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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.8 no.2 Córdoba Dec. 2015

 

ARQUEOLOGÍA

La información etnográfica y etnológica como marco interpretativo para contextos zooarqueológicos en la Llanura Aluvial del Paraná (Santa Fe, Argentina)

The ethnographic and ethnologic information as interpretative framework for zooarchaeological contexts in the Alluvial Plain of Parana River (Santa Fe, Argentina)

Julieta Sartori*

*Laboratorio de Sedimentología y Geomorfología Fluvial, Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas, Universidad Nacional del Litoral. Fundación Arqueológica del Litoral. Santa Fe, Argentina. E-mail: julisartori@gmail.com

Recibido 15-08-2014. Recibido con correcciones 25-11-2014. Aceptado 07-05-2015

Resumen
En este trabajo se presenta información histórica proveniente de diferentes documentos escritos, los cuales fueron producidos por viajeros que estuvieron en el nuevo continente durante los S XVI y XVII. Los mismos otorgan datos acerca de la subsistencia de cazadores-recolectores-pescadores que habitaban la llanura aluvial del Paraná (centro-este de la actual provincia de Santa Fe), así como también sectores aledaños (como en el Gran Chaco y Buenos Aires, Argentina).
Por otra parte también se hace referencia a investigaciones etnográficas sobre grupos de momentos históricos y actuales. En todos los casos el hincapié está puesto en aquellos grupos cuyo tipo de subsistencia podría ser comparable con la de quienes habitaron el área de interés en el pasado pre-europeo. Teniendo en cuenta los distintos tipos de registros a considerar aquí, el objetivo de este trabajo es analizar si la información que refiere a la explotación de los recursos faunísticos es útil para proporcionar marcos de referencia más amplios para las interpretaciones arqueológicas de un sector de la llanura aluvial del Paraná.

Palabras clave: Etnografía-etnología; Fuentes escritas; Cazadores-recolectores; Llanura aluvial del Paraná.

Abstract
In this paper we develop historic information provide for different writings, which were produce by explorers that stay in the new continent during XVI and XVIII centuries. These documents give data about subsistence of hunter-gatherers that inhabit the Alluvial Plain of the Paraná River (east-center of Santa Fe) and adjacent sectors (i.e. Gran Chaco y Buenos Aires, Argentina).
In addition, we also make references about the ethnographical researches for current and historical groups. In all cases we emphasis those which subsistence could be comparable with the hunter-gatherers that lived in the area under studied. Considering the different types of works that we refer, we aim to analyze if the information about the exploitation of fauna resources is useful to provide a frame of reference to archaeological interpretations in the alluvial plain of the Paraná River.

Keywords: Ethnography; Ethnology; Writings; Hunter-gatherer; Alluvial plain of Paraná River.

Introducción

El uso de fuentes escritas ha sido considerado como de gran utilidad para arrojar luz acerca de distintas prácticas de subsistencia en el pasado y para generar marcos interpretativos más ajustados en arqueología. En tal sentido, si los datos provenientes de distintos documentos se utilizan con los recaudos necesarios, su aplicación en contextos arqueológicos resulta un valioso aporte que enriquece las interpretaciones.

En este trabajo se sintetiza información de fuentes históricas y también de investigaciones etnográficas que refieren a la llanura aluvial del Paraná (Santa Fe, Argentina), para luego evaluar su potencial uso en la interpretación del registro arqueofaunístico de sitios arqueológicos que se localizan en un sector de la zona mencionada. Los contextos arqueológicos, sobre los que se contrastarán los datos relevados de estas fuentes, provienen de los conjuntos faunísticos de los sitios Familia Primón, Río Salado Coronda, Las Tejas, Pajas Blancas, Las Conchas e Isleta del Árbol Viejo, ubicados tanto en el sector insular como en la margen derecha del río Coronda (el cual es un brazo subsidiario del Paraná) (Figura 1).

Figura 1: Localización de los sitios tratados en este artículo.

Figure 1: Location of the sites named in this paper.

Dentro del gran cúmulo de información que aportan las fuentes consideradas, el foco estará puesto en los aspectos vinculados con los rangos de acción y la subsistencia; más específicamente en lo que refiere al tipo de especies faunísticas explotadas y su forma de obtención, preparación y consumo. Estos datos servirán para ampliar los conocimientos respecto de algunas conductas humanas sobre las cuales el registro escrito permite profundizar. De este modo se busca establecer las potenciales implicancias arqueológicas de algunas prácticas que se referencian en las diferentes observaciones, y que pueden tener un correlato material en los registros arqueofaunísticos de la llanura aluvial del Paraná. Se considera que los estudios etnohistóricos y etnográficos pueden servir como marcos actualísticos generadores de interpretaciones, por lo tanto no se trata de hacer analogías directas sobre el registro arqueológico. En este sentido, las analogías directas implicarían desconocer el contexto de producción de la información a utilizar así como generar expectativas arqueológicas a partir del registro escrito. En cambio, el enfoque propuesto se centra en que, a partir del registro recuperado se puedan utilizar también las fuentes para llegar a realizar más y mejores interpretaciones. Es decir, que se apunta a la búsqueda de regularidades conductuales (sensu Ember y Ember 1995) para generar marcos explicativos que sirvan en la interpretación de contextos arqueológicos.

Acerca del uso de la analogía en arqueología

El uso de la analogía para comprender e interpretar el pasado siempre ha estado presente en la arqueología, más allá de que se explicite su aplicación o no. La analogía sirve para "revisualizar" un fenómeno determinado, afirmando que es como otro fenómeno, que se reconoce como diferente (Gifford-Gonzalez 1991). Así, si los arqueólogos quieren trascender el plano de la mera descripción, deben recurrir a métodos analógicos sobre experiencias socioculturales reconocidas (Navarrete 2006). Sin embargo, el recaudo debe estar puesto en el uso de analogías directas entre las evidencias arqueológicas y los datos que provienen de observaciones etnográficas o etnoarqueológicas, ya que si bien la información sociocultural obtenida es de gran utilidad, las observaciones y/o los relatos poseen una intencionalidad específica por parte de quien los realiza. La interpretación del registro arqueológico basado en conductas etnográficas puede producir problemas sustanciales, ya que el paso de una escala temporal etnográfica a una arqueológica implica una transformación cualitativa en la naturaleza de los procesos estudiados (Barberena 2008). "El pasado" no es un bloque homogéneo y estanco; y por ende, su relación con el presente no es directa. En este sentido es interesante la propuesta de algunos autores, que señalan que si bien la analogía es inevitable, la certeza es inalcanzable. "Por lo tanto sólo podemos evaluar sistemáticamente sus conclusiones interpretativas y ofrecerlas como mejores soluciones para una interpretación determinada" (Wylie 1985:65). Además Wylie (1985) sostiene que los arqueólogos utilizan la analogía para evaluar la plausibilidad de las extrapolaciones de los significados y funcionalidad que se les otorga a los objetos. En muchos casos este proceso se realiza y no se explicita el uso de la analogía, por lo que el autor denomina a esta omisión como "analogía tácita".

La analogía como forma de razonamiento es inductiva, pero no equivale a una inducción total, debido a que el razonamiento analógico sólo puede usarse en ciertas circunstancias, ya que junto con la semejanza también deben ser estudiadas las diferencias. Además el razonamiento por analogía va de lo particular a lo particular (o de lo general a lo general) y no posee como lógica formal una fuerza probatoria concluyente, sino más bien probable (Navarrete 2006). En síntesis se considera que:

"La fortaleza de la analogía generada a partir de la Etnoarqueología no reside en el grado de semejanza entre la fuente (en este caso, la sociedad presente) y el sujeto (la sociedad pasada percibida a través del registro arqueológico) sino en la estructura lógica de la argumentación y en la similitud entre los términos de la relación" (Politis 2002: 63).

