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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar v.9 n.11 La Plata ene./jun. 2008

 

ENTREVISTAS

“Machado es el dechado de virtudes republicanas por excelencia”: entrevista con Almudena Grandes sobre El corazón helado

Raquel Macciuci; Virginia Bonatto

Universidad Nacional de La Plata

   En el hall de un hotel porteño Almudena Grandes contesta infatigable las preguntas de una serie indeterminada pero evidentemente profusa de representantes de distintos medios de prensa argentinos. Bastaría para explicar el interés que su presencia ha despertado en la 34ª Feria del libro de Buenos Aires su larga trayectoria de novelista desde la publicación de Las edades de Lulú , inusual novela erótica aparecida en 1989. (1) Pero además, en esta ocasión trae consigo El corazón helado , una novela también inusual por motivos diferentes. En primer lugar impacta su extensión de casi mil páginas, vertebradas por el recuerdo de la Guerra civil, sin duda el hecho histórico más determinante de España en el pasado siglo y uno de los más emblemáticos para el mundo occidental. Prueban la repercusión y el éxito de la obra mencionada los dos galardones recibidos con diferencia de pocos días, el Premio Fundación José Manuel Lara y el Premio al Libro del Año 2007 que otorga el Gremio de Libreros de Madrid.
   Almudena, como es llamada la escritora madrileña sin necesidad de más identificación, recupera en El corazón helado la memoria de los vencidos. A partir de varias sagas familiares, unidas unas y separadas otras por la guerra, sigue el rastro del exilio, se interna en la prolongada dictadura franquista, ausculta la transición a la democracia y desembarca en el presente más cercano. La novela pone de relieve cómo el recuerdo del conflicto bélico y de la dictadura renace revitalizado en un número cada vez mayor de nietos de quienes vivieron la contienda, al tiempo que la tensión memoria-olvido adquiere una nueva fisonomía en el escenario de la España próspera y europea del siglo XXI.
   La posibilidad de los descendientes de descubrir y procesar por sí mismos un pasado durante muchos años silenciado, manipulado, temido, desemboca en la ficción de Almudena Grandes en una dura anagnórisis cuyas consecuencias es afrontada por los personajes con desigual fuerza moral. Álvaro, el protagonista, descubre zonas turbias y veladas del pasado de su padre, Julio Carrión, ex combatiente de la División Azul y luego próspero empresario favorecido por régimen triunfante, que permitió el enriquecimiento desmedido de unos pocos, en ocasiones a costa del expolio de los vencidos. Agente de la construcción y millonario, Julio Carrión inició su fortuna estafando a una familia de republicanos exiliados en Francia que desconocía su filiación falangista. El recuento del pasado permite a la novelista recoger un sinfín de testimonios sobre la contienda fratricida, la posguerra y el exilio francés, reconstruyendo en un volumen extenso y atrapante la historia del siglo XX español desde la Segunda República. El eje del relato nos se limita a la deriva de la guerra; los avatares de ayer se imbrican con la transformada sociedad española pos-milenio, en la cual las generaciones bien responden a los requerimientos de la memoria, bien se dejan transportar por la inconsciencia bienestante en el escenario cosmopolita que es hoy la capital de España. Porque la novela es también un homenaje a Madrid, al que entre 1936 y 1939 asombró al mundo por su heroica tenacidad antifascista y al que hoy deslumbra por su modernidad y dinamismo, con sus inmigrantes de cuatro continentes, sus viejos especuladores de suelo rústico o urbano y sus vecinos de siempre obstinados en resistir a “los emperadores del ladrillo”. (2)
   La entrevista comienza cordial y distendida, pese a que el tiempo no está de nuestra parte. Continuará unas semanas después por correo electrónico.

   Virginia Bonatto: –Tendríamos preguntas para hacerte sobre la totalidad de tu obra, desde Las edades de Lulú hasta ahora, pero preferimos centrarnos en El corazón helado para evitar las generalidades. Además, nos interesa especialmente la narrativa sobre la memoria.
   Almudena Grandes: –Vale. Hacer entrevistas con gente que se ha leído el libro es mucho más fácil y es mucho mejor.

