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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.7 no.2 Córdoba Jan. 2014

 

DOSSIER ANTROPOLOGÍA Y DEPORTE

Una aproximación etnográfica sobre la hinchada de Belgrano: violencia, identidad y poder en “Los Piratas”

An ethnographic approach to Belgrano fans: violence, identity and power in “Los Piratas”

Nicolás Eduardo Cabrera*

*I. A. P. S,  Universidad Nacional de Villa María. nico_cab@hotmail.com

Recibido 17-02-2013

Recibido con correcciones 11-12-2013

Aceptado 01-04-2014

Resumen

En el presente trabajo expondremos algunos interrogantes y reflexiones que se desprenden de nuestro trabajo final de grado de la licenciatura en Sociología de la UNVM, el cuál consistió en indagar en el lugar que ocupa la(s) violencia(s) en la configuración de lógicas identitarias de los sectores populares tomando como caso la hinchada del Club Atlético Belgrano de Córdoba.

El artículo se estructura en torno a dos partes que están indisolublemente ligadas: por un lado propondremos una “descripción densa” sobre el complejo universo interno de la hinchada de Belgrano. Explicaremos sus características sociológicas más relevantes como así también las relaciones de poder –en una doble perspectiva diacrónica y sincrónica– que estructuran su actual lógica de organización y funcionamiento. Y en una segunda parte profundizaremos en la noción nativa de aguante en tanto recurso fundamental para comprender las lógicas identitarias que la hinchada de Belgrano construye a partir de las prácticas violentas. Echando mano a la “imaginación sociológica” este artículo propone pensar desde las intersecciones existentes entre los procesos macroestructurales y las especificidades de caso, solo desde este terreno se podrá esbozar una explicación integral sobre un fenómeno tan complejo y escurridizo.

Palabras claves: Violencia; Identidad, Cultura popular, Hinchadas y aguante

Abstract

In this paper we will exhibit some questions and reflections that emerge from our final work of the Bachelor's degree in Sociology of the UNVM, which was to investigate the place occupying the violence in the configuration of the logical identity of the popular sectors taking as a case the the group of football fans of the Club Atlético Belgrano de Córdoba.

The paper is divided into two parts that are intimately related: on the one hand we will propose a "thick description" on the complex inner universe of the fans of Belgrano. We will explain its sociological most relevant characteristics as well as the power relations that structure its current organization and operation logic. And in a second part we will deepen in the native notion of “aguante” as fundamental resource to understand the logical identity that the fans of Belgrano constructed from violent practices.  From the "sociological imagination", this article proposes to think from the existing intersections between the macro-structural processes and the specificities of the case, only from this area will outline a comprehensive explanation of a phenomenon as complex and elusive.

Keywords: Violence, Identity, Popular culture, Football fans y “aguante”

Esta es la primera barra
Se la aguanta de verdad
Si les queda alguna duda
Que nos vengan a buscar

Cántico de Los Piratas

Desde 1924 hasta la actualidad, 271 personas han muerto en Argentina en situaciones relacionadas a eventos futbolísticos. Cerca del 50% del total de fallecidos han ocurrido desde el año 1990 hasta la actualidad. En el período “post-convertibilidad” las alarmantes cifras se mantienen inalterables. El diagnóstico preocupa, las intervenciones sobre el tema alarman. Los emprendedores morales del campo enarbolan sistemáticamente discursos estigmatizantes, reduccionistas y etnocéntricos  sobre uno de los tantos actores violentos del fútbol: las hinchadas1. Nosotros aquí pretendemos aportar evidencia empírica y análisis teórico en pos de contrarrestar dichas lecturas y obtener un diagnóstico más integral sobre dicho fenómeno.

En el presente trabajo expondremos algunos interrogantes y reflexiones que se desprenden de nuestro trabajo final de grado de la licenciatura en Sociología de la UNVM (Cabrera 2012), el cuál consistió en indagar en el lugar que ocupa la(s) violencia(s) en la configuración de lógicas identitarias de los sectores populares tomando como caso la hinchada del Club Atlético Belgrano de Córdoba. Para ello, propusimos un abordaje etnográfico sobre las prácticas y representaciones violentas de los miembros de la hinchada del Club Atlético Belgrano durante más de un año y medio. Los registros etnográficos se realizaron mediante la técnica de observación participante en el campo o escenario principal en el cual adquieren visibilidad las prácticas violentas de la hinchada: los estadios de futbol y los viajes alrededor del país en los que la hinchada se traslada para acompañar a su equipo2.

El artículo se estructura en torno a dos partes que están indisolublemente ligadas: por un lado propondremos una “descripción densa” sobre el complejo universo interno de la hinchada de Belgrano. Explicaremos sus características sociológicas más relevantes (composición socio- económica, de género, etaria, territorial, etc.) como así también las relaciones de poder –en una doble perspectiva diacrónica y sincrónica– que estructuran su actual lógica de organización y funcionamiento. Y en una segunda parte profundizaremos en la noción nativa de aguante en tanto recurso fundamental para comprender las lógicas identitarias que la hinchada de Belgrano construye a partir de las prácticas violentas. Echando mano a la “imaginación sociológica” este artículo propone pensar en las intersecciones existentes entre los procesos macroestructurales y las especificidades de caso, solo desde este terreno se podrá esbozar una explicación integral sobre un fenómeno tan complejo y escurridizo.

1. Sociología y descripción densa de una hinchada

1.1. Una radiografía social de Los Piratas

La hinchada de Belgrano se autodenomina “Los Piratas”. En su totalidad oscila entre los 100 o 150 miembros aproximadamente, aunque existe un núcleo duro y fijo de no más de 50 personas. Todos ellos son hombres, las mujeres tienen absolutamente vedada la pertenencia a la barra.  La exclusión de ellas es explícita, se vislumbra en la negativa a portar los “carnet de la barra”, en la prohibición a “pararse en para-avalanchas” o en las dificultades que tienen para viajar en los ómnibus de la hinchada cuando el equipo juega de visitante. La gran mayoría de los miembros de la hinchada son hombres jóvenes y adultos de los sectores populares, pertenecientes a una franja etaria que ronda entre los 15 y los 40 años de edad aproximadamente. En menor medida hay un porcentaje que van desde los 40 hasta los 60 años. Esta especie de hiato generacional está permanentemente marcado por los sujetos, ya sea por una “diferencia en los códigos” o por la distribución en la estructura jerárquica de la hinchada. “Los viejos” ocupan las posiciones más privilegiadas dentro de la hinchada y se los reconoce como “la primera línea” de la barra, mientras que “los pibes” o “los guachos” se los identifican como “la fuerza de choque” o “segunda línea”. Las jerarquías no solo responden  a una cuestión estrictamente etaria sino a la capacidad de “negociación” que tienen los sujetos en la búsqueda y consecución de diferentes tipos de recursos provenientes de los distintos espacios de poder que participan en el complejo entramado del fútbol argentino: dirigentes, jugadores, hinchadas de otros clubes, periodistas, policías, políticos, entre otros. La obtención y distribución de los recursos opera como mecanismo de consensos y reproducción de las posiciones de poder al interior de la barra. Como sostiene Moreira “el control de los recursos es uno de los significados y una de las medidas de poder” (Moreira 2005: 77).

