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Papeles de trabajo - Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural

versão On-line ISSN 1852-4508

Pap. trab. - Cent. Estud. Interdiscip. Etnolingüíst. Antropol. Sociocult.  n.16 Rosario jan./dez. 2008

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Comunidad, género y posición de clase en el origen del movimiento de mujeres en lucha

Roberto Ringuelet 1

María del Carmen Valerio

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires Calle 43 nº 1241, 1900 La Plata

Resumen

Se profundizan algunos aspectos del Movimiento de Mujeres en Lucha, cuyas características generales han sido tratadas con anterioridad. Se desarrollan los siguientes temas: La consolidación histórica de los chacareros en la región pampeana, la conformación de comunidades en los poblados pampeanos y el papel de la mujer, la unidad y pluralidad de este movimiento social en relación con la estructura de clases sociales.

Palabras clave: Movimientos sociales; Comunidad rural; Clases sociales; Género.

Abstract

There are deepened some aspects of the Women's Movement in Fight (Movimiento de Mujeres en Lucha), which general characteristics have been treated previously. Following topics baths develop: The historical consolidation of the farmers (chacareros) in the region pampeana, the conformation of communities in the settlements pampeanos and the role of the woman, the unit and plurality of this social movement in relation with the structure of social classes.

Key words: Social movements; Rural community; Social classes; Genre.

Résumé

On approfondit quelques aspects du Mouvement de Femmes dans la Lutte (Movimiento de Mujeres en Lucha), dont les caractéristiques générales ont été traitées auparavant. Les sujets suivants se développent: La consolidation historique des fermiers (chacareros) dans la région pampeana, la conformation de communautés dans les lieux habités pampeanos et le rôle de la femme, l'unité et la pluralité de ce mouvement social dans une relation avec la structure de classes sociales.

Mots-clé: Des mouvements sociaux; Une communauté rurale; Des classes sociales; Un genre.

Fecha de recepción del artículo:Agosto de 2008
Fecha de evaluación: Octubre 2008

Planteo inicial

Con anterioridad nos hemos referido a diversos aspectos del Movimiento de Mujeres en Lucha (Piriz, Ringuelet y Valerio 1998, 1999, 2000, 2002), y uno de nosotros ha continuado elaborando la problemática en relación a su tesis doctoral (María del Carmen Valerio). Asimismo sobre el tema también han escrito otros colegas2. El movimiento surge como una acción colectiva en un escenario histórico en donde las poblaciones del interior de la Región Pampeana sufren los procesos de desregulación del sector agrario. En el año 1995 en la localidad de Winifreda (Provincia de La Pampa, Argentina) surgió el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, de manera "espontánea" , con la proclama de una mujer chacarera representativa de un sector de pequeños - medianos productores agropecuarios. Hemos abarcado en otros textos diversas características del movimiento, y más particularmente en su localización en Olavarria (Pcia. de Buenos Aires), en donde tiene una relativa especificidad. En esta oportunidad, orientamos nuestro interés puntualmente hacia la adscripción social y su inclusión local comunitaria que modelan la construcción identitaria del movimiento.
La justificación del término "movimiento", mas allá de constituirse en una autoidentificación (que no es poco), deriva de su temprana organización, eficiente a pesar de su flexibilidad. Las principales demandas fueron básicamente la suspensión de remates y embargos, congelamiento de juicios, pero en el transcurso posterior del movimiento también enfocaron otros problemas como la misma crítica al sistema neoliberal, la sanción de una ley antimonopolio, etc. que tratamos en publicaciones anteriores.
Aquel año de reelección de Menem fue el de inicio de la protesta cuando Lucy de Cornelis, nieta de inmigrantes y propietaria en la localidad de Winifreda, ante el inminente remate de su chacra por deudas de créditos financieros, fue a la radio local en donde le dieron un espacio y expresó su descontento en un discurso que tendría amplia repercusión. En palabras de la misma Lucy:

"...Por un llamado de Dios, cuando nos remataban el campo llamé a la radio y recibí respuestas de mujeres de toda la Provincia. Y sin saber lo que era un petitorio, formulamos uno con las mujeres de todos los distritos. Recorrimos más de sesenta mil kilómetros, a veces a dedo, llegamos a todas las autoridades... Y ahora se van a rematar nuestros bienes. Si no nos desprendemos de lo que tenemos de particular vamos a perder todo..." (Jornadas de la Mesa Agropecuaria, Olavarría, 14/9/96).

