese día era festejo del día de la madre, descarnando la fecha de su contenido histórico y político.5 Pero a partir de que la Lista Marrón ganó las elecciones del sindicato, su prensa cambió sustancialmente. Si bien esas informaciones de servicio seguían existiendo, se fueron agregando nuevas, en especial conmemoraciones sobre hitos de la historia obrera. Para el primero de mayo se reseñaban los hechos sucedidos en Chicago en 1886, en los que se reclamaba por la jornada laboral de 8 horas. Conceptos como explotación, represión, combate, mártires y organizaciones de vanguardia, llenan con un lenguaje de izquierda la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores, al que definían como “un día de lucha y no un día de fiesta”. A su vez, los encadenamientos de sentidos presentes en la nota tienden puentes entre aquellos luchadores estadounidenses y los argentinos, al recordar como hechos comparables al de Chicago: la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica de 1919 y el “Cordobazo” de 1969.6

El “Cordobazo” también fue recordado, aunque es justo mencionar que durante la gestión de Torres se hizo alguna escueta referencia al hecho. La diferencia es que durante el “torrismo”, el recuerdo de este acontecimiento se reducía al homenaje del trabajador mecánico Máximo Mena como “mártir de la lucha obrera”, quien fuera asesinado el 29 de mayo por la policía local.7 En cambio en 1973 se dedicaba un número completo del boletín al recuerdo del “Cordobazo”, resaltando el protagonismo de los trabajadores mecánicos en esa insurrección. Para ello la Secretaría de Prensa del SMATA había entrevistado a una treintena de protagonistas, y publicó sus recuerdos para dar cuenta del desarrollo de los hechos y sus percepciones sobre lo sucedido. El tono heroico de esas memorias cierra con un testimonio que hace un balance revalorizando la lucha obrera “para la liberación de la patria”.8 La contratapa de la revista tiene una nota sobre “La enseñanza del Cordobazo” y se refiere a la caída de la “Revolución Argentina” por los cambios ideológicos y sociales que sucedieron entre 1966 y 1969, cuyos protagonistas fueron los estudiantes y los obreros. El discurso de esta nota no escatima en conceptos políticos que cargan de sentido revolucionario el momento previo y organizativo del “Cordobazo”:

Vaya el recuerdo y el reconocimiento para los militantes obreros y estudiantiles que en aquellos años del silencio trabajaron, bajo el cielo oscuro del régimen fascista, en organizar la resistencia popular, fomentar la conciencia de clase, crear agrupaciones revolucionarias clasistas o se base, y preparar la violencia del pueblo en todas sus formas, especialmente la violencia de masas, la violencia de la clase obrera organizada en la conciencia y la acción, en los sindicatos y en la política, en la reforma y la revolución.9

La otra conmemoración netamente obrera es la de la Comuna de París de 1871, a la que se define como “el primer gobierno obrero de la Historia”.10 El relato construido inicia con una explicación de las causas de su surgimiento y continúa con el derrotero de su trayectoria, contextualizando históricamente los sucesos en el marco del desarrollo del capitalismo industrial; en una lectura en clave de lucha de clases, aunque sin usar ese concepto. El cierre de la nota, referida a la derrota de la Comuna, tiende puentes con el presente latinoamericano, equiparando a la clase dominante francesa y sus “verdugos” con los dictadores de algunos países de nuestro continente:

El mayor Rossel fue uno de los que dirigieron las milicias populares de la Guardia Nacional de París, con gran valor y pericia militar, siendo después de la derrota fusilado por los verdugos de entonces –que hoy se llamarían Pinochet, Banzer o Quijada– en noviembre de 1871 a los 27 años de edad.11

Otro de los hechos conmemorados fue la masacre de Trelew que, al igual que el “Cordobazo”, remitía a hechos recientes.12 Y es que los hechos políticos inmediatos, tanto nacionales como continentales, eran materia de preocupación y análisis por la línea editorial de esta revista sindical. Por ello sentaron posición sobre el escándalo “Watergate”, sobre los enfrentamientos de Ezeiza de junio de 1973 y la asunción de Perón en octubre de ese año, también sobre la destitución del presidente Bordaberry en Uruguay y sobre el golpe de Estado en Chile.13

