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Revista del Museo de Antropología

versão impressa ISSN 1852-060Xversão On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.13 no.3 Córdoba dez. 2020

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v13.n3.31065 

DOSSIER

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v13.n3.31065

Los diccionarios matacos de Fr. Esteban Primo de Ayala: Primer registro histórico de la lengua wichí

Friar Esteban Primo de Ayala’s Mataco dictionaries: First historical record of the Wichi language

Isabelle Combès* y Rodrigo Montani**

* Instituto Francés de Estudios Andinos (UMIFRE 17 MAEDI/CNRS USR 3337 - América Latina), y Centro de Investigaciones Históricas y Antropológicas (CIHA). E-mail: kunhati@gmail.com

** CONICET-IDACOR, Argentina; CDE, Universidad de Berna, Suiza, y Centro de Investigaciones Históricas y Antropológicas (CIHA). E-mail: rodrigomontani@ffyh.unc.edu.ar

Recibido 20-06-2020

Recibido con correcciones 25-09-2020

Aceptado 01-11-2020

Resumen
Se publica por primera vez el manuscrito más antiguo que conocemos de la lengua wichí (familia lingüística mataguaya): el Diccionario y arte de la lengua mataca del franciscano Esteban Primo, confeccionado en la misión de Zenta (actual pronvincia de Salta, Argentina) y fechado en 1795. Asimismo, se contextualiza el documento y se lo compara de forma sistemática con las tres versiones que se preservan del vocabulario conocido como Manuscrito D’Orbigny. La comparación evidencia que este manuscrito, hasta ahora anónimo, es obra del propio Primo.

Palabras clave: Wichí/weenhayek; Gran Chaco; Alcide d’Orbigny; Lingüística misionera; Lingüística histórica.

Abstract
The oldest manuscript known of the Wichi language (Mataguayan linguistic family) is published for the first time: the Diccionario y arte de la lengua mataca by the Franciscan Esteban Primo, compiled in Zenta mission (now province of Salta, Argentina) and dated in 1795. This manuscript is also contextualized and systematically compared with the three preserved copies of the vocabulary known as the Manuscrito D’Orbigny in order to show that this manuscript, so far anonymous, is the work of Primo himself.

Keywords: Wichi/Weenhayek; Gran Chaco; Alcide d’Orbigny; Missionary linguistics; Historical linguistics.

El vocabulario manuscrito de la lengua mataca llevado por Alcide d’Orbigny a Francia, que se remonta al siglo XVIII, es considerado el registro más antiguo de la lengua wichí que está hoy a nuestro alcance. Sin embargo, existe en el Archivo Franciscano de Tarija (en adelante, AFT), en Bolivia, un diccionario manuscrito de la lengua mataca, muy poco conocido, de autoría del P. Esteban Primo de Ayala (de ahora en más, Primo), confeccionado en la misión de Zenta (actual provincia argentina de Salta) y fechado de 1795. Aquí publicamos por primera vez este manuscrito de Primo, lo contextualizamos y lo comparamos de manera sistemática con las tres copias del Manuscrito D’Orbigny que hoy están disponibles. La comparación de los documentos permite hacer algunas hipótesis sobre la historia de los documentos y pone en evidencia que el Manuscrito D’Orbigny, de autoría hasta ahora anónima, es obra del mismo autor franciscano.

El Manuscrito

D’Orbigny Entre los años 1826 y 1834, el afamado naturalista francés Alcide d’Orbigny recorre gran parte de Sudamérica. Fruto de su viaje es el monumental Viaje a la América meridional, y algo más: en efecto, D’Orbigny se lleva a Francia buena cantidad de manuscritos antiguos que encuentra al azar durante su largo itinerario. Entre ellos, menciona a “un vocabulario manuscrito” de la lengua de los indios “matacos, bejosos y mathaguayos” “escrito por los religiosos de las antiguas misiones de la frontera oriental de Tarija” (Bolivia) en el siglo XVIII (Orbigny, 1839, pp. 234, 236). En una copia parcial de este documento realizada por el propio D’Orbigny, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia, el autor precisa que estos religiosos eran jesuitas (Orbigny, c. 1830, p. 22); sin embargo, veremos que se equivoca.

Como es sabido, durante la época colonial y buena parte de la republicana, “mataguayos” y “matacos” son nombres aplicados a los grupos indígenas del Chaco occidental actualmente conocidos como wichís. Lo mismo sucede con “vejoz” (los “bejosos” de D’Orbigny), que era el nombre dado especialmente a una “parcialidad” de los wichís del actual Chaco salteño y jujeño (Montani y Combès, 2019). Aunque con variaciones dialectales, todos los grupos wichís hablan una misma lengua, perteneciente a la familia lingüística mataguaya o mataco-mataguaya (cf., p. ej., Fabre, 2005). El manuscrito recogido por D’Orbigny, en efecto, empieza afirmando que la lengua que registra es común a las “naciones” de los matacos, bejosos y mataguayos1 .

La importancia de este documento, al que por comodidad de aquí en adelante llamaremos Manuscrito D’Orbigny, radica ante todo en la fecha temprana en la que fue confeccionado. De hecho, aunque se tienen noticias de que el padre jesuita Juan Nicolás Araoz redactó alrededor de 1744 un arte y vocabulario mataguayo (Hervás, 1800, p. 164), lo cierto es que este manuscrito está extraviado o quizá ha sido destruido. De esta manera, hasta el momento el Manuscrito D’Orbigny es el registro más antiguo de la lengua wichí que tenemos a nuestro alcance.

