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Papeles de trabajo - Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural

versión On-line ISSN 1852-4508

Pap. trab. - Cent. Estud. Interdiscip. Etnolingüíst. Antropol. Soc.  no.33 Rosario jun. 2017

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Cognición y semántica espacial: bases teóricas para una investigación sobre la localización estática en el rromané hablado en Chile

  

Diego Lizarralde Contreras1, Gastón Salamanca Gutiérrez2

1 Doctor en Lingüítica por la Universidad de Concepción, Chile, e Investigador Postdoctoral del Proyecto 3160606 "Relaciones espaciales estáticas y dinámicas en el rromané hablado en Chile", financiado por Fondecyt y actualmente en curso en la Universidad de Chile. Email: diegolizarralde@gmail.com.
2 Doctor en Lingüística por la Universidad de Concepción, Chile, y Académico de pre y postgrado de esta misma universidad. Sus líneas de investigación son la etniolingüística y el español de Chile. Email: gaston.salamanca@gmail.com.

Fecha de recepción del artículo: Septiembre 2016
Fecha de evaluación: Febrero 2017


Resumen

El estudio del significado de las expresiones espaciales ha recibido amplia atención, particularmente desde perspectivas semántico-cognitivas (Talmy, 2000; Landau y Jackendoff, 1993) y, más recientemente, en investigaciones de orientación comparativa o tipológica (Levinson y Wilkins, 2006; Bowerman, 2007). En este contexto, el presente trabajo tiene como principales objetivos demostrar el carácter central del dominio espacial en la interfaz lenguaje-cognición y describir los lineamientos generales de una semántica espacial. La propuesta de Levinson (2003) sobre los sub-dominios que componen el dominio semántico del espacio ha permitido delimitar el alcance de la investigación que proponemos en relación con el rromané de los gitanos de Chile. Dicha investigación se centra en la descripción de los mecanismos de localización estática en esta lengua.

Palabras clave: Semántica espacial; Lenguaje espacial; Lengua gitana.

Abstract

The study of meaning for spatial expressions has broadly been reviewed, particularly from semantic-cognitive point of view (Talmy, 2000; Landau & Jackendoff, 1993) and, more recently, in research of comparative or typological perspective (Levinson & Wilkins, 2006; Bowerman, 2007). On this context, the present work has as main objectives to demonstrate the central character of spatial domain in language-cognition interface and then to describe the general guidelines of a spatial semantics. Levinson’s proposal (2003), about the sub-domains that compound the semantic domain of space, has permitted to delimit the extent of this research proposed in relation to rromané spoken by Gypsies in Chile. This research is centered on the description of statical location mechanisms in this language.

Keywords: Spatial semantics; Spatial language; Gypsy language.

Résumé

L’étude du signifié des expressions spatiales a reçu une attention particulaire depuis une approche sémantique - cognitive (Talmy, 2000; Landau et Jackendoff, 1993) et récemment dans des recherches d'orientation comparative ou typologique (Levinson et Wilkins, 2006; Bowerman, 2007). Dans ce contexte, ce travail a pour but de démontrer le caractère central du domaine spatial dans l'interface langage - cognition et de décrire les directrices générales d'une sémantique spatiale. La proposition de Levinson (2003) sur les sous-domaines qui composent le domaine sémantique de l'espace a permis de délimiter la portée de la recherche que nous proposons par rapport au rromané des Gitans du Chili. Cette recherche se consacre à la description des mécanismes de localisation statique sur cette langue.

Mots clés: Sémantique spatiale; Langage spatial; Langue gitane.


 

1. INTRODUCCIÓN

Este es el primer artículo de una serie en que se describe y analiza la localización espacial en la lengua hablada por los gitanos de Chile: el rromané jorajané3. Se trata de un estudio que, partiendo desde una perspectiva descriptiva, procura hacer converger en un marco explicativo multiforme algunos conjuntos de unidades lingüísticas que serán tratados como expresiones espaciales y que nos permitirán dibujar un cuadro, lo más completo posible, de la localización espacial estática/no-angular en la lengua gitana, manifestada en los mecanismos de la deíxis espacial y las relaciones topológicas.
Esta propuesta investigativa surge a partir de dos focos de interés: a) profundizar en el estudio de la estructura de la lengua gitana, y b) generar, desde allí, un acercamiento con una perspectiva distinta a las abordadas hasta ahora (fundamentalmente fonológicas y morfológicas). Así, el trabajo se inscribe, por un lado, en el ámbito del estudio de las lenguas minoritarias o vernáculas4, la etnolingüística y, por otro lado, en el ámbito del estudio del significado lingüístico: la semántica, particularmente, la semántica de las expresiones espaciales. En este contexto, proponemos un acercamiento al rromané jorajane, centrado en los modos en que esta lengua refiere al espacio físico para la localización de objetos en situaciones espaciales estáticas. Tal como lo entendemos, el trabajo constituye un acercamiento inédito (por el nivel del lenguaje en el que se inscribe) a una lengua poco estudiada en nuestro medio.
A diferencia de la situación de Europa y Norteamérica, en Sudamérica la etnia gitana no ha despertado mayor interés en las ciencias sociales y menos aún en el ámbito específico de la lingüística. En Chile, las publicaciones sobre el tema, a nivel disciplinar, son escasas; mientras que, en otros ámbitos de divulgación, no pasan del artículo periodístico de corte costumbrista. Así las cosas, las investigaciones de Salamanca y González (1999), sobre aspectos etnográficos de la cultura gitana; González y Salamanca (2001), sobre la fonología del rromané; Salamanca (2004, 2006 y 2013), Lizarralde y Salamanca (2010), Salamanca y Lizarralde (2010) y Rebolledo y Salamanca (2012), sobre aspectos de la morfología de esta lengua; y González y Salamanca (2011), sobre aspectos de su sintaxis; constituyen trabajos pioneros en el tema gitano.
Nos parece que indagar en la expresión verbal de un dominio semántico tan básico como el espacio es un aporte al desarrollo del estudio de la lengua gitana en nuestro país. En líneas generales, asumimos varios supuestos de orientación cognitivista para abordar el tema de nuestra investigación (la semántica de las expresiones espaciales); en particular, aquellos relativos a la expresividad portadora de la deíxis espacial y las relaciones topológicas. En la escuela cognitiva, esta semántica espacial ha recibido amplia atención, pues el espacio es un dominio fundamental de la cognición humana5. Dado que los seres humanos aprehendemos la experiencia espacial a partir de un sistema perceptivo común a la especie y que todas las lenguas cuentan con diversos recursos para expresar contenidos espaciales, el dominio semántico/conceptual del espacio se presenta como un buen sustrato para indagar en la universalidad, tanto de la expresión espacial como de su conceptualización. Ahora bien, aunque tradicionalmente la filosofía, la sicología y la ciencia cognitiva han presupuesto que la base universal de la cognición espacial reside en la estructura biológica de nuestra especie (Brown, 2006), las investigaciones de corte tipológico en este ámbito (principalmente los trabajos de Levinson y colaboradores) han mostrado que las lenguas del mundo varían sorprendentemente en sus modos de expresar y conceptualizar el espacio.
La importancia de este dominio se hace notar también desde perspectivas psicolingüísticas: un ámbito en que el lenguaje espacial es relevante es el estudio comparativo de los procesos de adquisición del lenguaje. Siguiendo a Slobin (2006: 300), un tipo de estrategia investigativa en esta área consiste en la selección de un dominio semántico y la comparación de su proceso de adquisición en lenguas que difieren respecto de la organización de dicho dominio. Un caso privilegiado para este tipo de comparación lo constituye el dominio de la localización espacial (Bowerman, 2007; Bowerman y Choi, 2001).
Este primer artículo corresponde al marco teórico general de nuestro estudio y procura, fundamentalmente, a) dar cuenta de los principales argumentos a favor de la relevancia del espacio como dominio cognitivo, b) desplegar algunos aspectos centrales de la relación entre lenguaje espacial y cognición espacial; y c) dar cuenta de la tensión entre la variabilidad y la universalidad de este dominio conceptual. Además, presenta una visión general del ámbito de la semántica espacial, a partir de la cual (apoyados principalmente en trabajo de Levinson, 2003) se delimita nuestro objeto de estudio empírico: las formas de localización estática no-angular en la lengua gitana.

