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Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento

versión On-line ISSN 1852-4206

Rev Arg Cs Comp. vol.10 no.1 Córdoba abr. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

La historia entre la sociología y la filosofía de la ciencia: sociología del conocimiento y ‘nueva’ historia de la ciencia en la historiografía de la psicología latinoamericana a través de la obra de Alberto Ramón Vilanova (1942-2003)

Fierro, Catriel a b

aConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina.
bUniversidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

Enviar correspondencia a: Fierro, C. E-mail: catriel.fierro@gmail.com

Resumen
Con el objetivo de caracterizar la relación entre la investigación histórica en psicología en Latinoamérica y otras meta-ciencias, se analiza la recepción de la ‘nueva historiografía de la ciencia’ y de la sociología del conocimiento en un caso ejemplar de relevancia regional: la obra edita de Alberto Vilanova. Se llevó a cabo un estudio descriptivo, expost facto de tipo historiográfico, con fase cuantitativa y cualitativa. Se relevó y sometió a un análisis de contenido a cada una de las fuentes que componen el conjunto de trabajos publicados por Vilanova (n = 64). No se detectaron extensivas citas a sociólogos o epistemólogos de la psicología en el corpus documental, aunque sí transversalmente una conceptualización de la ciencia pasada y contemporánea como empresa y como cometido social.
Palabras clave:
historiografía de la ciencia, filosofía de la psicología, psicología en Argentina, historia social de la psicología

Abstract
History between the sociology and the philosophy science: sociology of knowledge and the ‘new’ historiography of science in latin-american historiography of psychology through the works of Alberto Ramón Vilanova (1942-2003). History between the sociology and the philosophy science: sociology of knowledge and the ‘new’ historiography of science in latin-american historiography of psychology through the works of Alberto Ramón Vilanova (1942-2003). In order to characterize the relation between Latin-American historical research in psychology and other meta-sciences, we analyze the reception of the 'new historiography of science' and of the sociology of knowledge in an exemplar of regional relevance in regards to psychological historiography: the published work of Alberto Vilanova. A descriptive, expost facto study was carried out, with quantitative and qualitative phases. Each of the documents that comprise the complete, published papers by Vilanova (n = 64) were retrieved and subjected to a content analysis. No extensive citations to sociologists or philosophers of psychology were found in the sample, although a conceptualization of past and contemporary science as a social collective enterprise was found in most sources.
Keywords:
historiography of science, philosophy of psychology, Argentinian psychology, social history of psychology

Recibido el 17 de octubre de 2017; Aceptado el 23 de enero de 2018
Editaron este artículo: Cecilia Reyna, Paula Abate, Gabriela Rivarola Montejano y Yanina Michelini

1. Introducción

Las décadas de 1970 y 1980 se caracterizaron por la inclusión sistemática del naturalismo, el constructivismo y el historicismo en la historiografía de la ciencia (Christie, 2005; Suárez, 2005). Tales premisas y sus derivados técnicos y metodológicos caracterizaron gran parte de la historia social o sociológica de la ciencia de los últimos 40 años, marcando el declive de la historia intelectual de la ciencia. Los énfasis colocados por los historiadores en el análisis sociológico del pasado científico pueden rastrearse hasta los estudios sociales de la ciencia, la sociología de la ciencia y la sociología del conocimiento, en la valorización de las prácticas efectivas de los científicos (el análisis de la pragmática científica) y en la reconstrucción sistemática del contexto socio-económico, cultural y político como explicación de los desarrollos disciplinares (Golinski, 1990).
Esta heterogénea historia social de la ciencia (Schaffer, 1985; Shapin, 1985) constituyó uno de los marcos generales que, aunque de forma progresiva, efectivamente impactó en la profesionalización e institucionalización de la Historia de la Psicología como especialidad académica entre 1960 y 1975 (Fierro, 2016a; Klappenbach, 2000a; Watson, 1975). Durante esta década y media, la historiografía de la psicología anglosajona incorporó hipótesis, metodologías y premisas de variadas meta-ciencias conexas: entre ellas, la sociología del conocimiento y de la ciencia y la historiografía de la ciencia. La sociología del conocimiento constituyó una filosofía de la ciencia para guiar la reconstrucción histórica en ciertos psicólogos-historiadores (Buss, 1975; Danziger, 1979; Wolf, 1978). Hipótesis sociológicas guiaron las investigaciones de autores interesados en la historia de las prácticas psicológicas, de la profesión psicológica, y del contexto social del surgimiento y desarrollo de la ciencia de la mente y de la conducta (Ash, 1980; Sokal, 1984a; 1984b). Esto es comprensible dado que el ‘problema’ de investigación fundamental de la sociología del conocimiento, que guía sus investigaciones, conceptos e interpretaciones, es precisamente “el grado en que factores sociales intervienen en, o incluso producen, la relación entre las creencias y el conocimiento” (Hamilton, 1974, p. 9).
Se ha sugerido que la historia social de la psicología, y consiguientemente la sociología del conocimiento subyacente a dicha historiografía ha sido una de las corrientes predominantes en las investigaciones históricas de los psicólogos durante los últimos 40 años (Polanco & Fierro, 2015; Talak, 1997). Sin embargo, no existen tematizaciones sistemáticas y explícitas de las hipótesis, premisas y lineamientos de tal corriente historiográfica. Existen pocos análisis críticos sobre los problemas epistemológicos y metodológicos de dicha historia (Araujo, 2017; Lovett, 2006), y a la vez estos estudios no tematizan sistemáticamente las características de la historiografía social de la psicología ni la recepción historiográfica de la sociología del conocimiento. Finalmente, no existen análisis sobre el tipo y grado de incidencia que dicha sociología, en tanto meta-ciencia, ha tenido sobre la reflexión e investigación sobre la teoría y el método de la historia de la psicología.
En efecto, escasos trabajos han tematizado la recepción explícita de la sociología del conocimiento (y de la ‘nueva historiografía de la ciencia’) en historiadores de la psicología (Klappenbach, 2000a). Sin embargo, sólo algunos trabajos han indagado específicamente la recepción de las filosofías de la ciencia posteriores a 1960 en la historiografía de la psicología (Fierro & Klappenbach, 2015; Gallegos, 2014). La ausencia de análisis sobre los marcos teóricos y metodológicos de los psicólogos-historiadores se maximiza en la historiografía de la psicología latinoamericana; historiografía que, en tanto campo de conjunto, sólo recientemente ha sido objeto de análisis y relevamientos sistemáticos (Gallegos, en prensa). Finalmente, no abundan los estudios sobre la recepción de la propuesta sociológica referida en historiadores argentinos de la psicología, paradójicamente dado que en Argentina la recepción de la historiografía crítica de la psicología (la que se nutrió de las filosofías de la ciencia de cuño sociológico) inició hacia finales de los ’80 y se desarrolló durante los ’90 (Fierro, en prensa; Talak, 2015) y dado que la pretensión crítica (argumentada, empíricamente fundamentada y no legitimante) de aquella historia sería el núcleo de varios de los grupos de investigación (Klappenbach & Jacó-Vilela, 2016) y de los cursos de historia (Fierro, 2016b) de las carreras de grado locales. Hacia fines de los ’90, los trabajos de autores como Dagfal, Vezzetti, Klappenbach, Vilanova y Pavesi eran representativos de tal recepción (Sanz Ferramola, 1997).
Considerando esto, y haciéndonos eco de la usual carencia de análisis sociológicos sobre el conocimiento en la psicología argentina –incluso a nivel de la formación de grado (Klappenbach, 2003a)– el presente trabajo pretende analizar la recepción de hipótesis y argumentos de la sociología del conocimiento y de la nueva historiografía de la ciencia (kuhniana y post-kuhniana) en la obra de Alberto Vilanova, uno de los autores paradigmáticos de la ‘historia crítica’ local (Sanz Ferramola, 1997). La elección responde a la relevancia histórica del personaje. A nivel local, Vilanova, diplomado como psicólogo por la Universidad Nacional de Mar del Plata en 1978, fue durante la década de 1990 asesor académico (y luego secretario académico) de la Escuela Superior de Psicología de dicha Universidad –hacia aquella década, una de las siete careras de psicología en universidades de gestión pública del país–. Vilanova fue instrumental en el pasaje a Facultad de dicha Escuela Superior: un pasaje consumado en 1996 (Vilanova, 1996a). Fue titular por concurso público de la asignatura ‘Historia Social de la Psicología’ desde 1987, la que de acuerdo a Klappenbach (2003a) constituiría una de las únicas (si no la única) asignaturas sobre historia de la psicología en clave social en carreras de psicología en el país. A nivel nacional, Vilanova fue entre otras cosas integrante por la Universidad Nacional de Mar del Plata en los análisis y diagnósticos curriculares comparativos que se realizaron colectivamente y a nivel país en el interior del Programa de Formación de Especialistas en Innovación Curricular de la Asociación de Unidades Académicas de Psicología (AUAPsi) entre 1996 y 1998 (Fierro & Di Doménico, 2014). A nivel regional Vilanova participó en la Comisión de Formación (de grado) de los Encuentros Integradores de Psicólogos del Mercosur, que en la década de 1990 constituyeron un foro para la discusión de las tipicidades de la psicología de las naciones del Mercosur y que fueron un influjo efectivo para discusiones posteriores sobre principios, resoluciones y normativas sobre formación de psicólogos y acreditación de carreras de psicología en Argentina. Como historiador, en este ámbito regional entró en contacto y entrevistó a figuras históricamente relevantes (Cortada de Kohan, 1988). Vilanova fue parte del comité editorial de Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, una de las revistas sobre temáticas psicológicas de mayor trayectoria en el país, llegando a ser su co-director, y miembro del comité editorial de otras revistas sobre la especialidad, como Cuadernos Argentinos de Historia de la Psicología. Finalmente, dirigió la sección de ‘Psicología’ de la edición de 1995 de la Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría (Vidal, Alarcón, & Stepke, 1995).
Estudios previos reconocen a Vilanova como un historiador seminal de la psicología Argentina (Di Doménico, 2003; Fierro, 2017; Gallegos, en prensa; Klappenbach, 2003b; Klappenbach & Jacó-Vilela, 2016), al punto que sus investigaciones integraron parte del corpus documental reseñado por historiadores internacionales (Brozek, 1997; Carpintero, 2005; León, 2011). La historiografía de la psicología iberoamericana, como campo especializado y delimitado, es elaborada por figuras específicas altamente productivas, con agendas investigativas sistemáticas, y con hábitos de publicación estables (Carpintero, 2007), lo que habilita y justifica la centración en obras de autores particulares. La relevancia y pertenencia multifásica de Vilanova permitirían concluir que, en tanto caso de estudio, la indagación empírica de su obra eludiría los riesgos de localismo y provincialismo propios de la historiografía regional (Caparrós, 1993) o local (Klappenbach, 2016), constituyéndose dicho estudio como un centramiento metodológicamente necesario, en la obra de un autor representativo de un subconjunto y campo más general, y que en modo alguno excluye análisis futuros en torno a otras figuras o a otras partes de la obra aquí analizada. Dado que se ha concluido recientemente que los abordajes del autor sobre los problemas de la formación de psicólogos en Argentina son marcadamente actuales (Fierro, 2017; Fierro et al., 2014; Ostrovsky & Moya, 2015; Vorano, 2015), un análisis de la recuperación por parte de Vilanova de análisis sociológicos sobre la ciencia contribuiría a exponer críticamente los marcos conceptuales y metodológicos del autor, y a aportar datos que contribuyan a una necesaria imagen de conjunto sobre historiografía local y regional. Por lo anterior, el objetivo del presente estudio es indagar la recepción de la sociología y la ‘nueva’ historiografía de la ciencia en la obra de Vilanova.