Este documento fue escrito por misioneros de Tarija que, según D’Orbigny, eran padres jesuitas. Como adelantamos, acá el francés se equivoca2. Además de varias misiones inestables que mantuvieron entre indígenas chiriguanos, de lengua guaraní, los jesuitas de Tarija mantuvieron una sola misión (media misión, mejor dicho) entre “mataguayos”: la de Nuestra Señora del Rosario de Salinas (Lozano, 1733, pp. 276ss, 302-303). Tanto en los escritos jesuitas como en los posteriores, estos indígenas siempre son llamados “mataguayos”, nunca “vejoces” ‒ni “hueshuos”, que es como anota este nombre el jesuita Camaño (1955 (c. 1788)). De hecho, el nombre de parentela “vejoces” se aplicaba a gente que vivía más al suroeste, desde la margen izquierda del río Bermejo hasta la cuenca del Itiyuro, y tal como señaló el franciscano Doroteo Giannecchini al lingüista Samuel Lafone Quevedo, “nunca ni en ningún tiempo ha pertenecido al territorio boliviano”3 .

Más aún, si bien no podemos afirmar que no lo hicieron, no tenemos noticias ni registros de que los jesuitas de Salinas hayan trabajado en aprender la lengua de sus mataguayos. Es que estos indígenas eran minoría en la misión, que compartían con indígenas chiriguanos e incluso con mestizos andinos. Concretamente, en 1767, cuando la Compañía de Jesús fue expulsada, en Salinas vivían 268 chiriguanos y apenas 56 mataguayos; una mujer mataguaya estaba casada con un mestizo de apellido Quispe (de origen andino); dos otras tenían cónyugues mulatos, y un mataguayo también estaba casado con una mulata4 . En estas circunstancias, lo más probable es que la evangelización de los mataguayos de Salinas se haya hecho en castellano o, a lo sumo, en el guaraní de los chiriguanos.

La expulsión de los jesuitas conllevó el traspaso de la misión de Salinas al Colegio franciscano de Propaganda Fide de Tarija, que precisamente hacia ese fin de siglo se encontraba en plena expansión. Hasta 1800, este colegio llegó a fundar más de 20 misiones entre indígenas chanés y chiriguanos en los confines occidentales del Chaco boreal, y una en Zenta (o Centa), en plena selva pedemontana del actual Noroeste Argentino. Nuestra Señora de las Angustias de Zenta se fundó en 1779 muy cerca del paraje donde, pocos años después, el intendente de Salta fundaría el pueblo de Orán. Sus neófitos eran “mataguayos” y “bejoses”, tal vez también “matacos”, aunque este nombre genérico parece más bien haber sido un sinónimo (más despectivo) del también genérico mataguayos: de hecho, según el padre Mingo de la Concepción (1981 (1791), p. 377), “matacos” era el nombre dado a los mataguayos en la provincia de Jujuy5 . Por entonces, según Doroteo Giannecchini, en esta región los mataguayos vivían en el margen derecha del río Bermejo y los vejoces en el izquierdo6 . Los sempiternos conflictos entre indígenas y colonizadores suscitados por la fundación de la Orán en 1794, sumado a los problemas de convivencia entre mataguayos y vejoces, obligó a fundar otras dos misiones. Primero, Zaldúa, hacia el sureste, donde se trasladaron los vejoces, que duró menos de un año (1799-1800) y terminó con un pronto reintegro de esos vejoces a Zenta. Segundo, San Esteban de Río Seco, hacia el noreste, donde se trasladaron exclusivamente los mataguayos; pero la misión no tuvo más que dos años de vida (1802-1804) y, una vez cerrada, los mataguayos también volvieron a Zenta (Comajuncosa, 1884 (1810), p. 179)7 . Estas tres misiones son importantes para la historia del pueblo wichí, porque testimonian un tiempo en el que todavía ocupaban también los valles selváticos del piedemonte.

El gentilicio “bejoses”, “bejosos” o, más comúnmente, “vejoces” es la notación castellana, y en plural, de un conocido nombre de parentela wichí: wej-wos ‘agentes del trasero’8 . En cuanto a los “mataguayos” de Zenta, al menos parte de ellos llegaron desde la antigua misión de Salinas, huyendo de la difícil convivencia con los chiriguanos9 . La inequívoca mención de los “bejosos” en el Manuscrito D’Orbigny indica sin lugar a dudas que fue escrito en Zenta por un misionero franciscano de la misión. Así como constatan los frailes de Zenta que “la lengua de ellos (los vejoces) es la misma que la de los mataguayos”10, las copias que conocemos del Manuscrito D’Orbigny empiezan afirmando que esta lengua es común a las tres “naciones” de los “bejosos”, “mataguayos” y “matacos” (Lafone Quevedo, 1896b, p. 15; Orbigny, c. 1830, p. 23). Lo mismo indica el otro manuscrito escrito en Zenta en 1795, que es el que examinamos a continuación.