2. LENGUAJE ESPACIAL

2.1. Apuntes sobre la noción de espacio en filosofía
El espacio, junto al tiempo, son nociones centrales en cualquier reflexión acerca de la realidad misma. Espacio y tiempo, nos dice Cassirer "constituyen la urdimbre en que se halla trabada toda realidad. No podemos concebir ninguna cosa real más que bajo las condiciones de espacio y tiempo." (1967[1944]: 40). Lo mismo podemos decir acerca de todo acercamiento a la realidad de la experiencia humana.
Sin pretensiones de hacer una revisión histórica del tratamiento del espacio en el ámbito filosófico, es necesario remontarnos a los griegos para encontrar las primeras reflexiones acerca de este tópico. Aristóteles es quien sienta algunas de las primeras nociones espaciales, en particular en el libro IV de la Física. Allí sostiene, por ejemplo, que todo cuerpo sensible ocupa un lugar, pero dicho lugar es distinto del cuerpo mismo. Otra de las ideas relevantes en el pensamiento aristotélico es la distinción de varias regiones espaciales:

Distingue Aristóteles, en efecto, seis grandes regiones espaciales: la de lo alto y lo bajo; la de lo que está a la derecha y de lo que está a la izquierda; la de lo que está delante respecto de lo que está detrás. Es cierto que lo que se tiene a la derecha pasa a estar a la izquierda con sólo girar uno sobre sí mismo. E igual consideración puede hacerse de todas las regiones. Esto no significa, sin embargo, en el pensamiento de Aristóteles, que las regiones del espacio tengan sentido y puedan distinguirse sólo por relación a un sujeto (Vial, 1982: 28).

En el contexto moderno, uno de los hitos en la reflexión filosófica en torno a la naturaleza del espacio se encuentra en la disputa entre las ideas de Newton y Leibniz.  El primero, aboga por la existencia de un espacio absoluto en sí mismo, una suerte de envoltura abstracta, sin relación con objetos externos. El planteamiento leibniziano, en cambio, defiende la naturaleza relacional del espacio; en esta perspectiva, tal como la presenta Levinson, "space is no more than the relative locations of things –a mere network of places, and when we ascribe motion to one body rather than its reference point, this is an arbitrary convenience" (Levinson, 2003: 8). Si pensamos en la forma en que habitualmente las lenguas codifican contenidos espaciales, particularmente en la descripción de escenas espaciales, se podría decir que el tratamiento lingüístico del espacio es fundamentalmente leibniziano: normalmente ubicamos una cosa (o bien la trayectoria de su movimiento) con respecto a otra (Levinson y Wilkins, 2006: 3).
Así, las expresiones locativas típicamente asocian un objeto o entidad con una ubicación, la cual puede ser identificada como "a neighborhood, surface, or interior of an entity near, on, or in which things can be situated, or as a set of coordinate values capable of specifying an object’s location" (Fillmore, 1982: 42). En otras palabras, tal como lo plantea Lyons: "la referencia al lugar se hace indirectamente a base de la entidad que contiene, lo cual equivale a tratar la entidad como una propiedad del lugar" (1989[1977]: 627).
Quizás uno de los referentes más importantes en el contexto de las reflexiones acerca de la naturaleza del espacio lo encontramos en la figura de Kant. Tal como los entiende, el tiempo y el espacio son formas de nuestra sensibilidad, de nuestra intuición sensible. Strawson, en su lectura de Kant, destaca la condición de formas a priori que tienen espacio y tiempo:

[…] el espacio y el tiempo están "en nosotros, anteriores a la experiencia"; es un rasgo de nuestra constitución cognoscitiva, y por esta razón son una condición de posibilidad de la experiencia tal como la tenemos, en la cual los objetos nos afectan de tal forma que producen el conocimiento de ítems ordenados espacial y temporalmente (Strawson, 1975: 48).

2.2. Algunas notas sobre la noción de percepción espacial
El lenguaje del espacio y las relaciones espaciales tiene una base perceptual ineludible, pues los objetos de percepción, las entidades espaciales, son concebidos como parte del mundo físico, al que accedemos (de la manera más elemental) perceptualmente: "a través de la percepción visual tenemos acceso a los objetos que se encuentran dentro de nuestro campo de visión y a las múltiples relaciones espaciales que se dan entre los mismos" (Guarddon, 1998: 615). En relación con esto, Cifuentes entiende la percepción como:

el resultado de la interacción entre el entorno y la organización funcional y cognitiva del sistema nervioso. El hombre no percibe cualidades sensoriales, percibe los objetos y procesos que se le manifiestan en ellas; la unidad psicológica básica del conocimiento sensible es la percepción, la percepción es una aprehensión de la realidad a través de los sentidos, pero una aprehensión selectiva (Cifuentes, 1989: 44).

Desde una mirada que adhiere a la comprensión computacional del funcionamiento de la mente y, por extensión, del lenguaje, Jackendoff (a propósito del uso del deíctico espacial ‘that’) señala:

Dentro del sistema visual, el oyente debe procesar el campo visual y, en él, establecer visualmente a un individuo que puede funcionar como referente de that. La imagen en la retina no puede realizar la tarea por sí sola. La retina es sensible sólo a las distinciones "luz de tal y tal color e intensidad en tal o cual punto en la retina" y "punto oscuro en ambiente claro en tal o cual punto en la retina". La "ontología" de la retina no contiene objetos ni puntos externos. La situación no es mucho mejor en las partes del cerebro que más directamente reciben estímulos de la retina. Aquí econtramos cosas como línea local y detectores de bordes en varias orientaciones (Huber y Wiesel 1968), todo ello en formato retinotópico –pero aún así no hay objetos, no hay mundo exterior–. Éste es todo el contacto que tiene el cerebro con el mundo de afuera; de ahí en adelante todo es computación (2010: 411).
En relación con esto, uno de los aspectos interesantes del lenguaje espacial es que la forma en que el espacio es categorizado lingüísticamente puede servir como una interfaz para comprender la relación entre el lenguaje y la percepción del mundo, puesto que "the estructure of linguistic spatial categories may be explicable in terms of perceptual processes that are not themselves linguistic in character" (Regier y Carlson, 2001: 273).

