SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.8 número10Gestualidad en el Cantar de Mio Cid: gestos públicos y modestiasLos sentimientos del Cid índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar v.8 n.10 La Plata jul./dic. 2007

 

TEMAS Y TÓPICOS

Tal es la su auze: El héroe afortunado del Cantar de mio Cid

Alberto Montaner Frutos

Universidad de Zaragoza1

Resumen
El protagonista del Cantar de mio Cid es un héore mesurado, pero también afortunado, agraciado con auze o buenaventura y "en buen hora nado". Su fortuna es innata, pero también cultivada a través de la prudencia. La suma de templanza y osadía sirva para mantener el auze del Campeador, lo que, unido al optimismo del héroe afortunado, impregna el poema épico de un fuerte dinamismo.

Palabras clave: Cantar de mio Cid; Héroe épico; Mesura; Buena fortuna; Osadía.

Abstract
The main character of Cantar de mio Cid is a moderate hero, but also a lucky one, gifted with auze or good fortune and "born at a lucky hour". His fortune is innate, but is also the result of his prudence. The joining of equilibrium and boldness allows the Cid to keep up his auze. In addition, the optimism of the lucky hero lends a strong dynamism to the whole epic poem.

Keywords: Cantar de Mio Cid; Epic heroe; Moderation; Good luck; Boldness.

   Mesura. Ésa es, al sentir de la crítica, la cualidad más sobresaliente del protagonista del Cantar de mio Cid, hasta el punto de que algunos buenos conocedores del género épico han puesto en duda, por ello mismo, su presumible dimensión heroica, si esta se entiende al modo tradicional en el mismo (Millet, en prensa; Cuenca, en prensa). Desde esa perspectiva, cabe, desde luego, que el Cid no entre en tal categoría, precisamente por que encarna un nuevo modelo de personaje literario, que si bien es, por su astucia y prudencia, de la estirpe de Ulises, el héroe cansado, a la vez encarna valores distintos, renovados, que proporcionan un perfil mucho más moderno.
   Por otro lado, el héroe épico tiene mucho de trágico. Trágica es la fracasada búsqueda de Gilgame š, la primera quête de la literatura heroica; trágica es la cólera de Aquiles, funesta para Héctor; trágico, aunque al final feliz, el regreso de Ulises... y sin duda el paradigma de la épica trágica es el gran canto de una derrota constituido por la Chanson de Roland. Tanto que, aunque posiblemente sea por una felix culpa (de no dar la razón a Whetnall, 1996, en su idea de que en realidad constituía un mero planctus épico), el Roncesvalles hispánico queda reducido a un puro lamento por los caídos en el fatal combate. En muchos de estos casos, tragedia y desmesura (con la hybris como referente último) se dan la mano, como se desprende de lo que señaló Curtius (1955: 246): «Sin un héroe encolerizado (Aquiles, Roldán, El Cid, Hagen) o una divinidad colérica (Poseidón en la Odisea, Juno en la Eneida ) no hay epopeya». Sin embargo, elevar esta circunstancia al rango de carácter definitorio de la poesía heroica,2 o en todo caso, a parámetro del nivel artístico de un poema épico dado, es caer en las caracterizaciones de una desfasada preceptiva generalizadora, la cual, por ahistórica, aboca a la incomprensión del texto literario, que, al modo ontológico heideggeriano, es (y está) en el tiempo.
   Debido a la tendencia épica a combinar ambos rasgos, seguramente no parecerá extraño que el Cid, héroe épico de nuevo cuño, a la par que es mesurado, sea, igualmente a la inversa, un héroe afortunado,3 lo que, por cierto, no significa ajeno a los contratiempos, puesto que no le faltan momentos que lamentar y, como es bien sabido, toda la trama poética se basa en dos desastres personales, la calumnia de los malos mestureros que lo ha convertido en expatriado y la afrenta de Corpes que ha hecho de él un padre doliente e injuriado. Pero en un texto como el Cantar de mio Cid, en el que el dinamismo prima sobre cualquier otro principio interno, no hay lugar para el regodeo melancólico. Es un poema sin spleen, donde la acción se impone jubilosa, y las desgracias resultan ante todo acicates para el Cid y los suyos, quienes, superados los breves momentos de desaliento, harán siempre bueno el dicho de Álvar Fáñez, «Aun todos estos duelos en gozo se tornarán» (v. 381).
   Este inopinado rasgo del héroe encuentra su expresión más cabal a través del término auze, puesto en boca de su amigo y aliado musulmán Avengalvón, alcaide de Molina:

—¡Tan buen día convusco, Minaya Álbar Fáñez!
Traedes estas dueñas por o valdremos más,
mugier del Cid lidiador e sus fijas naturales;
ondrarvos hemos todos, ca tal es la su auze,
maguer que mal le queramos non ge lo podremos far,
en paz o en guerra de lo nuestro abrá,
¡mucho·l' tengo por torpe qui non conosce la verdad!—4

