SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.7 issue2Lithic technology along the left margin of the Paraná river: the assemblages from Goya (Corrientes, Argentina)The archaeological implications of the Diary of Pero Lopes de Souza (1531) during his trip to the La Plata River and to the Lower Delta of the Paraná River author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.7 no.2 Córdoba Jan. 2014

 

DOSSIER
Arqueología del Litoral

Cairnes y vichaderos en las tierras altas de Uruguay

Cairnes and vichaderos in the highlands of Uruguay

Moira Sotelo*
*Laboratorio de Arqueología del Paisaje y Patrimonio, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, unidad asociada al Centro Universitario de la Región Este, Universidad de la República, Uruguay. moira.sotelo@lappu.edu.uy

Recibido 28-02-2014

Recibido con correcciones 08-04-2014

Aceptado 07-06-2014

Resumen
El trabajo se centra en el estudio de una manifestación arqueológica compuesta por estructuras de piedras, denominadas en Uruguay como cairnes y vichaderos. Estas estructuras fueron construidas con piedras mediante la agregación e imbricación de bloques, dando lugar a la formación de montículos y círculos, ubicados en cerros y sierras del centro-norte y este del país. En general se ha aceptado que fueron hechas por las poblaciones indígenas (Guenoa-minuanes y quizás Charrúas) que habitaban la región en tiempos de la llegada de los europeos, y que su uso estaría relacionado a entierros humanos, a eventos rituales y al control territorial. Estudios actuales se encaminan a profundizar en la cronología y funcionalidad de cairnes y vichaderos, así como sobre los grupos humanos que los construyeron. En esta oportunidad se presentan los resultados obtenidos con la revisión de fuentes documentales históricas, con referencias a prácticas funerarias y entierros con piedras. Por otro lado, se reseñan los resultados obtenidos con una prospección diseñada a partir de esa información, en el norte del territorio uruguayo. Los trabajos señalan un correlato espacial entre las fuentes documentales y el registro arqueológico, a la vez que confirman la magnitud de este fenómeno.

Palabras clave: Tierras altas; Estructuras de piedras; Entierros humanos; Documentos históricos.

Abstract
This paper focuses on the study of an archaeological manifestation, composed by stone structures, known in Uruguay as cairnes and vichaderos. These structures were built by aggregating stone blocks, forming mounds and circles, hills and mountains located in north-central and east of Uruguay. It is generally accepted these stone structures were used as part of burial practices among indigenous groups (Guenoa-minuanes and perhaps Charrúas) who inhabited the region before and after the European arrival. The social practices of indigenous peoples led to the formation and building of mounds that acted as ritual and burial sites, places of pilgrimage and territorial markers. The main aim of current studies is the research of the chronology and the functionality of cairnes and vichaderos and the human groups that built them. The empirical evidence on which this project is based is both archaeological and ethnohistorical. The studies indicate a spatial correlation between documentary sources and the archaeological record, while confirming the extent of this phenomenon.

Keywords: Highlands; Stone structures; Human burials; Historical documents.

Cairnes y vichaderos caracterizan el paisaje arqueológico de las Tierras Altas del centro-norte y del este de Uruguay. Son construcciones antrópicas visibles y permanentes, elaboradas con bloques de piedras que forman montículos y círculos. Se ubican en lugares de gran visibilidad, en la cima de cerros prominentes y conspicuos de cumbres aplanadas. Tradicionalmente, se ha sostenido que las estructuras monticulares conocidas como cairnes son señaladoras de tumbas indígenas; por su parte, los vichaderos, estructuras anulares o circulares, funcionarían como puntos de observación, control territorial e incluso que servían para emitir señales de fuego (Femenías 1983; Figueira 1958; Palermo et al. 2004).

Este trabajo presenta una revisión de fuentes documentales históricas relacionadas con prácticas funerarias indígenas. Específicamente, las que se detienen en observar: sepulturas hechas con piedras, cumbres y cuchillas como lugares de entierro y celebración de rituales, ceremonias y encuentros; marcadores territoriales. Se registraron cerca de 60 referencias con estas características, concentradas en las tierras más altas del país (la cuchilla de Haedo en el norte y en la cuchilla Grande en el este) donde predominan los relieves de cerros y sierras. Con base en esta información se diseñó una prospección arqueológica, con el objetivo de localizar y documentar cairnes y vichaderos, ubicados en elevaciones entre los 150 y los 400 msnm. Esta se realizó en un área acotada del norte uruguayo, correspondiente a la confluencia de los departamentos de Salto, Paysandú, Rivera y Tacuarembó (Sotelo 2012). Se encontraron singulares conjuntos de estructuras en lugares señalados en la documentación (cerros Charrúa, Travieso, Itacabó, sierra de las Sepulturas) a la vez que se conocieron conjuntos en puntos no relevados en la bibliografía (cerros Minuano, del Maestro, Cementerio, del Pastoreo).

