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Revista del Museo de Antropología

versão impressa ISSN 1852-060Xversão On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.8 no.2 Córdoba dez. 2015

 

DOSSIER

Entre la salida laboral y la realización personal: una interpretación etnográfica de la vida universitaria en sectores populares a partir del Mozart de Norbert Elias

Between job opportunities and personal fulfillment: an ethnographic interpretation of university life in popular sectors as of Norbert Elias Mozart

Laura Colabella* y Patricia Vargas**

*FLACSO-UNAJ; **IDES-UNPAZ

Recibido 12-02-2015. Recibido con correcciones 03-12-2015. Aceptado 06-12-2015

Resumen
Nos proponemos aquí analizar cuáles son las razones que, estudiantes universitarios "de primera generación" de una universidad del conurbano bonaerense creada hace escasos 4 años, invocan a la hora de fundamentar la decisión de "entrar", "seguir" y "dejar" sus estudios. Dos elementos resultan cruciales para entender este proceso. El primero es la noción de "vocación" que articula la salida laboral con la realización personal. El segundo es la posición generacional de los estudiantes en las trayectorias de sus familias (en su mayoría trabajadores rurales y urbanos), en dos sentidos: uno de ellos vinculado a la posibilidad de concretar las aspiraciones en términos de movilidad social; el otro relacionado con el cuestionamiento de la noción de generación en términos de homogeneidad etaria. Para abordar las evidencias empíricas reconstruidas durante el trabajo de campo, nos ampararemos en una lectura crítica del Mozart de Norbert Elias.

Palabras Clave: Generación; Vocación; Mozart; Estudiantes universitarios.

Abstract
We analyze what are the reasons that university students "first generation" of a university founded only 4 years ago, when invoked in support of the decision to "go", to "continue" and to "leave" their studies. Two elements are crucial to understand this process. The first is the notion of "vocation" that articulates working out with personal fulfillment. The second is the generation position of students in the paths of their families (mostly rural and urban workers) in two ways: one linked to the possibility of achieving the aspirations in terms of social mobility; the other related to the questioning of the notion of generation in terms of age homogeneity. To address the empirical evidence reconstructed during the fieldwork, we will rely on a critical reading of the Mozart of Norbert Elias.

Keywords: Generation; Vocation; Mozart; University students.

En este artículo nos proponemos analizar los significados que una categoría tan controvertida como la "vocación" adquiere entre estudiantes de sectores populares de la Universidad Nacional Arturo Jauretche1 . Frecuentemente, estos sectores, en los diversos estudios académicos que los abordan (desde diferentes problemáticas y perspectivas) no suelen ser estudiados en función de sus aspiraciones, motivaciones y deseos sino desde una perspectiva instrumental, centrada en una categoría específica: la "necesidad".

Asimismo, nos proponemos mostrar el papel que la posición generacional ocupa para explicar las posibilidades de movilidad y concreción de aspiraciones en el mundo popular, situándolas en relación con las condiciones estructurales que las tornan posible. La "necesidad" suele ser invocada para explicar las razones por las cuales las personas se movilizan y deciden involucrarse, por ejemplo, en movimientos sociales, en militancia política, en procesos de capacitación en oficios y también, como el caso que nos ocupa, en estudios universitarios. En esa lógica2 , se concibe que por tratarse de sectores pobres, es decir, de poblaciones que no pueden cubrir necesidades consideradas como básicas, tales como la alimentación, la vivienda y el acceso a servicios urbanos, sus prácticas están fundamentalmente orientadas a ganar dinero o proveerse de aquello que carecen.

Este reduccionismo socio-antropológico será contrastado a la luz de los datos empíricos que recogimos en nuestro trabajo de campo realizado en Florencio Varela entre junio y diciembre de 2013, y enriquecido a partir de una lectura minuciosa del Mozart de Norbert Elias3 .

1. Mozart, o la construcción social de la genialidad

Para este autor la figuración es una herramienta conceptual sencilla y concreta para reducir o mitigar la antinomia que resulta de pensar al "individuo" como un átomo escindido de la "sociedad". Precisamente en Mozart, Elias (1991) muestra cómo no se puede entender la obra musical disociada de la persona total del artista, inmerso en los constreñimientos y posibilidades de su época y su contexto.

Para Elias, es la interdependencia entre individuos lo que nos permite constituirnos como "yo" en relación a sí mismo y como "tu" o "él" o "ella" en relación con los otros, es decir "nosotros", "vosotros" y "ellos". No olvidemos que los pronombres personales para Elias representan la serie más elemental de coordenadas de relaciones que pueden aplicarse a todas las sociedades. En este sentido, discute el individualismo metodológico y los reduccionismos cosificantes que sólo abordan el problema en términos dualistas de individuo-sociedad (Elias, 1982).

Esa interdependencia que resulta del entramado de relaciones de una persona, es  lo que constituye una figuración; y que tanto se aplica a pequeños grupos como a grandes sociedades. La misma refiere a compromisos y obligaciones materiales, morales y simbólicas, a la vez que tiene la peculiaridad de crear coerción y abatimiento por tratarse de aspectos que implican redes que exceden a los individuos que las integran. Las estrategias, las rutinas, los modos de organización de la vida cotidiana pueden ser comprendidas en esta clave, en el sentido de que no se trata de prácticas individuales sino, de prácticas sociales fuertemente dependientes del significado de interdependencia experimentado por sus actores.