2.3. Lenguaje espacial y cognición espacial
Los seres humanos, dadas las características propias de la especie, nos relacionamos de diversas y complejas maneras con el espacio. En un sentido muy general, toda experiencia humana se da, acontece, en un lugar determinado; en un sentido más restringido, hay una serie de acciones que se realizan en el espacio: nos movemos de un lugar a otro, entramos y salimos de lugares, ubicamos personas u objetos en una posición determinada, ya sea en relación con otros objetos o con nuestro propio cuerpo, por nombrar algunos casos evidentes. Junto con esto, la especie humana posee la capacidad de verbalizar esta experiencia espacial: somos capaces de comunicar a los demás donde se localiza un objeto, donde nos localizamos nosotros mismos, a qué distancia se encuentra una ubicación particular, volver a un lugar en el que estuvimos antes, ya sea usando un mapa o la memoria.
Ahora bien, entre esta experiencia con (y en) el espacio y su manifestación lingüística, existe un plano de interpretación o de representación estructurado a nivel mental, llamado "cognición espacial". Nuestro acercamiento con el mundo real, tal cual es, a través de la percepción, está mediado por las representaciones de este sistema conceptual. Esto no quiere decir que, necesariamente, ese mundo real no exista y no hagamos más que percibir una representación creada por nuestro sistema cognitivo: el mundo está ahí "afuera", pero nuestro acercamiento a él (en un plano tan elemental como el espacio físico) está mediado por nuestros conceptos, los que a su vez deben mucho de su estructura a la manera en que el sistema sensorial interioriza el mundo físico (Tyler y Evans, 2003).
Los conceptos de relaciones espaciales, señalan Lakoff y Johnson (1999), están corporeizados y tales conceptos "are the heart of our conceptual system. They are what make sense of space for us. They characterize what spatial form is and define spatial inference" (30). Sin embargo, siguiendo siempre a estos autores, no percibimos en nuestro entorno tales relaciones, vemos objetos y sobre ellos nuestro sistema conceptual impone determinadas relaciones espaciales. Dicho sistema integra ciertas proyecciones corporales, en la medida en que nuestros cuerpos definen un set de orientaciones espaciales fundamentales que usamos no solo para orientarnos a nosotros mismos, sino también para percibir la relación de un objeto con otro (Lakoff y Johnson, 1999).
Sobre esto, Landau y Jackendoff (1993) plantean una premisa básica y es que "any aspect of space that can be expressed in language must also be present in nonlinguistic spatial representations. Simply put, whatever we can talk about we can also represent" (217). Al hablar de estas representaciones no lingüísticas, se está definiendo un nivel de estructuración mental de carácter gestáltico, que organiza ciertas propiedades de los objetos del mundo (a menudo, propiedades geométricas) y las diversas relaciones espaciales susceptibles de producirse entre dichos objetos (Landau y Jackendoff, 1993).
Levinson y Wilkins (2006:1) coinciden en la existencia de este dominio cognitivo particular y destacan su papel fundamental en el pensamiento y razonamiento humanos. En esta misma línea, Landau sostiene que "the construction and use of symbolic representations of space is one of the hallmarks of human cognition, permitting the transmission of spatial information over time and space" (Landau, 2002: 409). Una de las características de este nivel de representación es su carácter amodal, pues se trata de una estructura "alimentada" con diversos tipos de información sensorial, predominantemente información visual, pero también sonora y táctil, de modo que este nivel no está constreñido exclusivamente a ninguno de tales sentidos en particular, sino que constituye en sí mismo un nivel de representación particular: el espacial (Landau y Jackendoff, 1993: 217).
Según Talmy, la representación espacial tiene un carácter marcadamente esquemático, en el sentido de que "only particular selections of all the aspects present in spatial scenes are actually referred to by linguistic elements, while all the other aspects are disregarded" (Talmy, 2000: 219). De este modo, las expresiones espaciales no reflejarían una configuración particular, sino que representan familias de configuraciones espaciales, de las que se pueden abstraer características comunes (Talmy, 2000). La idea de que información como la espacial está contenida en esquemas que sintetizan amplios dominios de la experiencia es uno de los principios característicos del enfoque cognitivista (Johnson, 1991[1987]; Lakoff y Johnson, 1991[1980], 1999). La noción de esquema corresponde a "una representación cognitiva de hechos, percepciones, relaciones u objetos, cuyas propiedades son generalizadas a partir de múltiples instancias u ocurrencias" (Osorio, 2011:220). Este amplio grado de generalidad (que se puede relacionar con el carácter selectivo al que apunta Talmy), le otorgan a las representaciones esquemáticas la posibilidad de

[…]servir repetidamente como modelos de identificación en una cantidad indefinidamente amplia de experiencias, percepciones y formaciones de imágenes, de objetos o acontecimientos que están estructurados de manera afín en los sentidos pertinentes […] A raíz de esta estructura simple, se convierten en el medio principal para ordenar nuestra experiencia de modo tal que podemos comprenderla y razonar sobre ella (Johnson, 1991[1987]: 84).

