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Insuficiencia cardíaca

On-line version ISSN 1852-3862

Insuf. card. vol.3 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Mar. 2008

 

IN MEMORIAM

Al Dr. Carlos Bertolasi

El 8 de enero de 2008 falleció uno de los principales referentes de la cardiología argentina, el doctor Carlos Alberto Bertolasi, médico y maestro de varias generaciones de cardiólogos. Lo recordamos con mucho respeto y cariño, por los aportes que hizo a la especialidad en su labor como clínico, investigador y docente; pero también, por la ética y el compromiso que le dedicaba a sus pacientes, colegas y estudiantes.
No es la intensión de esta nota hacer un resumen biográfico, ni enunciar la vasta trayectoria profesional y su producción científica; sino una reseña de mi vinculación y de cómo era mi visión de él.
El primer contacto fue durante mi residencia médica, en una visita que él solía hacer al hospital donde me desempeñaba, invitado siempre para transmitir sus conocimientos y conductas. Ya entonces era un médico destacado, tanto por su producción científica como por haber establecido la primera unidad coronaria en un hospital público, fue en el Hospital Argerich. Además, había desarrollado una clasificación de la cardiopatía isquémica que, en ese momento, se usó en Argentina y en muchos otros países del mundo.
Carlos Alberto Bertolasi nació en 1932 y decidió seguir los pasos de su padre. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires y continuó su especialidad en el Pabellón Inchauspe del Hospital Ramos Mejía, del cual salieron nombres de la talla de Mauricio Rosenbaum.
Un reconocimiento de aquellos que compartimos la tarea médica en el Hospital Argerich y en el Sanatorio Güemes, fue su capacidad para generar un grupo con mucha mística, con gran capacidad de trabajo y producción científica que contaba siempre con su control de calidad.
El respeto a este maestro de la medicina no se obtenía porque infundiera temor, sino por la admiración a su inteligencia, habitualmente, sus dicipulos comentabamos que era una persona brillante. Tenía la capacidad de proteger, estimular y utilizar la razón como elementos principales para la búsqueda de una verdad, que como solía decir: las verdades de hoy pueden ser errores del futuro, con lo cual impedía cualquier indicio de sobervia.
Entre sus actividades principales societarias, fue presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología, con gran capacidad de liderazgo, conducción y corrección. Con el dinero que se obtuvo del Congreso de Mundial de Cardiología en 1974 se logró adquirir la sede actual de la Sociedad Argentina de Cardiología.
Bertolasi es recordado como una persona que aceptaba y generaba el debate de ideas entre sus colegas, de manera que instauraba un debate intelectual profundo y apasionado en todos los sitios donde se desempeñaba.
Los colegas allegados a él siempre destacan su vitalidad y capacidad de trabajo, sus ideas innovadoras, su ética a toda prueba y la creatividad que siempre aplicaba en los distintos aspecto de su labor profesional, excelente clínico y muy lúcido para la investigación y por supuesto, gran docente.
Su última obra, Cardiología 2000, de cuatro tomos, la más extensa de la historia de la cardiología argentina, que representa el pensamiento de la cardiología contemporánea, recibió el Premio Nacional de las Artes 2005.
Desde el punto de vista político, era un hombre de ideas democráticas muy consolidadas y, si bien no tenía militancia partidaria, estaba permanentemente atento al devenir político de nuestro país. Su crítica fundamental se dirigía a quienes no tenían la capacidad intelectual para hacer una tarea y era implacable con la corrupción.
Entre otros méritos, el Dr. Bertolasi fue muy reconocido por su trabajo y defensa del hospital público, no sólo creó en este sector la primera unidad coronaria, sino que, constantemente, se esforzaba por conseguir el equipamiento más moderno y lograr que su sector funcionara con la mayor efieciencia y fluidez posible. Su labor a favor de la atención pública fue uno de los principales motivos por los cuales se lo designó Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, por la Legislatura porteña.
Quiero finalizar esta nota recordando con admiración su capacidad para hablar frente a un audtorio con palabras muy profundas y bellas. Sus discursos eran piezas de oratoria donde, no sólo se refería a temas médicos; especialmente en los últimos años de su vida, discutia cuestiones filosóficas en torno a varios aspectos que el consideraba importante y demostraba que los años le habían dado paz y tolerancia.
Aún hoy en día cuando recorremos los diversos espacios de la Sociedad Argentina de Cardiología u otras instituciones donde pasó, la gente todavía comenta que lo extraña. Hay una frase que dice que un hombre se muere recién cuando fallece la última persona que lo recuerda, así que a Bertolasi le queda larga vida.

Dr. Néstor A. Pérez Baliño

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