La documentación histórica

Con la llegada de los europeos al Río de la Plata desde comienzos del siglo XVI se generó una sucesión de fuentes documentales en relación a los nuevos territorios encontrados. Hasta la segunda mitad del siglo XVII la mayoría de la documentación se generó en las zonas costeras, especialmente en los cursos inferiores de los ríos Paraná y Uruguay. Para cuando se dispone de mayor cantidad de documentos, se habían dado enormes cambios en las poblaciones locales derivados de las enfermedades de origen europeo y de migraciones indígenas que intentaban escapar de la esclavitud y del rapto de mujeres y niños (Bracco 2004; 2013). A continuación se presenta una síntesis de algunos de los antecedentes consultados, donde se reafirma la presencia de sepulturas indígenas elaboradas con piedras.

Un primer grupo de fuentes documentales utilizadas proviene de los escritos y la cartografía de los misioneros jesuitas de la Compañía de Jesús. En 1687 se encuentra una primera mención al enterramiento con piedras. Es una descripción del jesuita Francisco Jarque (o Xarque) sobre de la nación de los indios guanoás, ubicados sobre el río Uruguay, entre las Costas del Norte, el cabo de Santa Catalina y el Río de la Plata.

“Abundan aquellos parages de fieras, […] Y por esta inclinación y viveza de olfato, suelen desenterrar los cuerpos humanos, que no pocas veces mueren por aquellos despoblados; y por eso es necesario sepultarlos debajo de grandes piedras, o leños, que no pueda mover el tigre […] también cargan con los huesos de los parientes difuntos, adonde quiera que se mudan” (Jarque 1687 capítulo XXIII).

Otra referencia jesuíta aparece en el “Mapa de las Estancias que tenían los pueblos misioneros al oriente del río Uruguay” (1754) elaborado por el sacerdote B. Nussdorffer (Furlong 1936)1. En dos puntos del mapa dibuja cerros y señala:

“En el cerro Yaceguá tienen los infieles guenoas sus sepulturas, y aquí traen a sus difuntos de muchas leguas lejos para enterrarlos”.
“En el cerro llamado Ybití María se gradúan de Hechiceros los infieles guenoas; allí se juntan, hacen su Aljaba, se punzan, se taladran el cuerpo y hacen mil diabluras, hasta que se les aparece allí encima del cerro el demonio en forma visible. Este cerro Ybití María está en las cabezadas del río Yarapei” (Furlong 1936: 24).

Un segundo conjunto de fuentes lo constituyen los diarios y memorias escritos por los integrantes de las comisiones demarcadoras. En 1778 se firmó el último tratado sobre los límites entre España y Portugal en el continente americano. La primer partida llevaba al capitán de navío José Varela y Ulloa, que a su vez era el director de todas; la segunda al teniente de navío Diego de Alvear; la tercera al capitán de fragata Félix de Azara; la cuarta al teniente de navío Juan Francisco Aguirre; y la quinta partida, que se formó en Buenos Aires, cuyo comisario fue el teniente de navío Rosendo Rico (segundo en la primera partida) (Calvo 1865). Los trabajos de demarcación se iniciaron a comienzos del año 1784. Para este trabajo utilizamos tres memorias y diarios de integrantes de las distintas partidas.

En la Memoria geográfica de la segunda partida española, escrita por el segundo piloto de la Real Armada Andrés de Oyárvide (u Oyarbide) (1784), cuando transita la zona del arroyo Barriga Negra de los Polancos observa:

“[...] Por la banda oriental se va elevando el terreno, y al fin queda al N.-E., distante 5/6 de milla, un cerro alto como aislado y peñascoso, y en su cumbre, que hace llanada, y se estuvo el 2 de abril, se hallan varios montones de piedras sueltas colocadas á manos que, según dicen, era el honor que hacían á sus difuntos los Indios Tapes, habitantes de este país, y así debajo de cada uno de ellos los sepultaban, por lo que se le dio el nombre de Cerro de las Sepulturas, y desde él para el S.-E. va el terreno no tan alto, y mas suave y tendido de gruesas lomadas” (Oyárvide 1784:313).