Fuentes relevadas

Para llevar a cabo la propuesta se considera necesario sistematizar la información proveniente tanto de los documentos como de los trabajos etnográficos que se analizan en el presente trabajo. Considerando esto, la decisión de diferenciar en tres intervalos se relaciona con el contexto de producción de los mismos, ya que esto influye en el tipo de información-nivel de detalle que brindan las fuentes de cada momento, variando también en el tipo al que pertenecen (carta, crónica, investigaciones, etc.). Esto permite comprender que las fuentes escritas no son un bloque uniforme, sino por el contrario están compuestas por relatos heterogéneos con distintos objetivos y grado de precisión/detalle.

El intervalo inicial corresponde al arribo de los primeros militares al Río de La Plata, teniéndose en cuenta para ello los registros que refieren a los S XVI y XVII. Es decir que el primer intervalo abarca desde el arribo de los europeos hasta las exploraciones y las primeras fundaciones realizadas en la Cuenca del Paraná (Sancti Spíritu en 1527, Corpus Christi en 1536, Buena Esperanza 1536, Santa Fe en 1573). Los documentos a los cuales se hace referencia para este momento son La carta deLuís Ramírez (2007[1528]), quien participó de la expedición dirigida por Sebastián Gaboto, la Memoria de Navegación de Diego García de Moguer (1908 [1526]), los escritos de Santa Cruz [1526], Alvar Nuñez Cabeza de Vaca [1540/45], Ulrico Schmidl [1534] y posteriormente, Ruy Díaz de Guzmán [1610]. Algunos de estos documentos son cartas, y al tener destinatarios específicos (la Corona, familiares), dan información más generalizada de los aspectos que aquí interesan, como la subsistencia y el uso del espacio.

El segundo intervalo corresponde al S XVIII, abarcando el momento de auge de las misiones jesuitas que fueron fundadas en la provincia de Santa Fe. La información se basa en la obra realizada por el jesuita F. Paucke [1749/67], ya que, por un lado, el autor estuvo en la zona de interés de este trabajo; y por otro la crónica de este jesuita constituye una de las fuentes que aporta mayor nivel de detalle respecto del modo de vida de los Mocovíes que habitaban las reducciones de Santa Fe. Si bien en su obra describe la subsistencia de estos grupos, y por tal motivo fue considerado como uno de los primeros etnógrafos, no debe perderse de vista que su objetivo último no es el  de un etnógrafo, sino el  de un religioso. Sin embargo, la información que brinda por la cantidad de tópicos que atraviesa y su minuciosidad es de gran utilidad. Además, los aspectos de subsistencia no son utilizados como parte de un relato mayor, sino que se encuentran organizados, poseyendo cada uno un lugar específico para su desarrollo en el texto. Esto hace que la referencia a los mismos, a diferencia de lo que ocurría con la mayoría de los relatos de la época, no sea de carácter secundario sino, primario dentro del relato.

El tercer intervalo lo constituye la información más actual (S XX y XXI) realizada mediante trabajos con fines etnográficos, los cuales aportan una sustancial información acerca de la subsistencia de grupos cazadores-recolectores-pescadores chaqueños (que habitan el norte de Argentina). Tal selección responde a varios factores: en primer lugar, al ser más recientes, estos trabajos cuentan con una detallada descripción de los rangos de acción y estrategias de subsistencia de los grupos cazadores-recolectores-pescadores. En segundo lugar, existen similitudes ecológicas entre los componentes florísticos y faunísticos del Gran Chaco con la zona de la llanura aluvial del Paraná en la que se localizan los sitios arqueológicos a los que se hace referencia aquí. En tercer lugar, los grupos chaqueños habrían realizado una expansión tal, que al momento de la conquista, algunos llegaban hasta el sur de la actual provincia de Santa Fe. Por último, son los Tobas, Mocovíes, Wichí y Pilagá quienes sobrevivieron hasta la actualidad al proceso de etnocidio-genocidio sufrido a lo largo de 500 años y por tal motivo los trabajos etnográficos más actuales son para estos grupos.

Las primeras crónicas para la cuenca del Paraná

Las exploraciones más tempranas que contienen datos de interés etnográfico para la cuenca del Paraná -y sectores aledaños-, fueron realizadas desde el S XVI hasta finales del S XVII. La mayor cantidad de datos para la llanura aluvial del Paraná proviene precisamente de estos primeros momentos de contacto, lo cual está vinculado con los procesos específicos que se fueron produciendo en los diferentes períodos de la conquista. Así, para los primeros años de colonización, la zona de la cuenca inferior del río Paraná fue un punto atrayente y práctico para realizar la exploración del territorio que se hallaba desconocido. Esto produjo como consecuencia -por ejemplo-, que el primer asentamiento español en Argentina se realice en la actual localidad de Puerto Gaboto, unos 50 km hacia el sur de la zona de estudio. El móvil de estos viajes era la búsqueda de un paso interoceánico y por eso los primeros europeos en arribar a la zona fueron militares (Mandrini 1983).

Sebastián Gaboto en 1527 cambia los mandatos de la Corona y en lugar de dirigirse a la Especiería en el Pacífico, decide quedarse en el Río de la Plata. El objetivo era seguir la ruta que había llevado a los sobrevivientes de una expedición anterior (la de Ruy Díaz de Solís en 1515-1516) al encuentro de grandes cantidades de metales preciosos (oro y plata). Luis Ramírez iba en la expedición a cargo de Gaboto (1527) y escribió una carta a su padre en 1528 en la cual relata las "aventuras" sufridas en los 27 meses que duró el viaje desde las islas Canarias, hasta la llegada a Sancti Spíritu (actual Puerto Gaboto). La carta de Luis Ramírez es pionera dentro de las crónicas del Río de la Plata y del Brasil. En ella se hace mención a la flora, fauna y nomenclatura de algunos grupos indígenas situados en la cuenca inferior del Paraná. Este documento brinda datos etnográficos acerca de la población de la zona, fundamentalmente de los Guaraníes. Ramírez también señala los nombres de los grupos que habitaban el sector de estudio de este trabajo (Carcarais, Chanaes, Beguas, Chanaes tinbus y Tinbus), de los cuales explica que no compartirían la lengua pero si algunos caracteres, como el poseer las orejas, labio inferior y nariz perforadas. Además, los Carcaraes y Tambúes realizarían el cultivo de calabaza, habas, abatí (maíz), mientras que "todas las otras naçiones no siembran y su mantenimiento es carne y pescado" (Ramírez 1528, en Maura 2007:32).

Alonso de Santa Cruz también estuvo en los primeros momentos de contacto europeo-indígena, participando de la expedición dirigida por Gaboto en 1527. Este español, cosmógrafo, cumplió con un fin puntual; así fue que escribió su Islario General dando detalles fundamentalmente, de la geografía y las rutas navegables. Si bien habla del sector específico de interés, lo hace de manera muy general, mencionando datos acerca de las costumbres de los habitantes en la desembocadura del Río de La Plata, fundamentalmente del lado de Uruguay. Al respecto, resulta interesante su mención acerca del consumo diferido de peces, lo cual permitía conservarlos para momentos de escasez. También indica que en la zona de islas del Paraná, al norte de la actual ciudad de Santa Fe, se realizaría la siembra de maíz. Esta referencia al cultivo es un aspecto recurrente en los relatos de la época.

"[...] dentro del rio de la Plata ay gran numero de yslas grandes y pequeñas todas las mas despobladas por ser basas y cada ano cúbrelas el rio en las avenidas que trae aunque los veranos algunas destas se habitan por causa de las sementeras que en ellas tienen los yndios y muchas pesquerías de muy grandes y buenos pescados [...]" (Santa Cruz 1918:550).