2. Método

Diseño
Se realizó un estudio expost facto retrospectivo de tipo historiográfico, de acuerdo a la clasificación propuesta por Montero y León (2007). Además de constituir un imperativo metodológico para facilitar el ordenamiento y análisis de los datos, esto responde a sugerencias para posibilitar estudios críticos y no hagiográficos sobre personalidades psicológicas (Ball, 2012; Krampen, 2016).

Muestra
Nuestro objeto de estudio lo comprendió un conjunto de documentos científicos: es decir, artículos y trabajos socializados en espacios académicos y disponibles públicamente, de acuerdo a las exigencias de los estudios sociales de la ciencia sobre la cientificidad de la producción académica (Klappenbach, Barrozo, Cámara, & López, 1999). La muestra estuvo conformada por la totalidad de los escritos relevados que componen lo que hasta el día de la fecha se dispone como la obra pública (editada) de Vilanova, es decir, 64 documentos.

Procedimiento
El estudio implicó una fase preliminar cuantitativa que involucró el uso de ciertos indicadores bibliométricos con la finalidad de ordenar y clasificar el conjunto de los documentos (Klappenbach, 2013). En primer lugar se clasificó la totalidad de los escritos relevados que componen la obra pública de Vilanova. Cada trabajo relevado en calidad de documento o fuente se catalogó de acuerdo a dos indicadores bibliométricos: título del trabajo, y tipo de texto. De esta forma se relevaron y clasificaron 64 trabajos (N = 64).
La Tabla 1 expone la totalidad de los documentos que compusieron nuestra muestra. Se excluyeron del presente análisis las contribuciones de Vilanova en la Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría, en primer lugar por la variedad de tipo y extensión de tales contribuciones (microentradas, reseñas, macroentradas, biografías), y en segundo lugar por la imposibilidad de determinar en varias de ellas la autoría o co-autoría efectiva de Vilanova.
En una segunda fase de nuestra investigación, se sometió a cada documento a un análisis cualitativo de contenido, en línea con la aplicación de esta metodología a estudios sobre historia e historiografía de la psicología (Benjamin, 2009; Rosa, Huertas, & Blanco, 1996). Se definieron categorías o indicadores fácticos para pesquisar hipótesis sociológicas o históricas sobre la psicología. En tal sentido, en cada documento se indagaron cuatro cuestiones en calidad de indicadores empíricos: en primer lugar, la presencia de referencias o menciones a autores clásicamente concebidos como sociólogos del conocimiento, tanto de las primeras generaciones (Scheler, Mannheim, Merton, etc.) como de las posteriores (Barnes, Mulkay, Knorr-Cetina, Bloor, Collins, etc.) de acuerdo a lo establecido en los estudios históricos de conjunto sobre el área (González de la Fe & Sánchez Navarro, 1988; Hamilton, 1974; Lamo de Espinosa, García, & Albero, 1994; Medina, 1982; Simonds, 1978; Stehr & Meja, 1984). En segundo lugar, la presencia de referencias o menciones a historiadores con pretensiones sociológicas o epistemológicas respecto a la psicología, o vinculados con los programas de la sociología del conocimiento en psicología, de acuerdo a la periodizaciones y reconstrucciones históricas sobre la historiografía de la disciplina (Capshew, 2014; Fierro, 2016b). En tercer lugar, la presencia de menciones explícitas a la sociología del conocimiento o a la sociología de la ciencia, como programas de investigación histórica y epistemológica o como sub-disciplinas de investigación. En cuarto lugar, el contexto (en términos del problema teórico o empírico abordado) y sentido (en términos de objetivos o metas explicitadas) en que se citan autores o nociones sociológicas. Estas cuatro categorías constituyen la operacionalización de la recepción de los campos descritos.
Cabe aclarar que estas decisiones metodológicas obedecen a que esta investigación analiza la recepción de estos campos disciplinares en la obra de Vilanova en el contexto y a partir de la metodología propia de los estudios históricos y sociales de la ciencia, y no en el contexto de la historia intelectual a partir de insumos de otras expresiones culturales, como lo constituyen los estudios de recepción literaria, de uso corriente en la historiografía argentina de la psicología.

Tabla 1.
Publicaciones de Alberto Vilanova relevadas en calidad de documentos y fuentes.

3. Resultados y discusión

El relevamiento realizado no arrojó indicadores de citaciones o menciones a los principales sociólogos del conocimiento y de la ciencia, tales como Mannheim, Merton, Barnes, Mulkay, Bloor, Collins, Whitley, Kettler, Meja y Stehr, entre otros. Existe sin embargo una mención explícita a la “sociopsicología historizante” (Vilanova, 1996b, p. 199) de Wright Mills en un ensayo de Vilanova sobre la filosofía de la psicopatología, donde el autor menciona las disciplinas en que comenzó a basarse la psicología posterior a 1950 al investigar sobre las creencias, las representaciones, las atribuciones, los valores y la significación de los individuos. Empero, si bien Wright Mills en cierto sentido representó la versión norteamericana y pragmatista de la sociología del conocimiento relativista y relacionista de Mannheim, obteniendo incluso su Ph.D. en dicha temática (Medina, 1989), Vilanova no parece retomar al autor por sus propuestas en torno al carácter socialmente determinado del conocimiento, sino por el programa de Mills en torno a una psicología social (o psicosociología). Discutiendo la recuperación del culturalismo y el subjetivismo por parte de propuestas psicológicas recientes (especialmente las teorías cognitivistas y constructivistas), Vilanova sitúa y menciona la sociopsicología de W. Mills junto con la Volkerpsychologie de Wundt, la escuela sociohistórica de Vygotski y el comprensivismo de Spranger. Por su relevancia en la temática de la psicosociología, debe destacarse que en este contexto no se detectan menciones o referencias de Vilanova a los altamente específicos y vinculados estudios sobre psicología social y sociología de Mannheim (Kecskemeti & Mannheim, 1963).
En un sentido complementario, y estrictamente refiriéndonos a la sociología del conocimiento científico y de la ciencia, no se hallaron citas a usuales representantes de este campo (Merton, Ben-David, Bloor, Knorr Cetina, Mulkay, Collins y Latour, por caso). Esto puede interpretarse de acuerdo a la relativamente tardía recepción de la sociología de la ciencia en consideraciones históricas locales (Talak, 2015).

