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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.4 no.4 La Plata jul./dic. 2003

 

Nuevas iluminaciones en las sombras bio­gráficas de Alejandro Sawa - Max Estrella (1892-1896)(1)

 

Pura Fernández

Instituto de la Lengua Española. CSIC. Madrid

 


Resumen

Las nuevas noticias referidas a la biografía de Alejandro Sawa propor­cionan datos de gran interés para desentrañar las andanzas de la bohemia Hispanoamérica en el París de finales del siglo XIX, a la sombra de la Casa Editorial Garnier y de las tertulias presididas por P. Verlaine, así como para descifrar las claves históricas diseminadas por Valle-Inclán en Luces de bohemia, homenaje póstumo a la memoria del introductor de las novedades literarias francesas en la cultura española de fin de siglo, Alejandro Sawa - Max Estrella.

Palabras clave: Alejandro Sawa; R.M. del Valle Inclán; Luces de bohemia; Bohemia y literatura siglos XIX/XX; Epistolario

The ultimate news referred to the biography of Alejandro Sawa provide data of great interest to ascertain something upon the affairs of the latin-american bohemian in the late XIXth. Century Paris -under the shadow of the Casa Editorial Garnier and of the gatherinies presided by Paul Verlaine-, as well as to decipher the historical keys disseminated by Valle Inclán in Luces de Bohemia, a post-mortem homage to the memory of the introducer of the French literary novelties in the end of century Spanish culture: Alejandro Sawa-Max Estrella.


 

A Carmen Calleja, fiel y generosa custodia sawiana

Acosado por el dolor de graves y añejos padecimientos y enclaustrado en su domicilio de la madrileña calle del Conde Duque, Alejandro Sawa, en una agónica carta dirigida a Rubén Darío con fecha de 31 de mayo de 1908, se resiste a que otras sombras similares a las que le acosan en su ceguera -las impuestas por el desamparo del público y por su propio silencio literario- acallen su andadura de bohemio impenitente y, presa de este temor, clama:

¿Es que un hombre como yo puede morir así, sombríamente, un poco asesinado por todo el mundo y sin que su muerte como su vida hayan tenido mayor trascendencia que la de una mera anécdota de sociedad y rebeldía en la sociedad de su tiempo? (Álvarez, 1963: 66).

Alejandro Sawa se convierte, así, en profeta de su propia desventura historiográfica, de la que es rescatado por la transubstanciación literaria valleinclanesca que, de esta guisa indirecta, lo restituye a los territorios de la literatura y a los anales de la bibliografía. Leyenda y paradoja se entrecruzan como inevitables mojones en la singladura vital de Alejandro Sawa-Max Estrella, presos ambos entre los márgenes de la fábula construida por sus exégetas y los silencios impuestos por su propia inconstancia creadora, sólo conjurada durante la etapa de militancia naturalista, en que las prédicas zolescas acerca de la profesionalización del arte llevaron al joven sevillano a publicar en cuatro años seis novelas, algunas de ellas de gran extensión.(2)

Numerosos cronistas finiseculares y la máscara teatral sawiana, Max Estrella, trazan un rastro, a menudo impreciso, de las andanzas del autor de Iluminaciones en la sombra por el París de la última década de la centuria y de su postrer reencuentro con la sociedad literaria madrileña mas, tal y como refiere el propio Sawa, solo quienes se deleitaban escuchando su verbo florido pudieron conocer "mis gacetillas tremendas, que serán siempre inéditas".(3) Palabras estas que ratifica Luis Bello al lamentar que: "La vida de Sawa en París no puede escribirla ya nadie, puesto que no la escribió él"(4). Por fortuna, la aseveración del mencionado articulista ha quedado en entredicho merced a la generosa decisión de doña Carmen Calleja, viuda de don Fernando López-Sawa, hijo de Elena Sawa, y heredera del Archivo familiar, que ha sido puesto siempre a disposición de los investigadores. Sólo se ha exceptuado la consulta de treinta y ocho cartas y tres postales en francés que Alejandro Sawa dirigió a su mujer, Jeanne Poirier (Marchéleton, 5-III-1876), durante los años de 1892, 1894, 1895, 1896 y 1898, las cuales, entre poemas de Rubén Darío y Verlaine, entre misivas de E. Gómez Carrillo o de R. del Valle-Inclán y fotografías dedicadas de conocidos literatos, han permanecido celosamente guardadas durante más de un siglo, hasta que en 1998 vieron, por fin, la luz.(5)

Tal tesoro epistolar, complementado con nuevas noticias, constituye una fuente inapreciable para reconstruir parte de la biografía sawiana durante estos años de peripecias ignotas pero, sobre todo, permite bosquejar la etopeya íntima de quien escribe transido de amor marital, inflamado de cariño paterno o arrebatado por el padecimiento de sus muchas dolencias. Asimismo, las cartas de Alejandro Sawa facilitan la realización de la tarea del biógrafo a imagen y semejanza de la que propone el propio escritor como paradigma, esto es, el trascender el mero repaso histórico al evocar la andadura vital de cualquier personaje: "La biografía de todos los hombres [...] -lamenta Sawa- es igual, monótona, desesperadamente igual en sus rasgos generales; nació en tal fecha y murió en tal otra", por lo que se ha de procurar describir "de qué color eran los ojos interiores [...] y cuáles el peso y la calidad de su corazón y su cerebro" (1986: 115).

Tras los escarceos naturalistas y la militancia revolucionaria y anticlerical de su etapa madrileña, iniciada hacia 1878-1879, Alejandro Sawa abandona en torno a 1889 o 1890(6) el solar patrio en un viaje iniciático que le conduce a los cafés literarios de París, posiblemente amparado en el cargo de corresponsal de La Derecha. Diario democrático (1881-1901) de Zaragoza -periódico republicano y órgano de expresión del posibilismo castelarino(7) -, como así se comprueba en la credencial firmada por el director de dicha publicación(8), Enrique Lozano, un carnet sin data explícita, pero en el que se observa que la cartulina lleva impresa en relieve la portada de un número del periódico fechada en la esquina superior izquierda en 1889.

Así pues, la tarea informativa parece encuadrar la decisión de Sawa de emigrar a Francia, viaje que ha dado lugar a tantas lucubraciones y acerca del cual el propio Sawa desmentía que lo realizara "a pie [...] para conocer a Víctor Hugo", sino en tren y "en coche de primera"(9). No obstante, en una carta dirigida a Víctor Balaguer con el objeto de solicitar su ayuda económica -carta redactada probablemente hacia finales de 1891(10) -reconoce nuestro autor que: "Hace un año, para poder vivir me vi provocado ha [sic] marchar a París", si bien la soledad y la nostalgia impulsaron "mi vuelta a España", regreso acompañado de la lucha contra "la enfermedad" y "la carencia de recursos".

La relación de Sawa con La Derecha, diario alejado de los principios de los republicanos federales de Pi y Margall -quien, recuerda nuestro autor, "me ungió con su diestra reverenda"(11) a su llegada a Madrid(12) - y de los republicanos progresistas de Ruiz Zorrilla -con los que colaboró en el periódico El Progreso-, se enmarca en torno a 1889, esto es, un año después de que Castelar,(13) foco de las críticas sawianas, abandonara la política, colaboración periodística que cierra el círculo de las relaciones de Sawa con las diversas manifestaciones del republicanismo restauracionista,que tan amargo desencanto le dejara en el recuerdo.(14) Quizá no tal casualmente coincida su emigración voluntaria con la emprendida por E. López Bago -con quien encabezó la lucha a favor del naturalismo radical y la crítica de la política restauracionista-, quien también hacia 1888 abandonó España en dirección a las repúblicas hispanoamericanas, en busca de mayores libertades.

