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Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.8 no.2 Córdoba dic. 2015

 

DOSSIER

Ciencia y notoriedad intelectual en Norbert Elias. Reflexiones autobiográficas de mi trayectoria intelectual

Science and intellectual notoriety in Norbert Elias. Autobiographical reflections of my intellectual trajectory

Gastón Julián Gil*

*CONICET - Universidad Nacional de Mar del Plata

Recibido 12-02-2015. Recibido con correcciones 03-12-2015. Aceptado 06-12-2015

Resumen
La trayectoria de un autor fundamental para las ciencias sociales del siglo XX, como es el caso de Norbert Elias, no sólo presenta un interés en sí misma sino que además ofrece ricas aristas para reflexionar acerca de la dinámica de los campos académicos. En efecto, las particularidades de su obra y el tardío reconocimiento que obtuvo en el campo de las ciencias sociales operan como fuentes fructíferas para problematizar el modo en que se instauran los liderazgos académicos (con sus consecuentes densas redes disciplinares) y, como contrapartida, se arrojan otras producciones a los márgenes disciplinares. En este artículo se toma la obra carácter autobiográfica de Elias, Mi trayectoria intelectual, para contrastarla con algunas situaciones del campo antropológico argentino vinculadas con liderazgos, rupturas teóricas, controversias disciplinares y proyectos institucionales. Se trata entonces de un ejercicio comparativo que navega entre dos diferentes contextos (uno central y el otro periférico) que, por analogía y contraste, nos ofrecen datos de relieve para un abordaje reflexivo de las ciencias sociales.

Palabras Clave: Campo académico; Mi trayectoria intelectual; Antropología y antropólogos.

Abstract
The trajectory of one the most important authors of social sciences in the 20th century, Norbert Elias, is not only interesting by itself but also exhibits some complex and salient aspects which allow us to analyze the dynamics of academic fields. In fact, the peculiarities of his work and the late acknowledgment that it received within the field of social sciences are fruitful sources which enable us to question the ways by means of which academic leaderships are consolidated (together with their dense disciplinary networks), and, on the other hand, they also enable us to understand how other productions are located in the margins of the discipline. In this article, the autobiographical work written by Elias will be compared to some situations in the anthropological field in Argentina, which are related to leaderships, theoretical ruptures, disciplinary controversies, and institutional projects. This comparative task will be developed in two different contexts: the central and the peripheral ones. These two contexts provide, by means of analogy and contrast, relevant data for the study of social sciences.

Keywords: Academic field; My intellectual path; Anthropology and anthropologists.

1. Elias, los campos académicos y la antropología argentina

Norbert Elias (1897-1990) no es precisamente uno de esos autores a quien el reconocimiento académico le haya llegado de manera temprana. Sólo al final de su trayectoria consiguió escalar las rígidas jerarquías del campo de las ciencias sociales, que configuran lo que Randall Collins (2002) llama ley de los "números pequeños", es decir, una pequeña elite de académicos por cada disciplina que son reconocidos como referentes notables. El análisis de la vida académica de Elias y su exposición autobiográfica en Mi trayectoria intelectual ofrecen elementos relevantes para pensar los campos académicos en general y, en este caso particular, parte de la historia del campo antropológico argentino. Tanto por analogía como por contraste, pero sobre todo por combinación de ambos, la larga lejanía del canon de la teoría social que sufrió la producción eliasiana, constituye un denso ejemplo para reflexionar acerca de las condiciones que hacen que un académico pueda transformarse en un líder intelectual y autor de referencia o, por el contrario, que sea relegado a los márgenes de su campo disciplinar. Es decir, su relativo "fracaso" en formar parte de esos "centros calientes" (Ibíd.) disciplinares nos permite reflexionar acerca de las condiciones que hacen a que un actor humano (un académico), como parte de una compleja red (Latour, 2008) atravesada por dimensiones como la política, la tecnología, la academia y hasta la química aplicada, pueda posicionarse como un líder intelectual. Obviamente se trata de un ejercicio comparativo que nuclea dos contextos diferentes, uno periférico como el argentino y otro central, anclado mayormente en Gran Bretaña, lo que no impide trazar contrastes productivos. Por consiguiente, en este artículo se presentará un análisis de la obra de Norbert Elias que será contrastada con algunas menciones de situaciones (liderazgos, rupturas teóricas, controversias disciplinares, proyectos institucionales) del campo antropológico argentino, algunas de ellas vinculadas con dos importantes referentes locales como Alberto Rex González (1918-2012) y Marcelo Bórmida (1925-1978).