   VB: –¿Cómo llega a tus manos el material testimonial que recogés en El corazón helado , cómo es el proceso de recopilación de testimonios orales o escritos que se corresponden con las historias que reúne la novela?
   AG: –Realmente este no es un tema nuevo para mí, no es la primera vez que me ocupo de este tema, o sea, yo le estoy dando vueltas al tema de la memoria personalmente desde que era una niña pequeña, y como escritora prácticamente desde Malena. Quizás desde Lulú , aunque Lulú es una novela erótica ya hay alusiones a la memoria histórica, a lo que es el franquismo y la dictadura. Pero, bueno, específicamente en Malena [es un nombre de tango ], que es una novela del 94, ya hay un capítulo que podría estar en El corazón helado , que es el de la abuela Soledad; en Atlas de geografía humana también hay partes que podrían estar en esta novela, como la historia de la familia de Fran. Hay otras historias sueltas... en Los aires difíciles , la historia de Sara Gómez podría estar en esta novela. O sea, yo creo que es un proceso muy largo. Es un tema que a mí me ha acompañado toda mi vida. Yo creo que es el gran tema de mi generación, el gran tema de mi generación literaria, el tema pendiente, digamos, y el gran tema de mi generación cívica, digamos.
   Entonces, con El corazón helado es la primera vez que yo lo he afrontado de frente en vez de ocuparme de forma secundaria. Cuando empecé a pensar en escribir esta novela –que ya era hora, ¿no?, de que después de haber tratado el tema tantas veces lo escribiera de frente–, yo tenía una idea errónea y equivocada que surgía de haber tenido que documentarme muchas veces antes. Porque yo ya me había documentado, había leído, primero, por una necesidad personal y, luego, porque para contar cosas tenía que leer, ¿no? Yo pensé, equivocadamente, que con lo que yo sabía tenía bastante. Pero me di cuenta de que tenía dos lagunas cuando empecé a hacer la estructura temporal de la historia. Una era la División Azul , que es un tema muy complicado en España, del que hay muy poca documentación. Hay algunas novelas de supervivientes... pero, claro, los supervivientes escriben novelas como si fueran memorias, entonces lo dan todo por sentado, es muy complicado, ¿no? Y el otro tema que me tenía allí pendiente era la segunda generación del exilio. Porque los españoles, en general, tenemos una imagen del exilio que se compone de dos imágenes: el 39 en los Pirineos y el frío que hacía, y en el 77 la escalerilla de un avión de Iberia y unos ancianitos bajando. Parece que no ha habido nada en medio, ¿no? Entonces yo empecé a leer con una sensación de suficiencia muy equivocada por mi parte de que, bueno, yo estudié historia y por lo tanto entre eso y lo que había leído yo ya sabía... Lo que luego descubrí es que no sabía nada. O sea, en cuanto que empecé a plantearme un poco, no sabía nada.
   Y luego, el proceso fue parecido a lo que ocurre cuando pones un montón de fichas de dominó en fila y tiras una, que es lo que suele ocurrir con el tema de la memoria hoy en España. Tú coges Memoria de la melancolía de María Teresa de León, por ejemplo, y te lo lees, y sales necesitando urgentemente leerte veinte libros más. O sea, porque hay referencias a Alberti, referencias a Altolaguirre, referencias a Miguel Hernández, a Edmundo Barbero... Es como la historia de nunca acabar. Entonces, empecé a meterme de lleno en el proceso que ya no era de documentación. Fue como una especie de inmersión mía, personal, o sea, yo he estado seis años haciendo una inmersión, como el que va a aprender un idioma al extranjero y se va a vivir sin saber nada. Me he ido a vivir a otro sitio. Llevo seis años viendo sólo cine español, por ejemplo, oyendo música española, viendo fotos españolas y naturalmente leyendo libros sobre la historia de España, no solamente de ficción, de no ficción, de propaganda, memorias... Empecé leyendo libros “literarios” y conocidos. Luego descubrí que a mí me convenía mucho más para escribir la historia otro tipo de memorias, que son las que escribe la gente anónima. Ahora mismo en España hay muchos abuelos que están escribiendo sus recuerdos, se los publican los ayuntamientos o las diputaciones, o se los publican sus nietos y se los regalan, ¿no?, y esos libros se pueden comprar o se pueden rastrear, aparecen en internet... Son versiones mucho más sinceras, porque son gente anónima que no tiene, digamos, ninguna reputación que defender y tampoco tiene ningún partido político al que ensalzar..., que cuenta toda la verdad, ¿no? Y en ese proceso, que fue muy intenso porque yo me sumergí mucho de cabeza, empecé a hacer cosas que antes no hacía, por ejemplo, a pesar de que mi marido es bibliófilo yo nunca había entrado en una librería de viejo, y de repente empecé a entrar en las librerías de viejo, porque no busco primeras ediciones sino libros descatalogados, que a lo mejor no valen nada, pero que a mí me interesan porque tratan de esto o de lo otro, ¿verdad? Y como yo contaba lo que estaba haciendo la gente alrededor y mis amigos, que normalmente no intervienen en el proceso de mis novelas (a veces sí, ¿no?), me empezaron a ayudar mucho. Me regalaban muchos libros, y en algunos casos me presentaron a gente.

   Raquel Macciuci: –Con respecto a la División Azul , ¿había cierta deuda de la izquierda por abordar ese tema en profundidad?
   AG: –No creo que la División Azul se merezca... Digamos, no creo que la izquierda tuviera una deuda con la División Azul. Lo que sucede es que la División Azul es un período en sí mismo muy fascinante, porque siempre fue una especie de grano en el culo de los regímenes, siempre fue algo muy incómodo, y eso sí es interesante. A mí me convenía mucho la División Azul porque en el periplo de Julio Carrión yo necesitaba que Julio Carrión saliera de España en un momento en el que no era fácil salir de España y que volviera a entrar en un momento en que no era fácil volver a entrar.

   RM: –Y menos todavía pasando por París.
   AG: –Entonces, para hacerle salir de España lo que más me convenía era la División Azul. La historia de Julio Carrión está inspirada (yo lo cuento al final de libro) en una historia real de la familia García Lorca. A mí esa historia Laura García Lorca me la contó hace muchos años, un día. Hace muchos años puede querer decir hace seis años o más. Y yo en el momento en que la oí le dije “esa historia la voy a contar”. Porque me pareció fascinante, lo del hombre simpático, impostor, ¿no?