La consolidación histórica de los chacareros

El sector social agrario al que se adscriben la mayoría de las Mujeres y que constituye su eje vertebrador, es el tipo de productor que históricamente en Argentina conocemos como "chacarero". Ese productor agropecuario cuyo antecedente histórico se sitúa en el período de ampliación del mundo agrario moderno. Se trata masivamente de aquellos inmigrantes europeos que comienzan a instalarse precariamente mediante formas de arrendamiento, aparcería y eventualmente pequeñas propiedades, dependiendo directa o indirectamente de los grandes establecimientos agrarios y en general de los grupos económicos dominantes. Este sector social fue creciendo en número e importancia y se fue conformando como clase social al compás del crecimiento dinámico de los sectores sociales dominantes (Ansaldi 1991). La economía en crecimiento les permitió manejar dimensiones cada vez mayores de factores productivos, pero en situaciones que, aunque variadas, fueron siempre dependientes, fluctuantes y en los límites de la reproducción capitalista. Fluctuación que, en momentos de bonanza, les permitió una acumulación de bienes productivos y aún de capital. Pero circunstancias relativamente difíciles a principios del siglo XX los llevaron a transformarse en "variable de ajuste" en muchas zonas de la región pampeana. Fue entonces que asistimos a un hito en la elaboración de una "conciencia de clase", cuando estalló la protesta llamada desde entonces "Grito de Alcorta" en los albores del siglo XX. Y rápidamente se expandió a toda la Pampa, repercutiendo en todo el país. La significativa adhesión de los comerciantes de campaña y parte de la prensa así como de diversos políticos, mostró la temprana construcción territorial y consolidación social del sector en cuestión. Pero debemos considerar que desde las primeras etapas de la migración internacional masiva en las últimas décadas del siglo XIX , desde diversos puntos de vista, los inmigrantes dedicados a la agricultura son mencionados habitualmente como un elemento importante para el avance agrícola por políticos, economistas, agrónomos y otros (Barsky y otros 1992). Desde las últimas décadas del siglo XIX, fueron los inmigrantes los que mediante diversas modalidades de ocupación del espacio, tuvieron un papel fundamental en la definición del hábitat rural pampeano. Por la instalación y ampliación de los parajes, pueblos, colonias y pequeñas ciudades rurales y su efecto multiplicador.

Desde fines de los ´50 en el marco de la "revolución verde", en su generalidad los productores adoptaron una serie de innovaciones que redujeron el peso relativo de la tierra. En ese momento histórico, hay una modernización creciente de la estructura agraria por la contratación de servicios productivos, la ampliación de los sistema agroindustriales, la complejización de las cooperativas, la incorporación de innovaciones en la etapa de postcosecha y la instalación y renovación de una moderna infraestructura de servicios, transportes y comunicaciones rurales.