Menciones explícitas a historiadores pertenecientes a la ‘nueva historiografía’ de la ciencia
En línea con lo anterior, y factiblemente por las mismas razones –de recepción tardía de la historiografía kuhniana y post-kuhniana de la ciencia en Argentina-, en los documentos relevados no se registran menciones a historiadores de la ciencia en un sentido estricto (es decir, historiadores profesionales de la ciencia) como Sarton, Bernal o, luego de la profesionalización del campo, A. Thackray, J. Agassi, M. Hesse, P. Forman, S. Shapin y S. Schaffer, entre otros. Vilanova sí menciona en tres de sus trabajos (e.g., Vilanova, 1996c) a Conant, el célebre científico norteamericano y decano de Harvard que dedicó parte de sus investigaciones a la historia y filosofía de la ciencia y que fue uno de los mentores de Thomas Kuhn (Merton, 1998; Wray, 2016). Sin embargo, Vilanova cita a Conant en el contexto del rol que el químico norteamericano tuvo en la convocatoria y coordinación de la comisión de los ‘doce notables’ estadounidenses que a partir de un debate en 1947 diagramaron una propuesta sobre la estructura y secuenciación de los estudios sobre psicología en un departamento o universidad ‘ideal’: comisión cuyo informe fue una influencia marcada, dos años después, en la formulación del ‘modelo Boulder’, o modelo ‘científico-practicante’ para la graduate education de psicólogos clínicos. En consecuencia, Vilanova referencia a Conant como un agente institucional clave, por su influencia en el campo de la enseñanza y la formación universitaria en psicología, y no como historiador de la ciencia, en el campo de la historiografía o filosofía de la disciplina. Por tanto, y en líneas generales, se observan escasas referencias a trabajos de historiadores con intereses o pretensiones filosóficas y epistemológicas (pretensiones comunes a la nueva historiografía).
Se hallaron citas a autores concebidos por Buchdahl (1965) como fundacionales de la ‘renovación historiográfica’ de la ciencia de mediados de los ’60. Así, sin referir directamente a sus obras específicas, Vilanova menciona a Thomas Kuhn en reiteradas ocasiones, especialmente para remitir a versiones ‘laxas’ de su concepto ilustre de ‘paradigma’ (Vilanova, 1985) y para criticar la lectura supuestamente tendenciosa y selectiva que los psicólogos y psicoanalistas argentinos (especialmente en el contexto de las carreras de grado) habrían hecho de dicho filósofo de la ciencia, con los objetivos tanto de legitimar como ‘científicas’ sus propias producciones, como de criticar de ‘positivistas’ las producciones de otras escuelas, y en general con la meta de reducir a una empresa irracional y enteramente relativa la elección teórica, la convalidación empírica y el cambio científico  (Vilanova, 1997a; 1998a; Vilanova & Di Doménico, 1999). Es en tal contexto que el autor menciona a otros filósofos de la ciencia con obras de cuño histórico. Así, en las carreras argentinas de psicología, reemplazando contenidos y cursos curriculares sobre técnicas, metodología e investigación psicológica, las nuevas filosofías del conocimiento, fuertemente historicistas y “tal como las desarrollan Feyerabend, Kuhn, Lakatos, Hansen, Laudan o Toulmin […] son leídas y presentadas [para] extender el alcance del concepto de ciencia hasta hacer caber en él la garrulería especulativa que [en las carreras de grado] se impugna” (Vilanova, 1994a, p. 10). Al respecto, y de forma contemporánea a estas reflexiones, otros historiadores argentinos reconocían que el concepto kuhniano de ‘paradigma’ aplicado a la psicología era problemático, pudiendo hablarse de la psicología como “disciplina pluriparadigmática” (Klappenbach, 1995a, p. 68) sólo si se forzaban los términos de la primera edición de la obra seminal de Kuhn. En tal sentido, estos autores preferirían la noción de ‘matriz disciplinar’ para identificar los programas fundacionales de la disciplina (concretamente, la psicofisiología germana o psicología del ‘sentido externo’, la psicopatología médico-psiquiátrica francesa y centro-europea, y la psicología funcionalista, evolucionista y conciencialista norteamericana).
Vilanova también refiere a figuras menos célebres que Kuhn pero igualmente relevantes en el ámbito de la historia de la psicología desde una perspectiva epistemológica. Así, recupera por caso la obra de B. Wolman, psicólogo clínico formado en filosofía de la ciencia y pionero en la ‘sistemática’ (o sistematología) de la psicología: es decir, en análisis meta-teóricos, teóricos y conceptuales en perspectiva histórica sobre los grandes marcos disciplinares. A diferencia del grueso de las historias de la psicología manualizadas y de otros análisis sistemáticos o meta-teóricos de la psicología, el compendio sistemático de Wolman (1968) finalizaba con una incursión detallada sobre los principales problemas de la filosofía de la ciencia y sobre los desafíos que tales problemas planteaban a la psicología. De hecho, Wolman sería uno de los primeros psicólogos con formación epistemológica que, años antes del ‘boom’ de la exportación de la filosofía de la ciencia kuhniana hacia la psicología, defendería la idea de que la disciplina requería su propia filosofía de la ciencia (Wolman, 1971). En este sentido, Wolman podría considerarse pionero de la theoretical psychology, y la recuperación que Vilanova hace del autor parece ir en el sentido de marcar las raíces históricas y sociológicas de las ‘grandes corrientes’ psicológicas existentes hacia 1950 (Vilanova, 1985; 1990a). Efectivamente, en el breve artículo de 1985 recién citado el psicólogo argentino remarca, siguiendo una reflexión meta-teórica de Carl Rogers (1975) incluida en un libro sobre problemas epistemológicos de la psicología (Nudler, 1975) y en línea con la propuesta de la definición sociológica de la ciencia, que las tres tradiciones académicas psicológicas existentes hasta al menos 1950 (la naturalista, la médica y la filosófica) habrían tenido que dar respuesta a ‘exigencias estructurales’:

Las teorías del refuerzo, de la represión o de la forma han sido respuestas solidarias al ámbito pedagógico, psiquiátrico o axiológico del que provenía la exigencia, y una historia social de nuestro saber sacaría a la luz la razón política y presupuestaria de cada corriente, si no de cada formulación (Vilanova, 1985, p. 8. Énfasis agregado).

