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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar v.9 n.11 La Plata ene./jun. 2008

 

ENTREVISTAS

España de la rabia y de la idea. Contra un mañana efímero: entrevista a Isaac Rosa

Evelyn Hafter

Universidad Nacional de La Plata

   Durante los primeros meses del pasado año 2007 mantuvimos con el escritor Isaac Rosa un diálogo virtual. Resultado de aquella suerte de conversación escrita es la presente entrevista.
   La intención en ese momento había sido la de encontrarnos con el autor de El vano ayer –segunda y entonces última novela del autor–, para ahondar en las problemáticas en torno a las relaciones entre memoria, historia y ficción.
   Un año después, las opiniones del autor que a continuación se presentan suscitan aún el interés de los lectores tanto a uno como al otro lado del Atlántico. La razón obedece a diversos factores, entre ellos a que sus reflexiones se inscriben en el terreno de una literatura que se cuestiona sobre los modos de narrar la historia, sobre las posibilidades de contar el pasado.

   Evelyn Hafter: –La preocupación por el pasado reciente es un tema harto frecuente en la literatura de los últimos años; tu obra, con una perspectiva renovadora, se inscribe en ese terreno. ¿Podrías precisar cómo surge en tu escritura el interés por el tema del pasado reciente de España? ¿Recordás algún hecho, ya sea literario o no, que haya determinado ese rumbo para tu escritura?
   Isaac Rosa: –Mi interés por el pasado reciente surge, como ciudadano, de la relación conflictiva que mi generación tiene con ese pasado, con el discurso que del mismo se ha construido. Creo que para quienes no hemos vivido aquellos años, quienes hemos crecido ya en democracia y no tenemos memoria personal, el discurso heredado es muy deficiente, y provoca ese conflicto. Para algunos surge por una “revelación” familiar (conocer lo que sufrió su propia familia); en otros casos (yo mismo) surge al contrastar la información recibida (por parte del sistema educativo, las instituciones, los medios de comunicación y otros agentes ideológicos) con otras informaciones a las que un día accedes, y que ponen al descubierto las carencias del discurso construido. En mi caso, aquel inicial interés por el pasado reciente deviene en un posterior interés por el discurso en sí, por cómo se ha construido desde el ámbito de la ficción una interpretación de ese pasado.

   EH: –¿Qué explicación sobre el pasado, sobre lo que sucedió en España, no te satisfizo?
   IR: –Son muchas las interpretaciones sobre el pasado que no me satisfacen, y que resultan incompatibles con el conocimiento que uno puede alcanzar de lo sucedido en aquellos años: la visión (de origen franquista) de la Guerra civil como un error colectivo en el que todos perdimos y en el que todos tuvimos responsabilidad; la distinción entre un primer franquismo dictatorial y represivo y un posterior franquismo autoritario y suave; la imagen de la transición como un proceso ejemplar, de consenso y del que estar orgullosos; la idea de una democracia inocente y nacida sin pecado original.

   EH: –¿Guarda esa explicación imprecisa o equívoca alguna relación con tu propuesta de renovación formal en la manera de contar el pasado, es decir, con el despliegue de una escritura que, a partir de la adopción de ciertos mecanismos de enunciación, se cuestiona a sí misma?
   IR: –En efecto, me interesaba especialmente la construcción de ese discurso del pasado en la ficción. No sólo qué nos cuentan, sino cómo nos lo cuentan, con qué elementos se ha levantado esa interpretación, y con qué tratamiento formal. Entendí que no sólo nos transmiten una imagen del pasado, sino también una forma de contarlo, inseparable de aquella.

   EH: –Los límites entre historia y ficción representan un terreno fértil tanto para la creación como para el análisis (y a veces también para el debate), ¿cómo encarás esa relación desde tu escritura? ¿Es un tema que has pensado o sobre el que te has cuestionado?
   IR: –Lo encaro desde la conciencia responsable de cómo va a ser recibida por los lectores mi ficción: va a ser leída como una visión cierta del pasado, como una propuesta de interpretación. Creo que en España, por las peculiaridades del caso español, por la manera en que se ha gestionado el pasado, la ficción ocupa un espacio que tal vez no le corresponde, o tal vez no le corresponde en esa medida. A falta de otros agentes, la ficción tiene un peso enorme en la construcción de ese discurso del pasado, y eso coloca una importante responsabilidad sobre cualquier autor que se acerque al pasado con las armas de la literatura.

   EH: –¿Creés que la ética entra en juego en la relación entre los acontecimientos históricos y la escritura? ¿Cuál sería, de existir, el papel de la ética en el acercamiento de la escritura de ficción a los temas históricos?
   IR: –Creo que ese componente ético entra en juego en relación con esa responsabilidad de la que hablaba en la respuesta anterior. El escritor, el novelista, no puede ser ajeno a esa responsabilidad, no puede desentenderse. Creo que por ese lugar que (a su pesar o no) ocupa la literatura en España (por la que son los novelistas antes que los historiadores los que están contando el pasado a los lectores de hoy), uno no puede tomarse a la ligera el acercamiento a aquel tiempo.