Más adelante en su recorrida, ya en el arroyo Pirarajá, escribe:

“[...] Además del cerro de Retamosa, que está sobre ella, tiene otro también grueso, y con isletas de árboles en sus tajos a las 2 ½ millas; desde dicho punto al este, sobre cuya cumbre que hace mesetas y se estuvo el 11 de abril, se advirtieron varios montones de piedras que era el sepulcro de los Indios, y así se le llamó, para distinguirlo del semejante en Poláncos, Sepulturas de Gutiérrez” (Oyárvide 1784:325).


Diego de Alvear y Ponce de León, de la misma partida que Oyárvide, cuando trabajaba en las mediciones cartográficas en el entorno de la laguna de los Difuntos2 y el palmar (departamento de Rocha) señala:

“Sobre la 17.5° NE se descubre el empinado cerro de los Difuntos, en cuya cumbre parece se hallaron en lo antiguo algunos esqueletos de indios gentiles, y sepulturas de piedras sueltas puestas en cerco, de que tenía su denominación” (Alvear y Ponce de León 1784:s.p.).

Por su parte, el expedicionario de la partida portuguesa José de Saldanha narra en su paso por las Inmediaciones del río Ycabaquá3:

“El último punto, o estación a la que llegamos en esta exploración en la margen occidental del mismo arroyo. y a dos millas y media arriba de la Barra, está la cumbre de un cerro o sierra perfectamente redondo, y bastante alto, en forma de pirámide obtusa, sobre el cual encontramos señales de haber sido allí sepulturas de los Indios Tapes, o Minuanos”. En una nota al pié de esta frase añade: “El orden de las cosas me conduce a tratar primero de las sepulturas de los indios nacionales de este continente4 que de ellos. Nosotros tenemos en varios lugares de los diarios que anteceden, hablado de estas sepulturas, hemos dado ocasión para que mi antecesor en la escritura las describa, explicando: se encontró sobre algunos cerros de figura propia, como por ejemplo una campana, un pequeño montón de piedras blancas y del tamaño de un [palmo] con poca diferencia. Es la señal, según afirman algunos de haber sepultado allí otros indios cuyos parientes juntan aquellas [ruma] de piedras sobre su cuerpo. Yo, examinando el terreno debajo de esas piedras jamás encontré los huesos ni fragmentos de ellos, y si solo gran cantidad de hormigas, arañas, alacranes y escarabajos o carrochas; esto que prueba la fuerte pudrición, o fermentación pútrida que experimentó aquel paraje, no admirándome por eso de no toparme con huesos; por cuanto no siendo costumbre entre los indios –según dicen- en aquel tiempo enterrar los cuerpos, y si solo cubrirlos con estas piedras, he bien de inferir que mejor obra la acción del tiempo, y aire, sobre los huesos, atacándolos y disolviéndolos a la tierra calcárea” (Saldanha [1787] 1929:183)5.

Otra serie de documentos proviene de militares. El general Antonio Díaz cuenta que en 1812 conoció por primera vez a los charrúas cerca del arroyo Arias (departamento de Florida). Luego estuvo con ellos en varias oportunidades, sobre todo con un flechero que hablaba español, una cautiva que tenía su familia y otros tres que lo acompañaron en el campo durante varios años (Díaz [1812] 1977:412). Díaz creía que los charrúas eran supersticiosos, pero que habían perdido cierta tradición de sus antepasados que eran creyentes o tenían un objeto de adoración o culto: “Los que yo conocí y examiné por el primera vez en el año XII suponían la existencia de un espíritu maléfico al que atribuían todas sus desgracias, enfermedades o desastres. Este genio malhechos se llamaba Gualiche” (Díaz [1812] 1977:412).

“Sus ceremonias fúnebres traían siempre aparejadas mutilaciones entre los sobrevivientes […] Entierran a los muertos en las inmediaciones de algún cerro, si lo había cerca, haciendo una excavación de poca profundidad, en que ponen el cadáver cubriéndolo perfectamente con piedras, si las había a no muy larga distancia; si no con ramas y tierra. Ponían las boleadoras encima, clavando su lanza a un lado de la sepultura, y al otro lado dejan el caballo atado a una estaca. Decía ellos era para el viaje que dicen que va a hacer el difunto” (Díaz [1812] 1977:420).

