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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.7 no.7 La Plata ene/jun. 2006

 

COMUNICACION

El rastro inconfundible de su letra : Entrevista con Fernando Beltrán

 

Natalia Corbellini

Universidad Nacional de La Plata

 

Esta entrevista tuvo un nacimiento fortuito en el Congreso CELEHIS de Mar del Plata 2004, en el que Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) leyó varios de sus poemas como invitado especial. Este poeta y nombrador, es el autor de poemarios(1) donde el hombre de la calle descubre una ciudad nueva a través del oxímoron y la metáfora, concibe la poesía como su modo cotidiano de vida. En su trajín diario –el tomar el metro, el diseñar su trabajo-, está el poeta entrometido, que como demiurgo crea y encuentra el nombre de las cosas y los vínculos entre las cosas.
Caminar por Madrid con Fernando Beltrán se convierte en una experiencia única en la que un guía virgiliano nos desvela identidades para calles hasta entonces anónimas, instala en un barrio hoy apacible el aquelarre madrileño de los ochenta, construyendo su escenografía  sólo con palabras. Los poemas de nos permiten vincular en nuestra experiencia diaria Bagdad, Madrid, Buenos Aires, jugando en su poesía con las palabras de los medios de comunicación que hoy nos invaden, transformando en poesía el discurso del mundo.
Este proyecto es coherente con el que ha desarrollado con su estudio El nombre de las Cosas (2) y su actividad como docente en el Instituto Europeo de Diseño. Estas actividades, entre el diseño, la creación y la publicidad, dimensionan los modos de circulación de la palabra poética. La naturalidad con que la poesía comparte su cotidianeidad permite encontrar en Beltrán un constante impulsor de la actividad poética, incentivando la lectura y la creación de poesía. En este sentido, su proyecto más ambicioso sea quizás el que derivó en la inauguración del "Aula de las Metáforas Fernando Beltrán"(3) en Grado, en el corazón de Asturias, un pretexto para difundir y organizar actividades en torno a la poesía.
Esta entrevista comenzó a través de un vínculo electrónico a uno y otro lado del océano, y culminó una tarde de verano en Madrid. Han quedado marcas en el texto del año transcurrido y de los medios utilizados, que no se han quitado pues permiten oír, con su naturalidad, la voz de Beltrán.
Natalia Corbellini: Estas preguntas tratarán de acercar un poco tu poesía a los que fuimos público de tu lectura en Mar del Plata, los que intentamos las migajas del comentario frente a la poesía. Espero que esta entrevista no sea una carga para vos, para que puedas ser espontáneo.
Fernando Beltrán: Soy, además, tan poco académico, que me da miedo decepcionarte o decepcionar tu lectura de mis poemas, con mis respuestas si las hiciera de forma espontánea. Y sin embargo creo que es la forma más honesta, o por lo menos, mía, de encararlas. Y así lo haré. Tomaré tu texto entre los dedos y según lea teclearé mis respues­tas, o mi conversación contigo, que así habrá de calificarse en un principio. Brindo por esto, aún sin espuma pero escuchando ya la ola en el Paseo de Rosales.
Te enviaré mis respuestas como "abrigo adjunto", porque sólo así vestido como ahora, podré abrigar el frío de esta mañana de domingo que amaneció heladora, con esos coletazos del invierno que aquí en Madrid son duros como el pan de ayer, y nos hacen regresar de golpe a los abrigos ya guardados y la tos que de pronto ocupa de nuevo su lugar en los vagones del metro, casi vacíos, esta mañana, cuando acudí temprano a despertar las calles de la ciudad en la que habito y me vine a este estudio que da a un enorme patio blanco interior. ¿Blanco o Interior? Debería escoger un solo adjetivo si de verdad fuera poeta y jugármelo todo a él, la atmósfera del día, el estado de ánimo, el humor, la canción a escoger cuando apriete el encendedor de la música, esa cerilla en altavoz. Debería elegir adjetivo, sí, antes de que de pronto escuche al otro lado del patio el sonido de las primeras persianas desperezándose. Miraré entonces allá, y seré mirado por el sinfín de mujeres que sucesivamente irán asomándose a las ventanas, mirando simplemente o tendiendo su intimidad de anoche en la cuerda de la ropa colgada, el "tendal" como lo llaman en Asturias....
Siempre acompaña la música este diálogo de domingo. Amancio Prada acaba de sacar un disco, me lo envió hace días, son canciones escritas por su amigo Chicho Sánchez Ferlosio, muerto hace un año. Una de ellas es muy hermosa, reveladora también, habla de un amor a través de la pared. Un hombre se enamora de la mujer a la que oye día tras día al otro lado de la pared, en la casa de al lado. La letra es tan trivial e inesperada como la vida misma, así de gris, así de bella, con romanticismo desnudo, sin sentimentalismo alguno. Con amor a secas del que puede darte idea el estribillo que dice "A través de la pared... Oigo tu parte peor... Y aun le sale la calor a este corazón sin fe...". Y eso sí que es verdad, el poeta oye siempre a través de la pared, y lo que se oye a través de la pared no siempre es lo mejor, casi nunca más bien, "Oigo tu parte peor..." pero Chicho lo hace como lo hacen los buenos poetas, siempre con amor, con fe aún, con ganas... porque dice a continuación que... "A través de la pared Oigo tu parte peor, y tu voz me gusta tanto... que me suena como un canto aunque grites con furor...".
Como quien conversa, yo voy diciéndote cosas, y tú las tomas ya por respuestas o estados de ánimo, que es por donde creo debería empezar, diciéndote que para mí la poesía es ante todo Estado de Ánimo. Y el que tengo ahora mismo, llueve a mares ahí fuera, en el inmenso patio interior blanco frente al que te escribo, es que esta entrevista me atrae, me motiva, me apetece, me asusta un poco tam­bién y vuelve luego, de inmediato, a llenarme de lluvia, esa que cae ahí fuera y que fue mi territorio de la infancia. Vivo en Madrid con mi Oviedo de niño a las espaldas y frente a mis ojos siempre, viendo todo con la lluvia entre medias. Asturias es verde, montañosa, mar y monta­ña, y en medio una ciudad que fue mi niño, y luego desde los ocho años, en Madrid ya, mi niño grande. Y la lluvia siempre como base y trampolín vital, como metáfora bufanda, como algo de lo que, y a lo que, echar mano para cubrirse y para impulsarse. En Asturias llueve, llueve, llueve, aunque en las fotos que quedan de niño la lluvia no aparezca nunca porque las cámaras debían salir sólo los días de sol. Mejor. Así queda todo para la imaginación, para la verdad, porque no hay nada real en los proyectos de los seres humanos que no haya sido antes imaginado, como decía Keats, aquel que nos enseñó en su epitafio romano que "mis versos están escritos sobre el agua".
Por lo demás, Lloviedo siempre es lloviedo, y me encanta mojarme allá en el paisaje de mi infancia, la ciudad más hermosa. Te envío adjunto un poema publicado hace unos días en una revista en home­naje a Ángel González, poeta, como sabes, nacido también en Oviedo:

OVIEDO (1956)
Si un día en mi ciudad cayera el rayo
que me partiera en dos
si al fin yo mismo
dividido y en llama, húmedo y lumbre
como chispas de lluvia
me arrancara el cordón, el nudo en la garganta
de una vez para nunca pronunciarte ya más,
ciudad natal, sinfín, cuello de un cisne
desahuciado en el don de mi palabra
maldita en ti, oviedo, la página incurable,
el peso más hermoso en la mano más frágil....

NC: - ¿De dónde surge Martillo de lluvia con guerrilla al fondo que leerás en la Universidad de Madrid?

FB: - Me pidieron un título y de pronto en vez de decirles el del próximo libro El corazón no muere, me vi saltando al siguiente, Marti­llo de lluvia con guerrilla al fondo y ahora no sé qué hacer. Este libro es la suma de muchos poemas escritos desde hace dos años, cuando estuve en Colombia y la lluvia cada dos horas, en Manizales, el verde, la guerrilla siempre al fondo, me entregaron esta metáfora de la vida. El martillo de la lluvia que aun me sigue desde la infancia, y que cada vez me pesa más, quizá el martillo..., no sé, es muy duro con la edad seguir arrastrando esa responsabilidad de la tierra natal, cuando uno ha hecho de ella tanto timón, tanto armario, tanto sagrado navegar. Ese haberte proclamado dueño de algo sin que te lo pidiera nadie. Ni siquiera tu padre. No sé. El peso más hermoso sobre la espalda más frágil... Esa caricia amable de la lluvia mientras sigue avanzando la vida, y la guerrilla de las cosas menos bellas empieza a estar al fondo con tanta frecuencia.