   RM: –Relacionada también con la División Azul , llama la atención que junto con Julio Carrión, personaje central de la novela, aparece en las filas de los voluntarios españoles que combatieron a favor de Hitler en el frente ruso la figura de Eugenio Sánchez Delgado, en quien tú cifras ciertos valores auténticos...
   AG: –... de la Falange.

   RM: -De la Falange , sí... Y además no parece casual que se llame Eugenio, como Eugenio Montes, y Sánchez, como Sánchez Mazas, además de Delgado por su complexión.
   AG: –Bueno, no pensé yo en Sánchez Mazas, ni en Eugenio Montes...

   RM: –Como si fuera una contrafigura ficcional de estos dos personajes históricos... Y además tiene anteojos, como Sánchez Mazas.
   AG: –Sí, eso sí, pero… es como el falangista alfeñique, ¿no? Bueno, yo puse a Julio Carrión en la División Azul porque yo necesitaba que estuviera dando tumbos por Europa, que pudiera estafar a los Fernández. La historia de los García Lorca la adapté porque a mí no me interesaba el exilio mexicano ni el exilio argentino, que fueron más brillantes, más selectos; me interesaba más el exilio francés, que fue el más masivo, el de la gente menos seleccionada... Y Eugenio Sánchez Delgado está en la novela porque a mí me parecía interesante... Igual que yo en la novela, digamos que soy dura con algunos mitos, como la supuesta importancia de la ayuda a las potencias del Eje, que fue mucho menos decisiva que la deserción de las democracias occidentales... También me pareció interesante rescatar la idea de que la Falange , en origen, fue un partido republicano, un partido laico y un partido fascista. Un partido fascista en un sentido que casi lo hace, por supuesto, como al nacional-socialismo primitivo o al fascismo primitivo, mucho más cercano de la izquierda que lo que fue luego el franquismo. O sea, un partido social, un partido sindical, que se articulaba desde el sindicato y, entonces, claro, la División Azul fue un cuerpo voluntario. Eugenio es un contra-tipo de Julio Carrión también. O sea, cuando empecé a escribir la novela, yo no quería ser neutral, porque yo no soy neutral ni creo que haya que ser neutral, además me parece que España es el único país de Europa donde todavía no está claro que en una guerra entre fascistas y demócratas los fascistas sean los malos y los demócratas sean los buenos. Eso es una rareza de mi país. Pero yo siempre he pensado que para que un malo sea de verdad malo, para que dé de verdad miedo tiene que tener luces. O sea, los malos oscuros, compactos, torpes, que lo hacen todo mal y violan a los niños y eso, no dan miedo porque son como caricaturas. Y entonces Julio Carrión en ese sentido es un malo-seductor y Eugenio es un ejemplo de cómo se podía conservar la dignidad en medio de todo aquello. En ese sentido, más que a Sánchez Mazas yo me remito en los agradecimientos a Luis Felipe Vivanco

   RM: –Felipe Vivanco representa al poeta identificado con los ideales de la derecha.
   AG: –Sí, o Dionisio Ridruejo podría ser.

   RM: –Pero el itinerario moral del Sánchez Delgado de la ficción parece más inspirado en Vivanco que en Ridruejo.
   AG: –Ya, sí. Vivanco tiene unos diarios que tienen unas anotaciones tremendas, que te ponen la piel de gallina. Pero sobre todo, Vivanco cuando perdió la fe se fue a su casa. No fundó un partido como Ridruejo, no intentó seguir medrando como Ridruejo. Digamos que él asumió que se había equivocado y se fue a su casa.

   VB: –Que es lo que hace Eugenio.
   AG: –Claro. A mí eso me parece que es más grande, me parece más admirable esa historia. Y entonces Eugenio representa a una parte mínima de la España que apoyó el golpe de estado, que existió. Entonces me pareció interesante reconocer que esa España existió. Eran muy pocos, pero también hubo gente valiente y digna y estupenda después de la guerra de los dos lados.

   VB: –Pero el gran protagonista de la novela es Álvaro, quien pertenece a otra etapa histórica, el presente. Encarna a un sujeto de 40 años que sería deseable en la comunidad ahora. Algo así como el héroe que no necesita de la acción ni de la militancia ni de la política, el héroe posible del momento actual.
   AG: –Es un hombre valiente

   VB: –Claro, para poder enfrentarse con la verdad ¿Esta figura del nuevo tipo de héroe tiene referentes extraliterarios o literarios?
   AG: –No sé si tiene referentes literarios. Sé que tiene un referente sociológico real. Álvaro es un nieto de combatiente de la Guerra civil en España, en un país donde la generación de los nietos de los combatientes de la Guerra civil le ha dado la vuelta a la tendencia de desmemoria que está instalada desde hace treinta y tantos años. O sea, Álvaro no está inspirado en nadie concreto, pero en España hay mucha gente como Álvaro. Hay mucha gente que ha hecho ese viaje individualmente, mucha gente que lo ha hecho después públicamente, gente que ha fundado asociaciones, gente que ha movido manifiestos. Digamos que en España la memoria y todas sus proyecciones en realidad son el reconocimiento inevitable de las instituciones a una demanda de la sociedad civil. La sociedad civil española es la que ha activado esto, y ha sido una generación concreta. En España están pasando cosas ahora emocionantes y extrañas como que fotos que llevaban décadas guardadas en un cajón salen a la luz, la gente las cuelga en los blogs, cuelga a sus abuelos en internet, cuenta su historia... Bueno, Álvaro no creo que tenga referentes literarios porque en una novela en la que se habla tanto del pasado, es un personaje muy contemporáneo; quiero decir, muy estrictamente contemporáneo. Pero sí tiene referentes extraliterarios, porque en la sociedad española hay gente como Álvaro y sobre todo hay un sentimiento, entre personas de mi generación, un sentimiento extendido que coincide con la actitud moral de Álvaro.

