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Olivar

versão On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.14 no.19 La Plata jun. 2013

 

RESEÑAS

Pura Fernández y Javier Lluch-Prats (eds). El escritor en la sociedad de la comunicación, Madrid: Libros de La Catarata - CSIC-Col. Anejos Arbor, 6, 2011, 240 pp.

Pablo Ramos González del Rivero
The University of Melbourne

Apuntan en su prólogo Pura Fernández y Javier Lluch, los editores del libro, que su intención al reunir a un grupo de expertos de distintas disciplinas bajo el título de El escritor en la sociedad de la comunicación es la de explorar lo que Roger Chartier observaba como "la radical oposición entre la potencialidad de las nuevas formas de escritura y las categorías que han venido definiendo el orden de los libros y de los discursos: propiedad intelectual, singularidad y originalidad de la creación e identidad particular y reconocible de la obra". Estas fracturas entre la realidad hodierna y los paradigmas hasta hace poco vigentes en el mundo del libro han sido operados principalmente por el impacto de las nuevas tecnologías en aspectos fundamentales de la circulación y creación de los textos. Y en este escenario marcado por la inmediatez y la facilidad con que las obras literarias pueden ser copiadas, transmitidas, creadas, modificadas, aumentadas o comentadas, el escritor, antiguo centro del universo del libro, ha visto cómo su lugar hegemónico es objeto de una constante reformulación.
Así también, como apunta en otro lugar Manuel Castells al hilo de sus reflexiones sobre la sociedad red, las nuevas tecnologías no dictan lo que sucede en la sociedad, pero cambian tan profundamente las reglas del juego que nos vemos obligados a aprender de nuevo cuál es la realidad en la que vivimos. De ahí lo valioso y pertinente que resulta la aparición de este libro en el marco de la historia cultural de ámbito español, donde debates similares, a pesar de su urgencia, no han tenido tanto eco como en otras latitudes. La iniciativa debe aun ser más celebrada si tenemos en cuenta el heterogéneo y excelente plantel de colaboradores que abordan el fenómeno desde distintos frentes, lo cual permite lanzar una mirada compleja y rica sobre un fenómeno que abarca muy distintos campos, como el del negocio editorial, la ecdótica, el derecho, las nuevas tecnologías o la misma creación literaria.
Siguiendo con la cita de Manuel Castells, podríamos decir que el libro se configura como una red, desde el momento en el que carece de centro y que cada uno de los capítulos o nodos se hallan conectados entre sí formando un tejido de información complementaria y solidaria. No obstante, con relación a este libro, pueden detectarse tres grandes áreas en torno a las cuales aunar cada una de las nueve aportaciones que lo componen. La de Luis Suñén, además de actuar como acertada puerta de entrada a El escritor en la sociedad de la comunicación, al ofrecer al lector una panorámica general sobre la evolución experimentada por el sector editorial español en las últimas décadas, constituye el núcleo del primer bloque, que aborda las relaciones entre el escritor y el editor. En su capítulo, Suñén se ocupa del proceso de concentración empresarial que, como a cualquier otro negocio en la era de la globalización, también ha afectado al mundo de la edición. La principal consecuencia ha sido la imposición a la labor del editor de unos parámetros mercantiles que casi siempre prevalecen sobre aquellos otros estrictamente culturales cuando entran en conflicto. Sostiene el editor que cada vez se hace más patente la frontera que separa a la "auténtica literatura" de aquella otra que obtiene su legitimidad en función de la cantidad de ejemplares que es capaz de vender. La primera queda reducida a patrimonio de un puñado de autores, editores, lectores y libreros cuya tozuda y heroica resistencia al estado de cosas les confiere cierto aire de ejército espartano en la Batalla de las Termópilas. No obstante, Suñén rechaza la actitud catastrofista y nostálgica de aquellos que se detienen a llorar la pérdida de un mundo ya irrecuperable y advierte de que se debe aceptar que "ningún editor sobrevive sin dominar suficientemente el entramado empresarial, que engloba lo comercial y lo financiero".
Tras este texto de apertura encontramos el primoroso capítulo de Rafael Chirbes, sin duda, uno de esos escritores alistados en las filas espartanas que han jurado fidelidad eterna a la literatura y desprecio al mercado hasta la muerte. Su relato narra el encuentro casual entre un escritor y un editor vocacionales: él mismo y Jorge Herralde; encuentro que acaba convirtiéndose en un bella historia de lealtad, confianza y amor compartido hacia las letras que, tras varias décadas, sigue gozando de espléndida salud. Chirbes declara que le gusta trabajar con un editor que lee sus libros, que los anota y comenta con él y que, después de leer alguno de ellos, le dice que ha salido malherido. Estos gestos de su editor le hacen desistir del baile de un sello a otro, de los juegos de ofertas y contraofertas, y de los abandonos y traiciones. Esta no es su guerra, declara Chirbes, y recuerda a sus compañeros de profesión inmersos en tales correrías, y a los que denomina "proletarizados millonarios del libro" que, en última instancia, los autores son libres para escoger una editorial u otra, así como la frecuencia con la que publicar.
La actitud de Chirbes contrasta radicalmente con la que observamos en Antonio Muñoz Molina a través del exhaustivo seguimiento que hace Natalia Corbellini de la prolífica y promiscua trayectoria del escritor, marcada por un incesante vaivén de sellos editoriales. Desde 2005, casi cada mes llega una nueva edición de un título suyo a los escaparates. lo que suele responder a una estrategia comercial. Por ejemplo, la publicación de un nuevo texto que, debido a la campaña publicitaria que suele acompañarlo, impulsa al haz de editoriales que poseen derechos sobre alguna de sus obras a reeditar alguna de su catálogo. Corbellini dice que Muñoz Molina ha manifestado en más de una ocasión "su agobio por las obligaciones que acarrea la sobreexposición en los medios" y la pérdida de la libertad individual de elegir dónde y cuándo publicar. Como intento de recuperar la libertad perdida, Corbellini alude al reciente fichaje de Muñoz Molina por la agencia literaria que gestiona Andrew Wylie, correspondiéndole el honor de ser el único autor español en la nómina del más temido y admirado agente literario del panorama mundial.
Si Chirbes representa al escritor de raza que celoso de su independencia establece su taller literario en las afueras de la capital de la República Literaria, devenida en una especie de Wall Street del libro, Muñoz Molina, por su parte, constituye el ejemplo del escritor que, sin renunciar a su compromiso con la tradición literaria canónica, decide internarse en la despiadada jungla, cazar todas sus piezas y nadar entre dos aguas. Y finalmente, en el otro extremo, hallamos al escritor cuyo hábitat natural es la jungla y se declara hijo devoto de la misma. Autores como Ildelfonso Falcones, Arturo Pérez Reverte o Carlos Ruiz Zafón aparecen como los casos más paradigmáticos del panorama español. Así, en el capítulo de Maarten Steenmeijer encontramos un análisis sobre cómo el surgimiento de estos autores de éxito internacional supone un fenómeno novedoso para la literatura española, que tradicionalmente ha tenido un escaso eco en el extranjero. Distintos factores se hallan detrás de este cambio de tendencia y en el capítulo se ofrece un examen de algunos de ellos, como el prestigio cosechado en las últimas décadas por la marca España o la profesionalización y crecimiento de las editoriales españolas. No obstante, insiste Steenmeijer que el elenco de autores antes citado ha ganado su presencia y éxito internacional en buena lid, fundamentalmente gracias al entusiasmo de una legión de lectores proselitistas de medio mundo.
Joan Oleza nos guía por el segundo gran bloque temático, dedicado a analizar las nuevas relaciones que podemos observar entre el autor y la escritura. Su capítulo se articula con una sucesión de epígrafes, cuyos títulos intercalan distintas preposiciones entre ambos conceptos. Tal artificio cumple la misión de trasladarnos la idea de la necesidad impuesta por las nuevas circunstancias de repensar viejos paradigmas. Así, por ejemplo, podemos concebir al escritor "ante" la escritura, lo cual se descubre en la obsesiva tendencia de la literatura de nuestros tiempos a interrogarse a sí misma sobre su naturaleza y su propia legitimidad."Desde" la escritura, en cambio, contemplamos como el autor deslee su propia biográfica en las aguas de la ficción. Oleza también apunta cómo el escritor puede situarse "contra" lo que escribe, desafiando su carácter fijo y haciéndolo mutable, en permanente estado de revisión.
Este último aspecto citado, que clama contra la concepción tradicional del texto como algo petrificado para siempre en un libro, convoca otros dos capítulos. En primer lugar, el de Joaquín Rodríguez, quien se ocupa de analizar las posibilidades que Internet ha ofrecido a los lectores para ampliar, glosar e incluso reinventar las obras objeto de su devoción hasta alzarse casi en co-autores de las mismas. Su análisis sobre el fenómeno de la fan fiction en la era digital ejemplifica elocuentemente el cambio de escenario y los conflictos legales y conceptuales que plantea la revolución tecnológica. Rodríguez expone el caso de la "guerra de Harry Potter" para evidenciar cómo los nuevos medios digitales ponen en solfa muchas ideas clásicas relacionadas con las nociones de creación y autoría o con la unicidad de la obra.
Por su parte, el capítulo a cargo de Javier Lluch pone de relieve también la inconmensurabilidad de la obra literaria, pero desde un ángulo muy distinto: el de la ecdótica. Lluch se ocupa de explicar la compleja y ardua labor que encierra el arte de editar correctamente un texto, y expone que la consideración de las obras como orbes cerrados y periclitados siempre fue ilusoria. Las distintas versiones y revisiones de un autor, las mutilaciones obradas por la censura o la torpeza del editor, las injerencias de los derechohabientes... Numerosas circunstancias hacen de los textos cuerpos inestables y vivos que requieren de una rigurosa asistencia filológica para cumplir de la mejor manera posible su función como patrimonio cultural común.
Los capítulos encuadrados en el bloque anterior preparan al lector del libro para internarse en la tercera y última gran área de El escritor en la sociedad de la comunicación, que entra de lleno en el marco legal que regula los derechos y obligaciones asociados a la propiedad intelectual. Rosa María de Couto examina la normativa europea de referencia en la materia. Por un lado, la directiva 2001/29/ CE del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a la armonización en las legislaciones de los países miembros de la Unión de los diferentes aspectos de los derechos de autor. Y, por el otro lado, el Libro Verde de la Comisión Europea del 16 de julio de 2008, que propone soluciones a los problemas jurídicos surgidos en la era digital. Asimismo, Rosa María de Couto se ocupa del análisis de la recepción en el ordenamiento jurídico español de las directrices europeas. Por su parte, el capítulo de Jorge Pipaón actúa como complemento idóneo del anterior texto al ofrecer al lector un extenso glosario de la términos asociados a la propiedad intelectual. Encontramos así un elenco de definiciones y contrastes entre conceptos tales como los derechos morales o los derechos patrimoniales o de explotación, cuya correcta comprensión resulta crucial para abordar con rigor los debates planteados a lo largo de todo el libro.
En suma, El escritor en la sociedad de la comunicación constituye una muy apreciable contribución a los debates actuales en los que se está dirimiendo nada más y nada menos lo que será la literatura o no será en las próximas décadas. Debate que requiere precisamente de enfoques interdisciplinarios como el que adopta este libro. Los frentes abiertos y los interrogantes que suscita la materia son innumerables. Cabría discutir también acerca de la revolución de los ebooks, de las posibilidades de autoedición que Internet brinda a los autores o del impacto de la misma Red en las condiciones de creación y difusión de la crítica literaria; temas todos ellos a los que esta obra se aproxima sin llegar a profundizar. No hay espacio para tanto en un solo libro. De cualquier manera, conviene no perder de vista lo que la mirada lúcida de Chirbes viene a recordarnos: la literatura, en última instancia, a diferencia de otras artes como el cine o la arquitectura, no requiere de grandes inversiones ni movilizaciones de masas, en realidad "unos cientos de folios y un lápiz o un bolígrafo le bastan al novelista para llevar a cabo su obra, incluso en las peores condiciones". La realidad no es en sí misma ni sencilla ni complicada, sino que depende de cómo elijamos observarla.

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