Diego García de Moguer (1908 [1526]) fue otro de los primeros en explorar el río Paraná y en sus Memorias deja plasmado aspectos de la geografía y menciones generales acerca de los indígenas con los que se va encontrando. Para la zona de la cuenca inferior del Paraná, menciona la presencia de diversos grupos étnicos y aquellos alimentos que constituyen la base de su dieta; como por ejemplo, los Charrúas "comen pescado y cosa de caza y no tienen otro mantenimiento ninguno"; mientras que los Guaraníes "matan mucho pescado y siembran abatís y calabazas"; los Timbúes comen "abatíes carne y pescado" y los Mepenes "comen carne y pescado y algún arroz y otras cosas" (García de Moguer [1526] 1908:404).

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca fue un explorador español que tuvo una extensa estadía entre diferentes grupos en el norte del continente americano y en la zona del Caribe. Hacia 1540 se embarcó en una expedición que lo llevó al sur de América, cruzando los actuales territorios de Brasil y Argentina. En su obra autobiográfica Naufragios cuenta los incidentes que sucedieron en sus viajes, detallando las relaciones que entabló con los distintos grupos nativos (Nuñez Cabeza de Vaca 1922 [1540/1545]). De los datos que aquí interesan, cabe mencionar la referencia del autor a la abundancia de coipo (Myocastor coypus) en la cuenca del Paraná y al tipo de captura que realizan del carpincho:

"[...] había una montería de unos puercos que andan continuo en el agua, mayores que los de España; llámanlos de agua; de noche se mantienen en la tierra y de día andan siempre en el agua, y en viendo la gente dan una zambullada por el río, y métense en lo hondo, y están mucho debajo del agua, y cuando salen encima, están un tiro de ballesta de donde se zambulleron; y no pueden andar a caza y montería de los puercos menos que media docena de canoas con indios, y en los arcos puestas sus flechas, para que en saliendo que salen encima del agua, le dan tres o cuatro flechazos con tanta presteza, antes que se torne a meter debajo, y de esta manera los siguen, hasta que ellos salen de bajo del agua, muertos con las heridas; tienen mucha carne de comer, la cual tienen por buena los cristianos [...] " (Nuñez Cabeza de Vaca 1922 [1540/45]: 264).

A medida que viaja hacia el sur el autor describe las costumbres de los diferentes grupos con los cuales tiene contacto. Así menciona que en la zona de islas cuando las aguas bajan, los grupos se trasladan hacia la costa para aprovechar la pesca, mientras que cuando el río crece se movilizan mediante canoas entre las islas que quedan sin cubrir, en las cuales encuentran gran cantidad de animales para cazar, que se concentran en estos pocos espacios disponibles. También describe la manera de confeccionar las redes para la pesca, la estacionalidad en la oferta íctica y el aprovechamiento del cráneo de algunos peces, ya que de él se obtendrían derivados como manteca y grasa (Nuñez Cabeza de Vaca 1922[1540/1545]:277).

En 1535 llega al Río de la Plata Ulrico Schmidl, soldado alemán que arribó junto con la expedición de Pedro de Mendoza, la cual resultará en la fundación de la ciudad de Buenos Aires y de los puertos de Corpus Christi y Buena Esperanza, ambos próximos a la actual ciudad de Coronda (provincia de Santa Fe) (Alemán 2010). Su obra Viaje al Río de la Plata contiene las experiencias de 20 años por el Nuevo Mundo, narrando las dificultades sufridas para lograr la fundación de Buenos Aires. Resulta interesante que es el primero en mencionar la presencia de los karendos (Corondas), y las posibles filiaciones que existen entre las etnias de la Llanura aluvial del Paraná. De los Coronda menciona la utilización de cueros de nutria y de canoas, además añade que basaban su subsistencia en la caza y la pesca. Destaca su gran parecido con los Timbú, con los cuales estarían emparentados. Para las proximidades de la ciudad de Santa Fe, habla de grupos lagunares a los que denomina como gulguelssein (Quiloazas) y Abipones. La filiación que le da a estos tres grupos en base a características físicas, es la de Timbú, distinta de la Guaraní que también se encuentra en la zona (Schmidl 2003 [1567]). Fundamentalmente refiere a que Timbú son todos aquellos que poseen perforaciones en sus narices, compartiendo una lengua común con los Corondas y los Quiloazas. El autor hace una distinción entre los Chaná-timbú que habitaban desde Buenos Aires hasta las proximidades de Santa Fe, con los Chaná-mbeguá que se ubicaban en la banda oriental del Uruguay. También menciona como base de la subsistencia el consumo de peces y carne para los Timbú y el uso de canoas, las cuales eran confeccionadas con el tronco de un solo árbol (Schmidl 2003 [1567]).

Ruy Díaz de Guzmán [1610] fue uno de los primeros cronistas nacidos en el Nuevo Continente. En su obra Los anales del descubrimiento población y conquistas del Río de la Plata (que luego se denominó La Argentina), brinda una descripción de todos los grupos que habitan en el territorio argentino de los cuales menciona, aunque de manera sucinta, su distribución, aspecto físico y subsistencia. Para la provincia de Buenos Aires destaca la presencia de guaraníes que usan canoas y también de otros grupos que:

"[...] llaman Timbús, y Caracarás, 40 leguas de Buenos Aires en buena esperanza, que son más afables, y de mejor trato y costumbres, que los de abajo: son labradores, y tienen sus pueblos fundados sobre la costa del río. [...] [en Santa Fe] hay en aquella comarca muchos naturales de diferentes lenguas y naciones, de una y otra parte del río, que unos son labradores, y otros no" (Díaz de Guzmán 1885 [1610]:322).

Según estos relatos citados, la zona habría estado habitada por grupos étnicos conocidos como Coronda, Abipones, Carcaraes, Chaná y Timbú, los cuales en algunos casos se hallaban fraccionados constituyendo parcialidades de grupos más amplios. Por otro lado, también se habla de la presencia de grupos que provenían de regiones aledañas, o incluso alejadas, como los Guaraníes, con los cuales se producían conflictos.

Los datos reportados en estos documentos son útiles para realizar una aproximación a la subsistencia de las poblaciones de la cuenca del Paraná, ya que los relatos coinciden en la práctica de la pesca, la caza de diferentes presas (ciervos, venados, coipo, carpincho) y el cultivo de distintas especies por parte de algunos grupos. En pocos casos se da información precisa acerca de las estrategias empleadas para el procesamiento y obtención de los recursos, aspecto que difiere de los estudios etnográficos que se describen a continuación.

Los Jesuitas en Santa Fe y el Gran Chaco

Casi un siglo más tarde de los primeros arribos al territorio sudamericano se produjo la llegada de jesuitas de distintas órdenes al Río de la Plata. Fue a comienzos del S XVII cuando quedó conformada la Provincia Jesuítica del Paraguay, contando con una estructura eclesiástica pero también con apoyo político y militar. El objetivo era realizar la conquista "espiritual" de este amplio territorio (todo Paraguay, norte de Argentina, sur de Brasil y Bolivia) poblado por diversos grupos que eran concebidos como "salvajes" (Rosso y Cargnel 2012).

Una de las regiones que se priorizó para evangelizar, debido a la abundante presencia de grupos étnicos "hostiles" que debían ser pacificados, fue la del Gran Chaco. Por la gran cantidad de misiones fundadas fue una región sobre la cual se produjo una extensa información escrita. Esto se debe a que los miembros de la Compañía de Jesús eran encomendados a realizar relatos minuciosos y descriptivos de la misión evangelizadora y por ello numerosas obras resultan testimonio de su presencia. Con el paso del tiempo la solicitud de escribir cartas con información a Roma se convirtió en obligatoria, y se estableció la frecuencia y los aspectos sobre los que debía informarse, para mantener la unión de la orden religiosa que crecía rápidamente en el Nuevo Continente (Rosso y Cargnel 2012).