   VB: –Y sin embargo pareciera que él estuviera solo... Me refiero, por ejemplo, a su mejor amigo Fernando que, si bien es consciente del valor de la historia, se vale de la historia de sus abuelos para conquistar mujeres, y eso aparece como un lugar común en tu novela.
   AG: –Bueno, ya... Es una cosa... no hay que tomársela así. Yo creo que Fernando Cisneros... es para comparar también... Fernando Cisneros es un hombre muy comprometido y Álvaro dice que él se hizo de izquierdas porque le vio hablar en primera persona. Es verdad que él tiene esa debilidad... Bueno, esos son recursos novelísticos, digamos, pero la diferencia real entre Fernando y Álvaro es que Fernando forma parte de una minoría de familias españolas donde la memoria se ha contado y se ha reivindicado, pero esas son muy pocas. Muy pocas incluso entre las familias de la gente que estuvo en la cárcel. Yo tengo una amiga íntima que es hija del último preso del Valle de los Caídos, o sea, el que se quedó a cerrar, porque era el que trabajaba en la oficina, entonces cuando ya se fueron tuvo que cerrar la puerta. Y ella tampoco sabe mucho. Ahora sabe más porque sus hijos están preguntando a su padre, pero durante muchos años, a pesar de que su padre era un hombre muy represaliado y que había sufrido mucho, pues no había contado. Fernando es entonces el representante de una minoría, pero Álvaro viene del otro lado. Entonces es un viaje distinto el que hace Álvaro. Álvaro necesita más valor, Álvaro es un hombre valiente y sí está solo porque él no tiene el amparo de su pasado, como lo puede tener Raquel, como lo puede tener Fernando. Pero además yo intenté –y esto ya es un truco de narradora– que los hermanos de Álvaro, los hermanos Carrión, dibujaran una especie de mapa metafórico de la respuesta que se le da a la memoria en España ahora mismo, porque la actitud de cada uno de ellos es representativa o es característica de un determinado tipo de la sociedad, de un determinado grupo en la sociedad. Está Álvaro que es valiente, que está dispuesto a pagar el precio del conocimiento. Luego hay un facha, o sea, el que no se cuestiona nada porque está totalmente de acuerdo con el curso que siguieron los acontecimientos; está Julio, que a mí me parece que es un personaje muy interesante y que no lo he podido desarrollar porque no me cabía, que es el que no quiere saber porque en teoría no le importa nada. Está Clara, que no quiere saber porque sabe que le va a importar, que es otra actitud, y luego está Angélica, que es otra cosa también muy extendida...

   RM: –Pero tiene un marido muy singular, pues su abuelo fue víctima de una de las revanchas más brutales llevadas a cabo por las fuerzas sublevadas…
   AG: –Angélica tiene un marido muy singular.

   RM: –Es un poco extraño el pacto de convivencia entre dos personas con historias familiares tan opuestas.
   AG: –Pero yo creo que eso pasa mucho. Yo conozco muchas mujeres así. Bueno, muchas no. Pero algunas he conocido. Y... bueno, mujeres y supongo que hombres también... estoy pensando ahora mismo en un par de casos... que cambian de ideología cuando cambian de marido. O sea, tienen una ideología determinada, son jóvenes, se casan jóvenes, tienen la ideología negada... y de repente se enamoran de un barbudo y hacen una especie de viaje a medias que no completan...

   VB: –Claro, parecen retroceder continuamente.
   AG: –La sensación de Angélica es muy característica de mucha gente en España porque inevitablemente en España la versión oficial sobre la República y la Guerra civil sigue siendo en un porcentaje muy elevado la versión oficial de la dictadura. Porque cuarenta años de dictadura no se destruyen con facilidad. Entonces mucha gente en España siente que Franco no estaba bien y lo dice, pero sigue llamando nacionales a los nacionales y sigue pensando que la República fue la causa de la guerra, que los anarquistas eran asesinos y que los comunistas eran estalinistas, y que las iglesias ardían y que mataban curas. Y todo lo que le han contado lo ha asimilado sin masticar, aunque en su vida presente tenga otra opinión, o crean ellos que tienen otra opinión.

   RM: –Pero tienen muy internalizados ciertos pre-juicios.
   AG: –Y una versión sesgada y manipulada de la realidad.

   VB: –Mai también representa metafóricamente una actitud evasiva.
   AG: –Sí. Pero es que el caso de Mai también está muy extendido. Álvaro a mí me gustaba cuando contaba lo de la abuela de Mai. Mai es un poco como Angélica, es otra posibilidad de mirar el pasado a medias (o sesgadamente). Es la gente que dice “no debemos juzgar” o que dice “todos son iguales, todos hicieron cosas horribles”: la teoría del cincuenta por ciento. Todos hicieron cosas horribles, luego, todos eran malos, luego, si todos eran malos, todos eran buenos.