   Así como, en vísperas de la batalla contra Bucar, la mayor de las libradas en el Cantar, en labios de su diestro braço:

Aquí llegó Minaya Álbar Fáñez:
—¡Oíd, ya Cid Campeador leal!
Esta batalla el Criador la ferá
e vós, tan diño que con él avedes part,
mandádnoslos ferir de cual part vos semejar;
el debdo que á cada uno a conplir será.
Verlo hemos con Dios e con la vuestra auze. — (vv. 2361-66),

y del propio narrador:

Afevos el obispo don Jerónimo, muy bien armado está,
parávas' delant al Campeador, siempre con la buen auze:
—Oy vos dix la missa de Santa Trinidade.
Por esso salí de mi tierra e vinvos buscar,
por sabor que avía de algún moro matar. [...]— (vv. 2368-72)

   El término auze es relativamente raro, lo que da más énfasis a su aparición en tres ocasiones a lo largo del Cantar, y aunque los contextos en que aparece en el poema no dejan demasiado claro su significado concreto, resulta obvio su alcance enormemente favorable. Por el contrario, los escasos restantes testimonios le otorgan un sentido negativo, aunque igualmente revelan que tal no era propio de dicho término, por cuanto aparece en compañía de adjetivos que expresan el sesgo pernicioso. Así ocurre en el Libro de Alexandre, 573:5

Glaucas, en este comedio, buscó abze [ O: alze P ] mala:
fallós' con Dïomedes en medio la batalla.
¡Cuedós' que lo podrié derrocar sines falla
e dioli un grant colpe en medio de la tavla!

y lo mismo sucede en las obras de Berceo:

Otro omne de Yécola cojó un mal veçado,
Garcí Muñoz por nombre, assí era clamado,
era de sus vecinos traïdor bien provado,
tal que avié derecho de seer enforcado.
Furtávalis las miesses al tiempo del segar,
no lis podrié el falso peor guerra buscar,
si por su auze mala lo pudiessen tomar,
por aver monedado non podrié escapar. 6

Allí será aducho Judas el traÿdor
que por su auze mala vendió a su Señor;
como él lo merece venrá con tal honor,
veráse en porfazo, non podrié en mayor. 7

PlógoAl' al Rey del Cielo al cuarenteno día,
contendiendo Teófilo en su tesurería,
aparecióAl' de noche Sancta Virgo María,
díssoli fuertes bierbos com qui con fellonía.
Díssoli: —¿En qué andas, omne de auze dura ?
Sobre yelo escribes, contiendes en locura;
harta só de tu pleito, dasme grand amargura,
eres muy porfidioso, enojas sin mesura. — 8

   De estos pasajes, el de la Vida de Santo Domingo de Silos deja bastante claro que la expresión auze mala significa 'mala suerte' o 'desventura', acepción confirmada por el portugués antiguo avezimão 'malhadado, desventurado' (Menénez Pidal, 1908-1911: II, 489; el mis-mo sentido le otorga da Sas, 1976: 19, en el Alexandre ). Esta acepción parece haber triunfado sobre la positiva en la segunda mitad del siglo XIII, pues el Fuero General de Navarra (compilado algo antes de 1270, cf. Utrilla, 1987: I, 14-20 y 86-87) lo emplea sin adjetivos como sinónimo de malaventura: 9

   El Dios Adonay Sabbaoth, alpha et omega, qui fue e sera muyt amador de justicia e qui al rey David dixo que Él desperdrié lo<s> que mentira jurassen, Éyll faga de ti demostrança oy, e, si mientes, el día que vos viene en ayno Somá Arrabá perdido lo ayas, e tremen tus huessos e tu alma de día e de noch, e non te mengoe auze ni malaventura. Di: «Amén».

   Pese a esta restricción semántica, el valor claramente positivo se advierte todavía en el propio Berceo, cuando escribe en los Loor es de Nuestra Señora, 137:

Señora benedicta, en buen punto fust' nada,
que pariste tal cosa que es tan exaltada,
disti en hora buena a Mesía posada;
por end te dicen todas las gentes bien auzada.

