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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar v.9 n.11 La Plata ene./jun. 2008

 

NOTAS

II. El hispanismo ensimismado

Luisa Elena Delgado

Universidad de Illinois (Urbana- Champaign)

Resumen
La situación actual del hispanismo en tanto discurso intelectual ha sido considerada, desde diferentes sectores, crítica. El artículo analiza las características de la(s) supuesta(s) crisis, abordando sus posibles raíces y proyecciones, y entablando un diálogo con otras posiciones al respecto.

Palabras clave: Hispanismo; Crisis; Estudios culturales. 

Abstract
The present situation of Hispanism as intellectual discourse has been considered critical, in different fields of study. This note analyzes the features of this presumed crisis, approaching its possible roots and projections, and engaging itself in a dialogue with other positions on the matter.

Keywords: Hispanism; Crisis; Cultural Studies.

   En su sentido más estricto, la palabra “crisis” identifica una mutación considerable, como mejora o empeoramiento, en el curso de un proceso de enfermedad. En su ponderado y bien contextualizado análisis sobre el “Hispanismo y la retórica de la crisis”, José María Pozuelo juega precisamente con este significado médico del término para insertarlo en una metaforización del hispanismo como organismo “aquejado del mismo mal que el resto de las filologías” (2003: 6). Con su acostumbrada perspicacia, Pozuelo sugiere que quizá esa “crisis” que muchos analizan como síntoma del problema, sea más bien su solución, la vacuna que permita que dicho organismo pueda salir restablecido. Tal opinión se sustenta en base al hecho de que las supuestas crisis han proporcionado al Hispanismo actual “un relieve mucho más plural en métodos y opciones investigadoras que el que tenía hace cincuenta años” (2003: 6). Si bien coincido enteramente con mi colega en sus conclusiones, me gustaría incidir sobre las implicaciones que pueda tener la utilización generalizada de este discurso médico de la crisis, la patología y la inoculación en la discusión de los avatares de una disciplina intelectual.
   Para que haya necesidad de vacuna, tiene que asumirse la premisa de que en el organismo huésped (en este caso el cuerpo metafórico del hispanismo) se perciben síntomas y signos que indican una alteración ocasionada por un agente invasor al cual hay que neutralizar o contra el cual hay que defenderse. Lo que esa retórica implica, por tanto, es que el hispanismo tiene un “estado natural” que ha quedado desequilibrado por factores externos a él. Y, en efecto, la necesidad de alcance o recuperación de ese momento de plenitud necesario para el buen funcionamiento de la disciplina queda planteada, implícita o explícitamente y desde perspectivas diferentes, por varios de los participantes en este debate, en especial Gonzalo Navajas, Germán Gullón y Randolph Pope. La erudita intervención de este último, sin embargo, se desmarca de las restantes para localizar el problema del hispanismo actual no en la escasez de pensamiento crítico/teórico original, ni en la ausencia de conocimiento fiable de su contexto cultural específico, sino en la pérdida del placer de la lectura. Tal pérdida se plantea como consecuencia general del peso del aparato institucional y evaluativo de la disciplina misma, pero también, más específicamente, con la preocupación actual por “mostrar los estragos del colonialismo, el sexismo, el nacionalismo, las dictaduras o el racismo” (Pope, 2008). En otras palabras, la pérdida del gozo y la magia de las palabras se asocian con la irrupción en la escena académica de los estudios culturales y su énfasis en la manera en que las relaciones de poder conforman las prácticas literarias y artísticas.
   El argumento de Pope es sugerente, entre otras cosas por la seductora brillantez de sus propias palabras. Tiene, además, un gran fondo de verdad. Es innegable que los estudios culturales han desplazado la preocupación por cuestiones de valor “meramente” estético para enfatizar el contexto político y social en que se sitúan los artefactos culturales; es innegable asimismo que tal énfasis viene en ocasiones arropado en los paradigmas analíticos de las ciencias sociales. El resultado, aplicado a los estudios literarios, es a menudo una visión sociológica y reduccionista de la literatura, que ignora la complejidad retórica y estilística del discurso literario. Sin embargo, no hay que juzgar el todo por las posibles deficiencias de prácticas específicas. Existe también una crítica cultural atenta no sólo a lo que se dice, sino también al cómo, entre otras cosas porque la ideología de un texto no es algo superpuesto a éste, sino que está imbricado en