NC: - Con respecto a eso pensaba preguntarte sobre este poemario, El hombre de la calle, en el que tomás muchos poemas de libros anteriores y los reunís con una nueva organización general. Aunque se nota cierta unidad temática en los poemarios anteriores, El hombre de la calle tiene su signo propio. Contáme cómo fue encontrarte de nuevo con los poemas para publicarlos, si los corregiste; si con el tiempo, o la distancia, o desde otro vagón, los viste distintos; si fue fácil decidir estos nuevos apartados, si dejaste mucho afuera.

FB: - Tengo ante mí también el poema titulado "La página incura­ble", con un par de correcciones hechas sobre el papel... Te diré que en general corrijo poco mis poemas, nacen con frecuencia en la calle, en cualquier sitio, sobre esa oficina ambulante que es la libreta con que el poeta viaja a cualquier sitio y que sería lo que salvaríamos siempre en caso de accidente..., el fuego que decía Cocteau, ¿te acuerdas? Le preguntaron qué salvaría de su casa en caso de incendio, y él contestó el fuego, salvaría el fuego... Pues eso... en fin, te decía que nacen empujados por un estado intenso de emoción, un momento muy especial que me hace luego difícil, casi imposible, vestirme de nuevo el mismo sobre la mesa de mi estudio. Y cuando lo hago así, acabo escribiendo otro poema, perdiendo el momento de ese dar a luz o a sombra que es el nacimiento del primer verso.
Lo único que vale la pena de todo esto, de todo mi estar en todo esto, es el poema que aún no hemos escrito, el creer aún tanto en este oficio imposible, en la Mujer poema, en la Lluvia poema, en la Verdad poema que no alcanzaremos nunca, porque..., dios, vaya por dios, quise decir. Te lo advertí, Natalia, y ahí está... Me he perdido en disquisiciones y acaban de abrir al otro lado la primera persiana. Y ahí está ella, te lo dije también, con un camisón azul, parece de raso, el camisón de la noche de los sábados imagino, no sé si en un rato aparecerá también un Él a su espalda, aunque los hombres no aman tanto las ventanas, no sé por qué, quizá porque no sepamos que esperar y aguardar es también otra forma de buscar... Se ha apartado ya de la ventana, sabe que estoy aquí. La veo al fondo gesticular, hay otra persona... Como en todos los poemas, en todos los poemas que escribo siempre hay otra persona, Natalia, si no fuera así escribir no tendría para mí ningún sentido, escribo siempre pensando en alguien al otro lado del patio de la vida, de los lunes, del amor, del sentimien­to, del miedo, de las dudas, del frío que acudimos no sabemos dónde a abrigar, repartir o discernir.
El poeta habita instantes, eso es todo, como un Ocupa de la realidad, que no se apropia nunca de la Verdad absoluta, pero si de pequeñas verdades. Y hasta posiblemente cierre a continuación los ojos o la persiana de su estudio para que el sueño, que no era un sueño, dure lo más posible, como un camisón de raso. ¿Blanco o interior? No sé, y da igual. El poeta no es un filósofo, un sociólogo, un columnista de prensa, ni siquiera un pensador, aunque tantas veces lo descubras pensativo. Toma nota tan sólo.
Me pasó algo similar también cuando preparé la lectura para la Tertulia Hispanoamericana, y vine al estudio para dar el último toque, elegir qué poemas y en qué orden, o en qué desorden darlos a los demás, que para ellos fueron escritos. Pensé en dividir la lectura en tres partes: una primera con poemas de Martillo de lluvia, segunda con Trampas para perder y una tercera con El corazón no muere, siete poemas de cada parte, que es mi número, y sumado tres veces el 21 que me acompaña desde el día que nací, en septiembre, cuando aquí empieza el otoño, y el día, para mi suerte y abrigo, en el que nacieron Luis Cernuda, Leonard Cohen, Juan José Arreola, Juan Alcaide y Esenin, el poeta ruso, ¿lo leíste?, impresionante. En fin, un día que parece predestinado a la poesía...

NC: - Tu prologuista menciona como un tema que funciona en La semana fantástica la proyección de la mirada de la "Edad intermedia"(4), pero me parece que el tema del paso del tiempo y la vida que se escapa aparece en muchos de los poemas y no sólo en los nuevos o La semana fantástica. ¿Te parece que esta preocupación ha crecido o que has querido sumarla a tu mirada sobre la ciudad actual?

FB: - Hoy estoy contento, feliz diría incluso si la definición de felicidad fuera un poco menos imprecisa e improbable de lo que suele ser, si pusiéramos su listón a la altura tan sólo de uno mismo avanzando en la edad y creyendo a veces en el espejismo de que ya ha sido suficiente con todo lo que he recibido de la vida. Me entregué siempre a ella con uñas, dientes y caricias, sin conformarme nunca, y la verdad es que he recibido por su parte un eco mucho más amable y efusivo del que hubiera podido imaginar, aunque es cierto que, en lugar de aceptar sus dones y quedarme tranquilo, siempre me empeñé en se­guir mirando de otra forma, dar la vuelta a las mesas y las sillas, quitar las tuercas, ponerlas de otra manera, construir otras miradas y otras formas de pensar y sentir y deambular que si no nos dieran la felici­dad, nos permitieran al menos conocernos mejor, quizá para saber finalmente que tan poco sabemos de nosotros mismos y eso debería bastarnos para buscar la querencia de lo amable, levantar la piedra bajo la que espera el alacrán, pero dejarle luego alejarse tranquilo.

NC: - Estaba pensando en qué tradición de la lírica española te inscribís, qué poetas tienen refugio en tu mesa de luz. Por ejemplo, la experiencia de la ciudad como presencia que dialoga con el poeta aparece constantemente en tus textos, tanto en Bar adentro, Gran Vía o La semana fantástica. ¿Qué relación tenés o sentís con otros poetas que han descrito realidades deslumbrantes en las ciudades que para ellos han sido modernas, pienso en Baudelaire, Lorca,...?

FB: - Ninguna, absolutamente ninguna en mis pasos en la ciudad. A Federico le amo profundamente, he vibrado con él, he formado parte de él como lector, su Poeta en Nueva York me fascina, pero jamás aparece cuando el libro de la vida está abierto. Ni Baudelaire tampoco. Ni ningún otro. Está mucho más presente esa mujer anónima al otro lado que me regala sin saberlo las metáforas de su ropa tendida desde hace años frente a mí que todas las lecturas que la hayan precedido. No hay ciudades idénticas.

NC: - En esa línea creo que tu poesía desvela unos vínculos nuevos que establece el hombre que vive hoy con imágenes e información de todos lados. A esos nuevos vínculos, al nombrarlos en tus textos, les das presencia y entidad. Ahí aparece tu pluma de demiurgo dando aliento vital a las nuevas relaciones. Una mirada que se dejase llevar un poco ingenuamente por la inercia del hábito filológico leería ahí una "crítica" a estas nuevas condiciones vitales del hombre. En tu poemario El gallo de Bagdad el sujeto lírico aparece conmocionado por los sucesos que van marcando el bombardeo a una población inocente. Se identifica en esos versos el sujeto con los hombres y las mujeres comunes que caminan por Bagdad. ¿Sentís la poesía como el discurso intimista que aún hoy pueden compartir los hombres de diversas latitudes? ¿Qué sensaciones te provoca la "globalización"?