Las operaciones sobre el pasado obrero por parte de los clasistas del SMATA tenían el objetivo de pensar históricamente la situación de la clase obrera y concientizar a los lectores del periódico. Este objetivo se inscribe en una tradición obrera de larga data, al menos desde fines del siglo XIX, de acuerdo al estudio de Lobato (2009). A diferencia de esas gestiones del pasado, quienes dirigían sindicatos en un posicionamiento reaccionario optaban por otro tipo de operaciones de memoria. Tal es el caso de la Comisión Normalizadora del SMATA seccional Córdoba, que intervino el sindicato desplazando a los dirigentes clasistas en 1974. En octubre de ese año publicaron una solicitada para saludar por el Día de la Raza, titulada “1492 - 12 de octubre – 1974”. Evidentemente las conexiones históricas que buscaban establecer intentaba vincularlos a los conquistadores españoles, aunque en el mismo documento rescataban otros próceres además de Cristóbal Colón: San Martín, Rosas y Perón.14

Esta comparación es útil para pensar que la gestión del pasado no está exenta de la intencionalidad política, y las conmemoraciones son un buen ejemplo de ello. Es difícil evaluar cómo repercutieron esas nociones en la masa obrera, pero podemos asegurar que, en base a ellas, el activismo clasista elaboró una identidad obrera revolucionaria. Posiblemente en estas líneas editoriales se condense gran parte de la producción de intelectuales y militantes orgánicos de partidos revolucionarios que participaban de la Lista Marrón.15 En ellos se encarnaban una serie de tradiciones obreras revolucionarias que, según Eric Hobsbawm, son las tradiciones que referencian a la lucha de clases e implican una incitación tácita a la acción, o a simpatizar con la misma (Hobsbawm, 2013, p. 64). Sin embargo, cuando abordamos los recuerdos del clasismo desde el presente, hallamos que esas tradiciones revolucionarias se disuelven en el término combativo. Ser clasista era identificarse con esas tradiciones revolucionarias, en cambio ser combativo alude a lo que Hobsbawm llamó tradiciones de disidencia, que son más imprecisas políticamente y, por ello, más maleables para la memoria social. Quizás por ello, quienes recuerdan el clasismo agrupan como referentes a Renée Salamanca, a Agustín Tosco y a Atilio López que, sin embargo, no se identificaron con la misma tendencia sindical o ideológica.16

Memorias disidentes: distintas representaciones del clasismo

Proponemos abordar a continuación las memorias obreras, sus formas y contenidos, sus construcciones y encadenamientos de sentidos. Ello implica hilvanar significados en testimonios que, por sus características propias, parecen desordenados y contradictorios. Quizás por ello, dice Daniel James (1992), el testimonio oral es “más fiel a la complejidad de las vidas de la clase trabajadora y a la memoria de la clase obrera”, que era por naturaleza sincrética.

El recurso de las fuentes orales genera nuevas posibilidades a los relatos sobre el pasado, abren una ventana a la vida cotidiana de los obreros y sus percepciones sobre su propia realidad. Se trata de recuperar lo que la gente sentía y pensaba –o pensaba que pensaba–, que constituye la base de sus actos (Fraser, 1979, p. 26). Para este trabajo se han realizado entrevistas a dirigentes y activistas de distintos sindicatos cordobeses referenciados con el clasismo.17 En esta labor, hemos tomado todas las precauciones metodológicas de la historia oral para trabajar con testimonios orales, considerando al lenguaje en su expresión oral como representante de un conjunto de sistemas de significación que no solo refieren a la individualidad del que está hablando si no que, sobre todo, representa las redes sociales en las que ese individuo participa (Lara Meza, Macías Gloria y Camarena Ocampo, 2010; Laverdi, 2010). A través de ellos se analizaron sus percepciones sobre la experiencia clasista no sólo en términos individuales sino sobre todo en sentido colectivo, referente a su comunidad, el espacio social en el que se sienten identificados: el sindicalismo clasista. No se recurre al testimonio oral en oposición al documento escrito sino como complemento de aquel, permitiendo conocer no sólo lo que los protagonistas de la historia hicieron, sino también lo que querían hacer, lo que creían hacer o lo que creían haber hecho (Portelli, 2016).