En suma, si bien lo que constituye una figuración y una sociedad es ese entramado de individuos en interdependencia, ésta última cobra cierta autonomía y es allí cuando percibimos los efectos del control social mediante emociones como el abatimiento y la coerción. Será, entonces, la noción de figuración una clave que le permitió a Elias explicar el destino trágico de Mozart.

Según Elias el modo más sencillo de conocer a una persona consiste en saber cuáles son las aspiraciones que pretende concretar. Tal como menciona en relación al caso de Mozart, concretar estas aspiraciones o deseos no dependen únicamente de ellos mismos, el poder llevarlos a cabo. Más bien, son resultado de una red de interdependencia. Es desde este lugar que discute incisivamente (y aun con un fuerte fundamento evolucionista y psicologista) la idea con que suele ser abordada  la figura de Mozart en tanto genio, cuyas capacidades serían innatas, naturales, recibidas por herencia biológica.

Para Elias, en cambio, la genialidad o como él la denomina, la "sublimación" es una construcción social, producto de un arduo trabajo y dedicación, en la que se destaca muy especialmente la posición del individuo, en la sucesión generacional, para concretar la aspiración. En el caso de Mozart se trataba de una segunda generación de músicos, cuyo padre pertenecía a una familia de artesanos encuadernadores y cuya red de contactos la componía el personal de servicio de la corte tales como pasteleros, cocineros y trompetistas. Se trataba de una persona con fuertes habilidades pedagógicas, que inculcó en su hijo no sólo el arte de la música sino la apropiación de los modos y cánones de vida cortesanos. El pequeño Amadeus, además de vestir a la usanza cortesana, aprendió piano, violín y órgano a los 3 años de edad junto a su hermana, mientras su padre los llevaba de corte en corte y toda la familia se beneficiaba económica y simbólicamente de las presentaciones de estos dos pequeños hermanos. Fue así que sus hijos tocaron para diferentes príncipes, arzobispos y nobles de alto rango en distintas ciudades de Europa, incluida Viena, que representaba para el joven Amadeus el máximo logro que, una vez adulto, aspiraba a alcanzar en términos de reconocimiento. Era ésta la mayor de sus ambiciones.

Al mismo tiempo la tragedia del pequeño Mozart consistió en haber vivido en un momento de transición de la estructura social, donde los cánones del arte burgués se estaban transformando. Un incipiente mercado libre recién se estaba constituyendo pero los músicos todavía dependían fuertemente de un puesto en la corte o en las capillas, siempre ligados a un cortesano, para sobrevivir. En este sentido, aunque Mozart estaba todavía atado al canon musical de la corte, era un músico burgués, y así fue percibido por los cortesanos. Más aún, Mozart se resistía de manera irreverente a asumir por completo los modos de comportamiento apropiados para desenvolverse en la sociedad cortesana. Del mismo modo, en su producción artística, reproducía esa resistencia sintiéndose  superior e incomprendido por los cortesanos que lo contrataban, y que le negaban su ingreso como personal estable de la corte de Viena. Es decir, que le daban la espalda y le impedían, de esa manera, concretar su mayor deseo y aspiración, el ser reconocido por el público vienés, cuyo abatimiento contribuyó, según Elias, a vaciar de sentido su existencia al punto de causarle la enfermedad que lo llevó a la muerte.

Esta novedosa y original formulación en torno a las aspiraciones del genio musical de todos los tiempos nos posibilita iluminar el modo en que se construyen y concretan las aspiraciones de estudiantes universitarios de primera generación de una universidad del conurbano bonaerense. Para Elias la posición en la sucesión generacional de un individuo resulta fundamental para alcanzar la "sublimación", que podríamos traducir mediante nuestra evidencia empírica como superación, realización personal, e incluso "vocación", un modo muy infrecuente de abordar a los estudiantes universitario de origen popular, por parte de la literatura académica, a la hora de interpretar el por qué se quedan y el por qué se van de la universidad4 .

2. La construcción social de la realización personal: la "vocación" entre los estudiantes universitarios de primera generación.

En nuestro trabajo de campo realizado durante la segunda mitad del año 2013, contactamos, entrevistamos y observamos, a unos 35 estudiantes de diferentes carreras, que cursaban entre su primer y tercer año de la universidad; o bien que habían dejado sus estudios. Los alumnos se ubicaban en un rango de edad amplio, comprendido entre los 20 y los 50 años, en una proporción similar de hombres y mujeres. Conversamos con ellos tanto en la institución como en sus hogares. Cuando organizamos el proyecto de investigación, a priori habíamos clasificado a los alumnos como "ingresantes", "cursantes" y "desertores". Entre las causas de abandono, partimos del supuesto que los estudiantes dejarían porque la red de interdependencia estaría comprometida. Pensamos que abandonaban los estudios por las dificultades en términos de problemas para conseguir ayuda en cuanto al cuidado de los hijos, imputaciones y reclamos respecto del descuido de las tareas domésticas, problemas de cansancio y negociación de los horarios laborales. Es decir que, más allá de nuestra supuesta superación de causales instrumentales de orden material, de alguna manera también esperábamos que fueran la necesidad económica y el papel de las personas próximas (familiares, vecinos y amigos) quienes obstaculizarían, en términos de impedir la dinámica propia del estudiar en la universidad, la concreción de estas aspiraciones.