El devenir económico nacional y mundial desde los años ´70, fue incidiendo cada vez más en la ampliación de la brecha de diferenciación entre estos pequeños productores capitalistas "autónomos", así como en su dependencia del conjunto de la economía nacional. Esta última, en la década siguiente, entró en un franco proceso de globalización que se ahonda durante el gobierno de Carlos Menem. Se puso en práctica el programa de "convertibilidad" en un contexto político neoliberal que produjo grandes cambios en el agro pampeano. Se logró aumentar notablemente la productividad y se ampliaron las superficies cultivadas (Azcuy Ameghino 2004) en un proceso de reestructuración tecnológica y organizativa, continuando la creciente flexibilización de factores tal como los sistemas de contratación de tareas (Lattuada y Neiman 2005).
Los profundos cambios económicos de los años ´90 marcaron en el agro una crisis económica que mostró el quiebre y la desaparición de la cuarta parte de las explotaciones agrarias pequeñas y medianas. La caída de los precios, la disminución de la rentabilidad de la explotación agropecuaria y el incremento de los intereses, fueron factores que impidieron cumplir con los compromisos financieros contraídos, lo que condujo finalmente al remate de los campos. O sea que la crisis había calado hondo en el sector cuando se inició entonces la protesta de acción directa las mujeres.
De manera general en esta etapa, hubo por parte de los productores pampeanos muchas peticiones, negociaciones, tanto individual cuanto colectivas. Particularmente desde 1994 hubo muestras de acción colectiva como el llamado "tractorazo" realizado en la Plaza de Mayo, paros, cortes y piquetes en diversas zonas del país. Se protestaba por la caída de la rentabilidad en relación a los precios internacionales y al aumento en los costos de producción En el período, fue en parte CONINAGRO y sobre todo Federación Agraria quienes se movilizaron (Azcuy Ameghino 2006).
Fueron precisamente las Mujeres quienes se lanzaron a una estrategia de acción directa continua que fue variando con el desarrollo del movimiento.

Desde las últimas décadas del siglo XIX, los inmigrantes asentados principalmente en las zonas agrarias pampeanas fueron constituyéndose en un sector social claramente delimitado. Si contemplamos la región pampeana en el paso de un siglo a otro, vemos un conjunto variado de posiciones en el proceso productivo, aunadas por la subordinación: Asalariados, principalmente temporarios, diversos tipos de productores familiares diferenciados por su acceso a la tierra y por su estilo de organización socio cultural y ocupación territorial: Aparceros, arrendatarios, propietarios incipientes, constituyendo colonias, parajes y pequeños poblados. De inicio también podemos diferenciar estratos o capas. Y más allá de las diferenciaciones familiares, locales y de origen entre ellos, los productores familiares históricos fueron elaborando una identidad social.
Estos productores no eran campesinos en el sentido histórico del término, y su presencia no contrastaba como en otros países de fuerte tradición indígena campesina (provocando la dicotomía agricultura moderna vs agricultura campesina). Si bien las formas productivas estaban conformadas por muchos elementos no estrictamente capitalistas en sí mismos, tal como el trabajo y gestión familiar, formas mixtas de trabajo asalariado y aparcerías, la situación siempre fue la de una clara integración en los circuitos capitalistas. Al fin y al cabo, ellos constituían una ampliación y subproducto (si bien nuclear) de la penetración del capitalismo en el campo argentino.
Si comparamos en la época lo que era un campesino de las zonas andinas o del Brasil (descendientes de las tradiciones socioculturales insertas en el mundo de las haciendas o plantaciones), resaltan claramente las diferencias. En la Pampa las estrategias de los productores inmigrantes tenía una racionalidad que, salvo los productores muy indigentes, era un mixto de orientación al consumo con reinversión, aunque por lo general en un principio, no capitalista por las restricciones en bienes de producción. Paulatinamente, un ancho sector del conjunto, inició un camino de progreso merced a una férrea estrategia de autoexplotación en el trabajo, restricciones en el consumo y cierta conducta de riesgo. O sea, se tenia como meta clara la movilidad social que completaron muchos descendientes de primera generación. (Scobie 1968).
En el transcurso de las primeras décadas se van constituyendo en un elemento clave del sistema agrario, en tanto formadores del ingreso capitalista – rentista como trabajadores subordinados directa o indirectamente; en tanto palanca de una transformación técnico económica agropecuaria y por su enorme contribución a la valorización y construcción general del territorio. Desde la década de 1940 en un contexto político facilitador son cada vez mas los productores que alcanzan la propiedad. Se pasa entonces por un período de interfase de transformación del modelo tradicional agrario en donde avanza paulatinamente un modelo sino contrapuesto, complementario de orientación reformista (Forni 1999).