El artículo "Correspondance latine. Chronique hebdomadaire", que dirige Alejandro Sawa a Ernesto Bark, está fechado en París el 1 de agosto de 1890(15) y testimonia la actividad periodística de nuestro autor allende nuestras fronteras, en aparente concierto laboral con el viajero Bark, colaborador asiduo de la prensa europea, que contesta en alemán con otra crónica a la reseña sawiana sobre el acontecer cotidiano en Francia. Precisamente, la primera carta que Sawa remite a su esposa desde Madrid a París (1, rue de la Harpe), con data de 28 de octubre de 1892, ostenta el membrete de la Agencia Literaria Internacional (Peninsular, 5. Madrid) a la que, tal vez, ofreciera sus escritos.(16) En otra misiva del 2 de octubre del mismo año, nuestro autor comunica a Jeanne que: "Je donne commencement aujourd'hui á la campagne de la Convention par un article au País (17) -et j'espère avoir finí mes travaux d'ici une quinzaine de tours"(18) aunque en una carta posterior, del 16 de noviembre, parece aludir también a otras actividades realizadas durante esta corta estancia en España, iniciada el 27 de octubre y finalizada en noviembre, tales como la preparación de alguna conferencia y otros "affaires" de que daremos cuenta más adelante. Por tanto, Sawa se .inscribe, de nuevo, en el polimorfo ámbito del republicanismo de la Restauración, esta vez de la mano de El País. Diario republicano progresista, en el que parece colaborar como periodista político y, así, la última de las cartas fechada en 1892, concretamente el 16 de noviembre, la redacta sobre papel timbrado del Congreso de los Diputados, foro de obligada asistencia para los redactores de opinión.(19)

La referencia más temprana que Sawa hace de su estancia en París corresponde al recuerdo de la manifestación del 1º de mayo de 1890, a la que acude acompañado "de Emilio Prieto, emigrado en París por la abortada tentativa del 19 de septiembre [de 1886] que dirigió [el general] Villacampa", con el objeto de instaurar la República, como recuerda en Iluminaciones en la sombra (1986: 109). Emilio Prieto, al igual que otros exiliados republicanos como Nicolás Estévanez, ministro que fue de Pi y Margall, figuraba en la nutrida nómina de colaboradores de la conocida casa editorial de los hermanos Garnier, en París, empresarios especializados en el mercado de habla hispana, sobre todo el de Hispanoamérica, e impulsores de grandes empresas colectivas como el conocido Diccionario Enciclopédico de la lengua castellana, publicado en 1895, (20) y en cuya redacción participaron numerosos escritores emigrados en París. Así, Joaquín Dicenta, en su prólogo al libro De mi bohemia (1897) de R. Fuente, relata que este:

Entró en la casa Garnier, comenzó a ganar su pan con desahogo, y allí permaneció tres años haciendo letras y palabras para el Diccionario Enciclopédico, y sufriendo la férula amistosa de Cerolo, en compañía de Bonafoux, de Estévanez, de Prieto, de Sawa, de una multitud de escritores y emigrados españoles [...]. Porque a tal diccionario debían cambiarle el título y llamarlo Asilo enciclopédico de españoles ayunos. (21)

Pío Baroja refrenda tal adscripción de la pluma de Sawa a la anónima empresa de redacción de la obra enciclopédica coordinada por Elías Zerolo, a quien visitó porque

era director en la Casa Garnier de las ediciones españolas... Había dirigido un diccionario, en donde había trabajado Sawa, Fuente, Bonafoux, Gómez Carrillo, Román Salamero y otros.(22)

A. Sawa, que introduce a Rubén Darío y a tantos otros como Gómez Carrillo en los círculos bohemios parisinos, frecuenta el café d'Harcourt, La closerie des lilas y el Franfois I, esto es, cualquier altar donde los artistas oficiaran su ofrenda a la Palabra y la Belleza, como nos recuerda I. L. Lapuya por boca de E. Bark (2001: 48). De la mano de P. Verlaine -del 10 de febrero de 1894 es el poema manuscrito que Sawa guardaba de este poeta-, Charles Morice, Jean Moréas, Gabriel Vicaire, L. Lecardonnel, S. Mallarmé, P. Louys, F. Coppée o Duplesis, Sawa convivía con los integrantes de la gloriosa bohemia de Le chat-noir (1882-1895) y de La Plume (1889-1913), la flor y nata de los cenáculos parisinos. La relación con los artistas franceses apartó a Sawa de su militancia naturalista -agotada en los excesos tremendistas de sus últimas novelas Criadero de curas (1888) y Noche (1888>~ y de la defensa de la literatura social y revolucionaria. Es precisamente en este volumen póstumo, de íntimas memorias, donde Sawa evoca sus sesiones "en el Oratorio", en comunión con la pléyade de poetas "no menos resplandeciente que la pléyade de Ronsard" (p.113), de quienes se distanció tras la muerte de Verlaine en enero de 1896, muerte que marcó su regreso a España. En Iluminaciones en la sombra escribe Sawa: "Hoy cumple años la muerte de Verlaine, y pienso en él, en aquel gran pedazo de mi vida que la eternidad tragó y que no volverá a resurgir si no en mis recuerdos" (1986: 156). Las palabras que dedica a Verlaine -a cuyo velatorio asistió-, bien pueden aplicarse al propio Sawa: "Aquel hombre yaciente fue grande, con la doble grandeza del genio y del dolor" (Ibid; 158).

De la vinculación de Sawa a tareas editoriales como las desempeñadas en la Casa Editorial Garnier, con frecuencia anónimas a pesar de la valía de los colaboradores, también contamos con la mención que hace don Latino de Híspalis en Luces de bohemia -personaje en quien también A. Zamora Vicente ve "al propio Sawa"(23) - cuando, al rememorar su estancia parisina, alude a que: "Traduje algunos libros para la Casa Garnier"(24). I. L. Lapuya, que ingresa como colaborador del Diccionario Enciclopédico de Garnier en 1889, recuerda que

Alejandro Sawa había recibido la misión de añadir a las voces y definiciones del Diccionario de la Academia las acepciones nuevas, tomándolas de donde pudiera (de la lectura de autores que constituyeran autoridad en el lenguaje). Y además debía consignar el régimen. Y de Sawa es uno de esos regímenes curiosos: "Admite para su régimen las preposiciones siguientes: "el: abrir el libro...". (Lapuya, 2001: 78)

Según continúa relatando I. L. Lapuya, en 1889 el impetuoso Sawa, tras un enfrentamiento con otro de los redactores del Diccionario Enciclopédico, en el que Sawa llegó a disparar su revólver, dio por termina da su colaboración con la casa editorial Garnier: "Sawa salió de la redacción y ya nunca volvió a ella" (2001: 82).

Asimismo, en las necrológicas de El Correo, ABC y Heraldo de Madrid, recogidas por A. Phillips (1976: 69, n.12), se menciona a Sawa como traductor de los hermanos Goncourt.(25) Al reflejo de una actividad similar responden también las palabras de H.Rebell, quien agradece al escritor sevillano una traducción de Bécquer y evoca el proyecto de editar entrambos una antología de poesía española.(26) En el epistolario de Sawa a Jeanne Poirier no existen referencias directas a tales trabajos editoriales; no obstante, en una carta del 17 de abril de 1895 escrita a su regreso a París, tras una estancia en Madrid, Sawa evoca "mes autres entreprisses littéraires" cuando enumera las ofertas laborales con que cuenta para hacer frente a la necesaria supervivencia. Así, conocemos que

Le Soir a payé mon article dans des conditions extraordinaires -plus cher que ceux de presque tous les collaborateurs, en me considérant de la sorte comme un des plus forts éléments du Journal.

Tras la entrega del artículo, continúa relatando con entusiasmo Alejandro Sawa, "j'y suis prié d'envoyer tant que je voudrais d'articles a la semaine, et sur tous les sujets qu'il me semblera bien de traiter". Sawa ingresa en la cofradía periodística parisina laureado y generosamente gratificado y, de la mano de Paul Monnet, conoce a uno de los principales redactores del diario Le Matin, "qui m'a engagé a lui envoyer des travaux ayant trait aux affaires et aux hommes de mon pays". Y añade: "Et Le Motín paye le double que Le Soir". La referencia acerca de que la materia abordada en las colaboraciones que le solicitan ha de referirse a personajes y asuntos de España no puede ser más atractiva para estimular futuras investigaciones destinadas a rastrear la presencia sawiana en estos prestigiosos periódicos franceses.