De lo anterior se desprende el carácter marcadamente relativo de la representación espacial contenida en estos esquemas, donde "los objetos no se ubican en términos de coordenadas en un espacio absoluto, sino en regiones definidas a partir de otros objetos" (Soto, 1996: 29). Estas representaciones derivan de esquemas cualitativos, que precisamente son muy apropiados para expresar relaciones espaciales cualitativas (Soto, 1996).
Este ámbito ha recibido gran atención en la investigación lingüística por varias razones. Por un lado, el estudio del lenguaje espacial puede ser muy útil para comprender la organización del sistema cognitivo. Así, tanto en el contexto de la discusión cognitivista general, como en el fructífero ámbito de los estudios que abordan el proceso de adquisición del lenguaje desde perspectivas semántico-cognitivas, el espacio se constituye como un "ideal domain in which one can study the relation between language and cognition, and, in particular, the developmental changes that may occur in cognition before and after language acquisition" (Choi, 2006: 208). Por otro lado, se destaca su estatus ontológico al considerar que el espacio, junto con otros dominios como el color o la emoción, son dominios básicos, en la medida en que "no necesitan otros dominios para ser conceptualizados y están relacionados con experiencias corporeizadas pre-conceptuales" (Valenzuela et al., 2012: 50). 
Esta prioridad del dominio espacial está presente ya en el trabajo fundacional de Lakoff y Johnson, pues de haber dominios que sean comprendidos directamente, sin necesidad de estructuración metafórica, un primer candidato son los conceptos espaciales (como arriba/abajo), pues su estructura se relaciona directamente con la experiencia corporal en el espacio físico. Por ello, "los conceptos que emergen de esta forma son conceptos de los que vivimos de la manera más fundamental" (Lakoff y Johnson, 1991[1980]: 97). De este modo, entendido como el "corazón de la conceptualización", el dominio espacial proyecta su estructura hacia otros dominios; supuesto que, en el contexto del modelo cognitivo estándar, se basa en principios de la estructuración metafórica: el espacio, en su condición de dominio básico, mapea sus propiedades sobre otros dominios más abstractos o complejos (como el tiempo).
Sin embargo, este no es un planteamiento que genere acuerdo. Zlatev (2007: 319) identifica dos posturas frente a la relación analógica entre el espacio y otros dominios no espaciales: por un lado, desde una perspectiva diacrónica, el uso de expresiones espaciales para referir a otros dominios conceptuales bien podría explicarse a partir de procesos históricos de gramaticalización; por otro lado, a nivel de la representación mental, el espacio y otros dominios (como el tiempo) pueden presentar un fuerte isomorfismo, donde el espacio no necesariamente se presentará como el aspecto más básico.
Por su parte, en el entendido de que el espacio "pertains to a central and universal aspect of human experience, and thus constitutes a good searching ground for linguistic universals" (Zlatev, 2007:318), la investigación en torno a la diversidad del lenguaje espacial debiera ser capaz de revelar hasta qué punto las representaciones cognitivas del espacio son universales o varían de una cultura a otra (Levinson y Wilkins, 2006).
Bowerman y Choi (2001), al preguntarse por el origen del significado de las primeras palabras espaciales aprendidas por los niños, presentan con notable claridad tres grandes momentos en la evolución de la reflexión acerca de la interacción entre el lenguaje y la cognición espacial. Una primera respuesta al problema se relaciona con los supuestos del relativismo lingüístico, de acuerdo con los cuales la estructura semántica de las formas lingüísticas surge por la exposición a la lengua. En el planteamiento whorfiano tradicional (en un sentido muy general), las lenguas difieren notablemente en la forma en que dividen o categorizan el mundo, según esto "in learning the semantic categories of their language, children also acquire a world view, a way of interpreting their experiences" (Bowerman y Choi, 2001: 475). Esta perspectiva relativista representa un extremo en la consideración del carácter universal de los significados espaciales, que define, a partir de la variación presente en las lenguas del mundo, una interpretación no-universalista de las categorías cognitivas subyacentes a la forma lingüística.
En el otro extremo, y dando pie a la segunda respuesta para la pregunta planteada, nos encontramos con la perspectiva cognitivista, cuya "explosión" en la década del 70’ significó un profundo cuestionamiento del paradigma del relativismo lingüístico y las implicancias que éste asignó a la variación de la estructura lingüística. Desde el paradigma cognitivo, que en el ámbito de la reflexión en torno al lenguaje y el significado espacial tiene como exponente fundacional a Piaget, el lenguaje se limita a reflejar los conceptos espaciales subyacentes, los que surgirían fundamentalmente de la mano del desarrollo de la percepción y la cognición, universales a la especie humana. Dichos conceptos, por lo tanto, ostentarían un marcado carácter universal, puesto que surgen de constricciones impuestas por los sistemas sensorial y motor del propio cuerpo humano, limitando drásticamente las posibilidades de variación, al menos a nivel conceptual.
Las diferencias lingüísticas destacadas por el relativismo (implicando serias divergencias, constitutivas de particulares visiones de mundo), serían vistas como diferencias superficiales, sobre la base de una estructura conceptual, y por lo tanto semántica, bastante más uniforme de lo que se pensaba, de modo que "the semantic categories of language appeared to reflect just the sorts of concepts that are nonlinguistically salient to human beings" (Bowerman y Choi, 2001: 476). La evidencia a favor del enfoque cognitivo, y su tesis fuerte de la prioridad del sistema conceptual por sobre el sistema lingüístico en la construcción del significado, junto con el carácter universal de dichos conceptos, es significativa. Los trabajos pioneros de Berlin y Kay, y de Rosch, a principio de los 70, suelen encabezar una amplia lista de investigación translingüística que, en el ámbito del dominio espacial, tiene como principales exponentes a Talmy y Slobin.
Ahora bien, entre los dos planteamientos brevemente esbozados, se desarrollaría una "tercera vía", la cual no constituye una negación de los paradigmas anteriores, sino un intento de complementación, que busca, para la pregunta acerca del origen de los significados tempranos del lenguaje infantil, una respuesta en la interacción entre el sistema cognitivo y el lenguaje. Esta perspectiva, que Zlatev (2007: 319) caracteriza como una suerte de "mediación lingüística", sería la que Bowerman y Choi intentan defender, proponiendo que "early semantic development involves a pervasive interaction between nonlinguistic conceptual development and the semantic categories of the input language, not just a one-way mapping from preexisting concepts" (2001: 477). 
Es importante insistir en que no hay aquí una negación del planteamiento cognitivista; de hecho, uno de los puntos en los que más énfasis puso Bowerman es en la prioridad de los conceptos espaciales por sobre el lenguaje espacial. En su ampliamente citado trabajo de 19966, la autora defiende que los contenidos semánticos espaciales surgen directamente desde la cognición espacial, que es previa al desarrollo lingüístico y hace constantes referencias a numerosas investigaciones que, desde las bases establecidas por el trabajo de Piaget, dan cuenta de la evidencia a favor de la prioridad de la conceptualización no lingüística: niños de unos pocos meses, sometidos a pruebas de percepción, son capaces de establecer distinciones en escenas dadas sobre la base de información espacial del tipo encima-debajo o derecha-izquierda, o están familiarizados con la trayectoria de objetos en movimiento, con el hecho de que éstos no pueden pasar uno a través del otro o con los efectos de la gravedad (Bowerman, 1996: 388).
A propósito de relaciones como la contención, se tiene evidencia clara de que en niños en etapa pre-lingüística ya se ha establecido una comprensión de estos conceptos espaciales: "In psychological experiments, infants of less than six months show surprise when containers without bottoms hold objects (Mandler, 1992); this suggests that these infants have already formed a theory of containment and support" (Tyler y Evans, 2003: 25). Frente a estos datos, la conclusión es categórica: "children do not wait for language to instruct them on how to represent and interpret spatial relationships in concrete situations" (Bowerman y Choi, 2001: 478).
Otro aspecto destacado del desarrollo de la cognición espacial guarda relación con el orden en que estos conceptos se presentan:

spatial words emerge over a long period of time in a relatively consistent order, both within children learning the same language and across children learning different languages. In particular, words for functional and topological notions of containment (in), contiguity and support (on) and occlusion (under) emerge first, then words for notions of proximity (next to, beside, between), and finally words for projective relationships (in front of, behind) (Bowerman y Choi, 2001: 478).