2. Caracteres salientes de una obra "olvidada"

Apenas en las últimas décadas de su larga vida,1 Elias pudo apreciar una buena parte de una notoriedad intelectual en alza. El impacto cosechado por su -tal vez- obra más representativa, El proceso de civilización, es un ejemplo sumamente ilustrativo del mencionado tardío reconocimiento. La publicación original en alemán debió esperar casi cuatro décadas para que su primera parte alcanzara a ser editada en inglés, pese a que vivía en Gran Bretaña desde los albores de la segunda guerra mundial. Inclusive la segunda edición en alemán del mismo libro recién salió a la luz en 1970, un año después de la publicación de La sociedad cortesana, cuyos contenidos esenciales se remontan a su tesis de habilitación en los primeros años de 1930 en la Universidad de Frankfurt, bajo la tutela de Karl Mannheim. El proceso de civilización había sido publicado originalmente en 1938 en Suiza, como resultado de un dedicado trabajo personal culminado durante los primeros años de exilio en Londres, en donde Elias subsistió gracias a una modesta subvención que le otorgaba un comité para refugiados judíos y que le permitió llevar adelante sus investigaciones (Béjar, 1994). Los costos de edición de ese libro corrieron por cuenta del padre de Elias, quien pudo solventar los gastos de la imprenta poco antes morir en 1940.2 Una vez publicado El proceso de civilización (en dos partes, la segunda en 1939), los volúmenes durmieron toda la segunda guerra mundial en un sótano suizo, en donde el editor los había depositado y deseaba liquidarlos porque "nadie quería comprarlo" (Elias, 2006: 75). Pese a este tipo de circunstancias recurrentes en su vida, Elias llegó a transformarse, sin duda, en uno de los principales referentes del pensamiento social del siglo XX, cuyo rótulo de "sociólogo" es apenas una arbitrariedad taxonómica para una producción académica profunda que trasciende cualquier frontera disciplinar en las ciencias sociales, como él mismo también intentaba dejar en claro.

De cualquier manera, la relativa entronización que experimentó Elias dentro de un grupo de autores notables de las ciencias sociales, fue el resultado de un lento proceso que consumió toda su vida y que se siguió extendiendo luego de su muerte. En ese sentido, como señala Bourdieu:

"La estructura del campo universitario no es sino el estado, en un determinado momento del tiempo, de la relación de fuerzas entre los agentes o, más exactamente, entre los poderes que ellos detentan a título personal y sobre todo a través de las instituciones de las que forman parte: la posición ocupada en esta estructura está en el principio de las estrategias que apuntan a transformarla o a conservarla modificando o manteniendo la fuerza relativa de los diferentes poderes o, si se prefiere, las equivalencias establecidas entre las diferentes especies de capital" (2008: 171).

Y en esa línea, las posibilidades de "el éxito de una carrera universitaria" (Ibíd.: 126) suelen estar directamente enlazadas a "la «elección» de un patrocinante poderoso, que no es necesariamente el más famoso, ni siquiera el más competente técnicamente" (Ibíd.: 126). En parte por ello, "una historia de los intelectuales no puede reducirse a (ni confundirse con) una historia de las ideas" (Altamirano, 2008: 22), sino que demanda un esfuerzo que requiere de diferentes aportes disciplinares y subdisciplinares que consideren no solamente los textos producidos por esos intelectuales (en este caso un académico de las ciencias sociales), sino también el marco en el que se gestaron y fueron posibles y, por supuesto, sus condiciones de reconocimiento (Verón, 1987). Y además podrían agregarse -como se plantea en este artículo para el caso considerado- las reflexiones autobiográficas de los mismos intelectuales cuya trayectoria se pretende objetivar.