Hacia el año 1840 el doctor Teodoro Vilardebó (1803-1856) recopiló información de los charrúas, a partir de los escritos de un sargento del ejército llamado Benito Silva y de una mujer cautiva que trabajaba en una hacienda militar. Silva vivió con los charrúas y frecuentó sus campamentos entre 1825 y 1831, y llegó a manejar su lengua (Vilardebó 1963).

“Se cree generalmente, dice Silva, que las especies de garitas hechas con piedras amontonadas que se ven en las cumbres de algunos cerros servían para observar desde allí al enemigo (y por esto se llaman “bichaderos”), pero es un error. Servían para los que iban a ayunar para hacerse un compañero. Allí hacen mil heridas en su cuerpo y sufren una vigorosa abstinencia hasta que se les aparece -mentalmente- algún ser, al cual invocan en los momentos de peligro como a un “ángel de guarda” (Vilardebó 1963:13).

El cuarto grupo de información son las expediciones realizadas a América por naturalistas y científicos ya avanzado el siglo XIX quienes también describen las acumulaciones de piedras que encuentran. En 1832 Charles Darwin las describe para sierra de las Ánimas durante su Viaje alrededor del mundo (1832). Otro caso es el diario de la Expedición española al pacífico, que llega a Montevideo en 1862, el cual narra que los integrantes del grupo cavaron sepulturas de indios en una cumbre. En el cerro Pan de Azúcar identificaron algunos sepulcros, y en el cerro del Betete una gradería cuadrada, donde les parecía que los indígenas iban a adorar al sol (Seijo 1945).

Desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX, los primeros interesados locales en el pasado prehispánico comienzan a recorrer el país y reportar sus hallazgos arqueológicos. En 1882 Julio Piquet publica en un periódico la excursión que hizo con José H. Figueira al cerro Tupambaé en el departamento de Maldonado. Señala que los montículos de piedras cubren la cima y que su número no baja de 200. “[…] Nos bajamos y empezamos a desmoronar una de aquellas misteriosas tumbas. Deshicimos 6 u 8 pero…no encontramos nada…absolutamente nada” (Piquet 1882:2; J.J. Figueira 1958).

En esta época aparecen las primeras definiciones para las estructuras encontradas en el territorio, ensayadas por ejemplo D. Granada (1890: 107) en su Vocabulario rioplatense razonado u O. Araújo (1900) en el Diccionario geográfico uruguayo.

“En la cumbre y en la falda de las colinas y cerros más elevados del territorio uruguayo se hallan, a menudo, montones de piedra tosca, de forma redondeada o cónica, levantados por el hombre y conocidos con la denominación de “sepulturas de los indios”, por suponerse que fueron construidos por los aborígenes, con el objeto que el nombre indica. Dichos montículos tienen la base de forma circular o elíptica, y son de pequeñas dimensiones, variando éstas entre dos a tres metros de diámetro máximo, por cincuenta centímetros a un metro de altura. Unos yacen sobre la tierra no removida y otros descansan sobre las rocas metamórficas, que constituyen la armazón de la mayoría de las colinas o sierras de nuestro país. Suelen presentarse dichos montículos aislados o en grupos. Los más importantes que conozco se hallan en el cerro de Tupambaé [...] se hallan como doscientos montones de piedra, distribuidos regularmente en varias series lineales. - José H. Figueira6 (Araújo 1900: 128-129).

También la prensa de la época se hace eco y comienza a publicar los descubrimientos arqueológicos que se producían. El periódico El Noticioso de la ciudad de San Fructuoso (hoy Tacuarembó) escribe en 1898 una nota titulada “Los cairnes de Tacuarembó.”

En el correr del siglo XX se van sucediendo diferentes hallazgos de cerros y sierras con cairnes. Por ejemplo Sierra y Sierra (1914) los encuentra en varios cerros del departamento de Rocha; Seijo (1931) reporta los hallazgos en Maldonado; Escobar (1973) en Tacuarembó; J.J. Figueiras (1965) en Salto y Paysandú. Los aficionados Caorsi y Michoelsson documentan varios sitios con estas características en el norte del país, así como material arqueológico superficial vinculado a las estructuras (tabla 1).