Asumiendo la universalidad de los contenidos espaciales que los niños dominan antes de comenzar a hablar, Bowerman (1996: 403) plantea si no debiera esto dar pie a una etapa inicial de la adquisición que fuera igual o muy similar en cualquier lengua del mundo:  si el desarrollo de los significados espaciales depende exclusivamente de los conceptos no lingüísticos ya presentes en los niños, las divisiones que una lengua particular realiza a través de sus recursos para expresar las diversas relaciones espaciales debieran ser indiferentes, al menos en un estadio inicial de la adquisición, presentando una marcada uniformidad translingüística. 
Derivado del mismo supuesto universalista, Bowerman (2007: 181) plantea que debiéramos esperar que también el contenido semántico de las palabras espaciales sea universal. Pero la evidencia, siguiendo siempre a Bowerman, parece mostrar que este carácter universal no es tal, o al menos no es tan claro como se plantea desde un compromiso cognitivo "fuerte". Efectivamente, como se ha venido delineando, los resultados de la investigación con niños muestran que la comprensión espacial no lingüística juega un rol fundamental en la adquisición de las primeras palabras espaciales y motiva el uso de estas expresiones en situaciones nuevas; sin embargo, y este es el planteamiento que distingue la perspectiva desarrollada por esta autora, "they do not demonstrate the stronger supposition that the meanings of children’s early spatial words reflect nonlinguistic concepts directly" (Bowerman y Choi, 2001: 479). 
El principal sustento empírico para esta postura viene dado por estudios de corte comparativo, que muestran que habría mucha más variación translingüística en la estructura semántica subyacente a las expresiones espaciales. Esta perspectiva es transversal en trabajos como Pederson et al. (1998), Levinson (2003), Levinson et al. (2003) o Levinson y Wilkins (2006) (todos vinculados con el Space Project del MPI de Psicolingüística, de Nimega). El acercamiento propuesto por estos autores enfatiza la necesidad de orientar el estudio de la expresión del dominio espacial en un enfoque tipológico que ponga a prueba los supuestos rasgos universales de la cognición espacial: "Beginning with a crosslinguistic survey of spatial reference in language use, we find systematic variation that contradicts usual assumptions about what must be universal" (Pederson et al, 1998: 557). De este modo, dando un paso que retoma supuestos del relativismo lingüístico, estos autores sugieren que la variabilidad en el nivel de la expresión va de la mano con un alto grado de variación en la estructura semántica, lo que se relacionaría con diferencias subyacentes en el plano conceptual7. Así, por ejemplo, en el ámbito de los denominados marcos de referencia espacial (a los que nos referiremos brevemente más adelante) se postula el hallazgo de "efectos de relativismo lingüístico", lo que lleva a proponer que aun en un dominio tan fundamental como el espacial: "basic conceptual representations are formed from an interaction of biological endowment with significantly varying cultural and linguistic input" (Pederson et al, 1998: 559).

2.4. Semántica del Espacio
En la entrada de la Encyclopedia of Language and Linguistics dedicada al tópico Semantics of Spatial Expressions, Zlatev (2006: 173) señala que la investigación en esta área ha sido muy productiva en las últimas décadas, sobre todo al alero de los desarrollos de la lingüística cognitiva, pues desde este enfoque (como hemos apuntado con anterioridad) el dominio espacial es central en la comprensión de la relación entre lenguaje y cognición (Langacker, 1987; Lakoff, 1987). La semántica espacial se define como el estudio del significado de las expresiones espaciales. No obstante su simpleza, la definición dada requiere de alguna precisión. En primer lugar, en relación con los límites del espacio como dominio semántico: si, como se planteó más arriba, conceptualmente el espacio es un dominio básico y como tal mapea o proyecta sus propiedades sobre diversos otros dominios conceptuales, es posible llegar a pensar que toda semántica es, en buena medida, una semántica del espacio. Por otro lado, el término ‘espacio’ ha sido utilizado por varios cognitivistas en sentidos muy diversos (los "espacios mentales" de Fauconnier o la "space grammar" de Langacker), lo que le otorga una polisemia problemática, si lo que se desea es delimitar con claridad un campo de estudio.
Con el propósito de mostrar una visión general del ámbito que el estudio de la expresividad espacial ocupa dentro de la teoría lingüística, Zlatev (2006) da cuenta de tres acercamientos que definen el dominio de la semántica espacial:

i)  Entendiéndolo como clases de expresiones o "class forms": Un supuesto bastante extendido acerca del espacio y las relaciones espaciales expresadas en la lengua, es que dicha expresión suele estar a cargo de grupos reducidos de elementos lingüísticos. Se trataría de formas gramaticales, los "spatial grams" de Svorou (1994), por ejemplo, que expresan primariamente un contenido de relación espacial. En esta orientación está también la propuesta de Talmy (2000: 178) de un nivel estructural fino (fine-structural level), constituido por elementos de clases cerradas, como las preposiciones. Aunque claro, el planteamiento presenta ciertas limitaciones: "this way of defining spatial meaning is problematic since it lacks the appropriate means to distinguish spatial from nonspatial senses of expressions, and it aprioristically limits the domain of analysis to a class which is by no means universal" (Zlatev, 2007: 320).
ii) Un segundo acercamiento adopta una perspectiva nocional, en tanto que entiende el lenguaje espacial como el conjunto de las expresiones portadoras de las relaciones espaciales. Este acercamiento se basa fundamentalmente en configuraciones del tipo "Figura/Fondo", binomio que es entendido como un primitivo semántico.
Si bien esta forma de delimitar el alcance de estas expresiones permite abarcar un espectro amplio de significados espaciales, choca con los descubrimientos de estudios tipológicos: "this definition is not general enough because different languages may employ different strategies of locating objects in space, and not all strategies are equally relational" (Zlatev, 2007: 320).
iii) El tercer desarrollo se centra en la función comunicativa de la expresividad espacial, de manera que un significado espacial correspondería a "the meaning of utterances that help the addressee determine the location or translocation of a given referent in discourse" (Zlatev, 2006: 173). 

Una ventaja de esta forma de plantear el alcance del espacio como categoría semántica es su generalidad; de hecho, las opciones anteriores son perfectamente integrables bajo este criterio, pero no lo agotan. Paradójicamente, otra ventaja de este enfoque es que permite restringir las expresiones que se considerarán parte de este dominio a aquellas que son exclusivamente espaciales, distinguiéndolas claramente de usos derivados o proyectados, los que –teniendo la misma forma– se asocian a significados que no necesariamente son espaciales.
Con respecto a esto último, y en función de delimitar el campo de acción de la semántica espacial, Zlatev incorpora un requerimiento de tipo pragmático, que apela a restringir la expresión espacial (en tanto que objeto de estudio de la semántica espacial) a aquellos usos que convencionalmente especifican la localización de una entidad (espacial) o la trayectoria de su movimiento, sin necesidad de implicaturas conversacionales, en sentido griceano (Zlatev, 2007: 321). Esta forma de abordar la semántica espacial tendría como principales representantes a algunos de los autores que citamos al final del apartado anterior, sobre todo Levinson (2003)8 –junto con Levinson y Wilkins (2006), una compilación de trabajos que, sobre una rica variedad de lenguas, propone un análisis que sigue las líneas teóricas y metodológicas de la obra anterior–, a partir del cual establecemos algunas directrices básicas de nuestra investigación (como se verá en 2.5). 