FB: - La globalización no existe cuando tienes frío y estás tú sólo escribiendo una mañana de domingo y no sabes siquiera dónde respira tu reloj y sólo de pronto y a tu altura, al otro lado del patio, alguien abre para ti su persiana y comparte contigo un camisón azul. O deja, como tú, al otro lado del océano, que alguien empuje la barca de su ilusión un rato al menos, para ser escuchado. Sólo un segundo. Y con la coartada de que tenemos la obligación de facilitarnos un poco la labor. Tú para sonsacarme y yo para no dejarme, pero no por nada, sino porque lo que emerja pensándolo no estará nunca a la altura de lo que emerge amándolo, ahí enfrente, o como las mañana cuando me voy hacia la boca del metro por el que vengo a trabajar, hasta que me despiertan a otra vida las viajeras que ocupan mi vagón, o van entran­do luego, en las distintas estaciones, nos conocemos ya casi todos. Todos los días el mismo viaje. Me es más fácil saber las noticias del día viendo sus rostros que los titulares del periódico. Me interesan más, también. Esta mañana en el vagón en el que sólo viajábamos tres personas, y una de ellas acabó mirándome, no sé por qué, debía llamarle la atención mi bolígrafo de pronto anotando sus versos, y eso que no sabía que eran Sus versos, una mujer de mediana edad, quizá de mi misma edad, aunque yo la veía mayor, y lo peor es que ella se dio cuenta de que yo la veía mayor..., pero se equivocaba, porque en mis versos aparecía a la altura de su mirada, no de sus ojos, y tenía toda la juventud.
No, la globalización no existe cuando el poeta habita el momento, ni los periódicos, ni siquiera el mundo llevado a estadísticas que jamás nos enseñarán qué porcentaje de tristeza, esperanza, deseo, cansancio
o aún ilusión había en cada uno de esos dos que se miraban sin mirarse, y qué porcentaje de atención o indiferencia hacia nosotros habría en esa otra tercera persona que, medio dormida, ebria quizá aún, abría al fondo de cuando en cuando un ojo para sentirse vivo aún, quizá por el alcohol, quizá por la mañana ya alcanzada, quizá simplemente porque existían al otro lado Estos dos.

NC: - Hay un equilibrio en tus poemas entre la búsqueda de la palabra, "la mujer poema", y el encuentro tanto de la palabra, como de la mujer, y también ahí, del poema. Resultás muy natural, sin estar atado a obsesiones que te expliquen. Saltás (y salta el lector) de una emoción a otra. También te quería comentar una sensación muy fuerte que tuve con "Tu me pediste mares" y "Si me quito el amor", que me han despertado el recuerdo de dos poetas, Guillén y Salinas, sobre todo el de, "Para vivir no quiero/ islas, palacios, torres". Mientras más leo Amor amar más irracional resulta el puente, porque tu poesía es muy diferente a la de ellos dos, y sin embargo creo que en la búsqueda del verbo hay un vínculo posible.

FB: Curioso ese nombrar a Guillén, un poeta para mí muy importante. Y lo digo en un momento y tras muchos años en los que aquí en España, ha caído en un injustísimo olvido. Yo lo he leído mal y a trompicones, como siempre he leído la poesía, pero con pasión y profundidad cada vez que lo he hecho, y quedándome siempre anclado en uno o varios de sus versos. Eso es para mí Guillén, un poeta de versos memorables, más que de poemas, aunque he de decir que esos son los poetas que siempre me gustaron más, aquellos que buscan la herida, la hacen o la curan, y por lo tanto ese acontecer o suceso sólo puede ocurrir de cuando en cuando, en el milagro o el accidente de un verso. De hecho hay unos versos de Guillén, que recuerdo de memoria y yo pondría entre los lemas de mi poética cotidiana: "Entre los instantes que pasan de continuo / voy salvando el presente, / eternidad en vilo...". Gracias por traerlo hoy, tan oportuna, a esta mesa en la que trabajaba la tarde en torno a un poema de amor(5), cuya copia te envío, como amiga..., es un borrador que ha llegado así, tal cual, y tal cual lo conoces... y sigamos la marcha emprendida.
Cuando llegué estaban todas las ventanas cerradas al otro lado. Ahora ya catorce están abiertas, y a ojo, que es como me enfrento a este partido de todas las mañanas, árbitro del despertar en mí de tantas personas al otro lado. Catorce ya en pie, ocho aún dormidas cuando son ya las once y media y Amancio sigue hablando al fondo de que "Aún le sube el calor a este corazón sin fe..." Basta por hoy. Y feliz domingo al otro lado del patio azul que nos separa.