Este texto, en que el historiador argentino bregaba por una conciencia sobre “la diversa raíz social de cada pareja objeto-método” (Vilanova, 1985, p. 8) se insertaba precisamente en un debate epistemológico más amplio sobre la dominancia escolástica del psicoanálisis ortodoxo en Argentina (Klappenbach, 1985): debate donde, para remarcar el pluralismo inherente a la ciencia, se recurría a una reconstrucción del pasado disciplinar apoyada en historiadores de la ciencia como Kuhn, Feyerabend y Lakatos. Debe notarse además que el propio texto de Rogers (1975) recuperado por Vilanova era solidario a la propuesta de Wolman, en al menos dos sentidos: en el punto en que se preocupaba por la epistemología de la psicología, y en el punto en que exigía una filosofía de la ciencia propia de la psicología y no importada de otras disciplinas, especialmente de las naturales.
Sin embargo, y como ilustran los ejemplos de Wolman (psicólogo epistemólogo) y de Rogers (psicólogo clínico con intereses filosóficos), las ideas y argumentos propios de la ‘nueva historiografía de la ciencia’ anglosajona no son recuperadas por Vilanova de forma directa sino que tal recuperación es indirecta: es decir, mediada por psicólogos. El único contra-ejemplo a nuestra afirmación parece constituirlo la referencia explícita del autor a una obra de Robert Cohen (el célebre filósofo e historiador de la ciencia y organizador de los Boston Studies in the Philosophy of Science) que, publicada originalmente en 1956, se introdujo en el ámbito hispanoparlante en una compilación precisamente sobre sociología del conocimiento editada por Irving Horowitz y publicada por EUDEBA en los años ’60 (Cohen, 1956). En la obra que Vilanova cita, Cohen defiende que la ciencia es un fenómeno social y que entre las fuentes y condiciones del conocimiento científico podrían distinguirse fuentes inherentes a las ciencias particulares y fuentes circunstanciales a la ciencia, propias de la naturaleza y la cultura. Entre tales fuentes que comportan las influencias sociales de la ciencia Cohen enumera la influencia de la religión, del arte, de las instituciones sociales, de los acontecimientos políticos, de la filosofía, de las instituciones económicas y de factores psicológicos irracionales, entre otros. Vilanova (1990b) recupera esta cita en un escrito para justificar la naturaleza social de la empresa científica y la naturaleza contextual de múltiples determinantes de la ciencia.
Si se percibe que el texto de Cohen constituye un caso aislado en los documentos aquí analizados (siendo además el autor poco representativo de la ‘nueva historiografía de la ciencia’) y si se considera que parte esencial de dicha historiografía hacia 1970 lo constituyó el énfasis en las prácticas sociales y los contextos culturales en la actividad científica, entonces podría conjeturarse que no existiría una recepción directa de la conceptualización social de la empresa científica en la obra de Vilanova desde la historiografía de la ciencia, sino a través de la recepción de tales énfasis por representantes (insiders) de la disciplina (como Wolman) y en menor medida por historiadores y filósofos de la ciencia. Esto parece hallar corroboración en la forma en que el historiador argentino de la psicología concibió una sociología del conocimiento psicológico: como un insumo teórico de una historia social de la psicología.
La conceptualización sociológica de la ciencia y de la psicología
Es transversal al grueso de los documentos y artículos relevados la definición sociológica, grupalista y culturalista de la ciencia y de la psicología. Con fines expositivos, tal definición podría diferenciarse en tres direcciones: 1) proposiciones sobre la naturaleza y dinámica social de toda empresa científica; 2) consideraciones sociológicas o socio-profesionales en torno a la historia de la psicología; 3) argumentos sobre los determinantes socio-políticos de las teorías psicológicas contemporáneas, tanto internacionales como locales.
1. La conceptualización sociológica de la ciencia y de la psicología. Retomando a Cohen, de acuerdo a Vilanova una de las características centrales a la ciencia es la de constituir “una empresa social” (Vilanova, 1990b, p. 1). La ciencia como empresa gregaria, distinguible del dogma y de la mera tradición, sería resultado de la autopercepción por parte de los científicos de la falibilidad de la ciencia en tanto cometido de resolución de problemas y de producción de conocimiento válido y confiable. En tanto que los científicos individuales pertenecen a grupos profesionales que detentan intereses variados que pueden llegar a distorsionar las instancias fácticas de la ciencia, y en tanto que a nivel psicosociológico los individuos son presas de estereotipias, prejuicios y sesgos confirmatorios, la dinámica social de la ciencia aparece como corolario necesario.
Efectivamente, si es cierto que para percibir datos, regularidades y eventos empíricos los científicos requieren ser receptivos y no interpretativos, y si es cierto que tal empresa es imposible en lo individual, entonces se requeriría de una “conciencia no interferente” (Vilanova, 1988, p. 10) no humana que accediera directamente a la realidad para lograr su conocimiento y diagnóstico. Puesto que esto es imposible, Vilanova adscribe a la idea de que es por la debilidad intrínseca de los esfuerzos científicos individuales que la ciencia es una “empresa de equipo, social, interpersonal, basada en la confrontación incesante, en la manipulación de los mismos fenómenos por distintas personas” (Vilanova, 1988, p. 10). El ‘escepticismo organizado’ mertoniano hallaría aquí su lugar en la caracterización de la psicología, como forma de limitar las tendencias asimilativas, especulativas e irracionales de los investigadores individuales: la psicología es “control de la contaminación de las propias expectativas por medio de las estrategias públicas de la ciencia” (Vilanova, 1997a, p. 105).
Como se desarrolla más adelante, una visión colectivista de la ciencia contemporánea requiere, consecuentemente, una visión no personalista o individualista de la historiografía de la ciencia. Aquí debe destacarse que, polemizando con psiquiatras y psicoanalistas (que en Argentina y en las carreras de psicología han tendido al personalismo, a la autoridad y a la tradición para fundamentar su conocimiento), Vilanova reconoce que, lejos de la fe, la creencia o la afectivización teórica, “la desconfianza [es] la actitud basal en el científico” (Vilanova, 1997b, p. 183). Si el motor de la ciencia es la controversia, entonces deben hacerse a un lado ciertas genuflexiones típicas de la psicología vernácula tales como ‘el culto a la gran teoría’, “el respeto por el gran hombre y la tendencia a la división bíblica del saber en un antes y un después de ese gran hombre”, cesándose en la creencia de que “el conocimiento fuese algún tipo de irrupción en ciertas mentes y no un gris y sedimentoso producto colectivo” (Vilanova, 1997b, p. 183). Una asunción simétrica y no parcial de esta perspectiva requiere reconocer sin embargo que si son sesgos cognitivos y psicosociológicos los que interfieren ocasionalmente en la ciencia, y si todos los grupos humanos en definitiva son conjuntos de individuos con tales sesgos, entonces no habría grupo científico librado a priori de interferencias personales. Vilanova, adoptando una visión ciertamente idílica de la ciencia, reconoce consiguientemente que si bien cada individuo deberá elegir a qué ‘esclavitud temperamental’ se subyugará,

el profesional [el científico] debe preocuparse por el ‘descentramiento’ creencial, por exponerse al mundo en procura de una base social ancha a sus creencias. Y ese mundo es el de la comunidad científica, fratría agnóstica y escéptica por definición y exenta, por definición también, de cacicazgos y de hombres providenciales (Vilanova, 1997b, p. 184. Énfasis agregado).

Lo que distinguirá a la ciencia (como actividad con pretensiones de saber) de otras empresas colectivas, y lo que distinguirá a la comunidad científica de otras fratrías, sería el ejercicio implacable de aquel escepticismo organizado. En palabras del autor, “la ciencia entendida como emprendimiento colectivo, fundado en la comunicabilidad y la refrendación empírica, busca corregir las distorsiones perceptuales y conceptuales comunes en sujetos inspirados pero exentos de ecuanimidad” (Vilanova, 1988, p. 11). Así, es interesante destacar que Vilanova parece conjugar dos perspectivas epistemológicas usualmente adversas o mutuamente excluyentes cuando tenidas como dicotómicas: una definición colectivista, sociológica e historicista del conocimiento científico, por un lado, y la defensa de valores racionalistas, dialógicos y de investigación fáctica por otros. En otros términos, lo anterior podría percibirse como una sociología (o más ampliamente, una filosofía) del conocimiento psicológico con base racionalista crítica.
2. La historia e historiografía social de la psicología. De acuerdo a Vilanova, “no existen disciplinas científicas que no hayan sido creadas por las burguesías y para su servicio” (Vilanova, 1994b, p. 32). Efectivamente, para Vilanova las disciplinas como la sociología, la antropología y la psicología surgen en un período signado por requerimientos sociales y políticos (a menudo tecnológicos) al campo de las ciencias: más específicamente, hacia la segunda mitad del siglo XIX. En lo que atañe a la psicología, y contrariando (o complementando) la perspectiva clásica que ubica su nacimiento en 1879 en Alemania, según Vilanova la psicología como ciencia no podría escindirse de su nacimiento como profesión. Y dados los requisitos de la profesionalización de toda ciencia (instituciones propias, establecimiento de intereses y acciones gremiales, definición de pautas educativas y formativas, delimitación excluyente de un campo de conocimiento), entonces la psicología habría nacido en Estados Unidos y hacia finales del siglo XIX, con las primeras carreras de grado, las primeras cátedras de psicología, los primeros departamentos y las primeras asociaciones profesionales. Aquí el autor se ubica en una línea específica de estudios en clave sociológica sobre la historia de la psicología internacional (Buss, 1979; Danziger, 1979; Kuklick, 1983; Sokal, 1984a).
La reconstrucción ‘social’ de la ciencia psicológica (enfática de las relaciones interprofesionales, las acciones públicas de los grupos gremiales, los actos de auto reproducción disciplinar y las influencias socio-culturales concebidas como ‘extra epistémicas’) parece hallar en Vilanova un soporte tripartito. En primer lugar, Vilanova recupera el afán de los historiadores sociales franceses (la célebre ‘Escuela de los Annales’) por una historia no individualista (es decir, colectiva) y contextualista (es decir, no internalista). Así, retoma de Lucien Febvre su visión “de una historia social, económica, cultural, no ‘bélico-política’” (Vilanova, 2003, p. 3). En el citado prólogo de su obra póstuma Discusión por la Psicología, Vilanova reconocía que el título de la misma era una apropiación de Combates por la Historia de Febvre. En la introducción de dicha obra, Febvre destacaba precisamente que “la historia es la ciencia del hombre, ciencia del pasado humano. Y no la ciencia de las cosas o de los conceptos. Sin los hombres, ¿quién iba a difundir las ideas?” (Febvre, 1992, p. 29), para luego clarificar que

el hombre aislado es una abstracción. La realidad es el hombre en grupo. […] La ciencia [histórica] no se hace en una torre de marfil; se hace en la vida misma y por gentes que trabajan en ese momento. Está ligada a través de mil sutilezas y complicados lazos a todas las actividades divergentes de los hombres (Febvre, 1992, pp. 32-33).