   RM: –La hipótesis de una especie de locura colectiva que llevó a los españoles a matarse entre sí.
   AG: –Como si la guerra hubiera sido un “castigo divino”, un estallido sin raíces. Además eso lleva a pensar también que el 14 de abril de 1931 hubo una especie de virus tropical republicano en España y anula una tradición importantísima de más de un siglo de pensamiento progresista, de antes de la Primera República. Como si la Institución Libre de Enseñanza no hubiera existido, como si los liberales de Cádiz no hubieran existido, como... ¡ala! Entonces está por un lado la teoría del cincuenta por ciento, pero luego hay otra gente que opina, que es un poco la actitud de Mai, en este momento: “no debemos juzgar”. Que en ese sentido se juntan con los fachas. ¿Por qué? Porque “esto fue terrible”, porque “nosotros no sabemos lo que habríamos hecho”, porque “nosotros no podemos imaginar qué haríamos”. Pero son todas coartadas para seguir mareando la perdiz, que decimos nosotros en España. Son todas coartadas para no afrontar de frente la realidad. La realidad es que en la Transición se optó por construir un estado democrático sin raíces, un estado democrático que no tuviera nada debajo, que no se reivindicara en la anterior democracia española, que fue la Segunda República , y que por lo tanto no hiciera necesario la ruptura de los lazos con la dictadura que puso fin al experimento democrático. Y en este momento yo creo que cada vez es más incomprensible el mantenimiento de esa situación, y por eso la gente a la que le da miedo y le parece desagradable hablar de esto, en vez de decir directamente “no quiero hablar de esto”, dice “no podemos juzgar, todos hicieron cosas horribles, etcétera”. Me he explicado, ¿no?

   RM: –En la misma dirección, pero analizando lo que sucede con el tratamiento del pasado en la ficción, observo en tu novela y en otras que se han publicado en los últimos años que la preocupación por la memoria busca apoyarse en la documentación histórica, es decir, las novelas parecen responder a una voluntad testimonial, a un propósito de sacar a la luz episodios históricos silenciados e incorporarlos al relato con marcas que señalen su condición histórica, no ficcional. ¿Se ha producido un cambio con respecto al acercamiento al pasado en la narrativa del final del siglo pasado? Antes del 2000 la memoria pone el énfasis en recuperar una identidad perdida, restaurar el vínculo roto con la continuidad histórica, pero no intentaba tanto conocer y dar a conocer los sucesos ignorados. En El corazón helado , en cambio, añadís un apéndice con información histórica, con aclaraciones sobre tus fuentes documentales. Se observa especial cuidado en subrayar que no te inventaste algunos hechos, que sucedió realmente la masacre de Canarias...
   AG:–Bueno, fue por eso que yo escribí el epílogo. Yo nunca había escrito sobre los referentes “reales” de las obras, pero cuando yo estuve en Arucas y vi los pozos y me enteré, yo dije “bueno, yo no puedo consentir que alguien piense que esto me lo he inventado yo”. Claro, yo he escrito esta novela y la novela es mía, pero el tema no es mío. Esto no me había pasado a mí hasta ahora. Bien, es mío, pero es mío y es de cuarenta millones de personas más. Entonces, mientras escribía la novela me daba cuenta de esto y pensaba “bueno, esto es sólo tu novela sobre este tema”. Y eso me daba a mí un sentimiento de mucha responsabilidad, de tener mucho cuidado, porque yo no quería escribir una novela neutral, pero no quería ser malinterpretada y, muchísimo menos, no quería dejar ningún resquicio posible para la manipulación. Entonces yo he escrito la novela con mucho cuidado en ese sentido. Y yo creo que cuando alguien escribe una novela como la mía, y ahí te contesto a lo de la documentación, yo creo que un novelista tiene todo el derecho del mundo a inventar, un novelista debe inventar, tiene todo el derecho del mundo a interpretar, igual que un historiador tiene derecho a interpretar –la interpretación forma parte del trabajo del historiador–, pero cuando manejas materiales tan reales a lo que no tienes derecho es a alterarlos. No se debe manipularlos. Y en ese sentido yo he procurado ser muy respetuosa con la realidad, con las fuentes reales e incluso imaginarias que he manejado. Y respecto a lo de la identidad de la memoria, yo creo lo de la documentación más que otra cosa es un síntoma de un cambio de actitud. Quiero decir, la Segunda República española y la Guerra civil española son uno de los grandes momentos de la historia de la humanidad y por eso siempre se ha escrito mucho sobre ellas y siempre se escribirá. Para un narrador español siempre han sido un filón tremendo y por eso durante la dictadura, tanto desde el punto de vista franquista como desde el punto de vista del exilio se volvió una y otra vez sobre este tema, pero yo creo que del año 2000 para acá lo que ha pasado es que ha cambiado la actitud de los escritores en el sentido de que hemos perdido el miedo, hemos perdido los complejos. Yo creo que ya no se trata de hacer visiones políticamente correctas sobre la historia. Quizás en los 80 y en los 90... En los 80 este tema no interesaba nada prácticamente. Y en los 90 cuando volvió a interesar había como mucha cautela. Eran novelas y libros en los que había mucha cautela y en los que obligatoriamente todos tenían que ser buenos por igual y todos tenían que ser malos por igual y se pretendía hacer una cosa objetiva, y se pretendía hacer una cosa neutral. Yo creo que ahora lo que ocurre es que ya la sociedad española, creo yo..., bueno, no sé si sólo la sociedad española, pero yo desde luego me siento madura para abandonar las cautelas y para tratar, con la misma naturalidad con la que un escritor alemán puede tratar su historia, esta historia. Yo creo que realmente, más allá de la memoria, del tema de la memoria, de la literatura o tal, de lo que se trata es de denunciar que mi país es un país que sigue estando muy enfermo, es un país anormal, que ha tenido una trayectoria completamente contradictoria y que ha ido a contratiempo en relación a todos los países de su entorno y que es un país que no está normalizado democráticamente, por eso de que se intentó crear una democracia sin raíces. Yo creo que hay que denunciar esto y hay que intentar que España se normalice, es decir, que se asuma de una vez que un golpe de estado es un golpe de estado y no es un alzamiento nacional, sino, un golpe de estado que ha acabado con una democracia, que es igual que si ahora vienen tres generales y dan un golpe de estado, lo mismo, ¿no? Y es el momento de llamar a las cosas por su nombre y de hacerlo con naturalidad. Ese yo creo que es el cambio. Lo de la documentación es como un síntoma de un cambio de actitud.