 

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Figura 1. Porcentajes de Población de 15 años o más que tiene secundario incompleto como máximo nivel de instrucción alcanzado según los barrios donde viven Los Piratas. Censo 2001 (INDEC)

Figure 1. Percentage of population 15 years old or older who have incomplete high school as maximum educational attainment according to neighborhoods where the "Pirates" live. 2001 Census (INDEC)

 

Los miembros de la hinchada pertenecen a distintos barrios populares de la ciudad de Córdoba, esto es,  a recortes socio-espaciales caracterizados por una sublaternidad en el plano material y símbolo en relación al resto de los barrios de la ciudad. Si intentáramos ensayar cierta lógica en la cartografía socio-barrial de los sujetos podemos decir que los podemos dividir en dos grupos los que viven en barrios populares céntricos como Alberdi y zonas aledañas –Villa Paez, Bella Vista, Observatorio o Villa Urquiza– y quienes viven en barrios populares radicados en la periferia de la ciudad de Córdoba –Villa Libertador, Comercial, Villa Rivera Indarte, Muller, etc.–3 la identificación con cada uno de estos respectivos barrios opera principalmente en un nivel interno de la barra, ya que a partir de ellos se conforman los distintos subgrupos de cada facción de la hinchada como se puede observar en el organigrama de la misma (Figura 2). Sin embargo en un plano externo todos proclaman un fuerte sentido de pertenencia e identificación con el barrio de Alberdi, vivan o no en él. Lo interesante resulta que la hinchada de Belgrano no es un grupo homogéneo, en ella existen múltiples diferencias internas: por la fidelidad a algunos de los jefes o “referentes”, por la pertenencia a distintos barrios, por la desigual distribución de los recursos o por divergencias políticas. Sin embargo, hacia el exterior de la misma estas diferencias parecen “suspenderse” o ponerse entre paréntesis frente a otredades construidas como alteridades radicales sobre las cuales se entablan relaciones agonistas.

 

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Figura 2. Organigrama de la hinchada “Los Piratas"

Figure 2. Flowchart of the fans "Los Piratas"

 

La composición socio-económica de la Hinchada es heterogénea pero sin llegar a ser un conglomerado policlasista. La convergencia de obreros calificados, personal administrativo y burocrático, trabajadores de la construcción, empleados de servicios y comercios, desempleados, beneficiarios de planes sociales, ladrones, estafadores y traficantes de estupefacientes nos impide utilizar la noción de clase en su concepción clásica. Es por eso que preferimos utilizar una noción que sin dejar de contemplar un fuerte anclaje material y sin dejar de remitir a las dimensiones de la desigualdad, la dominación y los efectos diferenciales del poder, permite ampliar el recorte empírico de nuestro estudio de caso, nos estamos refiriendo a la categoría de sectores populares.

En su versión gramsciana lo popular debe ser entendido como lo subalterno. La subalternidad refiere al "atributo general de subordinación" (Alabarces y Rodriguez 2008: 288) en la verticalidad de la estructura social. En la hinchada de Belgrano la enorme mayoría proviene de los sectores populares, ya que entre ellos comparten una condición estructural caracterizada por tener "menores niveles de participación en la distribución de los recursos de valor instrumental, el poder y el prestigio social, y que habilitan mecanismo de adaptación y respuesta a estas circunstancias, tanto en el plano colectivo como individual” (Miguez y Semán 2006: 24). Se trata de una doble subalternidad vinculada a una desigualdad en las condiciones materiales de vida y a un reconocimiento simbólico. Esta concepción de sectores populares incluye y excede a la clásica concepción marxista de clase –que reduce el posicionamiento social de un sujeto a su participación en el sistema productivo–  ya que, además, incluye la distribución desigual del prestigio y el reconocimiento social.

La mayoría de los miembros de la hinchada de Belgrano pertenecen a los sectores populares por múltiples razones. Las zonas de residencia de los sujetos, como ya vimos, las podemos agrupar en dos grupos: por un lado están los barrios periféricos que en su mayoría son barrios y asentamientos precarios en donde escasean los recursos y servicios básicos, estas territorialidades son mayoritariamente re-localizaciones de barrios céntricos que fueron erradicados y llevados a la periferia de la ciudad producto de la segregación socio-espacial que se viene aplicando en la política urbanística de la provincia y la ciudad desde hace años. Por otro lado están los barrios céntricos, que si bien poseen mejores condiciones materiales de existencia en relación a los periféricos –sobre todo los casos de Alberdi y barrio Observatorio–, la mayoría de sus vecinos –sobre todo los jóvenes– son objeto de una sistemática discriminación y estigmatización social. Al colindar con los barrios de los sectores más pudientes, estos barrios céntricos son identificados –por la policía, los medios masivos de comunicación, parte del poder político y una parte importante de la opinión pública– como zonas "peligrosas" en las que la delincuencia, la violencia y el narcotráfico son fenómenos recurrentes. A pesar de dichas diferencias, la gran mayoría de los barrios de los que provienen Los Piratas exponen algunos índices estadísticos que reflejan patrones estructurales que nos permiten hablar de barrios populares. Según el censo nacional del 20014, los vecinos de casi todos los barrios mencionados –menos Alberdi y Observatorio– tienen muy bajos niveles de instrucción educativa, ya sea porque están muy por encima de la media de la ciudad en relación a los niños de 5 años o más que nunca asistieron a un establecimiento escolar, o por los altos porcentajes de personas de 15 años o más que tienen el secundario incompleto como máximo nivel de instrucción alcanzado.

Otro dato que manifiesta la falta de acceso a los recursos básicos e indispensables de los barrios en los que viven los miembros de la hinchada, es el vinculado a las dificultades de acceder a la salud, esto lo podemos vislumbrar a partir de una cuantificación de los habitantes de cada barrio que cuentan con algún tipo de cobertura médica.

 

Tabla 1. Población según tiene Obra Social o Plan de Salud Privado o Mutual por Barrio ciudad de Córdoba. Fuente: Tabla 081. INDEC. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.

Table 1. Córdoba population by neighborhood, according having Social Medical Plan or Private Health Plan or Mutual.

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Desde la heterogeneidad "laboral" también podemos discernir algunos elementos recurrentes que nos permitan utilizar la noción de sectores populares. La gama "ocupacional" de los miembros de la hinchada la podemos sintetizar en tres grupos: las personas que “laburan” en la economía ilegal  o ”clandestina” como ladrones, traficantes de droga, vendedores ambulantes, criadores de perros de pelea, falsificadores, oficios no registrados y sujetos que ”viven de lo que deja la hinchada"; Un segundo grupo formado por sujetos insertos en la economía formal pero en condiciones de precariedad y flexibilización, tales como los obreros de la construcción, empleados de comercios, de servicios y diversos oficios registrados; como último rubro, minoritario en términos cuantitativos, encontramos algunos empleados del sector público con un fuerte predominio de trabajadores de EPEC (Empresa Provincial de Energía de Córdoba) y empleados municipales. Estos sujetos son principalmente quienes ocupan posiciones privilegiadas al interior de la hinchada. En la mayoría de los casos el ingreso a estos últimos puestos de trabajos estuvo directa o indirectamente relacionado con su pertenecía y participación activa en la hinchada.