La incorporación de indígenas al sistema de reducciones bajo la administración de los jesuitas generó un nuevo tipo de asentamientos en el actual territorio santafesino, con características propias y diferentes a la de los modelos urbanos hispanoamericanos, como la de las misiones guaraníes en el norte del país y el Paraguay (Calvo 1993). La Compañía de Jesús fundó reducciones en distintas zonas del país y para la actual provincia de Santa Fe, de las tres misiones (San Francisco Javier, San Jerónimo del Rey y San Pedro); sólo la primera fue de mayor relevancia, por sus dimensiones y permanencia (estuvo 24 años en el territorio santafesino). Esta se funda en primera instancia unos 70 km al norte del emplazamiento de la ciudad de Santa Fe. Sin embargo, tal distancia parece haber sido "insuficiente", ya que uno de los objetivos de las misiones era mantener lo más aislados posibles a los indígenas de los españoles. El relato de Paucke es un reflejo de este pensamiento "[...] la cercanía de la reducción al lado de la ciudad habría sido la perdición de estos indios si con el tiempo la localidad no habría sido abandonada y alejada más hacia la naturaleza silvestre [...]"(Paucke 2010[1749/67]:168).Luego de algunos años la reducción se habría trasladado 7 leguas más hacia el norte y finalmente en 1749, hacia su asentamiento definitivo, a orillas del río Dulce, hoy río San Javier (sobre la cuenca del Paraná).

La obra de F. Paucke Desde allá y para acá relata su vida entre las reducciones Mocovíes del norte de Santa Fe (fundamentalmente en lo que refiere a la reducción San Francisco Javier) y fue redactada una vez que el autor había retornado a Europa. Paucke estructura la obra dedicando secciones a describir las distintas prácticas de subsistencia. También habla de los desplazamientos y movilidad/ uso del espacio de los Mocovíes, señalando que:

"Tampoco tienen un asiento fijo donde permanecen sino que viajan entre la tierra silvestre por cien, doscientas y más leguas, de pronto en la orilla de los ríos, de pronto en el campo. Donde notan haber mucha caza montesa en el contorno, permanecen también hasta catorce días; se construyen chozas de ramas de árboles, cazan todos los días hasta advertir que la caza montesa ya ha sido bastante consumida; entonces abandonan sus chozas y prosiguen viajando hasta donde encuentran otra vez bastante caza montesa" (Paucke 2010[1749/67]:291).

En cuanto a las prácticas llevadas a cabo en la reducción, el autor narra tanto aquellas "costumbres" que eran propias de los grupos nativos como aquellas que fueron incorporadas por el contacto con los religiosos en el contexto de las reducciones. En este sentido menciona el consumo de vegetales silvestres, pero también el cultivo de especies europeas, especificando para ambos casos su preparación-procesamiento. Por otra parte, brinda detalles acerca de la pesca, de lo cual se desprende que se realizaba el consumo de nueve especies, obtenidas en diferentes momentos del año y en diferentes ambientes. Menciona también las distintas técnicas de secado (que podía ser a la sombra o al sol) realizada para algunas especies (e.g Salminus brasiliensis, Piaractus mesopotamicus, Odontesthes Bonariensis) además del uso de sus derivados como aceite y grasa. Del dorado (Salminus brasiliensis) hace énfasis de lo preciado que es el consumo de su cráneo, por la gran cantidad de grasa que puede obtenerse de él. Cuando se refiere al bagre (tanto amarillo - Pimelodus maculatus-  como el blanco -Pimelodus albicans-) es la única vez que menciona el hervido para el caso de los peces.

"Hay en este río otros peces completamente lisos, que en largor son de una media vara, que los españoles llaman vagres. Si bien ambos se semejan en apariencia, no tienen una carne de igual color; pues los primeros, después de hervidos, tienen carne completamente blanca, los otros completamente amarilla. Hay que asirlos con cuidado, pues en el lomo tienen una púa que no se ve, con ésta hieren y la herida es difícil de sanar"(Paucke 2010[1749/67]:265).

En cuanto a otras especies que integraban la dieta de los Mocovíes, se encuentra el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), del cual especifica el consumo exclusivo de la carne de la hembra, ya que la del macho no sería apetecible por su aroma y su sabor. También señala la confección de armas para la caza mediante las astas de cérvido, explicitando la forma de ahuecamiento y enmangue. Para el caso del ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) menciona su abundancia en las cercanías de la ciudad de Santa Fe:

"La cantidad de éstos (ciervos) es muy grande y se los encuentra en todas partes junto a las lagunas de carrizo [totora] y cañas, como lo he experimentado en un viaje a la ciudad de Santa Fe. Cuando a la vuelta busqué otro camino para llegar a mi reducción, estuve obligado a cruzar por puras lagunas semejantes. Ahí hallamos en el camino bastantes tigres, ciervos y leopardos. En este viaje tuve la buena suerte de matar con el fusil en un día ocho ciervos, un tigre y un zorro grande"(Paucke 2010[1749/67]:692).

En cuanto a los roedores, hay diferencias entre el aprovechamiento del coipo (Myocastor coypus) y el carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris). Del coipo, si bien destaca su abundancia y su fácil captura (fundamentalmente durante las épocas de sequía), Paucke no explicita el consumo de su carne, sino solo el uso de los cueros. En cambio del carpincho señala que era una de las presas que se consumía una vez que la carne era hervida durante un período prolongado:

"Ellos tomaban un carpincho y lo cortaban en pequeños trozos con cuero y pelo, echaban estos pedazos en la olla con poca agua, hervían todo poco a poco, como arriba, tomaban la sopa y finalmente sacaban de los trozos el cuero recién cuando ya comían en realidad" (Paucke 2010[1749/67]:296).

Otro aspecto importante de la subsistencia es el uso de la cerámica, el cual también queda explicitado en la crónica de Paucke. Basados en el relato del autor, las vasijas serían confeccionadas por las mujeres y utilizadas para la cocción de carne y para la contención de líquido. Los contenedores cerámicos permitirían hervir la carne la cual otorgaba un óptimo aprovechamiento de la grasa desprendida de las presas. Otro aspecto que resulta interesante es que parte de la tecnología (como los morteros o las puntas de proyectil) que utilizaban estaban confeccionados con madera. Por último un aspecto a tener en cuenta, ya que refleja la subsistencia en términos amplios -en la situación de contacto-, es que pese a la presencia de especies animales europeas, la dieta de los Mocovíes de las reducciones se basaría en las especies autóctonas: "Generalmente comen asada la carne; pero si la cuecen, hierven la carne en el agua sin sal, la que no usan ni en la [carne] asada ni cocida. Ellos no comen ovejas, puercos [ni] gallinas: únicamente lo que es silvestre" (Paucke 2010[1749/67]:291).

La presencia jesuita en el Chaco durante el S XVIII fue parte de una estrategia para lograr la conquista del territorio y poner un freno definitivo a las "avanzadas" indígenas que causaban constantes problemas en los asentamientos hispano-criollos. Las vías posibles para este fin fueron concebidas de dos formas: la cruz o la espada. Esta última opción era elegida por la mayoría de los gobernadores y grupos militares que buscaban instalar fuertes para el control de los avances indígenas. La otra opción, defendida por la Compañía de Jesús, era la de generar un cordón de misiones en las que los indígenas chaqueños quedaran reducidos a meros "pueblos". Expresiones de esto pueden hallarse tanto en los escritos de Paucke como de Lozano (Rosso y Cargnel 2012).