Aún los más pequeños y, sobre todo, los que van ingresando en los sectores sociales medios, se constituyen en una de las figuras más representativas del interior pampeano por la importancia en la producción y su permanencia y papel en la vida de las localidades agrarias. Avanzando la primera mitad del siglo XX, se van enraizando en las instituciones de los pueblos y ciudades del interior. Podríamos referirnos al engrandecimiento de una pequeña burguesía agraria, aunque la denominación precisaría de aclaraciones. Por un lado para recalcar su formación en el ámbito productivo y no en el circuito comercial y financiero (que frecuentemente connota el término), hecho que enfatizan los propios actores sociales. La denominación local histórica de chacarero está en este sentido firmemente asociada al trabajo. Lo que no contradice el hecho que este sector social está acompañado de una multitud de agentes vinculados al comercio, servicios y circuito financiero en donde hay sectores y estratos que comparten intereses con los mismos productores.

Más ampliamente estos pequeños productores se van encontrando en los mismos lugares territoriales – económicos con otros sectores capitalistas agrarios en escenarios que no los confronta sino que los ubica en un continuo en un proceso de "medianización" en términos de tenencia y control de medios de producción (Barsky 1991).
Al promediar el siglo XX se trata de un conjunto de sectores sociales subordinados pero de consumo asegurado y sectores medios que pueden acceder a un consumo ampliado y a un crecimiento productivo.
En tal sentido, su destino y su conformación ideológica se orientó a valorar su histórica consolidación y los valores hegemónicos del sistema que, por su propia índole, les dio un lugar.

La conformación de comunidades y el papel de la mujer

Winifreda es un pequeño poblado que al momento de la protesta tenía unos 2.700 habitantes aproximadamente. Es un lugar de quintas y chacras que se comenzaron a comprar en 1927. Cuenta con escuelas y un colegio secundario, policía, Juzgado de paz, Registro Civil, Correo, línea telefónica y de luz, Banco Nación, iglesias, clubes de fútbol y el Club social y deportivo Winifreda en donde se hizo la primera reunión que fundó el movimiento. Los primeros inmigrantes fueron alemanes del Volga, a los que se agregaron italianos y españoles que desde sus orígenes han practicado la religión católica. Winifreda comenzó a organizarse como pueblo en 1915, con la llegada oficial del tren y la inaguración oficial de la estación. Y en 1927 se fundó el edificio municipal.
La visión lugareña de los propios productores, al estilo de una construcción cultural legendaria glorifica un pasado desde las historias familiares, fruto de la saga inmigratoria: "los rusos alemanes del Volga pusieron en la región todo su espíritu de lucha, es un lugar de alegría, verdor y luz en las praderas, una zona con signo de prosperidad"...."Una campiña prodigiosa" (Valerio 2006)
Es sobre todo en los poblados, que trascienden las dimensiones de los parajes, pero de menor diferenciación social y complejidad general de las ciudades, en donde se radicó el núcleo territorial de la vida de los chacareros. De todas maneras la influencia y vinculación de estos productores se vinculó asimismo con las ciudades pampeanas que constituyen, en su mayoría, ciudades ruralizadas (Jean 1986, Ratier 2004).