Elias se ha mostrado sumamente autorreflexivo sobre el inicial bajo impacto y visibilidad de su obra. Sin olvidar los riesgos de la "ilusión biográfica" (Bourdieu, 2011), los testimonios autobiográficos de Elias configuran de todos modos un material valioso para reflexionar, como se planteó más arriba, sobre la historia de las ciencias sociales y la configuración de los campos académicos. De hecho, difícilmente pueda negarse que los relatos proporcionados sobre su propia trayectoria "tienden o pretenden organizarse en secuencias ordenadas según relaciones inteligibles" (Ibíd.: 122) en los que se advierte una "lógica a la vez retrospectiva y prospectiva, una consistencia y una constancia" (Ibíd.: 122). En ese sentido, los límites y posibilidades de esa ilusión biográfica, se ratifican con cierta claridad en un repetido episodio onírico que relata Elias en Mi Trayectoria Intelectual. El "sueño" (o más bien pesadilla) que, según su propio relato, lo acompañó durante gran parte de su vida es por demás ilustrativo: "estoy hablando por teléfono y la voz del otro lado me dice: «¿Puede hablar más alto? No le oigo», y entonces comienzo a gritar y la otra voz sigue diciéndome: «Hable más alto, no consigo oírle»" (Elias, 1995: 87). Aunque también se encargó de aclarar, en la etapa final de su vida, que "es cierto que en la actualidad la voz del otro lado me dice: «Ahora puedo oírle mejor, un poco mejor» pero todavía no me oyen bien. Así que debo hablar con más claridad" (Ibíd.: 87). Por supuesto, el reconocimiento de su legado ya era en la década de 1980 mucho más notorio, con varios de sus libros traducidos a diferentes idiomas y recibiendo distinciones importantes como un doctorado honoris causa en la prestigiosa Universidad de Bielefeld (Alemania), además de que en Holanda ya se había transformado en un autor de culto (Zabludovsky, 2007). También en los últimos quince años de su vida recibió distinciones prestigiosas dentro y fuera de su país natal (Béjar, 1991). De todos modos, seguía sosteniendo que "mis ideas son reconocidas y aceptadas en círculos reducidos" (Elias, 1995: 89). Incluso, pocos años antes de su muerte ya expresaba que:

"comienzo a creer que podría estar cerca de un estadio en el que ya no existe el peligro de se pierda lo que intento hacer. Pero no estoy absolutamente seguro de encontrarme ya en la cima de la montaña. Como pueden ver, sigo trabajando aún duramente y lo hago con la conciencia de que debo crear una situación en la que mi obra se convierta realmente en parte de la tradición sociológica. Sigo trabajando todavía considerablemente por alcanzar ese estadio" (Ibíd.: 86-7).

3. Ideas, reconocimiento y contextos de recepción

Por supuesto, la influencia de las ideas eliasianas ha sido discontinua y variable según los contextos nacionales e institucionales, más allá de que sea considerado en la actualidad como uno de los grandes teóricos del siglo XX. Uno de los tantos modos posibles de comprender la circulación de ideas, más puntualmente en este caso cómo se propagan determinados conceptos y teorías, es adoptar un enfoque epidemiológico (Sperber, 2002b), que implica una analogía con las enfermedades y su distinto modo de transmitirse. Ese recurso permite, según Sperber, ofrecer un modelo explicativo de cómo diferentes fenómenos culturales (como un ritual funerario o las clasificaciones de los colores) logran establecer cadenas de difusión estables que modifican su contexto, en este caso propiciando nuevas representaciones públicas. Según esta concepción epidemiológica:

"una representación puede ser cultural de diferentes maneras: algunas son transmitidas lentamente a través de las generaciones; son las que llamamos tradiciones, y son comparables a las endemias; otras representaciones, típicas de las culturas modernas se desarrollan rápidamente a través de toda la población pero tienen un corto ciclo vital; son las que llamamos modas, y son comparables a las epidemias" (Sperber, 2002a: 58).

La lenta (endémica en términos de Sperber) circulación de las ideas eliasianas fue acompañada por una llamativa seguridad de su autor en que sus propuestas teóricas se expandirían a tal punto de formar parte de la conversación masiva (Collins, 2002) que caracteriza al mundo académico, "incluso cuando nadaba contra la corriente, contra todos cuantos tenían poder. Si he de atribuirme algo favorable, sería el no haberme dejado corromper por ninguna moda" (Elias, 1995: 90). Ese "orgullo" que afirmaba sentir al no haber cedido a los "embustes" de las opiniones dominantes, de las "modas", de las epidemias (también en términos de Sperber) le hacía afirmar que "en Inglaterra podría haber tenido una vida mucho más fácil si hubiese aceptado las ideas predominantes, pero no acepté compromiso alguno. Era incapaz de hacerlo" (Ibíd.: 90). Inclusive, más allá de que la principal razón de su marginalidad en la sociología oficial se deba a que su gran obra, El proceso de civilización, haya sido publicado en el tiempo y lugar incorrecto (Featherstone, 1987), su directa oposición al canon parsoniano poco espacio le dejó para adquirir alguna clase de legitimidad disciplinar.