Si bien el abanico laboral de la hinchada es amplio, se pueden trazar algunas condiciones compartidas: casi todos esos trabajos demandan bajos niveles de instrucciones educativas, incluyen una relación salarial de dependencia, son mayoritariamente trabajos manuales y no tienen ni altas remuneraciones ni una estabilidad laboral relativamente garantizada. Y en los casos del tercer grupo, se comparten todas las características enumeradas anteriormente salvo lo referido a lo remunerativo y a la estabilidad laboral. Tanto los trabajadores de EPEC como los municipales perciben salarios altos en comparación al resto de los miembros de la hinchada, sin embargo cabe resaltar nuevamente que representan una clara minoría en términos poblacionales. Además la mayoría de ellos tienen una trayectoria individual caracterizada por una vertiginosa movilidad social ascendente debido a los "contactos" que les posibilitó su pertenencia a la hinchada. De mis entrevistados, dos actualmente son empleados municipales. En ambos casos se trata de personas de origen social popular: primera generación de empleados públicos, provenientes de barrios socio-económicamente vulnerables, de poca instrucción educativa, etc. En ambos casos, sus ingresos a la municipalidad se dieron por las directas vinculaciones entre la hinchada de Belgrano y el universo político. Otro dato relevante es que no encontramos sujetos que expresaran directamente o dejaran entrever una situación particular de desempleo total o asistencialismo. En resumen, podemos decir que salvo un grupo minoritario  –en términos cuantitativos, no cualititativos–  de miembros de la hinchada que supo traducir cierto capital político acumulado en sus "carreras de barras" en un ascenso socioeconómico, la gran mayoría de Los Piratas pueden ubicarse en la última categoría de la estratificación socio-ocupacional de Trabajador no calificado - Eventual (Salvia y Quartulli 2009: 86). Dicha categoría se caracteriza por aglutinar a sujetos asalariados y cuenta propistas no calificados, trabajadores de ciertos servicios y trabajadores irregulares de changas. Estas condiciones estructurales comunes hacen que sus miembros compartan expectativas de vida y experiencias sociales (Salvia y Quartulli 2009: 86).

Finalmente podemos argumentar que todos los miembros de la hinchada de Belgrano están fuertemente estigmatizados y desvalorizados por la “concepción del mundo” legítima. La nominación, producto de la dominación, de “Barra Brava” de la cual son objeto, implica una subalternidad de los miembros de la hinchada –de sus prácticas y sus producciones simbólicas– que los coloca en una posición desfavorable en el espacio social. Al ser etiquetados por los distintos “emprendedores morales” como "salvajes", "animales", "primitivos", "irracionales", "bárbaros", etcétera, los miembros de la hinchada son objetos de una sistemática animalización y exotización que los coloca en una posición simbólicamente subalterna dentro del orden social.

1.2. Los Piratas Celestes de Alberdi en clave diacrónica: “La Primera Barra”

La totalidad de la hinchada de Belgrano se autodenomina “Los Piratas” pero en ella convergen distintas facciones internas, una de ellas llamada “Los Piratas Celestes de Alberdi” ocupa desde hace más de cuarenta años una posición dominante al interior de la barra. Indagar en los orígenes de ésta facción de la barra es crucial para comprender los fenómenos de construcción identitaria que observamos en nuestro trabajo de campo. La historización permite comprender lo que Elizabet Jelin define como la función política de la memoria: la disputa por el sentido de un pasado que estructura el presente y que condiciona los procesos de (re)construcción de identidades individuales y colectivas. Además evita abordar a los sujetos como “repositorios pasivos” ya que una lectura en clave procesual e histórica, permite situar en distintos contextos de enunciación y sentidos las prácticas y representaciones que los sujetos ponen en juego en su vida cotidiana (Jelin 2002)

Actualmente la principal facción de la hinchada de Belgrano, “Los Piratas Celestes de Alberdi” se reconocen como “La gloriosa primera barra, la más antigua y la mas aguantadora". Sus orígenes se remota a la década de los sesenta. Con la implementación de los campeonatos nacionales a partir de 1967 los equipos del Interior y de Buenos Aires comenzaron a enfrentarse entre ellos, de local y visitante. En aquella época la hinchada de Belgrano estaba directamente vinculada al movimiento peronista5 y al movimiento obrero organizado, específicamente al sindicato de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC). Sus vinculaciones con el universo político y sindical le valieron de una importante capacidad organizativa y facilitó el acceso a ciertos recursos (dinero, transporte, contactos, etc.). La combinación de todos estos factores –accesibilidad a recursos, gran capacidad organizativa y una estructura de competición deportiva a nivel nacional– posibilitaron que, según los testimonios de los informantes,  la barra de Belgrano fuera la primera hinchada del interior en viajar por todo el país siguiendo a su equipo que comenzaba a disputar los torneos nacionales. En aquellos viajes se volvió costumbre saquear y robar en los pueblos o ciudades en los que Belgrano tenia compromisos deportivos, de esta práctica devino el mote “Los Piratas”. La autoría de aquella etiqueta no está clara, algunos informantes imputan el origen del nombre a una nota publicada por la revista deportiva “El Gráfico” a principio de los setenta que identificó a la hinchada de Belgrano como “piratas del asfalto”, otros informantes sostienen que fue una autodenominación de los propios miembros de la hinchada.

El imaginario sobre los comienzos de la barra fundadora hoy se trasmite a través de relatos y narraciones orales. Se trata de una transmisión y experiencia oral. En los testimonios que recogí sobre aquella mítica hinchada por parte de los miembros actuales de la barra, encontré caracterizaciones recurrentes: Una barra que no rehuía a los enfrentamientos violentos, “se la aguantaba a donde iba”, “se paraba en todos lados”, sin importar dónde ni contra quién; una estructura interna jerárquica y piramidal con un líder carismático y con “mucho aguante”; una fuerte localización e identificación con el barrio de Alberdi; una vinculación directa con el movimiento peronista y el movimiento obrero sindicalizado; el ritual del viaje a cualquier rincón del país donde jugara Belgrano, incorporando la práctica del robo y el saqueo; importantes códigos de “barra” que trazan una frontera entre barras amigas y enemigas.

Existe una narrativa “oficial” de la historia y la identidad de aquella época al interior de  “Los piratas” que no sólo opera en un plano discursivo o retórico sino también práctico. La identidad de la Barra en sus comienzos constituye una fuente de legitimación para representaciones y prácticas actuales, sobre todo las que se vinculan a las violencias. El mejor ejemplo de esto lo constituye el hecho de que gran parte de la autoridad, el carisma y la legitimidad del actual “referente” máximo de la barra, radica en su participación desde joven en la fundación de la barra y en sus primeros "combates".