su propia materialidad, en su retórica y organización. Asimismo repite siete renglones arriba, la discusión de la noción de placer textual es crucial para los estudios culturales, pero lo es precisamente a partir del cuestionamiento del universalismo de la estética tradicional y de la presunción de una excelencia artística intrínseca al objeto. Esto es, no se trata de ignorar el placer que la lectura pueda proporcionar, sino de reconocer que dicho placer no se produce en el vacío sino que está determinado por nuestra propia localización cultural, institucional y por supuesto, personal. Creo que es evidente que no todos disfrutamos con las mismas imágenes, ni reímos con los mismos chistes: por eso es más fácil traducir la tragedia que el humor. Creo también que puede asegurarse que no todo el mundo disfruta con las agonías de Unamuno (uno de los ejemplos aducidos por Pope), que muchos lectores avezados consideran exasperantes. Por lo demás, no deja de ser relevante, en este contexto, recordar que al menos a partir del siglo XIX la seriedad y la sobriedad pasan a considerarse características diferenciales de la identidad cultural castellana/española. Identidad que se situaría así en oposición a otras visiones “más gozosas” del mundo, como la francesa pero también la latinoamericana, algo que el propio Unamuno reconocía en su correspondencia con Rubén Darío. Don Miguel fue, en efecto, uno de los más elocuentes adalides de esta posición y alguien que, dada la opción, siempre hubiera elegido ser disciplina y no fiesta, porque en ello encontraba el sello característico de la verdadera españolidad. Por lo tanto, quizá la falta de espíritu lúdico que mi colega Pope sensatamente lamenta, tenga que ver, en gran medida, con la propia construcción de “lo español” que se ha llevado a cabo en historias literarias y artísticas. El desmantelamiento o cuestionamiento de dicha construcción será sin duda causa de desasosiego para unos, y de gozo para otros.
   Volvamos ahora, entonces, al término “crisis”. En su significado más generalizado, “crisis” alude simplemente a un momento de consecuencias importantes, o bien a cualquier situación compleja que implica mutación o cambio. En ese sentido, no sólo podemos suscribir sin ambages la idea de que el hispanismo está en crisis, sino que es completamente lógico que así sea. Por un lado y como bien subrayaba Benjamín Macías, la historia de la literatura es también la historia de la nacionalización de ciertos valores estéticos, que se resaltan como muestra de un espíritu o genio nacional. Por lo tanto y por mucho que queramos enfatizar los aspectos meramente lúdicos de nuestra labor pedagógica, lo cierto es que la configuración misma de nuestra disciplina (las listas de textos representativos, por ejemplo) es difícilmente separable del proyecto ideológico que implica esa demarcación y defensa de una norma nacional. Proyecto que, no hace falta decirlo, en el caso español es particularmente complejo y contencioso. Afrontar tal complejidad y no eludirla es una tarea fundamental del hispanismo del siglo XXI, por mucho que el hacerlo traiga consigo lo que Vattimo identifica como la desorientación inevitable que acompaña la erosión de las certezas.
   La incertidumbre y el cuestionamiento que puedan percibirse actualmente en el seno del Hispanismo no deberían considerarse, pues, como síntomas o signos de un proceso de alteración, sino, por el contrario, como componentes intrínsecos de su configuración como discurso intelectual. Desde ese punto de vista, el verdadero peligro para el Hispanismo consistiría por tanto en la tendencia contraria, denunciada hace ya muchos años por Américo Castro: el discurso ensimismado de lo ya sabido, el perpetuo solipsismo. Una de las maneras de prevenir tal ensimismamiento es, para empezar, abandonar la pretensión de neutralidad y ausencia de posicionamiento específico que caracteriza a menudo los debates intelectuales. Todos los que ejercemos la docencia y/o la investigación tenemos determinados intereses enunciativos (personales, institucionales y culturales) que marcan nuestras preferencias y nuestras fobias. Admitir tal evidencia no implica la negación de los conceptos mismos de valor o gozo estético, sino el reconocimiento de su relatividad y contingencia, abriendo así el camino a prácticas críticas más abarcadoras y por consiguiente también, a diferentes formas de entender la excelencia y el placer.

Bibliografía

1. Pozuelo Yvancos, José María, 2003. “Hispanismo y retórica de la crisis”, Lateral , Revista de cultura, 99, 6-7.         [ Links ]

2. Pope, Randolph, 2003. “Hispanismo dionisíaco”, Lateral. Revista de Cultura , 106, 6.         [ Links ]

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