2.4.1. Los ejes de orientación espacial
La semántica de las nociones espaciales trabaja sobre un sistema de coordenadas, sustentado en tres ejes fundamentales: arriba/abajo, delante/atrás e izquierda/derecha (Fillmore 1982, 1997; Lyons, 1989[1977]; Tanz, 1980; Brown, 1995). Estos ejes ordenadores, anclados en la experiencia humana, portan un marcado antropomorfismo. Según Lyons, evocando a Protágoras, "en el mundo humano –el mundo tal como el hombre lo ve y lo describe en la lengua cotidiana–, él es, en el sentido más literal posible, la medida de todas las cosas" (1989[1977]: 624). La lengua reflejaría, de diversos modos, propiedades relativas a la interacción del propio cuerpo humano con el entorno espacial concreto. Como sugiere Brown (1995: 109), estos tres ejes de ordenamiento espacial "are in many languages understood as directly relatable to the body parts of the speaker". Así, las orientaciones espaciales mencionadas "surgen del hecho de que tenemos cuerpos de un tipo determinado y que funcionan como funcionan en nuestro medio físico" (Lakoff y Johnson, 1991[1980]: 50).
A continuación, esbozamos las principales características de cada uno de estos ejes:

a) Eje arriba/abajo. La posición habitual del ser humano, en estado de vigilia, es vertical y es en esta posición en la que generalmente nos movemos. Este eje orientacional es considerado el más prominente de todos, pues no sólo se basa en ciertas asimetrías del cuerpo humano, sino también en el reconocimiento de la dirección y los efectos de la fuerza de gravedad. Esto último, a su vez, establece la direccionalidad de este eje: podemos estar derechos o invertidos respecto de la dirección vertical.
b) Eje delante/atrás. Considerada la dimensión secundaria en términos lingüísticos, este eje horizontal es esencialmente antropocéntrico: su direccionalidad viene dada por las asimetrías del cuerpo humano, principalmente en cuanto a la ubicación frontal de los órganos de percepción (en particular la vista), lo que determina que nuestro desplazamiento esté orientado hacia delante. El lado frontal de un objeto, opuesto a su lado posterior, estará determinado por "its ability to move with a fixed orientation, to a canonical means of human access to the object, or to the object’s similarities with the human body" (Fillmore, 1982: 37). Pensemos, por ejemplo, en un automóvil, cuya forma habitual de movimiento "hacia adelante" determina un lado delantero que se distingue de un lado trasero (por cierto, un vehículo normal puede desplazarse en la dirección de este lado posterior, pero dicho movimiento se distingue de la forma canónica de desplazamiento: "avanzar vs. retroceder"). 
Además del rasgo de direccionalidad (vertical y horizontal, respectivamente), estas dos dimensiones comparten, según Lyons (1989[1977]: 625), el rasgo de polaridad: "lo que está encima del suelo y delante de nosotros es, típicamente, visible y propicio a la interacción", oponiéndose así a lo que está debajo y detrás. Concomitante con lo anterior, existe una valoración positiva de las dimensiones arriba y delante; por el contrario, las direcciones opuestas a ellas tendrían una valoración negativa. Los rasgos mencionados, asociados a estos ejes, representan una rica fuente de material para las llamadas metáforas orientacionales (Lakoff y Jonhson, 1991[1980]: 50) del tipo: FELIZ ES ARRIBA/TRISTE ES ABAJO; LO CONSCIENTE ES ARRIBA/LO INCONSCIENTE ES ABAJO, etc.
c) Eje derecha/izquierda.  Es considerada la dimensión menos prominente (en parte por su dependencia del reconocimiento del eje delante/atrás) y carente de direccionalidad, al menos en el sentido en que la poseen los ejes anteriores, en tanto que en esta orientación el cuerpo humano se muestra más bien simétrico. La distinción entre ambos lados se basaría, razonablemente, en la evidente predominancia del uso de la mano derecha en las más variadas y básicas labores humanas. En este sentido es que Fillmore (1982) entiende esta dimensión como fundamentalmente egocéntrica.

Respecto de estos ejes, la noción de egocentrismo (crítica en el dominio de la deíxis espacial) cobra especial relevancia, pues el valor deíctico de los elementos relativos a estas orientaciones surge sólo si estos presentan una perspectiva egocéntrica: "expressions which represent these categories can become deictic just in case the speaker of the utterances containing them implicitly takes his or her own body, or that of his interlocutor, as a ‘deictic centre’" (Fillmore, 1982: 37).

2.5. Componentes del dominio espacial
El espacio no es un "dominio restringido", al menos no en la forma en que lo son dominios como el color o el parentesco, respecto de los cuales es natural preguntarse por las distinciones relevantes de la organización de sistemas que resultan ser muy delimitados; es muy probable incluso que muchas lenguas no tengan un término específico para referirse al "espacio" (Levinson, 2003: 64), en el sentido abstracto con que este es abordado en la discusión semántica. 
A propósito justamente de tal discusión, en la que destaca el carácter básico y prioritario de los conceptos espaciales, pudiera parecer contradictorio este sentido restringido al que apunta Levinson y esta presencia (en un sentido explícito o metadiscursivo) tan marginal en la lengua de las categorías espaciales. Pero esa contradicción no es tal, al menos si mantenemos separadas las aguas de las dos vertientes que se están aludiendo aquí: que desde una perspectiva ética el especialista haga divisiones, establezca contrastes y proponga categorías finamente distinguibles, no significa que desde una perspectiva émica tales distinciones deban o puedan ser evidentes y naturales para el hablante de una lengua.  Por otro lado, desde la perspectiva del uso, al describir escenas espaciales, los hablantes podrían utilizar varios o todos los recursos disponibles en su lengua. Un enunciado como ‘está ahí, frente a la casa, al lado de la puerta’, combina especificaciones deícticas (ahí), de marco de referencia (frente a) y topológicas (al lado de); pero eso no niega que, desde una perspectiva analítica, esta expresividad sea vista como la manifestación de dominios conceptuales distintos (Levinson, 2003: 68). En cualquier caso, considerando el hecho de que, hasta donde se sabe, todas las lenguas del mundo cuentan con los recursos para preguntar acerca de la localización de un objeto (las llamadas Where-questions), es presumible que la noción subyacente de lugar sea universal, de modo que "taking the hint from the universality of Where-questions, we may think about the spatial domain as essentially about location and direction" (Levinson, 2003: 64).
Consignado lo anterior, al abordar una categoría conceptual compleja como el espacio, se debe enfrentar la tarea de delimitar el material semántico, dividiéndolo en conjuntos identificables como modos de referir/representar al espacio. Estos "modos" serían procedimientos para capturar aspectos particulares del acto de localizar una entidad (o un espacio de proximidad vinculado) en una escena espacial (Fillmore, 1982). En Levinson (2003: 66), encontramos una propuesta que presenta, categorizados de acuerdo con ciertos criterios distintivos, los sub-dominios que componen el panorama general del lenguaje espacial, la que reproducimos a continuación:


Figura 1
: Sub-campos semánticos del lenguaje espacial (Levinson, 2003).