Sin embargo, para nuestra sorpresa, el trabajo de campo nos reveló que estas no eran las causas determinantes para el abandono (exponiendo, a la vez, nuestro prejuicio). Los que abandonaban referían explícitamente el haberse sentido "frustrados", el que las carreras no cumplían las expectativas esperadas, y que la actividad para la cual se preparaban en términos laborales "no era para ellos", es decir, no iban a poder cumplir sus aspiraciones en términos de realización personal, expresando motivaciones no exclusivamente vinculadas a la "necesidad" o el lucro, usualmente referidas como "salida laboral".

Es de este modo que el sentido mismo de la política pública se ve matizado y complejizado. Desde la universidad, el discurso hegemónico acerca de la concurrencia a las universidades del conurbano era (hasta mediado del 20135 ) fundamentalmente ofrecer carreras con rápida inserción laboral en el mercado local y sus áreas de influencia. Esto suponía desde la lógica institucional que los estudiantes eligen sus carreras sólo en función de un único interés: un mejor empleo. Sin embargo, nuestra etnografía nos reveló que no se trata de una decisión lineal y unívoca. Como tuvimos oportunidad de conocer a través de las entrevistas con los estudiantes, la elección de la carrera y su abandono estaban en estrecha relación: la inserción laboral debía acompañarse de otro aspecto fundamental, la realización personal. Desde la perspectiva nativa las expresiones que dan cuenta de ese proceso fueron: "vocación", "esto es para mí", "esto es lo que quiero hacer", "me veo trabajando de esto".

Es decir, cuando la combinatoria entre salida laboral - entendida como posibilidades de conseguir un nuevo empleo vinculado a la credencial educativa - , y realización personal - entendida como el gusto, el placer, el disfrute asociado a la puesta en práctica de una profesión u oficio; a la reflexión sobre dicha práctica; y a la ponderación positiva de las condiciones de posibilidad del ejercicio de la misma - tienen lugar.

Cuando los estudiantes consideraban que esta combinación no se alcanzaba, tenía lugar el abandono (Colabella, 2014), poniendo así de manifiesto que la salida laboral no actuaba como determinante  unívoco para "entrar", "seguir" y "dejar". Todos estos verbos, que dan cuenta del tránsito universitario en término de proceso, contrariando la literatura académica del abandono en términos sustantivos de deserción, están atravesados por la idea de "vocación" como construcción social, dinámica y relacional en el sentido elisiano.

Esta vocación puede forjarse, según nuestros interlocutores de campo, a partir de diversas experiencias. Una de ellas refiere a un evento familiar traumático, otra señala el contacto prolongado con el área de interés, otra se manifiesta como forma de dar continuidad a un emprendimiento familiar o a un oficio de inserción laboral. Al mismo tiempo, la idea de progreso, de un horizonte de mejores posibilidades, también estuvo presente en las narrativas que recogimos: "voy a trabajar menos y voy a ganar más", "no voy a trabajar sólo por el mango", "voy a estar mejor", "voy a ganar plata haciendo lo que me gusta".

Entre los casos que registramos, del área de la salud, destacamos varios relatos de estudiantes de enfermería, kinesiología y organización y asistencia de quirófanos. Todos ellos comparten el haberse sentido "marcados" por una experiencia vivida como traumática (por ellos y sus familias), y que se constituyó en un evento que puso de relieve su "vocación" por la atención de personas con necesidades de cuidado. En este sentido, la idea de vocación, más que un despertar religioso en sentido weberiano (Weber: [1920] 2004), podría ser interpretada como un deseo que se construye a partir de experiencias y cuya concreción no depende únicamente del individuo, como plantea el ya citado Norbert Elias en "Mozart. Sociología de un genio" (Elias, 1991).

Un vivo ejemplo de ello lo constituye, el relato de Nadia, de 33 años, casada y con 3 hijos, vive en el barrio La Carolina. Nadia es sostén principal de su hogar a través del plan social de las cooperativas "Argentina Trabaja", donde realiza tareas de saneamiento, limpieza de zanjas, calles y basurales, mientras su marido se encuentra actualmente desocupado. Son miembros activos de la iglesia evangélica, a la que concurren los días domingos. Esta estudiante de primer año de enfermería, nos refirió de este modo cómo se despertó su vocación: "gracias a Dios tuve en la secundaria la materia primeros auxilios, por la cual pude ayudar a mi nene que se ahogó en una cisterna, mientras visitaba a mis padres en Mendoza. Yo estaba embarazada de mi segundo nene, y dejé al bebé con mis hermanos más chiquitos mientras fui al baño. Todos habían entrado a la casa y nadie notó que se había caído la media sombra de la pileta y el bebé de un año cayó adentro y estaba flotando, yo corrí con la panza, lo saqué y lo tenía como un muñeco, le decía a mi mamá: ¡está muerto!, lo tiré al piso, mi mamá paralizada, le hice respiración boca a boca y masajes en el corazón, el bebé estaba morado hasta que abrió los ojitos, como despidiéndose, mi mamá me decía: ¡seguí!, ¡seguí!, hasta que vomitó, por instinto, le sacaba la lengua para que llore, se desvanecía, me lo puse en el pecho hasta que vino la ambulancia, tenía hipotermia, y estuvo internado 5 días. En el hospital me dijeron que era un milagro (que hubiera sobrevivido), que tenía que festejarle dos veces el cumpleaños. Esto influyó en la elección de mi carrera, porque gracias a eso le salvé la vida a mi hijo, entonces me sentí bien. Fue como un puntapié para que el día de mañana - Dios no lo permita, no me pase nada similar -, pero pueda estar preparada para ayudar a otras personas".

