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Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.8 no.1 Córdoba jun. 2015

 

ANTROPOLOGÍA SOCIAL

Nacimiento, ocaso y dispersiones. Breve relato de la Licenciatura de Antropología en la Universidad Nacional de Tucumán

Birth, decline and dispersal. Brief on the five-year university degree in Anthropology at Univeridad Nacional de Tucumán

 

Sergio Carrizo*

*Cátedra de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán. E-mail: sercarrizo@hotmail.com

Recibido 02-12-2013.
Recibido con correcciones 29-09-2014.
Aceptado 24-06-2015


Resumen

La Universidad Nacional de Tucumán (UNT) cuenta en la actualidad con varias cátedras dispuestas en torno a la enseñanza de las disciplinas antropológicas. Posee el Instituto de Arqueología y Museo (IAM) concentrado fundamentalmente al estudio de lo prehistórico. Salvo pequeñas excepciones, no existen investigaciones sobre temáticas de Antropología Biológica o Social. Este panorama de ausencias es resultado de un largo periplo que lo antropológico ha experimentado en esta provincia. El juego entre distintas tradiciones antropológicas, sumado a las pertenencias a diferentes linajes por parte de los diversos actores académicos que estuvieron abocados a estas temáticas, produjo un itinerario inconcluso de la institucionalización de la Antropología en la UNT. Sin embargo, y paradójicamente, entre 1947 y 1952 la UNT tuvo la primera Licenciatura en Ciencias Antropológicas del país. Su ciclo vital fue corto, desconocido y olvidado. El presente trabajo busca analizar cuáles fueron los determinantes de ese olvido y cuál es la situación que aquella incompleta institucionalización ha dejado en el panorama académico de la Antropología producida desde la provincia de Tucumán.

Palabras clave: Licenciatura en Antropología; Tradición arqueológica; Ausencias.

Abstract

The Universidad Nacional de Tucumán (UNT) currently has several chairs around teaching anthropological disciplines. It owns the Institute of Archaeology and Museum (IAM) mainly centered on prehistoric studies. With a few exceptions, there is no research on issues of Biological or Social Anthropology. This state of absence is the result of a long journey that anthropology has experienced in this province. The interaction between different anthropological traditions, in addition to the belonging to different lineages various academic actors dedicated to these topics, produced an unfinished itinerary for institutionalizing Anthropology at UNT. However, paradoxically, between 1947 and 1952 the UNT had the first academic degree in Anthropology in the country. Its life cycle was short, unknown and forgotten. This paper seeks to analyze what determined the failure and what has been left from that incomplete institutionalization in the academic landscape of Anthropology produced from Tucuman province.

Keywords: Licenticate (five-year university degree) in Anthropology; Archaeological Tradition; Absences.


 

Introducción

La Universidad Nacional de Tucumán (UNT) cuenta en la actualidad con varias cátedras dispuestas en torno a la enseñanza de las disciplinas antropológicas. Posee el Instituto de Arqueología y Museo (IAM) concentrado fundamentalmente al estudio de lo prehistórico. Salvo pequeñas excepciones, no existen investigaciones sobre temáticas de Antropología Biológica o Social. Este panorama de ausencias es resultado de un largo periplo que lo antropológico ha experimentado en esta provincia. El juego entre distintas tradiciones antropológicas, sumado alas pertenencias a diferentes linajes por parte de los diversos actores académicos que estuvieron abocados a estas temáticas, produjo un itinerario inconcluso de la institucionalización de la Antropología en la UNT. Sin embargo, y paradójicamente, entre 1947 y 1952 la UNT tuvo la primera Licenciatura en Ciencias Antropológicas del país. Su ciclo vital fue corto, desconocido y olvidado.

El presente trabajo busca analizar cuáles fueron los determinantes de ese olvido, y cuál es la situación que aquella incompleta institucionalización ha dejado en el panorama académico actual de la Antropología producida desde Tucumán. Las categorías tradición y linaje serán puestas en inter juego y sumadas al contexto histórico. Esto junto a una perspectiva comparativa con otros ámbitos académicos nacionales nos permitirá graficar la  suerte que corrió un espacio promisorio para la producción de los  conocimientos antropológicos de la Argentina.

De la fuerte tradición arqueológica y la etnología francesa

En el año 1947 se crea la Licenciatura en Ciencias Antropológicas en la UNT. Tal iniciativa fue resultado de una larga trayectoria que en cuestiones arqueológicas cultivó esta provincia desde fines del siglo XIX. Las primeras exploraciones y prácticas de excavaciones realizadas en el territorio tucumano y catamarqueño dejaron una fuerte tradición arqueológica que se concentró en el estudio del pasado y en el quehacer cultural por medio del registro material. Entendemos aquí por tradición (sensu Ricoeur, 1997) a las condiciones y posibilidades de un pensamiento en extensión, liberado de la repetición y enriquecido de nuevas competencias simbólicas. Así los pensamientos, convertidos en tradiciones, aparecen con carácter progresivo y proyectivo continuo en el tiempo. Tienen contradicciones y trascienden a los discursos. Pero además esas tradiciones pueden encontrarse en prácticas sociales concretas, como las académicas, que apelan a la memoria y la cultura, transitando entre dos polos del imaginario cultural, la ideología y la utopía.

La tradición arqueológica en Tucumán se proyectó a partir de la descripción realizada en 1860 por el naturalista alemán Germán Burmeister (1807-1902) sobre las estelas de piedra o menhires de Tafí del Valle. Burmeister determinó la relación entre éstos y la cultura incaica. Posteriormente, los trabajos exploratorios-descriptivos efectuados por los profesores del Colegio Nacional de Tucumán, Inocencio Liberani y Rafael Hernández (1950)1 aportaron a la producción de imágenes e identidades discursivas sobre el pasado autóctono local. En investigaciones anteriores (Carrizo, 2010 a) analizamos aquel contexto de nacimiento de las primeras prácticas arqueológicas surgidas a fines del siglo XIX. Las impresiones de aquellos primeros viajeros y aficionados a la disciplina, como las de Liberani y Hernández, estuvieron sustentadas en ideas románticas. Contribuyeron a mirar de una manera propia las "cosas de los indios" por medio de la gran recopilación de los restos arqueológicos. Pero además aquellas interpretaciones aportaron imágenes de territorialidad, útil para el estado moderno argentino en constante formación. Florentino Ameghino (1854-1911), naturalista oriundo de Luján, aportó en gran parte a la divulgación discursiva de la experiencia de Liberani y Hernández. En su obra "La antigüedad del hombre en el Plata" (1880) el autor se refirió y difundió los descubrimientos realizados por éstos precursores en el noroeste argentino.

A la tarea exploratoria de los profesores tucumanos se le sumó el aporte del naturalista de origen sajón Carlos Rodolfo Schreiter (1877-1942), quien con distintos trabajos2 realizados en la primera década del siglo XX afianzó esta tradición tucumana centrada en la arqueología. Schreiter produjo en una primera instancia investigaciones arqueológicas para aportar a una perspectiva puramente local, naturalista y con un sentido aficionado de la práctica. Luego buscó ingresar al circuito de producción del conocimiento arqueológico desplegado desde la academia central porteño-platense (Carrizo, 2006 y 2010 a). Desde la década de 1890 aquellas academias generaron interpretaciones acerca del pasado autóctono de Tucumán y de todo el resto del noroeste argentino. Esto se realizó sobre todo a través de los trabajos producidos por Juan B. Ambrosetti (1865-1917), proveniente del Museo Etnográfico de Buenos Aires.

Sin embargo el pretérito tucumano no quedó supeditado a ser sólo entendido por miradas porteñas o de aficionados. El 25 de Mayo de 1914 se fundó la UNT a instancias de las aspiraciones sociopolíticas y económicas de los actores de la elite local provincial3. Fue también este grupo, denominado Generación del Centenario (Perilli de Colombres Garmendia y Romero, 2003), quien logró la posterior nacionalización de esta casa de estudios en 1921 (Ley 11.027). Desde las pretensiones de esa elite, durante la década de 1920 la UNT determinó el marco organizativo que sirvió para canalizar las inquietudes del conocimiento sobre las características culturales, históricas y productivas de la provincia y de toda la región del noroeste argentino.

En concomitancia con estos objetivos, años más tarde en 1928, se dio forma al Instituto de Etnología4 que viabilizó las actividades de investigación y conocimiento de lo antropológico. Existen diferentes trabajos de análisis histórico sobre la trayectoria de esta institución (Berberian y Capuano, 1974; Ribotta, 2003 y Carrizo, 2004). Estos nos ayudan a plantear la idea que, los actores que transitaron por ella desplegaron concepciones plurales de lo que se entiende por hacer Antropología. La existencia de varias antropologías (Restrepo, 2006) fue la característica constante y transversal que surge como elemento común mostrado en todas esas narrativas históricas. A esos trabajos se le suma una obra colectiva realizada en 2010 por diversos miembros externos e internos del actual IAM. El libro "Rastros en el camino...Trayectorias e identidades de una institución, 80 años del Instituto de Arqueología y Museo"(Arenas, Aschero y Taboada, 2010) da cuenta de esas varias antropologías solapadas y superpuestas, pero además reafirma la opción por la tradición arqueológica, iniciada a partir de aquellas primeras prácticas realizadas por Liberani y Hernández.

Al finalizar la década de 1920 esa tradición arqueológica fue continuada, en parte, por una fuerte perspectiva etnológica y de tendencia rescatista de los patrones culturales de los pueblos aborígenes. La tarea etnológica proyectivamente planeada en los orígenes mismos de aquel primer instituto, provino de quien fuera su primer director, el suizo- francés Alfred Métraux (1902-1963). En el imaginario académico tucumano se ha mistificado el papel realizado por aquel actor intelectual y se ha priorizado una imagen de grandilocuencia sobre el contexto de desarrollo de sus producciones dentro del marco institucional de la UNT. Pero esta imagen ha comenzado a ser modificada a través de algunas miradas significativas sobre el mismo actor, como por ejemplo la realizada por Santiago Bilbao (2002) quien mostró los vaivenes y diferencias que el etnólogo Métraux tuvo durante su estadía en la provincia de Tucumán. Hemos observado (Carrizo, 2010 b) que Métraux durante el período 1928-1933 planeó y ejecutó un proyecto científico que incluyó varios trabajos de campo a distintas regiones (Chaco, Atacama, Bolivia, etc.). También conformó colecciones para un museo, formó una biblioteca específica y realizó un plan editorial sin comparación hasta ese momento (Carrizo, 2010 c). Sin embargo, y a pesar del ímpetu investigativo desplegado por Métraux, el marco institucional de la UNT hizo desvanecer la propuesta académica proyectada por aquel etnólogo. Al finalizar la década de 1920 estalló un conflicto latente que puso en posiciones enfrentadas a los reformistas y los tradicionalistas de la elite creadora del proyecto universitario provincial. Luego de una revuelta estudiantil el médico Julio Prebisch (1896-1952), identificado con el reformismo, se hizo cargo del rectorado el 23 de Octubre de 1929 (Bounar, González y Soria, 2011). En medio de este contexto institucional quedó atrapado el contrato de Métraux y su plan investigativo, editorial y museológico, ahora acosados por problemas de financiamiento. En estas condiciones Métraux sólo permaneció en Tucumán buscando perspectivas de viaje hacia otros lugares. Solicitó en varias oportunidades a su maestro Paul Rivet (1876-1958) una reubicación en museos de Estados Unidos (Bilbao, 2002). La renuncia formal de Métraux fue aceptada por el Consejo Superior de la UNT en la sesión del 2 de julio de 1936.

La vasta producción etnológica realizada por Métraux durante el corto tiempo de su estadía en Tucumán generó la delimitación de la autoridad del etnógrafo, como hacedor y descriptor "objetivista" de los mundos culturales y como constructor de exotismo antropológico. Enmarcado en el contexto de colonialismo interno las prácticas etnográficas de aquel actor académico construyeron en Tucumán una mirada nostálgica sobre los "objetos de estudio" pertinentes a las disciplinas antropológicas (Carrizo, 2010 b). Pero aquella tradición arqueológica proveniente de fines del siglo XIX no quedó rezagada, es más, la propuesta etnográfica-etnológica de Métraux fue complementada con la búsqueda de piezas que iban a contribuir a sus muestras museológicas. Para julio de 1930 Métraux organizó junto a Schertier algunas excavaciones en la región límite entre el norte de Tucumán y el sur de la provincia de Salta, en el departamento de La Candelaria. Avanzó así sobre la determinación de espacios arqueológicos al demarcar la cultura candelaria (Métraux, 1930). Posteriormente, y por recomendación de Métraux, esta tarea fue continuada por el arqueólogo sueco Stig Ryden (1908-1965). Así los intereses investigativos del etnólogo suizo-francés determinaron un continuismo con respecto a esas varias antropologías solapadas e independientes, y concentradas en lo arqueológico.

La tradición arqueológica complementada con conocimientos etnológicos, no fueron propuestas discursivas contradictorias, y ambas serán sobrellevadas en el marco de una cambiante estructura organizativa del Instituto de Etnología. Las indefiniciones y situaciones problemáticas que aquella organización vivió durante la década de 1930 estuvieron originadas por desavenencias en torno a pertenencias administrativas, normativas reglamentarias, financiamiento, dirección y planeamiento estratégico. Luego de la desvinculación de Métraux como director del instituto, Rodolfo Scheirter fue el encargado provisorio hasta la primera gestión coordinadora llevada a cabo por el etnógrafo Enrique Palavecino (1900-1960), quien dirigió al Instituto de Etnología entre 1937 y 1938.

Aunque la gestión recayó en actores calificados en el conocimiento de lo antropológico, ello no fue condición para que la organización institucional estuviera apartada de profundos e ininterrumpidos conflictos. Durante la gestión de Palavecino la organización cambió su nombre y pasó a denominarse Instituto de Antropología. Dentro de este quedaron integrados el Museo de Historia Natural y la Sección antropológica del Instituto Lillo, cuyo director era Rodolfo Schreiter. Las situaciones de conflicto y de organización eran importantes. En una carta de Schreiter del año 1937 dirigida a su amigo personal el diputado y ex gobernador Doctor Ernesto Padilla (1873-1951), el naturalista sajón graficó las situaciones de conflicto, "El 22 de este me pasaron, de la Dirección de este Museo, un Reglamento que lleva un sello Enrique Palavecino y la firma de un secretario Andrés Campanella. El tenor de dicho reglamento es chocante y humillante que he llegado a rechazarlo"5.

Paralelamente al desempeño investigativo y museológico propio del Instituto de Antropología, la enseñanza de conocimientos arqueológicos y antropológicos también recayó en esta institución. Desde 1936 las cátedras sobre temáticas antropológicas que funcionaban para la Carrera del Profesorado de Historia y Geografía6, perteneciente al Departamento de Filosofía y Letras, estuvieron dentro de la órbita de competencias del Instituto de Antropología. En 1938 ese instituto volvió a sentir vientos de cambio, cuando desde mayo de aquel año, su director Palavecino pasó a conducir el Departamento de Antropología de la Universidad de La Plata. Desde este momento y hasta 1942 el secretario y profesor de la institución, el investigador no titulado, Radamés Altieri (1904-1942) se hizo cargo de la gestión directiva. En 1936 la UNT cambió el rango del Departamento de Filosofía y Letras, dándole estatus de facultad. Altieri, además de sus funciones como director del Instituto de Antropología, se desempeñó en esa facultad como docente de Etnografía, Prehistoria y Antropogeografía. Su inserción en la UNT introdujo las ideas de la Escuela Histórico-Cultural7 (Carrizo, 2010 d). Esa línea fue regida por el antropólogo ítalo-argentino José Imbelloni (1885-1967). Los años previos a su llegada a Tucumán, Altieri fue formado por Imbelloni como asistente de investigación en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia. En aquel espacio Altieri se dedicó a traducir obras de cronistas y a recopilar material que integraría al conocimiento del incario. Altieri, vía Imbelloni, acuñó una cadena de relaciones que le fueron útiles para ingresar formalmente al ámbito académico antropológico argentino, y particularmente al tucumano. Durante toda la década de 1940 Imbelloni se encontró fortaleciendo su propuesta epistémica y generando el dominio de diferentes espacios académicos localizados en distintos ámbitos universitarios. La UNT era entonces para Imbelloni un lugar necesario porque allí estuvieron Métraux y Palavecino, pero además porque esta universidad era un ámbito diferente al existente en la academia central porteño-platense.

Hacia la primera Licenciatura en Antropología del país

Fue Imbelloni quien estuvo directamente implicado en la creación de la Licenciatura en Antropología de la UNT. En 1942 se produjo la repentina muerte de Altieri. Tras varios reemplazantes fugaces, el doctor Osvaldo Paulotti se hizo cargo de la dirección del Instituto de Antropología. El flamante director envió el 25 de Abril de 1947 una nota a Imbelloni. En ella Paullotti dio cuenta del inicio de la carrera:

Tengo el agrado de dirigirme a Ud., poniendo en su conocimiento que a principios de Mayo próximo se iniciará en este Instituto, la licenciatura en Ciencias Antropológicas, cuyo plan de estudio se reestructuró bajo la actual dirección, siguiendo las normas generales de su proyecto de Escuela de Ciencias de América, adaptadas a las posibilidades docentes de ésta Universidad. Puede Ud. formarse una idea mas completa del mismo con el plan de estudios y reglamento, aprobado por la superioridad, cuya copia le remite8.

Paullotti no solo dio cuentas del inicio de la carrera, sino que además analizó las posibilidades para que Imbelloni desarrollara en la UNT un curso de Antropología Física General y Americana. Aclaró también las condiciones particulares de preparación de los alumnos de la licenciatura, ya que a su entender, no se trataba de jóvenes estudiantes que recién iniciaban sus estudios universitarios sino que en su mayoría eran alumnos avanzados o egresados de la Carrera del Profesorado en Historia y Geografía, interesados por cuestiones antropológicas.

A la nota, Paullotti ajuntó el plan de la novísima licenciatura, los programas de Etnografía General, Prehistoria General y de los seminarios de Etnología y Museología I para que Imbelloni realizara cualquier indicación sobre los mismos9. Dos días después Imbelloni respondió a Paullotti aconsejándole entender a la Prehistoria o la Arqueología prehistórica dentro del marco de la Antropología cultural y no de la biológica. Pero además le advirtió sobre la dificultad del desarrollo dentro del plan de estudios de la asignatura Lenguas Americanas,

....por la sencilla razón que no existen tratadistas, ni tratados, dedicados a una reseña general de las lenguas de América. En el sentido que lo hizo Brinton, el provecho me parece nulo o seminulo. Si mi promesa al Dr. Parpagnoli de ir a Tucumán este invierno, fuera de actuación posible, me vería en el caso de presentar al alumnado una especie de panorama de las lenguas americanas indígenas, con breves consideraciones descriptivas de unas cuantas principales. Podrían ser los seis idiomas históricos que en parte han tenido función de Lenguas generales: el Qhichwa, el Aymára, el Guaraní, el Qqché, el Nawatl, y el Muiska10

Meritoriamente la posición de Imbelloni en relación al sistema académico antropológico argentino era referencial en la década de 1940. A eso se debe la carga facultativa que Paulotti le atribuyó en su nota. Las prescripciones que Imbelloni impartió fueron aceptadas y acatadas. Esto exhibe una imagen de autoridad que efectivamente él construyó y ejerció. Pero es esta imagen la que ha quedado cristalizada, solidificando en la historiografía antropológica argentina a un Imbelloni siempre pleno de poder y con total auctoritas científica (Carrizo, 2014).

Podríamos preguntarnos entonces ¿cómo se articuló la autoridad imbelloniana con la tradición arqueológica de los cultores de lo antropológico que desde fines del siglo XIX existía en Tucumán? Desde Métraux, en adelante, el hincapié en los estudios arqueológicos sirvió para crear una imagen del Instituto de Antropología en la UNT. Y durante la década de 1940 aquellas investigaciones arqueológicas comenzaron a ser acompañadas con estudios provenientes de la Antropología Física y la Lingüística. Allí Imbelloni ancló con sus discípulos para aportar con ambas ramas disciplinares al relevamiento y conocimiento del panorama antropológico general del noroeste argentino. Este arsenal de investigaciones antropológicas que en Tucumán que se venían realizando desde fines del siglo XIX fue desplegado sobre la base del complejo azucarero, el substrato sociopolítico y económico propio de esta provincia. Esta agroindustria tras sobrepasar varias crisis de sobreproducción y conflictos sectoriales (Bravo, 2007), ingresó a una nueva etapa durante la década de 1940 con la llegada de Perón al poder. El panorama político desplegado luego de los sucesos del 17 de octubre de 1945, produjo en Tucumán un ambiente de significativo apoyo al peronismo11. Los sindicatos adheridos a la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) definieron el juego político en las elecciones provinciales de 1946 y ayudaron a que se impusiera el recientemente creado Partido Laborista. Desde esa estructura partidaria se postuló como gobernador de Tucumán al Mayor Carlos Domínguez, quien asumió el 7 de mayo de ese mismo año. Su mandato se basó en la iniciativa de acciones dirigidas hacia la obra pública, implementada a través del Organismo Financiero de Empresas Mixtas Privado Oficial (OFEMPE). Este organismo surgió en junio de 1948 al dictarse la ley que reformó al ente recaudador provincial, la Caja Popular de Ahorros. El 9 de julio de 1947, el Presidente Perón suscribió en la Casa Histórica el Acta de Independencia Económica Nacional. En esa ocasión estuvo acompañado por su par, el chileno Gabriel González Videla. La elección del lugar y la fecha de tal acto estuvieron cargadas de simbolismo para el peronismo, pues se acudió al auspicio de una provincia anfitriona de carácter incondicional, como lo era Tucumán hasta ese momento12. Este peronismo que fue sostenido en una primera hora con un apoyo categórico, también produjo modificaciones en lo referente a materia de política universitaria. Al igual que en el resto del país, se propiciaron intervenciones a facultades, se disolvió la Federación Universitaria Argentina (FUA) y se produjo la cesantía de profesores, entre tantas otras medidas (Sigal, 2002). La UNT  formalizó este proceso a partir de la asunción de un rector interventor, el farmacéutico Horacio Descole (1910-1984). Este asumió su gestión el 6 de Mayo de 1946. Aunque "... Descole manifestó que no llegaba para sustituir unos hombres por otros como las piezas de un viejo mecanismo" (Tagashira, 2007: 5), produjo cambios en los planteles académicos de la UNT. Esta casa de estudios fue funcional al primer gobierno peronista. La utilidad por parte del gobierno nacional encerró en sí un objetivo estratégico amplio, ya que Perón propuso el desarrollo de algunas áreas vinculadas al interés de la tecnología, buscando de esta manera profundizar el proceso de industrialización, para generar con ello el bienestar en la población argentina. Y por esto, los saberes científicos y tecnológicos estratégicos fueron desplegados en función de tal enmienda. Así:

En el marco de la ley 13.031, primera ley universitaria del peronismo que comenzó a regir desde el 1 de enero de 1948. Descole puso en marcha un ambicioso proyecto para acompañar el plan de gobierno para el período 1947-1951, que proyectaba la creación de numerosos institutos de investigación y nuevas carreras y una política de contratación intensiva de profesores extranjeros, de forma que cada instituto tuviera por lo menos un profesor con capacidad para producir investigación científica o desarrollo tecnológico. En la Facultad de Ciencias Exactas, Puras y Aplicadas (como pasó a llamarse la Facultad de Ingeniería) se crearon institutos de física, matemática, electrotecnia e hidráulica e ingresaron alrededor de veinte profesores europeos. En 1950, la participación de profesores alemanes rondaba entre el 25 y el 30% de un cuerpo docente de aproximadamente cien personas. También se impulsaron los estudios agrícolas con la creación de la Escuela de Agronomía en 1947 - que se transformó en facultad en 1951 - y de institutos de fitotecnia, en investigaciones azucareras, fitopatología y de bosques y maderas(Hurtado de Mendoza y Busala, 2006: 20)13.

Desde la acción concreta, la UNT viabilizó los objetivos de la política peronista respecto a materia de organización y de gestión universitaria. Y desde "...el orden ideológico y retórico, a partir de 1950 se observa que los términos "ciencia" y "técnica" aparecen incorporados al arsenal simbólico que constituyó el núcleo del intenso programa de propaganda puesto en marcha por el oficialismo..."(Op. cit.: 26).

En dicho "arsenal simbólico" ingresaron también saberes como la Historia y la Antropología, fuertes constructoras de identidad y disciplinas portadoras de una gran tradición dentro de la cultura científica nacional. Así la creación de la Licenciatura en Antropología se encuadró dentro de la propuesta técnica peronista. Pero además en la UNT se hicieron notar los dos elementos de cambios impuestos por el peronismo para las organizaciones universitarias. El primero de ellos, hace alusión al cumplimiento de un proceso de departamentalización e institucionalización de los espacios de enseñanza e investigación. El segundo tiene que ver con la incorporación a los espacios de investigación de las provincias argentinas de profesores extranjeros o actores científicos cualificados en distintas materias. En trabajos anteriores (Carrizo, 2004 y 2007) mostramos el proceso de inclusión de investigadores y docentes foráneos dentro del Instituto de Antropología de la UNT. Sin embargo observamos también que los actores académicos ingresantes a la institución antropológica tucumana no solo fueron extranjeros, sino que también procedieron de la academia central porteña. Así lo demuestra la inserción de Altieri o Paullotti. Cuando en 1942 a la edad de 38 años falleció Radamés Altieri, la dirección del Instituto de Antropología recayó por segunda vez en Palavecino. Este renunció en enero de 1946, y por el lapso de un año, la organización antropológica universitaria tucumana vivió un trayecto con múltiples directores. Primeramente se incorporó el médico y folklorólogo santiagueño Orestes Di Lullo (1898-1983). Luego fue seguido por la antropóloga física María de las Mercedes Constanzó (n. 1909). Posteriormente se produjo el instantáneo paso de un mes del arqueólogo Enrique Serrano (1899-1982). Nuevamente se hizo cargo María de las Mercedes Constanzó, y por último Osvaldo Paulotti. Este duró en funciones  entre 1947 y 1949.

En el año 1947 la Universidad de Tucumán se acogió a la Ley N° 13. 031. Con ella el peronismo buscó una reestructuración organizativa abogando por la centralización de las actividades educativas e investigativas. De esta forma, la entidad universitaria norteña contó con tres facultades: la de Ciencias Exactas y Tecnología, la de Ciencias Biológicas y la de Ciencias Culturales y Artes. De esta última dependieron ocho departamentos y veinte institutos, entre los que se encontró el de Antropología funcionando con dos locales y dos museos14.

Desde la nueva dependencia, la Facultad de Ciencias Culturales y Artes y con Paullotti como director, el Instituto de Antropología se embarcó en la creación de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas. La tutela de Imbelloni y el apoyo propiciado a instancias del gobierno peronista permitieron que el Instituto de Antropología experimentara un vertiginoso ritmo productivo. El staff de docentes e investigadores de aquella organización tucumana contó por esos años con la participación como secretario del profesor de Historia, el santiagueño Mario Ernesto Uriondo (1922-1990). Como jefe de la Sección de Antropología -entiéndase Física- se desempeñó el geógrafo porteño Armando Vivante (1910-1996)15. La jefatura de la Sección de Arqueología recayó en manos del americanista entrerriano Dick Edgar Ibarra Grasso (1917-2000). La Sección Dibujo y Modelado fue encargada al Profesor Américo Silvio Giménez, junto a la Profesora adscripta Clara Aiziezon. El patrimonio de la Biblioteca del Instituto estuvo a cargo del señor Rodolfo Cerviño, luego titulado como profesor de Historia. La Sección de restauración fue para Lidia Beatriz Carrasco. Tuvo además la institución el aporte de un nutrido grupo de ayudantes graduados y estudiantiles.

El plan de estudio de la carrera aprobado en 194716 fue estructurado en tres partes. La primera, era el Ciclo Básico establecido por la Facultad de Ciencias Culturales y Artes para todos los profesorados y licenciaturas. De este Ciclo Básico y común se habrían desprendido alumnos de otras carreras interesados por la Antropología, como lo es el caso del por ese entonces estudiante de Historia Rodolfo Cerviño. A la segunda parte del plan solo se accedía con el fin del Ciclo Básico. Esta segunda etapa formativa constituía un Ciclo Aplicado, que a su vez se presentaba en dos grupos de materias. El grupo A constaba con cursos como: Prehistoria General, Etnografía General (ambas a cargo de Paulotti), Lingüística Románica y General (dictada por el Instituto de Lenguas y Literatura Española),  Antropogeografía General (dictada por el Instituto de Estudios Geográficos), Sociología (dictada desde la carrera de Historia), y para finalizar este trayecto formativo era necesario cumplimentar con la aprobación de un Seminario de Etnografía-Museología I (a cargo del profesor Américo Giménez). Por su parte el  grupo B del Ciclo Aplicado constaba con cursos como: Arqueología Americana, Etnografía Americana, Antropología Física General y Americana, Lenguas Americanas (todos a cargo de Ibarra Grasso) y Folklore (dictado por Armando Vivante). Con respecto al Seminario de aprobación del grupo B se presentaban dos alternativas. Por un lado aparecía la opción de Museología II, y por otro se encontraba la alternativa de Técnicas del arqueólogo y del etnógrafo, entendida esta como Antropología Social, sin tener docente a cargo.

Existía además un tercer ciclo, el de Especializaciones dividido en tres secciones: de Etnología, de Antropología Física y de Lingüística. La primera de las especializaciones, que estaba abocada íntegramente a la Etnología con cursos como: Arqueología Argentina, Museología General y Americana, Civilizaciones e Instituciones Indígenas, y con tres seminarios: Religiones y Mitografía Americanas, Fuentes Americanas y Técnicas de excavaciones y relevamientos. La segunda de las especializaciones del tercer ciclo de la carrera estaba dedicada a la Antropología Física que constaba en los cursos con tres espacios: Anatomía e Histología (dictada por el Instituto de Fisiología de la carrera de Farmacia y Bioquímica), Biología General (también dictada por la cátedra de la carrera anteriormente mencionada) y Geología General (dictada por el Instituto de Geología y Mineralogía). Esta especialización proponía entre sus seminarios: Somatología, Biotipología y Matemática, y por último Estadística. La tercera de las posibilidades de las especializaciones estaba abocada a la Lingüística, con dos cursos: Civilizaciones e Instituciones Indígenas y Lenguas de cultura americana. Además aparecían en esta especialidad dos seminarios: Religiones y Mitografía Americanas y Técnica del Lingüista.

Esta exhaustiva lista de materias, cursos y seminarios tenían una duración de tiempo variable. Se estableció que: "La duración de cada curso o asignatura será fijada por el Instituto de acuerdo a la índole de cada materia y podrá variar de un año a otro, según el plan de estudios que desarrolle el mismo y de acuerdo a sus posibilidades docentes"17. Esas posibilidades dependían de un staff, que como observamos cambiaba permanentemente presentando egresos e ingresos.

El padre, el linaje y la continuidad de la carrera

El grupo de docentes que llevó la Licenciatura en Antropología de la UNT respondió a las prerrogativas y lógicas de uno de los linajes instituidos en la academia porteña, el de Imbelloni. Rosana Guber (2005) mostró cómo aquel antropólogo ítalo-argentino mantuvo, mientras pudo, rígidas relaciones jerárquicas centradas en su figura. Para Guber el ámbito de la antropología porteña de principios y mediados del siglo XX presentó "linajes restringidos" debido a la posibilidad del ingreso a pocos puestos, las exigencias de lealtades y la difícil comunicación18. Estos linajes, como el que Imbelloni construyó, fueron esgrimidos no sólo en aquel presente sino a través del pasado. Indiscutiblemente para la década de 1940 Imbelloni fue un maestro referencial e impulsor de determinadas lecturas y prácticas dentro del quehacer antropológico nacional (Carrizo, 2000, 2010 d y 2014). La consecuente ubicación de discípulos dentro del Instituto de Antropología de la UNT posibilitó el ingreso de la retórica imbelloniana. Así Altieri, María de las Mercedes Constanzó y Paullotti fueron los engranajes relocalizados dentro de una alternativa institucional promisoria como lo fue por entonces la de Tucumán. En la práctica, los seguidores de Imbelloni vehiculizaron la propuesta de su maestro. Paullotti director del Instituto de Antropología y profesor de la carrera ancló curricularmente en la UNT a través de materias con contenidos temáticos de puro corte histórico-cultural. Por ejemplo esto se observa en el curso de Etnografía General19, perteneciente al grupo A del ciclo aplicado. Para este Paullotti estableció dos partes. La primera presentó temáticas tales como: la clasificación, concepto y objeto de la Etnografía; las formas de civilización según la concepción evolucionista; la crítica al evolucionismo; los paralelos etnológicos; la historia y principios del método histórico-cultural; los criterios de forma, cantidad, adherencia, continuidad y contigüidad. Además dedicó una especial atención al estudio de los ciclos y círculos culturales. La segunda parte de la materia, denominada sistemática, propuso el análisis de algunas culturas, razas y pueblos de diferentes continentes. La investigación sobre los objetos culturales presentes en los ciclos árticos devino del análisis a los pueblos esquimales, y el de los pueblos de América provino del estudio de recolectores, cazadores y pescadores de Sud América. La bibliografía utilizada para ambas partes del curso contuvo autores representativos de la Escuela Histórico-Cultural tales como: Graebner, Schmidt e Imbelloni. Pero además se incluyeron otro tipo de autores provenientes del culturalismo norteamericano tales como Ruth Benedict, Robert Lowie o George Murdock.

Al igual que en la carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) creada en 1958, casi diez años después de la de Tucumán, Imbelloni se encontró definiendo el campo y determinando continuidad disciplinaria a través de la concreción de un plan de estudios específico. Sergio Visacovsky, Rosana Guber y Estela Gurevich (1997) han mostrado que en la génesis y posterior ejecución de aquella novísima Licenciatura en Ciencias Antropológicas de la UBA, el campo antropológico porteño no vio alterada su estructura ya que la misma se organizó, con alguna excepción, sobre un cuerpo académico preexistente. Y a pesar del retiro de Imbelloni, producido en 1955 a instancias de la caída del peronismo, la comunidad antropológica dominante reafirmó rotundamente su vigencia bajo el mismo signo epistémico de la Escuela Histórico-Cultural. Pero fue allí mismo donde radicó la propia flaqueza del linaje. En este sentido tanto Guber (2005) como Name (2012) mostraron que la categoría linaje es útil, en parte, como herramienta analítica operacional para estudiar la Historia de la Antropología. Esto se debe a que dicha categoría facilita la organización de la información sobre un pasado disciplinar complejo, fragmentario y de diversos actores, que al ser analizado en profundidad, muestra discontinuidades que rompen y contradicen a la misma idea de paternalidad o jefatura centrada en una sola figura. Así, por ejemplo para el caso tucumano, Imbelloni fue la "cabeza del linaje" hasta que llegó a la UNT el eslavo Branimiro Males (1897- 1968).

La propuesta de incorporación de docentes extranjeros, impulsada desde el peronismo, facilitó a Males la posibilidad de integrar el Instituto de Antropología de la UNT. En 1948 obtuvo el rango de Profesor extraordinario para la cátedra de Antropología Física. Males se exilió junto a su hijo en la Argentina a mediados de 1946 (Carrizo, 2007 y 2011), y en Buenos Aires participó del Instituto Étnico Nacional (Soprano, 2009). Era antropólogo físico especialista en Fisiología humana, Psicología experimental, Sociografía y Etnohigiene. Su presencia le imprimió al Instituto de Antropología de la UNT y a la carrera un fuerte sello de conocimientos particulares propios de su especialidad. Su ingreso no produjo un viraje en cuestiones epistemológicas, sino de manejo y dominio académico. En menos de un año, Males, junto al médico de origen italiano Alfredo Sacchetti (1917-1999), reorientaron la dirección del Instituto de Antropología. Sacchetti también fue nombrado profesor extraordinario y contratado para dictar Antropología. Su especialidad consistió en los estudios médicos, estadísticos y antropológicos-psicológicos. Males y Sacchetti constituyeron un bloque teórico-académico y se apropiaron del grueso del corpus de las interpretaciones sobre lo que se debía entender y practicar bajo la denominación de Ciencias Antropológicas, desplazando en parte y progresivamente al linaje imbelloniano. La fuerza y el influjo de la propuesta de Males fue importante, condición que lo llevó a que en 1948 sea nombrado director del Instituto de Antropología, durando en su gestión hasta 1954. Esta se constituyó en una de las coordinaciones más largas en la historia de esta institución.

En una primera instancia, la llegada de Males a Tucumán buscó cumplimentar "el objetivo" de Imbelloni de materializar en los ambientes académicos de la Argentina un plan estratégico de dominio intelectual que pudiera introducir a las ideas de la Escuela Histórico-Cultural (Carrizo, 2000). Y si bien para Guber, "...gracias a la ingeniería de Imbelloni, Aparicio desapareció de los registros porteños, incluso de los arqueológicos" (Guber, 2005: 50), también gracias a Imbelloni, Males aparecerá en el registro académico tucumano. Sin embargo en una segunda instancia, luego de producida la inserción del antropólogo eslavo en la UNT, los vínculos con Imbelloni comenzaron a ser menores. Esto se observa por ejemplo en las correspondencias institucionales. Las cartas, notas y memorias del Instituto de Antropología dirigidas a Imbelloni posteriores a 1949 no son tantas en cantidad, como las existentes durante la gestión de Paullotti o de directores anteriores. La posibilidad de manejar un mismo campo disciplinar en disputa, pudo haber sido una de las causas de este distanciamiento entre Imbelloni y Males. También ambos antropólogos entablaron vínculos con el peronismo, uniéndose a las intensiones y preocupaciones de esta fuerza política de poder conocer y manejar la dinámica social de la Argentina. Esto se observó a través de elementos concretos. Por un lado la política inmigratoria, y por otro la instauración del tema étnico en la agenda de acciones públicas del gobierno. Males integró el Instituto Nacional Étnico y la Dirección de Protección al Aborigen, creado a instancias de los gobiernos peronistas, como jefe de la Sección Antropología Racial (Soprano, 2009; Carrizo, 2007 y 2011). Imbelloni también dominó aquellas temáticas y además hegemonizó durante el peronismo el espacio académico porteño. A tal condición, atribuimos la inserción de Males en la UNT tratando de buscar nuevos horizontes no directamente dominados por una figura calificada, como lo era Imbelloni.

La impronta y fuerza del antropólogo eslavo en la UNT debe ser contextualizada dentro de la dinámica de poder de opinión y convalidación del saber generada por un actor cualificado que construyó un anclaje académico propio. Consideramos a Males y su concepción epistemológica una pieza clave para el entendimiento del corto desempeño de la carrera, y tal vez del ocaso de la misma. En el año 1954 Males publicó el artículo: "Antropología y Etnología en la enseñanza universitaria". Allí desplegó algunas opiniones:

En América Hispana había dos escuelas donde se podía especializar en antropología y ciencias etnológicas, en México y en Tucumán. Pero esta última, después de un año de vida, se suprimió apresuradamente. ¿A qué se debe esta situación poco confortable? Creo únicamente, o casi, a la confusión que todavía existe, especialmente en América, en cuanto a los conceptos que tenemos de estas ciencias, de las ciencias del hombre (Males, 1954: 280).

Para Males la "confusión" sobre la concepción que en Argentina se tenía por entonces sobre la Antropología fue lo que melló el plan de estudio de la carrera de Tucumán, proponiendo que: "El contenido de los programas por sí solo podrá determinar estas ciencias en sus límites, en sus fines y en sus relaciones con otras ciencias" (Males, 1954: 282). En cierta parte, en contrasentido a la propuesta del americanismo imbelloniano20, Males formuló un contenido programático en sintonía de lo que en Europa se contemplaba entonces por Antropología. En primer lugar concibió como Antropología propiamente dicha a un abanico de temas referentes a la Antropología Física tales como: fenómenos bióticos, tipología humana, fases del crecimiento del cuerpo humano, vida y futuro de las razas humanas, entre otros. En segundo lugar Males ubicó a la Etnografía, entiéndase esta como la contenedora de cuestiones referidas a cultura material, cultura espiritual, vida social, costumbres, folklore y metodología. En tercer lugar propuso a la Etnología, la cual debía focalizarse en el estudio de las tres grandes razas, haciendo hincapié en el grupo de las "razas blancas" (Op. cit.: 285), los pueblos de Europa Central, los pueblos "marginales del grupo racial blanco" (Op. cit.: 286), las civilizaciones americanas precolombinas hasta la "Argentina, etnarquía y el futuro de América" (Ibíd.: 286). Si bien Imbelloni proponía algo similar, observamos que para el antropólogo eslavo toda interpretación y prescripción metodológica antropológica debía estar subsumida puramente al peso determinante de lo biológico. Este condicionante gravitó profundamente en la formación de los estudiantes de la carrera, y en definitiva se plasmó en las investigaciones del Instituto de Antropología de la UNT por varias décadas. Para reforzar sus ideas Males apeló a referentes extranjeros:

El Prof. Lidio Cipriani, jefe del servicio etnológico del Indostán, al apoyar mis conceptos declara que: Antropología es biología por excelencia. El no comprender esto significa disminuir el noventa y nueve por ciento la importancia de nuestro trabajo. La Antropología estudia las diferencias típicas humanas, es decir que existen entre varios grupos humanos -raciales, constitucionales, sociales- en cuanto a las formas y las funciones (Males, 1954: 286).

