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Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.13 no.2 Córdoba ago. 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.31048/1852.4826.v13.n2.27172 

DOSSIER

DOI: https://doi.org/10.31048/1852.4826.v13.n2.27172

Puesto Viejo, una aldea Tafí en las alturas (Quebrada de Los Corrales, El Infiernillo, Tucumán)

Puesto Viejo, a Tafi village in the heights (Quebrada de Los Corrales, El Infiernillo, Tucumán)

Nurit Oliszewski* y Eugenia Di Lullo**

*Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), UNT-CONICET. E-mail: nuritoli@yahoo.com.ar

**Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), UNT-CONICET, Instituto de Arqueología y Museo-UNT. E-mail: eugedl@gmail.com

Recibido 24-12-2019.

Recibido con correcciones 16-06-2020.

Aceptado 30-06-2020

Resumen

Este trabajo indaga sobre aquellos atributos compartidos por las diferentes comunidades del primer milenio de la Era Cristiana que podrían ser considerados como “signos de época”. Se propone que, si bien esta exploración es válida, al mismo tiempo supone problemas de escalas, por lo que deben explicitarse los contextos de análisis. En este sentido se plantea que, para el período en cuestión, en una región de 350 km2 que abarca el norte del Sistema del Aconquija y sur de Valles Calchaquíes, el diseño arquitectónico denominado patrón Tafí podría ser considerado un signo de época. Esta manera de construir viviendas fue compartida por varias aldeas, lo que estaría reflejando, junto con otros indicios, una identidad que en algún punto fue colectiva y trascendió los propios límites comunitarios. A partir del estudio en la Quebrada de Los Corrales del particular arreglo espacial de este tipo de viviendas y su relación con los espacios de producción agro-pastoril, se plantea a nivel local la existencia de vínculos de cooperación entre las unidades domésticas de la aldea de Puesto Viejo, por lo que habrían convivido, en simultáneo, niveles de reproducción social familiar, supra-familiar e intercomunitario.

Palabras clave: Primer milenio D.C.; El Infiernillo; Aldea agro-pastoril; Noroeste argentino.

Abstract

This paper looks into the attributes shared by different communities from the First Millennium AD that could be considered as the “signs of a time”. Although this kind of proposal is valid, our contention is that it entails problems of scale and that, consequently, calls for contexts of analysis to be specified. In this sense, for the period at issue, in a 350 km2 region encompassing the North Aconquija System and the South Calchaquí Valleys, we consider the architectural Tafí pattern as a sign of a time, as such dwelling construction was common in various villages. Along with other indicators, this could reflect -to a certain extent- a collective identity that transcended community limits. Based on the study in Quebrada de Los Corrales of the peculiar dwelling arrangement and its relation with agricultural and herding spaces, we suggest the existence of cooperation bonds between domestic units within Puesto Viejo village, accounting for the simultaneous coexistence of family, supra-family and inter-community social reproduction levels.

Keywords: First Millennium AD; El Infiernillo; Agro-pastoral village; Northwest Argentina.

Introducción

La aldea Puesto Viejo (ca. 200-550 cal D.C.) se ubica en la Quebrada de los Corrales (QDLC), en el centro-oeste de la provincia de Tucumán. En base al conocimiento acumulado en más de una década de estudio en el área, el objetivo del presente trabajo es reflexionar acerca de los posibles vínculos que pudieron haberse establecido entre los propios habitantes del poblado y de estos, con otros grupos aldeanos que vivieron en la zona límite entre el sur de las Cumbres Calchaquíes y el norte del Sistema del Aconquija durante el primer milenio D.C.

El patrón de asentamiento de tipo aldeano es característico de las comunidades del primer milenio D.C. de los valles y quebradas del noroeste argentino (NOA). El mismo se caracterizó, en líneas generales, por la asociación de dos o más recintos circulares o sub-circulares y uno o más patios también circulares, vinculados a su vez con estructuras agrícolas y pastoriles (Berberián y Nielsen 1988; Núñez Regueiro 1974; Raffino 1977; Tarragó 1996). Si bien cada una de estas aldeas del sur de Cumbres Calchaquíes y el norte del Sistema del Aconquija tuvo sus particularidades -como el grado de agrupamiento de las viviendas o la relación espacial de los sectores habitacionales con las áreas destinadas a la producción de alimentos- pueden encontrarse numerosos puntos en común entre ellas como, por ejemplo, la morfología de sus unidades residenciales, el tipo de tecnología agrícola utilizada, la presencia de ciertos estilos alfareros, los bienes consumidos, la modalidad de entierro de los muertos, entre otros atributos.

Puntualmente nos referiremos al esquema arquitectónico y de establecimiento de viviendas, el denominado “patrón Tafí” (sensu Berberián y Nielsen 1988), que es un tipo particular dentro del patrón aldeano del noroeste argentino. Las unidades residenciales están conformadas por pequeños recintos circulares de 2 a 6 m de diámetro (que por su tamaño pudieron haber estado techados), dispuestos alrededor de un recinto central de mayores dimensiones (de 10 a 15 m de diámetro), el cual habría funcionado como un patio de circulación obligada para acceder tanto a las habitaciones como al exterior de cada unidad. A su vez, estas viviendas compuestas, se encuentran vinculadas espacialmente con estructuras agrícolas y corrales. Una particularidad de este tipo de patrón es que se encuentra distribuido y circunscripto al área límite entre cumbres Calchaquíes y Sistema del Aconquija conformada por el valle de Tafí, el valle de La Ciénaga, la cuenca de Anfama y la Quebrada de Los Corrales (Figura 1).1

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Figura 1. Áreas de dispersión del patrón Tafí y fotografía de una unidad doméstica de Puesto Viejo (QDLC).

Figure 1. Tafí pattern dispersal area and photography of a domestic unit of Puesto Viejo (QDLC).

A pesar de ser ambientalmente diferentes y estar alejadas unas de otras, todas estas zonas compartieron un mismo diseño arquitectónico -el patrón Tafí- al que proponemos como un signo de época para la región mencionada, durante el primer milenio D.C. Utilizamos el concepto en el sentido otorgado por Spano y Salazar (2017) como características distintivas compartidas por un conjunto de sociedades, que superan a las historias locales. Si bien este patrón ya se ha señalado como un atributo común entre los poblados de este período, en esta presentación lo destacamos como un signo de época, lo cual implica otras consideraciones que exceden a apuntar la mera similitud formal. Conlleva a plantearse las connotaciones de esta repetición, es decir indagar por qué, a pesar de las trayectorias particulares, la constante fue la presencia de este tipo característico de vivienda; cómo el particular arreglo de estas es indicativo de otros aspectos o dimensiones de la vida y de qué manera otras materialidades acompañaron su reproducción.

Aunque es cierto que en el área bajo estudio se compartió un mismo planteo en la construcción de estas estructuras -que apela a la geometría circular, al recurso de la anastomosis y al centripetismo2 - las evidencias también denotan cierta variabilidad en cuanto a cantidad, emplazamiento y relación espacial con las estructuras productivas. En este sentido nuestro caso de estudio, la aldea Puesto Viejo de la Quebrada de Los Corrales (QDLC), resulta interesante de tomar como punto de partida para abordar al patrón Tafí en un contexto particular y su correspondencia con los vínculos que pudieron tener -a nivel funcional, social, económico, simbólico e identitariotanto las unidades domésticas al interior de una aldea, como de estas entre sí.

Puesto Viejo: una aldea

Tafí en las alturas QDLC está ubicada por sobre los 3.000 msnm en la zona del abra de El Infiernillo, límite norte del sistema montañoso del Aconquija. Tiene una superficie total aproximada de 28 km2 . En esta extensión -que abarca toda la cuenca del río de Los Corrales- se localizan distintos tipos de estructuras y sitios arqueológicos (Figura 2). En la cuenca inferior se encuentra Cueva de Los Corrales 1, en la cuenca media/superior se registran extensas áreas con estructuras agro-pastoriles y finalmente, en ambas márgenes del curso superior, en la localidad arqueológica de Puesto Viejo (PV), se concentran medio centenar de unidades residenciales conformando un gran núcleo aldeano (Di Lullo 2012; Oliszewski 2017; Oliszewski et al. 2015). Hacia el sur de PV se encuentra el sitio Taller Puesto Viejo 1 (TPV1) de larga persistencia ocupacional (Martínez et al. 2013; Oliszewski et al. 2018).

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Figura 2. Ubicación geográfica del área de estudio y mapa arqueológico de QDLC. PV1 y PV2: aldea Puesto Viejo, TPV1: Taller Puesto Viejo 1.

Figure 2. Study area geographic location and archaeological map of QDLC. PV1 and PV2: Puesto Viejo village, TPV1: Taller Puesto Viejo 1.

El proceso de establecimiento prehispánico en la quebrada tiene una extensa historia que abarca un lapso de casi 8000 años desde ca. 6609 cal A.C. hasta 1341 cal D.C.3

La ocupación tiene su inicio hacia 6600 cal A.C. con la presencia de grupos cazadores recolectores de alta movilidad (Martínez et al. 2013).

Hacia 2200 cal A.C. tuvo lugar un proceso transicional hacia la producción de alimentos evidenciado principalmente por una base residencial ubicada en el sitio TPV1 (ca. 2200- 1500 cal A.C.). En dicha base se llevaron a cabo múltiples actividades como molienda, manufactura y uso de vasijas cerámicas para cocinar y contener alimentos, elaboración y uso de artefactos líticos confeccionados con materias primas locales, consumo de guanacos producto de la caza con propulsor y arco y flecha (realizada con puntas de proyectil de cuarzo de producción local) e inhumaciones mediante prácticas crematorias con acompañamiento de artefactos como cuentas de collar y semillas de quínoa y maíz, lo cual nos permitió proponer la ocurrencia de un proceso local que llevó a grupos cazadores-recolectores móviles a arraigarse y paulatinamente constituirse en la aldea agro-pastoril motivo del presente trabajo (Martínez et al. 2016; Oliszewski et al. 2018; 2019).

La ocupación más intensa se dio durante los primeros siglos de la Era Cristiana entre ca. 200-550 cal D.C. materializada en el conjunto aldeano de PV, que se encontraba físicamente separado por un mínimo de cuatrocientos metros, pero a la vez asociado a extensas superficies de producción agrícola-pastoril compuestas por aproximadamente 500 hectáreas de andenes y otras estructuras productivas (Di Lullo 2012; Oliszewski et al. 2015). Es así que, durante trescientos cincuenta años, en QDLC funcionó una aldea autosuficiente orientada a la producción de alimentos.

Hacia 550 cal D.C., las ocupaciones humanas en esta zona se vieron interrumpidas por el probable acontecimiento de un evento volcánico, cuyo origen aún no ha sido identificado, que habría inutilizado la producción agrícola y el agua para consumo humano y animal. Dicho evento está evidenciado por una lente de toba vítrea retransportada que fue registrada en dos bancos naturales y en las capas estratigráficas superiores de todos los recintos centrales excavados (no así en los recintos laterales ya que estos habrían estado techados). Alguna erupción -aún no documentada- ocurrida en la puna como la del complejo volcánico Cerro Blanco (Catamarca) podría ser la explicación del posible origen de la ceniza volcánica de QDLC debido a que toda la zona de El infiernillo-Tafí del Valle entra en el área de influencia y dispersión de dicho complejo (Fernández Turiel et al. 2019).

A partir de ese momento y especialmente durante el segundo milenio D.C., QDLC habría funcionado solo como un espacio de circulación sin ocupación/producción efectiva encontrándose la mayor cantidad de evidencias de estas ocupaciones breves en CC1 hacia 1345 cal D.C. (Oliszewski et al. 2008).

Esta síntesis (Figura 3) muestra para QDLC una ocupación multi-componente conformada por cuatro bloques temporales discretos vinculados con a) grupos cazadoresrecolectores móviles (6600-5400 cal A.C., b) grupos en transición hacia un modo de vida productor (2200-1550 cal A.C.), c) grupos agro-pastoriles asentados en una aldea (200-550 cal D.C.) y, d) ocupaciones esporádicas hacia 1350 cal D.C.

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Figura 3. Diagrama de dataciones radiocarbónicas calibradas de QDLC. Programa Calib 7.10 (Stuiver y Reimer 1993), curva de calibración SHcal13 (Hoggs et al. 2013).

Figure 3. Calibrated radiocarbon dating diagram of QDLC. Calib 7.10 software (Stuiver y Reimer 1993), calibration curve SHcal13 (Hoggs et al. 2013).

Centrándonos en el lapso en que efectivamente funcionó la aldea, pasamos a describirla. Las estructuras residenciales se circunscriben al sector meridional de la cuenca y se asignan en su totalidad al patrón Tafí. Se han registrado al menos 85 unidades de este tipo que se distribuyen en ambas márgenes o terrazas del río de Los Corrales denominada como la aldea Puesto Viejo (PV)4 . De este total, 47 presentan un buen estado de conservación y han sido mapeadas, constatándose que hacia el este -en Puesto Viejo 2 (PV2)- existe un número mínimo de 21 conjuntos, mientras que hacia el oeste -en Puesto Viejo 1 (PV1)- hay al menos 26. La erosión laminar, junto con la formación de grandes cárcavas y el constante retroceso de sus cabeceras, han incidido negativamente en la conservación del resto de las estructuras, algunas de las cuales se encuentran semi-derrumbadas o solo conservan algunos de sus muros. Hasta el momento han sido intervenidas estratigráficamente siete de estas unidades y un espacio extramuros cubriendo una superficie total de 99 m2 excavados. Cabe destacar que debido al alto grado de erosión de la terraza en la que se emplaza PV1, algunas de las unidades no pudieron mapearse por su mala preservación. En la figura 4 se pueden observar las unidades intervenidas habiéndose excavado parcialmente tres recintos centrales y seis laterales (dos de ellos completos) a lo cual se suma un espacio abierto entre viviendas. En PV1 se excavaron cuatro unidades y un espacio extra muros: en la U1 se registró un entierro en cista en un recinto central; en las U2 y U4 se definieron contextos de cocina; en la U3 se determinó un contexto de producción de alfarería también en un recinto lateral; finalmente en el espacio extramuros se registró un contexto de consumo de alimentos. En PV2 se excavaron tres unidades: en la U1 se determinó un contexto de cocina en un recinto lateral y un contexto de actividades varias que incluye consumo de alimentos y producción/mantenimiento de artefactos cerámicos y líticos en el recinto central; en la U2 se definió un contexto de cocina en un recinto lateral y finalmente la U3 fue excavada recientemente habiéndose determinado actividades de consumo de alimentos en el recinto central y de cocina en un recinto lateral (además, en ambos recintos se registraron pozos cuya funcionalidad probable fue de almacenamiento).

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Figura 4. Plano de la aldea de Puesto Viejo (QDLC) y unidades excavadas.

Figure 4. Puesto Viejo village plan (QDLC) and excavated units.

Las evidencias obtenidas a partir de las mencionadas excavaciones refuerzan el carácter doméstico de las unidades habitacionales. En estas se habrían llevado a cabo diversas actividades cotidianas entre las cuales la preparación, el consumo y descarte de recursos alimenticios animales (como llama, guanaco, quirquincho y cérvidos) y vegetales (como algarrobo, chañar, maíz y quínoa) tuvieron un papel importante. También se habrían desarrollado actividades relacionadas con el mantenimiento de artefactos líticos y la confección/ cocción de artefactos cerámicos: núcleos, lascas y artefactos tallados mayoritariamente en materias primas locales (andesita y cuarzo) y en menor medida sobre obsidianas provenientes de la Puna catamarqueña y fragmentos cerámicos de diversas facturas asignables a grupos estilísticos conocidos para el primer milenio D.C. (como Tafí, Candelaria y Vaquerías) atestiguan estas actividades (Mercuri 2018; Oliszewki y Arreguez 2015; Oliszewki et al. 2015). En lo que hace a la tecnología cerámica específicamente, investigaciones traceológicas en curso señalan la existencia durante durante ese período de una tradición alfarera local (ver Gramajo Bühler y García Roselló en este volumen).

Con respecto a la cronología de ocupación, en la Tabla 1 y en la Figura 3 se encuentran las dataciones obtenidas hasta el momento para PV que muestran un rango acotado al lapso 223-555 D.C. calibrados con 2 sigmas (130-135 - 469-629 cal D.C.). Los fechados obtenidos muestran puntualmente que mientras PV1 estuvo ocupado durante todo este lapso, la ocupación de PV2 parece haber sido aún más acotada (entre 307 y 498 D.C.).

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de la Quebrada de Los Corrales, El Infiernillo, Tucumán. Programa Calib 7.10 (Stuiver y Reimer 1993), curva de calibración SHcal13 (Hoggs et al. 2013). Se distinguen cuatro bloques temporales, cada uno discriminado por color.

Table 1. Radiocarbon datings of Quebrada de Los Corrales, El Infiernillo, Tucumán. Calib 7.10 software (Stuiver y Reimer 1993), calibration curve SHcal13 (Hoggs et al. 2013). Four time blocks are distinguished, each discriminated by color.

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En cada una de las márgenes del río, las viviendas conforman un patrón agrupado, ubicándose muy próximas unas de otras, ya que las separan distancias de tan solo 5 a 20 metros (Di Lullo 2012). Es decir que, de haber estado ocupadas en simultáneo, sus habitantes debieron haber compartido lazos de estrecha vecindad, con todo lo que esa situación implica y que trataremos más adelante (por el momento dataciones provenientes de dos unidades colindantes. PV2-U1 y PV2-U2 confirman dicha contemporaneidad de uso).

Las investigaciones realizadas en sitios arqueológicos donde se definió el patrón Tafí muestran que, si bien las viviendas compartieron el mismo diseño arquitectónico reproducido una y otra vez, cada casa funcionó de manera independiente y “hacia adentro” ya que las unidades cuentan con una única entrada a través del recinto central (patio), comunicándose las estructuras laterales exclusivamente con este, diseño que se reitera en las viviendas de Puesto Viejo. Es decir que toda la circulación de la casa estaba vertebrada por ese patio central donde se llevaban a cabo tareas de confección/ mantenimiento de artefactos cerámicos y líticos, así como de almacenamiento, preparación y consumo de comidas, entre otras. Esto lleva a pensar que las viviendas fueron espacios fundamentales de acción y reunión cotidiana de sus residentes, aludiendo a una reproducción social, económica y simbólica centrada en la familia. Sumado a esto, los recintos centrales fueron utilizados para la inhumación de los difuntos, tradición que se repite tanto en el valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988; Salazar 2011; Sampietro y Vattuone 2005) como en QDLC, donde en una vivienda de Puesto Viejo 1 se registró un entierro en cista de un individuo adulto masculino acompañado por dos vasijas cerámicas (Oliszewski et al. 2010). Todos estos casos dan cuenta claramente de la importancia de los ancestros conviviendo con los vivos y de actos fundacionales o recursos simbólicos fuertemente vinculados a las relaciones de parentesco o linajes.

A pesar de que QDLC comparte casi idénticas características arquitectónicas con otros sitios Tafí, la estructuración espacial de los sitios, junto con recientes hallazgos en una vivienda, sugieren que la familia sería solo una de las dimensiones que habría entrado en juego en la reproducción de esta comunidad, cuestión que será discutida más adelante.

Una particularidad de QDLC es la de contar con vastas extensiones de estructuras productivas, separadas de las viviendas. Se trata de unas 500 hectáreas modificadas principalmente para el cultivo, conformadas por andenes y terrazas realizadas sobre las laderas de los sectores medio y superior de la quebrada y numerosos estructuras cerradas -algunas probablemente relacionadas con actividades pastoriles y otras con las agrícolas- distribuidos en el sector medio y alto de la QDLC. La hipótesis que sostenemos es que esos espacios de producción estuvieron activos en relación directa y sincrónica con las ocupaciones aldeanas del primer milenio de la Era. Como mencionamos en un trabajo anterior (Oliszewski et al. 2015) definir en forma precisa la contemporaneidad de uso entre estructuras agrícolas y áreas residenciales es un problema vigente en la arqueología del NOA debido a la ausencia de indicadores cronológicos de las áreas productivas, por lo cual ha primado como criterio de asociación temporal la proximidad espacial entre unas y otras. En QDLC además de la proximidad espacial, se ha podido constatar la contemporaneidad mediante una datación radiocarbónica. En el sector medio de la quebrada, situado a 1,3 km de Puesto Viejo, se encuentra un área denominada sector II conformada por una treintena de andenes, dos estructuras productivas de planta subcircular y una estructura consistente en dos jambas paralelas definida como un observatorio agrosolar5 (Sastre Illescas 2019).

Una datación realizada sobre hueso de camélido, obtenido de un sondeo estratigráfico implementado en dicha estructura, arrojó un resultado de 223 cal D.C. Este dato, junto con la presencia de materiales cerámicos estilos Tafí y Vaquerías diagnósticos del 1º milenio D.C. y la ausencia de elementos característicos de otros períodos y de sitios más tardíos en sus inmediaciones, corrobora la hipótesis de contemporaneidad entre áreas residenciales y productivas (Oliszewski 2017; Sastre Illescas 2019).

Si bien estamos ante un caso poco frecuente para el primer milenio D.C. (dada la escala del área productiva), no se trata de una situación única para la región, como se puede constatar, por ejemplo, en Antofalla (Quesada 2007) o en el valle de Ambato (Figueroa et. al 2010). Lo que planteamos es que probablemente la totalidad del área productiva no haya sido utilizada de manera simultánea y que, por el contrario, lo que actualmente observamos es la imagen final de un largo proceso donde se fueron usando, excluyendo y reutilizando diferentes sectores productivos. De todos modos, este y otros ejemplos disonantes funcionan como recordatorios de que las nociones que construimos desde la arqueología sobre el pasado son síntesis sujetas a los hallazgos y las interpretaciones de un momento determinado y que debemos incorporar estas “excepciones” con mayor asiduidad a nuestros relatos para intentar acercarnos a una realidad que fue infinitamente más compleja y diversa.

Por el momento no se ha registrado ninguna estructura relacionada al riego de los campos de cultivo (tomas, acequias, canales), por lo que se infiere que se practicaba una agricultura a secano, es decir que el aporte de agua se daba por el ingreso de nubes cargadas de humedad -el alpapuyo- provenientes del suroeste (actual Tafí del Valle) y por las lluvias estivales.

En algunas ocasiones, se suman a estos espacios productivos otras estructuras que forman conjuntos discretos, constituidos por recintos circulares que se adosan de diferentes maneras (lineal o radialmente) y que habrían formado parte del sistema de manejo agrícola6 . La característica más sobresaliente de este patrón es que la gran mayoría de las estructuras cuentan con un recinto circular de pequeñas dimensiones (2 a 5 m de diámetro) que funciona como eje a partir del cual se desarrollan y estructuran los recintos de mayores dimensiones (12 a 17 m de diámetro), a la inversa de lo que sucede en el patrón Tafí (Figura 5).

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Figura 5. Croquis de estructuras productivas y sus distintos arreglos espaciales (QDLC). Unidades compuestas por recintos adosados en forma radial y lineal.

Figure 5. Sketch of productive structures and their different spatial arrangements (QDLC). Units composed of radially and linearly attached enclosures.

No obstante de encontrarse vinculadas con andenes, las prospecciones en el área han constatado que estas estructuras también aparecen en otras situaciones y contextos en toda la quebrada: en laderas abruptas y pedregosas; en pendientes más suaves y despejadas; asociadas o no a campos de cultivo y zonas de vegas. Conforman, por lo tanto, un patrón nuevo, característico y recurrente en toda la quebrada, claramente distinto al patrón Tafí (que se circunscribe a la aldea de Puesto Viejo) y que difiere de este no solo por su morfología, sino por carecer, al menos en superficie, de cualquier evidencia de uso doméstico, como sí se constata profusamente en la aldea. Por tales motivos, es posible que estos peculiares conjuntos hayan cumplido múltiples funciones en relación a su contexto de localización, pero acotadas a la esfera productiva. Por otro lado, resulta lógico pensar que al menos algunas de estas estructuras, junto con parte de la andenería, fueron contemporáneas y manejadas por las personas que habitaron Puesto Viejo.

Más allá de sus posibles usos, todos estos conjuntos denotan una alta inversión de trabajo en su construcción: en primer lugar, sus dimensiones sin lugar a dudas involucraron un enorme movimiento de rocas; en segundo lugar, todos los casos presentan sus recintos despedrados y algunos incluso, nivelados o aterrazados internamente. Es decir, tanto el trabajo necesario para construir estos conjuntos, como su cantidad y reiteración en el espacio, inevitablemente nos interpela acerca de la organización social necesaria para su gestión.

En ese sentido, una cuestión a distinguir es que, para el mismo período en el que estuvo habitado Puesto Viejo, aquellos sitios de zonas aledañas con los cuales comparte numerosos rasgos (como la morfología de las viviendas, los estilos alfareros, la tecnología agrícola, etc.), presentan un arreglo topológico diferente entre unidades residenciales y áreas de producción agro-pastoril. En QDLC, estos espacios están claramente separados, mientras que en otros sitios las viviendas se encuentran dispersas entre los campos de cultivo (ver Berberián y Nielsen 1988; Dlugosz et al. 2009; Gastaldi y Burke 2001; López Lillo y Salazar 2015; Manasse 2012; Núñez Regueiro y Esparrica 2001; Salazar y Franco Salvi 2015; Salazar et al. 2016; Sampietro Vattuone 2002). Estas diferencias en la organización de los espacios residenciales y productivos será el eje sobre el cual discutiremos la organización social de estos primeros grupos aldeanos.

Discusión

La aldea de Puesto Viejo presenta particularidades como su localización por encima de los 3000 msnm en una quebrada estrecha, su conformación dada al menos por 47 unidades residenciales agrupadas y separadas de las áreas productivas, su origen local ocurrido hacia 2200 cal A.C. y su acotada ocupación durante el primer milenio (ca. 200-550 cal D.C.), que la diferencian de manera sustancial de otras aldeas del mismo período. A su vez con dichas aldeas, situadas en los valles de Tafí y La Ciénaga y en la cuenca de Anfama, comparte atributos significativos como las tecnologías de la piedra, la molienda y la alfarería; las prácticas alimenticias; el universo simbólico y cosmológico en general y el diseño arquitectónico: el inconfundible patrón Tafí7 .

Respecto a las tecnologías líticas, tanto las características formales de los artefactos como los recursos utilizados para su confección, denotan cierta similitud entre los sitios del área: es recurrente la presencia de líticos elaborados mayoritariamente en materias primas locales como el cuarzo y la andesita y, en menor medida, en obsidianas provenientes de canteras de la Puna. Por otro lado, los artefactos de molienda fueron realizados en granitos locales y utilizados principalmente en contextos domésticos donde eran empleados para la transformación de alimentos y, una vez desgastados, como materiales de construcción de las viviendas. Estas semejanzas entre sitios implican conocimientos compartidos, lógicas de aprovisionamiento similares y en algunos casos, la participación en las mismas redes de abastecimiento de materiales, que reflejan acuerdos y compromisos asumidos entre diferentes colectivos y la comunión de ciertas prácticas que pueden ser explicadas por la transversalidad de algún aspecto identitario.

En cuanto a la alfarería, es notorio también como los icónicos grupos estilísticos Candelaria y Tafí se encuentran asociados indefectiblemente en todos los sitios.

Otro aspecto a destacar entre todos los grupos de la región analizada, son las prácticas alimenticias y la existencia de un repertorio de recursos idénticos caracterizado por el consumo de carne de guanaco, taruca y llama y de vegetales como el algarrobo, chañar y maíz. La presencia de restos de estos ejemplares en fogones, vasijas, molinos y morteros, nos hace pensar en un tratamiento similar de los alimentos que podría estar reflejando tradiciones culinarias compartidas, que son innegables expresiones culturales.

De la misma manera, la modalidad de entierro en cista en los patios de las viviendas, da cuenta de una constante en el tratamiento dado a la muerte y de costumbres donde los ancestros eran parte constituyente de la cotidianeidad de los vivos. En esta instancia, no podemos dejar de mencionar a los menhires que también jugaron un rol preponderante en una cosmovisión vinculada a los antepasados. Además de su localización alrededor de un gran montículo en el sur del valle de Tafí, estos monolitos se encontraban emplazados en diferentes contextos espaciales -unidades domésticas y productivas, senderos, interior de recintos cerrados- (Lazzari et al. 2015) reforzando su carácter de rasgo compartido entre los primeros grupos aldeanos que habitaron la región8 .

Todo lo mencionado nos hace suponer que, más allá del grupo familiar y superando la esfera comunitaria, existió una circulación de significados comunes entre las distintas poblaciones del área que se cristalizó en la reproducción de ciertas formas de hacer.

En este sentido, finalmente destacamos lo que nos atañe: las viviendas patrón Tafí que se reiteran en un área de aproximadamente 350 km2 , abarcando relieves como valles y quebradas ubicados entre 1900 y 3000 msnm, en diferentes pisos ecológicos de la Ecorregión de las Selvas de Yungas (Morello et al. 2012).

En el amplio valle de Tafí se localizan de manera diseminada entre estructuras agrícolas, encontrándose corrales en cotas más altas. Hacia el este del valle, La Ciénaga presenta las viviendas concentradas y Anfama dispersas con la particularidad en ambos casos de no contar con estructuras agrícolas a gran escala (ver Oliszewski 2017). Es decir que, si bien estas áreas compartieron muchas prácticas y materialidades, destacándose el diseño de sus viviendas, cada grupo tuvo su propia trayectoria que lo llevó a ser único en algún aspecto.

En esta oportunidad nos interesa indagar respecto a la organización social que habrían tenido estos primeros grupos aldeanos para establecer similitudes y diferencias con QDLC, pero encontramos solo un caso en el que se ha analizado en profundidad la temática y que nos sirve de punto de comparación: el de La Bolsa y Carapunco situados en el norte del valle de Tafí (Salazar y Franco Salvi 2015). Las investigaciones en el área plantean que el modo de construcción de las viviendas apuntó hacia un conjunto de prácticas centrípetas, es decir, hacia el interior de cada unidad doméstica y con el foco puesto en las familias como eje de la reproducción social. Los autores caracterizan al paisaje aldeano como una construcción fragmentaria, secuencial y paulatina, que responde a una escala doméstica más que a una comunitaria. Proponen que los fenómenos vinculados a la conformación de asentamientos concentrados o a la dispersión de núcleos domésticos en el valle de Tafí pueden ser explicados a partir de las prácticas llevadas adelante por personas constituidas como miembros de grupos domésticos extensos con identidades altamente fragmentadas y competitivas entre sí. Para esta área, no existen concentraciones significativas de unidades domésticas (nucleaciones aldeanas) o focos discretos distinguibles, por lo cual el paisaje se presenta como un continuo. Tampoco existe demasiada cercanía física entre cada unidad residencial, ni visibilidad entre ellas ni de estas con hitos paisajísticos, lo que refuerza la idea de un paisaje continuo, definido por la ausencia de un gran polo regulador (López Lillo y Salazar 2015). En tal sentido, estamos en un todo de acuerdo con el planteamiento de los autores respecto a que

“la articulación espacial de los contextos aldeanos tempranos tiene la potencialidad de aportar al conocimiento de las relaciones de la gente que los habitó, en tanto estas dieron forma a la construcción del lugar habitado, pero también tiene mucho que decir en tanto sus formas materiales guiaron y posibilitaron la actualización y reproducción de la práctica de los agentes (López Lillo y Salazar 2015: 141)”

Sin embargo, observamos que la situación que tan bien describen para el valle de Tafí, no se replica de manera idéntica en QDLC donde ciertas evidencias indican otro modo de relacionarse entre las personas. Por ejemplo, la separación física entre viviendas y campos, las características propias de la aldea y la dimensión de tierras modificadas para uso agrícola/pastoril (500 ha)9 , da cuenta que a nivel local habrían convivido distintos niveles de reproducción social y económica que se reflejan en un paisaje que sí se encuentra segmentado. Es pertinente aclarar aquí, que si bien la localización de Puesto Viejo separado de las áreas productivas puede deberse a numerosos factores -entre ellos los geomorfológicos, ya que la aldea se ubica convenientemente sobre unos aterrazados de base granitoide contiguos al río y las áreas agrícolas en faldeos de sustrato loéssico- nos interesa abordar las consecuencias de dicha separación, más que sus causas.

Dicho esto, en primer lugar y partiendo de las propuestas de Di Lullo (2012) y Oliszewski (2017), planteamos que en QDLC debieron existir lazos comunitarios que trascendieron y conectaron a los grupos familiares: si bien la morfología de las unidades residenciales y la disposición de sus recintos nos devuelve una imagen centrípeta de las prácticas domésticas (todo se da hacia el interior), la cercanía física y cronológica de estas unidades, nos da la pauta que debieron existir vínculos de vecindad -relaciones cara a cara- entre las diferentes familias de Puesto Viejo. Los espacios de circulación entre estructuras pueden haber funcionado como lugares de intercambio, el río como espacio de encuentro, las tierras para el cultivo como campos de negociación. El mero hecho de construir viviendas y estructuras productivas casi monumentales en un espacio acotado, debió suponer la colaboración de más de un grupo familiar (Figura 6).

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Figura 6. Vista parcial de las estructuras productivas de QDLC.

Figure 6. Partial view of QDLC productive structures.

Si bien existen ejemplos en la actualidad de estructuras agrícolas que en apariencia requieren de numerosas personas para su construcción pero que en los hechos pueden ser levantadas en un lapso corto de tiempo por muy pocas manos (ver Quesada 2007), las características de circunscripción de los espacios transformados y la envergadura de las obras realizadas, nos hace pensar que en QDLC fueron necesarios los acuerdos de uso y los pactos de cooperación entre varias familias. En este sentido, en el ámbito andino se han registrado casos donde se establecen distintas formas de colaboración y trabajo entre unidades domésticas en el desarrollo de tareas específicas, estableciéndose según el caso, relaciones de tipo ayni (de naturaleza recíproca) o mink´a (de naturaleza desigual) (ver Gose 2004). Sin excluir los modos de asistencia interpersonal mencionados en primer término, aquí nos inclinamos a pensar que formas de colaboración con características similares a las segundas -es decir, relaciones donde intervenían grupos familiares que asumían responsabilidades y obligaciones recíprocas o desiguales- existieron y fueron gravitatorias en Puesto Viejo. Es así que consideramos que este poblado solo pudo haber funcionado por la articulación entre las distintas familias nucleares y que la reproducción socioeconómica tiene que haber sido, al menos en algún punto, supra-doméstica, repercutiendo en la forma de gestión de tierras para la producción de alimentos y para el asentamiento. Debieron existir negociaciones, acuerdos y esfuerzos coordinados para el uso de estos espacios.

Estamos de acuerdo con dos conceptos:

1- que, si bien la reproducción social fue a nivel de familias, esta situación no implicaba la inexistencia de “políticas” (Lopez Lillo y Salazar 2015).

2- que, la desigualdad y la complejidad no tienen por qué ser considerados de forma bi-condicional, ya que la complejidad también se manifiesta en casos de sociedades no jerárquicas (Franco Salvi 2018).

Entonces, para QDLC, el postulado que propone que existía una reproducción social-económica-políticasimbólica que trascendía lo familiar, si bien habría implicado la existencia de puja de intereses, la elaboración de acuerdos y la toma de decisiones, es decir “políticas”, de ninguna manera presupone la existencia de grupos especializados o con poder concentrado que dirigían la producción de alimentos, sino que nos invita a pensar que las interacciones entre las familias de la aldea y la gestión de las tierras, deben haber sido muy diferentes en relación a sitios como, por ejemplo, La Bolsa y Carapunco que se encuentran a escasos diez kilómetros de Puesto Viejo. En cambio, La Ciénaga, que presenta una distribución de las viviendas similar a la de nuestro caso de estudio, probablemente estuvo caracterizado por una organización social que necesitó de la cooperación comunitaria. El caso del sitio El Pedregal así lo demuestra ya que abarca 2000 m2 , área en la cual se emplazan 136 unidades constructivas que conforman once complejos habitacionales separados entre sí por 5 a 25 m (Cremonte 1996). Es decir que, si bien estas sociedades compartieron la manera de diseñar/construir sus viviendas, la disposición entre ellas y su relación con los campos productivos pudo haber determinado diferencias en cuanto a la forma de organizarse y al grado en que las familias y la comunidad estuvieron implicadas.

La idea de la independencia absoluta o preponderante de cada unidad doméstica parece, al menos en QDLC, poco viable. Si bien algunas facetas de las prácticas remiten a lo íntimo y familiar (como el entierro de individuos en los patios de las viviendas y no en cementerios; la disposición de las aberturas de los recintos laterales hacia el interior de esos patios y las actividades cotidianas llevadas a cabo en estos espacios), al mismo tiempo la extensión de las tierras productivas y el singular agrupamiento y circunscripción de las numerosas viviendas a nivel local, junto con rasgos compartidos con algunas aldeas a nivel regional (estilos arquitectónicos, tecnologías) aluden a otras dimensiones que operan en paralelo, que nos remiten a una mayor apertura al “mundo exterior”: aquellas sostenidas por los vínculos comunitarios (entre unidades familiares de la misma aldea) y por los intercomunitarios (entre aldeas).

Signos de época: un problema de escalas

Nos interesa focalizar en los procesos vividos por la gente que habitó durante trescientos cincuenta años Puesto Viejo y su relación con aquellos procesos que se estaban desarrollando para la época, principalmente los referidos a las interacciones sociales y sus implicancias a nivel económico, simbólico, político. En este sentido, lo primero a destacar es que la figura de la unidad doméstica, que involucra a un grupo familiar, aparece como primordial en la organización de las relaciones tanto a nivel local como regional. Como señalan López Lillo y Salazar (2015) para las vecinas La Bolsa/Carapunco, en el caso de QDLC, la extensión de las áreas productivas y su separación física de las casas no parece impedimento alguno para que los grupos familiares los hayan gestionado sin necesidad de recurrir a una obligada jerarquización. Ejemplos de Catamarca como los del valle de Ambato (Cruz 2007), Antofalla (Quesada 2007) o Antofagasta de la Sierra (Cohen 2011) muestran que es dable pensar en la cooperación entre unidades domésticas individuales. Sin embargo, como ya señalamos, un distintivo de QDLC es el de contar con vastas extensiones de estructuras productivas, separadas de un poblado que cuenta con una densidad de viviendas poco usual, lo que estaría señalando la convivencia simultánea de esferas de interacción por fuera de la familia y que fueron tan relevantes como esta. De este modo, si bien adherimos a que la unidad doméstica fue la célula de estas sociedades, al mismo tiempo, los fuertes vínculos entre estas dieron lugar a un sentido de comunidad que hizo posible la existencia durante tres siglos de una aldea agro-pastoril de la escala y características de Puesto Viejo.

Entonces, ¿podemos hablar de las viviendas patrón Tafí como un signo de época? Consideramos que la discusión sobre “puntos de encuentro” implica un problema de escalas. A modo de ejemplo, si bien un signo de época podría ser la ausencia de estructuras complejas para el manejo del agua (canales, acequias, tomas, etc., como sí se da para el segundo milenio D.C.), el arreglo espacial de viviendas contiguas a las tierras de producción agrícolapastoril y el consecuente manejo de estas por parte de cada núcleo familiar, no sería un rasgo compartido por todas las comunidades a nivel regional, como se ha planteado tradicionalmente para el primer milenio D.C. (ver Berberián y Nielsen 1988). Lo mismo sucede con las tipologías arquitectónicas: si buscamos regularidades a nivel macro regional, el recurso de la circularidad y el centripetismo podrían ser rasgos compartidos por todos. Sin embargo, a una escala más fina, estas estructuras no son exactamente iguales y sus rasgos distintivos, dicen algo y hacen la diferencia. Lo expuesto no desacredita la apelación a puntos en común para el análisis arqueológico, pero al hacerlo, debemos necesariamente explicitar los contextos cronológicos y espaciales que se abarcan y sus implicancias, es decir, las posibles omisiones, sobrerrepresentaciones o generalizaciones que se hagan en la búsqueda de signos colectivos.

Por otro lado, si de signos estamos hablando, debemos atender a su definición en tanto refiere a “una cosa que está en lugar de otra, para alguien, bajo algún aspecto o capacidad10” (C. Pierce en: Preucel, 2006: 54), motivo por el cual la búsqueda de estos implica un proceso en el que deben ponerse en relación entidades y personas. No basta entonces con enumerar marcas distintivas de una época, sino tratar de establecer los vínculos entre ellas y sus connotaciones.

En este sentido, vamos a proponer que, a nivel regional, la reproducción del mismo diseño arquitectónico (el “patrón Tafí”) en un área de 350 km2 , independientemente de su concentración o no en aldeas, es la manifestación de una identidad compartida por los diferentes grupos, cuya tenacidad solo puede explicarse por la existencia de lazos intercomunitarios. Nielsen (2001) señala que la arquitectura doméstica es uno de los medios más eficaces de propagar mensajes acerca de la identidad de las personas, por lo que es activamente manipulada en la negociación del poder. De este modo las viviendas deben ser entendidas como parte de estrategias de posicionamiento en el marco de las condiciones generales de reproducción de la estructura social. Sugiere, además, que los sistemas de explotación de recursos complementarios pudieron estar basados en obligaciones recíprocas entre unidades productivas territorialmente dispersas, pero de una misma extracción cultural. Las últimas investigaciones realizadas para el área bajo estudio, donde las unidades domésticas patrón Tafí se encuentran ampliamente extendidas por zonas diversas, refuerzan la propuesta de Oliszewski (2017) acerca de que las mismas podrían haber estado habitadas por individuos pertenecientes a grupos culturales que compartían vínculos de identidad y parentesco que excedían a la propia comunidad.

Esta idea de correspondencia entre comunidades, se ve reforzada por un mundo simbólico compartido vinculado a los antepasados. El entierro de individuos en los patios de las viviendas estaría dando cuenta, junto con otras materialidades (como los menhires o monolitos-huanca), que los ancestros ordenaban el tiempo y espacio social de las poblaciones del primer milenio (ver Franco Salvi 2018). Es preciso señalar que uno de los aspectos más importantes de las materialidades involucradas en los fenómenos “rituales” es que estos relacionan múltiples actividades, escenarios y temporalidades de prácticas con una misma forma (A. Nielsen en: Franco Salvi 2018: 58). En tal sentido, en QDLC podríamos rastrear las prácticas de culto a los antepasados en los albores de la aldea, en la base residencial hallada en TPV1 y que tiene una antigüedad de 3800 años. El hallazgo en un contexto funerario de cremación, de varias cuentas de piedra talladas con características morfológicas y estilísticamente similares a los menhires, podría ser el origen de un sistema de creencias y rituales que se gestaba en torno a los ancestros. Como se plantea en Oliszewski et al. (2018), las cuatro cuentas de collar líticas decoradas son muy significativas ya que sus diseños, logrados por medio de finas incisiones con motivos geométricos y antropomorfos, remiten a los menhires y máscaras líticas halladas en el valle de Tafí para el primer milenio de la Era Cristiana. Si bien corresponden a un lapso temporal al menos mil setecientos años anterior al de los grupos del primer milenio D.C., las diminutas cuentas de TPV1 pudieron haber representado otra modalidad de litificación de los ancestros, tradición que se habría mantenido en el tiempo y que se expresaría materialmente en la producción de megalitos en el seno de sociedades sedentarias de base agro-pastoril. La presencia temprana de estas cuentas con motivos antropomorfos y la aparición más tarde de menhires y de la modalidad de entierro en los patios de las viviendas, dan cuenta tanto de la naturaleza polimórfica de los huanca (Farfán Lobatón 2012) como de la cohesión de diferentes comunidades a lo largo del tiempo y el espacio relacionada con tradiciones en torno a los ancestros.

Han pasado veinte años desde que Myriam Tarragó planteara para los primeros siglos de la Era Cristiana, la existencia de sistemas de aldeas vinculadas entre sí por lazos económicos y sociales proponiendo que uno de los sistemas más visible y extenso habría funcionado en el centro-oeste de la provincia de Tucumán, en el valle de Tafí y quebradas subsidiarias de El Mollar, Anfama y El Pedregal (Tarragó 1999). Siguiendo esta hipótesis, el presente trabajo propone que el límite noroeste de ese extenso sistema aldeano habría sido la Quebrada de Los Corrales, sistema que abarcó un área de aproximadamente 350 km2 en la cual la modalidad de viviendas patrón Tafí fue dominante. También se plantea que este sistema habría estado conformado por sociedades que, si bien fueron autónomas y se rigieron por una organización fundamentalmente doméstica y comunitaria, tuvieron entre ellas vinculaciones basadas en una identidad común. Con esta contribución aspiramos a reforzar la idea de una existencia próspera, a lo largo de casi mil años, de un sistema de aldeas vinculadas entre sí por lazos supracomunitarios de parentesco y complementariedad. La base de estas sociedades estuvo constituida por familias que residieron en viviendas las cuales compartieron un mismo diseño reproducido una y otra vez. Ese diseño convergente junto a otras materialidades otorgó a sus habitantes una identidad común y propia que se expresó a nivel tanto familiar como comunitario y supracomunitario y que hizo únicas a las sociedades que habitaron al sur de cumbres Calchaquíes y norte del Sistema del Aconquija durante el primer milenio D.C.

Tucumán, 24 de diciembre de 2019

Notas

1. En la quebrada de Amaicha, valle de Santa María y valle del Cajón, aun cuando los sitios arqueológicos tienen patrones de tipo aldeano, no se corresponden exactamente con las características descritas para el patrón Tafí (ver Aschero y Ribotta 2007; Baied y Somonte 2013; Gómez Augier y Caria 2012; Palamarczuk et al. 2007; Scattolin et al. 2009; 2015).

2. Concepto propuesto por Salazar (2011).

3. Todas las dataciones fueron calibradas con 2σ mediante el Programa Calib 7.10 (Stuiver y Reimer 1993), curva de calibración SHcal13 (Hoggs et al. 2013). Se utilizó la probabilidad media para establecer cada fecha, encontrándose en la Tabla 1 el rango de la edad calendario correspondiente.

4. Puesto Viejo debe su nombre a la presencia de los restos de lo que fuera un puesto familiar de ganado ovino y caprino que funcionó durante la primera mitad del siglo XX (Di Lullo 2017).

5. La estructura consiste en dos rocas grandes de 0,8 m de alto x 0,4 m de ancho dispuestas verticalmente y separadas 1,8 m entre sí con apertura en dirección este-oeste.

6. Análisis preliminares de microfósiles de los sedimentos provenientes de conjuntos asociados a andenes en el sector oeste de la Quebrada, confirman esta función.

7. Análisis preliminares de microfósiles de los sedimentos provenientes de conjuntos asociados a andenes en el sector oeste de la Quebrada, confirman esta función.

8. Si bien QDLC no se caracteriza por la presencia de menhires, cabe destacar que recientemente fue registrado en un recinto lateral un menhir confeccionado sobre roca metamórfica de 1,70 m de alto, forma prismática y sección rectangular de bordes redondeados.

9. Probablemente las 500 ha no fueron construidas ni usadas en simultáneo, aunque de todas maneras es sorprendente la dimensión de las superficies modificadas

10. La traducción es nuestra.

Agradecimientos

A los coordinadores del Simposio Historias locales y signos de época II: paisajes, viviendas y objetos del primer milenio de la era en los andes del sur, que tuvo lugar en el marco del XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina realizado en Córdoba en julio de 2019. A la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle y a las entidades que subsidiaron nuestras investigaciones: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (PIP-0141 y PIP-0222) y Secretaría de Ciencia, Arte e Innovación Tecnológica (PIUNT-G521). Agradecemos a Ernesto Rodríguez Lascano por la realización de uno de los mapas, a Florencia Di Lullo por la corrección del abstract, a dos evaluadores anónimos y a Roxana Cattaneo, editora de RMA. A los miembros del equipo de investigación de Los Corrales.

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