SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.9 issue11José-Carlos Mainer, Tramas, libros, nombres. Para entender la literatura española, 1944-2000, Barcelona: Anagrama, 2005, 347 pp.Juan José Lanz, La poesía durante la transición y la generación de la democracia, Madrid, Devenir, 2007, 485 pp. author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Olivar

On-line version ISSN 1852-4478

Olivar vol.9 no.11 La Plata Jan./June 2008

 

RESEÑA

Andrés Barba, Versiones de Teresa, Anagrama, Barcelona, 2006, 204 pp.

Gemma Pellicer

Universidad Autónoma de Barcelona

   Andrés Barba (Madrid, 1975) se dio a conocer como escritor con la novela corta El hueso que más duele (Premio Ramón J. Sender 1997), a la que siguieron La hermana de Katia (finalista del Premio Herralde 2001), Ahora tocad música de baile (2004) y Versiones de Teresa (Premio Torrente Ballester 2005), la novela que aquí nos ocupa. También cuenta en su haber con un libro de relatos, La recta intención (2002) y otro infantil, Historia de nadas (2006). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, y con estudios de Filosofía, representa hoy sin lugar a dudas, uno de nuestros escritores jóvenes más brillantes y con mejores perspectivas de futuro. No en vano ha cultivado todos los géneros y ha sido traducido a cinco idiomas. El pasado año fue ganador del Premio Anagrama de Ensayo con La ceremonia del porno , escrito en colaboración con Javier Montes.
   Si bien en La hermana de Katia (2001) tuvimos la oportunidad de conocer a una chica inescrutable, fue en la anterior novela de Andrés Barba, Ahora tocad música de baile (2004) , donde descubrimos la violencia que esconde el amor a través de la demencia senil de Inés, una mujer fuerte alrededor de cuyos despojos se empecinaba en girar una familia desmembrada. Así, por un lado, se ponía de manifiesto la orfandad de un pobre viejo que contra todo pronóstico encontraba, gracias al Alzheimer de su esposa, el amor bondadoso que ella siempre le negó en vida y, por otro, la adolescencia eterna de dos hijos mayores incapaces de decidir por sí mismos, convertidos ambos en niños grandes, profundamente infelices con sus existencias.
   En esta ocasión, y por tercera vez, el escritor ha vuelto a escoger como protagonista de su novela, Versiones de Teresa, a un ser débil o, mejor dicho, incapacitado, la jovencita que aparece en el título, para ahondar en torno a la crueldad y desasosiego del amor que la chica despierta en quienes le rodean. Como si de una vulgar lolita se tratara, nos hallamos frente a un triángulo amoroso formado por Manuel, monitor de colonias, su hermana mayor Verónica y la propia interesada. Aquí, las distintas versiones de Teresa se corresponden con las diferentes maneras de verla que tienen sus allegados, además de con el carácter inevitablemente poliédrico que alberga su adolescencia. De hecho, ya es costumbre en el escritor su tendencia a dibujar los procelosos tormentos de sus personajes por medio del circunloquio, tal vez la técnica que mejor describa a este maestro en alusiones y elusiones sinnúmero.
   De acuerdo con la tradicional estructura tripartita de introducción, nudo y desenlace, alrededor de Teresa, la joven protagonista, existe una culpa inicial (su misma existencia) que convierte en responsables de sus pecados a esos dos seres desvalidos que la aman sin poder remediarlo. Sólo cuando ambos protagonistas asuman sus afectos, parecerán menos ominosos. Asimismo, tan pronto como Verónica conozca a Manuel y sepa que entre éste y Teresa existe un amor verdadero, descubrirá que si también ama a Manuel, en realidad se trata de un modo de ver su querencia por ella correspondida. No debe extrañarnos, pues, que entre ambos se fragüe de inmediato una complicidad basada en su pasión secreta, además de en la condena de no poder rebelarse contra una realidad incapaz de perdonarles siquiera sus sentimientos. Al respecto, hay que recordar la estupenda película de Almodóvar, Hable con ella. O bien la afortunada pieza de teatro Sangre lunar , de José Sanchis Sinisterra.