En los poblados rurales se fueron conformando pequeñas comunidades pero dentro de un contexto regional y nacional moderno que las limitó y las condicionó. Un sentido comunitario generado en la vecindad, en le generación de lazos cotidianos, sociedades de interconocimiento y énfasis en relaciones sociales personales, con peso de la comunicación oral y cierto control moral (Ringuelet 1985). Sobre todo las colonias nos pudieron haber dado esa imagen "campesina" marcada por el sesgo étnico. Podemos tomar como ejemplo las observaciones sobre los Alemanes del Volga de Olavarria que hace Villafañe (Villafañe y otros 2002) y su sentido cultural homogéneo y sistema de ayudas. Pero si confrontamos estos casos genéricamente con comunidades latinoamericanas de tradición campesina indígena en la misma época (variablemente también en Argentina en las zonas indígenas) resaltan algunas diferencias en el sistema económico y social general. En las "típicas" comunidades campesinas indígenas, su economía se caracterizaba por una esfera desarrollada de producción y circulación interna de bienes de todo tipo en el seno de la familia y la comunidad o para intercambios no dinerarios; un sistema de propiedad y trabajo comunitario importante; un campo cultural muy contrastante con el mundo extracomunitario.
En las colonias, más allá de las ayudas diversas entre familias, la propiedad o usufructo de la tierra es netamente privada, y más allá de la producción de bienes de uso e intercambios que pudieran existir, se trata de producciones claramente orientadas al mercado que los conecta con el mundo extralocal nacional e internacional. Y si bien es difícil hablar de "racionalidad capitalista" en los primeros tiempos y en los casos de mayor pobreza, la racionalidad económica es netamente moderna orientada por la idea de movilidad social. Precisamente, en el ejemplo de Villafañe y otros, se ven las rivalidades y diferencias entre las mismas colonias de origen y significativamente, la diferenciación social interna de propiedad y riqueza ya en la primera generación de inmigrantes. Lo que los inmigrantes trasladan a la Argentina, actualizan y aún elaboran, son marcadas identidades locales que les dan una importante contención social y simbólica..
Pero lo que resalta es precisamente la circunstancia socio cultural de la inmigración como matriz social básica, que les permitió a los inmigrantes rescatar un círculo étnico de contención en una situación de desarraigo y comenzar un proceso nuevo de construcción de vínculos sociales y valores referenciales.
La situación de inmigración, por un lado conectó plenamente a los recién llegados al mundo moderno y si bien no presentó condiciones negativas directas para la reproducción étnica local de origen, los sumergió en una situación en la que los antiguos sistemas y valores étnicos locales tanto los amparó en situaciones críticas (como en la etapa de instalación), cuanto los pudo llegar a limitar en sus expectativas de movilidad social en un mundo socialmente abierto.
Pero los inmigrantes se sumergieron en una nueva circunstancia total de vida, en un proceso histórico acelerado de construcción de un nuevo marco cultural general. Un aspecto del mismo fue la ampliación del círculo étnico incorporando rasgos comunes a otros inmigrantes de igual nacionalidad. Otra instancia decisiva fue la creación de una cultura comunitaria local anclada en la vecindad y condición de clase configurando similares expectativas de progreso familiar y la presencia de un modelo cultural previo nacional y de tradiciones rurales pampeanas.
Las comunidades agrarias crecieron a partir de esos ejes aglutinantes en el marco del estado nacional que proveyó algunas instituciones mínimas que se mencionan al describir Winifreda (considerando que este poblado en el momento de la protesta ya es una localidad institucionalmente compleja).
Las familias y los grupos de coterráneos y vecinos se articularon paulatina y consistentemente en el ámbito público de las asociaciones, redes formales e informales y la participación institucional de los poblados y ciudades agrarias. Como expresábamos en otro lugar sobre la construcción de una identidad local:

"Las formas de sociabilidad regional se cristalizan en asociaciones locales, se consolidan formando núcleos de sociabilidad rutinarios o eventuales a partir de circunstancias diversas de encuentro (almacenes, ferias, escuelas, etc.), en donde la trama de relaciones se torna más densa, se traspasan valores, se actualizan pautas culturales y se las modifica, se brinda y adquiere información" (Piriz y otros 1999).