El 27 de junio de 1895 Sawa vuelve a mencionar "mes articles du Soir" como fuente de ingresos y, en sus estancias en Madrid a lo largo de los años de 1892, 1895 y 1896, no cesa de recordarle a Jeanne su compromiso "de m'envoyer journaliérment a Madrid L'Eclair, Le Journal et tous les journaux françáis que je pourrai recevoir lá-bas, chez nous" (2-XI-1892), tal vez para mantenerse regularmente informado de cuanto sucedía en su ausencia y nutrir futuros artículos para la prensa gala e hispana, o bien para constatar la aparición de sus escritos en dichas publicaciones. La perfecta asimilación del bohemio Sawa a la vida y actividad de los cenáculos literarios parisinos, tan aventada por los cronistas finiseculares,(27) unida a la inconstancia creadora(28) que atormenta algunas de sus cartas, pudieron hacer abortar o minimizar el brillante futuro que se le abría en la prensa francesa.

Asimismo, denota el remitente de estas cartas un acentuado interés por los amigos de París, pues de continuo inquiere a Jeanne quiénes la visitan y se interesan por su suerte, así como también reclama noticias más concretas de algunos en particular, por ejemplo si ya han regresado en noviembre de 1892 a París el literato Charles Morice y el pintor Baud-Bovy;(29) este último, junto con "cet excellent" Fariete y Roger Pressat, es varias veces citado en las misivas, al igual que otros personajes como S.Romojara, Andrade, Kuntz, Paul Monnet, Rambosson, Criado, Duorio o Reina, en alusión a cuestiones económicas o simplemente para obtener noticias de sus andanzas, y con este fin solicita Sawa el 3 de noviembre de 1892 a Jeanne: "Dis-le á [Emilio] Carrére de m' écrire. II sera pour moi d'une grande satisfaction".

La estrenada paternidad de Alejandro Sawa inaugura nuevas ansias en sus aspiraciones vitales, y así se lo comunica a su mujer en carta fechada el 16 de noviembre de 1892: "Me sentent très pére, je commence a dévenir ambitieux, et ambitieux d'argent, une chose dont je ne me croyais pas capable". El recuerdo de su hija Héléne, avivado por la contemplación de los pequeños recuerdos que le envía Jeanne desde Francia o por el retrato que de ella encarga a un amigo en Madrid, preside gran parte de las cariñosas expansiones epistolares de Alejandro Sawa, quien se desplaza en 1892, 1895 y 1896 a Madrid o a Spa (Bélgica) en busca de "quelques affaires qui pourront me valoir beaucoup d'argent" (16-XI-1892) y, entre quejosos lamentos por su dolorosa soledad, llega a exclamar: "Quand elle sera grande [Héléne] elle pourra se rendre compte des bátanles que j'ai livrés [...] pour elle et pour sa mere" (s.f.: 9-IX-1896).

A lo largo del epistolario sawiano se revela la naturaleza de los affaires que tanto apasionan y monopolizan el tiempo de nuestro autor. Así, entre las ya mencionadas empresas periodísticas a que alude en su estancia madrileña de finales de octubre y mediados de noviembre de 1892, destaca el riguroso plan personal trazado para hacer prosperar unos negocios que exigen "de ma part un grand calme et comme une sorte de suprème indiference. Ici, plus que jamáis la précipitation pourrai me perdre" (3-XI-1892). Tanto sigiloso afán encubre la actividad a la que se dedicará en cuerpo y alma Sawa durante estos años: el juego de azar. El 5 de marzo de 1895 inquiere a Jeanne si no considera que "je n'ai pas été vraiment inspiré en me venant en Espagne", a pesar de que "nous avons souffert tous les deux [...] de la séparation et de la gêne. Mais puisque nous voilá définitivement arrivés à la fortune [...] ne devons nous donner comme bien employées toutes nos amértures et toutes nos souffranees?" Pictórico, relata Sawa que ha obtenido 10.000 francos para invertir en "mon systhème" de juego. Su partida a París se retrasa hasta el día 9 de marzo a causa de "les rumeurs á chaque instant plus persistantes, de la guerra [sic] avec des Etats-Unis", que han provocado el descenso de las acciones de la banca española, "et l'argent dont je dispose pour jouer, sont de actions de la Banque", para las que ha encontrado un comprador el lunes día 9- Comienza así una azarosa aventura que dirige los pasos de Sawa, previa estancia en París en abril y desde mayo en Barcelona, hacia el Casino de Spa "Cercle des étrangers", donde permanecerá el mes de junio junto a "mon compagnon", llamado Tarible, dueño real del dinero de que disponen para emplearlo en las mesas de juego belgas.

Siete cartas dirigidas a Jeanne dan cuenta de las peripecias sufridas durante el viaje a Spa, "long et lourd comme une periode de malheur" (2-VI-1895), de "la bêtisse" y de la "stupidité effrayante" de los belgas (ibid.), así como de la belleza y la carestía de una ciudad "que vit par les étrangers et pour les étrangers et nous y sommes affreussement exploités" (s.f.: 3 ó 4-IV-1895). Asimismo, el escritor envía las consignas necesarias a su mujer para que oculte su paradero y comunique a sus amigos "Baud-Bovy, Farlete et le docteur, que j'ai été sollicité par mes affaires editoriales en Angléterre et que de la (viá Ostende) j'ai passé en Belgique" (s.f.: 9-VI-1895). En una misiva anterior revela cómo Tarible "se departant de mes instructions et mes conseils est arrivé à perdre plus de 800 francs", en tanto que Sawa gana, ese mismo día, 400 francos, cantidad que aumenta en otras ocasiones pero que no basta para reparar la pérdida de 3-400 francos de su compañero el 5 de junio, quien, en definitiva, es el propietario del capital. Sawa, profeta del desastre que se avecina, idea la creación de "un fond de réserve" personal y, subrepticiamente, envía a Jeanne parte de las cantidades ganadas -más de seiscientos francos- "en travaillant le jour et la nuit" (6-VI-1895) para que liquide sus deudas de alojamiento. Tarible decide dejar a Sawa como jugador único, pues "il a perdu tout ce qu'il avait, plus me partie de mes gains" (ibid), lo que espacia el envío de las cartas y dilata el regreso a París hasta finales del mes de junio: "Le fou [Tarible], que c'est le maître, continue a faire des folies. Le malheur inéxprimable de tout cela! Nous vivons sur ce que je gagne quotidiennement" (s.f.: 9-VI-1895).

Como empecinado jugador, Sawa, a pesar de los pobres resultados obtenidos en su lúdica empresa, revela a su mujer que aún tiene

l'espoir, tres fondé, de voir incesamment changer tout cela, grâve a l'étude que j'ai fait des tables de jeu à Spa. Parceque [...] chaque table á son tempérament, sa physionomie [...] á l'égal d'une personne (10- VI- 1895).