   EH: –Para quienes no vivimos en España ¿cuáles son los aspectos del franquismo que pensás aún siguen presentes en la sociedad española y en qué medida se dejan ver o se configuran, en la literatura actual? ¿Qué temas tendría entonces pendientes España hoy para terminar con su “ malamemoria ”?
   IR: –El franquismo es, en términos históricos, una etapa todavía demasiado reciente. Sus protagonistas (por adhesión o por oposición) siguen vivos en muchos casos, e incluso algunos en activo. Hay herencias visibles (estatuas, callejeros, fosas comunes, desaparecidos...), pero no son las que tienen más peso sobre nuestro tiempo. Hay otras cuestiones de fondo que han condicionado la construcción de la democracia, y que en muchos casos son todavía un lastre. Vicent Navarro ha estudiado, por ejemplo, el atraso económico, social y educativo de España como causa del modelo de desarrollo de la dictadura y la falta de ruptura en la transición, que provocaría, en sus palabras, una “democracia incompleta”. Otros, como Reig Tapia, señalan cuestiones de tipo cultural y que tienen que ver con la falta de calidad democrática. Y Eduardo Subirats ha escrito mucho sobre la ruptura y discontinuidad cultural, último capítulo de una discontinuidad histórica. Por otra parte, la sensación de impunidad sigue pesando sobre las víctimas de la dictadura. La literatura actual, por desgracia, no atiende a estas cuestiones. Suele mirar a la Guerra civil y a la inmediata posguerra, pero se ocupa poco del franquismo tardío y de la transición, donde están las claves para entender nuestro tiempo.

   EH: –Antes mencionabas, entre las interpretaciones del pasado que no te satisfacen, la de “la imagen de la transición como un proceso ejemplar, de consenso y del que estar orgullosos; la idea de una democracia inocente y nacida sin pecado original”, ¿crees que son bien recibidas aún estas propuestas por parte de la sociedad española? De ser así, ¿cómo se relacionan éstas con la literatura de los últimos años?, ¿percibís nuevas perspectivas?
   IR: –Aunque su propia exageración acaba por invalidarlo, existe un discurso institucional, una versión oficial construida en torno a la transición, y que es aceptada por los principales agentes españoles, aunque sea con críticas y matices. Las nuevas generaciones, los jóvenes que están mirando hacia atrás con rigor, cuestionan esa versión dulcificada. La literatura, como dije antes, no atiende a la transición, que sigue siendo un agujero negro desde el punto de vista de los creadores. Es esperable que los jóvenes autores se interesen desde la creación y sepan desentrañar las claves de aquel tiempo.

   EH: –Los términos “nostalgia” y “memoria sentimental” parecen molestarte o al menos incomodarte cuando se trata de contar lo que sucedió… ¿condiciona de algún modo tu escritura el hecho de que alguna parte de la sociedad concuerde o busque ese discurso en la literatura? ¿Se vislumbran nuevas formas de contar?
   IR: –En efecto, una parte mayoritaria de la literatura sobre el pasado reciente tiene una mirada muy sentimentalizada. Una vez más, creo que la distancia que tenemos los jóvenes autores, sin memoria personal, permitirá otros tratamientos.

   EH: –Frecuentemente insistís sobre el hecho del como nos han contado la historia además de qué nos han contado, esta inquietud influye en tu obra –signada por una escritura que se cuestiona a sí misma, que devela constantemente sus mecanismos de construcción, que pone en escena los recursos de los que se vale–, ¿es acaso la manera de desmantelar también el artificio de construcción de la memoria?
   IR: –No se puede escribir, de manera crítica, sobre la Guerra civil, el franquismo o la transición sin cuestionar la manera en que se ha escrito hasta ahora. Para indagar con las armas de la literatura hay que comenzar por cuestionar el discurso que desde la ficción se ha construido. La imagen de aquel tiempo se ha apuntalado fundamentalmente desde la literatura y el cine, por lo que toda reflexión creadora debe comenzar por atender a esos discursos.

   EH: –Parecería ser también que la solemnidad con que se han tratado ciertos aspectos del pasado puede “adormecer” al lector, e instaurar a la vez ciertas sospechas de condescendencia; ¿cómo evitar esa solemnidad manteniendo aún una postura crítica y regida por el respeto para con el pasado?
   IR: –Sólo me interesan aquellas miradas al pasado que tienen un ojo puesto en el presente, que buscan en aquel tiempo respuestas a preguntas actuales. No me sirve una literatura empeñada en reconciliarnos con lo que hemos sido y lo que somos. Por eso creo que se mira más a la Guerra civil que al tardofranquismo o la transición, porque éstos últimos son más incómodos para nuestro presente.