   Esta estrofa es una paráfrasis del Magnificat y en particular, el verso 173 d se inspira en su tercer versículo: «ecce enim ex hoc beatam me di-cent omnes generationes» (Lc 1, 48). Este alcance de bien auzado queda confirmado por el antónimo del vocablo portugués visto arriba, avezibõo 'bienhadado' (Menénez Pidal,1908-1911: II, 489). Frente al uso absoluto que hacen del término el Cantar de mio Cid y el Fuero General de Navarra, en buena y en mala parte respectivamente, su sentido prístino era neutro, como demuestran los demás textos en que aparece. La voz hubo, pues, de significar en un principio tan solo 'suerte, ventura', como corresponde a su etimología, *auice(m),10 caso oblicuo de * auix, falso positivo de auicula o, como quiere Menénez Pidal (1908-1911: II, 489), de auicella > avecilla, lo que parece quedar refrendado por la definición de Blaise (1954: s.v.): « auicella, -ae, f., simple oiseau ( iron., en parl. de la superstition des augures)». Se ha de notar, no obstante, que auicella o, para ser exactos, auicellus solo aparece en De correctione rusticorum, §16, de San Martín de Braga († 579), junto con la forma vulgar sternutus > estornudo, por el bíblico sternutatio, remitiéndose, sin duda, a las voces protorromances usadas por los que practicaban las supersticiones que él condena:

Dimisistis signum crucis, quod in baptismum accepistis, et alia diaboli signa per avicellos et sternutos et per alia multa adtenditis. Quare mihi aut cuilibet recto christiano non nocet augurium? Quia, ubi signum crucis praecesserit, nihil est signum diaboli.

   Ahora bien, por su acentuación, auze exige partir del proparoxítono , con––, no de una forma protorromance, que hubiese producido una acentuación paroxítona analógica de la ofrecida por perdiz < perdîce(m) y codorniz < côturnîce(m), lo que obliga a remontarse a un período más antiguo y, con ello, a preferir , dada su más elevada frecuencia y su mayor facilidad para relacionarse con *auix. En cuanto a la retroformación, sin duda ha seguido a la inversa el modelo de cornix y su diminutivo cornicula > corneja, seguramente bajo el influjo de otros nombres de ave con el mismo sufijo, como los vistos coturnix o perdix.
   Sea como fuere, lo verdaderamente importante es que el étimo de auze remite a la idea representada por el clásico auspicium < auis 'ave' + spicio 'mirar, observar', primeramente el pronóstico derivado de las señales adivinatorias producidas por las aves y finalmente las señales mismas, o augurium, igualmente compuesto de auis y de una raíz emparentada con el sánscrito gar, 'mostrar, dar a conocer'; el propio auis, debido a su frecuente uso mántico, poseía ya en en latín clásico el sentido genérico de omen 'indicio premonitorio' (cf. Ernout y Meillet, 1956: s. vv.). Así pues, el auze se vincula específicamente a la fortuna, buena o mala, que pueda descifrarse en los agüeros o, según cómo se conciban éstos, derivarse de ellos. De estos presagios, los fundamentales en la carrera de todo héroe son los que acompañan a su nacimiento, a menudo en forma de señales portentosas, como las manifestadas con ocasión del alumbramiento de Alejandro Magno. Por eso Berceo indica que María es bien auzada y que «en buen punto fust' nada» (Loores, 137 a). El punctum temporis o la hora es el momento en que se levanta el horóscopo < lat. < gr. literalmente 'el que observa la hora' (Corominas y Pascual, 1980-1991: III, 388 a ). Por lo tanto, la frase quiere decir 'nacida en un momento favorable', en el sentido astrológico del término. La Virgen está, pues, de enhorabuena, por citar sólo un obvio ejemplo lexicalizado de las implicaciones de dicha expresión.11
   No es en absoluto casual que al héroe del Cantar, igualmente bien auzado (es decir, beatus, según la equivalencia establecida por Berceo), se le aplique el mismo epíteto, aunque en su caso conozca dos variantes básicas, la genetliaca y la caballeresca. La primera se refiere al momento en que nació el héroe, la otra a aquél en que, mediante el rito de paso de la investidura, renació (por así decir) como adulto y caballero (cf. Hamilton, 1962: 174-176; Rodríguez-Velasco, 2002 y en prensa; Montaner, 2007: 325-28). Ambas modalidades del epíteto épico resultan tan importantes para la caracterización del héroe que es el único tipo de fórmula adaptado a todas las posibles circunstancias de su enunciación poética, como muestra el siguiente cuadro:

raíz formular

desinencia formular

rima

contexto

modalidad

(el) que en buen ora

+ nasco

Ø / á-o

narración

genetliaca

+ nació

ó

+ fue nado

á-o

+ fuestes nado

á-o

estilo directo

+ fuestes nacido

í-o

+ nasquiestes vós

ó

+ nasquiestes de madre

á-e

+ cinxo espada

á-a

narración

caballeresca

+ cinxiestes espada

estilo directo

   Gracias a la multiplicación de este epíteto,12 la constancia de que el Cid se halla bajo el influjo positivo de las estrellas es permanente a lo largo del poema. El auze de Rodrigo se manifiesta o, según cómo se mire, deriva de esa hora o momento fasto en que tuvieron lugar sus dos acciones vitales más trascendentes, egresar al mundo de los vivos e ingresar en el de los guerreros adultos. Desde ese punto de vista, puede decirse que el Cid es un personaje afortunado en sí mismo, porque su auze, de acuerdo con el sentido estrictamente positivo que posee en el Cantar, es radical, se imbrica en la constitución misma del héroe y, al menos desde un punto de vista teleológico, no varia con las circunstancias. Su auze es tal, nos dice Avengalvón, que incluso aunque alguien quisiera perjudicarlo, no lo lograría. Quizá no sea fortuito que semejante declaración, que corresponde a la primera vez que el término se usa en el poema, la haga un musulmán, porque, en boca del señor de Molina, el término trae resonancias del concepto islámico de barakah, una mezcla de carisma y buena fortuna que alcanza a algunas personas por bendición divina (que es el sentido prístino del término): «A blessing; any good that is bestowed by God; and particularly such as continues and increases and abounds» (Lane, 1863-1893: I, 104 b ). Se trata de una gracia especial:

13

El buen auzado sería entonces equivalente al mubârak, aquel «gifted with, or made to posess [= barakah ], i. e., a blessing […] that is bestowed by God, prosperity or good fortune» (Lane, 1863-1893: I, 104 c ). La idea de que, en definitiva, no hay más fortuna que Dios, comparece de forma implícita en el Cantar la segunda vez que emplea auze, por boca, esta vez, de Álvar Fáñez, pues en esta ocasión la fortuna del Cid se vincula netamente a la Providencia:

Esta batalla el Criador la ferá
e vós, tan diño que con él avedes part,
mandádnoslos ferir de cual part vos semejar;
el debdo que á cada uno a conplir será.
Verlo hemos con Dios e con la vuestra auze. (vv. 2363-66) 14

   Por supuesto, esto no significa que el Cid sea un héroe cruzado, ni siquiera propiamente religioso, en el sentido de que el motor principal de sus hazañas tenga como fundamento la expansión o siquiera la defensa de la fe. No hay nada de martirial (en su sentido etimológico) en la actuación del Campeador y de los suyos. De hecho, la única vez que se habla de martirio en el Cantar es por boca de las hijas del Cid y tiene un sentido eminentemente laico, cuando piden a sus maridos en Corpes el consuelo de una muerte honrosa:

—¡Don Diego e don Ferrando, rogámosvos por Dios!
Dos espadas tenedes fuertes e tajadores,
al una dizen Colada e al otra Tizón,
cortandos las cabeças, mártires seremos nós.— (vv. 2725-28)

   Lo que realmente permite apreciar la relación (aun si sólo fuera conceptual) entre auze y barakah es que el Cid es un héroe providencial, es decir, vinculado, por esa especial condición, a los designios de la providencia divina. Por eso, él confía constantemente en la ayuda de Dios y es muy consciente de que la recibe:

¡Ídesvos, Minaya, a Castiella la gentil!
A nuestros amigos bien les podedes dezir:
«Dios nos valió e venciemos la lid». (vv. 829-31)

Ayudóle el Criador, el Señor que es en cielo.
Él con todo esto priso a Murviedro;
ya vie mio Cid que Dios le iva valiendo. (vv. 1094-96)

Conpeçaremos aquesta lid campal,
yo fío por Dios que en nuestro pro eñadrán. (vv. 1111-12)15

Las nuevas de mio Cid, sabet, sonando van;
miedo an en Valencia, que non saben qué se far.
Sonando van sus unevas allent parte del mar.
Alegre era el Cid e todas sus compañas,
que Dios le ayudara e fiziera esta arrancada. (vv. 1154-58)

—Mugier, sed en este palacio
e, si quisiéredes, en el alcácer;
non ayades pavor porque me veades lidiar:
con la merced de Dios e de Santa Maria madre,
crécem' el coraçón porque estades delant.
¡Con Dios aquesta lid yo la he de arrancar!— (vv. 1651-56)

Alegre era mio Cid e todos sos vassallos,
que Dios le ovo merced que vencieron el canpo. (vv. 1739-40)

Esto gradesco al Criador: cuando he la gracia de don Alfonso mio se-
ñor,
valerme á Dios de día e de noch. (vv. 2043 b -2045)

Commo yo fío por Dios e en todos los sos santos,
d'esta arrancada nós iremos pagados. (vv. 2447-48)

¡Plega al Criador que en cielo está
que vos vea mejor casadas d'aquí en adelant!
De mios yernos de Carrión Dios me faga vengar. (vv. 2891-93)

   Pero es que, además, la relación es recíproca: Dios confía en el Cid, como le hace saber por boca de su mensajero por antonomasia, el arcángel Gabriel, en el crítico momento de la víspera de su salida de Castilla, el punto de no retorno del destierro:

   Aquí se advierte bien cómo el auze cidiana procede de un don divino, al igual que la barakah. Posiblemente, no es casual que la tercera vez que aparece auze en el Cantar, vv. 2368-72, sea justamente antes de que don Jerónimo, único personaje que expresa algo asimilable al espíritu de cruzada, pida el honor de dar las primeras feridas como forma de honrar su orden (es decir, su condición de religioso) y sus manos (esto es, por sinécdoque, su persona misma, en cuanto dotada de acción). Algo parecido sucede en el relato de la carga del obispo: «Por la su ventura e Dios que l'amava, | a los primeros colpes dos moros matava de la lança» (vv. 2385-86). Esto permite vincular ambos aspectos (el providencial con el específicamente religioso) sin llegar a mezclarlos ni, por tanto, a confundirlos. Entiéndaseme, no estoy pretendiendo aquí que el poeta épico se haya detenido a puntuar tácitas sutilezas teológicas, sino, simplemente, mostrar cómo, en su discurso, los dos planos resultan paralelos y no convergentes.
   No obstante, el auze no es sólo un elemento innato, sino que la buena fortuna también se construye, a través de situaciones específicas. Así lo deja claro San Gabriel cuando expresa, como se ha visto, que «nuncua en tan buen punto cavalgó varón» (v. 408) y vuelve a quedar de manifiesto cuando se alude al regreso a la capital levantina tras las vistas del Tajo en que ha tenido lugar la reintegración del Cid al amor regio: «adeliñan pora Valencia, la que en buen punto ganó» (v. 2167). Ese punto no es solo el punctum temporis astrológico, es también el kairós, el instante en que hay que asir la ocasión por el copete, para lo cual, ¿qué mejor que estar alerta? Por ello, el Cid sabe mantener su auze precisamente acudiendo a la práctica del auspicio, como corresponde el sentido etimológico del término (por más que este fuese, con seguridad, completamente opaco para el autor y su público). Al presentar a Rodrigo como perito en la ornitomancia, el poeta se atenía, sin duda, a lo que la voz pública contaba de su héroe, pues los testimonios historiográficos están conformes en presentar al Campeador como experto lector de agüeros. Así lo expresa la carta que, según la Historia Roderici, 38, le dirigió el conde Berenguer Ramón II de Barcelona: «Videmus etiam et cognoscimus, quia montes et corui et cornelle et nisi et aquile et fere omne genus auium sunt dii tui, quia plus confidis in auguriis forum quam in Deo», así como los versos con que un anónimo poeta valenciano intentaba, al parecer en vano, contrarrestar los rumores que el señor de Valencia hacía correr durante el asedio almorávide que terminó con la batalla de Cuarte (librada el 21 de octubre de 1094):

Tomaba en las aves augurio y presagio, añadiendo a eso embelecos de
su propia inventiva, con los que animaba el espíritu de sus compañeros,
a propósito de lo cual compuso cierto valenciano:
Decidle a Rodrigo que la verdad ya se ha manifestado
o hacédselo saber cuando augura por el vuelo del ave.
Las espadas de en cada combate
impedirán a sus aves acertar en su anuncio.16

   De todos modos, la interpretación de auspicios no es en el Cantar una mera reminiscencia de la fama de agorero del Campeador, sino que cumple un papel estructural, dado que se sitúa siempre al principio de un viaje y marca una transición. De este modo, la marcha al destierro se inicia con el agüero, de doble sentido, de las cornejas (vv. 11-14). Poco después, en el cruce de la frontera, las señales ornitománticas son sustituidas por el mensaje, mucho más neto y decisivo, del arcángel Gabriel (vv. 404-412), pero más tarde, al acabar la primera serie de sus campañas, que se cierra con el envío de la primera dádiva al rey Alfonso, y abandonar la cuenca del Jalón para ingresar en un nuevo y para él desconocido territorio, el Cid cata otra vez los agüeros, que esta vez resultan positivos: «al exir de Salón mucho ovo buenas aves» (v. 859). Lo mismo hará bastante después, cuando sus hijas partan de Valencia con los infantes de Carrión (vv. 2615-2617); pero entonces los augurios no serán favorables, lo que le lleva a mandar con sus hijas a su primo Félez Muñoz, decisión que, a la postre, salvará sus vidas (cf. Montaner, 1987: 187-188).
   El Cid actúa como prudente caudillo y padre al tomar en cuenta las señales ornitománticas y, en general, puede decirse que su prudentia es una de las vías por las que su auze se mantiene constante. Así se advierte cuando toma decisiones basadas en el adecuado cálculo de sus posibilidades y en el sereno examen de la situación, como sucede al abandonar Castejón:

y de nuevo al dejar el pinar de Tévar:

Sonrisós' el caboso, que non lo pudo endurar:
—¡Ya cavalleros! Dezirvos he la verdad:
qui en un logar mora siempre lo so puede menguar.
Cras a la mañana pensemos de cavalgar,
dexat estas posadas e iremos adelant.—
Estonces se mudó el Cid al puerto de Alucant. (vv. 946-51)

   Como puede apreciarse, la característica mesura cidiana no conduce a la parálisis, sino, por el contrario, se traduce en dinamismo. En este poema optimista, el héroe no puede caer en la acedia, los obstáculos son para él (y en esto no se aparta del patrón épico) un poderoso estímulo. Precisamente, su condición de bien auzado, de mubârak, permite eliminar cualquier sospecha de que un exceso de prudencia pueda llevar a la inacción. En efecto, la mesura cidiana impide al héroe caer en la temeridad (como hace su sobrino Pero Vermúez al inicio de la batalla contra Fáriz y Galve), pero, en la medida en que su condición de afortunado descarta toda duda sobre sus propias fuerzas, también en la pusilanimidad. De ahí que, ante el encontrado agüero de las cornejas burgalesas, el Cid exclame «¡Albricia, Álbar Fáñez, ca echados somos de tierra!». En efecto, lejos de abrumarse ante la perspectiva del exilio, para el Campeador es motivo de alegría: '¡Qué buena noticia, Álvar Fáñez, pues hemos sido desterrados!', en virtud de todas las posibilidades que ahora se le abren, puesto que, como ya vio Huerta (1948: 101), «el destierro, para el Campeador, es una prueba y una oportunidad». De este modo, aunque con un concepto atemperado de la osadía, el Campeador, caballero afortunado, favorecido por los buenos augurios, pero que no deja en manos del destino su bienandanza, demuestra responder (seguramente en este caso a la zaga del Rodrigo Díaz histórico, cf. Montaner y Boix, 2005: 212) a la vieja y sabia máxima audentes fortuna iuuat.

Notas

1. El presente trabajo se enmarca en las actividades del Proyecto de Investigación del Plan Nacional de I+D HUM2005-05783: Génesis y evolución de la materia cidiana en la Edad Media y el Siglo de Oro.

2 Adviértase que Roldán no es en rigor un héroe colérico y mucho menos el Cid, ni siquiera el de las Mocedades.

3 En un trabajo de síntesis, Menéndez Pidal (1961: 7274 a ) aludió ya brevemente a esta característica, señalando algunos de sus aspectos esenciales.

4 Cantar de mio Cid, vv. 1520-26; adviértase que el sentido del verso 1524 es hipotético, no meramente adversativo: 'incluso aunque le quisiéramos mal, no podríamos hacérselo', es decir, fa(ze)rle mal, 'hacerle daño, perjudicarlo'.

5 En este y en los demás pasajes aducidos a continuación, las cursivas son mías.

6 Vida de Santo Domingo de Silos, 419-20.

7 Los signos del juicio final, 26.

8 Milagros de Nuestra Señora, 822-23.

9 Fuero General de Navarra, § 13, líns. 87-92. Sigo el texto del ms. BUS 1947, f. 37r, según la edición de Waltman y Craddock (1993), pero introduzco la enmienda marcada con antilambda, de acuerdo con los mss. BNM 248 y 17653 (según las transcripciones del CORDE y de Utrilla, 1987). La frase «el día que vos viene en ayno Somá Arrabá perdido lo ayas» quiere decir 'que pierdas el día en que, durante el año siguiente, os llegue la fiesta del Gran Ayuno', es decir, Yom Kippur. El emplazamiento del perjuro en esa fecha se debe a que «The sages hold that the fate of every person, which has been left pending from Rosh Ha-Shanah, is finally determined on the Day of Atonement (Tosef., RH 1:13; cf. Yad, Teshuvah 3:3), and hence one should repent during the Ten Days of Penitence, and particularly on the Day of Atonement ( ibid., 2:7) […] as a day of judgment and justice and as the hour of "signing the verdict"» (Encyclopaedia Judaica, vol. V, 487 y 491). Agradezco a Federico Corriente, Eliezer Nowodworski y Gisela Roitman sus sugerencias para la interpretación de este pasaje.

10 Corominas y Pascual (1980-1991: I, 418 a).

11 Sobre el significado astrológico de 'en buena hora', véase Edery (1977: 57). En varias lenguas se da el fenómeno de términos pertenecientes al campo semántico de la buena o mala ventura que se relacionan etimológicamente con raíces que significan 'hora', como en el caso citado en el texto y sus parientes enhoramala y deshora o, en francés, hereux, bonheure, malheure. Lo mismo sucede fuera del ámbito románico, en ruso, donde, sobre 'hora', se han formado 'felicidad', 'feliz', 'desgracia' y 'desgraciado', así como las locuciones 'enhorabuena' (adv.) y 'enhoramala'. Lo mismo sucede en hebreo moderno, dónde, a partir de 'hora', se han formado 'enhorabuena' (adv.) y 'deshora' (Montaner y Moradell, 1988: 92).