En línea con la preocupación francesa de las mentalidades y el carácter nacional, Vilanova indica que

Si la historia es, como quiere Braudel, la dimensión temporal de la ciencia social, los psicólogos contemporáneos deberían dar cuenta, al lado de socioantropólogos y de los propios historiadores, de los nexos entre pensamiento erudito y la representación colectiva en el albor de la nacionalidad (Vilanova, 1996d, pp. 171-172).

Vilanova reconoce también su deuda con Marc Bloch, virtual representante de la historia integrada con la economía y la sociología (Vilanova 1997c, p. 20). Esta noción de historia social entroncada en nociones o mecanismos económicos y políticos también recurre a la historiografía marxista, iniciada según Vilanova por Plejanov, y luego desarrollada por los historiadores de la ciencia de la década del ’30 a partir del influjo de las hipótesis de interpretación externalista de la ciencia, como por ejemplo lo fueron las presentadas por Hessen en el Second International Congress of the History of Science en Londres en 1931. En segundo lugar, la historia social adoptada por el autor parece provenir en cierta medida de algunos historiadores sociales de la ciencia: autores ya referidos como Cohen, si bien desde una perspectiva no relativista o radicalista, apoyan la perspectiva externalista de centrar el análisis histórico de la ciencia en factores tanto intelectuales (internos) como extradisciplinares para marcar el papel del desarrollo social y tecnológico en la difusión y aceptación de conjeturas científicas y en la inhibición de dicha aceptación.
En tercer lugar, la incidencia más fuerte y transversal en la ‘historia social’ relevada de la obra de Vilanova parece provenir de las apropiaciones que los mismos historiadores de la psicología han realizado de la historia social o sociológica del conocimiento. En este sentido, en primer lugar Vilanova recurre reiteradamente a las obras de Kurt Danziger (Vilanova, 1996d; 2000a; 2001a) y de Josef Brozek (Vilanova, 1997c; 2000b) para ejemplificar una historia contextualista de la ciencia. En segundo lugar, el autor cita aprobatoriamente la obra Psychology in Social Context editada por Allan Buss (Buss, 1979) para caracterizar como ‘culturalmente condicionadas’ las ‘dos disciplinas’ psicológicas surgidas hacia 1880 en Alemania y en Estados Unidos (Vilanova, 1995a) y para subrayar la incrustación social, cultural y política (y por lo tanto para destacar las consiguientes demandas concomitantes) de toda educación superior en psicología (Vilanova, 1995b). De hecho, en su primer libro editado, Vilanova (1993a) retoma de Gordon Allport la división bipartita de la ‘geopolítica de la psicología’ (psicología asociacionista, atomista y pragmatista estadounidense vs. psicología racionalista, apriorista, innatista y purista centroeuropea) y recurre a los asertos de Lucien Goldmann, otro sociólogo del conocimiento francés y marxista, para explicar política y culturalmente las distancias teóricas entre ambas ‘psicologías’.
Respecto a Danziger, el historiador alemán fue pionero en criticar la historiografía de la psicología fundamentada en sociologías de la ciencia naturalistas, internalistas, ‘positivistas’ e individualistas de autores como Ben-David, Collins y Boring, proponiendo como marco conceptual alternativo para una historia crítica de la psicología a la sociología del conocimiento mannheimiana (Danziger, 1979; 1984). Décadas antes que Danziger, Brozek (1969) había destacado el carácter ‘multifásico’ de la historia de la psicología, indicando la necesidad de aproximar la historiografía de la disciplina a la sociología de la ciencia (como campo teórico y como conjunto de técnicas metodológicas que, como la cienciometría, pasaran a formar parte del acervo investigativo de los psicólogos). En varias obras (Brozek, 1984; Brozek & Pongratz, 1980) el autor propondría narrativas basadas en la sociología de la ciencia como disciplina o meta-ciencia específica. Buss sería el primer historiador y epistemólogo de la psicología que introduciría la sociología mannheimiana en el campo, de forma explícita y sistemática para un análisis social de la ciencia y la profesión (Buss, 1975).
El recurso a tal variedad de autores podría interpretarse como indicativo del problema percibido por Vilanova de que la historia de la psicología como actividad (o subdisciplina) de investigación no podría renunciar a asumir los problemas epistemológicos y metodológicos de la historia y de la historia de la ciencia (Vilanova, 2000b). Congruentemente, el prerrequisito de una historia social que trascienda una historia de ‘hallazgos’, ‘inventos, ‘descubrimientos’ y célebres ‘grandes hombres’ requiere considerar el suelo social de los conceptos y tecnologías psicológicas, y es en tal ámbito donde

Los aportes de una historia social o una historia sociológica son cruciales […] El docente de psicología no puede eludir conocer al menos los géneros de la historia, saber si se está en el campo de la historia de las ciencias, de la historia de las ideas como provincia de la historia de la cultura, etcétera (Vilanova, 2000b, p. 145).

Podría concluirse con bastante precisión que Vilanova no parece haber concebido una historia de la ciencia que no fuese, al menos en parte, una historia cultural y social. Hacia 1990 el autor sostenía que puesto que cada formación social da a la ciencia ciertos rasgos propios y peculiares, “una historia de la psicología congruente consigo misma habrá de ser, ante todo, una historia económica, social y política” (Vilanova, 1990a, p. 4). Diez años después, sostenía que la condición de criticidad de la historiografía de la psicología era tener en cuenta “los procesos políticos y socioeconómicos que están en la base de cualquier forma supraestructural como lo es una producción universitaria” (Vilanova, 2000b, p. 145). Alineándose con Danziger, y reconociendo la deuda de dicho autor con la historiografía marxista -que Vilanova identifica con Plejanov pero que estudios previos han reconducido precisamente hasta el propio Mannheim (Fierro, 2014; Polanco & Fierro, 2015)-, argumentaba que toda historia crítica debía ser

una historia histórica, en el sentido de ser sociológica, procurar el suelo social de los conceptos, preocuparse por los productores de conocimiento como agentes representantes de grupos de interés […] una historia social, sociológica, con sus raíces profundamente hundidas en los problemas socioeconómicos y políticos de la región y de la época de la que se trate (Vilanova, 2000b, p. 146).