 

Tabla 1. Referencias bibliográficas con ubicación de cerros con estructuras de piedras y lugares ceremoniales. 1 En este Cerro, Seijo (1931) también describe y fotografía bloques ortostáticos, tipo menhires.
Table 1. Bibliographic references with the location of hills with stone structures and ceremonial places. 1 In this hill Seijo (1931) also describes and photograph orthostatic boulders, lije menhires.

a13t01

 

Con el desarrollo de la arqueología profesional se encuentran algunos trabajos sobre el tema. Femenías (1983) presenta una síntesis de sus reconocimientos en el terreno sobre cairnes y vichaderos, reafirmando que son comunes en diferentes cerros y elevaciones del territorio uruguayo. Las dimensiones de los “amontonamientos” varían entre 2 a 5 m de diámetro y 0,50 a 1,50 de altura, y se utilizaron para su construcción piedras locales. Un aspecto interesante del trabajo es su aporte sobre fuentes etnohistóricas que “señalan cierta relación entre las prácticas funerarias y mágico-religiosas de algunos grupos indígenas de nuestro territorio con cerros y elevaciones” (Femenías 1983:15).

La única excavación arqueológica en este tipo de estructuras fue realizada por Lezama (2004) en el vichadero de la Horqueta (departamento de Colonia). En este caso, la intervención realizada dio como resultado la adscripción indígena de la estructura. En la base (momento fundacional) del vichadero se encontró una lasca y un núcleo de cuarzo, pero no pudieron realizarse fechados (Lezama 2004).

El registro arqueológico

Las prospecciones llevadas a cabo en 10 elevaciones del territorio (con cotas entre 150 y 400 msnm), permitieron documentar 8 conjuntos y 2 estructuras aisladas7. Seis de los conjuntos se emplazan en cerros destacados en el paisaje, de cumbres elípticas de superficie plana y pendiente pronunciada. Estos cerros tienen control visual sobre llanuras y valles fluviales, y a su vez son visibles desde todo el entorno. Los otros dos se ubican en las serranías, con diferente control visual sobre el entorno de acuerdo a la ubicación de la estructura, pero en general controlando valles. Las estructuras aisladas son montículos encontrados en cerros más pequeños (tabla 2).

 

Tabla 2. Cerros prospectados en el norte de Uruguay.
Table 2. Surveyed hills in Northern Uruguay.

a13t02

 

a13f01

Figura 1. Cerro del Maestro, departamento de Rivera.
Figure 1. Cerro del Maestro (Maestro hill), Rivera.

Los conjuntos relevados se componen por uno o dos círculos, entre tres y veinte montículos, y en algunos casos, muros y caminos que conectan estas estructuras. Se sitúan coronando las cumbres en zonas abiertas y aplanadas, con cuencas de visibilidad diferente desde cada una (algunas con visibilidad de 360° y otras con visibilidad en abanico). La organización espacial tiene diferentes configuraciones: una U abierta hacia el sudeste, subconjuntos y alineaciones. Algunos factores condicionan en gran medida la apreciación de los arreglos espaciales. Por un lado, la reutilización de los bloques en estructuras más modernas y el tránsito de animales, han contribuido a desarmar las estructuras, llegando a colapsar en varios casos. Por otro lado, la acumulación de sedimentos y vegetación densa obstruye la observación.

Las entidades encontradas fueron construidas mediante la agregación e imbricación de nódulos de basalto diaclasado disponible en el entorno inmediato, provenientes de la Formación Arapey. Se usaron rocas de distinto tamaño, colocadas de manera tal, que aún sin utilizar un material aglutinante, las estructuras perviven sin desmoronarse8.

Los montículos son estructuras compactas en forma de semiesfera, con planta circular o elíptica entre 2 y 6 m de diámetro y alturas inferiores a 1 m (figura 2). Los círculos de piedras son estructuras murarias en forma de anillo, de planta circular, con diámetros entre 6 y 10 m y alturas menores a 1 m (figura 3). Durante las prospecciones, se encontraron materiales líticos (lascas, núcleos e instrumentos) de arenisca silicificada y de ágatas en el contexto de las estructuras. Las colecciones de aficionados y museos, disponen de puntas de proyectil, boleadoras y otros materiales pulidos, hallados en general al pie de las elevaciones.

 

a13f02

Figura 2. Estructura monticular georreferenciada del conjunto del cerro del Maestro, departamento de Rivera.
Figure 2. Georreferenced monticular structure from cerro del Maestro assemblage, Rivera.

 

a13f03

Figura 3. Estructura circular georreferenciada del conjunto del cerro Charrúa, departamento de Tacuarembó.
Figura 3. Georreferenced circular structure from cerro Charrúa assemblage, Tacuarembó.