Luego de más de 50 años, llegando a mediados de siglo XX, los inmigrantes rurales se consolidaron en la región pampeana y entran en una etapa de transformaciones técnicas, de avance de servicios rurales y mayor integración rural – urbana.
Tal consolidación refiere a una densidad de lazos sociales articulados en la sociedad y a un lugar ganado en el mundo simbólico de la cultura nacional. La figura de los inmigrantes reforzó algunos aspectos de la historia nacional (hegemónica) y aportó elementos nuevos.
Pasadas algunas décadas del medio siglo, tradicionales denominaciones (tal la de "chacarero" y la de "colono") al mismo tiempo en que van dejando lugar a denominaciones de sentido regional más genérico (tal la de "paisano") o meramente indicativo (tal la de "productor" o "empleado"), toman su lugar en las "tradiciones" y pasan a ser adecuados para una mitología nacional. Significativamente ya pueden ser motivo de fiestas populares oficiales.
Si observamos los festejos como una dimensión de las tradiciones nacionales públicamente expresadas3, vemos que los inmigrantes – real y simbólicamente - se fueron integrando a todas.
Hay una matriz de hechos simbolizables desde el siglo XIX, constituida en primer lugar por las "fiestas patrias" como un "tipo adecuado de festejos" que expresaron la integración nacional en la etapa de consolidación territorial. Se fueron luego desarrollando una serie restringida de "hechos simbolizables" referidos a las fundaciones legendarias de los poblados y, más restringidamente, algunas conmemoraciones católicas. Y desde mediados del siglo XX se fueron incorporando en diversas localidades pampeanas festejos oficiales (sean municipales, provinciales o aún nacionales) centrados en personajes de la tradición gauchesca o generados por el avance histórico agropecuario: Fiestas del trigo, del maiz, del mensual de campo, etc. y asimismo del colono y del chacarero (Ringuelet y Valerio 2005). Por otra parte, el origen de los pueblos en toda la región pampeana está asociado a la construcción de leyendas moldeadas a partir de sagas familiares de los estancieros o migratorias de las colonias o grupos étnico nacionales en general.

Nos interesa resaltar ahora el papel de las mujeres en un escenario de predominio simbólico masculino en el ámbito público y en tareas agrarias fuera del entorno de la casa. Aunque las mujeres realizan variablemente (dependiendo del ciclo familiar) tareas "típicamente" masculinas, tal como la conducción de tractores, sacrificio de ovinos, etc.
Sumadas a las tareas reproductivas y productivas en el círculo interno del "hogar" las mujeres realizan importantes acciones económicas y sociales en instituciones públicas. Puede tratarse de una participación definida o tareas medianamente invisibles o sutiles pero claramente identificables.
Se conectan con la escuela, organizan festejos públicos en coordinación con funcionarios, hacen trámites administrativos. Las mujeres chacareras tienen un manejo instrumental público bastante completo y reconocen papeles y ámbitos administrativos y de poder de las diversas instituciones públicas. Y el personal de estas, por otra parte, es habitualmente conocido y está presente en las conversaciones familiares. Los mismos hijos, frecuentemente por estudio o trabajo están vinculados al poblado o a la ciudad cercana.
Anteriormente nos referimos al tema, diciendo que esta familiaridad y manejo práctico de situaciones es común a amplios sectores y capas medias y aún los más pequeños con tradición en su condición tienen oportunidad de participar de una gama de consumos y actividades sociales en los que la mujer suele tener un papel silencioso, aunque efectivo (Piriz, Ringuelet y Valerio 2000).
En conclusión de lo referido, vemos que en este tipo de poblados y ciudades, hay una integración relativa (en contraste con el mundo urbano industrial) de las actividades públicas y privadas y la mujer tiene presencia pública a partir de sus roles tradicionales dado el predominio o el resalte de las relaciones sociales comunitarias.

Para entender la protesta, hay que tener en cuenta no solo la situación crítica económica en sí misma que afectó a un conjunto de clases sociales subordinadas e intermedias, sino también cómo la situación crítica afectó el conjunto del territorio. Los poblados y municipios en general sufrieron un achicamiento de la infraestructura y servicios, desaparición de pequeñas industrias, con el consecuente proceso de despoblamiento, quiebras y un creciente desaliento generalizado de los habitantes.
O sea que los cambios sociales, fueron impregnando todo el tejido social. La situación creada ponía en riesgo las actividades básicas familiares y de toda una base territorial, de manera brusca y provocando en las personas un sentimiento de gran desaliento. En ese momento, la mujer gana protagonismo y legitimidad tanto en su posición familiar cuanto en sus actividades públicas impregnadas de vínculos personales y pasa más claramente a un primer plano (Piriz, Ringuelet y Valerio 1999; Rapold 1986). El mismo despojo creciente y generalizado fue visibilizando cada vez más a las mujeres, paralelamente a la poca eficacia de los medios de protesta habitual en general de los productores (hombres) para frenar la pérdida de los predios. Para los hombres, por otra parte, los medios de lucha legítimos, aunque pudieron incluir en ocasiones actos coactivos (tangenciales respecto de los remates), se enmarcan en un modelo dicotómico, encorsetados en un comportamiento público mas rígido (Pitt Rivers 1979, Strickom 1977).
Como decíamos anteriormente:

"La misma circunstancia social, altamente desarticuladora que en la región ha dificultado la organización y la misma generalización de los cambios sociales, ha podido facilitar, como en el caso que nos ocupa, la organización de formas de protesta no habituales" (Piriz, Ringuelet y Valerio 1999: 21)

La aclaración de las Mujeres de que no forman un movimiento feminista sino femenino, se expresa en dichos tales como: "Somos simples mujeres que aportamos nuestra existencia y nuestro amor al campo"... "Salimos de la cocina, nos sacamos el delantal y con las cacerolas, el rosario y cantando el himno protestamos y paramos los remates"... "para defender la familia y a nuestros hijos para que tengan para comer y estudiar".
Cuando la producción (asociada pública y simbólicamente al hombre) se estancó, desde un papel más básico de la reproducción social (que la situación social dejó violentamente al descubierto) las Mujeres expresaron que "las circunstancias nos alejan de las ollas, del cordel, de la plancha y del tarro de leche, para poder dedicarnos a defender nuestro derecho a la vida:"
Se entiende que la lucha implementada desde este lugar comporta un alto componente expresivo y afectivo. Se conforman así eventos políticos de forma "ritualizada" (Da Matta 1979), con banderas, cánticos, a manera de rituales de solidaridad articulando con esplendor formas y contenidos.

Las Mujeres asumen plenamente y en lucha, los papeles tradicionales que la situación pone en peligro, sus papeles de sostén familiar, de madres. Asumiendo claramente en la argumentación de los discursos audiovisuales, la legitimidad social que representan y su inclusión histórica. En este sentido se reivindica la tierra adquirida por los antepasados como un destino histórico: "Somos hijas de inmigrantes que trabajaron la tierra y nosotras vamos a defenderla para nuestros hijos", que pasa a ser símbolo de la defensa de la dignidad nacional y su memoria (Valerio 2006).
La incorporación cultural histórica, popular y hegemónica, del chacarero al patrimonio nacional y la incuestionable reivindicación de los valores básicos de la familia confluyen en el uso seguro y consistente que hacen las Mujeres de los símbolos encarnados de la bandera nacional, el himno y los rezos.
Cuando en los sucesivos remates, las Mujeres usan como armas símbolos nucleares ,tal el cantar el himno con la bandera nacional, rezar el rosario con el rosario en mano, golpear tapas de ollas, para enfrentar al Juez y sucesivamente parar el remate con palabras descalificadoras, plantean la situación extrema de desobediencia civil y se hacen visibles las fronteras sociales transversales a los derechos ciudadanos (Vilas 1997).
En otro lugar, decíamos:

"...las Mujeres implementan una suerte de tradicionalismo de resistencia (Balandier 1971) ante una cultura neoliberal cuya circunstancia social las presiona a un "salto al vacio"; pero desde un mundo en el que los aspectos simbólicos movilizados no han perdido su vigencia". (Piriz, Ringuelet y Valerio 1999:36)

El movimiento no presenta, al menos en principio, un enfrentamiento con el hombre. Cuando las Mujeres mencionan que "el hombre no se anima a discutir, le da vergüenza"... "el hombre bajó los brazos" más que una causa iniciadora de su lucha parece mas bien una mención a la circunstancia de la misma. No se explicitan y no se vislumbran visiblemente enfrentamientos de género, sino públicamente acompañamientos variables de los hombres. Habitualmente, por otra parte, la participación en el movimiento pareciera facilitarse por situaciones familiares normales previas de mayor independencia femenina (son hogares centrados en mujeres, por ausencia del esposo o enfermedad del mismo, etc.).