NC: - Hay ciertos momentos de crisis de tu vida personal que aparecen de modo recurrente marcando etapas fundamentales en tu poesía. La muerte de tu padre, tu propia experiencia como padre, aquellos nueve días en que escribiste Aquelarre en Madrid
FB: - Mis hijas tienen mi edad, porque no puedo evitar mirarlas y amarlas desde esta latitud de mis años, "…es una espina / tan clavada a su padre / que no puede arrancársela / sin herirse a la vez".
Mi juventud no fue un mar de rosas. No volvería a repetirla. Recuerdo aquellos años, de los diecisiete de la ruptura familiar a los veintiuno o veintidós como un período a la deriva, dicen que de formación, y en mi caso fue de deconstrucción completa que acabó de completarse con la escritura de Aquelarre en Madrid, nueve días y noches tirado a la intemperie, construyéndome, imagino, tejados nuevos. Entre la Plaza del 2 de Mayo, la calle Manuela Malazaña.

NC: - Quizá ahí se cifre la fuerza de Aquelarre, que acabás de reeditar con una excelente repercusión.

FB: - Era un Madrid diferente también. Viendo hoy ese barrio es muy difícil imaginar lo que era entonces. El libro que escribí a los veintitrés años y donde dejé... tanto. Una catarsis, un vómito, un abrirme por dentro desde la juventud a lo largo de aquellos días tirado a la intemperie, recorriendo Madrid día y noche, sin regreso a casa, buscándome, ahogándome, regresando luego ya con forma más o menos de barco, salvado...

NC: - Aparece esto que decís en el bellísimo epílogo que agregas­te: "Teníamos todo el hambre del mundo, la garganta dispuesta, el estómago en blanco, la sed de los océanos, la fuerza exacerbada de la llama que se proclama incendio; teníamos el nombre exacto de las cosas y un anónimo grito cada noche para llamar al mundo por sus fríos y al hombre por sus alas y al ser humano siempre por su frente más frágil, por su perfil más hondo". Ya entonces tenías el nombre de las cosas(6).

FB: - Fíjate que decepción para mi padre, abogado, nueve hermanos, yo el mayor. Una oveja negra en la familia diciendo a los quince años seré escritor...
Escucho al fondo la música de Kroke, un grupo de música de cámara polaco, violín, viola, acordeón, percusión, un grupo excepcional, y dentro del disco el tema 4, se llama "Tiempo", repetido una y otra vez. Me entusiasma, música que avanza mientras al fondo suena como una especie de tic tac o péndulo de reloj de pared, con el mismo sonido que hacen los grifos mal cerrados en mitad de la noche. Ese goteo. Quizá mi infancia sea un grifo mal cerrado, por eso gotea aún en tantos poemas, aunque vivo en Madrid y amo esta ciudad y he luchado y pedaleado y sentido tanto para hacérmela siempre más habitable, más amable. Me obligo a escribirte como una disciplina, pero una disciplina amable. Decirte de cuando en cuando cosas, enviarte otras, construir contigo algo, allá donde nos lleve, allá donde más llueve... la lluvia como hilo conductor quizá de mi poesía... Aunque un día, hace ya tiempo me hacían una entrevista en la radio y aquella periodista me preguntaba acerca de una serie de palabras que se repetían tanto a lo largo de mis libros y yo asentía escuchándola, pensando que se referiría a lluvia, bufanda, charco, trenes, mujer, yo qué sé, y de pronto me dijo... "como por ejemplo Grifo"...Quedé mudo, no lo sabía, y luego es cierto, empecé a encontrarla por todas partes.

NC: - Tu trabajo en "El nombre de las Cosas" y tu función actual en el Instituto Europeo de Diseño establece un puente institucional entre el diseño del mundo a través de las palabras y el diseño a través de los espacios. Aparece también el proyecto del "Aula de las metáforas", en el corazón de Asturias.