   RM: –Podríamos continuar con las preguntas, pero el tiempo no lo permite. Para finalizar: también resulta significativo que por lo menos tres novelas recientes que yo recuerde utilicen en el título versos de Antonio Machado, o, como la tuya, frases que remiten a él: El vano ayer , Mala gente que camina , El corazón helado … (3) ¿puede interpretarse estas citas como una respuesta a la sombra de sospecha sobre Antonio Machado que introduce Javier Cercas en Soldados de Salamina ?
   AG: –No, mira. No sé ni cuál es la idea de Cercas, pero es fácil que yo no esté de acuerdo con la idea de Cercas. ¿Cuál es la idea de Cercas?

   RM: –Cercas –mejor dicho, el personaje cuyo nombre coincide con el de Cercas– se pregunta qué hubiera pasado si a Antonio Machado le hubiera “tocado” estar en territorio nacional el 18 de julio de 1936 y a Manuel en el lado republicano. Seguramente, dice, Manuel hubiera defendido la República e insinúa que Antonio hubiera estado con el régimen sublevado.(4)
   AG: –Eso es una salvajada.

   RM: –Por eso yo preguntaba si tu novela y otras que citan a Machado son una respuesta y una rehabilitación de la figura de Antonio Machado, puesta en duda por el personaje de Soldados de Salamina llamado Javier Cercas.
   AG: –Yo no he oído nunca esa intención. Pero estoy absolutamente segura de que si Antonio Machado hubiera caído en el bando nacional lo habrían fusilado. Eso, en primer lugar. O sea, si hubiera estado en la zona del bando rebelde le habrían fusilado. Si no le hubieran fusilado se habría largado, se habría pasado. Estoy absolutamente segura de que lo habrían fusilado. Y si por alguna causa extraña... Mira lo de Machado es algo tremendo. Machado es el dechado –nosotros llamamos dechado a lo que es lo máximo, el dechado eran los pañitos de muestra que hacían las niñas en los colegios– Machado es el dechado de virtudes republicanas por excelencia. Machado, cuando acabó la guerra, estaba muy cerca del Partido Comunista de España. Él fue el que inauguró los dos últimos congresos de las Juventudes Socialistas Unificadas y él tenía previsto llegar a la URSS. Pero en el año 1941 (Machado murió en el 39) Dionisio Ridruejo tuvo el valor –hace falta mucho valor– de hacer una edición en Editora Nacional de las poesías de Machado, diciendo que Don Antonio Machado no tenía ideas políticas; que tenía sentimientos, pero ideas políticas no. Entonces a partir de ahí ya de Machado se puede decir lo que se quiera, pero Machado es Machado y estuvo donde estuvo y escribió lo que escribió, y sabía perfectamente quién era y de qué lado estaba. Claro, se le intenta manipular sin parar porque es el poeta nacional español, porque es el escritor que más ha influido en las generaciones sucesivas, es el escritor más admirado. Este país mío es tan absurdo que somos el único país del mundo que tiene al poeta nacional enterrado en otro país, pero eso no cambia las cosas. En el caso de Machado ha habido un intento constante de manipularlo porque la mejor manera de que la historia del cincuenta por ciento fuera verdad sería que Cercas tuviera razón, pero da la puñetera casualidad de que ni a García Lorca lo mataron por ser homosexual... Porque la de García Lorca es otra historia, ¿no? O sea, a García Lorca lo mataron por rojo, y si Antonio Machado hubiera caído en el bando rebelde lo habrían fusilado y punto final, y está clarísimo. García Lorca también era un gran poeta y quisieron fusilarlo, y no lo fusilaron por homosexual, lo fusilaron por republicano. ¿Sabes...? son ideas muy irritantes. Yo me enfado mucho.

   RM: –Claro, la hipótesis de Cercas ha provocado mucha irritación, ha tocado fibras muy sensibles. ¿Te preocupa que por razones diferentes y en distinto ámbito, tu novela también produzca irritación?
   AG: –Hay gente a la que la debe haber irritado la novela, pero a mí me irritan mucho otras cosas. Yo he procurado escribir una novela honesta.