Tal expresión, claramente normativa, era reconocida como riesgosa por el autor precisamente en el punto en que elevaba los estándares historiográficos de la ciencia y volvía poco factible el que psicólogos no historiadores o no especializados en historia realizaran historias críticas y el que docentes de historia de la psicología instruyeran a psicólogos de acuerdo a dicha historia crítica. En palabras de Vilanova, “¿cuán grande es la distancia que puede tomar [el psicólogo docente en historia] y al mismo tiempo cuán habilitado está en un sentido técnico riguroso para opinar acerca de imputaciones políticas, sociológicas, económicas respecto de los grupos de interés que gestan a los grandes esquemas teóricos y a las instituciones fundantes?” (Vilanova, 2000b, p. 146).
Esta historia debe trascender la autorrepresentación de los ‘hombres descollantes’ de la historia de la ciencia, la cual “es tomada como autoridad y luego reproducida, a menudo en manuales” (Vilanova, 2000b, p. 146). La advertencia de Vilanova contra personalismo individualista de la historiografía clásica de la psicología, usualmente fundamentada en el ‘gran hombre’, y su énfasis en la participación del individuo en grupos más generales con intereses heterogéneos (Vilanova, 1995c, p. 84) es directamente solidaria con la premisa de la sociología del conocimiento de que no son “los individuos aislados quienes realizan el pensar, sino los hombres, en grupos determinados, quienes desarrollan un estilo particular de pensamiento” (Mannheim, 1966, p. 48).
Debe destacarse que este interés de Vilanova por trascender los ‘grandes hombres’ y la historia whiggista nuevamente tiene un sentido más profundo si se comprende en el contexto de la psicología argentina, donde el predominio psicoanalítico a menudo llevó por un lado a reconstrucciones históricas del psicoanálisis en extremo hagiográficas, naturalistas, internalistas y celebratorias, y por otro a que dicha reconstrucción histórica del psicoanálisis reemplazara incluso a variados proyectos de historia crítica de la psicología (Klappenbach, 2006). En una ecuación típica de Argentina donde psicoanálisis equivale a psicoterapia y a psicología, la tradición historiográfica clásica o whiggista del psicoanálisis –comunicada en cursos de grado de historia de la psicología y el psicoanálisis y en la formación de posgrado, tanto universitaria como para-universitaria– no sólo se habría ubicado en el centro de la identidad de dicho sistema teórico, sino también en el centro de la psicología en su conjunto, los estudiantes, graduados y profesionales a menudo concibiendo a Freud como el padre de la disciplina, como el autor de la verdadera psicología, o cuanto menos como el iniciador único, aislado y ‘genial’ de la psicología clínica. En tal sentido, es ilustrativo el intercambio público de Vilanova con Nasim Yampey, psiquiatra paraguayo miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Ante una reconstrucción histórica internalista, individualista y eminentemente insider del psicoanálisis freudiano realizada por Yampey (1998), Vilanova criticaba al paraguayo que este no recurría a la historia contextual, social y no lineal de la ciencia para historizar el freudismo, sino que optaba por una historia ‘nariz de Cleopatra’:

la historia apocalíptica (antes y después de) […], de culto al gran héroe, perduran, bajo el manto del sociocriticismo, y sostienen una visión individualista –creacionista- acerca del origen de las ideas y las prácticas humanas. […] Un sondaje sociohistórico de base empírica puede dar cuenta de la cabal identificación de Freud con las ideas y los valores de su tiempo y de su comunidad germanoparlante, poniendo en evidencia su carácter de ‘hombre representativo’ (Vilanova, 1998b, pp. 234-235).

La crítica histórica de Vilanova tenía un colorario epistemológico, que nuevamente recupera las hipótesis centrales de la sociología del conocimiento:

Dejando de lado mi objeción historicista, fundada en la idea de que los sujetos históricos son las culturas y los grupos de intereses preexistentes, no los actores individuales, hago lugar a otra, y es hacia el naturalismo ingenuo que campea en algunos párrafos de Yampei, quien parece tomar los constructos freudianos por realidades tocables y observables a ojo desnudo […] [los constructos freudianos] se presentan como fenómenos naturales descubiertos por Freud en un mundo penumbrado que estaba esperando el golpe de luz. Mi opinión es que la libido, el Edipo, la pulsión y cualquier otra categoría freudiana no son entes que se den en la naturaleza sino construcciones fechadas cuyo proceso ha de estudiarse a la luz de una historia social de las ideas. Por lo tanto, también descreo de la universalidad de estos constructos producidos por Freud, agente social de una condición histórica específica (Vilanova, 1998b, pp. 234-235).