Males también desplegó un panorama de los espacios en los que por aquel momento, fines de 1940 y principios de 1950, se impartía conocimientos de Antropología dentro de la UNT. Nombró a las cátedras de la Facultad de Medicina y de Ciencias Naturales, a la Escuela de Artes, y además citó a las carreras de Historia y de Filosofía. Significativamente propuso encausar los trabajos en materia de Psicología que se estaban realizando en Tucumán. Consideró que era necesario ubicar a esas investigaciones dentro de los conocimientos propios de la Antropología, sobre todo a la hora de realizar estudios de caracterología y al utilizar a las corrientes conductistas. El antropólogo eslavo quiso generar una propuesta antropológica contenedora que en un solo campo disciplinar pudiera contemplar cuestiones biológicas-somáticas y conductuales de los grupos humanos. La Antropología y la Psicología, disciplinas con proximidad identificaron desde principios del siglo XX lazos e influencias mutuas (Korsbaek y Bautista Rodríguez, 2006). Sin embargo el ámbito tucumano todavía no era propicio para construir algún tipo de proximidad entre ambas disciplinas. La Psicología no existía como saber difundido ni como carrera porque "...en Tucumán, esta fundación se produjo en el año 1959 aunque ya se contaba con el antecedente inmediato de la Licenciatura en Psicotecnia y Orientación Profesional, promovida desde el Instituto homónimo fundado en el año 1948" (Ventrura, 2007: 2).
Como la licenciatura en Antropología de la UNT no dependía de una institución ligada a las ciencias médicas o biológicas, Males opinó que: "En la Facultad de Filosofía y Letras no hay posibilidad de especializarse en Antropología" (Males, 1954: 290). Esta expresión ancló en la concepción del saber en el cual lo somático y lo racial quedaron exclusivamente bajo lo entendido como "la única y verdadera Antropología" (Op. cit), y lo histórico-social sería comprendido por el saber denominado Etnología. Para construir  sentido, la interpretación de Males no dejó campo disciplinar librado al azar. Sobre la Arqueología argumentó una defensa entorno a los que la atacaron, definiéndola como la "ciencia de los cacharros y de lo que nadie sabe acerca de pueblos que nunca existieron" (Males, 1954: 279). Pero dejó muy en claro la separación de ésta con la "verdadera Antropología". En contraste con la fuerte tradición tucumana, la propuesta académica y epistémica de Males, hegemónica por un tiempo, no solo puso en jaque al mismo desarrollo de la carrera de Antropología sino que además repercutió en las prácticas arqueológicas a las que Tucumán estaba acostumbrado. Las discusiones en torno a esta cuestión de pertenencia y filiaciones disciplinares de la Arqueología para con la Antropología continuaron siendo tema de debate y conflicto por mucho tiempo dentro del espacio tucumano y del resto del país. Sobre este dilema posteriormente, el investigador de la Historia de la Antropología Argentina, el rosarino Edgardo Garbulsky (1941-2007) en un artículo denominado: "El arqueólogo también es antropólogo", aportó a través de su vivencia personal:

Es justamente parte de la experiencia de un grupo de personas (identificados en el imaginario como los del Congreso de Estudiantes de Rosario del 61´), que nos formamos en las nacientes carreras de Antropología del país, aunque algunos lo hicimos con el rotulo de profesores de Historia. Fuimos parte de esa generación, formada en un momento en el que dentro de nuestras disciplinas, la más madura y renovadora era la Arqueología (Garbulsky, 1999: 313).

Pero aquella madurez y tradición que la Arqueología detentó en Tucumán se vio afectada por un tiempo. La Antropología académica practicada desde la UNT se encontró promediando los años 1950 y comienzos de 1960 en la dicotomía entre un ámbito de pertenencia dentro de las Ciencias Naturales por un lado, o su relación con las Humanidades por el otro. Esta problemática estructural, produjo una tensión evidente que se manifestó en un vaciamiento de los recursos humanos de la carrera. Investigadores, docentes y alumnos fueron actores presenciales en 1952 del cierre definitivo de la primera Licenciatura en Antropología de la Argentina, un intento promisorio para la enseñanza y formación de cuadros profesionales en esos saberes. Esta situación fue progresiva y continuó con una dispersión posterior dentro del propio Instituto de Antropología, que vivió constantes traspasos de locación (Berberían y Capuano, 1974; Arenas, Aschero y Taboada, 2010). Males se retiró gradualmente de la actividad académica por medio de licencias reiteradas solicitadas por enfermedad desde 1964. A fines de la década de 1960 y comienzos de 1970 con las gestiones de los arqueólogos Pedro Krapovicas (1926-1992), Antonio Serrano (1899-1982) y Eduardo Berberían, pudo producirse una corta estabilidad. Sin embargo llegados al año 1974 comenzó el desmantelamiento total y escalonado del Instituto de Antropología de la UNT. Con la vuelta de la democracia, en 1985, el rectorado de aquella casa de estudios propuso reconstruir la pretérita institución y crear la carrera de Arqueología, que comenzó a funcionar ahora bajo el diseño epistémico y curricular dispuesto por el arqueólogo Víctor Núñez Regüeiro (1934-2009).

En el corto tiempo que duró la Licenciatura en Antropología existieron grupos de estudiantes que estuvieron nucleados de una forma u otra en torno del instituto. Algunos de ellos provenían de la carrera de Historia y Geografía. En su mayoría  tuvieron calidad de alumnos adscriptos a las cátedras del Instituto de Antropología. Honoria Bini Frías, Yolanda Maressio, Graciela Nieto, Carmen Villarrodona de Martínez, María S. Zamora y Mario Uriondo, entre otros, produjeron una serie de trabajos de investigación sobre temáticas antropológicas, etnológicas y arqueológicas. Algunas de esas investigaciones fueron realizadas sobre las colecciones que el instituto poseía. Otras resultaron de excavaciones, trabajos de campo, mediciones físicas y craneanas efectuadas a distintos tipos de poblaciones. Todas fueron productos colectivos dispuestos desde la relación entre docentes encargados de cátedras, como Paullotti o Males, y aquellos estudiantes. Las publicaciones del Instituto de Antropología de la UNT dan cuenta de esos trabajos (Carrizo, 2010 c). Y si bien solo se ha confirmado la titulación de dos antropólogos, Graciela Nieto y Miguel Ángel Torres (Beberían y Capuano, 1974), creemos que pudieron existir un par más, ya que pudimos constatar la cantidad de quince alumnos aproximadamente en el cursado total de la carrera. Nuestra aseveración se fundamenta en que uno de éstos titulados, Torres, no utilizó nunca su credencial antropológica pues se auto adscribió como profesor de Historia21. Esto sucedió porque los estudios arqueológicos-etnológicos que tuvieron un impulso importante en los inicios de la UNT, fueron progresivamente sobrepasados por la creciente presencia que cobró la Historia. Cecilia Guerra y Daniel Moyano (2004) analizaron las preferencias que obtuvo aquella ciencia en Tucumán dentro del campo académico entre las década de 1930 y 1940. Para estos autores la disciplina histórica gozó de una valoración positiva por su concepción regionalista y por la necesidad de instaurar programas nacionales de enseñanza de esa materia en el nivel secundario. Guerra y Moyano también mostraron el impacto generado por las medidas universitarias de organización llevadas a cabo por el peronismo a través del proceso de formación de departamentos, de los cuales dependían los institutos. Allí el Instituto de Antropología comenzó a perder presencia, y tuvo dependencia, frente al Departamento de Historia. Llegado a esas instancias Males, cultivador de la Antropología Física, fue el director de aquel instituto coordinado por historiadores del Departamento de Historia.

En suma, el juego epistémico y académico establecido por Males condicionó la existencia fugaz de la Licenciatura en Antropología de la UNT. Aquí coincidimos en igual sintonía a lo que proponen Visacosky, Guber y Gurevich (1997) en torno de los elementos orientadores para la creación de la carrera de Antropología de la UBA. La complejidad de la realidad excede a la diferenciación entre modernidad y tradición. De hecho en Tucumán se observa la persistencia de una tradición contra "otra tradición". Y a diferencia de la UBA, en la UNT la lucha de tradiciones producirá el ocaso de la carrera. La usanza antropológica europea impuesta por Males chocó con una propuesta arqueológica arraigada y con el linaje académico imbelloniano, pero además con el crecimiento de la Historia. Estos elementos en pugna no permitieron siquiera espacios o intersticios para la consiguiente modernización del campo disciplinar de las ciencias del hombre. Por último, y siguiendo la idea anterior, es impensable entonces reparar en la llegada de la Antropología Social en Tucumán luego de tan pesadas luchas de tradiciones epistémicas. El contexto sociopolítico que vivió la provincia desde principios de la década de 1970 hizo que la "antropología social o comprometida" no aparezca, salvo pequeños casos aislados.

Antropologías dispersas

El panorama antropológico tucumano que había sido graficado por Males en 1954 siguió manteniéndose, aunque con algunas variaciones, hasta la actualidad. Luego del ocaso de la carrera y el vaciamiento del Instituto de Antropología producido durante los años del llamado Proceso militar (1983-1976), continuaron existiendo pocos ámbitos en los que se impartió conocimientos antropológicos en Tucumán. La dispersión se mantuvo e intensificó en desmedro del crecimiento de la ciencia Antropológica. La facultad de Filosofía y Letras contempló las directrices de Males, y en la carrera de Historia se impartió Etnología. El antropólogo eslavo entendió que había que eliminar la denominación Antropología sensu lato. En cambio propuso que "...en vez de antropología en la carrera de historia se estudiara etnología, especialmente la paleoetnología, en general, y no únicamente la americana, y la formación étnica de los pueblos recientes de todo el mundo..." (Males, 1954: 290). Así la impronta de Males se hizo sentir en este espacio académico y en el plan de estudios esgrimido para la Licenciatura y el Profesorado de Historia del año 1968. Este continúa en vigencia hasta la actualidad, y se encuentra en proceso de modificación. En el primer año se cursa la materia Prehistoria, y en el segundo Etnología. Sin embargo en esta última, y a pesar del nombre mantenido en el tiempo, los cambios de docentes y las modificaciones epistemológicas hacen posible que en tal espacio se dicten contenidos de una Antropología General.

También dentro de la misma facultad de Filosofía y Letras de la UNT existen otros espacios donde se dictan saberes relacionados a temáticas antropológicas. Dentro del departamento de Filosofía aparece Antropología Filosófica, y en el de Ciencias de la Comunicación, se imparte Cultura y Comunicación. Pero además se encuentran otros dos departamentos donde se enseña Antropología. En primer lugar, para Ciencias de la Educación aparece la materia Antropología Social. Los licenciados en pedagogía de la UNT se acercan a estos contenidos disciplinares por medio de esta cátedra, planteada como espacio de formación general. En segundo término, en el departamento de Trabajo Social existe la materia Trabajo Social y Antropología Social y Cultural, denominación impuesta en el plan de estudios del año 2005. Tanto la materia Antropología Social de Ciencias de la Educación, como Trabajo Social y Antropología Social y Cultural del departamento de Trabajo Social, se han convertido en los últimos tiempos en espacios de disputas académicas. Frente a estas situaciones surgieron "mecanismos de protección-reacción" por parte de los grupos académicos-departamentales. Por ello Antropología Sociocultural, materia de la licenciatura de Trabajo Social, ha modificado su nombre. Actualmente se denomina: Trabajo Social y Antropología Social y Cultural. Desde el año 2005 se le agregó la categoría: "Trabajo Social" para delimitar pertenencias y dependencias a un departamento específico. Esta situación de pugna entre los distintos departamentos de la facultad de Filosofía y Letras se desencadenó sobre todo a partir del retiro jubilatorio del profesor de Historia Dante Soria (1931-2009). Este fue un conspicuo, a la vez que controversial, miembro del Instituto de Antropología. Cuando esta institución desapareció formalmente en 1979, Soria nucleó en torno a su figura la enseñanza de la Antropología para las carreras de Trabajo social, Ciencias de la Educación y Psicología. Su retiro en 2005 despertó el desmembramiento de aquellas cátedras que estaban bajo su órbita, y dejó a la luz las muestras del poder académico que dicho actor poseyó22. La carrera de Psicología, ya desde antes del retiro de Soria, construyó un espacio propio de docencia en Antropología. A comienzo de la década de 1990 se produjo la separación de aquella carrera del ámbito de dependencia de la Facultad de Filosofía y Letras. El 28 de diciembre de 1994 se creó la Facultad de Psicología como entidad aparte. Antropología Cultural comenzó a enseñarse por un plantel de docentes egresados de la misma carrera de Psicología, y en los últimos planes de estudio aparece la materia bajo la denominación de Temas de Antropología Cultural en Psicología. Por otro lado en 1985, cuando todavía Psicología formaba parte de la Facultad de Filosofía y Letras, se creó el CERPACU (Instituto de Rescate y Revalorización del Patrimonio Cultural) como parte de un programa de investigación. Esta organización se encuentra hasta hoy abocada al estudio de temáticas sobre políticas culturales, sectores populares, defensa de la cultura nacional, patrimonio y cuestiones regionales. En el año 2001 logró la estructura de instituto, concentrándose en tres áreas: patrimonio socio-cultural, lingüística y educación y memoria popular. Para lograr conocimientos en torno a esas temáticas el CERPACU, en actual dependencia de la Facultad de Psicología, realiza labores en docencia, investigación y extensión.

Existen otras unidades académicas en la UNT fuera de la facultad de Filosofía y Letras donde se imparten saberes de Antropología. Por un lado se encuentran las cátedras relacionadas con las ciencias médicas. Una de ellas depende de la Escuela de Enfermería donde aparecen dos espacios: Antropología Cultural y Antropología Médica, según el plan de estudios del 2005. Además en la Facultad de Medicina se enseña también Antropología Médica. Por otro lado, en la carrera de Arqueología, creada en 1985 y dependiente de la Facultad de Ciencias Naturales, existen tres materias de corte netamente antropológico: Historia de la Teoría Antropológica, Antropología Sociocultural y Metodología antropológica para arqueólogos.

Frente a este panorama de dispersión, nos podemos preguntar entonces: ¿qué es hacer Antropología en Tucumán en la actualidad? Salvo algunas investigaciones desplegadas desde los ámbitos de las cátedras y desde proyectos particulares, no existe un propósito institucional y epistémico que pueda acercar de manera aglutinada a esta provincia con los múltiples objetos de estudio que ha desarrollado desde las últimas décadas del siglo XX el saber antropológico. En la mayoría de los casos, la Antropología se presenta como una entelequia que es plasmada en espacios curriculares universitarios, que contemplan un mismo derrotero temático donde a veces se parte del concepto de cultura, se continúa con las divisiones de la Antropología, las miradas a las diversidades, el acercamiento a la identidad, entre otras generalidades, y se culmina con algunas especificidades que varían de acuerdo a la carrera que se trate. Salvo excepciones, existe una escasez de trabajos de campo. Y el conocimiento de la realidad social actual de la provincia proviene desde otros ámbitos, como por ejemplo desde la práctica metodológica del Trabajo Social o desde algunas producciones de Estudios Culturales. Esta ausencia de prácticas de campo puede obedecer a la razón de que en la UNT son pocos los antropólogos titulados. En sí se hace Antropología sin antropólogos, y la docencia en la materia se produce con titulados en otras disciplinas: Historia, Psicología, Filosofía, etc.

Consideraciones finales

Las ausencias, dispersiones y o parciales presencias de la Antropología en Tucumán no sólo obedecen a cuestiones surgidas por las disputas académicas o por la fuerte tradición arqueológica. Es también resultado de un contexto sociopolítico autoritario estructural que permaneció subyacente en la provincia, sobre todo desde la década de 1970 (Marcos, 2005). La gravísima situación económica que vivió Tucumán desde 1966, cuando se produjo el desmantelamiento del aparato productivo azucarero23, se presentó como un trasfondo preocupante. Y a pesar de la situación social vivida por aquellos años, las respuestas y o reacciones no provinieron precisamente de las producciones académicas-intelectuales de tono antropológico. Tanto los prolíferos estudios arqueológicos, como los de la incipiente Antropología Social desarrollada desde la década de 1960, parecen asomarse escasamente por el espacio tucumano en épocas del Proceso Militar. Así los trabajos realizados por la antropóloga Hebe Vessuri durante el año 1972 para el análisis de cooperativas cañeras de la provincia no obtuvieron la relevancia académica que se merecieron24. Tampoco pudieron generar un espacio de reflexión necesario para crear una "antropología social comprometida". A pesar de que la investigación de Vessuri tuvo avales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se desarrolló como una pesquisa independiente con muchos problemas debido a la coyuntura histórica de creciente radicalización social producida por la formación de grupos armados. El escaso respaldo de la UNT, como estructura académica, propició un carácter despreocupado por este tipo de estudios. "En síntesis se hacía dificultosa la tarea de investigación que queríamos desarrollar, añadiéndose a esto el temor de las autoridades universitarias a una posible involucración de la universidad con los grupos políticos..." (Vessuri, 2002: 311-312). Con aquel intento se extinguió una propuesta de investigación necesaria para el auto conocimiento de algunos procesos sociales e identitarios contemporáneos de la realidad tucumana.

Es casi imposible adentrarnos en análisis sobre la génesis y el posterior desarrollo de los saberes antropológicos producidos en Tucumán sin apelar a la relación de éstos con la academia central porteño-platense. Es más, existen puntos de coincidencias y diferencias en las propuestas de las licenciaturas en Antropología diseñadas tanto para la UNT como para la UBA. La primera creada en torno al peronismo, modelada por Imbelloni, y continuista de una tradición arqueológica. La segunda dispuesta en un contexto de anti peronismo "supuestamente" modernizador, pero igualmente seguidora de tradiciones académicas y sin posibilidad, al menos por un tiempo, de desprenderse de la orbita imbelloniana. A pesar de ello, esta última logró por medio de jóvenes egresados (Guber, 2005) un lento proceso de apertura hacia otros caminos en el devenir del desarrollo disciplinar. En cambio en Tucumán el choque de tradiciones y linajesdejó una profunda dispersión y notables ausencias, que sumada al contexto histórico, condicionaron al panorama de los saberes antropológicos en la actualidad. Ambas categorías, tradición y linaje, fueron utilizadas aquí en un sentido ordenador, no mecánico y mucho menos en contraposición a otras como la de modernidad.

San Miguel de Tucumán, 03 de mayo 2015

Agradecimientos

Una versión inicial de este trabajo fue presentada en la Mesa Panel: ¿Antropologías Argentinas: Reproducción o refundación?, coordinada por: Rosana Guber y Germán Soprano, en marco del IX Congreso Argentino de Antropología Social: "Fronteras de la Antropología", realizado en Posadas (Misiones) durante Agosto de 2008. Agradezco los aportes de los coordinadores y del comentarista, el Dr. Andrés Laguens. A Guber su paciencia e insistencia. Queda bajo de mi absoluta responsabilidad las ideas expresadas en este texto.

Notas

1 Las exploraciones de estos profesores fueron realizadas entre 1876 y 1877 por el valle de Santa María (Catamarca) y el Calchaquí (Tucumán). En 1950 por iniciativa del Doctor Ernesto Padilla, la UNT publicó el facsímil con los resultados de dicha expediciones. Sobre la figura de Inocencio Liberani sabemos que nació en Ancona, Italia, el 28 de Agosto de 1847. Llegó a Buenos Aires proveniente de ese país en 1874. Fue nombrado por el presidente Nicolás Avellaneda Profesor de Zoología y Botánica del Departamento Agronómico (hoy Escuela de Agricultura y Sacarotecnia) y Profesor de Historia Natural del Colegio Nacional (1872/1905). Además fue Profesor de Historia Natural, Fisiología, Higiene, Física y Química de la Escuela Normal, a propuesta del Director Paul Groussac (1878).Trabajó como presidente de la Comisión Nacional de Higiene en la Provincia. Incursionó en política, siendo Concejal Municipal en cinco períodos (1882,1890, 1894,1895 y 1880). Asistió a la provincia en cuestiones pedagógicas. Falleció en esta provincia el 15 de Diciembre de 1921. Rafael Hernández sabemos que fue el dibujante de la expedición. Sin datos biográficos.

2 Schreiter no se dedicó exclusivamente a la arqueología, pues su pasión era la entomología. Algunas de sus producciones sobre la temática trataron estudios de sepulturas, restos cerámicos y menhires.

3 Este grupo fue integrado por el escritor e historiador Juan B. Terán (1880-1938), el naturalista Miguel Lillo (1862-1931), el abogado José Ignacio Aráoz (1875-1941), el poeta Ricardo Jaimes Freire (1868-1933), entre otros.

4 Esta fue primera denominación institucional. En la década de 1940 pasará a llamarse Instituto de Antropología, hasta su desaparición en 1979-80. Luego en 1985 volverá a (re) fundarse con el actual nombre de Instituto de Arqueología, y en la actualidad se lo conoce como Instituto de Arqueología y Museo (IAM).

5 Carta n° 275 extraída de: Amenta, Sara Graciela (2008).

6 Durante este tiempo ambas carreras estaban unificadas.

7 La corriente Histórico- Cultural se originó en Austria y Alemania en la primera década del siglo XX. Fue la primera reacción contra el evolucionismo decimonónico, y sostuvo que los bienes culturales se difundían desde centros geográficos originales a través de estadios secuenciales, paralelos y comunes a toda la humanidad. Entre los representantes más importantes de la Escuela Histórico-Cultural encontramos a los etnólogos alemanes Fritz Graebner (1877-1934) y Leo Frobenius (1873-1938), y a dos austríacos, el sacerdote jesuita y etnólogo Wilhelm Schmidt (1868-1954) y el prehistoriador Oswald Menghin (1888-1973).

8 Caja José Imbelloni- Carpeta 1947: Nota Paulotti a Imbelloni -Archivo Museo Etnográfico de la UBA.

9 Caja José Imbelloni- Carpeta 1947: Nota Paulotti a Imbelloni -Archivo Museo Etnográfico de la UBA.

10 Caja José Imbelloni- Carpeta 1947: Nota Imbelloni a Paulotti -Archivo Museo Etnográfico de la UBA.

11 En el mito de los orígenes del peronismo tucumano figuran imágenes sobre aquel día, ya que se reunieron en la ciudad de Monteros los sindicatos desde donde resolvieron realizar una huelga por tiempo indeterminado, además de la formación de una comisión para tomar contacto con los gremios de Buenos Aires.

12 Situación que comenzará a cambiar luego en el año 1949. Este año está marcado por hechos de trascendencia debido a la grave crisis azucarera que estuvo signada por huelgas de obreros de la actividad (Rubinstein, 2006).

13 Los autores refuerzan este párrafo con referencias directas sobre el Plan Quinquenal Analítico de la Universidad Nacional de Tucumán propuesto para 1947, y por una extensa lista de los profesores extranjeros que ingresaron a la universidad de esta provincia.

14 Un local destinado a la Dirección, Secretaría, Biblioteca, Sección Antropológica, Sección Etnográfica y Museo Etnográfico y Folklórico (ubicado calle Buenos Aires 260) y otro local con la Sección Arqueología y Prehistoria, Sección Americanística y el Museo Arqueológico y Prehistórico (calle Laprida 366).

15 Además Vivante en la UNT (Facultad de Ciencias Culturales y Arte) fue: Profesor adjunto de etnografía general (1947); Profesor adjunto de etnografía general con cargo de cátedra (1948-1949); Encargado del curso de etnografía nacional y etnogénesis (1949); Director interino del Instituto de Antropología y Miembro del Consejo Directivo (1948-1950).

16 Plan de Estudio de la carrera de Licenciatura en Ciencias Antropológicas, en: Revista del Instituto de Antropología, Vol. 3, n° 3, 1947.

17 Artículo n° 2 del Reglamento de Estudios para la Licenciatura en Ciencias Antropológicas, en: Revista del Instituto de Antropología, Vol. 3, n° 3, 1947.

18 La autora señala dos linajes dentro de la UBA, el de Imbelloni y el de Aparicio-Ardissone.

19 Caja José Imbelloni- Carpeta 1947: Programa de Etnografía General enviado por Paulloti a Imbelloni-Archivo Museo Etnográfico de la UBA.

20 Imbelloni intentó conformar a principios del siglo XX una nueva ciencia denominada la Americanística. Proyectó una propuesta fundada en prescripciones metodológicas para analizar temáticas propias del continente americano, como el origen del hombre en este continente, con la posibilidad de aglutinar a todas las ramas de la ciencia antropológica de manera sistemática.

21 Por su afinidad al peronismo Torres se fue de la UNT. Y en un acto político reivindicativo junto a los profesores Oscar Sarrulle y Manuel Marchetti crearon el 17 de octubre de 1957 el Instituto Privado San Miguel. Desde allí diseñaron la carrera de nivel terciario del Profesorado en Historia.

22 El rol de Soria dentro del quehacer antropológico y arqueológico tucumano ha sido altamente cuestionado, sobre todo por haber realizado excavaciones sin poseer el "título" de arqueólogo.

23 A partir del golpe militar de 1966 Tucumán cambiará su condición productiva, ya que el General Onganía realizó el cierre de once ingenios en el llamado Operativo Tucumán.

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