   EH: –Tu anterior novela, El vano ayer, no sólo está situada en el contexto del gobierno de Franco, sino que su desarrollo está ligado indisolublemente a muchos de los aspectos más repudiables del régimen. A pesar del marcado carácter localista del relato, tu libro te valió el Premio Rómulo Gallegos, y es además muy bien recibido por el público de Latinoamérica, ¿creés que también aquí, es tiempo de reflexionar sobre la manera en que nos han contado la historia? Las lecturas de El vano ayer en Latinoamérica ¿te han devuelto miradas que no esperabas?
   IR: –La oportunidad de publicar y ser leído en Latinoamérica, gracias al Premio Rómulo Gallegos, me ha permitido conocer nuevas lecturas de mi libro. No sé si he conocido una lectura universal o una suma de lecturas locales, pero lo cierto es que lo que parecía una novela muy española, muy local, ha sido leída con claves propias en cada país. Más allá de las similitudes de países que también proceden de un tiempo duro, corrupto y represivo, en realidad todos los países tienen sus propios cadáveres en el armario y sus memorias maquilladas. Ha ocurrido con lectores latinoamericanos que me señalaban cómo en sus países podría escribirse un libro similar, pero también ha ocurrido con lectores franceses, que evocan su propio pasado oscuro (el colaboracionismo nazi, pero también la guerra sucia argelina).

   EH: –A propósito de El vano ayer, hay ciertas figuras que proponés, que construís allí –como la de la víctima de las torturas, el mismo torturador, el “desaparecido” André(s)– que resuenan en Latinoamérica de un modo particular, y que quizás no son las figuras que aparecen con más frecuencia en la literatura sobre el franquismo, ¿habías pensado esto antes?
   IR: –Una de mis motivaciones para escribir El vano ayer era esa anomalía política y social por la que los españoles, los jóvenes y los no tan jóvenes, estamos más sensibilizados, más informados, más concernidos, por las realidades represivas de otros países antes que la propia. Si a un español le preguntas por torturas, desaparecidos, persecución política, etc, pensará antes en Argentina o Chile que en España. Esa es una clara disfunción de la memoria española.

   EH: –Hay dos cuestiones a la que he querido referirme, pero no sé si son pertinentes, por esa razón las he dejado para el final. Están planteadas con el mayor de los respetos, y si no las consideras apropiadas, déjalas pasar.
   Tanto vos en tu anterior novela, El vano ayer, como Benjamín Prado en su última obra, Mala gente que camina, eligen las palabras de Antonio Machado para sus títulos. En ese mismo terreno de la actual literatura española, el de esa escritura que se adentra en el pasado de tu país, Javier Cercas aventura un posible destino para Machado, opuesto a los hechos históricos. Esta propuesta se liga de alguna manera a aquella intención conciliatoria de la que hablábamos antes… no puedo dejar de pensar, y corrígeme si me equivoco, en una suerte de diálogo, cuando no de discusión (aquí recuerdo tu respuesta en el marco de una entrevista en la que te sugerían un final abierto para El vano ayer ).

   IR: –Mi novela, en efecto, dialoga y se confronta con otras propuestas literarias de los últimos años. La narrativa española sobre la Guerra civil y el franquismo es un debate abierto en el que todos participamos con nuestras creaciones. Pero mi libro no busca responder a tal o cual libro, sino a una serie de tendencias que están presentes en Cercas pero también en otros autores.

   EH: –Por último, y aquí va la otra cuestión en duda… siendo una lectora argentina, no puedo dejar de referirme al nombre del protagonista de tu novela El vano ayer : Julio Denis, justamente el seudónimo utilizado por Julio Cortázar en su primera publicación… no tengo ninguna pregunta para hacerte, sólo dejo abierta la posibilidad de alguna palabra tuya, si lo deseas.
   IR: –Evidentemente es un homenaje a Cortázar, pero también un guiño para iniciados, que los lectores cortazarianos entienden desde las primeras páginas.

   El vano ayer, segunda novela de Isaac Rosa, fue publicada por Seix Barral en el año 2004, y llegó a nuestro país al siguiente año. Le sucede en el año 2006 ¡Otra maldita novela sobre la Guerra civil! La obra, que tiende evidentes lazos con El vano ayer, es una suerte de reedición crítica de la primera novela del autor, La malamemoria, o como precisó Juan Goytisolo (1), “(un) Ejercicio de valentía y lucidez”.

Notas

1. De ese modo titula Juan Goytisolo su comentario sobre la novela de Isaac Rosa en El País, el 17 de marzo de 2007.

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