El diccionario de Primo de Ayala

El misionero franciscano que más tiempo trabajó en Zenta evangelizando vejoces y mataguayos fue fray Esteban Primo de Ayala, fundador, además, de la efímera reducción de Río Seco (Comajuncosa, 1884 (1810), p. 180).

Nacido en 1765 en Villasesmil (Palencia, España), Esteban Primo se trasladó a América en 1787. Desde 1788 hasta 1801 fue conversor en la misión de Zenta. En 1801 fue nombrado “prefecto de misiones” del Colegio de Tarija y en 1804, “padre guardián” del mismo Colegio. En 1811-1812, durante las guerras de Independencia, volvió a Zenta y fue tomado preso por el bando patriota, que lo liberó poco después. En 1813 regresó a Tarija donde ejerció nuevamente de guardián. Falleció en 1834 (Necrología, 2004 (1834)). Se trata de uno de los pocos frailes que permanecieron en Tarija durante los sombríos años de las guerras de Independencia. En 1802, el comandante del fuerte de Pizarro, Diego José de Puyrredon, y el subdelegado y comandante de la ciudad de Orán, lo califican de “conversor de la Nación Bejosa” e, incluso, de “oráculo de los indios del Chaco”11.

Más importante para nosotros, fray Esteban dedicó largas horas a aprender la lengua de sus neófitos vejoces y mataguayos. Como adelantamos, existe en el AFT un manuscrito de su autoría y de su puño y letra12, titulado Diccionario y arte de la lengua mataca compuesto por el P. Fr. Esteban Primo, conversor de la reducción de Nuestra Señora de las Angustias, de indios mataguayos, bejoses y matacos en el valle de Centa, año de 1795 (AFT 1-1834). Se trata de un cuaderno de 26 folios (más la carátula), organizado en tres partes. La primera es un vocabulario español-mataco, dividido en dos columnas, una para nombres y otra para verbos (ff. 1-23) (FIGURA 1); la segunda es un suplemento con más nombres y verbos (ff. 24-24v) (en Tabla 4); la tercera es una doctrina bilingüe (en Tabla 3), que incluye además el Padre Nuestro y el Ave María “en lengua mataca o mataguaya” (ff. 26- 26v). El documento no presenta el “arte” anunciado, es decir, la gramática, a excepción de la siguiente nota en la contra-carátula:

En esta lengua mataca, mataguaya o bejosa, que es lo mismo, los nombres son indeclinables, y sólo por alguna proposición o letra que se les antepone o pospone se distingue el singular del plural y una persona de otra. Lo mismo digo de los verbos, aunque no es regla general, porque muchas veces el singular no se distingue en nada del plural, ni una persona de otra. También es muy común en esta lengua el sincopizar las primeras dicciones de los nombres y verbos, cuando se juntan con otros.

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Figura 1. Primer folio del Diccionario y arte de la lengua mataca de Primo, 1795 (AFT 1-1834).

Figure 1. First page of Diccionario y arte de la lengua mataca by Primo, 1795 (AFT 1-1834).

Tabla 3. “Doctrina en lengua mataco o mataguaya” de Primo. P: Pregunta que hace el misionero; R. Respuesta del neófito.

Table 3. “Doctrina en lengua mataco o mataguaya” by Primo. P: Question asked by the missionary; R. Answer given by the neophyte.

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Si bien esta observación general es acertada (en wichí no hay casos, los nombres inalienables llevan obligatoriamente prefijo posesivo, el plural verbal es a veces facultativo y la aféresis es frecuente; cf. Nercesian, 2014; Terraza, 2009; Viñas Urquiza, 1974), es un hecho que, contrariamente a lo que ocurriría luego durante la época republicana, durante el período colonial los franciscanos de Tarija no destacaron por sus habilidades lingüísticas. A partir de la fundación de su primera misión entre los chanés de Pilipili en 1767, los prefectos de misiones y los padres guardianes del Colegio insisten en la necesidad de aprender la lengua guaraní hablada por la inmensa mayoría de sus neófitos. Así, por ejemplo, en 1788, fray Manuel Parra envía una circular a los misioneros, donde ve “conveniente” el aprendizaje de la lengua chiriguana (AFT 1-1039); en 1810 el prefecto de misiones, fray Benito Izquierdo, reitera que los padres “deben aplicarse con diligencia” en aprender el chiriguano (AFT 1-489). Pero en este aspecto, los logros son magros y el panorama es más bien desalentador. Aunque mucho después los padres Santiago Romano y Hermán Cattunar escriban que “desde que, en 1755, se fundó este Colegio Franciscano de Santa María de los Ángeles de Tarija, con el fin principal de llevar la luz de la fe y de la civilización a las tribus salvajes del Chaco y de otras regiones, nuestros misioneros pusieron todo su conato en dominar las lenguas de esas mismas tribus, para obtener así el trato apetecible del apostolado” (1916, p. iii), lo cierto es que en los inicios de la evangelización los franciscanos de Tarija no parecen haber cumplido sus promesas (Combès y Oliva, en prensa). Los misioneros no dominan el idioma chiriguano, ni siquiera lo habla bien el abnegado Francisco del Pilar, fundador de la mayor parte de las misiones (Saignes, 1984, pp. 28-29). Podemos imaginar que la situación era aún peor en lo que concierne a la lengua de los vejoces y mataguayos, integrantes de una sola misión y un grupo minoritario entre los neófitos de Tarija. Esteban Primo de Ayala fue una notoria excepción franciscana en el aprendizaje lingüístico, pues pensamos que, además del mencionado Diccionario y arte de la lengua mataca, fue también el autor del Manuscrito D’Orbigny, redactado en la misma misión, como lo confirma plenamente la comparación de ambos vocabularios (Tabla 4).

Los manuscritos de fray Esteban

Si bien recorrió buena parte del territorio boliviano, Alcide d’Orbigny nunca estuvo en Tarija. En su descripción de los mataguayos, basada sobre “todo lo que se ha escrito sobre el Chaco”, menciona haber encontrado (no dice donde) a “un habitante de Tarija” que vivió entre ellos por mucho tiempo (Orbigny, 1839, p. 236.). ¿Este tarijeño le habría entregado el manuscrito franciscano que se llevó a Francia? No lo sabemos. Otra posibilidad es que D’Orbigny lo haya conseguido en los colegios franciscanos de Sucre, La Paz o Tarata, a los que sí visitó.

Sea lo que fuere, y aunque según Lafone el Manuscrito D’Orbigny estaría resguardado en la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), no logramos ubicarlo. Hoy sólo lo conocemos por tres transcripciones. La primera es, en la misma BNF, una traducción y transcripción parcial hecha por el propio D’Orbigny (c. 1830). Abarca el “Vocabulario” hasta los inicios de la letra “e”. En esta transcripción, que llamaremos Copia D’Orbigny, el naturalista divide las entradas en tres columnas: español, mataco y francés (FIGURA 2).

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Figura 2. Primera página de la Copia D’Orbigny (c. 1830, BNF, Manuscrits Américains 26, f. 24).

Figure 2. First page of Copia D’Orbigny (c. 1830, BNF, Manuscrits Américains 26, f. 24).

Otras dos transcripciones del Manuscrito D’Orbigny fueron publicadas, respectivamente, en 1896 y en 1913, por Lafone. El autor explica que, a finales del siglo XIX, el lingüista francés Lucien Adam le entregó una copia del manuscrito original (Lafone Quevedo, 1896b, p. 14; y en Hunt, 1913, p. 8)13. Este documento contenía “un regular vocabulario y cinco carillas de apuntes gramaticales”. Estos apuntes, que inician en el folio 55 del documento, fueron transcritos y comentados por Lafone y publicados junto con el vocabulario en 1896, como artículo del Boletín del Instituto Geográfico Argentino y, en ese mismo año, como un libro independiente. Ambas publicaciones son idénticas. A esta transcripción la llamaremos Copia Lafone. Lafone atribuye la autoría del manuscrito, correctamente, a los misioneros franciscanos de Río Seco y/o Zenta (Lafone Quevedo, 1896b, p. 15.), y llama al documento “manuscrito vejoz”, asumiendo que se trata de un registro del dialecto vejoz de la lengua wichí o, como él dice, “mataca”. Sin embargo, si creemos en la Copia D’Orbigny, el documento es un vocabulario de la lengua que hablan los matacos, mataguayos y vejoces, sin distinción; y, de hecho, tampoco aparecen en el cuerpo de la Copia Lafone (ni en ninguna de las copias) marcas que indiquen variantes dialectales propias de “los vejoces”.

Es el momento de dejar algo bien en claro. Desde la Colonia hasta casi la actualidad, la sociología de los wichís y la dialectología de su lengua se han basado sobre conceptos equivocados. Concretamente, la idea es siempre que los wichís están divididos en grupos bien delimitados y localizados, con nombres específicos y que hablan cada uno de ellos variedades geolectales de la lengua, dialectos. Las objeciones a esta idea son tres. Primero, aunque desde la colonia los no wichís han visto a los wichís como un conglomerado de subconjuntos sociales autocontenidos y localizados (“naciones”, “parcialidades”, “tribus”, “bandas”, etc.), los análisis sociológicos más rigurosos muestran que los wichís son más bien un entretejido de parentelas bilateras abiertas, geográficamente superpuestas (p. ej., Montani, 2017a; Palmer, 2005). Segundo, entre los gentilicios que se han usado para clasificar internamente a los wichís, algunos son exógenos (“mayaguayos”, “matacos”) y otros son endógenos: los nombres de parentela, los gentilicios topológicos y los gentilicios ecológicos (Montani, 2017a, pp. 91ss; Montani y Combès, 2019). Aunque los nombres de parentelas tienen una función de identificación subjetiva ‒algo así como un apellido, pero de transmisión más compleja (Palmer, 2005, p. 118ss)‒, tienen sobre todo una función de clasificación intraétnica; y en esta función, son fundamentalmente motes burlescos, o incluso insultantes, que sirven para nombrar a los grupos vecinos grosso modo y en un movimiento centrífugo que parte de la propia comunidad; es decir, no son nombres de grupos ni claramente localizados ni bien definidos. Por último, teniendo en cuenta la dinámica sociológica de los wichís, desde el punto de vista dialectológico debemos esperar variaciones graduales en distintos planos de la lengua a lo largo del territorio, con algunas dislocaciones acá y allá por trayectorias históricas específicas; para decirlo llanamente: la lengua wichí no es una bolsa de dialectos y esos dialectos, menos aún, se corresponden de manera biunívoca con grupos que presuntamente identificarían los nombres de parentela14.

Todo esto es en parte para decir que más que de un “dialecto vejoz”, como dijo Lafone, se trata de una variante geolectal de la lengua wichí, hablada por la gente que se dio encuentro en la misión de Zenta. El propio diccionario de Primo nos da la pauta de que su o sus informantes realmente no se identificaban con ninguno de los nombres que figuran en el título del manuscrito ‒con “mataguayo” y “mataco” es predecible que no lo hiciesen, porque son nombres exógenos, pero tampoco “vejoz” (wej-wos) parece ser un nombre que ellos se estén aplicando a sí mismos. Concretamente, el diccionario traduce “Mataguayo” por pl. , es decir, tahyi-lhelhey ‘habitantes del bosque/montaraces’; “Mataco” por pl. , es decir, änällhais ‘vizcacha’, un nombre de parentela ‒hoy, aplicado generalmente a la gente que vive más al sudoeste que los wej-wos‒, y “Bejoso” (vejoces), llamativamente, no por wej-wos, sino por pl. , es decir, tachonhay ‘frentones’ ‒un nombre de parentela hoy asignado, generalmente, a grupos del interior del Chaco salteño (cf. Montani, 2017a, pp. 101-102).

Volviendo al Manuscrito D’Orbigny, la historia de las copias se cierra en 1913, cuando Lafone vuelve a publicar el “vocabulario vejoz”, esta vez con una revisión del misionero y lingüista anglicano Richard Hunt. Entre las columnas en castellano y en wichí original, Hunt intercala una columna suya, el “wichí revisado”, donde traslitera a lo que podríamos llamar el “primer alfabeto Hunt” e intenta acomodar las expresiones wichí a lo que él conoce. El anglicano es el único de nuestros tres copistas que efectivamente conoce la lengua wichí y, más aún, la conoce en una variante occidental del continuum dialectal wichí, como también había sido una variante occidental la que conoció Primo. Cabe destacar, sin embargo, que se trata de un Hunt que todavía está aprendido la lengua (la estudia desde hace casi dos años), y no de un Hunt que la conoce a la perfección como sí lo evidencian sus últimos trabajos (cf. Montani, 2015). Llamaremos a esta copia del Manuscrito D’Orbigny, la Copia Hunt.

En la Tabla 4 ofrecemos entonces una comparación entre, por una parte, el manuscrito original de Primo conservado en el AFT y, por otra, las tres copias que sí conocemos del inhallable Manuscrito D’Orbigny. Las similitudes no dejan lugar a dudas, y confirman que Primo fue el autor de ambos documentos. Resumamos brevemente lo que nos muestra la comparación.

En primer lugar, es asombrosa la similitud de las entradas en español y, en particular, de la ortografía de estas entradas. Para facilitar la lectura del cuadro hemos modernizado la ortografía del español, pero debemos resaltar que en los diversos documentos se advierte la misma manera de escribir el castellano. Más allá de grafías corrientes en la época como “baca” por “vaca”, tanto Primo como el autor hasta ahora anónimo del Manuscrito D’Orbigny escriben, por ejemplo, “abujero” y “abuja” para “agujero” y “aguja”. Además, la gran mayoría de las entradas castellanas del diccionario se corresponden estrechamente y, convendremos, por ejemplo, que no es tan frecuente que un misionero ofrezca una traducción para “hijo de puta”. Otras entradas de ambos documentos, muy singulares, también obligan a pensar que son fruto de una misma cabeza: “componer los reñidos”, por ejemplo, o “cortarse el pelo, cortar hasta la frente, cortar hasta las orejas”. Va en el mismo sentido la elección en ambos documentos de palabras como “galápago” para “tortuga”, o del quechuismo “gualca” (en el quechua de hoy, walqa) por “collar”.

En segundo lugar, la prueba más contundente de que ambos manuscritos son producto de una misma persona está en que en ambos documentos nombres y verbos se presentan en dos columnas separadas y, sobre todo, en que las palabras wichís de ambos documentos son mayormente las mismas y siguen la misma ortografía. Cuando aparece una diferencia otrográfica, en muchísimos de los casos ella se debe evidentemente a errores del copista.

En ausencia del original del Manuscrito D’Orbigny, estamos reducidos a trabajar con las copias, con los consiguientes posibles errores de transcripción. Pero comparando las palabras de Primo con las de las copias a la luz del wichí actual, pudimos detectar muchísimos casos que deben atribuirse a errores de los copistas. Las equivocaciones más frecuentes se deben a malas lecturas de letras, a veces muchas en una misma entrada. En la Tabla 1 damos unos pocos ejemplos de esos errores, tomados un poco al azar. Las confusiones más frecuentes, aunque de ningún modo las únicas, son entre g, y y q, entre e y c, y, especialmente en la Copia D’Orbigny, entre t y l. Creemos poder garantizar que nosotros hemos distinguido bien entre todas estas letras en la caligrafía de Primo. Otras diferencias entre las ortografías de los documentos, como la pérdida o reemplazo de la g en las palabras wichís para “acarrear”, “ají” o “cavar”, o como la enmienda de la z de Primo en la palabra wichí para “armado”, dejan en claro que el diccionario de Primo no es exactamente el mismo documento que el Manuscrito D’Orbigny, y apuntan incluso a la existencia de una cuarta copia, que podría haber hecho Adam y habría mediado entre el Manuscrito D’Orbigny y las copias de Lafone y Hunt. En suma, las conclusiones más importantes que permite sacar la comparación de las entradas coincidentes son que (a) la ortografía de Primo se ajusta muchísimo más a la fonología del wichí actual que la ortografía de las copias ‒o, lo que es lo mismo, que estas se equivocan muchísimo más que aquel, lo que las confirma en su carácter de copia‒ y b) que aunque las tres copias se asemejan entre sí en su ortografía y se diferencian del diccionario de Primo, la Copia D’Orbigny se equivoca mucho más que las otras dos copias, lo que ‒repetimos‒ hace pensar que estas son copias de una hipotética cuarta copia más fiel, o incluso del Manuscrito D’Orbigny original.

Tabla 1. Algunos ejemplos de los errores más frecuentes que se deducen de la comparación de los documentos a la luz del wichí actual. Referencias: H Copia Hunt, L Copia Lafone, O Copia D’Orbigny, P diccionario Primo.

Table 1. Some examples of the most frequent errors that can be deduced from the comparison of the documents under the light of current Wichi language. References: H Hunt’s Copy, L Lafone’s Copy, O D’Orbigny’s Copy, P Primo’s dictionary.

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Desde el punto de vista cuantitativo, el Manuscrito D’Orbigny, con más de 1.000 entradas, es algo más extenso que el diccionario de Primo, que tiene solo 804 (Tabla 4). Además, a veces las copias nos permiten deducir que el Manuscrito D’Orbigny tenía con respecto al diccionario de Primo algunas enmiendas lexicográficas. Por ejemplo: Primo traduce erróneamente “Cubrirse o ponerse el sombrero” por tiphä lhetek ‘alzar la cabeza’, mientras que las copias, acertadamente, lo trasladan por tiphä lakawona ‘ponerse el sombrero’. Otro ejemplo: Primo traduce “Alto” por , que parece ser un error por thaläkw /tʰaˈlɑkʷ/ ‘ser adulto’ (cf. en “maduro”), mientras que las copias lo trasladan por , hoy -tofwphä / toxʷˈpʰɑ/ ‘estar alto’. A veces, además, las copias del Manuscrito D’Orbigny agregan sinónimos que no figuran en Primo, como en “amigo”, donde Lafone y Hunt suman humenek /humeˈnek/ ‘amado’. Finalmente, el Manuscrito D’Orbigny tiene una gramática que el manuscrito de Tarija no ofrece, pese a su título. Todos estos indicios hacen pensar que el documento llevado por D’Orbigny era una versión posterior, más completa y mejorada del que está conservado en Tarija o, lo que es lo mismo, que este es una primera versión, o un borrador, del Manuscrito D’Orbigny15. Uno no puede dejar de preguntarse, sin embargo, por qué en el diccionario de Primo figuran a veces aciertos que se pierden en el Manuscrito D’Orbigny, como en “cuchillo”, que Primo traslada por (tsonhat ‘cuchillo/ puñal’) y (katnhat ‘cuchillo’), pero que las copias traducen sólo con el primer término.

La autoría de Primo del Manuscrito D’Orbigny se apoya también en un criterio cuantitativo. En total, la Tabla 4 ofrece 1.094 entradas en castellano seguidas por su traducción en wichí. El diccionario de Tarija posee 804 entradas castellanas; la Copia D’Orbigny (incompleta), sólo 366. La Copia Lafone tiene 1005 entradas y la Copia Hunt, 1037. Puede parecer extraño que el número de entradas varíe entre Lafone y Hunt, que supuestamente transcriben un mismo documento; pero lo más probable es que Hunt –el único que hablaba wichí– haya agregado o cambiado entradas en busca de una mayor profundidad de análisis. Así, por ejemplo, la Copia Hunt es la única copia que registra una entrada para “animal, insecto”: ‒creemos que como resultado de un análisis fallido del término wichí que en el Manuscrtito D’Orbigny traducía “araña”16‒ o es la Copia Hunt la que rectifica un error al sacar el término de “caja” y ponerlo en “ceja”17. En el mismo orden de cosas, las palabras wichís varían entre las copias, particularmente en la inserción de espacios o guiones. Las más de las veces Hunt, que ya conocía bastante bien la morfología de la lengua, introduce espacios o guiones en la transcripción original, con ánimo de racionalizar la ortografía. Pero a veces, además, Hunt elimina espacios y guiones que figuran innecesariamente en las copias de D’Orbigny y Lafone, pero que no están en la ortografía de Primo (como en el término wichí para “abrazar”).

Del total de 1.094 entradas (Tabla 4), entonces, tenemos:

- 739 entradas y su traducción al wichí que se corresponden entre el diccionario de Primo y las copias del Manuscrito D’Orbigny (en esas filas, todas las celdas con datos, están pintadas de amarillo);

- 17 entradas que no se corresponden (en esas 16 Vale notar, sin embargo, que la Copia Hunt traduce “araña” por , menos correcta que la forma que registra Primo: suwanlhokwe ‘tarántula’. Esto hace pensar que el error de c por e puede haber sido de los editores, no de Hunt. Decimos que el análisis de Hunt es erróneo porque lhokwe, no significa lo que dice el anglicano, sino ‘su mayor/principal’. 17 Hunt no rectifica sin embargo la ortografía. La correcta parece ser la de Primo, porque en reconocemos note-lhile ‘su hueso del ojo’. Esto indica probablemente que el error de o por e estaba ya en el original que Hunt copiaba. filas, todas las celdas con datos, están en azul);

- cinco entradas que son casos extraños: un poco extraños (tres), porque algunas de las copias no coinciden con Primo (en estas filas, algunas de las celdas con datos que coinciden están en amarillo y los que no coinciden en violeta), o muy extraños (dos), porque ninguna de las copias coincide con Primo (en esas filas, todas las celdas con datos están en violeta);

- 46 entradas castellanas que figuran en el diccionario de Primo, pero no en las copias del Manuscrito D’Orbigny (en estas filas, todas las celdas con datos, en rojo);

- 266 entradas que sólo existen en dos o más copias del Manuscrito D’Orbigny, pero no en Primo (en estas filas, todas las celdas con datos, en verde);

- y, por último, 21 entradas sólo existen en una de las tres copias del Manuscrito D’Orbigny (toda la fila sin pintar): cuatro en la Copia D’Orbigny, una en la Copia Lafone y 17 en la Copia Hunt (que, dijimos, probablemente dividió entradas).

Tabla 4. El Diccionario y arte de la lengua mataca de Primo comparado con las tres copias que se conservan del Manuscrito D’Orbigny (“ch” después de “c”). Como se publican por primera vez el diccionario de Primo y la Copia D’Orbigny, se señalan los números de folio. Referencias: * préstamo del quechua, ** p. del castellano, *** p. del guaraní (chiriguano), H Copia Hunt, L Copia Lafone, O Copia D’Orbigny, mismas traducciones, traducciones diferentes, traducciones divergentes, entradas sólo en Primo 1795, entradas sólo en Manuscrito D’Orbigny, entradas aisladas (sin pintar). (Ver tabla completa en Los diccionarios matacos de Fr. Esteban Primo de Ayala: Primer registro histórico de la lengua wichí | Revista del Museo de Antropología (unc.edu.ar)).

Table 4. Diccionario y arte de la lengua mataca by Primo compared with the three copies preserved of the Manuscrito ’Orbigny (“ch” after “c”). As Primo’s dictionary and the Copia D’Orbigny are published for the first time, the folio numbers are indicated. References: * loanword from Quechua, ** l. from Spanish, *** l. from Guarani (chiriguano), H Hunt’s Copy, L Lafone’s Copy, O D’Orbigny Copy, same translations; different translations, divergent translations, entries only in Primo 1795, entries only in Manuscrito D’Orbigny, isolated entries (unpainted). (See complete table in Los diccionarios matacos de Fr. Esteban Primo de Ayala: Primer registro histórico de la lengua wichí | Revista del Museo de Antropología (unc.edu.ar)).

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La Tabla 2 resume en términos porcentuales esta misma comparación de los documentos. En la Tabla 4 hemos explicado en notas los casos que no se corresponden, los casos extraños y varios de los casos de palabras que existen en las copias pero no en Primo. De todos modos, hemos intentado limitar las notas a las mínimas e indispensables.

Tabla 2. Resumen en términos porcentuales de la comparación del diccionario de Primo con las copias del Manuscrito D’Orbigny.

Table 2. Percentual summary of the comparison of the Primo’s dictionary with the copies of the Manuscrito D’Orbigny.

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Palabras finales

El documento conocido como Manuscrito D’Orbigny fue publicado dos veces en la Argentina y, por supuesto, es más conocido que el Diccionario y arte de la lengua mataca de Primo de Ayala que resguarda el AFT. Pareciese que la fama del naturalista francés, o el desconocimiento de la historia, llevó a ciertos abusos a lo largo del tiempo, pues no faltaron investigadores que atribuyeron directamente la autoría del primer documento al mismísimo D’Orbigny, que sin embargo no hablaba ni una palabra de wichí (p. ej., Alvarsson y Claesson, 2014; Nercesian 2014, pp. 16, 19; Vidal & Nercesian, 2009). En ocasiones, la confusión ha tomado dimensiones inimaginables: se ha llegado a afirmar que el “Padre D’Orbigny” (Vidal y Nercesian, 2009a, p. 143)

based on the data provided by his contemporary, Father Doroteo Giannecchini in Tarija (Bolivia), focuses on the Vejoz dialect located in the province of Salta (Argentina) from the Orán River to the Seco River, quite near the Noctén group. Using sources from other missionaries and his own information, D’Orbigny proposes to develop a grammar of this Wichí dialect. (Vidal y Nercesian, 2009b, p. 1019)

Los errores saltan a la vista: D’Orbigny no era sacerdote, no escribió el Manuscrito D’Orbigny y, además, no recibió nada de Giannechini. Cuando el viajero francés regresó de su gran gira sudamericana, ¡el misionero italiano ni siquiera había nacido!