Resultados

Los círculos y montículos de piedras constituyen una construcción permanente del paisaje en las tierras altas del norte uruguayo. A partir del relevamiento documental y de la prospección realizada, surgen nuevos resultados para un tema con escasos antecedentes. En primer lugar, se amplía la información conocida en documentos coloniales (Femenías 1983), donde se presenta el uso de piedras como una costumbre de los indígenas para enterrar a sus muertos, especialmente en cimas de cerros. Existe un correlato espacial entre las zonas marcadas en los documentos y los lugares donde se encontraron los sitios arqueológicos. Parece existir una coincidencia espacial entre el área donde los jesuitas y el personal colonial señalan que los grupos (especialmente guenoa-minuanos y charrúas) sepultan a sus muertos, el área del territorio Guenoa-Minuan (Acosta y Lara 1989; López Mazz y Bracco 2010) y los lugares donde la búsqueda localizó las estructuras.

Los mapas hechos por los sacerdotes representantes de la Compañía de Jesús, fueron un registro utilizado para el análisis espacial y cartográfico, que desembocó en el hallazgo del cerro Minuano, el cual podría corresponder al Ibiti María del Mapa de Marimón. Por otro lado, la puesta en práctica de las estipulaciones de los tratados de límites entre España y Portugal a través de sus comisiones, sentó las bases para los más completos estudios y trabajos geográficos que se había realizado en estos territorios. Los diarios y memorias de las partidas brindan información precisa sobre la ubicación de las “sepulturas” que hallan en sus reconocimientos del territorio. Estos cartógrafos y agrimensores están subiendo a los puntos más altos a realizar sus mediciones.

Quienes interactuaron directamente con los indígenas (militares como Antonio Díaz y Benito Silva) indican como una costumbre el enterrar a sus muertos con piedras, sin comentar si tuvieron oportunidad de observarlo personalmente. Además, algunos manejaban fuentes anteriores, por ejemplo Díaz (1812), quien hace referencia al diario de la expedición de F. de Azara. Aún no se ha encontrado un cronista que haya visto directamente una ceremonia de inhumación o de actividad ritual en los cerros.

En segundo lugar, algunos nombres de los cerros donde se encuentran las estructuras son topónimos: nombres de naciones indígenas (cerros Minuano, Charrúa); vocablos indígenas (cerros Betete, Tupambaé, Zapicán); cuestiones funcionales, principalmente funerarias (cerros Cementerio, sierra de la Sepultura) y de control territorial (cerros Centinela, Vichadero, Bichadero).

En tercer lugar, la manifestación de los cairnes tiene una lógica de emplazamiento particular, definida por la repetición de al menos tres variables. a) La topografía como un factor locacional determinante en la elección del emplazamiento de los conjuntos: cerros en forma de domo, y en menor medida sierras pequeñas, con cumbres de superficie aplanada, altitudes absolutas entre 150 y 400 y control visual. b) una estandarización en las estructuras, tanto en las formas monticulares y circulares como en las dimensiones de la entidad y el tipo de roca utilizada. c) reiteración de configuraciones espaciales, en herradura abierta, alineaciones, y subconjuntos dentro conjuntos más grandes, que pueden abarcar desde un cerro aislado hasta las estribaciones de una sierra.

Estas particularidades sugieren que existe una racionalidad espacial y simbólica subyacente que identifica al fenómeno sociocultural de construir cairnes y vichaderos. Según las fuentes escritas, estas estructuras construidas con piedras, serían resultado de una modalidad de entierro entre los grupos indígenas (en general guenoa-minuanes, en menor medida charrúas y tapes) que habitaban la región en tiempos de la llegada europea. Los indígenas habrían acondicionado las cumbres de distintos cerros y sierras, convirtiéndolos en centros rituales, lugares de peregrinación y marcadores territoriales. El uso de algunas estructuras como tumbas, no excluye su multifuncionalidad, su uso para otros fines e incluso que fuesen usados para eventos puntuales. En este paisaje, los conjuntos de círculos y montículos en las cimas de cerros destacados, deben haber actuado como elementos estructuradores del territorio para sus constructores. Estos elementos fueron creados por la cultura, con un significado especial para el grupo que los construyó. Los cairnes y vichaderos pueden considerarse como símbolos espaciales socialmente activos (Criado Boado 1991) en el entendido que en las sociedades sin escritura se da una apropiación simbólica de lugares puntuales, en general muy remarcados en el paisaje, que tienen un significado cultural del espacio (Ingold 1986).