Finalizando el debate, y tal como sucede con lo que ha pasado y aún pasa como ‘debates intelectuales’ o discusiones críticas en la psicología local, Yampey enunciaba una petición de principio como toda réplica: “Habrá que ver en qué medida nuestros criterios sobre historia difieren o no tanto. Freud hablaba de historia-vivencia” (Yampey, 1998, p. 236).
En numerosos escritos Vilanova enuncia ideas y narrativas componentes de una historia social del conocimiento. En un trabajo específico (Vilanova, 1990b), el autor, siguiendo al ya referido Cohen, extiende la posibilidad de una historia social del conocimiento científico hacia la ciencia helenística, sin embargo deteniéndose y puntualizando que las circunstancias sociales fueron centrales en procesos tan diversos como la aceptación de las máximas de Rumford sobre la conservación del calor, la difusión del conductismo operante de Skinner en Estados Unidos, el desarrollo de la psicología soviética de los años ’60 y la radical transformación de la fenomenología psicológica europea y del psicoanálisis vienés ante la recepción de dichos sistemas en Estados Unidos. Sin embargo, para el autor “la historia de la psicología como ciencia demostrativa es reciente y no puede ofrecer relatos de determinación social como los vistos [en otras ciencias], de amplio espectro temporal” (Vilanova, 1990b, p. 3). Esto es observable en la mayoría de los documentos relevados aquí, donde Vilanova no ahonda en análisis socio-históricos sistemáticos y exhaustivos tanto como en sugerencias, indicaciones e hipótesis para investigaciones ulteriores. Con todo, y refiriéndonos al campo estrictamente nacional, en investigaciones sobre los pioneros en la psicología ‘social’ o antropológica argentina (Vilanova, 1996d; 1998c; 2001b) el autor correlaciona las demandas societales generales (por ejemplo, aquellas de la Argentina aluvial en pleno proceso de organización nacional) con el clima intelectual de la época (local y europeo) y las formulaciones psicosociológicas de autores como Ramos Mejía, Álvarez y Bunge.
Dado que Vilanova imputa como explicación factores sociales no sólo al conocimiento científico sino también a de la propia profesión del psicólogo, aquí entran las abundantes –en este trabajo circunscriptas- indagaciones del autor en torno a la formación del psicólogo, tanto en el mundo como en el país. De hecho es quizá en el campo de la formación académica de los psicólogos donde Vilanova sugiere de forma más explícita y a partir de investigaciones empíricas específicas, hipótesis sociológicas sistemáticas sobre el desarrollo histórico de la ciencia, a nivel internacional pero sobre todo en Argentina. Así, trabajos específicos del autor explican la debilidad estructural de la psicología argentina de los ’80 a través de considerar, por caso, un factor político como la intervención de las universidades: fenómeno constante que desde 1930 hasta la última dictadura militar, tendrían un fuerte y negativo impacto en las cátedras y carreras de psicología (Vilanova, 1994b; 1994c; 1995c; cf. Dagfal, 1997). Esto se inserta en la creación ‘improvisada’ de las carreras de psicología en Argentina, con estipendios exiguos, con limitaciones infraestructurales considerables y con carencia de recursos humanos idóneos (Vilanova, 1987), especialmente en comparación con centros universitarios en países norteamericanos y europeos. En otros trabajos, Vilanova sugiere que el conflicto interprofesional entre psicólogos y psicoanalistas (estos últimos virtualmente el corpus total de docentes de las primeras carreras de grado) llevó a una tergiversación fundamental de la psicología como ciencia internacional a ojos de las primeras cohortes de graduados y a través de planes de estudio parcializados, desactualizados y desconectados de los problemas vigentes a escala mundial (Vilanova, 1990a; 1994a; Vilanova & Di Doménico, 2004).
Complementariamente, en estudios comparativos sobre currículos en psicología en países del Mercosur y luego de sugerir el carácter social e históricamente contingente de toda planificación curricular (Vilanova, 1998d), Di Doménico y Vilanova (1999) indicaban que los planes de estudio y los directivos de carreras de psicología acusaban desconocimiento de las raíces históricas de la profesión en el país: es decir, un divorcio entre “las planificaciones centrales [curriculares, políticas y económicas] y los sectores académicos, [existiendo un] desconocimiento de las intencionalidades políticas en el origen de las carreras” (p. 7). En dicho trabajo, y contrastando con Estados Unidos, los autores indicaban que “en Latinoamérica en general la psicología sirvió más a intereses ideológicos y/o filosóficos o al sostenimiento de modelos de la cura que al desarrollo industrial, [lo que] tuvo como corolario que se alojara en facultades o departamentos de humanidades, filosofía, etc.” (Di Doménico & Vilanova, 1999, pp. 5-6).
El nexo entre la historia propiamente dicha y los problemas recientes de la psicología académica argentina es establecido por Vilanova a través de notar que en el territorio la clásica dicotomía entre las ciencias socio-biológicas del siglo XIX, que efectivamente atravesó a la psicología (endogenismo-exogenismo, innatismo-ambientalismo, naturalismo-vitalismo), en Latinoamérica “adquirió sesgos religiosos y básicamente retóricos que prácticamente nunca condujeron a la confrontación de resultados investigativos” (Vilanova, 1995c, p. 88). Efectivamente, en tal contexto inmediato de recepción acrítica de bipartidismos filosóficos se crean hacia 1955 en el país las carreras de psicología, que inicialmente alojarían a una considerable cantidad de docentes alineados con el subjetivismo irracionalista europeo y que rápidamente y hacia 1960 coagularían en una clara prevalencia, a menudo excluyente, de pedagogos, psiquiatras y filósofos psicoanalistas (Vilanova, 1996c; cf. Klappenbach, 1995b; 2000b). Así, el psicoanálisis habría ocupado el lugar que la psicología nunca había podido ocupar en el escenario académico precisamente debido a la forma en que se blandieron los enfrentamientos bipartidistas eminentemente filosóficos arriba referidos. El ocaso de los laboratorios experimentales, el exilio de psicólogos naturalistas, la intervención de las universidades, el fomento de definiciones filosóficas de la psicología y la adopción de planteles docentes poco idóneos para formar en una nueva profesión habrían sido para Vilanova algunas de las causas de la dominancia psicoanalítica que, sin cambios estructurales, continúa hasta nuestros días. Como han indicado otros historiadores de la psicología (Van Strien, 1993), tal tipo de factores infraestructurales, universitarios y profesionales son factores explicativos en historias sociales o sociológicas de la psicología.
Como último punto, debe destacarse que existiría una continuidad entre la elección de Vilanova por una historia social, su definición de psicología y su preocupación por el problema de la tradicional enseñanza y formación universitaria de psicólogos en Argentina. Si se asume una definición ‘pragmática’ de la psicología, que la defina como el conjunto de formas académicas, publicaciones, congresos y problemas específicos (es decir, psicología como lo que hacen los psicólogos diplomados y reconocidos como tales), entonces es una historia ampliada (fundamentada en historiadores de la cultura como Burckhardt, en historiadores marxistas como Plejanov, en historiadores sociales como Febvre y Bloch), una historia integrada con la economía y la sociología, “capaz de bucear en el fondo social y económico y político de los sucesos científicos y profesionales es las más apta para abordar la psicología tal como aquí ha sido definida” (Vilanova, 1997c, p. 20). Y tal historia se ha configurado bajo la influencia “de la sociología de las profesiones y de la historia social, [que] tiende a priorizar los actos públicos de los personajes sociales que encarnan a una disciplina por sobre los antecedentes exclusivamente intelectuales o la producción científica en sí misma” (Vilanova, 1996d, p. 200). Para Vilanova, junto con la historia de las ideas psicológicas “se posee la inexcusable historia de los psicólogos, llena de vicisitudes relevantes a la hora de hipotetizar la génesis de una dirección de pensamiento, de una tradición institucional o de un descubrimiento” (Vilanova, 1996d, p. 200). Por tanto, si se asume la naturaleza en principio socioprofesional del grueso de problemas de los psicólogos argentinos (primeras carreras de grado en facultades no psicológicas, docentes no psicólogos con intereses creados opuestos a la psicología, fomento de una identidad profesional alienada y definida por la negativa, conceptualización subjetivista y filosófica de la ciencia en las academias, debilidad estructural de la investigación, inestabilidad institucional, etc.) entonces “la historia económica y social, más que la historia de las ideas, parece el espacio investigativo adecuado para debatir y confrontar en torno a este tópico [el de la lejanía de las carreras de psicología de Argentina respecto de los estándares internacionales]” (Vilanova, 1996d, p. 208).
Respecto al debate internismo-externismo en historia y sociología de la ciencia (Shapin, 1992), en ciertos momentos de su obra Vilanova explicita que la división entre factores ‘internos’ y ‘externos’ es heurística, alineándose con una historiografía crítica respecto del modelo ‘biológico’ (en términos de Danziger, 1984) de la ciencia, donde el ‘cuerpo’ científico sería ‘influido’ por cuestiones sociales ‘externas’ (Vilanova, 1995c; 1996d). Sin embargo, en el grueso de los documentos aquí analizados el autor mantiene la distinción referida. Esto implica la conceptualización de la ciencia como un cuerpo social con límites relativamente claros respecto de otras formas culturales, con las cuales no se confundiría y sobre las cuales no se difuminaría (Vilanova, 1988; 1990a; 1990b; 1993a; 1993b; 1998d; 2001a). En tal sentido, podría pensarse que, contra las formas más radicales de la sociología de la ciencia y de los estudios sociales que defienden la inexistencia de factores ‘externos’ a la ciencia y que postulan un continuo entre ciencia y sociedad, Vilanova sostiene una perspectiva moderada en el debate internismo-externismo. Esto no implica desconocer, como ya se desarrolló, que para el autor una de las características centrales de la ciencia como empresa de producción de conocimiento lo sea su naturaleza y dinámica social y grupal -de ahí el énfasis en el escepticismo organizado-.
3. Los determinantes sociales, políticos, económicos y culturales de la psicología contemporánea. La elección de una historia social para indagar el desarrollo de la psicología responde, como podría suponerse, al implícito de que toda psicología, en tanto discurso con pretensiones de cientificidad (incluso la psicología contemporánea) también se halla modulada por incidencias ‘externas’ que permiten la configuración de perfiles típicos y característicos en la psicología en las variadas regiones del globo. Esta idea destaca que las diversas culturas inciden en las diversas ‘psicologías’ (un fenómeno conocido como indigenización: Pickren, 2009) pero más importante, subraya “la condición determinante de los factores históricos, económicos y políticos que conforman el suelo real del cual el saber científico es floración” (Vilanova, 1990b, p. 1).
De acuerdo a Vilanova, y en el contexto del desarrollo de la psicología desde la segunda guerra mundial hasta el cambio de milenio, las líneas motrices de la ciencia de la mente y del comportamiento “obedecen, como las del resto de las ciencias, a los factores económicos, sociales y políticos que todo lo motorizan” (Vilanova, 2000c, p. 372). Al igual que en su perspectiva historiográfica (simultáneamente internalista y externalista), Vilanova reconoce que existen vectores de desarrollo disciplinar internos (óntico-epistémicos) y externos (socio-profesionales). Y es precisamente la sociología del conocimiento la disciplina que deberá analizar la segunda clase de vectores que llevan a mutar a la psicología: “la sociología del conocimiento y la de las profesiones, a su vez, dan cuenta de una separación acelerada entre las tradiciones científica y profesional todavía convivientes dentro de la disciplina –y determinantes, incluso, de la estructura de los planes de estudio de grado” (Vilanova, 2000c, p. 372). Esto cobra más sentido al considerar que Vilanova explicita que en el escenario geopolítico, económico y tecnológico de la sociedad hacia el cambio de milenio los fines de la psicología no son otros más que los fines referidos a la promoción del crecimiento psíquico del hombre: tales fines son “las razones sociales de su existencia” (Vilanova, 2000c, p. 373).
Concretamente, de acuerdo al autor las circunstancias sociales proveen al científico de i) los problemas con los que deberá tratar en sus esfuerzos cognitivos, ii) las fórmulas mentales que utilizará en sus soluciones y iii) los parámetros de verificabilidad de las hipótesis planteadas, en tanto que basadas en las creencias de una cultura (aquí asimilada con la comunidad científica). Esto, sumado al aserto de que “la ciencia llama ‘objetivo’ a aquello respecto de lo cual existe consenso (entre sus cultores)” (Vilanova, 1990b, p. 2) es reminiscente de las fórmulas mannheimianas acerca de que el interés de un individuo, en tanto parte de un grupo preexistente, está  “orientado en un molde de actividad colectiva, el que proporciona no sólo las cuestiones generales sino la hipótesis concreta para la investigación y los esquemas mentales para ordenar la experiencia” (Mannheim, 1966, p. 50). En tal sentido, los grupos de individuos, sus instituciones y sus lenguajes y operaciones constituyen una de las bases existenciales de las creencias y del conocimiento tenido como cierto, tanto para la sociología del conocimiento clásica (Simonds, 1978) como para la sociología de la ciencia mertoniana y post-mertoniana (Medina, 1989). Por tanto, contrariamente a la perspectiva kuhniana (Kuhn, 1968), para Vilanova no sólo las ciencias ‘inmaduras’ estarían determinadas social, política o culturalmente: la psicología contemporánea, tanto en sus énfasis investigativos como en sus implementaciones tecnológicas, es influida por diversos fenómenos socio-culturales. En este sentido, Vilanova coincidiría con las críticas historiográficas y metodológicas de otros historiadores como Klappenbach (1995b; 2003c) y el ya citado Wolman (1971) a la propuesta kuhniana, en dos puntos: primero, al distanciarse de la posibilidad de una aplicación directa de la filosofía de la ciencia kuhniana sobre la psicología ante la ambigüedad de algunos de los conceptos de aquella y ante el poco grado de ajuste entre las prescripciones de dicha filosofía y el desarrollo y los avances reales y efectivos de la psicología, optando en cambio por una consideración heurística de ciertas nociones kuhnianas (como el de ‘matriz disciplinar’) con la finalidad de ordenar y reconstruir el pasado disciplinar. Segundo, en rechazar la noción (que se sigue de la aplicación estricta de cierta interpretación de la filosofía kuhniana) de que la psicología, a partir de su historia y de su panorámica actual, se encontraría en una etapa pre-paradigmática y que, por tanto, constituiría una ciencia inmadura.