…tres semanas más tarde

VB: – El corazón helado muestra una clara preferencia por las figuras “nobles” del comunismo, personificadas, por ejemplo, en Ignacio Fernández Muñoz, quien se presenta como un “héroe” en tanto hombre con ideas, íntegro, leal, etcétera ¿Cuáles son las razones de esa preferencia?
   AG: –Las razones de esa preferencia están en la propia actitud, y en la propia trayectoria del comunismo español. El PCE dio un ejemplo continuado de coraje y de disciplina durante la guerra y después, hasta el punto que sostuvo y articuló prácticamente en solitario la lucha clandestina contra el franquismo. Mientras los anarquistas predicaban y llevaban a cabo la necesidad de hacer la revolución al mismo tiempo que la guerra, los comunistas preconizaban que había que ganar la guerra en primer lugar, y luego, si se daban las condiciones, ya se haría la revolución. La historia les dio la razón de una manera abrumadora, y en general, cuando se estudian la Guerra civil española y el franquismo, la actitud de los comunistas españoles resulta ejemplar.
   Ya sé que en este sentido voy a contracorriente, pero yo no he nacido en el este de Europa, no soy rusa ni polaca, y la historia que puedo contar es radicalmente distinta de la que se considera en la actualidad “políticamente correcta”. En la medida en que mi país tuvo que soportar cuarenta años de dictadura gracias a la complicidad de los aliados con un dictador como Franco, al que le perdonaron su alianza con las potencias del Eje, me considero absolutamente legitimada para escribir sobre héroes comunistas españoles.

   VB: –Julio Carrión generalmente aparece como un hombre reprobable, vacío, cobarde y que por eso toma decisiones solamente de acuerdo a su conveniencia. Sin embargo, en algunas ocasiones pareciera ser el observador inmediato que entiende mejor que los otros lo que está pasando en España y en Europa, justamente por su desapego y por su falta de convicciones. A veces esa distancia le otorga cierta “aptitud” para observar y entender, que lo diferencia notablemente de su par opuesto Ignacio Fernández Muñoz ¿Ese rasgo fue previsto? ¿Responde a una voluntad de presentar la historia desde varios puntos de vista?
   AG: –Ese rasgo es la cualidad distintiva de los traidores que, como Julio Carrión, juegan con dos barajas. En ese sentido, no es que sea más inteligente que Ignacio, es que carece de escrúpulos y gracias a eso, maneja información de los dos bandos. Yo creo, como el padre de Ignacio, que sólo se puede engañar a las buenas personas. Julio no lo es, y por eso engaña a los demás, en lugar de ser él el engañado.

   VB: –En El corazón helado vemos, al igual que en otras novelas anteriores, una preocupación por vislumbrar y describir mecanismos subjetivos que actúan en las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres y que a veces llevan al fracaso, como por ejemplo, la dificultad de establecer una comunicación y una comprensión mutua. Pareciera que la relación entre Álvaro y Mai ilustrara este aspecto. ¿Hay para vos una continuidad de esa preocupación en esta novela?
   AG: –No específicamente. En este libro, la crisis conyugal de Álvaro es un aspecto secundario, en el sentido de que lo que me importaba sobre todo era poner al personaje en una crisis total, que su mundo entero se viniera abajo en el momento en el que comenzara a poner en duda la figura de su padre, el pasado de su familia. Y que al final estuviera solo, que lo hubiera perdido todo. Incluso, al principio, pensé en que su historia con Raquel también terminara mal, pero decidí “indultarla” al comprender que las personas enamoradas son capaces de perdonar en la realidad cosas mucho peores que la relación de Raquel con Julio Carrión. Si no fuera por eso, Álvaro podría haber sido perfectamente soltero.

   RM: – El pasaje al medio escrito me ha llevado a formular preguntas un poco largas, que espero sepas disculpar. Las novelas suelen continuar en la imaginación de los lectores, salvo que el autor vuelva a tomar las riendas en una segunda parte. El corazón helado deja a los personajes bajo el shock de una anagnórisis familiar en la que cada integrante reacciona de forma diversa pero coherente con su trayectoria y personalidad. En una hipotética continuación, ¿ves posible que Álvaro, junto con Raquel, vuelva a participar de los domingos familiares en La Moraleja (aunque ya nada sea igual)?
   AG: –Si no fuera así, estaría repitiendo la conducta que condenó en su padre: privar a sus hijos –al que tiene con Mai y a los que tendrá con Raquel, pues en la relación de Alvaro y Raquel se vislumbra descendencia– de la figura de una abuela por razones afectivo-ideológicas.