El caso de Valeria, si bien es menos extremo, también ilustra el modo en que un evento familiar puede conectar a una persona con un deseo insospechado. Esta vecina de Florencio Varela, casada, con un hijo de 2 años, quien ejerce como profesora de filosofía en colegios secundarios de la zona, nos comentó en la sala de profesores del hospital, por qué a pesar de tener un título terciario, decidió iniciar la carrera de kinesiología a los 33 años: "siempre me gustó el cuerpo, me duele acá, por qué será, mirar el esqueleto, mirar los músculos (...) mi hijo nació prematuro, con 900 gramos, y estuvo 68 días en incubadora, en neonatología, y ahí conocí lo que era el mundo (del hospital), primero conocí al médico fisiatra, que me enamoré de su saber, ¡cómo conoce tanto!, y después cuando lo llevaba a terapia ocupacional, o a la kinesióloga... me empezó a gustar todo eso y ahí empecé a ver ese mundo con cariño. Yo creo que el día de mañana voy a ser una buena kinesióloga, porque voy a atender bien al paciente y también porque me gustaría brindarles una cuota de contención a la madre, al padre, a los familiares".

Por su parte Nélida, de 36 años, estudiante de organización y asistencia de quirófanos, se define como ama de casa aunque trabaja dando clases de gimnasia y ayudando en la sociedad de fomento del barrio. Oriunda de Misiones, su papá deforestaba pinares y su mamá era ama de casa, habiendo nacido en el seno de una familia conformada por 11 hermanos, es por uno de ellos que Nélida se decidió a estudiar. Separada, recibe manutención de su ex pareja y padre de su hijo de 10 años, con quien reside. Terminó el colegio secundario ya de adulta, a los 35 años, y nos aseguró en un aula del Homero Manzi: "me gusta mucho ayudar en salud. Ocurre que tuve un hermano que perdí en septiembre, tuvo poliomielitis a los 3 años, tenía 42 años cuando falleció, pasó cirugías, hospitales... además tengo amigas, madrina, sobrina, que son enfermeras. A mí me gustó más instrumentación que enfermería. Porque me gusta anatomía. Estoy segura de que mi hermano estaría orgulloso de que estudie, siempre me decía: tenés que seguir estudiando. Soy una persona positiva, me pongo una meta... cuando me reciba diré: gracias a mi hermano es que estoy haciendo mi carrera".

Por último Francisco, de 26 años, casado y con un hijo pequeño, vive actualmente con su esposa, quien ejerce como maestra jardinera. Desde el verano, trabaja como enfermero en una clínica privada de Florencio Varela, constituyéndose en uno de los pocos estudiantes, que aun sin haber egresado, ejerce ya como enfermero. Perteneciente a la primera cohorte del año 2011, integra como él la denomina el "grupo de los conejillos de indias de la universidad". Nos comentó en la sala de profesores del hospital: "mi papá era sindicalista de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina. A mí me marcó mucho lo que le pasó mi papá. En el año 93, le detectaron problemas cardíacos, hipertensión y diabetes, y en el 97, tuvo un accidente en casa, cuando se cayó desde la base de un tanque, a 7 metros de altura, mientras cortaba un árbol. A causa de ese accidente estuvo hospitalizado dos años, en su casa, verlo con todos los aparatos, pasarle el papagayo, la chata, a mi papá, que era un hombre grande, verla a mi mamá predispuesta para él... creo que eso me marcó mucho a mí y me incentivó hoy en día a estudiar".

Sin embargo, esta no fue la única experiencia que acercó a Francisco a la carrera de enfermería: "cuando revisé el listado de carreras, vi que estaba la licenciatura en enfermería. Uh, me dije, puedo ser como mi tía. Tengo una tía que es enfermera. Y yo de chiquito la veía como una persona importante. Ella siempre re-coqueta y siempre me quedó eso. Además, siempre me gustó atender al público, cuando era carnicero, la gente pedía que la atendiera yo... hoy en día como enfermero, cuando me agradecen por la paciencia que les tengo, es como que te sentís útil, y eso me gustó". Otro relato en el que los familiares tienen peso a la hora de la elección de la carrera, fue el de Ariel, de 39 años, técnico superior en kinesiología y rehabilitación, quien trabaja como contratado y espera, a través de la credencial universitaria, pasar a la planta estable del sanatorio: "mi familia, somos una elite donde todos estamos metidos en el tema de la salud. Mi mamá y mi hermana son licenciadas en enfermería, otra hermana es técnica en hemodiálisis, y yo, en kinesiología y rehabilitación. Todos estamos armados a nivel salud, no me quedó otra que volcarme a la salud". Muchos estudiantes como ellos, cuentan con familiares en el área de la salud, o en las áreas vinculadas a las carreras elegidas, quienes les revelan las peculiaridades del oficio y les muestran los pormenores del campo y las formas apropiadas para su futura inserción.

Así como Francisco o Ariel en el área de la salud, numerosos alumnos de Ingeniería ya se encuentran trabajando en su campo específico como programadores o técnicos en computación. En estos casos, la elección responde también  a la necesidad de obtener un título universitario para legitimar un oficio que ya se realiza con vistas a la promoción,  ascenso y/o mejoramiento de las condiciones de empleo. Ejemplo de ello son pasar a coordinar un área y tener personal a cargo, dejar de ser empleado eventual o subcontratado y pasar a formar parte de la planta permanente de una empresa o institución pública; e inclusive, armar su propio emprendimiento.

Como lo manifestaron varios estudiantes. "Mi esperanza es tener mi centro de rehabilitación y trabajar en un hospital como titular y a cargo de mi propio sector (...) creo que el emprendimiento lo vamos a hacer con mi hermana, con quien estudio aquí en la UNAJ, los dos tenemos muchos proyectos en mente", aseguró Ariel. Por su parte, Cristian, un joven estudiante de primer año de ingeniería en informática, de 22 años, que vive con sus padres, una ama de casa y un ayudante oficial mayor de la prefectura nacional, y en cuyo entorno inmediato cuenta con un hermano profesor de música y parientes estudiando en la Universidad Nacional de Lanús, nos confesó en un aula de la sede YPF estar haciendo la carrera para legitimar su oficio. Además de haber cursado 2 años de Artes Multimediales en el Instituto Universitario Nacional del Arte (en adelante, IUNA) y de haber hecho cursos de informática (desde los 7 años) y fotografía, trabaja de manera independiente en su casa reparando computadoras a domicilio, pero necesita del título para mejorar su empleabilidad. Otra estudiante, Claudia también expresó: "me gustaría ejercer sola, no depender del Estado ni de nadie. Como nunca pude encontrar un trabajo estable, ya estoy desenamorada de eso y kinesiología la puedo ejercer de forma autónoma, en mi casa, en la casa de los pacientes, en una obra social, en un hospital, me manejo yo, no necesito del otro para existir".

Ser "el propio jefe" forma parte de una de las principales motivaciones para estudiar, sobre todo entre quienes poseen trabajos eventuales, como contratados en el área de la salud; quienes realizan actividades laborales en sus domicilios, como es común entre los estudiantes de ingeniería en informática; o trabajan en negro, en los rubros más informales del servicio doméstico o los talleres de costura, más usual entre las mujeres, y la construcción, más usual entre los hombres; como ocurre con estudiantes de todas las carreras.

En la mayoría de los casos, la vocación es  "poder ayudar", ser "socialmente útiles" y "servir a los demás". Así lo aseguraron Claudia: "por ahí es muy romántica la idea, pero quiero estudiar para poder ayudar a todo aquel que está en una situación de desventaja, que se quiere reincorporar"; Valeria, cuya idea es "trabajar con chicos discapacitados severos (...) personas que realmente lo necesitan (...) que tengan problemas graves"; y Claudio, que lo animó su afán de ayudar a quienes se lesionan en los partidos de fútbol: " a 3 años de estar acá (en el país) hice un curso de director técnico, y tuve una materia que me gustó mucho que fue anatomía. Ahí tuve un profesor nutricionista, que le pregunté: ¿quién es el que corre cuando alguien se lastima? El kinesiólogo, me dijo. Pensé en ese momento, estaría bueno estudiar eso. Por eso cuando lo vi (a la carrera) no lo consulté con nadie, me dije: es para mí, es para mí y me tiré de cabeza".

Pero no sólo quienes eligen temas asociados a la salud son movilizados por el afán de "devolver". Elisa, una estudiante de 36 años, casada, con dos hijas en edad escolar y que ya trabaja en un estudio contable, ingresó en 2013 para iniciar sus estudios en administración para poder ayudar: "me gustaría trabajar en un lugar que pueda ayudar a personas, a capacitar para que busquen trabajo". Del mismo modo, Mirta, una empleada doméstica oriunda de Misiones que a sus 48 años inició la licenciatura en relaciones del trabajo "porque hay muchas cosas para hacer (...) hay mucho para hacer de los dos lados, los pagos, tienen razón las patronales, tienen razón los empleados (...) Obvio, mi gremio (habla como empleada doméstica) es un gremio muy chiquito, muy privado, yo adonde estoy, estoy muy bien, tuve mucha suerte, pero hay muchos abusos, pero no solamente de la parte patronal, hay muchos abusos de la parte de los empleados también y yo lo vivo a eso". Cuando le preguntamos si le gustaría aplicar su carrera a las relaciones laborales del servicio doméstico, nos respondió que le gustaría intervenir: "en todos sectores. Los docentes ¿por qué tienen que dejar sin clases a los alumnos?, yo lo padecí en mi secundario de adultos, el pedido es justo, tiene que haber algo en el medio, alguna forma tiene que haber, de dejar a las dos partes medianamente conformes, y que ninguno de los dos abusen y salga perjudicado. Yo deliro, divago mucho, pero mientras estoy con el trapeador (limpiando el piso) estoy pensando, a ver qué puedo hacer por la humanidad, si Dios me ayuda, vamos a ponerlo en práctica, pienso que hay mucho para hacer".

En suma, podemos afirmar que, transitar una experiencia significativa, ya sea un evento traumático (Das, 2003), la presencia de familiares en un campo laboral específico (Willis, 1988; Trpin, 2004) o la propia inserción laboral en actividades vinculadas a un área disciplinar (Lave, 2011), o todas simultáneamente, hacen posible a los estudiantes el descubrimiento de sí mismos, su propio deseo y sus límites (McLaren, 1994). Estas experiencias vitales los acercan a modos diversos de realización personal a través de la carrera elegida. A este respecto podemos matizar la afirmación de Sandra Carli, en su trabajo El estudiante Universitario (2012)realizado con estudiantes de la UBA, acerca de que, en el caso de los estudiantes de clase media, se crea una atmósfera familiar que estimula la continuidad de los estudios universitarios, aunque sin incidir en la carrera a elegir, mientras que los estudiantes de sectores populares, con padres no universitarios, el peso lo darían los pares generacionales (Carli, 2012: 84).

El trabajo de campo nos reveló muy fuertemente que también en los sectores populares, los padres y otros familiares sirven de modelo a seguir, estimulan la prosecución de estudios superiores, y enfatizan el gusto y la realización personal. Así aconsejó el padre a su hijo Francisco: "para sentirte realizado, tenés que estudiar lo que te gusta; para morirte tranquilo, tus hijos tienen que estudiar, tienen que estar mejor que vos. Siempre hay que superarse". En los sectores populares al igual que en los sectores medios, las familias aconsejan y participan de las elecciones de carrera de sus hijos o cónyuges, con base en el conocimiento del perfil del candidato. Resulta usual que los estudiantes refieran que sus padres les señalen, en el marco del proceso de inscripción a las carreras: "a vos de chiquito te gustaba tal cosa" o "siempre fuiste bueno para tal otra". Tal es el caso de Micaela, una joven de 19 años que vive con su madre, quien tiene un taller de costura en la casa y decidió apoyarla materialmente para que estudie. Micaela estudia asistencia y administración de quirófanos. Aunque su primera elección había sido la carrera de relaciones del trabajo, consultó en su casa a su mamá y su hermana, que estudia para maestra, y le aconsejaron que cambiara: "en mi casa no me veían en eso, no era lo mío, esto saben que me gusta". Lo mismo ocurrió con Nicolás, un joven estudiante de administración de empresas, que vive con sus padres en el barrio La Carolina. Su papá es vendedor en una empresa de electrodomésticos y su mamá es portera en un colegio. Ayudado por su hermano que estudia arquitectura, eligió administración porque quería "algo relacionado con la economía". Su hermano le dijo: "fijáte qué es lo que te gusta, eso es lo más importante". Nicolás asegura verse a sí mismo en una empresa grande cuando se reciba.

Por supuesto, la salida laboral y la mejora en las condiciones de vida también constituyen buenos motivos para la elección de sus carreras. Y de un modo u otro, todos mencionan la dimensión monetaria y económica como un aspecto importante que no sólo afectará sus vidas futuras sino que también mejorará la de sus familias. Lo notable a este respecto, es que no encontramos ningún caso donde la elección aparezca como exclusivamente movilizada por el potencial dinero que se pudiera ganar con un trabajo mejor, sino que se encuentra siempre acompañada por la expectativa de realización personal, posible toda vez que eligieron "algo que les gusta"6 .

Más aun, en los casos en que esta motivación no era tan evidente para los propios estudiantes y, en algún tramo de la carrera se puso al descubierto, muchos prefirieron abandonar antes que continuar con algo que "no era para ellos". Así fue justificado por Lourdes, en la cocina de su casa a una de las investigadoras que había sido su docente en 2011, y que junto al resto de los compañeros, habían hecho una "cadena de oraciones" para que esta alumna no abandonara. Incluso dos estudiantes, en aquel momento, fueron a visitarla a su domicilio para que "no dejara". A pesar de todo eso, Lourdes abandonó poco antes de terminar el primer cuatrimestre de su primer año de enfermería. "Dejé porque no me gustaba lo que estaba estudiando", dijo enfáticamente, ilustrando que el peso del gusto y la realización personal es causal de abandono.

En este sentido, si bien la vocación contempla una diversidad de expresiones y matices, una dimensión que se tornó particularmente reveladora de la elección de la carrera y que desafió nuestro argumento inicial, amparado casi exclusivamente en la "salida laboral", fue lo manifestado por Belén, quien condensa de manera ejemplar y elocuente el proceso personal de la vocación como una construcción social en su plena dimensión sociológica.  Esta joven de 21 años, estudiante de primer año de enfermería, nos comentó en un aula de la sede YPF, que el año 2012 hizo la instrucción militar con vistas a ingresar a la Fuerza Aérea Argentina: "como mujer, iba a ser auxiliar de enfermería de la fuerza, razón por la cual fui a hacer las prácticas al hospital militar, donde una enfermera nos enseñaba lo básico. Como no logré ingresar, inicié mis estudios en la UNAJ. Me gusta por la experiencia que tuve ahí, como auxiliar, ahí lo empecé a descubrir, la vocación se va conociendo a medida que uno tiene la experiencia, se hace la vocación, nadie puede decir 'por vocación' si no tuviste la experiencia. Me gustaba ayudar a la abuelas, la sonrisa que te regalan en el día a día, el apretón de manos, uno se lleva todo eso, me iba bien del hospital, cada vez iba creciendo más... me encanta aprender".

Al igual que Belén, todos los entrevistados sin excepción, decían ir a la universidad porque les "encantaba", les daba "placer", les "gustaba mucho" lo que eligieron, y se imaginaban trabajando de eso para lo cual se estaban formando. De esta manera se puede apreciar que se trata de  motivaciones no vinculadas exclusivamente al puro cálculo económico y a la necesidad, sino a nociones más complejas, menos lineales y cuantificables como las aspiraciones y la realización personal7 .

3. Estudiantes universitarios de primera generación

La universidad resulta, en definitiva, transformadora de la persona. Los estudiantes revelan que la experiencia universitaria resultó para ellos algo equiparable a una "revolución cognitiva" (Sigaud, 1979), y agregaríamos holística, ya que se trata de una transformación de la totalidad de la persona (Vargas y Viotti, 2013). Por ejemplo, señalan como fundante un cambio en el vocabulario, en la forma de hablar (y de pensar); en la construcción de nuevas relaciones dominadas por una nueva comunidad de iguales que los distingue en buena medida de sus vecinos e inclusive, respecto del resto de los miembros de su propia familia. En este sentido, afirmamos que estos estudiantes, de manera análoga al padre de Mozart, están inaugurando un cierto sentido de trascendencia y eventualmente, de movilidad social. El ingreso a la universidad ya constituye de por sí, un logro en la historia de estas familias.

Sin embargo usualmente asociamos primera generación de estudiantes universitarios entre los sectores populares a los hijos de los trabajadores, sean estos provenientes del mundo rural o urbano, que logran ingresar a la educación superior. No obstante, nuestro trabajo de campo, tanto en nuestro rol de investigadoras como de docentes de las nuevas universidades del conurbano, rompe con esta noción dominante de la generación en términos de homogeneidad etaria.

La idea de generación suele pensarse desde el sentido común, las teorías sociales e inclusive desde la antropología social, en términos de abuelos, padres e hijos. En ese sentido devienen significativos tanto el aporte de Elias en relación a la idea de sucesión generacional como condicionante de la concreción de las aspiraciones, como así también la iluminadora perspectiva de Karl Mannheim, en su texto "El problema de las generaciones" (1928). Precisamente este autor sintetiza estas perspectivas poniendo de manifiesto que hay dos caminos: uno positivista cuantitativo y uno histórico romántico (alemán). El primero plantea como premisa central que las generaciones se renuevan necesariamente cada 30 años, porque a esa edad supuestamente el individuo medio alcanzaría un punto máximo de creatividad para el desarrollo de la vida pública (a los 60 años entonces dejaría la vida pública). La segunda perspectiva abona la línea que nos interesa destacar aquí acerca de la "no contemporaneidad de los contemporáneos", destacando la cuestión vivencial como factor determinante de la experiencia compartida: varias generaciones comparten el mismo tiempo cronológico (y espacio), el tiempo interior es cualitativamente diferente al tiempo vivencial de los otros. Por ejemplo, la universidad marca una temporalidad a la que todos deben ajustarse: plazos para exámenes, fechas de parciales, fin del ciclo lectivo, etc. Sin embargo, esa experiencia se inscribe de modos muy distintos en las trayectorias de estos estudiantes que se incluyen en un amplio rango de edades y situaciones vitales. Esto se emparenta con la vinculación entre situación de clase y situación generacional señalada por Mannheim en tanto propone "una modalidad específica de encajamiento en el proceso histórico" (Mannheim, 1928: 209). Es decir, que "lo que constituye la posición  común en el ámbito social no es el hecho de que el nacimiento tenga lugar cronológicamente al mismo tiempo - el hecho de ser joven, adulto o viejo en el mismo período que otros - , sino que lo que la constituye primariamente es la posibilidad, que en ese período se adquiere, de participar en los mismos sucesos, en los mismos contenidos vitales; más aun la posibilidad de hacerlo a partir de la misma modalidad de estratificación de la conciencia" (Mannheim, 1928: 216).

Es en esta clave que intentamos leer nuestras evidencias empíricas, las que nos obligaron a repensar los alcances de las relaciones inter-generacionales en términos lineales y sucesorios. Y también las teorías acerca de la movilidad social en términos inter-generacionales. Encontramos que al interior de las aulas de La Jauretche convivían como compañeros de estudio personas emparentadas en diverso grado, ya sea padres e hijos, suegra y nuera, tíos y sobrinos, es decir, personas clásicamente ubicables en generaciones diferentes y sucesivas. Esto sería equivalente a la lúcida interpretación de Mannheim acerca de la "no contemporaneidad de los contemporáneos".

Por un lado, este proceso destaca cómo una condición estructural específica8 - como es el caso analizado, en el que la localización en Florencio Varela de una universidad nacional se constituye en una política pública de inclusión social - permite reconsiderar vínculos tradicionalmente pensados como lineales y jerárquicos.