Ante la pregunta “¿qué era el clasismo para vos?”, las respuestas fueron disímiles. Hubo quienes respondieron recurriendo a esquemas marxistas referidos al pasaje de una “clase en sí” a una “clase para sí” en un contexto de lucha de clases. Probablemente eran las concepciones que adquirían en cursos o reuniones de formación política, generalmente por su participación orgánica o periférica en algún partido de izquierda. Tal puede haber sido el caso de Domingo Bizzi, quien fue secretario adjunto del Sindicato de Trabajadores de Fiat Concord (SiTraC) y que tuvo una vinculación con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

P- Volviendo con el tema del clasismo, ¿Cuándo es que empiezan ustedes a denominarse de esa manera y por qué?

R- (…) Y… bueno, al poco tiempo nomás (…) cuando empezamos a entender cómo estaba conformada la sociedad capitalista y de que era una lucha de intereses de clase, (…) al asumir la lucha de clases, indudablemente vos tenías que optar por una de ellas. Y nosotros éramos trabajadores [risas]. O sea que ese pronunciamiento de clasistas era haber entendido de la existencia de la lucha de clases (Bizzi, comunicación personal, 21 de diciembre de 2010).

Aquí la definición de clase social parece dictada por la conciencia, por haber comprendido la conformación de la sociedad capitalista y reconocerse como una clase opuesta a otra: “nosotros somos trabajadores”. Pero no siempre eso era pensado a partir de una comprensión del marxismo, otras veces sucedía al revés. Así se expresa Carlos Masera, secretario general del SiTraC, que no tuvo militancia orgánica en ningún partido. Para él todo parte de una percepción obrera, luego asociada al marxismo como teoría no conocida hasta entonces.

P-¿En qué pensabas cuando decías clasismo en aquellos años y en qué pensás ahora?

R- Simplemente decía defensor de la clase obrera. Pero resulta que claro, que el origen de la palabra viene del marxismo, bah, te digo yo no leí casi nada, leí muy pocas cosas de marxismo, pero escucho las opiniones de los marxistas y parece que están de acuerdo conmigo [risas] (Masera, comunicación personal, 14 de diciembre de 2010).

Esa asociación entre la clase y el clasismo está íntimamente conectada con las condiciones materiales de existencia. Consiste en una delimitación identitaria a partir del lugar en el esquema productivo capitalista.

P- ¿Y ustedes se llamaban o se autoproclamaban como clasistas en ese momento?

R- Claro (…) nosotros decíamos que una revolución tenía que ser encarada por la clase obrera porque era la que más sufría el capitalismo (…). Por eso nos decíamos clasistas, porque defendíamos la clase trabajadora. (…) Además porque nos dimos cuenta, que esto fue una cosa muy importante, que en el proceso de la economía capitalista nosotros los laburantes creábamos la riqueza. Si nosotros no laburábamos el patrón no tenía qué vender. Entonces ahí donde nos dimos cuenta que nosotros éramos necesarios. Éramos un eslabón que nos necesitaban sí o sí. Y por eso exigíamos porque a medida que producíamos más (…), le exigíamos las cosas (Villa, comunicación personal, 29 de agosto de 2011).

Según esta interpretación de Juan Villa, quien fuera el secretario general del Sindicato de Perkins y militante del Movimiento de Liberación Nacional (MNL) y luego de Poder Obrero, el lugar en el sistema productivo es fundamental para la definición del “nosotros”: son los obreros quienes producen la riqueza y, por ello, son quienes más sufren la explotación capitalista. Ese reconocimiento de su importancia en el proceso productivo propio del capitalismo no conllevaba directamente planear la abolición del sistema. Otro activista del mismo sindicato del anterior pero identificado con el peronismo, respondía:

P- ¿Cómo definirías vos el clasismo, cómo lo pensaban en esa época, cómo lo pensás hoy?

R- Claro, el clasismo era sentirte identificado con la clase obrera, que vos sos obrero. Directamente. Si vos no estás identificado, no asumís esa posición de que sos obrero y que todo, todas las resoluciones que vas a tomar, o le has dado, o el norte que le vas a dar parte desde ahí. (…) [Viene hablando del control de la producción] Bueno entonces, si vos le parabas un turno, le hacías un daño enorme a la producción. Entonces los tipos, una, la cohesión nuestra, los compañeros de base muy unidos, muy, muy, muy politizados, muy concientes en lo que realmente éramos como obreros. Y si le agregas que teníamos el sartén por el mango, de decir, le paramos acá por, por cualquier motivo; entonces llegamos a tener un convenio muy bueno (Ríos, comunicación personal, 17 de junio de 2011).