Etnología y etnografía en grupos actuales para el Gran Chaco

Durante los últimos años se han realizado investigaciones en poblaciones que en el pasado y en la actualidad habitan territorios próximos a la zona de estudio. Estos trabajos analizan las pautas de subsistencia de grupos Tobas, Mocovíes, Wichí y Pilagá que habitan las provincias Argentinas de Chaco y Formosa (Figura 2). A continuación se sintetiza la información generada por los estudios etnológicos y etnoarqueológicos, cuyo pico de producción se registra para la década del '90 y momentos subsiguientes.

Figura 2: Distribuciòn de las etnìas tratadas en este trabajo.

Figure 2: Distribution of the ethnic grioups treated in this paper.

Los grupos del Gran Chaco han sido definidos por distintos autores como cazadores-recolectores, aunque dentro de esa categoría también se engloba la pesca y la recolección de miel, que en algunos casos constituye una mayor contribución a la dieta que el aporte cárneo (Braunstein y Miller 1999). Considerando que los grupos poseen una división de tareas sexo-etarias, la recolección suele estar a cargo de las mujeres, mientras que los hombres se ocupan de la caza, pesca y recolección de miel (Arenas 2003; Dasso 2010; Medrano y Rosso 2010, entre otros).

Los datos etnográficos sugieren que los grupos chaqueños realizan desplazamientos estacionales (cíclicos dentro de territorios fijos) a lo largo del año para obtener un óptimo aprovechamiento de los recursos (Braunstein y Miller 1999; López 2007). Hay que tener en cuenta que los espacios más amplios abarcados por los desplazamientos estacionales no implican una pertenencia, sino más bien un uso compartido entre grupos contiguos, mientras que por otro lado existen espacios más acotados que sí son percibidos como propios de un grupo determinado (Lucaioli 2010). Por otra parte durante el otoño y el invierno (meses de relativa escasez de agua y comida), el grupo se divide en pequeñas secciones emparentadas, pudiendo abarcar de diez a setenta personas (Nesis 2005). Al llegar la estación lluviosa las parcialidades se agrupan para aprovechar la disponibilidad de frutos del monte, cuya abundancia al reunir a la comunidad, propicia el desarrollo de actividades sociales, tales como, rituales, alianzas, intercambios, etc (Nesis 2005).

Cabe señalar que la elección de distintos ambientes (zonas abiertas, montes o sectores ribereños) por parte de las parcialidades implica diferencias en la subsistencia que son reconocidas por el mismo grupo. De esta forma, existe una distinción entre parcialidades ribereñas y aquellas que son de tierra adentro, las cuales se manifiestan en diferentes aspectos culturales (Mendoza 2003). Así, por ejemplo, los Tobas asentados en sectores ribereños tienen una movilidad residencial baja, trasladándose sólo algunos cazadores o grupos familiares, mientras que el campamento base se encuentra a dos o tres días de distancia. En cuanto a las parcialidades de tierra adentro, éstas tendrían una movilidad residencial más alta, ya que realizan desplazamientos más amplios durante el ciclo anual para lograr explotar mayor cantidad de parches. Los sectores de tierra firme no inundables son elegidos para la realización de ceremonias y en ellos permanece más tiempo toda la comunidad, mientras que los lugares cercanos a lagunas y riachos constituyen campamentos estacionales (Mendoza 2003).

Es decir, que el lugar de asentamiento produciría diferencias en la subsistencia que influye en una mayor-menor incidencia de peces en la dieta. Según diversos trabajos (Arenas 2003; López 2007; Mendoza 2003, entre otros) la pesca como actividad central se realiza durante el invierno, ya que las bajantes sirven para concentrar los recursos. Las técnicas registradas entre los Tobas, Mocovíes, Wichi y Chorotes son variadas y resultan en la obtención de diferentes especies y tamaños. Los ejemplares grandes de las especies de mayor porte, como sábalo, surubí, pacú, dorado, anguilas y bagres son capturados generando "estanques" o mediante inmersión. El uso de anzuelo y canastos también ha sido registrado para la captura de algunas especies, mientras que la pesca con arco y arpones se realiza en lagunas y aguas pantanosas (Arenas 2003; Scarpa 2007).

Una de las técnicas más utilizada entre los grupos chaqueños es la pesca con red, las cuales pueden ser al menos de tres tipos: la "red tijera"; la "red bolsa", que se utiliza para la inmersión y la "red fija de ojos pequeños" que también se emplea para la pesca en aguas poco profundas (como lagunas o pozos). Otro instrumento característico en esta actividad es el garrote, utilizado para matar a la presa fuera del agua (Arenas 2003; Scarpa 2007). Esta forma de dar muerte probablemente tenga correlato en el registro arqueológico, ya que puede incidir en una mayor fragmentación del cráneo. Una vez muertos los peces se les perforan los ojos con agujas de madera para poder ser transportados en palos, tal como realizaban los Mocovíes de momentos históricos (Paucke 2010[1749/67]).

Para procesar los peces, los autores señalan que los grupos poseen un set específico de instrumentos, entre los cuales puede mencionarse a los descamadores (cuchillos de madera) y los filos de valvas, que sirven para realizar la evisceración. En cuanto al consumo de los peces, han sido registradas diferentes técnicas de preparación que permiten el aprovechamiento integral de las presas (Arenas 2003; Scarpa 2007). En tal sentido, los huevos contenidos en el interior de sábalos, bogas, palometas, bagres y viejas son consumidos, al igual que las vísceras, aunque en algunos casos "[...] como el dorado, que come pescaditos, se le busca la panza, se la corta y se tira su contenido"(Arenas 2003:484). Esta práctica podría tener incidencia en la recuperación de vértebras de ejemplares muy pequeños en el registro arqueológico, como ha sido sugerido por algunos autores (ver Musali 2005). El cráneo de las especies de mayor porte es preciado por su alto contenido en grasa, la cual puede extraerse y ser conservada (ya que dura entre 2 y 3 meses), al igual que el pescado desecado para los momentos de escasez. Inclusive, en algunos casos los autores registran que la grasa se entierra en vasijas en el monte para su consumo diferido en el tiempo. También los huesos secos son molidos para confeccionar harina de pescado (Arenas 2003; Scarpa 2007).

En síntesis, la alimentación se basa fundamentalmente tanto en los productos obtenidos por la pesca -durante nueve meses al año-, como en productos vegetales obtenidos mediante la recolección. Entre estos últimos pueden citarse como los más utilizados a la vaina de algarroba (Prosopis alba y Prosopis nigra), el fruto del chañar (Geofroea decorticans), del mistol (Ziziphus mistol), de la bola verde (Capparis speciosa) y poroto del monte (Capparis retusa) (Arenas 2003; Torres y Santoni 1997; Torres et al. 2001). Es decir que la recolección también constituye una actividad central, que aporta a la base de la subsistencia. A diferencia de la pesca, es realizada por grupos de mujeres emparentadas con los niños, mediante incursiones diarias en áreas circundantes. En estas partidas que se realizan a lo largo de todo el año se produce la recolección de: leña, raíces, frutos silvestres, vainas, tubérculos, insectos, mamíferos pequeños, peces y fibras para la cestería. Esta última actividad es de suma importancia, ya que los distintos elementos confeccionados con fibras (como las bolsas de recolección, de caza, redes, etc.), constituyen una parte importante dentro del equipo de subsistencia.