1.3. Estructura, organización, jerarquía y poder al interior de la hinchada

El universo interno de la hinchada del Club Atlético Belgrano de Córdoba asombra por su complejidad, y está muy lejos de representar una identidad homogénea y monolítica. Por razones de espacio solo nos limitaremos a describir algunas cuestiones en relación a su lógica de organización, composición y funcionamiento como así también trataremos de discernir las relaciones de poder que se tejen en su interior. La hinchada de Belgrano autodenominada “Los Piratas” está conformada por distintas facciones en las cuales cada una tiene un “jefe”, “capo” o “referente” claramente marcado e identificado: la facción más importante es “Los Piratas Celestes de Alberdi”, su líder es el histórico "Loco Beto"6 que por la posición dominante de su facción, él es el "capo" único de toda la hinchada. Después esta la facción de “La 19 de Marzo” comandada bicéfalamente por "Chino" y "Ulises". Y por último, hay una tercer facción autodenominada “La banda del Jetón Marcos” en referencia a su único líder. Las tres facciones están claramente diferenciadas por sus nombres, banderas, lugares de reunión y ubicación en la tribuna. Éstas a su vez están subdividida por pequeños grupos de distintos barrios de la ciudad de Córdoba, cada uno de estos pequeños grupos tienen uno o varios referentes que están vinculados de alguna forma con el jefe de cada facción, como sostiene Moreira en su análisis de la hinchada de Independiente “los líderes conforman una alianza con base territorial” (Moreira 2005: 77). Esto demuestra que el organigrama de la hinchada es estrictamente vertical y jerárquico, tanto en relación a las interacciones entre las distintas facciones como a los roles, las funciones y los beneficios que le corresponden a cada miembro dentro de la barra. En la figura 2 se refleja el organigrama complejo, vertical y jerárquico de la hinchada de Belgrano.

Siguiendo a Elías y Scotson (2000), podemos decir que en el universo interno de la hinchada se tejen relaciones de poder que instituyen una figuración social dividida entre establecidos y outsiders. Según el recorte analítico que hagamos –ya sea tomando la hinchada como totalidad, las relaciones entre las facciones o el organigrama interno de cada facción– en todos ellos encontramos relaciones asimétricas de poder que conforman un campo de dominados y dominantes. Como veremos más adelante, el principal recurso que cuenta en las relaciones de poder del "universo pirata" es el aguante. Su posesión –y su efectiva demostración– permiten acumular prestigio, honor y reconocimiento al interior de la hinchada y posibilita el ascenso a posiciones privilegiadas (Garriga 2010). Pero el aguante no es la única fuente de poder. Si analizamos las relaciones entre las facciones vemos que existen otros elementos sobre los que se fundamentan las posiciones dominantes. La disparidad de fuerzas entre las facciones no se deriva de la composición social de sus respectivos miembros, ya que la gran mayoría de los sujetos de todas las facciones pertenecen a los sectores populares. Tampoco es efecto de una posesión monopólica de los recursos valorados en el universo moral de la hinchada, ni siquiera el recurso más preciado –el aguante– es patrimonio exclusivo de una facción, ya que todas ellas se arrogan y demuestran su posesión en cada enfrentamiento violento. Entonces ¿De dónde procede la diferencia de poder entre las facciones internas de la hinchada de Belgrano, que hacen que "Los Piratas Celestes de Alberdi" sean el grupo claramente establecido en relación a las otras dos facciones que definiremos como outsiders? De su grado de organización y cohesión interna. Es la forma de su integración lo que les otorga un "excedente de poder" (Elías y Scotson 2000: 22), esto tiene que ver con dos cuestiones: primero el férreo universo moral que rige la dinámica de la facción dominante. Como sostienen Elías y Scotson, la fuerte cohesión normativa de los establecidos hace que éstos perciban a los outsiders como "anómicos" (Ibíd: 26). Un dato recurrente que surgía en reflexiones de los Piratas Celestes de Alberdi sobre las otras facciones era la caracterización de éstos últimos como personas "sin códigos".

El otro punto vinculado a la superior cohesión de la facción dominante se deriva de su historia. Por un lado, existe un lazo emocional mayor en Los Piratas Celestes de Alberdi que en el resto de las facciones. No solo porque en algunos casos ya hay miembros de hasta dos generaciones familiares, sino también porque sus "históricos comienzos" operan como un mito soreliano. En otras palabras, la mítica historia de Los Piratas Celestes de Alberdi, el hecho de autorepresentarse como “la gloriosa primera barra”, otorga un plusvalor emocional y simbólico a sus miembros. Por otro lado, su herencia sindical y peronista opera en un plano organizativo y disciplinario que marca una clara diferencia con el resto de las facciones. Se prescriben elementos propios de la doctrina moral peronista: una estructura estrictamente vertical y jerárquica, división del trabajo, fuerte lealtad al líder carismático, unidad "entre compañeros”, etc. Estas características son elementos constitutivos de un colectivo que hace de su unidad y su historia, su fuente de poder.

En todas las prácticas de la hinchada –los cánticos, disposiciones espaciales de los cuerpos, la puesta en escena estética en cada partido, organización de los viajes, manejo de bienes y servicios económicos, vinculaciones con otros agentes que participan en el campo del fútbol, etc. – se puede observar relaciones asimétricas entre los individuos y los colectivos que conforman la barra de Belgrano. Pero lo que nos interesa en el presente artículo es describir el complejo universo interno de la barra y las relaciones de poder que en ella tienen lugar, ya que muchas veces encontramos aquí una de las dimensiones explicativas de las violencias que registramos. El organigrama estrictamente vertical y jerárquico está directamente relacionado a la lógica conflictiva de la barra, en tanto espacio de poder asimétrico donde se ponen en juego distintos tipos de recursos que constituyen un campo de dominantes y dominados, que muchas veces adquiere la expresión de enfrentamientos violentos internos. Durante mi trabajo de campo me tocó presenciar múltiples peleas entre las facciones o subgrupos internos de la barra, había una clara intención de Los Piratas Celestes de Alberdi de monopolizar la tribuna por medio de la violencia. La etiología de estas “broncas” no puede reducirse a una visión instrumental, aunque efectivamente muchas veces sea una disputa por la distribución desigual de los recursos –carnets para ingresar de local, entradas y ómnibus para viajar de visitante, regalías del universo político y dirigencia– la mayoría de los enfrentamientos entre facciones responden a cuestiones vinculadas con el honor, la masculinidad, el prestigio y la moral.

1.4. El “Jefe”

Como se observa en el organigrama (Figura 2), entre las facciones no hay una relación  horizontal o equivalente, al interior de la hinchada de Belgrano encontramos una estructura organizativa estrictamente piramidal. Toda la hinchada de Belgrano reposa en una autoridad unipersonal: “El Loco Beto” o para los más jóvenes de la barra “El Loco” o “El Viejo”.  Con más de 60 años de edad, Beto “maneja” la barra hace más de 40 años, “es el capo más antiguo del país”7. Estuvo desde los comienzos, un familiar de él fue el primer “jefe” de Los Piratas Celestes de Alberdi y después Beto “se ganó” el control de la Barra. Vive en el barrio de Alberdi y se dedica a la cría de perros. Absolutamente todo debe pasar por él: la puesta en escena de la barra en la tribuna, la organización de los viajes, la decisión de enfrentar a otras hinchadas, la policía u otras facciones, las amistades de la barra, la relación con los otros actores del club, las vinculaciones con el mundo político, etc.