Sevilla, 5 de diciembre de 2013

Notas

1. A. Barrios Pintos (1973) atribuye este mapa a otro jesuita, Miguel de Marimón. En ambos casos eran padres de la Compañía de Jesús llegados a territorios sudamericanos hacia 1751, con el fin de buscar tierras para trasladar los siete pueblos de las Misiones.

2. Actual laguna Negra.

3. Seguramente del lado brasilero, en Rio Grande do Sul.

4. Seguramente se refiere al Continente de São Pedro, es decir Rio Grande do Sul.

5. Traducción libre de la autora.

6. Araújo toma un informe de 1891-92 de J. H. Figueira.

7. Los trabajos de campo realizaron la georreferenciación puntual y poligonal de las estructuras mediante GPS diferencial, con un equipo Leica GS20 de precisión submétrica. Se utiliza el sistema de registro en fichas según el SIPAU (Sistema de Información de Patrimonio, LAPPU).

8. También se identificó una variedad de estructuras pétreas en forma cónica y otras menos definidas. En principio, los conos presentan una técnica constructiva y un emplazamiento diferente a cairnes y vichaderos.

Agradecimientos

El trabajo presentado fue financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (Universidad de la República, Uruguay), a través de las modalidades GAIE e Iniciación a la Investigación, y por una Beca de Maestría de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo 2011-2012. La investigación es realizada por Laboratorio de Arqueología del Paisaje y Patrimonio (LAPPU, FHCE-CURE, UdelaR). Agradezco especialmente a Diego Bracco, a Leonardo García Sanjuán, a mis compañeros del LAPPU: Gastón Lamas, Camila Gianotti, Óscar Marozzi, José López Mazz, Eugenia Villarmarzo, Irina Capdepont, Elena Saccone, Jimena Blasco y Carla Bica. También a los propietarios y personal de los predios que permitieron el acceso y al Obispado de la ciudad de Tacuarembó que brindó el alojamiento durante las estadías en el norte. La prospección al cerro Minuano se realizó junto con el proyecto “Territorio Guenoa-Minuan” (ANII-FCE, Dir. José López Mazz).

Bibliografía

1. Acosta y Lara, E. 1989. La Guerra de los Charrúas en la Banda Oriental, Librería Linardi y Risso, Montevideo.         [ Links ]

2. Alvear y Ponce de León, D. de. 1784. Diario de la segunda división de límites, sin datos.         [ Links ]

3. Araújo, O. 1900. Diccionario Geográfico del Uruguay, Tipo-litografía Moderna, Montevideo.         [ Links ]

4. Barrios Pintos, A. 1973. Historia de la Ganadería en el Uruguay 1574-1971, Talleres Gráficos Comunidad del Sur, Montevideo.         [ Links ]

5. Bracco, D. 2004. Los errores Charrúa y Guenoa-Minuán. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas = Anuario de Historia de América Latina (JbLA) 41: 11-136 http://www-gewi.uni-graz.at/jbla/JBLA_Band_41-2004/jbla04_117_136.pdf (Última consulta 12/01/2011).         [ Links ]

6. Bracco, D. 2013. Con las armas en las manos: charrúas, guenoa-minuanos y guaraníes, Editorial Planeta, Montevideo.         [ Links ]

7. Calvo, C. 1865. América Latina. Colección Histórica completa de los Tratados, Convenciones, capitulaciones, armisticios, cuestiones de límites y otros actos diplomáticos y políticos, primer período Límites, Tomo Séptimo, París.         [ Links ]

8. Capdepont, I., Marozzi, O., Villarmarzo, E., Gianotti, C., Sotelo, M. y F. Carve. 2009. Memoria final 2009. Proyecto catalogación del Patrimonio Cultural del Área Laureles-Cañas (Departamentos de Tacuarembó-Rivera). Montevideo. LAPPU. http://digital.csic.es/handle/10261/26643 (Última consulta 03/06/2011).         [ Links ]

9. Criado, F. 1991. Tiempos megalíticos y espacios modernos. Historia y Crítica, 1: 85-108.         [ Links ]

10. Darwin, C. 2003 (1832). Viaje de un naturalista alrededor del mundo, El Cid Editor, Santa Fe.         [ Links ]

11. Díaz, A. 1977 (1812) Memorias, Boletín Histórico del Ejército 193-196, Departamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército, Montevideo.         [ Links ]

12. El Noticioso. 1898. Los cairnes de Tacuarembó, Año II, Nº102, San Fructuoso.         [ Links ]

13. Escobar, W. 1973. Tierra Charrúa, Ministerio de Educación y Cultura, Museo del Indio y del gaucho, Tacuarembó, Uruguay.         [ Links ]

14. Femenías, J. 1983. Amontonamientos artificiales de piedras en cerros y elevaciones de nuestro territorio. Revista Antropológica 1 (1): 13-16. Montevideo.         [ Links ]

15. Figueira, J.J. 1958. Una excursión arqueológica al Cerro Tupambay realizada en los comienzos de 1881. Separata de la Revista Nacional, Tomo III, Año III: Nº 195. Montevideo. Ministerio de Instrucción Pública (ed.         [ Links ]).