Los estudiantes que entrevistamos van a ser primera generación de universitarios y en términos de movilidad social se abre la pregunta acerca de si la movilidad que históricamente supuso la obtención de credenciales universitarias en la Argentina, impactará del mismo modo entre personas emparentadas pero de generaciones diferentes como ser padres e hijos o tíos y sobrinos. Uno de los ejemplos que podemos mencionar lo constituye el caso de los estudiantes de ciencias de la salud, donde muchos de ellos eligen esa área por contar con familiares que se desempeñan en esa especialización. De modo que la elección de la carrera deviene en una estrategia que puede permitir la concreción de emprendimientos familiares en un área específica. Podemos concluir entonces que la tan mentada expresión "primera generación de universitarios" no explica plenamente el fenómeno de las políticas educativas de inclusión social de sectores populares, sino que ésta debe estar matizada por las relaciones jerárquicas de parentesco, linaje y compadrazgo, fenómenos que alteran violentamente la noción clásica de generación en su versión lineal.

Consideramos que incluir la noción de "simultaneidad generacional" a la hora de pensar la primera generación de universitarios ilumina un campo complejo y novedoso en las ciencias sociales y de la educación. Y al mismo tiempo destacamos que, el fenómeno inicial que inspiró nuestro trabajo, la tan mentada "deserción estudiantil" no es experimentado de manera traumática por los estudiantes; y esto por dos motivos. El primero, porque al tratarse de estudiantes de primera generación el concurrir a la universidad ya es un logro en la trayectorias de sus familias (apropiación de un habitus vinculado al mundo universitario y transformación integral de la persona), y el segundo porque muchos manifestaron que es a través del "dejar" que descubren "lo que les gusta", "lo que es para ellos", es decir, su "vocación".

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1La Universidad Nacional Arturo Jauretche inició sus actividades académicas en el 2011 y cuenta con una matrícula aproximada de 13.000 alumnos inscriptos. El propósito explícito de esta institución educativa lo constituye la integración, inclusión y promoción social de los sectores populares a los que, por su emplazamiento geográfico en el municipio de Florencio Varela, pretende atender (Memoria Fundacional UNAJ, 2013:7). La población de Florencio Varela es de 426.005 habitantes (Censo 2010). La estructura poblacional del distrito muestra una población predominantemente joven, ya que el 44.2 % de la misma son menores de 21 años, siendo el promedio de edad de la población 25 años. Según la Encuesta Permanente de Hogares del 2008, el 76.9 % se encuentra bajo la línea de pobreza; los hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), alcanzan el 26.7%; y el 65.3% no tiene cobertura de Obra Social. Fuente: información sistematizada del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.

2Según Alicia Gutiérrez (2004) los sectores populares son abordados por el Estado en términos de medición ya sea a través de su capacidad de generar dinero (Línea de Pobreza) o a partir de la carencia de algún elemento de infraestructura o dificultad de acceso a servicios considerados "básicos" (Necesidades Básicas Insatisfechas). Estas mediciones permiten captar dos modalidades de la pobreza, la primera, a los grupos recientemente empobrecidos, mientras que la segunda permite reconocer la pobreza estructural.

3Cabe mencionar que Elias falleció el 1º de agosto de 1990, no vio publicado este texto. Sin embargo su organizador Michael Schorter comenta que fue Elias quien le dio el título a esta obra, basada en material escrito, conferencias y cintas magnetofónicas de los años 1980's, parte de un proyecto más ambicioso sobre "el artista burgués en la sociedad cortesana".  Desde 1983 Schorter publicó un volumen por año promedio, con obras inéditas de Elias. Ya sea como editor, traductor o como colaborador estrecho de Elias, Schorter siguió trabajando el texto aún después del fallecimiento del sociólogo alemán. El texto se editó en 1991, el año del bicentenario de la muerte de Mozart.

4Nos referimos concretamente a recientes estudios de universidades nacionales de los siguientes autores: Panaia, 2013, Rinesi, 2012, y Santos, 2005.

5Cabe aclarar que desde el 2015 la universidad ofrece nuevas carreras, algunas de ellas vinculadas a las profesiones liberales como medicina y otras orientadas a las políticas públicas como trabajo social, entre muchas otras.

6A este respecto, la elección vinculada con la carrera así como con la actividad productiva, no difiere de los hallazgos encontrados entre los diseñadores y emprendedores que se adscriben a la clase media porteña. La tensión entre una actividad productiva satisfactoria para la persona y que esa actividad les permita la reproducción de sus vidas cotidianas, no sólo articula las dimensiones morales y simbólicas involucradas, sino que además unifica lo que según Zelizer (2009 y 2011), solemos pensar como mundos hostiles (el dinero y los afectos).

7Queremos destacar una vez más que no pensamos la elección de la carrera y la permanencia en la universidad en términos duales de interés / salida laboral versus desinterés / realización personal / vocación sino más bien en una lógica que combina ambas racionalidades. 

8En el trabajo de Elias la importancia del momento histórico resulta central por lo que habilita como constreñimiento y posibilidad: mientras Mozart no pudo hacer frente a los determinantes estructurales de su época, donde aun no había un mercado libre y pautas de consumo musical extendidas a la burguesía, Beethoven por su parte fue contemporáneo a un contexto en donde ya existía un público burgués dispuesto a consumir su producción musical y por lo tanto, contaba con la posibilidad de vivir por fuera de las normas de la sociedad cortesana. Los niveles de autonomía e independencia eran mayores tan sólo 15 años después.

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