Con los cuatrocientos francos que le debe Tarible, quien además, asegura Sawa, "me fixera une petite pensión de 150 ou 200 francs par mois", y "mes articles du Soir", podrán vivir una temporada "sans inquiétude en attendant des temps meilleurs" (27-VI-1895). Alejandro Sawa, meses después, comunica a Jeanne que, a pesar de su deplorable estado de salud, que le ha obligado a residir en España: "Je n'ai par cessé d'étudier a Madrid comme lá-bàs, mon systhéme, et je t'affirrne qu'il est absolu" (2-II-1896). Su extraordinario entusiasmo logra que, tras "célébrer des conférences, voir beaucoup de monde", de nuevo, uno de "mes bons amis de Madrid [...] met à ma disposition 10.000 francs" para jugar en Spa. Ruega Sawa a su mujer que resista en su precaria situación hasta su llegada, pues tampoco él dispone de dinero y no considera conveniente revelar una penuria que puede espantar a su amigo inversor: "je ne veux rien demander avant mon départ. Je pourrais tout risquer en afissant autrement". Es necesario afectar solvencia y calma para no dar al traste con una empresa que le ha apartado de otras actividades y, así, justifica ante Jeanne el motivo por el que "je n'ai pas écrit aux joumaux de Paris", con los que colabora regularmente. En el siguiente mensaje epistolar, redactado un día después, un Sawa desesperado, que cifra su deplorable situación en los designios de "la destinée", confiesa que "j'ai tout perdu, tout, tout [...] dans un autre Casino oü j'avais rendez-vous avec Mr.Clement" (3-II-1896).
Tal vez los nuevos desaciertos de la aventura en el juego sean los que impulsen a Sawa a instalarse en Bercy (Seine, Francia) en la primavera de 1895 para reorientar el curso de sus andanzas, o al menos a tales conjeturas nos conducen las tres misivas enviadas sin data a Jeanne desde esta localidad, en las que confiesa los infructuosos resultados de su reclusión: "Cet imposibilité de production m'alarme chaqué fois davantage et je commence à criandre me deliquescence du cerveau". A pesar de los transportes casi místicos que la visión de la Naturaleza le provoca(30) y de que "je suis tout a fait consacré a mon oeuvre", la realidad cotidiana contradice sus ansias de creación literaria: "J'ai trouvé de très grandes dificultés pour commencer le livre. Mais c'est une affaire d'habitude et je crois pouvoir arriver dans le délai préfixé par moi même". No existen noticias de que tal libro se publicara, más bien parece tratarse de un nuevo y fallido proyecto sawiano quien, desde la edición de tres novelas en 1888, no volvió a dar a la luz un volumen, ya que Iluminaciones en la sombra, colecta periodística vertebrada en torno a un mismo espíritu de evocación biográfica, apareció póstumamente en 1910.

Tras la pérdida de su capital, lejos de desistir en el empeño de descubrir el arcano del éxito en el juego, Sawa, entre planes para llevar a Jeanne y a Hélène a Madrid para después partir con aquella a Bélgica -proyectos frustrados por cuestiones económicas- prepara su viaje a Spa, vía París, no sin antes advertir a su mujer que no revele sus planes a los amigos y conocidos. Superada la fase aguda de sus dolencias, y una vez establecidas en Barcelona (calle del Gobernador 10, principal) su mujer y su hija,(31) como escala en su desplazamiento definitivo a Madrid, Alejandro Sawa parte a finales de julio de Cataluña y se reúne en París con el matrimonio del Solar y su hijo, que son quienes financian la expedición a Spa. En esta ciudad, el 2 de agosto de 1896, Sawa franquea una dolorida carta en donde expone el nuevo fracaso obtenido durante su corta estancia en el Casino: "vigilê" en todo momento por la familia del Solar, la humillación y la ira de tal trance le hicieron perder el primer día tres mil francos en las mesas de juego, adversidad que impulsó a sus acompañantes a abandonar el país, no sin antes colmar a nuestro bohemio de injurias y abandonarlo a su suerte en Spa: "toi a Barcelona, moi au Nord de l'Europe, et toi et moi, sans avoir de quoi faire face aux besoins les plus impérieux de la vie". En esta última carta conservada de su paso por Spa en 1896, un Sawa rendido por el infortunio "de mon triste pélérinage" idea solicitar un préstamo a una dama española que se encuentra en Spa: "Et au cas d'un réfus, je serais obligé de demander a l'administration du Cercle [des Étrangers] mon viatique, cést-á-dire les frais de réimpatriation, mais cela m'est honteux".

Estos episodios de la biografía sawiana arrojan nueva luz sobre los últimos escritos compilados por el propio autor para el volumen Iluminaciones en la sombra. En efecto, Sawa evoca una sobremesa en Barcelona integrada por "hombres fuertes, bien dotados de intelectualidad" (1986: 125), y tales palabras dan paso a un relato que "uno de nosotros contó" y que se sitúa en Dineut, un pueblo belga con un casino de juego, en cuyas mesas de ruleta, continúa el narrador, "cometí la torpeza y tuve el mal sino de dejarme el producto total de las conferencias que acababa de dar en Bélgica y Holanda" (1986: 127). Sin amigos que contestaran a las desgarradas súplicas de sus cartas -prosigue el contertulio-, un pródigo y elegante desconocido, que afirmaba jugar para entretenerse porque "juego a la vida por divertirme, y gano, gano siempre, porque lo desprecio ¡todo!", le ofrece desempeñar el cargo de secretario particular, ya que "usted escribe literatura y yo la hago" (ibid.: 127): "Vertiginosamente. Así vivimos durante seis meses [...] a través de Europa" (ibid.: 128), hasta que el azar revela que el cosmopolita y misterioso personaje es un ladrón y un asesino.

Fabulación y realidad se transmutan en el relato, donde se menciona el periplo turístico que llevó a los dos hombres a ciudades como París, Venecia y Ginebra,(32) y en el que el protector del cronista recuerda al "homme tres délicat et très élegant" (15-IIÍ-1895) que acompaña y financia la aventura de Sawa en Spa y a quien éste se resiste a alojar en el mismo hotel donde residen Jeanne y Héléne, a lo que al fin accede, no sin antes insistir para que el patrón disponga "la plus belle chambre de son hôtel" (4, rué Vaugirard). En esta misma calle, en pleno Quartier Latin, en el hotel Lisboa vivía Gómez Carrillo en 1893, y en el número 8 E. Bark e I. López Lapuya a comienzos de la década de 1890. Bohemios españoles y franceses compartían un estrecho círculo de calles y de modestos hoteles del Barrio Latino, en armónica convivencia; así, Sawa, en sus primeros meses en París habitaba en la calle de Monsieur le Prince, cercana al Boulevard de Saint Michel, en el mismo hotel que L. Lecardonnel, muy próximos a la Plaza del Panthéon, donde se alojó V. Blasco Ibáñez en 1889-1890 cuando se exilió de España por su actividad política.

Sawa refiere en Iluminaciones en la sombra que "mi vida transcurrió fuera de España -en París generalmente-, y a esa porción de tiempo corresponden los bellos días en que vivir me fue dulce" (1986: 177), a pesar de las incertidumbres derivadas de su azarosa vida, vida que decide enderezar por un camino más acorde con las responsabilidades asociadas a la paternidad y con su propia personalidad artística y así, en la carta enviada desde el Casino de Spa en agosto de 1896, abandonado a su suerte por sus protectores, declara a Jeanne:

L'etat present de mon esprít, le voici: ma grande tristesse n'enleve ríen á mon énergie d'action, et puisque le jeu m'a fait constamment tant de mal, je suis resolu à ne plus m'en occuper, et à suivre la large voie qui m'était marqué [...]. Etre un homme de lettres, un artiste de la parole, sans jamais me detourner de cela. Je te jure, dans ce moment de infini détresse, et solennel pour cela même, que je ne recommencerai plus, que c'est bien finí pour le jeu [...] et que nous serons sauvés par la volonté et par le travail (2-VIII-896).

En otras ocasiones, Alejandro Sawa, abrumado por un presente incierto que ha de conjurar día a día y que le hace exclamar que "l'inquiétude constante doit être loi de ma vie" (19-11-1896), se esfuerza por apuntalar el ánimo de Jeanne con optimistas imprecaciones del tipo de "nous irons bien, tu verras, je conquirais le monde" (17-IV-1895), "je me sens chaque fois plus capable de faire de grandes dioses" (ibid.)

Asimismo, conviene recalar en las alusiones que Sawa vierte sobre su estado de salud, pues es una referencia constante en este corpus epistolar y explica, en buena medida, las separaciones maritales que se inician en octubre de 1892. En esta ocasión, ocupado por compromisos laborales, nuestro autor revela que el cambio de aires y, sobre todo, los compuestos químicos del agua madrileña han menoscabado su maltrecha salud (28-X-1892). Pero es a partir de las cartas enviadas en 1895 y 1896 cuando, tomando prestada una frase de Iluminaciones en la sombra, "el dolor se torna en protagonista" de la vida sawiana (1986: 204), en liza constante con el padecimiento físico y con la agonía moral de quien cifra su lucha por la supervivencia en los avatares de un destino marcado por la improvisación diaria y la pasión por el juego.