   RM: –Pensando en una hipotética continuación, encuentro especialmente significativo que en la charla final de madre e hijo, Angélica sólo muestra un atisbo de sufrimiento y sensibilidad cuando pregunta por su nieto. Y en la misma dirección del pensamiento: dice la sentencia que quien no conoce su propia historia está condenado a repetirla. Álvaro la conoce, por lo tanto, no la debería repetir separando a sus hijos de su madre, que es una forma de romper la continuidad histórica y los lazos de identidad (aunque sea una identidad con raíces franquistas). ¿Es posible superar esa difícil herencia sin olvidar y al mismo tiempo sin reproducir la escisión de la guerra civil en las nuevas generaciones?
   AG: –Yo no voy a escribir ninguna continuación de El corazón ..., porque sólo la idea me aburre, pero la verdad es que no me imagino a Álvaro con Raquel en las comidas de los domingos. Al contrario, creo que Álvaro no perdonará a su madre, lo que no excluye que pudiera mantener alguna clase de relación con ella. En todo caso, si Álvaro, siempre hipotéticamente, rompiera para siempre con Angélica, no estaría reproduciendo la actuación de su madre, porque las condiciones son completamente distintas. Julio “mató” a Teresa sin ninguna necesidad, se la hurtó a sus hijos porque quiso, nada le impedía hablarle de ellos, incluso contarle su historia. Pero Álvaro sí tiene motivos para romper con su madre, y ni siquiera están en el pasado. Forman parte del presente, porque lo que le espeluzna es la actitud de Angélica, su frialdad, no su pasado. Y eso está en su madre, no en los hechos que haya podido cometer alguna vez. Por tanto no creo que una hipotética ruptura pudiera plantearse en los términos que sugieres en tu última pregunta. Y por otro lado, creo que en la actualidad las condiciones que se dan en España impiden e impedirán, salvo catastróficos cambios, una situación similar a la del 36. En ese sentido, las escisiones serán simplemente ideológicas, sin consecuencias de otra clase.

   RM: –Aunque has transitado por el articulismo y el soporte prensa desde tus inicios, y acreditás una larga experiencia de colaboración en El País , parece haber una considerable distancia entre tus columnas aparecidas en el suplemento dominical a las situadas en el cuerpo del periódico, los días lunes, que has comenzado a escribir recientemente. El tono parece ahora menos lúdico y los temas mucho más ligados a la política y a las controversias de más rigurosa actualidad. Además el lunes no es un día cualquiera, significa ocupar el lugar que fue de Manuel Vázquez Montalbán hasta su muerte ¿Te sentís vinculada a su forma de tomar posición en el foro público? ¿De qué modo la intervención directa y explícita en los debates de la ciudadanía que asumís con decisión programática en tu última novela –desde la tematización de la memoria, pero también de la especulación del suelo o de otros asuntos polémicos– se relaciona con tu columna de los lunes en el diario de mayor tirada de España?
   AG: –El tema de la recuperación de la memoria y hasta diría que el activismo republicano y a favor de la normalización democrática de mi país, me interesan desde hace mucho tiempo y forman parte de lo que podría llamar mi “perfil público”. En ese sentido, se asoman con cierta frecuencia desde hace años a mis artículos de El País Semanal , que son más largos, pero también más literarios, que las columnas. En el suplemento, no puedo abordar asuntos de actualidad estricta porque escribo con casi veinte días de antelación respecto a la fecha de su publicación. Es todo lo contrario de lo que sucede en las columnas, que me dan una oportunidad de opinar sobre “lo que está pasando” que antes no tenía. Pero también he escrito algunas columnas, desde la primera, en las que hay alusiones a mi posición en el debate de la memoria.
   Por supuesto, tengo muy claro que los lunes eran el día de Manolo Vázquez. No sólo lo sé yo, sino que muchos lectores, y hasta Maruja Torres, me lo recordaron cuando debuté. Para mí, suceder a Manolo es, al mismo tiempo, un honor y una responsabilidad, sobre todo porque ahora yo soy, igual que él fue durante muchos años, la única columnista a la izquierda del PSOE que escribe en la contraportada del periódico. Eso me obliga a intentar acercarme a su altura, y a no defraudar a un buen número de lectores, y por eso me tomo la columna muy en serio.

Notas

1. Almudena Grandes y Eduardo Mendicutti fueron los invitados especiales del Día de España en la Feria del Libro. La novelista madrileña es autora de las novelas Las edades de Lulú (1989), Te llamaré Viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), Atlas de geografía humana (1998), Los aires difíciles (2002), Castillos de cartón (2004) y El corazón helado (2007), de los volúmenes de cuentos Modelos de mujer (1996), Mercado de Barceló (2003), Estaciones de paso (2005). Es columnista del diario El País .

2. V. Almudena Grandes, “Pan y libertad”, El País , 9 de junio de 2008.

3. En un pasaje de El corazón helado se citan los conocidos versos de Machado que subyacen en el título y completan su sentido: “Españolito que vienes al mundo de guarde Dios, una de las dos España ha de helarte el corazón”.

4. En Soldados de Salamina , el periodista (homónimo del autor) que oficia de narrador, escribe un artículo en el sesenta aniversario de la muerte de Antonio Machado titulado “Un secreto esencial”. En uno de sus párrafos se lee: “Manuel y Antonio no sólo eran hermanos: eran íntimos. A Manuel la sublevación del 18 de julio le sorprendió en Burgos, zona rebelde; a Antonio, en Madrid, zona republicana. Es razonable suponer que, de haber estado en Madrid, Manuel hubiera sido fiel a la República ; tal vez es ocioso preguntarse qué hubiera ocurrido si Antonio llega a estar en Burgos” (25). Más adelante, el mismo personaje contará que en una de las cartas de lectores recibidas a raíz de su escrito, se le reprocha la equívoca alusión al autor de Campos de Castilla : “La primera, que imaginé redactada por un estudiante de filología en la universidad, me reprochaba haber insinuado en mi artículo (cosa que yo no creía haber hecho, o más bien no creía haber hecho del todo) que, si Antonio Machado se hubiera hallado en el Burgos sublevado de julio del 36, se hubiera puesto del lado franquista” (Javier Cercas, 2004. Soldados de Salamina , Barcelona: Tusquets, 2ª ed. argentina, septiembre, p. 26).

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