De alguna manera las asociaciones de sentidos del clasismo tenían que ver con el logro de beneficios para la clase, un buen convenio por ejemplo. Identificarse como obrero era reconocerse como algo importante –dentro del sistema capitalista–, con el poder de “hacer daño” a la producción si no se trabajaba. La cuestión era “tener la sartén por el mango”, en alusión a la capacidad de ejercer poder. Entonces no sólo se trataba del lugar que se ocupaba en el sistema productivo, sino del descubrimiento del poder que ese lugar otorgaba. Y ese poder debía utilizarse en beneficio de la clase que es la que “sufre” el hambre, la que viene de “cuna de barro”; generando condiciones dignas de trabajo para “vivir bien”. Esta era una percepción compartida, expresada especialmente en el recuerdo de Rubén Ortiz, delegado en Perkins:

P- ¿Ustedes se definían como clasistas en esa época?

R- Sí, sí. Y sí, y si porque, porque era una cuestión de clases. (…) Por lo menos el objetivo digamos, era lograr condiciones laborales favorables, y bueno eso nos hacía que nos diéramos el gusto de ver digamos algo menos injusto, menos injusto. Porque todo el mundo tiene derecho a vivir digamos bien. Bueno a unos les cuesta más, porque cuna de barro… Yo vine… mi papá se murió cuando yo tenía cuatro años, cinco… yo sé lo que es pasar hambre (Ortiz, comunicación personal, 16 de septiembre de 2011).

Más que una noción de revolución y transformación del capitalismo, los testimonios remiten a la búsqueda de respeto de parte de los patrones, de una sociedad más justa. Es decir que aunque el clasismo sea explicado a partir de una cultura política revolucionaria, en las memorias obreras la revolución no tiene el mismo sentido que en la militancia orgánica de partidos de izquierda (Campione, 2008; Lisandrello, 2011; Löbbe, 2009; Pozzi, 2004; Pozzi, 2012; Werner y Aguirre, 2009). Pero sí tiene una carga de sentimientos que probablemente no hallemos en otros ámbitos. No sólo en la percepción del sufrimiento, del sentir hambre, sino en la pasión por lo que hacían. En términos de Raymond Williams (2000, p. 154), se trata de las estructuras del sentir, es decir, aquella instancia de relación entre las creencias sistemáticas y formalmente sostenidas (como “concepción de mundo” o “ideología”) con los significados y valores tal como son sentidos y vividos activamente.

P- ¿Qué era ser clasista para vos?

R- [Sonríe] ¿Qué era ser clasista? Es de una clase determinada que es la clase trabajadora. Éramos terriblemente, quizás… era como… elitismo de la clase trabajadora. Era ser orgulloso, cierto. [Chasquido] Era una cosa muy, muy especial, ¿no? Ser laburante era una… a ver, qué te puedo decir. Y trabajar, no solamente decirlo sino laburar, era un súmmum. (…) Mirá, era un amor, era un amor, era... Uno estaba enamorado de su clase (“Bolita”, comunicación personal, 26 de octubre de 2011).

P- ¿Ustedes, vos, en esa época, te percibías como una clasista? ¿O qué pensabas del clasismo en esa época?

R- [Silencio largo. Piensa. Responde de manera pausada, muy sentida] Mirá… yo, pasa es que yo soy muy apasionada en todo lo que hago, y para mí era lo más maravilloso que había. Yo vivía, vibraba, era todo. Yo iba a una reunión o hablaba con la gente (…) Pero para mí era maravilloso. Yo nunca me senté a pensar “esto es clasismo”. O sea… no sé cómo podrías pensar vos esto es clasismo, no sé cómo podría pensar yo. Yo sé que soy congénere del Petiso Páez, del Martín [Fox], de la… gorda de ILASA, de la gorda de Calzado. Que fueron parte, que fue parte de la lucha cotidiana, de que dejé de pensar como una niña… como lo que mi familia quería en realidad. Que… ¿cómo les salió esto? Yo creo que siempre fui así. Ahora yo, después me doy cuenta porque cuando tenía catorce años no había forma de que me tengan… Evidentemente que algo pasaba en esta cabeza, o qué se yo, no sé. Debo haber sido… me han cambiado en la cuna [risas]. Porque si vos conocés, o sea, si vos ves lo que es mi familia, las mujeres de mi familia, sumisas, calladas, no, nada que ver. El marido, el hombre es el que decide. Acá no decide ningún hombre, no (”Susy”, comunicación personal, 12 de agosto de 2011).

En estos dos testimonios el clasismo es evocado a partir de la emoción: “era un amor” dice “Bolita”, un delegado fabril militante de Poder Obrero y del Frente Antiimperialista y por el Socialismo.“Yo vibraba” dice “Susy”, también delegada en una fábrica de vidrio y militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Sus palabras nos aproximan a la definición de la memoria como sustancia viva (Halbwachs, 2004, p. 66). En el último recuerdo, las palabras encadenan sentidos sobre el clasismo como un acto de insumisión, que se daba en la lucha cotidiana. Pero “Susy” lo asocia además al haber crecido, al dejar de pensar como niña, al madurar. Hay, en ese pasaje, una conexión con la concientización en sentido de clase. Es decir que aunque la adscripción obrera no era en sí misma una adscripción ideológica, implicaba un grado relativo de politicidad. En ese sentido seguimos las conclusiones que expuso Robert Linhart (2009), quien describe la idiosincrasia obrera como delimitada por la cadena de producción. Sin embargo, para este autor, esa división del espacio productivo no formaba de manera inmediata la conciencia de clase en sentido marxista tradicional, pero si forjaba en las subjetividades una línea divisoria entre “nosotros” y “ellos”.

En los testimonios recogidos, en su mayoría brindados por ex activistas fabriles identificados con el clasismo y con distintas vertientes de la izquierda revolucionaria, la explicación del clasismo de la década de 1970 desde el presente tiende a una dilución del contenido revolucionario por uno disidente. Así, el clasismo se equipara a lo combativo, o la revolución al socialismo se piensa como justicia social y “vivir bien”. El cambio de percepciones desde el presente sobre un acontecimiento del pasado es algo inevitable. No implica poner en duda la veracidad de lo recordado, sino que permite reflexionar sobre cómo opera la memoria sobre determinados hechos.

Conclusiones

En este trabajo hemos analizado algunas formas de gestionar el pasado que se conectan con tradiciones revolucionarias propias del acervo cultural del clasismo. El análisis de las narraciones, expuestas en la publicación periódica del SMATA Córdoba, puso de manifiesto que la dirección sindical de la Lista Marrón tuvo una manera propia de usar el pasado obrero para conectar las luchas revolucionarias europeas y americanas con su propia realidad. Observamos que los clasistas mecánicos tuvieron el objetivo de la concientización de la clase en sentido revolucionario y, por ello, sus operaciones sobre el pasado buscaron rescatar la historia de lucha proletaria. Se recuperaron hitos como los sucesos de Chicago y la Comuna de París, buscando conectar esas experiencias y su propia situación a partir de la intención de cambio sistémico del capitalismo.

Sin embargo, al momento de analizar las memorias obreras, se observan otros encadenamientos de significados que cambiaron el sentido del clasismo. Las formas en que se recuerda desde el presente reciclan el contenido revolucionario por otro disidente, es decir que el clasismo no se describe mayoritariamente como un movimiento que buscó un cambio revolucionario hacia el socialismo sino como un modelo sindical que buscó un poco de dignidad entre los trabajadores. En todas esas redes de significados circunda un reconocimiento de los pares y, por lo tanto, de los “otros”, y en esos núcleos se construye una identidad. Sus expresiones culturales referencian el ejercicio del poder en sentido de clases y, al mismo tiempo, una oposición a esa dominación; aunque no necesariamente implicaba una propuesta sistémica alternativa. ¿Por qué operó esa dilución conceptual en la memoria? Probablemente los recuerdos se apoyan en lo que se logró con el clasismo mientras que los olvidos absorbieron los proyectos que quedaron truncos.

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Notas

1Sobre la vinculación entre la

2Otros avances en ese sentido

3Se ha seleccionado esta

4Sindicalismo de

5Nuestro

6

7Máximo Mena era obrero de

829 y 30 de Mayo de 1969. La

9La

10La Comuna de París: el primer

11La

12Trelew:

13Nuestra

14Comisión

15Durante este período, el

16Sobre las diferencias del

17Sobre los criterios de

Recibido: 29 de Diciembre de 2016; Aprobado: 05 de Febrero de 2018

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