Como muestra la Figura 1, la primera gran división que se establece en el dominio espacial separa los subdominios semánticos de la localización y el movimiento. Así, las formas de localización que se despliegan más abajo tendrán en común la característica de ser estáticas, en oposición al área ocupada por el movimiento. Es interesante establecer un contrapunto entre esta división y el tratamiento del movimiento en Talmy (referencia obligada en los estudios sobre lexicalización del movimiento); pues, según este autor, "The basic Motion event consists of one object (the Figure) moving or located with respect to another object (the reference object or Ground)" (Talmy, 1985: 60-61). De modo que, como bien puntualiza Cifuentes (2012: 201), en Talmy "los eventos de movimiento engloban situaciones que contienen tanto desplazamiento (p. ej., Pedro fue a casa) como situaciones estáticas (p. ej., la lámpara estaba en la mesa)".
Vemos, entonces, que el límite entre lo estático y lo dinámico puede ser sutil (difuso diríamos, en el sentido de categorías prototípicas), pero considerar las relaciones de localización estática como un sub-dominio particular dentro del dominio espacial parece productivo, particularmente en el contexto de los trabajos sobre la expresión de eventos de movimiento que centran su atención en cómo los componentes semánticos9 vinculados con este dominio se distribuyen en construcciones predicativas, lo que es muy característico del trabajo de Talmy, pero está también sugerido en Levinson y Wilkins (2006: 17): "Change involves time, and dynamic change over time is the typical province of verbs".
De este foco sobre los verbos de movimiento se desprende una tipología de patrones de lexicalización. Así, de acuerdo con el modo en que es expresado el componente "camino" en un evento de movimiento, Talmy (1985, 2000) distinguirá entre lenguas de marco verbal (lenguas -V) y lenguas de marco satélite (lenguas -S): en las primeras, dicho componente tomará forma en el verbo; en el otro caso, será un satélite del verbo el encargado de codificar este valor semántico. Estos tipos se suelen ejemplificar con el contraste entre español e inglés: la primera correspondería a una lengua -V (la botella salió [movimiento+camino] flotando [manera]); mientras que el inglés, a una lengua -S (the bottle floated [movimiento+manera] out [camino]).
Por cierto, esta propuesta tipológica, que ha demostrado enorme productividad en la comparación translingüística, ha sido sujeta a problematización. En Ibarretxe-Antuñano (2004) se plantea, entre otros, que uno de los problemas es que estos dos tipos no agotan las posibilidades que presentan las lenguas del mundo, frente a lo cual se propone incorporar un patrón de lexicalización que dé cuenta de aquellas lenguas cuyos verbos lexicalizan tanto el componente ‘camino’ como la ‘manera’ del movimiento. Tal es el caso, por ejemplo, de lenguas con verbos seriales, las cuales "sería difícil clasificarlas como lenguas -V o lenguas -S, ya que siguen ambos patrones a la vez" (Ibarretxe-Antuñano, 2004: 484). Un tercer patrón, correspondiente a lenguas de "marco equipolente", se haría cargo de casos como el recién referido. En el ámbito de las lenguas habladas en Chile, el estudio de los verbos de movimiento en mapundungun mostraría que la lengua mapuche se puede incluir, con ciertas restricciones, en esta clase equipolente (Becerra, 2015).
Siguiendo la descripción de la Fig. 1, en el dominio de la localización, se establece una primera gran división de acuerdo con el uso o no de un sistema de especificación angular. Las relaciones de carácter angular se describen en términos de diversos marcos de referencia espacial, los que corresponden a "coordinate systems that partition space into distinct regions which serve as search domains for the interpretation of spatial relators in language and cognition" (Bohnemeyer y O’meara, 2012: 218).
Tradicionalmente, los sistemas de coordenadas que organizan el espacio se han considerado universales y en cierta medida innatos, pues se basan en la experiencia del cuerpo humano (y su sistema perceptual, común a la especie) con el entorno. Sin embargo, investigaciones como las de Levinson (2003), Levinson y Wilkins (2006), Bohnemeyer y O’meara (2012) muestran que en diversas lenguas la manera de organizar el espacio difiere en cuanto a estas coordenadas implícitas. Estas divergencias sustentan una tipología de marcos de referencia espacial, que en su base teórica asume una mirada "Neo-Whorfiana" (Levinson, 2003). Así, se distingue entre un marco relativo, que utiliza el punto de vista del observador, imponiendo éste sus propias coordenadas corporales sobre el objeto o sobre la relación Figura / Base (‘el árbol está a la derecha de la casa’, en una escena espacial en la que esta figura se ubica contigua a la entidad identificada como base); uno intrínseco, que utiliza las coordenadas intrínsecas de los propios objetos o atribuidas a éstos por proyección (‘el árbol está a la izquierda de la casa’) y un marco absoluto, que organiza la ubicación de los objetos en función de orientaciones fijas, establecidas en el ambiente, como los puntos cardinales o ciertas orientaciones relativas a las características del entorno (‘el árbol está al Este de la casa’).
Hay puntos en los que los sitemas de coordinación angular se conectan con el sub-dominio de la locación estática (propuesto en la Fig. 1) a través de la deíxis espacial: "The deictic centre constitutes the centre of a relative frame of reference, which must be distinguished from two other reference frames for spatial orientation" (Diessel, 2012: 2410-2411). Levinson, de manera más cautelosa y pendiente de mantener la distinción entre especificación angular vs. no angular, también menciona la relación del marco relativo con los recursos de la deíxis espacial:

[…]deictic specifications often serve in lieu of frame-of-reference specifications. Deictic specifications are closely allied of course to relative specifications but do not involve a coordinate system with specification of angle, instead typically giving some kind of radial specification of proximity (Levinson, 2006: 191).

Lo anterior justifica que el dominio de lo "estático" integre una categoría de relaciones espaciales que no haga uso de especificaciones angulares, dividida en dos sub-campos semánticos basados en la coincidencia: la deíxis espacial y las relaciones topológicas. Esta categorización de sub-dominios espaciales es fundamental para nuestra investigación, pues nos permite seleccionar y aislar un ámbito particular de la semántica espacial del cual hacernos cargo, al mismo tiempo que le otorga un sentido unitario a los datos con los que hemos trabajado, al tratarse de formas emparentadas de localización.
Como el foco central en Levinson (2003) son los marcos de referencia espacial, el autor será enfático en distinguir los procedimientos localizadores que no utilizan ese tipo de especificaciones angulares, lo que justifica presentar la deíxis espacial y las relaciones topológicas como dos procedimientos emparentados conceptualmente. En cuanto al carácter espacial de las formas de expresión típicas (al menos en lenguas europeas) de estos sub-dominios, Fillmore destaca el "parentesco" de las unidades propias de la deíxis y la topología: tanto los sistemas demostrativos como preposicionales "confining itself thus to the language of ‘locating expressions’" (Fillmore, 1982: 37)10.
El ámbito de las relaciones topológicas se suele definir como el de las relaciones espaciales cubiertas paradigmáticamente (en lenguas europeas) por las preposiciones, como in, on y at, en inglés. Se trata de un caso prototípico de la configuración figura/fondo, que codifica de manera fundamental la coincidencia o proximidad espacial de un objeto perfilado como la figura respecto de aquello que se conceptualice como el fondo. Dicha relación espacial puede especificar diversas configuraciones (contención, soporte, contacto, etc.), que suelen ser descritas en términos de rasgos geométricos o dimensionales (Lyons, 1989[1977]; Fillmore, 1997). Se trata de uno de los aspectos del dominio espacial más estudiados, aunque no en una perspectiva translingüística apropiada (Levinson, 2003: 67). Por este motivo, existe y perdura una serie de generalizaciones, relativas a la estructuración de este dominio, que no son consistentes con la enorme variación que presentan las lenguas del mundo, tanto en la conceptualización subyacente de las distinciones espaciales, como en los modos que cada cada lengua particular tiene para codificar tales distinciones (Levinson y Wilkins, 2006: 512). Si bien se ha considerado que a este subdominio le corresponden nociones espaciales simples y elementales –y por lo tanto muy probablemente universales–, el análisis comparativo detallado muestra que las lenguas diseccionan el espacio topológico de formas variadas, configurando un dominio complejo donde estos tipos de relaciones espaciales se combinan o dividen en formas diversas.
A modo de ejemplo de aquello que sserá desplegado en detalle en sucesivos artículos, podemos señalar que los datos que hemos analizado a partir de las respuestas de hablantes de rromané jorajané a un test de estímulo visual (el Topological Relations Pictures Series, de Bowerman y Pederson, 1992) muestran que las localizaciones topológicas se codifican a partir de un sistema de adposiciones, sensibles a contenidos espaciales como el contacto, el soporte o la interioridad (o contención), tal como ilustra el contraste entre los siguientes ejemplos:

Las glosas en español pueden sugerir que las distinciones establecidas por las formas ‘pe’, ‘andré ánde/o’ y ‘uprál pe/o’ son equivalentes a las adposiciones ‘en’, ‘dentro (de)’ y ‘sobre’; sin embargo, basta con considerar que en español es posible describir estas mismas tres escenas utilizando únicamente la preposición ‘en’ para dar cuenta de que ambos sistemas de adposiciones no son todo lo equiparables que pudiera parecer, pues en rromané estas escenas no aceptarían descripciones con un único marcador topológico (por ejemplo, ‘pe’).
Por su parte, la deíxis provee también un sistema de localización que no utiliza coordenadas espaciales angulares. Se trata de una manifestación particular del esquema figura/fondo, que se diferencia del caso anterior en cuanto a la naturaleza de aquello utilizado como fondo para la localización espacial: la orientación egocéntrica de la deíxis toma como punto de referencia para la localización espacial la ubicación del propio hablante, el centro deíctico, desde el cual se organiza radialmente la relación espacial de una escena dada. Como sostiene Fillmore, tratándose de expresiones locativas deícticas, "the Ground is the Speaker’s (or in some cases the Hearer’s) body" (Fillmore, 1982: 43).
Desde una mirada general, el fenómeno de la deíxis se relaciona con problemáticas como la manifestación de la subjetividad en el lenguaje, la referencia (sobre todo en cuanto a la imposibilidad de dar cuenta del fenómeno desde enfoques formales y veritativos) o el límite entre lo semántico y lo pragmático. Un desarrollo muy interesante es el de la indagación del rol del gesto mostrativo –de donde deriva la "ontología primaria" de la deíxis, en particular la espacial (Brown, 1995)– en la filogenia social del lenguaje (Cfr. Tomasello, 2013, capítulo1). En este contexto de indagación, nuestra atención se centra en el sistema de demostrativos utilizados en rromané. Las formas demostrativas son centrales en el estudio de la deíxis, sobre todo espacial, dado que se trata de un componente presente en toda las lenguas del mundo, pero cuya forma, significado y uso muestra gran variación (Diessel, 1999).
También a modo de ejemplo de aquello que será desplegado in extenso en presentaciones posteriores, podemos señalar que a partir del cuestionario "this and that" de Wilkins (1999) se elicitaron usos de enunciados que incluyeran una frase nominal encabezada por un demostrativo. Las formas ‘gayá’ y ‘goya’ (demostrativo singular femenino de proximidad y distancia, respectivamente) muestran muy bien el contraste orientado a la persona cuando estos dispositivos lingüísticos se utilizan en situaciones de "pequeña escala" (de acuerdo con la clasificación de "dominios de acceso", establecida en Wilkins, 1999), al tratarse de entidades localizadas en contacto con el cuerpo o a muy corta distancia de los interlocutores ("al alcance de la mano"):

gayá chen si ánde mo kan                                           goyá chen si ánde cho kan
‘este aro está en mi oreja’                                            ‘ese aro está en tu oreja’

Levinson insistirá en la unidad de estos subdominios y, sobre todo, en cómo esto los diferencia del dominio de los marcos de referencia espacial: "the strategy for location reference in all of these non-angular locative descriptions is ‘choose a ground or landmark object in close contiguity with the object to be located’" (Levinson, 2003: 67).

CONSIDERACIONES FINALES

Tal como señalamos en los párrafos iniciales de este artículo, nos propusimos dar cuenta   de los principales argumentos a favor de la relevancia del espacio como dominio cognitivo, junto con la explicitación de algunos aspectos centrales de la relación entre lenguaje espacial y cognición espacial, y la tensión entre la variabilidad y la universalidad de este dominio conceptual. También, nos propusimos presentar una visión general del ámbito de la semántica espacial, a partir de la cual (apoyados principalmente en trabajo de Levinson, 2003) se delimita el objeto de estudio de nuestra investigación: las formas de localización estática no-angular. Todo lo anterior constituía el objetivo de esta presentación que, entendemos, hemos cumplido.
Los artículos que siguen desplegarán el análisis de la deixis espacial en el rromané jorajané hablado en Chile y las relaciones topológicas en esta misma lengua. Concretamente, se abocarán al uso de los demostrativos en espacios de escala menor, y de escala media y mayor, respectivamente. Por cierto, cada uno de ellos, tienen como marco de referencia teórico fundamental el que ha sido expuesto in extenso en el presente artículo.  

Notas

3 Para la escritura de los datos en lengua gitana (y para evitar hacer uso de transcripciones fonémicas), utilizamos la propuesta grafémica de Salamanca y Lizarralde (2008), y Lizarralde y Salamanca (2008).  Dicha escritura irá siempre en cursiva.

4 Usamos el término lengua vernácula en la medida en que el rromané jorajané puede ser considerado como "la lengua materna de un grupo dominado social o políticamente por otro que habla una lengua diferente" (UNESCO, citado en Wagner et al., 1978: 62).

5 La noción de dominio, en Lingüística Cognitiva, es entendida como una estructura de conocimiento basada en la experiencia humana. Dicha estructura es necesariamente evocada o presupuesta en la comprensión de un concepto, pues "ningún concepto existe de forma autónoma, sino que al comprenderse se ajustan de una manera u otra a nuestro conocimiento general sobre el mundo" (Croft y Cruse, 2008: 36). 

6 Que en una explícita alusión al trabajo de Talmy "How language structures space" se titula "Learning how to structure space for language".

7 Al menos desde el supuesto cognitivista de que el significado es conceptualización (Cfr. Langacker, 1987; Croft y Cruse, 2008).

8 Es necesario señalar que la obra mencionada tiene como foco una amplia y documentada discusión relativa a los marcos de referencia espacial, que no es el tema de nuestra investigación. Lo que tomamos de Levinson (2003) es la manera de comprender y organizar la estructura general del dominio espacial.

9 En Talmy, los componentes semánticos de un evento de movimientos son:
(i) la ‘Figura’: entidad que se mueve; (ii) la ‘Base’: la entidad o entidades con respecto a las cuales se mueve la Figura; (iii) el ‘Camino’: la trayectoria que sigue la Figura; (iv) el ‘Movimiento’: la acción de moverse en sí misma. Además, habría que tener en cuenta otros dos componentes secudarios: (v) la ‘Manera’: la forma en la que se desarrolla el movimiento; y (vi) la ‘Causa’: lo que incita o causa el movimiento (Ibarretxe-Antuñano, 2004: 481-482).

10 Ambos temas serán tratados en profundidad en publicaciones posteriores, de manera que aquí nos limitaremos a definirlos sucintamente y a presentar, a modo de ilustración, algunos ejemplos de datos en lengua gitana. Debe recordarse que el objetivo central de este artículo, tal como se señala en su título, es presentar las bases teóricas para una investigación sobre la localización estática en el rromané hablado en Chile.

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