16. Figueira, J.J. 1965. Brevario de Etnografía y Arqueología del Uruguay. Boletín Histórico del Estado Mayor General del Ejército 104-105:29-68.         [ Links ]

17. Figueira, J.H. 1892. Los primitivos habitantes del Uruguay en la exposición Histórico Americana de Madrid. Memoria de los trabajos. Montevideo. Imprenta Artística de Dornaleche y Reyes.         [ Links ]

18. Furlong, G. 1936. Cartografía jesuítica del Río de la Plata, Jacobo Peuser, Buenos Aires.         [ Links ]

19. Granada, D. 1890. Vocabulario rioplatense razonado, MIPPS, Montevideo.         [ Links ]

20. Ingold, T. (1986). The appropriation of nature: essays on human ecology and social relations. Manchester University Press.         [ Links ]

21. Jarque, F. 1687. Insignes Misioneros de la Compañía de Jesús, Cap. XXIII - Entrada a los Barbaros Guanoás. Pamplona.         [ Links ]

22. Lezama, A. 2004. Guía arqueológica del Departamento de Colonia, Uruguay, Editorial Linardi y Risso, Montevideo.         [ Links ]

23. López Mazz, J. y Bracco, D. 2010. Minuanos. Apuntes y notas para la historia y la arqueología del territorio guenoa-minúan, Linardi y Risso, Montevideo.         [ Links ]

24. López Mazz J.M., y Pintos, S. 2000.: “Distribución Espacial de los estructuras monticulares en la Cuenca de la Laguna Negra”, en A. Durán y R. Bracco (eds.) Arqueología de las Tierras Bajas: 49-57. Montevideo. MEC.

25. Oliveres, F. 1938. Toponimia histórico-geográfica de Treinta y Tres y Cerro Largo, Peña y Cía., Montevideo.         [ Links ]

26. Oyárvide, A. 1784. Memoria Geográfica de los viajes practicados desde Buenos Aires hasta el Salto Grande del Paraná por las primeras y segundas partidas de demarcación de límites en la América meridional. En Colección Histórica completa de los Tratados, primer período Límites, Tomo Séptimo, 1865, ed. Carlos Calvo.         [ Links ]

27. Palermo E., C. Prigioni y O. Santos. 2004. Construcciones Indígenas en piedra de Uruguay, nuevos hallazgos. Congreso Virtual de Antropología, Naya. http://www.naya.org.ar/congreso2004/ponencias/carlos_prigioni.htm (Última consulta 12/07/2009).         [ Links ]

28. Piquet, J. 1882. Al Tupambay! Una excursión arqueológica, Diario La Razón 1020, 12 de abril de 1882.         [ Links ]

29. Porley, R. 1998. Localizan cientos de anillos pétreos de espiritualidad Charrúa en alturas. Laberinto de Salsipuedes II, Entrada Tres, REG S.A., Montevideo.         [ Links ]

30. Saldanha, J. de. 1929 (1787). Diário resumido e histórico. Anais da Biblioteca Nacional de Río de Janeiro vol. LI (1929): 138-301.         [ Links ]

31. Seijo, C. 1931. La Guardia de San Antonio. Revista Sociedad Amigos de la Arqueología. Tomo V, 157-193.         [ Links ]

32. Seijo, C. 1945. Maldonado y su región, Imprenta El Siglo Ilustrado, Montevideo.         [ Links ]

33. Sierra y Sierra, B. 1914. Arqueología. Notas aborígenes e indígenas. Revista Histórica 7: 841-85. Montevideo.         [ Links ]

34. Sotelo, M. 2012. Paisaje y Monumentalidad en la Prehistoria de Uruguay. Contribución al inventario de cairnes y vichaderos en las tierras altas uruguayas. Trabajo de Fin de Máster, Universidad de Sevilla, inédito.         [ Links ]

35. Vilardebó, T. 1963. Noticias sobre los charrúas: (Códice Vilardebó), Artes Gráficas Covadonga.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License