Desde una perspectiva weberiana sería interesante indagar en el fundamento de la legitimidad de Beto y en el tipo de dominación que ejerce en la hinchada. Si entendemos a la dominación como la “probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos” (Weber 1994: 170) podemos decir que la de Beto es casi absoluta. Él no solo posee una autoridad tradicional basada en su carácter “fundante” de la barra sino  que también reviste un carácter carismático ya que se lo considera el máximo exponente y portador de la cultura del aguante. Su misma corporalidad es un símbolo de la trayectoria individual y grupal. Beto es representado como un "loco" que ha "aguantado de todo". Resiste al tiempo ya que con más de 60 años de edad –de ahí el mote de "el viejo"– sigue "bancandose" rituales de la hinchada que exigen una gran vitalidad y energía física: los largos viajes, "el agite" permanente para toda la puesta en escena de la hinchada, las negociaciones con la policía, dirigentes, jugadores, políticos y otras hinchadas y, obviamente, los esporádicos combates que involucran a la hinchada. Beto también ha resistido todos los avatares institucionales y deportivos del club, como por ejemplo una quiebra y varios descensos de categorías. Pero lo más importante tal vez sea que él ha "aguantado todos los quilombos de la hinchada" y los ha sorteado con éxito, él ha vivido personalmente todos los combates y enfrentamientos que ha tenido la hinchada de Belgrano y ha sobrevivido durante casi 40 años de liderazgo. Y hay un último dato que termina de cerrar la representación carismática que tiene Beto que lo vuelve un sujeto digno de “heroísmo o ejemplariedad” (Weber 1994: 172) ante los ojos de sus subalternos. El cuerpo de Beto ha resistido concretamente más de seis disparos de arma de fuego en su contra, dos que fueron producto de un mítico enfrentamiento entre Los Piratas y la hinchada de Boca Juniors conocida como "La 12" y otros tantos en una pelea domestica con un miembro de su familia. Estos hechos, más todo lo sostenido anteriormente vinculado a su experiencia corporal, hacen que Beto sea representado por el resto de los miembros de la hinchada como el máximo exponente de la cultura del aguante, lo cual se traduce en un liderazgo y una autoridad que en muy pocas oportunidades es susceptible de cuestionamientos.

Hasta aquí hemos propuesto una descripción densa del complejo universo interno de la hinchada de Belgrano a modo de presentación de nuestro referente empírico. A continuación intentaremos desmenuzar la categoría nodal de nuestro trabajo: El Aguante.

2. Las lógicas del Aguante

Ahora ahondaremos en el complejo universo semántico que condensa la noción de aguante. En principio diremos que dicha categoría se nos presenta como  una retórica, una estética y una ética (Alabarces 2004) en la que se resumen varios de los frentes teóricos aquí propuestos. Observaremos que a medida que la desmenuzamos analíticamente ella opera como categoría sintetizadora en varios sentidos: a) En tanto concepto analítico articula nuestro trípode conceptual –violencia, identidad y cultura popular–. El aguante comprende un entramado simbólico  –una cultura– de los sectores populares que opera como sustento legitimador de las prácticas violentas de la hinchada. A su vez, estas violencias permiten trazar fronteras de pertenencia entre los miembros de la hinchada. El lazo indisoluble entre violencia e identidad que rige en la lógica de la hinchada, solo es posible en el marco de una cultura del aguante. b) En tanto retórica discursiva, el aguante nos permite observar la construcción simbólica de un “nosotros” aguantador por parte de la hinchada, en oposición a un conjunto de afueras constitutivos definidos como  no -aguantadores y sobre los que se tejen relaciones agonistas que devienen en enfrentamientos violentos. c) En tanto dimensión ética y estética, el aguante es vivido como una experiencia práctica-moral, en tanto define en el mundo de las acciones lo permitido y lo prohibido, lo aceptado e inaceptable. Su fuerte carácter normativo y corporal posibilita comprender cómo esas relaciones agonistas construidas en un plano discursivo- simbólico  llegan a enfrentarse mediante el uso de la violencia física.

2.1. El aguante como categoría analítica

En el fútbol argentino prima una cultura de la violencia. Todos los actores que forman parte del complejo entramado del fútbol argentino –policía, dirigentes, periodistas, el resto de los espectadores, políticos e hinchadas– son productores y reproductores de esa violencia endémica al campo. Por lo tanto, lo que distingue a los miembros de la hinchada del resto de los "actores futbolísticos" no es el hecho de participar en actos violentos, sino la positivización axiológica de esas prácticas y el hecho de simbolizarlas como el principal recurso a partir del cual construyen su identidad en tanto comunidad. Los miembros de la hinchada no sólo son los únicos que reconocen sus violencias sino que las transforman en marcas de distinción y diferenciación. Sin embargo, la noción de "violencia" no es un término nativo utilizado por ellos. Los Piratas no hacen referencia a "hechos violentos" ni se identifican como "personas violentas", ellos son conscientes de las connotaciones socialmente negativas y estigmatizantes que condensa el término "violencia". Eso nos advierte que la categoría "violencia" en el campo del fútbol y de las hinchadas, no opera tanto como concepto descriptivo sino como una noción moral que condena, estigmatiza y animaliza ciertas prácticas8. En este contexto los miembros de la hinchada prefieren definir sus prácticas violentas como "combates", "peleas", "broncas" o "embrollos". Y al interpelarlos sobre los motivos o la justificación de aquellas prácticas, surge una categoría nativa recurrente: El aguante. Entonces, la violencia forma parte del acervo cotidiano de los hinchas pero es reemplazada por una serie de categorías nativas que se articulan en torno a la noción de aguante. En resumen, por su directa vinculación a las prácticas violentas, su carácter empíricamente recursivo y su capacidad analíticamente sintetizadora, el aguante será la categoría nodal de nuestro trabajo.

Desde mediados de los noventa hasta la fecha, el concepto del aguante ha sido la piedra angular para explicar la violencia en el fútbol. Si buscáramos alguna generalización de su significado, deberíamos remitirnos a su raíz. Etimológicamente "aguantar" remite a ser soporte, a ser solidario. De ahí que comúnmente se vincule "hacer el aguante"  con la puesta en acción del cuerpo. Aguantar es poner el cuerpo en condiciones desfavorables o adversas, “en todos los casos, el cuerpo aparece como protagonista: no se aguanta si no aparece el cuerpo soportando un daño”(Alabarces 2004: 63). En un primer sentido, aguantar es referido a una práctica corporal asociada a la resistencia, fuerza, valentía, bravura, honorabilidad, prestigio y reconocimiento. Sin embargo, sería un error creer que el aguante es un concepto esencial y monosémico. Desde una perspectiva etnometodológica, podemos decir que la noción nativa del aguante es una de las expresiones indéxicas. Teniendo en cuenta que todo uso del lenguaje está marcado por dependencias contextuales, el concepto de aguante debe ser leído en clave contextual, particular y situacional. En las interacciones y experiencias cotidianas de los miembros de la hinchada, la categoría nativa de aguante condensa una "concepción del mundo" multidimensional que está directamente vinculado a las prácticas violentas:

“El aguante se transforma así, en los últimos años, en una retórica, una estética y una ética. Es una retórica porque se estructura como un lenguaje, como una serie de metáforas (...). Es una estética porque se piensa como una forma de belleza, como una estética plebeya basada en un tipo de cuerpos radicalmente distintos de los hegemónicos y aceptados (...) cuerpos gordos, grandotes, donde las cicatrices son emblemas y orgullos. Una estética que tiene mucho de carnavalesco, en el despliegue de disfraces, pinturas, banderas y fuegos artificiales.