FB: Sí, en Asturias se inauguró una Biblioteca que lleva mi nom­bre, y ahora más mi tierra aún, porque tiene mis libros. En fin, todavía me da una sensación muy extraña cuando lo menciono, y no te puedes hacer a la idea qué emoción estos días atrás... Te envío hoy las palabras pronunciadas el otro día en Grado, y alguna cosa más.
¿Sabes cuál es casi la única diferencia entre los vencejos y las golondrinas, aparte de que estas últimas sean más señoriales y gocen de más prestigio literario? Que los vencejos -así los llamamos por acá- no saben despegar, echarse a volar hacia arriba, tienen que dejarse caer y ya en la caída, en el aire, saben darse impulso para levantar el vuelo. Bueno, pues ahí están en el patio inmenso, yéndose ya a sus casas, antes de que el calor apriete, como aprieta estos días en Madrid, dejando el patio de pronto en un extraño silencio... ¿Sabes cuál es casi la única diferencia entre el Fernando de ayer y el de esta mañana? Que el de hoy no sabe o no pudo o le cuesta levantar el vuelo -y tiene que dejarse caer hacia alguna amiga o amigo en cualquier parte para apoyar­se en ella y así, cayendo ya en la amistad y el cariño, levantar vuelo.
Es tarde ya, diez y media, pero hoy amaneció nublado en Madrid y ahí siguen en el patio los vencejos, piando más que nunca, poniendo una nota de música y alegría en mitad de este día en el que todos en Madrid hemos recordado el silencio que se instaló en esta ciudad durante más de un mes tras los atentados del 11-m. Todos con algún muerto o herido cerca. Una ciudad muy triste, donde hasta nos costaba pedir un vaso de vino a la hora del almuerzo.
Escucho de fondo a Edith Piaf. Una grabación original de su La Vie en Rose y C´est Merveilleux... Me gusta la música francesa. Ese idioma que habla y acaricia. Por aquí las cosas van muy bien. Llevo una temporada de grandes noticias poéticas, como si de pronto hubie­ra una eclosión de alguno de los libros ya escritos. El Aquelarre, por ejemplo, ha agotado casi esa tercera edición recién aparecida cuando viniste por acá, y hay dos libros a punto de aparecer. En fin, y lo más importante, el humor, el amor, el ánimo, la poesía, que están encendidos y en buena racha desde hace meses, esas temporadas que hay que aprovechar cada segundo que pasa. Llegas de nuevo hasta el alféizar de un español que intenta torpe contestar a tus preguntas

NC: - Estoy leyendo tu Aquelarre... que aquí cada vez se parece más a Buenos Aires. Sigue abierta la línea de aire para vencejos matutinos. Muchas gracias, Fernando, por esa tarde de Virgilio paciente por las calles de Madrid.

FB: - Aquella tarde en la que los ojos se te abrían tanto, tanto con el paso de las horas. Quede para siempre ese rato sagrado en la memoria de dos seres que se encontraron en mitad de los caminos y emociones y devociones del mundo. Siempre será navidad al recordar aquellas horas, aquella risa

NC: - Volví a encontrarte como poeta en "La línea de la vida" y "Amor amar", y ha sido una elección fundamental para que esta entrevista llegue a buen puerto. Esta idea de la poesía como estados de ánimo aparece en cada poema, en cada sujeto con el que marcás el poema. El lector se identifica con un sujeto lírico y un conjunto de sentimientos y actitudes que varía en cada poema, y que se descubren al poner palabras a experiencias que ha tenido o ha imaginado. Quizás esto acompaña aquella propuesta tuya de "quebrantar siempre las leyes del pensamiento único".

FB: - Quizás no tanto en los poemas particulares sino como algo más general. Te envío mi texto "Poética: La Casa por el Tejado (notas al pie de una obra)", que quizá ya conocieras... Aunque cada poética es diferente, y pienso, al menos en mi caso, que hay que tomársela como un Estado de Ánimo más que como un Estado de Opinión...
"(…) Es muy difícil hablar objetivamente de los propios versos, y más difícil aún de nuestra personal visión de la literatura. Difícil, porque la respuesta respira cada vez un estado de ánimo diferente, y mucho más difícil aún porque a menudo cometemos el error de poner­nos excesivamente trascendentes ante este tipo de cuestiones, evitando esa sencilla verdad que sería reconocer, lisa y llanamente, que lo único que deseamos para nuestros poemas es que sean leídos y compartidos por los demás, y que a todo esto de la literatura nos condujo tan sólo lo mismo que habrá llevado a tantos otros hombres y mujeres a dejarse acompañar en su vida, y con mejor o peor fortuna en cada caso, por vacaciones u ocupaciones muy distintas a la nuestra: la soledad, el frío, las dudas, el miedo intermitente, los miércoles, los andenes del metro, el milagro del almendro en flor, la terca ilusión, nuestra infinita capaci­dad de imaginar tiempos mejores, los paisajes que jugamos de niños y, eso sí, en nuestro caso, los inolvidables instantes en que sentimos que unas cuantas palabras laten sobre el papel de una forma nueva y, tras envolver cuidadosamente tan frágil corazón de tinta, corremos a rega­lárselo a una mujer que, por si fuera poco, nos ama esa noche como ninguna otra.
En definitiva, empezar la mayoría de las veces la casa por el tejado y el poema por el amor." (7)