4. Conclusiones

Los datos hallados permitirían concluir que Vilanova representaría un caso concreto de recepción activa de ideas y perspectivas propias de la sociología del conocimiento y, en menor medida, del ‘giro social’ de la historiografía de la ciencia. Tal recepción podría sin embargo calificarse como difusa, indicada en la mayoría de los documentos relevados a través de expresiones generales y en definiciones sintéticas sobre las premisas y objetivos que desde los años ’60 se imputan a la sociología de la ciencia. Pero a su vez, esta recepción ‘difusa’ podría concebirse como consecuencia del estilo ‘ensayístico’ del grueso de los escritos de Vilanova y no como expresión del desconocimiento de los programas sociológicos de los estudios de la ciencia, dado que algunos de dichos programas son de hecho mencionados y detallados en publicaciones del autor. En tal sentido y con fines expositivos, los usos de la sociología del conocimiento verificados en la obra psicológica de Vilanova podrían concebirse de forma tripartita y complementaria: como una disciplina cuyo estudio es la emergencia, desarrollo y autorreproducción de las profesiones (una sociología de las profesiones, en especial de la psicología), como un programa para el análisis de las raíces sociales del conocimiento científico, y como un insumo del análisis psicosociológico de la ciencia, de los grupos profesionales, de las instituciones e incluso de las universidades y carreras de grado.
Percibido y autopercibido como historiador de la psicología, es en la historiografía de la psicología donde Vilanova habría recurrido de forma transversal y constante a interpretaciones sociológicas de la ciencia. Así, lo explicitado en el párrafo anterior también se aplica a la reconstrucción de la historia de la ciencia: la sociología del conocimiento constituiría en Vilanova una de las múltiples –aquí no indagadas- filosofías de la ciencia asumidas como idóneas para reconstruir el pasado disciplinar. Las constantes referencias del autor a una historia social de la ciencia y de la psicología serían así historias culturales (en un sentido amplio) informadas por psicólogos-historiadores (Brozek, Buss, Danziger) partidarios de una interpretación contextual y externalista del nacimiento y desarrollo de la psicología. De esta forma, y complementando lo argumentado por estudios previos, el énfasis en una historia social de la psicología en la obra del autor no provendría exclusivamente de la historiografía social francesa, sino en igual o mayor medida de marcos conceptuales diversos: los de la sociología del conocimiento y de las profesiones incorporada en la historiografía crítica de la ciencia de autores arriba referidos.
Las investigaciones históricas de autores como Danziger y Buss, en tanto que ellos fueron protagonistas de la renovación historiográfica de la psicología hacia los ’70 y ’80, se hallarían más cercanos en cronología, contenido y afinidad temática a los planteos de la sociología de la ciencia y de la ‘nueva historiografía de la ciencia’ surgida hacia los años ’70 y presentes en la obra de Vilanova, que la historia social de los Annales, usualmente confinada al conjunto de las ‘ciencias sociales’ y de acuerdo a lo que tal expresión colectiva aúna y engloba, especialmente en los países francófonos. En cualquier caso, ambos marcos teóricos se constatan mencionados y referenciados en los documentos aquí relevados.
En trabajos específicos, Vilanova (1997d; 2000b) critica la falta de rigor, la parcialidad y el bizantinismo de cierta historiografía y meta-teoría de la psicología producida por autores sin entrenamiento ni estudios o conocimientos sistemáticos sobre psicología (especialmente por filósofos, biólogos y psiquiatras). En el contexto de esta crítica a la historiografía outsider sin sensibilidad sobre los tópicos que aborda, sus problemas y sus pormenores, considerando la historización de la psicología como ejercicio empírico de reflexión disciplinar, y más allá de la inclusión de referencias explícitas a sociólogos o historiadores de la ciencia, entonces puede hipotetizarse que la constatada ausencia de citaciones a sociólogos o historiadores no psicólogos implicaría una elección consciente y deliberada. En otras palabras, la opción de Vilanova por una historia social entendida como una historia empíricamente fundamentada sobre autores, teorías y metodologías propuestas y debatidas por psicólogos formados, diplomados y percibidos como tales puede haber implicado un énfasis mayor en las historias y epistemologías de la psicología realizadas por los representantes de la propia ciencia en desmedro de historias de outsiders, enmarcado esto en un contexto local de recepción tardía de los autores y las corrientes historiográficas indagadas aquí (recepción limitada en algunos casos por restricciones tecnológicas epocales muy marcadas). Esto permitiría explicar al menos en parte los resultados aquí expuestos.
Finalmente, cabe destacar que de acuerdo a lo expuesto, Vilanova parece haber considerado al análisis socio-cultural de la ciencia como una herramienta crítica para el mejoramiento de la propia psicología. En la historiografía de la psicología hacia los años ’90 se planteaba como problema que

aun cuando el historiador de la psicología recurriera a la metodología y a los conocimientos de la historia, aun cuando necesitara abandonar el suelo epistémico de la psicología para entrar en diálogo con disciplinas conexas como la historia de las ciencias, la historia de las ideas, la epistemología, la sociología del conocimiento y la filosofía, aun cuando todo ello constituyera un momento imprescindible en la conformación del campo de la historia de la psicología, finalmente se haría necesario retornar al campo de la psicología, para que el conocimiento crítico así adquirido, posibilitara reformular los desarrollos teóricos de la psicología (Klappenbach, 2000a, p. 258. Énfasis agregado).

Dada la preocupación constante de Vilanova acerca del desarrollo e infradesarrollo de la psicología, sus análisis del pasado y presente de la psicología (local e internacional) podrían considerarse como ejemplares del movimiento de retorno considerado como necesario por Klappenbach (2000a) para un replanteo crítico de la psicología. El análisis socio-histórico de la psicología parece constituir una herramienta para el diagnóstico y mejoramiento de la psicología nacional, la cual ha sido (y mayoritariamente continúa siendo) estructuralmente frágil, profesionalista, monoteórica, recusatoria de los desarrollos internacionales y autorreproductora de un grupo profesional desacompasado del avance de la ciencia y de las demandas sociales. El móvil de una historia social lo constituiría el “identificar y remover las causas que nos llevaron a producir, durante decenios, frutos que no conocieron flor” (Vilanova, 2003, p. 3).
De acuerdo a estos hallazgos, y como complementos futuros de los mismos, se proyectan estudios sobre la producción inédita, o en todo caso la grey literature (fuentes publicadas de difícil acceso), de Vilanova. A su vez, se proyectan investigaciones pormenorizadas sobre fenómenos y dimensiones cienciométricas de la obra del autor, como por caso su participación en ‘colegios invisibles’, la existencia de patrones de citación en sus trabajos, y la caracterización del tipo, autoría y obsolescencia de la literatura citada en sus artículos.

Nota de autor

La presente investigación fue expuesta como trabajo libre en las XXVII Jornadas de Epistemología e Historia de la Ciencia en Noviembre de 2016 en La Falda, Córdoba, Argentina. Una versión preliminar del análisis de datos fue comunicada en la II Jornada de Historia del Campo Psi en Agosto de 2017 en Córdoba, Argentina. Agradezco a Fernando Ferrari la invitación a este último foro, y a Ana Ostrovsky, Cristina Di Doménico, Hugo Vezzetti, Alejandro Dagfal, Miguel Gallegos, Fernando Polanco y Hernán Scholten sus comentarios y críticas en torno a la versión expuesta en dichas Jornadas. Las conclusiones son mi responsabilidad. El autor es miembro del grupo de investigación "Historia, enseñanza y profesionalización de la psicología en el Cono Sur" y docente por concurso de oposición y antecedentes de la cátedra “Historia Social de la Psicología” de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

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Citar este artículo como: Fierro, C. (2018). La historia entre la sociología y la filosofía de la ciencia: sociología del conocimiento y ‘nueva’ historia de la ciencia en la historiografía de la psicología latinoamericana a través de la obra de Alberto Ramón Vilanova (1942-2003). Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento, 10(1), 22-42

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