Hacia noviembre de 1894, y para evitar los rigores del invierno galo, Alejandro Sawa prepara su viaje a España por prescripción facultativa, estancia que repite en 1895 y, ya en Madrid, transmite su optimista seguridad acerca de que, tras pasar cinco meses postrado en su lecho parisino, "je crois pouvoir guerir radicalement de ma maladie sans autre médicament que le soleil et l'air de ce pays incomparable" (27-I-1896). No obstante, en los días inmediatos a la redacción de esta carta, a su enfermedad se le sumó "une attaque de grippe qui a pu mettre ma vie en danger" y que mermó considerablemente sus fuerzas, aunque, como bien señala: "je suis si habitué à souffrir que cela ne me fait pas grande chose" (2-II-1896). Durante el mes de febrero de 1896, a pesar de los celosos cuidados maternos, nuestro autor acusa diariamente una mayor debilidad física que le hace caer desvanecido en plena calle y sufrir un estado agónico, plagado de ataques de asfixia y de febril delirio, que le retiene en Madrid contra su voluntad (9-III-1896).

El día de su cumpleaños, el 15 de marzo de 1896, Sawa, poseído de "affreuses crises de douleur", reclama la llegada de la muerte porque, explica a Jeanne: "c'est que la douleur même a ses frontières, et qu'au déla commence la región des ténèbres, les pays de folie" (15-III-1896). La región de las tinieblas y el país de la locura a donde Sawa se verá arrojado, como ángel caído y visionario, en los últimos años de su vida. Valle-Inclán comunica a Rubén Darío que: "El fracaso de todos sus intentos para publicarlo [el volumen de Iluminaciones en la sombra] y una carta donde le retiraban una colaboración de sesenta pesetas que tenía en El Liberal, le volvieron loco en los últimos días" (Álvarez, 1963: 69). Prudencio Iglesias (1909: 91) recuerda que fue el 18 de febrero de 1909 cuando Sawa "amaneció completamente loco", y esas delicuescencias de su cerebro a las que alude en su correspondencia con Jeanne Poirier, sus pavorosas neuralgias, parece que le hicieron presagiar el desequilibrio final de sus días, como confiesa en Iluminaciones en la sombra:

Prefiero el hambre al insomnio, porque prefiero la muerte a la locura. Yo sé que la demencia aguarda al otro extremo de las noches sin sueño y sin ensueño, al final de la negra carretera en que se pisa un polvo de cuenca hullera, en que el aire se solidifica, en que el silencio se oye y en que la pesadilla ocupa la plaza del pensamiento. (Sawa, 1986: 148)

Alejandro Sawa, entre lamentos provocados por sus problemas artríticos y por las terribles neuralgias que le dominan durante días y que trata de neutralizar con sulfato de quinina (2-VI-1895), desgrana en las cartas sus temores íntimos en lo tocante a los males que le aquejan; el olímpico Sawa, amenazado por una persistente cojera, confiesa que su mayor espanto radica en pensar que quedará impedido y, con angustioso acento en el que aflora su orgullo personal, impreca: "Est-ce qu'ayant été Sawa tout simplement, ou Sawa avec un adjectif flatteur, je ne'devien ormais pas Sawa le boiteux?" (s.f.: 9-VI-1895). Presagian estas dolencias su prematura muerte, precedida de una lenta agonía que redujo sus antaño bohemios pasos a los límites estrictos de su casa, como el mismo Sawa refiere epistolarmente a su amigo Rubén Darío el 31 de mayo de 1908:

además de ciego estoy, va ya para dos años, tan enfermo, que la frase trapease de nuestro gran Villiers "mi cuerpo está ya maduro para la tumba" es una de las más frecuentes letanías, en que se diluye mi alma.(33)

Así pues, Alejandro Sawa, menoscabadas su fuerzas por el agravamiento de sus dolencias, regresa a Madrid a mediados de enero de 1896, donde permanecerá, al menos, hasta finales de marzo, para gestionar la instalación definitiva de su familia en España y asegurarse compromisos profesionales que le permitan subsistir cómodamente. La prensa anuncia la llegada de tan "distinguido escritor e ilustrado periodista" e informa de "que se propone permanecer en España una larga temporada, [y] desempeñará aquí el cargo de corresponsal postal y telegráfico de Le Soir" (El País, 25-I-1896). Según relata a su mujer, sus jornadas madrileñas certifican su empeño redentor, pues tras desayunar en la pensión, "je travaille dans des labeurs littéraires et dans ma correspondance de 7h. du matin à llh. Je fais des visites et me promène en prenant mon bain de soleil de llh. à lh.". Tras comer en la casa materna, regresa a su domicilio cuando anochece y, ya en la cama, cena lo que le envía su madre con la sirvienta (3-II-1896). Con enternecedor entusiasmo, Sawa desgrana detalles acerca de las expansiones íntimas de sus familiares, tan deseosos de conocer los retratos de su mujer y de su hija y de escuchar noticias en torno a ellas que se siente "absorbe et même monopolisé par eux", sobre todo por su hermana Esperanza y por su madre: "C'est d'elle même qu'est partie l'idée de te faire venir ici entre nous, le plus tôt possible" (27-I-1896). Por cumplir "une promesse et le desir formel de ma mêre" (12-II-1896), Sawa propone a Jeanne que contraigan matrimonio, y tal propuesta se consuma probablemente en París, tras el regreso de aquel en la primavera de 1896, pues Dª Carmen Calleja conserva una invitación para tal ceremonia, aunque sin data alguna, así como un acta donde se registra la celebración del enlace religioso que, in articulo mortis, se desarrolla el 9 de mayo de 1908 en el último domicilio del escritor, dado su deplorable estado de salud.

La obligada permanencia de Jeanne y de Hélène en París durante los primeros meses de 1896(34) y en Barcelona desde abril, retenidas por las deudas, lleva a nuestro autor a definir su vida en Madrid como

un calvaire inoui, affreux, tout plein d'épouvantes, c'est une via~crucis de déceptions et de fatigues surhumaines, ce qu'il m'a fallu parcourir, le sourire aux lèvres et l'angoisse au coeur, avant d'arriver au résultat où nous sommes (s.f.: h.19-XI-1896).

Por fin, hacia finales de septiembre de 1896 consigue Sawa instalarse en Madrid con su familia, en un momento en que Jeanne está nuevamente embarazada; el futuro padre requiere noticias acerca de "les mouvements que tu commençais à sentir dans le ventre, avis", para confirmar "que tous les autres sympthomes de grosesse, continuent" (ll-IX-1896), pleno de esperanzas por la nueva situación, pero también herido por el desequilibrio constante entre sus previsiones y los logros derivados de sus inconstantes afanes.

Las prescripciones médicas, los resultados aciagos del juego, la nueva paternidad y las brillantes expectativas laborales avistadas en sus estancias en Madrid, dirigen azarosamente los pasos de Alejandro Sawa y su familia a la Villa y Corte. Meses antes, el 12 de febrero de 1896, nuestro autor revela que el diario parisino "Le Matin vient de m'écrire en me demandant des correspondances, et à Madrid où j'ai été reçu comme un prince du sang j'ai tous les journaux ouverts devant moi". En la siguiente misiva, Sawa confirma a Jeanne que cumple su compromiso de entregar uno o dos artículos diarios a El País, a pesar de su mermada salud, labor a la que ha de unir otro compromiso, esto es, "je sois obligé d'ecrire à mois seul son journal [de Miguel Sawa] Don Quijote [...] et tout cela, naturellement, gratis, pour lui rendre service" (14-II-1896); tal noticia tiene una extraordina-ria relevancia, y responde al hecho de que Miguel, el hermano al que Sawa recurre de continuo en sus momentos de angustia económica,(35) se ha convertido en el héroe político del día en España, a costa de dar con sus huesos en prisión: "Mon frère Michel est depuis trois jours en prison, comme detenu politique, a cause de la manifestaron revolutionnaire de l'autre jour", manifestación de la que se ha ocupado ampliamente la prensa internacional, según informa el autor de la carta. Tal vez estas labores de periodismo intensivo se recuerden en Luces de bohemia a través de las palabras del redactor jefe de El Popular, don Filiberto, quien manifiesta: "Tengo que hacerme solo todo el periódico" (escena VII).