En tradiciones periféricas como la argentina y la brasileña, de manera particular en antropología social, la obra de Elias ha cobrado un impulso significativo en los últimos años y aunque tal vez sus categorías analíticas no sean las más empleados (en contraste con los conceptos tomados de otros autores como Pierre Bourdieu) sus investigaciones publicadas forman parte habitual de los programas en formación en ciencias sociales en ambos países. En los inicios de la definitiva institucionalización de las ciencias sociales en la Argentina entre finales de la década de 1950 y principios de la década de 1960, la producción eliasiana no formó parte de las lecturas impartidas en los programas de enseñanza, ni siquiera en el departamento de sociología de la Universidad de Buenos Aires que lideraba Gino Germani, como tampoco despertó la curiosidad de otras corrientes críticas, orientadas hacia el marxismo o al proyecto de una sociología nacional. Pero en la actualidad, hechos como la publicación de este dossier constituyen una muestra del creciente interés que despierta este autor entre los cientistas sociales de la región, en donde además existe un amplio canal de circulación de estudiantes argentinos que se siguen formando en los programas de postgrado en Brasil, retroalimentando ese proceso que también se ha ido completando con las traducciones al castellano (como Los Alemanes, en 2009) y al portugués (Os Estabelecidos e os Outsiders en 2000 y Os alemães en 1997) de libros relevantes que todavía no eran accesibles en ambos idiomas. Ampudia de Haro y Sánchez García (2013) sostienen incluso que América Latina es un polo de producción relevante de investigaciones inspiradas en el legado eliasiano, aunque relativamente desconectado del otro polo, el europeo. Los mismos autores destacan de modo particular el caso brasileño, que contiene agrupaciones de investigadores latinoamericanos que realizan actividades y reuniones periódicas desde hace casi 20 años. Ello puede advertirse fácilmente en el área de estudios en educación (Kaplan y Orbe, 2008) en donde la operacionalización de sus ideas se ha mostrado fructífera y constante en el tiempo. En campos disciplinares como la historia, también en Brasil, se suele mencionar que Elias recién comenzó a recibir mayor atención sistemática una vez iniciado el siglo XXI (Malerba, 2004). Al analizar el impacto de la obra de Elias en las ciencias sociales mexicanas, Farfán (2008) considera que tras una relativa tardía publicación en castellano de las principales contribuciones de Elias, en especial El proceso de civilización y La sociedad cortesana -ambas editadas por Fondo de Cultura Económica entre 1987 y 1992-, se fueron sentando las bases para una recepción, interpretación y difusión de las ideas y conceptos como base para la consolidación de una tradición investigativa.

El caso de mayor impacto en la circulación de la obra de Elias tal vez sea el holandés. Según Zabludovsky (2007), "la incorporación de la visión eliasiana a la vida académica de Ámsterdam es tan generalizada que a veces se tiene la impresión de que nuestro autor se ha canonizado, y sus seguidores constituyen una especie de nueva ortodoxia que opera localmente y que recuerda un poco la situación que se vivió en las comunidades marxistas durante gran parte del siglo XX" (Ibíd.: 88). Diferente es lo que ocurre en Alemania, el país de origen de Elias, en el que si bien alcanzó una elevada reputación, lejos está de tener el impacto y visibilidad de otros teóricos como Jurgen Habermas o Niklas Luhman (Ibíd.). Menos aceptadas aun fueron las tesis eliasianas en Gran Bretaña, donde residió durante más de 30 años, más allá de que varios de sus alumnos en la Universidad de Leicester fueron luego sociólogos notables, como Anthony Giddens. Zabludovsky destaca que en Gran Bretaña, "las ideas de Elias prácticamente no tuvieron seguidores y sólo se pueden encontrar algunas excepciones notables, como John L. Scotson y Eric Dunning" (Ibíd.: 95), aunque también puede destacarse a Randall Collins quien, como se aprecia en este artículo, ha sistematizado su interpretación de los campos académicos de una manera sumamente coincidente con el autoanálisis que Elias formula sobre su trayectoria intelectual, precisamente en términos como las cadenas de generaciones.

El caso francés tal vez sea peculiar, ya que pese a que el primer objetivo de Elias en su exilio fue insertarse en la academia francesa no logró establecer ni siquiera contactos firmes, y nunca dejó de lamentarse de que jamás había sido invitado por colegas franceses para ningún tipo de actividad académica, una situación que consideraba "desconcertante. Ni siquiera en la actualidad me invitan" (Elias, 1995: 63). Pero a la par, Zabludovsky (2007) se refiere a una influencia matizada -por la falta de reconocimiento constante y explícito-, en la obra de Pierre Bourdieu. De hecho, más que influencias de Elias, lo que Bourdieu admite son "numerosas afinidades" (Bourdieu y Wacquant, 1995: 58), aunque no se priva de cuestionar sus explicaciones que considera teleológicas, o señalar (y lo hace valer también para Max Weber) que "omite preguntarse quién se beneficia y quién padece con el monopolio del Estado sobre la violencia legítima" (Ibíd.: 59).