12 A las variantes recogidas en el cuadro anterior añádase la que en el radical em-plea punto en vez de ora (vv. 294 y 3086, donde es aplicado –quizá por error– a Martín Muñoz), que es la retomada por Berceo en Loores, 137 a.

13 Encyclopaedia of Islam, s. v. «baraka».

14 Nótese una equiparación semejante en boca de doña Jimena, al reunirse con su esposo en Valencia: «Afeme aquí, señor, yo e vuestras fijas amas, / con Dios e convusco buenas son e criadas»(vv. 1597-98).

15 Una expresión parecida emplea después Minaya: «commo fío por Dios, el campo nuestro será» (v. 1133).

16 Texto de Ibn 'Idârî, en versión mía (Montaner y Boix, 2007: 246, texto árabe, y 253, traducción castellana). Viguera (en prensa) traduce así el primer verso: «Decid a Rodrigo que la Verdad triunfa, o comprobad cómo obtiene sus augurios» y comenta que «En relación con la primera parte del primer verso, elegir entre las dos acepciones de zahara = "manifestarse" / "vencer" nos conducen casi, casi, a lo mismo... pero el quid está en la segunda parte, entre "comprobad" (Viguera) y "hacédselo saber" de Montaner, que él justifica en su nota 9, recorriendo las diversas lecturas posibles: faqqiduhu / naqqiduhu, descartándolas y proponiendo naffiduhu ([errata por] naffidu-hu, con "d"); yo traduje "comprobad", leyendo naqqiru-hu "examinar", "escudriñar" (= "comprobadlo cuando echa a volar su ave para obtener augurio"), pues creo que el propósito del poeta, y de Ibn 'Idari al reproducirlo, es introducir la desconfianza en los falsos agüeros del Cid». Esta enmienda es igual de probable en términos paleográficos, pero considero que la adoptada por mí (a sugerencia del profesor Corriente) encaja mejor en el contexto, pues la acepción de 'comprobar' para naqqara es parafrástica, mientras que idâmâ es adverbio de tiempo, no de modo, por lo que literalmente habría que traducir 'indagadlo [ i. e. el asunto] cuando [Rodrigo] augura por el vuelo de sus aves'.

Bibliografía

1. Blaise, A., 1954. Dictionnaire Latin-Français des auteurs chrétiens, rev.H. Chirat, Turnhout: Brepols.         [ Links ]

2. Casas Rigall, Juan (ed.), 2007. Libro de Alexandre, Madrid: Castalia. CORDE: Corpus Diacrónico del Español, Madrid, Real Academia Española, accesible en línea en <http://corpus.rae.es/cordenet.html> [consultado el 21 de octubre de 2007].         [ Links ]

3. Corominas, Joan, y Pascual, José A., 1980-1991. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid: Gredos, 6 vols.         [ Links ]

4. Cuenca, Luis Alberto de, [en prensa]. «Mio Cid», Ínsula, (noviembre 2007).         [ Links ]

5. Curtius, Ernst Robert, 1955. Literatura europea y Edad Media latina, trad. Margit Frenk y Antonio Alatorre, México: Fondo de Cultura Económica, 2 vols.         [ Links ]

6. Edery, Moïse, 1977. «El fondo bíblico del Mio Cid», Revista de Occidente, III época, XX-XXI (junio-julio 1977), 56-60.         [ Links ]

7. Encyclopaedia Judaica, Michael Berenbaum y Fred Skolnik (ed.), 2.ª ed., Detroit, Macmillan, 2007. 22 vols.; accessible en línea en Gale Virtual Reference Library, Thomson Gale, <http://find.galegroup.com/ gvrl/infomark.do?%26contentSet=EBKS%26type=retrieve%26tabID=T002%26p rodId=GVRL%26docId=CX2587599999%26source=gale%26userGroupNam e=berk89308%26version=1.0> [consultado el 21 de octubre de 2007].         [ Links ]

8. Encyclopaedia of Islam, WebCd edition, Leiden: Brill, 2003.         [ Links ]

9. Ernout, A., y Meillet, A., 1956. Dictionnaire étymologique de la langue latine: Histoire des mots, 4.ª ed., París: C. Klincksieck.         [ Links ]