Y es una ética, porque el aguante es ante todo una categoría moral, una forma de entender el mundo, de dividirlo en amigos y enemigos cuya diferencia puede saldarse con la muerte. Una ética donde la violencia, como dijimos, no está penada, sino recomendada” (Alabarces 2004: 64)

El aguante es una  "teorización práctica de los legos" (Giddens 72: 2001) que sintetiza una matriz simbólica –una retórica, una estética y una ética– que opera como marco legitimador de la violencia. En un segundo sentido podemos hablar del aguante como una cultura –indigesta, fragmentaria, asistemática, contradictoria, estratificada y problemática– que condensa un conjunto de prácticas, representaciones y experiencias en las que la violencia es tan recurrente como positivamente valorada. Es por esto que en el caso de la hinchada de Belgrano, la cultura del aguante es sinónimo de una cultura de la violencia. “Aguantársela” o “tener aguante”, desde las concepciones nativas, aparece directamente vinculado a las “peleas”, “broncas” y “combates”, es decir, a las prácticas violentas de los hinchas. Cuando Los Piratas intentan justificar o legitimar dichas prácticas, recurren al término nativo del aguante. Ellos se pelean porque son sujetos "que se la aguantan" y sus alteridades merecen ser objeto del uso de la fuerza porque ellas “no tienen aguante”. Para evitar caer en la falacia empirista que fetichiza lo nativo, debemos traducir éstas nociones de primer orden en interpretaciones de segundo orden o categorías analíticas. Es este principio metodológico y epistemológico el que hay que tener en cuenta para comprender que cuando nuestros informantes hablan de “aguante”, nosotros leemos violencia.

A continuación veremos cómo los miembros de Los Piratas se consideran los únicos y legítimos portadores de la cultura del aguante y a partir de ésta autoidentificación se diferencian de una pluralidad de alteridades definidas como no-aguantadoras.

2.2. El aguante como retórica simbólica

Si pretendemos indagar en la violencia como marca distintiva y diferenciadora sobre la cual la hinchada de Belgrano fundamenta su estrategia de construcción identitaria, lo primero que debemos precisar es cómo y sobre qué, los miembros de la hinchada trazan las fronteras dicotómicas de todo proceso identitario. Según nuestra experiencia de campo los miembros de la hinchada fundamentan su identidad a partir de un conjunto de prácticas, representaciones y experiencias que los instituyen en un “nosotros” aguantadores frente a una pluralidad de “otredades” no- aguantadoras. Una de las formas de registrar cómo se construye discursiva y simbólicamente las lógicas identitarias de la hinchada es a partir de una interpretación hermenéutica de los cánticos entonados por Los Piratas en el antes, durante y después del partido o en los viajes. Las canciones tienen la potencialidad sociológica de comunicar –en su sentido etimológico de hacer público o “poner en común”– un complejo sistema de clasificaciones y divisiones, sobre el cual se construyen estrategias identitarias en base a la afirmación, jerarquización y diferenciación de sensibilidades, experiencias y moralidades. Veamos algunas canciones que ilustran la simbolización del “nosotros” y los “otros” que la hinchada de Belgrano propone.

 

Tabla 2. Análisis de los canticos entonados por Los Piratas.

Table 2. Analysis of the chants sung by the Pirates.

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En un primer plano de análisis podemos decir que en las canciones “A”, “B” y “C” los hinchas de Belgrano se autoreferencian como una hinchada “con aguante”, por su parte en los cánticos  “D”,“E” y “F” se trasluce que para Los Piratas ni la hinchada de Talleres, ni la hinchada de Instituto lo tienen. En una segunda dimensión interpretativa se puede leer que la efectiva posesión de aguante por parte de la hinchada de Belgrano es acompañada de un conjunto de prácticas como “fumar marihuana”, “ir de la cabeza”, “bancársela”, “alentar los 90`”, ser del barrio de “Alberdi”, ir a “todas las canchas”, etc. Por su parte la carencia de aguante en las hinchadas de Talleres e Instituto está vinculada a “parecerse a la yuta”, “ser vigilante”, “puto”, “correr”, “no pararse”, ser del “Barrio Jardín Espinoza”, etc. La legítima posesión o no del aguante es algo que se define a partir de un conjunto de prácticas vinculadas a ciertas simbolizaciones sobre el cuerpo, el género y el territorio (Garriga 2010).Tener aguante o no tenerlo no sólo tiene que ver con pelear o no pelear –aunque sin duda sea lo que en última instancia define su efectiva y legitima posesión y por ende, la membresía a la hinchada– sino con producir y reproducir una concepción del mundo forjada al calor de un cúmulo de experiencias vividas que tienen a la violencia como su principal eje. La cultura del aguante implica un conjunto de prácticas y representaciones en torno a la corporalidad, la masculinidad y el territorio que contribuyen a configurar una matriz material y simbólica que apunta a legitimar a la violencia como principal recurso identitario.

2.3. El aguante como experiencia práctica- moral

Ahora bien, ¿Cómo es que estas fronteras de identificación, construídas en un plano simbólico- discursivo, llevan a una relación agonista que desemboca muchas veces en enfrentamientos violentos? Intentaremos responder mediante dos razonamientos que están recíprocamente ligados. La primera tiene que ver con el carácter material de todo simbolismo. Las fronteras simbólicas de identificación son construcciones humanas reales, sedimentadas en sistemas clasificatorios, modos de percepción, significación y sensibilidades que prescriben las acciones humanas. Siguiendo a Grimson podemos decir que son fronteras “ontológicamente intersubjetivas y epistemológicamente objetivas” (Grimson 2011: 29). Se trata de límites simbólicos que son empíricamente verificables dado los efectos reales que producen. En mi experiencia etnográfica pude objetivar la existencia objetiva de la hinchada de Belgrano, la de Talleres o la policía, y observar cómo la presencia o la ausencia –física o simbólica–  de esos grupos entre sí modifican sustancialmente el comportamiento de los mismos. Sólo desde el principio teórico que establece la articulación indisoluble entre lo simbólico y lo material, se puede comprender cómo alguien puede matar o morir por límites construidos simbólicamente.

El segundo punto se relaciona al propio ethos del aguante ya que se basa fundamentalmente en una disposición moral y corporal que se actualiza principalmente en los enfrentamientos violentos:

“El aguante articula el universo de la práctica y la moralidad, es una categoría práctico-moral en tanto define en el mundo de las acciones – en este caso el de los enfrentamientos violentos– un universo de lo permitido y lo prohibido, lo aceptado y lo inaceptable (...) está sustentado en las prácticas de lucha, en los enfrentamientos corporales. En suma, la identidad construída en el aguante está solidificada en las experiencias físicas: es una identidad práctica que organiza un discurso de la distinción, una moral distinta y distintiva” (Alabarces et al. 2008: 118) (las bastardillas son mías)

En el campo de las hinchadas sólo mediante las prácticas corporales violentas se puede demostrar la posesión del aguante y una vez demostrado, se puede hacer de él una marca de distinción, reconocimiento, prestigio y honor dentro de la barra. En relación a la violencia, los miembros de Los Piratas parecen hacer una diferenciación entre una violencia discursiva identificada nativamente como “chamuyo” y una violencia práctica- corporal que se sintetiza en la noción de “aguante” (Dodaro 2005). Ambas lógicas son diferentes pero complementarias. La violencia discursiva es necesaria porque permite trazar fronteras simbólicas entre Los Piratas y sus alteridades externas –otras hinchadas, el resto de simpatizantes de Belgrano, policías, dirigentes, jugadores, homosexuales, mujeres, etc. – a partir de los cantos o los testimonios de los hinchas, pero lo que realmente diferencia a la hinchada del resto de los actores futbolísticos es que ellos se arrogan el monopolio de la violencia práctica-corporal en el contexto del fútbol. Uno de mis informantes claves que aquí será identificado con el seudónimo de Tano, miembros de la hinchada, de 30 años de edad, empleado de una verdulería y residente del barrio de Alberdi, en la previa a un partido me dijo “todos se hartan de hablar o cantar giladas, son unos chamuyeros, pero los únicos que viajamos a todos lados, alentamos los 90, que nos la aguantamos en todos lados, somos nosotros, la barra”. Esto nos demuestra la primacía que tiene el cuerpo en la construcción identitaria de la barra en detrimento de la dimensión estrictamente discursiva o retórica. Son las experiencias corporales que giran en torno a la violencia, y no las discursivas las que marcan la pertenencia o no a la hinchada:

“me acuerdo que El Loco, una vez me dijo, estaba contando una bronca también así, no me acuerdo cuál y ahí El Loco me dijo una frase que a mí me quedó grabada y me dice "siempre hay que poner el cuerpo por Belgrano". El Loco me decía (silencio) y claro… el Loco no sólo a eso se refería, sino a todo a alentar, a ir y a pararse”.

La frase corresponde a Jorge, él tiene 27 años, vive en Colina del Cerro (más conocida como “la villa del puente 15”) y con un secundario incompleto hace tiempo que se dedica a la construcción o más específicamente “a la plomería en general”. Jorge no se considera un “barra brava” pero nos comenta que siempre “para” y “viaja” con ellos, en la cancha siempre se lo observa entre los miembros de la barra y con una fluída relación con el Loco Beto. En su testimonio podemos ver que el mismo Beto (“El Loco” en su testimonio), el máximo referente de la hinchada de Belgrano, asocia directamente la experiencia de “una bronca” con el hecho de “poner el cuerpo por Belgrano”. El testimonio de Jorge no sólo reafirma lo que venimos diciendo en torno a la violencia como experiencia inminentemente corporal sino que también remarca la autoridad moral que El Loco Beto tiene para prescribir qué hacer y no hacer en la hinchada.

Para ser más precisos en la diferenciación y complemento entre lógica del chamuyo y la lógica del aguante me remitiré a la descripción de una experiencia de campo, además dicho registro etnográfico puede contribuir a iluminar cómo los enfrentamientos simbólicos entre hinchadas devienen en combates físicos a raíz del carácter práctico- moral del aguante.

Belgrano jugaba de visitante contra Unión de Santa Fe. Los sistemáticos controles policiales sufridos en la ruta nos habían demorado bastante. Arribamos a la cancha de Unión a los 35 minutos del primer tiempo. En mi interior no podía dejar de hacer una ecuación que se repitió en todos mis primeros viajes en el trabajo de campo: viajar entre catorce y veinticuatro horas –entre ida y vuelta– para presenciar, con suerte, 90 minutos de un partido. Mi recurrente asombro comenzaba a disiparse a medida que iba comprendiendo que lo deportivo es secundario en las representaciones de la hinchada. Es a partir de los viajes donde uno entiende que ellos realmente son mucho más "hinchas de la hinchada" que "hinchas del equipo"9.

Yo imaginaba una noche tranquila en relación a posibles hechos de violencia ya que me habían comentado que entre la barra de Unión y la de Belgrano existía una buena relación por la histórica enemistad compartida hacia Colón de Santa Fe10. Sin embargo, una vez más la impredecible lógica de lo empírico actualizó la imprescindible “actitud abierta” que resulta imperativo para cualquier investigador. Al llegar a la cancha de Unión, en vez de entonar las canciones clásicas de ingreso al estadio, la barra inauguró su repertorio de cánticos con letras que tenían un claro objetivo y destinatario.

 

Tabla 3. Análisis de los canticos entonados por Los Piratas.

Table 3. Analysis of the chants sung by the Pirates.

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La Barra de Unión estaba “manejada” por una gente nueva que se autoidentificaba como “La Bomba”. Ante el sistema de valores de Los Piratas, esta nueva barra había violado dos códigos fundamentales que representan una grave transgresión al universo moral de las hinchadas: Aparentemente habían "mandado" a la policía a demorarnos mediante reiteradas y tortuosas requisas, esto los convertía en "vigilantes" y "batecanas". Además “La Bomba” había entablado una nueva amistad con la hinchada de Talleres –hecho que se explicita en la canción "D" en la que Talleres aparece representada como “la puta cordobesa”– lo cual es una violación al código moral que profesa que "el enemigo de un amigo es mi enemigo", de ahí el mote de “traidores” a la hinchada de Unión. En resumen, La Bomba había dejado de considerar como enemigas a las dos máximas alteridades de la hinchada de Belgrano: La policía y la hinchada de Talleres. Esta doble "traición" ameritaba una sanción violenta que no podía limitarse a la agresión verbal o el “chamuyo”. Los cánticos solo representan una dimensión discursiva del enfrentamiento que no sirve como instancia acumulativa del aguante. El "chamuyo" es una práctica discursiva que no demuestra el aguante, sólo el enfrentamiento corporal lo hace. La situación exigía demostrar que Los Piratas “tenían el aguante suficiente” para sancionar violentamente a una barra que por su traición merecía ser violentada. Al terminar el partido, la hinchada de Belgrano empezó a arrojar objetos contundentes hacia la parcialidad de Unión, al mismo tiempo intentaron derribar las rejas que separaba ambas hinchadas. Inmediatamente la policía intervino ingresando a la tribuna visitante y se desató un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre la policía y la hinchada de Belgrano. Al terminar el "combate", la hinchada de Belgrano se empezó a retirar entonando "yo sabía/ yo sabía/ que a La Bomba/ lo cuida la policía".

El enfrentamiento anteriormente descripto deja a las claras que la cultura del aguante que los miembros de la hinchada producen y reproducen contiene un conjunto de códigos normativos en los cuales la violencia aparece como el recurso cotidiano de aceptación, sanción, clasificación, diferenciación y jerarquización. Hemos visto cómo el aguante en tanto categoría analítica contiene una violencia discursiva (“chamuyo”) o retórica y una violencia práctica- corporal (“aguante”). Los miembros de la hinchada reconocen la existencia de ambas pero se arrogan el monopolio exclusivo de la segunda acepción, y sobre ella construyen su identidad en tanto comunidad moral.

Comentarios finales: en busca de ascenso y reconocimiento social

A lo largo del trabajo hemos intentando comprender a Los Piratas desde une perspectiva multidimensional, donde las intersecciones entre lo macro estructural y la especificidad de nuestro caso fueron el terreno a explorar. Fue así que descubrimos que la hinchada de Belgrano es una comunidad moral con una larga y compleja historia sedimentada en modos de representación, cognición y acción. Además se autoreferencia como un universo exclusivamente masculino, adulto y  heterosexual. También comprobamos que la mayoría de los miembros actuales de la hinchada son de los sectores populares de la ciudad de Córdoba, lo que les imprime una condición estructural y experiencial que resulta ineludible para nuestro análisis. Por último registramos una compleja estructura y organización interna altamente conflictiva y piramidal debido a los diferenciales de poder que operan en su interior. Todos estos elementos son parte constitutiva del marco material y simbólico que opera como el soporte legitimador de las prácticas violentas de la hinchada: la cultura del aguante.  Gracias a ella, los miembros de la hinchada no sólo encuentran en la violencia un recurso que afirma su membresía a la hinchada, en el marco de la “concepción del mundo” aguantadora, la violencia también les posibilita reconstruir identidades en torno al género, la clase, lo político,  ciertos territorios y  consumos culturales.

Ahora bien, podemos preguntarnos por qué y para qué las prácticas violentas se constituyen en la pauta de identificación de los miembros de la hinchada. Las respuestas a lo anteriormente dicho, parecen encontrarse más en procesos macro estructurales que en condiciones propias y específicas del campo del fútbol.  Hemos visto que la mayoría de los miembros de la hinchada de Belgrano comparten una condición estructural en común: ocupan posiciones desfavorecidas en la desigual distribución de recursos que estratifica nuestra sociedad. Estamos hablando de una doble subalternidad, no sólo en un plano estrictamente material, sino también en lo referido a condiciones de reconocimiento, respeto, aceptación y prestigio social (basta pensar en la connotación social de la categoría “barra brava”). Los miembros de la hinchada son sujetos que mayoritariamente tienen clausuradas las vías tradicionales de movilidad y reconocimientos social, sobre todo las vinculadas a las instituciones hegemónicas de la educación y el trabajo. En este escenario, ampliamente desfavorable, los miembros de la hinchada buscan “compensar” dicha condición estructural a partir de la construcción de un sistema de representaciones y prácticas –la cultura del aguante– diferentes a las convencionales, en la que los recursos desvalorizados o estigmatizados por otros sectores sociales  –la violencia por ejemplo –, aquí se presentan como legítimos y pueden ser puestos en juego para la obtención de un mejoramiento en la estructura social. A veces la pertenencia a la hinchada se puede traducir en una movilidad social ascendente muy importante, y aunque eso sea una realidad mínima en términos cuantitativos, probablemente opere como un horizonte de posibilidad para la mayoría de Los Piratas. Pero el principal botín logrado por los miembros de la hinchada, parece corresponder a la dimensión simbólica. Ellos sí encuentran efectivamente en la barra una fuente de identificación, reconocimiento, respeto y prestigio social. Ellos saben que al menos en el campo del fútbol ocupan una posición de poder significativa. Y todo esto lo logran empleando el recurso de la violencia sobre el cual ellos se autorepresentan como competentes, cualificados, idóneos, dúctiles, entendidos.

En resumen, la cultura del aguante, es decir, la cultura de la violencia que atraviesa transversalmente a la hinchada de Belgrano, no es más que uno de los tantos “sistemas alternativos de prestigio y poder” (Miguez, 2008: 239) que los sectores populares producen y reproducen con la expectativa de mejorar sus condiciones de vida.

Notas

1. Utilizaremos las categorías nativas de “La hinchada”, “La barra”, “La banda” y “Los Piratas” para mencionar a nuestro referente empírico, con el objetivo de reemplazar aquellas categorías fuertemente estigamatizantes y etnocéntricas que se emplean comúnmente como el caso de la denominación “Barra Brava”.

2. El trabajo de campo consistió en un acompañamiento sistemático y prolongado  a la hinchada de Belgrano durante 42 partidos disputados por el equipo, 32 de ellos en condición de local y 10 de visitante por distintas provincias del país. También se realizaron entrevistas semi-estructuradas a diversos informantes claves.

3. Cabe aclarar que no todos los miembros de la hinchada pueden ser incluidos en los barrios nombrados anteriormente, pero sí podemos decir que los grupos internos más numerosos o de mayor visibilidad y peso al interior de la hinchada, sí están contemplados en la cartografía aquí propuesta.

4. Somos conscientes de las limitaciones metodológicas, epistemológicas y hasta éticas que implica usar datos estadísticos de hace más de una década, sin embargo no tenemos otra alternativa ya que los resultados de censo 2010 son parciales y fragmentarios, y ni en la provincia ni el municipio existen datos públicos sobre los cuales trabajar. La laguna de antecedentes académicos vinculados a nuestro referente empírico también es otro agravante en la búsqueda de estadísticas relevantes.

5. Los autores Salvia y Quartulli (2009) proponen una clasificación socio-ocupacional para explicar el fenómeno de la movilidad intergeneracional y la estratificación social en áreas urbanas de la Argentina. En un orden decreciente en la estructura social, podemos encontrar cuatro categorías: Empleador - Profesional, Asalariado Calificado, Cuenta Propia Calificado y Trabajador no Calificado- Eventual.

6. La identidad peronista de “Los Piratas Celeste de Alberdi” se ejemplificaba en varias cuestiones: La vieja Unidad Básica Peronista de barrio Alberdi ubicada en Av. Colon y Enfermera Clemont era el punto de reunión de los piratas, antes y después de cada partido de Belgrano, acto partidario o viaje. El cantico clásico para el equipo, cuando salía a la cancha o cuando se despedía, era una readaptación de la marcha peronista. Durante la década del sesenta y setenta los piratas tenían una relación de amistad con otras hinchadas importantes del país también identificadas como peronistas, tales como la de Boca Juniors, Chacarita, Rosario Central, San Lorenzo y San Martín de Tucumán. Con estas hinchadas no solo compartían partidos de fútbol sino que también se reunían para actividades políticas.

7. Para mantener el anonimato de mis informantes han sido cambiados todos sus nombres o apodos reales.

8. El respeto y el prestigio de Beto no sólo se limita a la Hinchada de Belgrano donde posee una autoridad casi indiscutida. Es un referente para todas las Hinchadas del país. Durante el mundial de fútbol disputado en Sudáfrica 2010, se desató una gran polémica mediática por que varios “violentos” de distintas “barras bravas” viajaron a presenciar el mundial atreves de la ONG “Hinchadas Unidas Argentinas” (HUA).Independientemente de los detalles del viaje y su polémica, lo que nos interesa subrayar es que Beto fue elegido por el resto de las hinchadas como el “coordinador” de las hinchadas del Interior del país. Quedando solamente subordinado a quién fuera el artífice de toda la “movida”: el jefe de la barra de Independiente de Avellaneda.

9. Para profundizar en las complejidades que conlleva el uso de la categoría “violencia” –tanto para el investigador como para los nativos– en trabajo etnográficos veáse (Garriga Zucal y Noel  2010):

10. Para profundizar en los sentidos nativos que condensan "los viajes” véase (Gil 2007).

11. La experiencia etnográfica también nos muestra otro rasgo central del universo moral de las hinchadas. No todas ellas se representan entre sí como "enemigas", sino que entre algunas se dan vínculos de reciprocidad que las convierten en "barras amigas". Las razones de amistad pueden ser varias: parentescos familiares entre los capos, intereses políticos o económicos, proximidades territoriales, entre otros. Pero principalmente las enemistades y amistades se tejen a partir de los dos siguientes preceptos normativos: "el enemigo de un amigo es mi enemigo" y "el amigo de un enemigo es mi enemigo" (Moreira, 2005). A la luz de estas prescripciones se comprende la histórica amistad entre la hinchada de Belgrano y la de Unión a raíz de la enemistad que ambas tienen con la de Colón. La hinchada de Belgrano parece tener un gran respeto por este principio ya que mantiene amistad con varias hinchadas de otros equipos (Chacarita, San Martín de Tucuman, River, etc.) a tal punto que esto ha sido objeto de burlas de otras hinchadas hacia la de Belgrano.

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