Respecto de las técnicas de caza, las observaciones de los distintos autores refieren a que las mismas son variadas, incluyendo el arco y flecha, la quema de pastizales y el uso de trampas. Los arcos son construidos con maderas duras (Prosopis sp.), y las puntas de proyectil son fabricadas en madera y hueso (Braunstein y Miller 1999). Entre las especies consumidas se registra el coipo, carpincho, distintas especies de cérvidos y dasipódidos, carnívoros, aves y reptiles (Arenas 2003, Dasso 2010). Es interesante que entre los Wichí se registran 40 especies aprovechadas (sin contar el macrotaxón peces), de los cuales sólo el 50% son utilizados para el consumo de carne-grasa (Dasso 2010). Es decir que de la amplia cantidad de especies que se encuentran disponibles en el ambiente, unas 20 serían aprovechadas para consumo, lo cual refleja una preferencia a la hora de elegir las presas que integrarán la dieta. En tal sentido sería esperable que los contextos zooarqueológicos de sitios habitados por estos grupos reflejen este tipo de selectividad. 

El registro zooarqueológico en la llanura aluvial del Paraná (centro-este de Santa Fe)

En la llanura aluvial del Paraná, sobre el curso del río Coronda en la provincia de Santa Fe, se localizan sitios arqueológicos que se emplazan tanto en sectores de bordes altos como en zonas insulares. Estudios en detalle de los mismos se encuentran en diversos trabajos realizados (ver Sartori 2008; Sartori 2010; Sartori 2011; Sartori 2013, entre otros) y los fechados radiocarbónicos obtenidos sitúan a los depósitos para el período final del Holoceno tardío (Tabla 1).

Tabla 1: Fechados radiocarbónicos para los sitios RSC, FP, PB y LT.

Table 1: Radiocarbon dates for RSC, FP, PB and LT.

En términos generales los conjuntos arqueofaunísticos de los sitios Familia Primón (FP), Río Salado Coronda (RSC), Pajas Blancas (PB), Las Tejas (LT), Las Conchas (LC) e Isleta del Árbol Viejo (IAV) se encuentran compuestos por diferentes presas entre las cuales se destacan, por su recurrencia y abundancia los peces -Pterodoras granulosus, Hoplias malabricus, Hypostomus commersoni, Salminus brasiliensis, Pseudoplatystoma coruscans-, y ente los mamíferos: Myocastor coypus, Hydrochoerus hydrochaeris, Blastocerus dichotomus y Ozotoceros bezoarticus. Con menor abundancia se hallan aves, reptiles y dasipódidos (Tabla 2).

Tabla 2: NISP y NISP% de los conjuntos arqueofaunísticos de los sitios IAV, LC, LT, PB, RSC y FP.

Table 2: NISP and %NISP of the archaeofaunal samples from IAV, LC, LT, PB, RSC and FP.

En todos los conjuntos Myocastor coypus se encuentra representado en mayor porcentaje por huesos largos y elementos craneales, lo cual es coincidente con la que suele darse para los registros de la cuenca del Paraná, en donde predominan las hemimandíbulas y los elementos apendiculares (Acosta 2005, Loponte 2008, Santiago 2002). Las evidencias de aprovechamiento de esta especie se establecen por la presencia de huellas localizadas en todos los casos en elementos del esqueleto apendicular.

Hydrochoerus hydrochaeris a diferencia del coipo se encuentra ausente o escasamente representado en los dos sitios continentales. El perfil anatómico de los elementos recuperados en sitios insulares refleja un predominio del esqueleto apendicular (100% en PB y 91,6% en LT) y sólo craneal para los casos de FP y RSC. En esta especie también se registraron huellas y fracturas asociadas a la actividad antrópica para desarticular/procesar la presa.

Los elementos identificados para Blastocerus dichotomus presentan NISP bajos, de tres en LT y PB, y de cuatro en IAV y FP. Los mismos corresponden a huesos largos, escápula, falanges y una vértebra. Ozotoceros bezoarticus se encuentra representado sólo en los sitios continentales, mediante elementos apendiculares.

Los peces constituyen el macrotaxón más representado en los conjuntos insulares de los sitios LT, PB e IAV. Considerando las muestras desde categorías taxonómicas amplias se observa que en los subconjuntos en donde el análisis pudo realizarse en niveles precisos, los Characiformes son más escasos, mientras que los Siluriformes dominan las muestras.

 El conjunto íctico de PB posee un NISP de 375 especímenes correspondientes en un 60% al esqueleto axial y un 36% al cráneo. La mayoría de los elementos fueron asignados a diferentes niveles taxonómicos, hallándose representados la Familia Pimelodidae y Doradidae; mientras que a niveles específicos se identificaron tres especies. Los individuos asignados a Siluriformes predominan en un 10,93% de la muestra, mientras que los Characiformes presentan una menor representación (6,13%). El 82,9% de los restos permanecieron identificados a nivel Actinopterigii, debido a que se trata de elementos no diagnósticos (vértebras y costillas). De las tres especies presentes, el armado (Pterodoras granulosus) presenta el NISP (N=7) y el MNI más abundante, mientras que la tararira (Hoplias malabricus) y la vieja del agua (Hypostomus commersoni) se hallan pobremente representadas (N=2). Para ampliar los métodos de identificación fueron sometidas al método de radiografía un 67% (N=47) de los cuerpos vertebrales del conjunto de PB. De los mismos 37 elementos pudieron ser determinados a algún nivel taxonómico, es decir un 78,7% de las vértebras. Además este procedimiento permitió identificar dos especies más, que no se encontraban presentes mediante el análisis tradicional (Salminus brasiliensis, Pseudoplatystoma coruscans). Además los cuerpos vertebrales muestran una buena correlación con el tamaño y peso de los peces (Desse-Berset 1984). Para el caso de los especímenes presentes en este sitio, según lo indica el tamaño de los cuerpos vertebrales, se trataría de presas de pequeño porte (menores a 800 grs.).

La muestra de LT está constituida por 3362 especímenes, de los cuales el 75,9% corresponde al esqueleto axial. Considerando la muestra desde categorías taxonómicas amplias se observa que los Characiformes constituyen el 2,44% mientras que los Siluriformes el 4,99% del NISP total.El MNI se constituye de 21 individuos, dentro de los cuales Pimelodus maculatus representa el47,6% de la muestra, mientras que le sigue en abundancia Hypostomus sp. con el 14 %. En la muestra de este sitio se recuperaron elementos que corresponderían a tamaños muy variados, hallándose ejemplares de gran porte (> 3 kg) y también muy pequeños (< 300 grs). Al igual que en PB se decidió radiografiar cuerpos vertebrales para ampliar la identificación taxonómica. Un 16% (N=239) de las vértebras fueron sometidas a esta técnica y el resultado refleja que el 43% de las vértebras pertenecen a Characiformes, mientras que los Siluriformes se encuentran representados por un 13,3%. En este caso también permitió enriquecer la asignación específica, al haberse registrado dos especies que se encontraban macroscópicamente ausentes en el conjunto, ascendiendo la diversidad específica a 10. Es posible que la mayor cantidad de taxa representados en este sitio se vincule con la buena integridad que presenta este conjunto y con el elevado NISP que posee esta Clase.

Por último, el hábitat de las especies presentes en los sitios (cascarudo, vieja, armado, bagres, etc) habitan en aguas poco profundas y vegetadas. Además algunas de ellas suelen ser de ambientes lénticos y lóticos, lo cual coincide con las características del emplazamiento de los sitios insulares.

Discusión

Las fuentes escritas trabajadas brindaron información con diferente grado de detalle respecto al uso de los recursos faunísticos por parte de grupos cazadores-recolectores-pescadores que habitaron o aún habitan en la llanura aluvial del Paraná y sectores aledaños. Sin embargo la información generada en cada momento difiere en sus objetivos y en consecuencia su potencial interpretativo para el registro arqueológico es variable. En tal sentido para el primer intervalo el foco está puesto en la demarcación étnica de los grupos humanos y el evaluar su potencial conquista. Además en ese contexto lo que prima en los relatos es la semejanza con la identificación de recursos que existían en el Viejo Mundo. A tal efecto la información vinculada con la subsistencia resulta escueta y sólo aporta datos a nivel macro. Sin embargo es en este intervalo en donde los datos provienen directamente de la zona de estudio y por ello resultan de importancia. Estos primeros relatos son coincidentes en señalar la pesca como actividad central, la cual es complementada con la caza de mamíferos entre los cuales mencionan al coipo, carpincho y cérvidos.