4. Fragmentos autobiográficos

El conjunto de relatos autobiográficos que encontramos en Mi Trayectoria Intelectual, constituye un valioso material, no sólo para objetivar la obra sociológica de Elias, sino también formular precisiones sobre las lógicas de funcionamiento de los campos científicos y académicos. El material que se halla en esa publicación está siendo abordado desde un perspectiva reflexiva que destaca la dimensión autoetnográfica de un notable cientista social que estaba construyendo su propia historia intelectual como un largo recorrido repleto de los obstáculos habituales que pueden hallarse en la actividad científica, ya sean "extracientíficas" -como las "intromisiones" de la política-, o "puramente científicas", en este caso las "modas" intelectuales.

Como señala Randall Collins, una parte significativa de la vida intelectual se construye a partir de intercambios cara a cara. Se trata de situaciones en las que se crean "objetos sagrados intelectuales" (2002: 26) que se pueden sostener en caso de una constante celebración ceremonial que permita su culto. Ello implica que se produzcan situaciones tales como las clases, conferencias, discusiones y debates: "reúnen a la comunidad intelectual, focalizan la atención de sus miembros sobre un objeto común" (Ibíd.: 26). La energía emocional fluye en situaciones en las que los individuos participan en rituales de interacción como los mencionados, aunque también puede surgir en la soledad de los individuos. Los encuentros tienen consecuencias emocionales sobre todo cuando se fabrican los nodos de interacción, ya que la energía emocional decae en ciertos momentos y se recarga en cada interacción ritual. Pero la energía emocional no basta por sí misma, ya que necesita de un suficiente capital cultural o de una posición sólida en la red de una comunidad intelectual. Por eso es que "el entusiasmo creativo es más probablemente un preludio a las emociones frustradas y fallas de reconocimiento" (Ibíd.; 34). De ese modo, la energía emocional aumenta o disminuye a partir del éxito o fracaso en ese tipo de interacciones:

"Si la vida intelectual se construye por rituales en los que aquellos que hablan se transforman en los centros de atención, y en los que las ideas y textos simbolizan la continuidad de la comunidad intelectual a través del tiempo, se puede esperar que la energía emocional intelectual de los individuos aumente o disminuya a causa de su clase de contacto con esas situaciones y objetos sagrados· (Ibíd.: 35).

Mi trayectoria intelectual está compuesta por una serie de relatos autobiográficos, pero también de una entrevista que le realizaron a Elias durante su estancia en Holanda, los académicos locales A. J. Heerma Van Voss y A. Van Stolk. En todo el libro, Elias nos proporciona una serie de impresiones retrospectivas acerca de su concepción de la disciplina, de la ciencia en general y de su propia trayectoria, abordada a partir de sus recuerdos de infancia, su juventud (como su participación en el frente durante la primera guerra mundial), sus experiencias como universitario, el exilio, su largo anonimato y su transformación tardía en un autor de peso en las ciencias sociales.

Uno de los puntos salientes de sus relatos autobiográficos es que se describe como alguien completamente convencido de que iba a lograr el reconocimiento académico. Aunque "no poseía una certeza absoluta, pero sí una fuerte confianza en que mi obra sería finalmente reconocida como una buena contribución al conocimiento de la humanidad" (Elias, 2006: 23). Es decir, Elias se retrata a sí mismo como alguien poseedor de una densa energía emocional, una de las dimensiones fundamentales para Randall Collins para lograr notoriedad intelectual. Sin embargo, se autodefine como alguien que no se detuvo a planear su vida, que ha "pasado por ella como el jinete sobre el lago Constanza, sin miedo a que pudiera romperse el hielo" (Ibíd.: 81). En cuanto a su formación académica, Elias pasó, luego de graduarse en filosofía en la Universidad de Breslau, por una institución de altísimo prestigio, la Universidad de Heidelberg, asiento de grandes figuras de la filosofía alemana, pero sobre todo de los principales referentes en sociología y encarnación de la tradición weberiana. Fallecido ya el gran Max Weber (1864-1920), su obra perduraba en su esposa Marianne Weber (1870-1954) y parcialmente en su hermano Alfred Weber (1868-1958). Elias nos describe el clima intelectual de Heidelberg como un lugar en donde las densas interacciones rituales obraban como un estímulo muy concreto, ya que se trataba de "un lugar donde uno podía medir sus fuerzas con personas de la misma edad y adquirir seguridad propia o sentirse derrotado en una rivalidad amistosa con personas igualmente inteligentes" (Elias, 2006: 47).  De hecho, el conflicto es una fuente vital de energía en la vida intelectual (Collins, 2002), pero está limitado a ciertos temas e implica necesariamente la búsqueda de aliados. Fue allí en Heidelberg es donde Elias afirma haber consolidado sus objetivos prioritarios para transformarse en sociólogo, influenciado en gran parte por otra de las mentes más destacadas de la época y figura clave del pensamiento social del siglo XX, Karl Mannheim (1893-1947). En aquella misma universidad también tomó estrecho contacto con el filósofo Karl Jaspers (1883-1969) y frecuentó los seminarios dictados por los mencionados Alfred Weber y Marianne Weber. Aquel productivo ambiente generó en Elias una idea por demás clara del funcionamiento del mundo intelectual. En ese sentido:

"desde muy temprano, y por razones que desconozco, tuve ya la sensación de pertenecer a una cadena de generaciones: hago mi trabajo avanzando algunos pasos en una cadena generacional. Esas son mis posibilidades; cuento con estas dotes y tengo, por tanto, el deber de hacerlo bien. Así lo siento hasta hoy. Si veo algo, me siento en la obligación de ponerlo en el papel lo mejor posible... Su continuación es cosa de sucesivas generaciones" (Ibíd.: 49).

Aunque -como ya se ha mencionado- la energía emocional fluye principalmente a partir de densos rituales de interacción, Elias parece haber podido generarla de manera suficiente pese a la carencia sistemática durante toda su trayectoria de esa clase de intercambios rituales. En efecto, no protagonizó de forma continua situaciones que le permitieran generar esa energía emocional, tales como intercambios intensos, prolongados y constantes con cadenas de discípulos, o redes horizontales con colegas influyentes. Tampoco es que haya sido un intelectual completamente aislado de cualquiera de estos intercambios y composiciones de redes horizontales y verticales. De hecho, parte de sus primeros años de formación en su Alemania natal transcurrieron en el marco de densas y productivas redes de notables académicos de las ciencias humanas. A partir de esas relaciones, Elias muestra haber hallado una marcada vitalidad en esos nodos de interacción en Alemania, y -siempre según su testimonio- gran parte de la energía emocional inicial fue generada al colocarse dentro de esa cadena de predecesores. Y de esa constante energía emocional fluyó indudablemente uno de los rasgos más salientes de su obra: la creatividad. Esa misma creatividad que puede advertirse en sus libros de tan bajo impacto que muy bien pudieron perderse de la consideración masiva del campo de las ciencias sociales. Se trata de libros en los que siempre mantuvo la fe de estar realizando una contribución significativa para el conocimiento sociológico, pero que no lograron captar la atención de sus contemporáneos, ni siquiera de sus alumnos.

Al ser plenamente consciente de la existencia de esas cadenas generacionales (tanto como producto de una generación particular pero notoriamente  influenciado por las anteriores a partir de la convivencia con ellas y no en tanta medida por las posteriores), Elias se mostraba extremadamente preocupado por:

"echar los cimientos de un edificio teórico sobre el que las futuras generaciones puedan construir y, en su caso, desechar, corregir o también desarrollar, a esta tarea me consagré con convicción creciente y en ella he trabajado hasta el día de hoy a través de toda la multitud de tareas particulares que se presentaron en mi tortuoso camino" (Ibíd.: 160).

No fue dentro del estimulante ambiente intelectual de Heidelberg, en el que interactuaba con diversas generaciones de brillante cientistas sociales y humanistas, donde Norbert Elias consiguió su habilitación. 3 Ello ocurriría en Frankfurt, otro de los faros intelectuales de la época, y bajo la tutela de Mannheim, en 1930. El sociólogo de origen húngaro consiguió en esa universidad su primer puesto de profesor, ya que en Heidelberg no había llegado a disponer de una cátedra y sólo era un privatdozent, instancia típica en la academia alemana pero a la vez status imprescindible para obtener un puesto de profesor. A esa misma figura de privatdozent accedería Elias con los auspicios de un Mannheim, que apoyó su habilitación a cambio de que accediera a ser asistente en su nuevo cargo. Allí en Frankfurt, Elias encontró "un círculo intelectual extraordinariamente vivo y altamente productivo; es decir, que desde el punto de vista cultural fue un tiempo extraordinariamente fructífero..." (Ibíd.: 54).