El 19 del mismo mes de febrero, Sawa amplía el alentador cuadro de sus expectativas laborales al transcribir la propuesta que le acaban de hacer unos amigos, esto es, convertirse en el director de El País, diario en que colabora con frecuencia, a lo que se unen, en septiembre de 1896, dos nuevas ocupaciones: elaborar crónicas para El Liberal e ingresar en la plantilla de El Heraldo de Madrid -y apostilla Sawa, "un des plus importants journaux d'Espagne"- como redactor con sueldo fijo, "et tu comprendras alors le grand changement de position qui nos attend" (ll-IX-1896). En Luces de bohemia, Don Filiberto, redactor jefe de El Popular, menciona a N.Díaz de Escovar como cronista de El Heraldo de Madrid (escena VII), tal vez como homenaje a la amistad que le unió con Sawa-Estrella, amistad que pudiera franquearle el paso como colaborador en dicho periódico, habida cuenta de que Sawa continúa reclamando la ayuda de su viejo amigo malagueño cuando regresa de París y se instala provisionalmente en Barcelona en 1896.(36) El Heraldo de Madrid, precisamente el diario que da cuenta de la muerte de la mujer y de la hija de Max Estrella en la última escena de Luces de bohemia.

Las cartas redactadas en 1896 revelan un episodio sorprendente que acontece en la vida de Sawa y que encuentra su traslación literaria en Luces de bohemia, paralelismo que no ha podido ser establecido hasta la lectura del presente Corpus epistolar y que arroja nueva luz sobre la figura de Alejandro Sawa, ahora espoleado por nuevos compromisos familiares y una maltrecha salud. Durante los primeros meses de 1896 en que nuestro autor residió en Madrid para asegurarse medios estables con que mantener a su familia, reconoce que "j'ai aussi un autre registre â toucher, que c'est de voir l'actuel ministre de la Marine, le general Beranger, qui est mon ami et auquel je n'ai pas encoré rendu visite" (19-11-1896), si bien reconoce que apelar a tal recurso le violenta en exceso. Como quiera que Sawa andaba a vueltas con el infalible sistema de juego que le procuraría pingües beneficios, y que halló un socio capitalista para acometer tal ilusoria empresa, la entrevista con el ministro, el sevillano J. M. Beranger y Ruiz de Apodaca,(37) "un de mes bons amis", se dilata hasta el día 9 de septiembre, esto es, después de que nuestro autor hubiera decidido abandonar, al menos así lo expresaba, sus ensoñaciones ludopátas. Sawa perseguía la solicitud de "une commission quelconque, c'est à diré un pretexte d'avoir sur le coup 500 ou 1000 francs" (s.f.: 9-IX-1896). Recibido con gran cordialidad por el ministro, este le propone celebrar otro encuentro, pocos días después, para "causer longuement et en tête-à-tête". En la segunda entrevista, relata Sawa, el general le aconseja demandar una plaza en el Ministerio de la Marina o en el de Asuntos Exteriores,(38) solicitud que al punto será aceptada: "il s'agit de quelque chose de fixe et je ne serais pas obligé d'assister à mon bureau tous les tours"(39) (ll-IX-1896). A pesar de tales promesas, no hay trazas, en las últimas cartas conservadas antes del reencuentro con Jeanne, del resultado final de este episodio.

La Escena octava de Luces de bohemia nos presenta a un Max Estrella que, tras sufrir un interrogatorio policial y haber pasado el trance de ser retenido en un calabozo, visita indignado la Secretaría particular del Ministerio de la Gobernación y requiere la presencia del ministro, a quien tilda de "amigo mío, amigo de los tiempos heroicos" (p.112). Ante el asombro de Dieguito García, cancerbero del reposo del invocado político, el ministro no sólo reconoce a este "espectro del pasado" (1972: 112), sino que, después de evocar una juventud de estudios compartidos y sin petición manifiesta por parte de Max, indica que "yo no quiero herir tu delicadeza, pero en tanto dure aquí, puedo darte un sueldo" y "todos los meses te llevarán el haber a tu casa" (p.115). Con su ironía olímpica, Max Estrella apostilla: "No me estaba permitido irme del mundo sin haber tocado alguna vez el fondo de los Reptiles"(40) (p.116). Cuando Max abandona la Secretaría particular de su Excelencia, este acuerda con su secretario justificar tal cantidad tomándola de los fondos de Policía, y añade como postrer comentario: "¡Eironeia!"(p.118).Precisamente esta expresión -"¡Oh, eironeia!"- es el broche que cierra un artículo de Sawa publicado por vez primera en Madrid Cómico (23-VI-1900), "Un destino. Para mi amigo Salamero-Montaigne",(41) dedicado a la figura de un infortunado hombre de letras que ve cómo se malogran, hasta el último momento de su vida, sus ensoñaciones literarias, como sucedió con el propio Sawa.

A. Zamora Vivente (1974: 35) propone a Julio Burell, periodista e intelectual que supeditó su amor por las Letras a su vocación política, como modelo del ministro. Burell, que nombró a Valle-Inclán profesor de Estética en la Escuela de Bellas Artes, fue ministro de la Gobernación entre los meses de abril y de junio de 1917, y de Instrucción Pública en 1918. En Iluminaciones en la sombra (1986: 149), Sawa dedica una amistosa evocación a su amigo J.Burell. Sin desdoro de que Burell, citado en Iluminaciones en la sombra (p.149), sea el trasunto literario del político del esperpento, parece evidente que Valle-Inclán conocía el episodio de la propuesta del general Beranger a Sawa, tema que evoca en esta escena

Asimismo, estas noticias acerca de lo que Sawa define en sus cartas como el poder oculto de "mes influences" tal vez expliquen cierto malévolo comentario reproducido por Ricardo Baroja en su libro Gente del 98, donde de forma encubierta se alude a una visita que Alejandro Sawa realizó al Gobierno civil de Madrid para denunciar la presencia del pintor francés H.Cornuty, a quien tilda de peligroso anarquista sometido a constante vigilancia por el propio escritor, actitud que, según Ricardo Baroja, le proporcionó un notable beneficio: "En el Gobierno Civil señalaron un buen sueldo a quien así velaba por la tranquilidad pública". (42) Frente a este penoso retrato de Sawa, persiste el del artista bohemio, iconoclasta y antiburgués que se prendió con inalterable fijeza en la retina y en el recuerdo de quienes le retrataron, como Manuel Machado, preso también de otra imagen sawiana distorsionada que el episodio de su encuentro con el ministro Beranger pone en cuarentena:

si a Alejandro Sawa le hubieran dicho que se presentara a unas oposiciones, que optase a un premio, que concurriese a un certamen, que solicitase o aceptase, siquiera, un destino del Estado; que escribiera, simplemente, un artículo de actualidad por encargo de cualquier periódico, él hubiera sacudido airadamente su hermosa melena [...], hubiera mirado de arriba a abajo a su interlocutor y hubiera escupido en el suelo con el más olímpico de los desdenes, por toda respuesta.(43)

Lo cierto es que la carta del ministro en que se emplazaba al escritor para una próxima entrevista sirvió, al menos, como aval para que el dueño del alojamiento de Barcelona donde residían Hélène y Jeanne -que desempeñó entre tanto trabajos de comadrona, como se certifica en las credenciales que posee Dª Carmen Calleja- sufriera con paciencia el retraso en el pago de las deudas con él contraídas (11 -IX- 1896). Ambas permanecen en la Ciudad Condal hasta que Miguel Sawa, de regreso de un viaje turístico por Italia, las acompaña hasta Madrid en la última semana de septiembre de 1896, donde un entusiasmado Alejandro ha seleccionado un piso y un hotelito con una huerta y árboles frutales, "à plus de 6 kilométres de la Puerta del Sol" (2-IX-1896), como posibles residencias en su nueva y luminosa vida, vida esperanzada pero, con el tiempo, truncada en sus expectativas, como bien condensa en sus palabras el ministro de Luces de bohemia, emocionado en su recuerdo del Alejandro Sawa joven y pletórico que "era el que más valía entre los de mi tiempo" (1974: 117).