La obra de Paucke aporta un gran nivel de detalle acerca de las prácticas de subsistencia de grupos mocovíes y en este sentido se diferencia de los escritos de los primeros momentos de colonización. De ella resulta relevante los datos vinculados a la captura, preparación y procesamiento de los recursos. En lo que a la explotación de la fauna se refiere, hay coincidencia entre los taxa recuperados en el registro arqueológico de la llanura aluvial del Paraná del centro-este santafesino y aquellos mencionados por Paucke para grupos mocoví. No obstante la obra del jesuita describe una vasta cantidad de alimentos, mientras que el registro arqueológico refleja una explotación recurrente de algunas especies animales (ver infra). Probablemente esto esté vinculado con la naturaleza de los distintos tipos de registro, pero seguramente también haya elementos culturales que inciden en las decisiones de los alimentos que integrarán la dieta. Esto se debe a que los grupos humanos seleccionan sólo a algunos recursos dentro de la amplia variedad de especies vegetales y animales disponibles en el entorno. A su vez con las variaciones en el ambiente (lo cual incide en la mayor-menor disponibilidad de un recurso) suelen producirse modificaciones en la intensidad de explotación de ciertos taxa (Sartori et al. 2015).

Tanto en la obra de Paucke, como en los trabajos etnográficos más recientes aquí citados, se refleja un uso de los recursos que abarcan mayor cantidad de especies que las que se registran en los contextos arqueológicos estudiados. Lo que interesa destacar es que todos los taxa presentes en los sitios son mencionados en las distintas fuentes. Esto es relevante en tanto que para comparar la evidencia arqueológica con las fuentes escritas, el reconocimiento de las similitudes debe ser más abundante respecto de las diferencias (es decir de las propiedades que ambos contextos no comparten); y además, es necesario establecer que las propiedades que comparten sean relevantes (Gándara 1990).

Considerando esto, en este apartado se complementa la información del registro faunístico con aquella obtenida de las fuentes aquí citadas. La información se ordena de acuerdo a las especies que componen los conjuntos arqueofaunísticos de los sitios de la zona de estudio.

El coipo (Myocastor coypus), junto con los peces, es una de las presas más recurrentes en los contextos arqueológicos de la cuenca del Paraná. Es probable que algunas características intrínsecas de este recurso posibilitaran su incorporación con éxito a la dieta de los grupos cazadores-recolectores. Entre los principales factores que posicionaron al coipo en un lugar de jerarquía sería la alta tasa de reproducción, así como también la predictibilidad y su fácil captura. Éste habría sido cazado con arco y flecha, tal como ha sido propuesto para el humedal del Paraná inferior sobre la base de información etnohistórica -(Núñez Cabeza de Vaca 1922 [1540/1545]; Dobrizhoffer 1967 [1748/69]; Paucke 2010 [1749/67])-. El empleo de trampas también es probable, ya que constituyen un método efectivo que permite obtener más de un individuo a la vez (Acosta y Sartori 2011; Escosteguy 2013; Loponte 2008; Santini 2011; Sartori y Colasurdo 2012). La importancia que debió adquirir la obtención y uso de las pieles de Myocastor coypus, como fuere señalado por diferentes cronistas también habría incidido en su importancia para las poblaciones pasadas, como ha sido señalado para distintos sectores de la planicie de inundación y delta del Paraná (Acosta y Sartori 2011; Loponte 2008; Pérez Jimeno 2007; Sartori y Colasurdo 2012). En los sitios aquí mencionados no se han registrado huellas en las hemimandíbulas, las cuales son atribuidas a la actividad del cuereo del animal, sin embargo esto puede estar relacionado al estado fragmentario de los elementos. Si bien la obra de Paucke no menciona el consumo de la carne de coipo, los registros arqueológicos presentan indicios (presencia de huellas de desarticulación y procesamiento) que avalan el aprovechamiento integral de este taxa (Acosta 2005; Loponte 2008; Pérez Jimeno 2007; Santiago 2002, Sartori 2013). En la actualidad los pescadores y nutrieros de la zona también tienen en cuenta al momento de la captura el tamaño del animal, además del momento en el que cambia el pelaje para obtener una buena calidad del mismo (Acosta 2005; Escosteguy 2013; Sartori 2013, entre otros).

Hydrochoerus hydrochaeris es la segunda especie de mayor tamaño de la zona y su presencia en ambientes ribereños la posicionaría como una presa importante para los grupos cazadores-recolectores. Sin embargo en los registros de la zona su abundancia es menor que la del coipo, encontrándose mejor representada en los sitios insulares (Sartori 2013). La baja presencia en los sitios del Paraná inferior y Delta ha llevado a considerar alguna restricción en su aprovechamiento (Acosta 2005). Resulta interesante una mención que realiza el jesuita Dobrizhoffer respecto a los tabúes registrados entre grupos abipones, que incluyen este animal:

"Así si un niño muere prematuramente, las mujeres atribuyen la muerte a la intemperancia del padre. Ya sea porque no se abstuvo de vino mezclado con miel, o porque llenó su estómago con carne de puerco acuático, o porque cruzó a nado algún río con viento fresco, o porque fue negligente en rasurarse las cejas, o porque comió miel subterránea pisoteando a las abejas" (Dobrizhoffer 1967: 212).

Por el momento, para la zona media de la llanura aluvial del Paraná, es posible que las variaciones en la representación del carpincho estén dadas en términos espaciales, aunque no se descarta que haya existido limitaciones en el consumo, producto de la cosmovisión de los grupos de la zona. Al respecto debe tenerse en cuenta que las formas de restricción pueden estar sujetas a categorías etarias, de sexo, e incluso de estado (e.g embarazo o menstruación en las mujeres), lo cual suma complejidad al tema. En tanto, en la zona al norte de la provincia de Santa Fe Pérez Jimeno (2007) y Santiago (2002) concluyen, en base a la mayor representación de este gran roedor, que el mismo constituiría parte de la dieta de los grupos cazadores-recolectores-pescadores. Estos aspectos podrán esclarecerse a medida que se amplíen los muestreos en la cuenca del Paraná y se realicen estudios comparativos entre conjuntos faunísticos.

La captura de este gran roedor ha sido documentada entre grupos Mocovíes mediante el uso de arco y flecha. Según relatan los diferentes cronistas la misma presentaría algunas dificultades ya que, si bien el carpincho es una presa poco agresiva, predecible por su territorialidad y "lenta", si logra escapar y sumergirse en el agua se torna difícil de atrapar. Además los datos de las crónicas sugieren que la caza sería realizada de manera colectiva, ya que es necesario causar varias heridas para darle muerte (Nuñez Cabeza de Vaca 1922 [1540/45]).