   De entrada, la trama muestra el cuestionamiento moral de Manuel, un joven horrorizado por el amor purísimo que siente hacia Teresa, la adolescente de apenas 14 años con minusvalía física y mental que ha conocido en un campamento de verano, lo que le impide tratarla con normalidad, como al resto del grupo. Sobre él recae, pues, la sospecha de la mayor infamia: la de haber abusado no sólo de una menor sino de una chica retrasada. En el otro extremo, Verónica, hermana de la joven, no ha dudado en abusar sexualmente de ella. A diferencia de Manuel, quien ha sido educado en el cristianismo, esta violación de la inocencia de Teresa no le produce a Verónica ningún escrúpulo de conciencia ni reparo de importancia, ni siquiera un asomo de arrepentimiento que oscurezca o afee, cuando menos, su proceder. Su duda primera resulta tan débil que no cabe confundirla con ninguna clase de remordimiento.
   En resumidas cuentas, mientras que Manuel se declara culpable ante sí mismo e incluso ante la sociedad, aquí representada por Verónica, ésta se erige en defensora de la inocencia de su hermana. Aun cuando también ella se haya aprovechado de su minusvalía, bajo la excusa de vivir Teresa en lo que ambos creen una inocencia perpetua, su vileza resulta a ojos de un observador imparcial del mismo signo que la de Manuel, y de hecho es como si el autor mostrase sendas conductas alternativamente para que estableciéramos su total equivalencia. Porque ¿dónde se halla en realidad, parece preguntarnos Andrés Barba, la violencia contenida en este amor prohibido? ¿En Manuel y en Verónica o, acaso, en la misma manifestación amorosa a la que ambos se ven arrastrados? Si optamos por creerlos culpables, su comportamiento no admite otra interpretación que reconocer la infamia y zafiedad con que han obrado... En cualquier caso, sin duda el acierto del novelista estriba en que su narrador en ningún momento enjuicia personalmente los hechos. Cabría decir que incluso se apiada de sus personajes. Aun así, el enamoramiento de Verónica, tan verdadero como el de Manuel, no ha valido siquiera para respetar, a ojos de la sociedad, su inocencia.
   Como conclusión, la siguiente moraleja implacable: la naturaleza extremadamente cruel del amor (y de la realidad, cabría añadir), la cual suele mostrarse injusta e intolerante con sus protagonistas. Así, sólo al final, sabremos lo que ya sospechábamos desde el principio: que Manuel, en efecto, ha mantenido relaciones con Teresa, pero como muy bien se explica en la novela, ambos abusos, siéndolo, no lo son únicamente desde el conocimiento profundo que nos ofrece el texto. ¿No habría que llamarlos ‘amores' a fin de cuentas? Aunque la consumación sexual entre Manuel y Teresa quede esbozada desde el comienzo, para cuando la trama finaliza toda la peripecia descrita apunta a que Teresa es, a su modo, una mujer consciente de su cuerpo y sentimientos, una muchacha con voluntad, enamorada a su manera de Manuel. El amor de su hermana, asimismo, lo recibe Teresa como una iniciación al conocimiento de su propio cuerpo y, en general, a la sexualidad, un despertar que en Teresa es un resurgir al fin y al cabo, un bien sólo posible en su caso gracias a su condición misma de minusválida, de mujer fuera (¿a salvo?) de la realidad.
   Así pues, mientras que los personajes que rodean a esta niña-mujer sienten vergüenza, arrepentimiento o, a veces, mero afán de protegerla, la pureza de Teresa la mantiene a salvo, ignorante como es de cualquier afrenta sólo perceptible a la luz del raciocinio. En fin, ella se deja querer, pues qué duda cabe de que experimenta sin prejuicios el amor recibido. Alrededor de este personaje angélico y, a la vez, profundamente sensual, es interesante ver cómo el escritor plantea su humanidad misma, su raciocinio latente y su capacidad de amar. Si al empezar la novela creímos que Teresa era una especie de “niña eterna”, al terminarla el lector habrá descubierto que precisamente el amor funesto de Manuel y su hermana, y es ahora cuando debe suspender todo juicio, ha sido capaz de despertarla de su letargo infantil, reingresándola en el reino de los vivos o, al menos, de cuanto solemos tomar por tal.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License