Unidad y pluralidad social del Movimiento

Lo que hemos visto en Olavarría y parece ocurrir en general (según otras observaciones) es un núcleo central de participantes del movimiento y un acompañamiento variable y fluctuante de personas y asociaciones en torno a la misma condición de clase afectada por la situación crítica. Son comerciantes, profesionales, empleados y otros, más frecuentemente mujeres.
El acompañamiento político de agremiaciones y asociaciones del campo ha sido limitado y variable, pero no lo trataremos en esta ocasión.
Asimismo hay un acercamiento de sectores sociales más subordinados que hemos observado en Olavarria y es mencionado para otras regiones. Son mujeres vinculadas por servicios o pequeñas productoras a las que el núcleo central de Mujeres sirve de referente y les organizan acciones de ayuda vinculadas a la comercialización, pero ellas no participan centralmente del movimiento. Constituiría una alianza confluente facilitada por la circunstancia del momento y la posición de clase abierta – aunque circunscripta - que adoptan las Mujeres.
Un caso interesante lo constituyen las Mujeres de Olavarria y algunos otras localidades de la Provincia de Buenos Aires en donde un sector del movimiento, si bien comparten comparables condiciones de clase con las mujeres chacareras, provienen de una historia de estancias de tradición ganadera. Variablemente ambos sectores sociales han tenido adscripciones gremiales distintas, pero la circunstancia económica y la situación política creada aunó sus posiciones de clase. Si las juzgamos por la cantidad de tierra y por las dimensiones de medios de producción, las Mujeres de Olavaria no difieren de los estratos superiores de los chacareros y una parte de estos últimos se situaría en mejor posición.
En estas "estanzuelas" bonaerenses coincidentemente con los predios chacareros típicos, hay una gestión personal muy fuerte y es habitual la existencia de trabajo técnico familiar de los propietarios. Las mismas mujeres en estas propiedades eluden su identificación como estancieras, en la medida en que el término connota la gran propiedad, al ausentismo y la mera función de control, que es lo contrario de la situaciones mencionadas.
Por otra parte, las representantes de las distintas regiones pampeanas están circunscribiendo el movimiento con un piso inferior que excluye a los minifundistas o campesinos no capitalistas. Aunque como hemos visto, dado el sentido político amplio que fue desarrollando el movimiento no niegan su intregración marginal o complementaria.
En Olavarria hemos registrado un discurso que, incluyendo gran parte de los componentes comunes al conjunto de las Mujeres, agrega un componente integrativo: La idea de Hombre de campo que conciliaría dos tradiciones culturales: La estanciera por un lado y la chacarera por el otro, unificadas por el trabajo familiar y el arraigo a la tierra.

"...el terrateniente es el que tiene tierras y el hacendado hacienda, pero suenan otra cosa más grandilocuente. Yo prefiero decir Hombre de campo, vos fijate que la palabra estancia se usa en la ciudad, nosotros decimos en casa nos llovió, no decimos la estancia; el de afuera nos dice estancieros..."(mujer del movimiento).

Si bien hubo una mirada desconfiada desde La Pampa y Santa Fé hacia Buenos Aires, estas productoras en el caso olavarriense confluyeron con fuerza en la protesta convocada ampliamente desde el origen del movimiento.
Actualmente las Mujeres, si bien restringieron sus actividades (que es el caso de Olavarria) hubo una continuidad dispersa en varias provincias de Pampa – Patagonia con las mismas consignas y alianzas políticas débiles, aunque en Santa Fe se acercaron a una vertiente de la F.A.A. Asistimos a un nuevo escenario político por la protesta agraria generalizada y polarizada desde la "Mesa de Enlace" en donde se vislumbraron diferenciaciones internas, distanciamientos y acercamientos político gremiales, pero esa ya es otra historia.

Notas

1 rringuelet@ciudad.com.ar

2 Entre otros Di Lisia 1997, Giarraca y Teubal 1997, Lattuada 2001, Azcuy Ameghino 2004.

3 Tomando para definir las fiestas aquello que Da Matta refiere al ritual: "...consisten en una dramatización que condensa aspectos de la vida social poniéndolos en destaque. Crean condiciones de una conciencia de identidad común...." (Da Matta 1979: 31-32, traducción nuestra).

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