Valle-Inclán, una vez más, introduce claves internas en su obra como criptogramas que revelan un mismo retrato, el de Alejandro Sawa. Así, cuando muere Max Estrella, el cochero que ha de llevarse el féretro reclama le bajen pronto al finado porque "tiene otro viaje en la calle de Carlos Rubio" (escena XIII), noticia que repite en otra ocasión; pues bien, el escritor que ganó a Sawa para la causa del naturalismo radical, E. López Bago (1886: 252), recordó en más de una ocasión la equiparación entre el escritor y periodista revolucionario Carlos Rubio y el impetuoso Sawa: "En España, figúrese el lector que Carlos Rubio vive o que ha resucitado, y tendremos formada por comparación la idea más aproximada a la exactitud [...] de lo que es el estilo de Alejandro Sawa".

La voluntad es la fuerza que invoca de continuo un proteico Sawa, incluso en los momentos más aciagos de su existencia, como el necesario baluarte que le proteja del infortunio y del olvido. En sus tristes y últimos años de agonía y ante un joven R. Cansinos-Asséns (1982: 72) que se deja seducir por su apasionada retórica, Sawa revela la pervivencia de sus ansias creadoras a pesar de la infecundidad de sus últimos años y, al tiempo, asume su devota constancia a los actos que erigieron las estaciones dolorosas de su particular vía crucis vital, para apelar, una vez más, a la voluntad en la que cifra su redención:

Yo tendré una vejez gloriosa como la de Hugo. Al fin tendrán que rendirme el tributo que merezco... [...] sacudiré mi pereza, dejaré de comulgar en el ajenjo, de adorar al hada glauca de Verlaine, escribiré novelas, obras de teatro... y haremos alquimia metálica..., fundaremos revistas, editoriales....

Words, words, words...

Notas

1. Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto de Investigación "El corpus literario del pensamiento heterodoxo en la Restauración (1883-1898): naturalistas radicales, librepensadores, masones y republicanos" financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (Dirección General de Investigación, BFF2001-1028).

2. El mismo Sawa declara en Iluminaciones en la sombra (1986: 176): "En poco más de dos años publiqué, atropelladamente, seis libros". Estos son La mujer de todo el mundo (1885), Crimen legal (1886), Declaración de un vencido (1887), Criadero de curas (1888), La sima de Igúzquiza (1888) y Noche (1888).

3. Carta a Rubén Darío editada por D. Álvarez (1963: 64).

4. "Los malogrados: Alejandro Sawa", artículo publicado en El Mundo (3-III-1909) y citado por A, Phillips (1976: 17).

5. La edición de estas cartas, junto a una que el padre de Alejandro Sawa remite a Jeanne Poirier el 10 de agosto de 1896, se reproducen en Pura Fernández (ed.) "El epistolario inédito de Alejandro Sawa a su mujer Jeanne Poirier (1892-1898)". Una vez más, quiero hacer constar mi sincera y emocionada gratitud a doña Carmen Calleja, por la confianza y la generosidad demostradas al convertirme en la depositaría de estas cartas.

6. Los testimonios de Hermann Bahr sitúan a Sawa en Madrid en 1890, apud H. Juretschke (1948: 519); no obstante, a tenor de los recuerdos de Sawa de "aquel 1 de mayo de 1890 en París", parece plausible establecer este año de 1890 como el de su llegada a Francia (A.Sawa, 1986: 108).

7. Vid. J. Blasco Ijazo (1947: 71); E. Fernández Clemente y C. Forcadell (1979: 138- 139).

8. Dicha credencial se encuentra en el archivo de doña Carmen Calleja.

9. Se trata de la respuesta de Sawa al artículo "Sawa, su perro y su pipa" de L. Bonafoux, respuesta recogida por A. Phillips (1976: 20, n.7). No obstante, el propio Sawa recuerda también los días en que la bonanza económica solo le era conocida bajo la forma de un sueño: "Un día de invierno en que Pi y Margall me ungió con su diestra reverenda [...] me quedé a dormir en el hueco de una escalera por no encontrar sitio menos agresivo en que cobijarme" (1986: 176).

10. Carta sin fecha ni localización geográfica, pero que fue clasificada junto con otras misivas de distintos remitentes escritas en el último trimestre de 1891, según anota el editor E. Miralles en su libro Cartas a Víctor Balaguer (1995: 515, n.730).

11. A. Sawa (1986: 176). En la necrológica publicada en El Globo (3-III-1909) se recuerda que Sawa "fue alentado en los albores de su producción por el aplauso y la amistad bondadosa de Pi y Margall", según cita A. Phillips (1976: 15). No obstante, el ideario político de Sawa no es susceptible de someterse a rigideces doctrinarias, pero parece claro que lo conforma el omnipresente anhelo de justicia y de revolución sociales, como bien se vierte en "Una carta" de 1885, publicada por I. M. Zavala como apéndice a Iluminaciones en la sombra (1986: 229-233). En una de las misivas que Alejandro Sawa envía a su mujer le recuerda que "je n'ai que des amours abstraits - quoique passionnées. La beauté et la justicie, cet autre beauté méconne et inférieure" (s.f.: 9-VI-1895).

12. Sawa arriba a Madrid en 1879, donde encuentra ocupación profesional en la Sección de Beneficencia del Ministerio de la Gobernación, tarea que compatibiliza con la colaboración en revistas literarias y periódicos como El Globo y La Política, según se desprende de las cartas que envía a N. Díaz de Escovar, editadas por J. L. González Vera (1992). En Luces de bohemia, Don Filiberto, redactor jefe de El Popular, menciona a N. Díaz como cronista de El Heraldo de Madrid (escena VII), tal vez como homenaje a la amistad que le unió con Sawa-Estrella, quien en sus últimos años también colaboró en dicho periódico.

13. El propio Alejandro matiza su opinión acerca del político, como una excusatio nonpetita: "Yo no me siento con fe para entonar cánticos a su memoria, y si alguna vez he asistido a las capillas en que se le rinde culto, yo era allí, como mi alma no me acompañaba, lo que un forastero en un lugar donde nada le incitara a colocar su tienda" (Sawa, 1986: 134).

14. Cuando evoca la malograda Primera República. Sawa justifica su fracaso por que estaba "encarnada en medrosos como Figueras, en andróginos como Castelar, en caquéxicos [sic] como Salmerón, en sistemas como Pi y Margall" (Sawa, 1986: 138). Y continúa: "Supe de Figueras el pavor, de Barcia la oquedad, de Salmerón la inepcia, de Pi el extatismo; y sólo Salvochea, de entre toda aquella inmensa balumba de nombres y de cosas, me resultó lógico" (ídem, p.206). En el archivo de Sawa se conserva una fotografía de Fermín Salvochea con la dedicatoria "A mi querido amigo Alejandro Sawa". También de Teobaldo Nieva "a mi especial y querido amigo Alejan dro Sawa en testimonio de que le quiero y espero en ti en pro de la Revolución".

15. M. Zavala la publica en la "Breve antología de textos" que suma a Iluminaciones en la sombra (1986: 225-227).

16. Según I. L Lapuya (2001: 25), en 1889, E. Bark: "Traducía para una famosa Agencia de recortes de periódicos" en París.

17. No obstante, en las páginas de El País. Diario republicano-progresista no hemos encontrado la firma de Alejandro Sawa durante las fechas en que este permanece en Madrid y asegura colaborar en el periódico, tal vez porque su trabajo consistiera en la redacción de artículos de fondo, sin firma expresa.

18. Transcribimos literalmente el contenido de las cartas de Alejandro Sawa, sin alterar la ortografía y la puntuación empleadas, incluido el particular uso que el autor hace de los guiones o rayas, por constituir una información lingüística relevante en torno al personal proceso de adquisición de la lengua gala como medio de comunicación íntimo y, años después, literario, tal y como se demuestra en los manuscritos de Rayons dans l'ombre, la primera versión, en francés, de Iluminaciones en la sombra (1910), último (y póstumo) libro de A. Sawa; acerca de este tema, vid. I. M. Zavala (1986: 65-66).