En cuanto a los peces, el hábitat de las especies identificadas en los contextos arqueológicos indica que las mismas habrían sido capturadas en aguas poco profundas y vegetadas (Sartori 2013). Estos datos resultan compatibles con aquellos obtenidos de observaciones etnográficas en grupos chaqueños, en donde se explicita que la pesca en aguas profundas es más peligrosa y menos efectiva (Arenas 2003). Las formas de captura de los peces se pueden inferir de las diferentes propiedades del registro arqueológico o a partir de las evidencias secundarias, como las que fueron desarrolladas aquí. En términos generales pueden considerarse dos sistemas de captura: a) las técnicas de obtención individual y b) la captura en masa, esencialmente mediante redes, lo cual confiere a esta actividad un alto retorno (Arenas 2003; Loponte 2008; Musali 2010; Pérez Jimeno 2007; Scarpa 2007, entre otros). La técnica puede ser tanto pasiva (estanque, red fija) como activa (red tijera, red bolsa), lo cual permite la captura de diferentes especies. Evidencias indirectas de su potencial uso también se infieren del registro arqueológico, ya que han sido registradas improntas de red en fragmentos cerámicos de los sitios que se emplazan en la zona y que demuestran "ojos" de malla pequeños (1 cm). Esto posibilitaría la captura de ejemplares medianos pequeños, que son justamente los que se encuentran más representados en los conjuntos ictioarqueológicos. La presencia de cerámica en todos los sitios de la Llanura aluvial hacen considerar que el hervido sería una de las técnicas utilizadas para obtener un alto rendimiento de la carne, pero también de la grasa que se desprende de algunas especies (Nuñez Cabeza de Vaca 1922 [1540/45], Santa Cruz 1918 [1600]). Esta técnica continúa registrándose en grupos chaqueños hasta la actualidad para la cocción de recursos animales y vegetales (Arenas 2003).

Los datos etnográficos para grupos chaqueños señalan que la pesca con arco y flecha y con lanza permite obtener ejemplares de cierta envergadura, tales como, sábalos, bogas y bagres (Arenas 2003). La información que se desprende de las crónicas etnohistóricas (por ejemplo Ramírez 2007 [1528]) avalan también el uso de las diferentes técnicas ya mencionadas, lo que sustenta la presencia de estrategias que permitirían tener capturas exitosas durante las crecientes-bajantes:

"lo mas natural es pescado porque ay tanto en el rio y pescanlo ques una cosa no crehedera su arte de pescar hes quando el rio esta baxo con red mas quando esta crecido que a cavsa de se meter el pescado en los yerbazales no se pueden aprobechar de la red matanlo a la frecha" (Ramírez 2007 [1528]:36).

En síntesis, la disponibilidad de un set extractivo variado que permite explotar diferentes ambientes (lagunas, cursos secundarios, etc.) convierte a la pesca en una actividad sumamente eficiente (Loponte 2008; Musali 2010; Santini 2012).

También puede considerarse que el esqueleto de los peces podría haber sido intensamente aprovechado, a través de su secado y molido para la producción de harina. Esta conducta fue registrada por algunos cronistas, como Santa Cruz 1918 [1600]) y Schmidl (2003 [1567]), quienes explicitan haber observado su preparación en grupos de la zona. Arenas (2003) también lo registró entre los Tobas y Scarpa (2007) entre los Chorotes, quienes "en épocas de escasez los huesos [de pescado] se molían y la harina resultante la mezclaban con harina de Zea mays, Cucurbita moschata o de Cucurbita máxima" (Scarpa 2007:342).

Respecto a la explotación de aves su presencia en la zona de estudio se verificó sólo en los sitios insulares. Esto lleva a considerar que su aprovechamiento no habría sido central. Cabe señalar que la presencia de aves en un conjunto no se debe sólo a su posible ingreso a la dieta, sino que en ciertos casos debe considerarse también el potencial uso de sus productos derivados. En este sentido en uno de los sitios fue recuperada una punta confeccionada sobre hueso de ave, lo que avalaría su uso para diversos fines. Por otro lado, estudios etnográficos entre grupos chaqueños señalan que en ciertos momentos se consumen huevos y pichones: "Se colectan tanto huevos como pichones [de aves acuáticas]; unos u otros son buscados según la oportunidad y la necesidad" (Arenas 2003:187). Cabe señalar que este tipo de recursos tendrían cierta invisibilidad arqueológica, debido a que es improbable la preservación de estos restos considerando la baja densidad mineral ósea/fragilidad de los mismos y el clima húmedo de la zona.

El registro de dasipódidos en los diversos depósitos arqueológicos se encuentra casi exclusivamente restringido a los sitios continentales. La presencia de quemado sobre las placas dérmicas se asociarían a la manera de cocción de esta presa sobre fuego directo, la cual ha sido registrada por algunos cronistas (por ejemplo Paucke 2010 [1749/67]). Respecto de la captura de armadillos, se ha señalado el uso de perros, boleadoras, o sencillamente corriéndolo y alcanzándolos hasta la madriguera en donde eran sacados a mano (Arenas 2003; Paucke 2010 [1749/67]; Escosteguy 2013). La caza de edentados entre los tobas se realizaría en invierno y estos animales serían preciados por su grasa corporal, necesaria para la subsistencia cuando hay bajas temperaturas (Arenas 2003). El relato de Paucke menciona diversos aspectos de su consumo y obtención:

"La carne es blanca como de una gallinita, sólo en las garras anteriores tiene dos clases de carne: blanca y negruzca. La grasa es agradable, la carne tiene un olor a tierra.[...] En un viaje a Santa Fe con mis mocovíes he visto prender sobre un campo quemado dentro de dos horas con ayuda de los indios y sus perros una cantidad tan numerosa que sólo para mí y mis muchachos compañeros de viaje he recibido sesenta y cuatro de ellas. Como este animalito tiene una  cáscara más delgada que el anterior, los indios lo asan también en el asador; primero rompen la cáscara superior sobre el lomo pisoteándola con fuerza y lo colocan al fuego junto con la cáscara para lograr la sopita [juguito] y para que no gotee la grasa" (Paucke 2010 [1749/67]: 686).

Por su frecuencia en el registro arqueológico, se ha propuesto que se trataría de un recurso complementario, que podría aprovecharse de manera oportunística (Sartori 2013).

Consideraciones finales

El uso de estas fuentes en el estudio del pasado brinda información relevante a la hora de interpretar el registro arqueológico en general y arqueofaunístico en particular. En términos generales puede sintetizarse que en los documentos correspondientes a los primeros momentos de contacto quedó plasmada la visión europea de los grupos humanos que habitaban el Nuevo Mundo. Los grupos indígenas eran un aspecto más que debía describirse en función de informar si constituían una amenaza para la conquista del territorio. Pese a este objetivo puntual de la mayoría de los relatos más tempranos que se vinculan con el contexto de producción de los escritos, es interesante lo que puede desprenderse de estos documentos cuando hablan de la existencia de zonas delimitadas por ciertos grupos indígenas, tanto en el continente como en la zona de islas. Además, la información que puede obtenerse es de suma utilidad y permite establecer regularidades respecto al tipo de subsistencia en el pasado pre-europeo.

Los aspectos desarrollados en la obra de Paucke, así como también los trabajos etnográficos más recientes, sirven a la hora de realizar inferencias acerca de la complejidad del tipo de explotación del medio ambiente que realiza un grupo humano determinado. Los datos obtenidos abren el panorama a discusiones más acertadas acerca de las prácticas culturales y su particular incidencia en la recuperación de un conjunto arqueofaunístico determinado. Puede concluirse que la obtención de datos de fuentes documentales y etnográficas permitió profundizar en la comprensión de conductas que poseen un correlato material determinado en la llanura aluvial del Paraná durante el período final del Holoceno tardío.

Rosario, 27 febrero de 2015.

Agradecimientos

Quiero agradecer a la Fundación Arqueológica del Litoral (FUDARQ) por su contribución sostenida al proyecto de investigación, lo cual permitió realizar las diferentes tareas de campo. También a Fernando Roggero y a la Municipalidad de Coronda por su apoyo logístico y de gestión para la realización de los trabajos arqueológicos. A los integrantes del GIAN por participar de las diversas tareas arqueológicas realizadas. Por último quiero aclarar que soy la única responsable de lo aquí expuesto.

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