Pero esa relativa estabilidad duró poco. La intensificación de la persecución racial en la Alemania de Hitler lo llevó a un exilio inevitable, primero en Francia y luego en Inglaterra. Tal vez en la academia argentina, el peso que las rupturas institucionales producen en el estado de un campo disciplinar, aparece de un modo mucho más evidente que en otras tradiciones disciplinares. En efecto, en la Argentina, la escasa autonomía relativa que los campos científicos experimentaron frente a los procesos de la política nacional, puede advertirse en los exilios, las represiones que experimentaron diversos campos de conocimiento, las rupturas institucionales, las exclusiones e incluso procesos fundacionales de institucionalización definitiva, como los que desembocaron en las creación de las carreras de sociología y antropología luego del derrocamiento de Juan Domingo Perón. Sin embargo, tampoco se puede plantear un efecto causal lineal de las rupturas políticas nacionales sobre, por ejemplo, la singularidad de los procesos institucionales o especificidades disciplinares. En la Argentina,  mientras que las ciencias sociales fueron objeto de una persecución sin precedentes desde poco antes del golpe de estado de 1976, e intensificado luego de la instauración del terrorismo de estado, en una periferia geográfica de la Argentina pudo persistir durante el período autoritario una solitaria experiencia curricular orientada hacia la antropología social, en la Universidad Nacional de Misiones (Bartolomé, 2006) . Esta subdisciplina había sido marginada de los programas de enseñanza en cada ruptura autoritaria (por ejemplo 1966), retrotrayendo cambios curriculares o directamente eliminando carreras innovadoras (Guber y Visacovsky, 2000; Gil, 2010a). Sería sólo tras la llegada de la democracia a partir de 1983 que la antropología social encontraría su espacio en los planes de estudios y proyectos de investigación de las universidades nacionales, aunque varias de las carreras cerradas nunca fueron reparadas.

Pero volviendo a Elias, tras pasar los años de la segunda guerra en Londres y subsistiendo por el mencionado subsidio para refugiados judíos, pudo reconducir su carrera académica con la obtención de un cargo en la Universidad de Leicester, aunque recién en 1954, para sumarse a un departamento de sociología creado poco tiempo antes. Serían los inicios de una vida tranquila y estable, pero a la vez de un marcado aislamiento del mainstream sociológico. Aunque en esa casa de estudios desarrollaron su formación académica varios cientistas sociales británicos de relevancia, Elias nunca ocultó que "me parece triste que casi ninguno de ellos haya continuado mis teorías. La mayoría consideraba mi pensamiento respecto a los procesos a largo plazo como una postura marginal; y de hecho no les faltaba razón, pues, si hubieran adherido a ella, quizás habrían arruinado su carrera. En sociología no estaba de moda pensar en procesos a largo plazo" (Elias, 2002: 79). De hecho, relataba que la organización de seminarios internos fue altamente conflictiva en materia teórica y muy pocas veces logró influenciar directamente a sus alumnos y ayudantes.

El relato de Elias nos coloca ante otra de las dimensiones claves para entender cómo se construye la "grandeza" intelectual: la consolidación de una sólida red discipular. Ello fue, por ejemplo, lo que permitió a José Imbelloni seguir siendo una referencia intelectual insoslayable durante décadas en la antropología argentina, pese a habérsele impuesto una jubilación anticipada en 1955 a causa de su apoyo explícito al peronismo. De manera inversa, la relación entablada entre Bórmida y un grupo de estudiantes de historia resultó vital en la creación de la carrera de ciencias antropológicas en la UBA en 1958 (Guber y Visacovsky, 2000). Sin embargo, el rápido distanciamiento de Bórmida con sus antiguos alumnos (los "alumnos-fundadores") y en algunos casos efímeros o no tan efímeros discípulos, derivó en un proceso central en la imposibilidad genealógica de la antropología social de Buenos Aires (Ibíd.). Aquellos primeros alumnos de la carrera, fascinados por la disciplina antropológica que enseñaba Bórmida en la carrera de historia, se irían alejando de su referente por discrepancias políticas y académicas, principalmente por identificarlo con posiciones fascistas y su explícita  oposición al desarrollo de la antropología social. De todos modos, este autor "maldito" estableció sólidos y perdurables discipulados, sostenidos mayormente en el control de las instituciones universitarias que ejerció hasta su muerte en 1978, pero sobre todo a partir de la creación del Centro Argentino de Etnología Americana (CAEA) que fundó en 1973, cuando los aires de la universidad nacional y popular lo eyectaron (Ratier, 2010; Gordillo, 1996) de sus posiciones en la Universidad de Buenos Aires. Diez años más tarde, esta estructura cobijaría a muchos académicos expulsados de las universidades nacionales tras la restauración democrática.