10. Falque, Emma (ed.), 1999. Historia Roderici, en Chronica Hispana saeculi XII, Pars I, Turnhout: Brepols, 1990 (Corpus Christianorum, Continuatio Mediaeualis, LXXI), 1-98; José Manuel Ruiz Asencio e Irene Ruiz Albi (ed.), Historia latina de Rodrigo de Vivar, ed. facs. y transcr. del Ms. 9/4922 ( Olim A-189) de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Burgos: Ayuntamiento; Caja de Burgos.         [ Links ]

11. Gonzalo de Berceo, 1992. Obras Completas, Isabel Uría (coord.), Madrid: Espasa-Calpe.         [ Links ]

12. Hamilton, Rita, 1962. «Epic epithets in the Poema de Mio Cid », Revue de Litterature Comparée, XXXVI, 161-178.         [ Links ]

13 .Huerta, Eleazar, 1990. Poética del "Mio Cid", Santiago de Chile: Nuevo Extremo, 1948; reimp., Albacete: Diputación Provincial.         [ Links ]

14. Lane, Edward William, An Arabic-English lexicon, London ; Edinburgh: Williams and Norgate, 1863-1893, 8 vols.         [ Links ]

15. Martín de Braga, 1950. De correctione rusticorum, en Opera omnia, Claude W. Barlow (ed.), New Haven: Yale University Press, for the American Academy in Rome, 183-203.         [ Links ]

16. Menéndez Pidal, Ramón, Cantar de Mio Cid. Texto, gramática y vocabulario, Madrid: Bailly-Baillière e hijos, 1908-1911; reimp. con un ap.actualizador, Madrid: Espasa-Calpe, 1944-1946, 3 vols.         [ Links ]

17. Menéndez Pidal, Ramón, 1961-1963. «Mio Cid, Cantar de», en Gran enciclopedia del mundo, Bilbao: Durvan, vol. XIII, 7265-75.         [ Links ]

18. Millet, Víctor, [en prensa]. «El Cid y la germanística: Algunas consideraciones iconoclastas», en El Cid y el mundo de la épica, Burgos, Instituto de la Lengua de Castilla y León, Burgos.         [ Links ]

19. Montaner Frutos, Alberto, 1987. «El Cid: mito y símbolo», Boletín del Museo e Instituto «Camón Aznar», XXVII, 121-340.         [ Links ]

20.Montaner Frutos, Alberto (ed.), 2007. Cantar de mio Cid, est. prel. Francisco Rico, Barcelona: Centro para la Edición de los Clásicos Españoles; Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores.         [ Links ]

21. Montaner Frutos, Alberto y Boix, Alfonso, 2005. Guerra en Šarq Al'andalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo.         [ Links ]

22. Montaner Frutos, Alberto y Helena D. Moradell Avila, 1988. «Inventario y tipología de inscripciones populares: El caso de Aldeanueva de la Vera y Cuacos de Yuste (Cáceres)», Alcántara: Revista del Seminario de Estudios Cacereños, III época, 15 (diciembre 1988), 75-94.         [ Links ]

23. Rodríguez- Velasco, Jesús, 2002. «El Cid y la investidura caballeresca», en El Cid: de la materia épica a las crónicas caballerescas, Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, 383-92.         [ Links ]

24. Rodríguez- Velasco, Jesús, [en prensa]. Poética del Orden de Caballería: Regulación de las instituciones caballerescas entre nobleza y burguesía, Madrid: Akal.         [ Links ]

25. Sas, Louis F., Vocabulario del «Libro de Alexandre », Madrid: Real Academia Española, 1976.         [ Links ]

26. Utrilla Utrilla, Juan F. (ed.), 1976. El Fuero General de Navarra: Estudio y edición de las redacciones protosistemáticas (series A y B), Pamplona: Institución «Príncipe de Viana», 2 vols.         [ Links ]

27. Utrilla Utrilla, Juan F. (ed.), 1987. Fuero General de Navarra, en Waltman y Craddock (1993).         [ Links ]

28. Viguera, María Jesús, [en prensa]. «Ludriq al-Qanbiyatur: el Cid según las fuentes árabes», en Qanbiyatur / Campidoctor: El Cid en las fuentes árabes y latinas, Instituto de la Lengua de Castilla y León, Burgos.         [ Links ]

29. Waltman, Frank, y Craddock, Jerry, 1993. Text and concordance of Fuero general de Navarra: Biblioteca universitaria de Salamanca MS. 1947, Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies.         [ Links ]

30. Whetnall, Jane, 1996. «A Question of Genre: Roncesvalles and the Siete infantes Connection», en «Al que en buena hora naçio»: Essays on the Spanish Epic and Ballad in Honour of Colin Smith, Brian Powell, Dorothy S. Severin y Geoffrey West (ed.), Liverpool: Liverpool University Press; London: Modern Humanities Research Association, 171-187.        [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons