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Olivar

versão On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.15 no.22 La Plata  2014

 

PRESENTACIÓN

 

Este dossier de trabajos que indaga en las relaciones entre textos e iconografía tiene su origen en el Proyecto de Investigación “Palabra e imagen en la literatura española medieval y renacentista: desarrollo, influencias y proyecciones” (H549), llevado a cabo entre 2010 y 2013 en el marco del Programa de Incentivos a los docentes investigadores de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Dirigido por la Dra. Gloria Chicote y codirigido por quien suscribe, lo integraban docentes de la cátedra de Literatura Española I, becarios, estudiantes de doctorado y jóvenes graduados.

Los objetivos fueron modestos pero claros y específicos: reflexionar acerca de la utilización de imágenes en textos de distintas épocas y procedencias e identificar el funcionamiento de las representaciones iconográficas en tipos discursivos capaces de aportar visiones encontradas del problema (cantigas gallegoportuguesas, género épico, narrativa ficcional en prosa, crónicas historiográficas, libros de caballerías, romancero, novelas, libros de viajes), con el objeto de incorporar el análisis de la dimensión iconográfica al estudio de los textos.

En ocasión del VIII Congreso Internacional Orbis Tertius organizado por el Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (IDIHCS, CONICET-UNLP), en mayo de 2012, tuve a mi cargo la coordinación de un Simposio sobre las relaciones entre literatura e imágenes. Casi todos los trabajos pertenecientes a miembros del equipo tuvieron su primer ensayo en aquella oportunidad, a los cuales se sumaron los de algunos participantes del simposio, que aceptaron nuestra invitación para colaborar en este número de la revista Olivar, con sus puntos de vista sobre temas diversos. Vaya a todos nuestra gratitud.

Los textos que se analizan en los artículos que siguen circularon, en su época, acompañados por imágenes. Baste recorrer las ediciones actuales de cualquiera de ellos para advertir, sencillamente, que en casi todos los casos el lenguaje iconográfico fue cuidadosa y sistemáticamente omitido. Podrán aducirse razones diversas para tal ausencia (incremento en los costos editoriales, dificultades en la maquetación, obstáculos para obtener los permisos de reproducción de las imágenes originales, o simple molicie, desinterés o incompetencia por parte de los editores). Lo cierto es que un lector contemporáneo se ve privado de un recurso hermenéutico complementario e inherente al texto en el que desea incursionar, que seguramente le aportaría claves y respuestas para enriquecer la lectura y la interpretación.

Por ello, este conjunto de trabajos tiene por último objetivo reflexionar, a través de ejemplos concretos, de qué manera la pérdida del lenguaje aportado por las imágenes no ha hecho más que empobrecer nuestra propia percepción, mediatizada además por la distancia temporal y cultural que nos separa de los textos.

No se me escapa que el universo de la literatura infantil es tal vez el único que ha permanecido fiel a esta yunta provechosa de palabras e imágenes: esa mágica unión que hace que aún pasados los años, podamos recordar nítidamente nuestras primeras lecturas en una edición determinada, reconocible sólo por la presencia de las imágenes que acompañaban cada relato. En atención a ese universo infantil, que perdura fielmente en la memoria a través del tiempo, quisiera clausurar este breve exordio con una evocación personal que alude a una experiencia compartida durante el proyecto.

Una tarde de marzo a fines del verano, y a pedido de mis compañeros integrantes del equipo, llevé a una de nuestras reuniones un facsímil del Libro del juego de las suertes, de Lorenzo Spirito (Valencia: Juan Joffre, 1528), obra de entretenimiento consistente en un libro de juegos adivinatorios, especie de best seller del siglo XVI, y luego incluido en el Index valdesiano de 1559. Es el mismo libro que aparece en la Arcadia de Lope de Vega, y que agrada tanto a los pastores “porque fuera de que las respuestas eran todas en verso, tenía pintados de sutil iluminación los signos y planetas”.

Las preguntas enigmáticas, la echada de los dados, el recorrido obligatorio por las lucidas y sugerentes estampas –lenguaje iconográfico más perdurable que las estrofas sentenciosas–, nos transportaron, brevemente, a ese mundo lúdico en el que la fascinación por las imágenes y sus significados capturaron nuestra atención y curiosidad más de lo imaginado. Y entre grabados de reyes y profetas, de esferas celestes y signos astrológicos, al menos esa tarde, no hubo nadie que se quedara sin respuestas...

 

 

María Mercedes Rodríguez Temperley

Buenos Aires, diciembre de 2014



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