Del mismo modo, el exitoso lugar que ocupó Alberto Rex González como renovador del campo antropológico argentino sólo se comprende desde la sofisticada red de alianzas cada vez más sólida y completa que le permitiría ocupar cargos en diversas universidades, construir compactos discipulados, presidir comisiones y reuniones científicas de relevancia y posicionarse como un actor central en la arqueología argentina, pero también como una referencia impostergable para quienes se volcarían por la todavía incipiente subdisciplina de la antropología social en los años sesenta (Gil, 2010b). Y sobre todo a través de la introducción en el país del método de fechado radiocarbónico (el carbono 14), González obtuvo un resultado que le permitió "convertir un producto de laboratorio en algo que puede ser aceptado como «nuevo»" (Knorr-Cetina, 2005: 79), en este caso una "novedad" que refería a temas y objetos de estudio de amplio tratamiento previo, como la datación de las poblaciones nativas del actual territorio argentino. Como consecuencia de todo ello, González consiguió posicionarse con un contrapunto en las cadenas horizontales (otra "antropología posible" como la designaban sus discípulos formales e informales) y como un iniciador de una serie de durables cadenas verticales. Esas cadenas discipulares, firmemente enraizadas a las instituciones en las que se gestaron, crecieron a partir del capital cultural del que disponía su maestro, pero se retroalimentaron con los logros de discípulos que a su alrededor desplegaron una energía emocional equivalente.

En definitiva, cada vez que se analizan en detalles las configuraciones de campos académicos como el argentino, se puede apreciar el peso que ejercen las rupturas políticas, pero que también deben relativizarse frente a las ya mencionadas especificidades disciplinares, las singularidades institucionales y también las trayectorias de líderes académicos que, bajo condiciones adecuadas, pueden disponer de un margen de acción relativamente amplio que contradiga esas determinaciones "extracientíficas".

5. Conclusiones

Aquella larga pesadilla que Norbert Elias sufrió durante toda casi toda su vida, aunque matizada en sus últimos años, constituye una excelente autodescripción del modo en que este notable académico interpretó su posición en el campo académico. Alejado de los "centros calientes" (Ibíd.) de la disciplina sociológica, su tenue voz tardó décadas en comenzar a ser escuchada en la conversación masiva de la academia en las ciencias sociales para comenzar a circular con mayor fluidez y alcanzar cierta sacralidad, aquella reservada a los autores "clásicos". En efecto, sus ideas pueden presentarse como un caso extremo de propagación endémica, es decir, sumamente lenta, cobrando mayor fuerza a medida que pasaba el tiempo y siempre alejado de las modas y la imposturas intelectuales. Si se entiende como grandeza intelectual a la capacidad de influenciar generaciones en el curso de la historia, este cierto "redescubrimiento" de la obra de Elias, lo reposicionó dentro de densas redes del mundo académico. Su creatividad tardíamente reconocida permitió que sus principales publicaciones formaran parte de un diálogo fluido con autores que gozaron de una mayor consagración (en vida) y que se tomaran como una de las tantas formas posibles de resolver problemas en las ciencias sociales (incluida de manera muy clara la historia en esa categoría). La intensificación de ese capital cultural se produjo pese a la carencia de las habitualmente necesarias y densas redes horizontales y verticales  que nunca este cientista social logró construir. En efecto, sin haber logrado una fuerte identidad de grupo con sus alumnos, careciendo de capitales científicos temporales, administrativos o de poder (Bourdieu, 2008), no consiguió proyectar tempranamente sus ideas ni siquiera en su propio ámbito institucional, como tampoco en el resto del Reino Unido y mucho menos en otra tradición nacional. Y en parte por ello, la trayectoria de Elias se nos aparece como un caso que por su atipicidad nos invitar a reflexionar sobre el funcionamiento de las ciencias sociales, sobre su historia y sobre los procesos de entronización de los grandes referentes en los diversos campos disciplinares. En el marco de la tradición periférica argentina en antropología, se han producido procesos de marginalización de autores, líneas teóricas, enfoques metodológicos y subdisciplinas. Las marcadas dificultades para establecer conexiones genealógicas, como también las discontinuidades institucionales, han sido factores determinantes para que la antropología argentina estuviera caracterizada por una sucesión de proyectos truncos y la proliferación de antinomias teóricas, morales e ideológicas que conspiraron para la construcción de una antropología plural, que aprovechara creativamente las ideas provenientes de las tradiciones centrales y sobre todo, que aportara sistemáticamente al conocimiento de la sociedad argentina. Se trata de tendencias que, a través de consolidación de la oferta de formación de postgrado (en el país y en el extranjero) y del aumento significativo de las dedicaciones full-time (principalmente a través de la carrera de investigador científico del CONICET), parecen ser parte de un pasado ya superado.

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1 . Norbert Elias falleció el 1 de agosto de 1990 en Ámsterdam, a los 93 años.

2 . La madre de Elias sería luego enviada al campo de concentración de Auschwitz, en donde perdió la vida.

3 . La "habilitación" implicaba en la estructura universitaria alemana una instancia superior al doctorado que transformaba al aspirante en un privatdozent.

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