Notas

1. Aquelarre en Madrid (Adonais, 1983), Ojos de agua (El observatorio, 1985), Cerrado por reformas (La Favorita, 1988), Gran vía (Libertarias, 1990), El gallo de Bagdad y otros poemas de guerra (Endymión, 1991), Amor ciego (Huerga y Fierro, 1995), Bar adentro (El barco ebrio, 1997), La semana fantástica (Hiperión 1996), Trampas para perder (El barco ebrio, 2003), y El hombre de la calle (Diputación de Granada, 2001), entre otros.

2. Cfr. "www.elnombredelascosas.com".

3. Es una biblioteca específica de poesía, que nace gracias a la donación de 1600 libros del poeta, y ya supera los 2000 libros gracias a las continuas donaciones de particulares e instituciones. El espacio de la biblioteca también fue diseñado específicamente y en sus paredes lucen obras firmadas por destacados artistas.

4. Es también el nombre de un poema de La semana fantástica.

5. Se refiere a "Enigma".

6. El comentario hace referencia al estudio que creó y dirige Beltrán en Madrid.

7. Se reproduce sólo un fragmento.

Bibliografía de Fernando Beltrán

Libros de poemas

1978. Umbral de cenizas, Madrid: Cúspide.

1981. Corteza de la génesis más cierta, Gijón: Noega.

1983. Aquelarre en Madrid, Madrid: Adonais [reedición: Madrid: Ediciones Vitrubio, 1998 y 2005].

1985. Ojos de agua, Madrid: El observatorio.

1988. Cerrado por reformas, Madrid: La Favorita.

1990. Gran vía, Madrid: Libertarias.

1991. El gallo de Bagdad y otros poemas de guerra, Madrid: Endymión.

1995. Amor ciego, Madrid: Huerga & Fierro.

1997. Bar adentro, Madrid: El barco ebrio [reedición: Elche, Diarios de Helena, 1998].

1996. La semana fantástica, Madrid: Hiperión.

2001. El hombre de la calle, prólogo de Leopoldo Sánchez Torre, Granada: Diputación de Granada.

2003. Arampas para perder, Madrid: El barco ebrio

Artículos, manifiestos y poéticas

1987. "Perdimos la palabra", El País, 7-2-987.

1989. "Hacia una poesía entrometida (Manifiesto fugaz)", Leer.

1989. Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, Oviedo: Principado de Asturias, 93-94.

1990. "Vivir de la poesía" en El sol, 13-10-1990.

1990. "Por unas poesías (Apuntes bruscos ante un futuro imperfecto)" en Delibros 19 (enero 1990), 49.

1993. Últimos veinte años de poesía española, Oviedo: Ayuntamiento, 189-190.

1995. "Prescindibles variaciones sobre un mismo tema (Notas sobre poesía)", en José Luis García Martín (ed.) Primer Conceyu d'Escritores d'Asturies, Oviedo: Principado de Asturias, 117-119.

1995. "La taza está servida. (Del sensismo a la poesía de la experien­cia)" en Cuadernos del Matemático 15/II (diciembre 1995), 98­ 99. 1996. "Y, sin embargo, vuela" en El Urogallo, 122-123, julio-agosto 1996, 80. 1996. "Teoría de los desapercibidos" en La calle de los doradores, Oviedo: Tribuna Ciudadana, 80. 1999. "El hombre de la calle" en Luna de abajo, 2 (julio 1999), 20-21.

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