19. La aportación periodística de Alejandro Sawa a la prensa española aún está por valorar y, sobre todo, por rastrear. Publicaciones como Alma Española, La Anarquía Literaria, Don Quijote, Helios, El Heraldo de Madrid, La Ilustración Española y Americana, El Imparcial, El Liberal, La Lucha (bisemanario republicano), Madrid Cómico, La lucha (bisemanario republicano), Nuevo Mundo, El Mercurio, El Progreso o Renacimiento, acogieron sus escritos. Sawa, a menudo y en aras de rentabilizar su trabajo, editaba un mismo artículo, con alguna ligera modificación, en distintos órganos de la prensa, para más tarde recolectar varios de estos textos en el volumen póstumo Iluminaciones en la sombra. Acerca de la faceta periodística sawiana, vid. Pura Fernández (1995-1996: 102 y ss.); A. Phillips (1976: 27, n.17; 236-314); I. M. Zavala (1986: 34, n.4; 225-258).

20. Zerolo, Elías; Miguel de Toro y Gómez, Emiliano Isaza y otros escritores españoles y americanos (1895). Diccionario Enciclopédico de la lengua castellana. Contiene los usos, frases, refranes y locuciones de uso corriente en España y América, las formas desusadas que se hallan en autores clásicos y la gramática y sinonimia del idioma, todo iluminado con ejemplo y citas de escritores antiguos y modernos; la biografía de los hombres que más se han distinguido en todos los tiempos, la geografía universal, la historia, la mitología, etc. París: Garnier Hermanos. 2 vols.

21. Apud A. Phillips (1976: 68, n.ll). Vid. Pura Fernández (1999: 603-612).

22. Cita recogida en sus Memorias y reproducida por A. Zamora Vicente en su edición de Luces de bohemia (1993: 105, n.150).

23. "Es un desdoblamiento de la personalidad. Lo que Sawa habría hecho en el envés de su cara noble y avasalladora", según A. Zamora Vicente (1974: 49).

24. R. M. del Valle-Inclán, Luces de bohemia (1974: 105).

25. No hemos encontrado rastro de tal trabajo en el fondo editorial de la casa Garnier, aunque, en ocasiones, tal colaboración era anónima.

26. Noticia recogida por I. M. Zavala, quien apostilla que "no sé si alguna vez vio la luz" tal volumen (1986: 35).

27. Rubén Darío recuerda, en su prólogo a Iluminaciones en la sombra-. "Recién llegado a París por primera vez, conocí a Sawa. Ya él tenía a todo París metido en el cerebro y en la sangre. Aún había bohemia a la antigua. [...]. A esas comidas [las organizadas por los redactores de La Plume] asistía Sawa, que era amigo de Verlaine, de Moréas y de otros dioses de la cofradía" (1986: 69). I. M. Zavala (1986: 35) informa de que en julio de 1895 Sawa publicó una breve reseña de la novela La Saint- Valentine (Moeurs anglaises), de R.Melinette, en la publicación simbolista L'Ermitage.

28. E. Gómez Carrillo, en un artículo de 1899 de La Vida Literaria, relata una anécdota que pretende ilustrar la tan cacareada astenia laboral sawiana: "Hace tres o cuatro años un escritor francés de los más notables, Charles Morice, tradujo Crimen legal y lo presentó a un editor. El editor lo aceptó comprometiéndose a publicarlo dos meses más tarde. Pero era necesario que Sawa pasase a su despacho a firmar una autorización y como el despacho del editor estaba muy lejos de la casa de Sawa, el libro no llegó a publicarse", apud A. Phillips (1976: 71, n.16).

29. En Iluminaciones en la sombra recuerda su estadía "en Ginebra, en la casa hidalga de Augusto Baud-Bovy, el pintor de las nubes y las montañas" (1986: 122), período que volverá a evocar en "Feminismo", en Los Lunes de El Imparcial (13- VII- 1908), artículo reproducido por I. M. Zavala en la Breve antología que sigue a su edición de Iluminaciones..., (1986: 227).

30. Sawa sueña con disfrutar junto a Jeanne del esplendor de la Naturaleza, dispuesta "à nous offrir en spectacle a tous les arbres, et à toutes les bêtes et à l'enorme ciel bleu et a la Création toute entière, sauf à l'homme -oh! le vilain monstre- cet eternel abîmeur des plus beaux paysages...!" (ibid.).

31. El 2 de mayo de 1896, Alejandro Sawa dirige una carta a su amigo malagueño N. Díaz de Escovar desde Barcelona, reproducida por J. L. González Vera, donde le solicita ayuda económica.

32. En Iluminaciones en la sombra recuerda Sawa su estancia en Ginebra (1886: 122 y 227) y alude también a "la nostalgia de los que llevan la visión de Castellamare, de Sorrento y de Pausilippo" (1886: 125).

33. Editada por Dictino Álvarez (1963: 65-66). J. San Germán Ocaña glosó esta penosa etapa en la vida de Sawa: "Sus últimos tiempos han sido de martirio. Primero la disnea, después la nefritis, en seguida la ceguera; por último la locura [...]. Murió loco, como mueren los dioses menores de la tierra para quienes la débil caparazón craneana no basta a contener la fuerza gestacionaria de las ideas definitivas y solemnes", apud A, Phillips (1976: 26, n.l6).

34. Desesperado y en vista de que su amigo Galvez Holguín, de quien ansiaba una ayuda económica, no está en Madrid, Sawa propone a Jeanne que visite al banquero Rotschild, por ejemplo, y le solicite su valimiento para hacer el viaje a Madrid, dada su precaria situación, originada por la larga enfermedad de su marido, "un littérateur Espagnol" obligado por los médicos a residir en España, que ha consumido todos los recursos familiares (19-II-1896).

35. No obstante, Alejandro Sawa se muestra quejoso de que su hermano emprenda un viaje de placer a Italia en lugar de "venir à mon aide" (ll-IX-1896).

36. Cfr. nota 32.

37. El sevillano J. M. Beranger Ruiz de Apodaca, que tomó parte activa en la revolución de 1868, fue ministro de la Marina en el primer gobierno republicano de 1873, bajo la presidencia de Figueras, cargo que obtuvo en varias ocasiones durante la Restauración, y que ostentaba precisamente durante el período de 1895-1897.

38. En la sección de personal del antiguo Ministerio de la Gobernación no existe ningún expediente de Alejandro Sawa, al igual que sucede en los archivos históricos del Museo Naval y del Ministerio de Asuntos Exteriores.

39. Tales prácticas laborales eran frecuentes entre quienes gozaban del espaldarazo de poderosos hombres políticos; R. Gómez de la Serna asumió en idénticas condiciones el puesto fantasma de oficial de quinta clase de la Secretaría de la Fiscalía del Ministerio de Gracia y Justicia en 1906.

40. El fondo de los reptiles era una partida económica de que disponían algunos ministerios para pagar secretos favores y acallar voces críticas, fundamentalmente de la prensa, a menudo subvencionada por estas cantidades reservadas.

41. I . M. Zavala lo reproduce en la antología de textos sawianos que sigue a su edición de Iluminaciones en la sombra (1986: 237-239). El 23 de abril de 1904, y con ligeras variantes, se reedita como una colaboración nueva en Alma Española, bajo el título "Necrología" (p.8).

42. Cita reproducida por A. Phillips (1986: 88). Curiosamente, en la sección de expedientes personales del Ministerio de la Gobernación (leg.474) se conserva el de un tal Alejandro Sawa Gutiérrez, que realizaba tareas de comisario de barrio en Madrid en 1889, hasta que cesa en su cargo en 1890. Por estas fechas, Alejandro Sawa ya deambulaba por los cenáculos de la bohemia parisina.

43. Cursiva nuestra. La cita la tomamos de A. Correa Ramón (1993: 37). No obstante, conviene recordar que Sawa trabajó, a su llegada a Madrid en 1879, en la Sección de Beneficencia del Ministerio de la Gobernación, según consta en la carta n º 2 editada por J. L. González Vera (1992) y fechada el 14 de enero de 1880.

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