En fin, lo que importa es que la comparación del diccionario de Primo con las copias del hoy extraviado Manuscrito D’Orbigny permite deducir que el primero es una suerte de borrador del segundo, que es más extenso y con ciertas enmiendas lexicográficas. Pero al mismo tiempo, una comparación minuciosa de todos los documentos con el wichí actual (que aquí no desarrollamos más que con algunos ejemplos, por falta de espacio) muestra que los copistas han introducido muchos errores ortográficos, “de lectura”, errores que el diccionario de Primo, precisamente, permite subsanar.

Aunque aquí no podemos entrar en detalles, es necesario remarcar que el valor del diccionario de Primo como documento lingüístico, histórico y cultural es grande. En primer lugar, porque es el primer documento de la lengua wichí que hoy disponemos. Queda por determinar el valor real que el documento tiene para un estudio diacrónico y dialectal de la lengua, aunque ya a simple vista se observan ciertas limitaciones para el estudio fonético/fonológico: Primo anotó el wichí con un alfabeto demasiado simple, pasando por alto muchos sonidos que sin duda tenían en el wichí de antaño (como tienen aún en el wichí de hoy) un valor distintitvo. Cualquier uso lingüístico de los datos de Primo requiere, obviamente, una exégesis y una hermenéutica previas. Sin embargo, es fácil ver en los manuscritos del franciscano indicios importantes de la historia lingüística, social y cultural de los wichís. Veamos sólo unos ejemplos. Las entradas “acequia”, “cedro” o el etnónimo <juit vote> para los indígenas andinos ‒un etnónimo que hoy (hasta donde sabemos) ya nadie conoce, pero que Hunt (1913, pp. 36, 141) lo reencontró más tarde como <fuiyet-wotes>- dan cuenta de una época donde los wichís también vivian en la zona montañosa. La sola existencia de entradas como “azotar”, “azotes”, “cepo”, “pedir licencia” o “castigar” dan cuenta de que los wichís fueron victimas de la violencia fronteriza y misional. El empecinamiento por traducir “Santísima Trinidad” (TABLA 3) o el hecho de que Primo traduzca “alma” por <ajat> ahät ‘alma postuma’ -un error en el que los franciscanos del siglo XIX seguirán insistiendo (Montani, 2017b)-, revelan que los franciscanos entendieron poco y nada de la cosmología wichí.

Además de dar a conocer el manuscrito de Primo de Ayala de 1795, nuestra intención en estas páginas ha sido devolver su verdadera autoría al llamado Manuscrito D’Orbigny. Los dos diccionarios “matacos” estudiados aquí son, pues, los documentos más antiguos de la lengua wichí que tenemos hoy a nuestra disposición. Su autor, el humilde fray Esteban, merece ser arrancado del olvido.

Anexo. Doctrina en lengua mataca o mataguaya

Las últimas páginas del Diccionario de Primo (ff. 26-26v) ofrecen la doctrina cristiana en versión bilingüe (Tabla 3), así como los dos rezos más importantes del catolicismo: el Padre Nuestro y el Ave María.

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en los cielos
Ygquia lemil, papà cue pule
Santificado sea tu nombre
Nolèi Ysìs
Venga a nos tu reino
Jogla Lemil nè
Hágase tu voluntad
Enlin no juenentag (dañado, podría ser también una m)
Así en la tierra como en el cielo
Ate gognet, ate pule
El pan nuestro de cada día
Tenten lemil chagiac
Dánoslo hoy
Guenojo tag
Perdónanos nuestras deudas, etc. (así como también perdonamos a nuestros deudores)
Lemil Yein leig ate Lemil Yem leig
No nos dejes caer en la tentación
Amageg site lemil
Mas libramos de todo mal
Yeg alogue nequieg
Amén Jesús
Amen Jesus

Ave María

Dios te salve María
Anne negi María
Llena eres de gracia
Gracia tepóye
El Señor es contigo
Tupa igléni
Bendita tú eres entre las mujeres
Agùe nequieg quileis isis
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
As isís Jesus
Santa María, madre de Dios
Santa María Tupa coo
Ruega por nosotros, pecadores
Alat nemil lichas
Ahora y en la hora de nuestra muerte
Tájua-jà, Teil-lája
Amén Jesús
Amen Jesus

Notas

1. No hay que olvidar que los jesuitas ya habían dicho más o menos lo mismo: Camaño (1955 (c. 1788)) señaló que los “matacos” y los “hueshuos” eran “parcialidades” o “tribus” de los “mataguayos”, y Lorenzo Hervás, informado por el padre Juan Araoz, sostuvo que “Todas las tribus (mataguayas) hablan un mismo idioma con pequeña diferencia” (1800, p. 164).

2. Probablemente encandilado por la fama alcanzada por las reducciones jesuitas del Paraguay, D’Orbigny no es el único viajero en confundir jesuitas y franciscanos. Poco más tarde, Hugues Weddell (2018 (1851)) también se equivoca constantemente entre ambas órdenes religiosas.

3. Carta de Doroteo Giannecchini a Lafone, 18.02.1895, reproducida con modicaciones en Lafone Quevedo, 1896b, p. 7.

4. Lista o padrón de la gente o almas de chiriguanos y mataguayos, que tenía la misión de Salinas cuando fue entregada a los misioneros franciscanos de Tarija en septiembre de 1767 (AFT 1-1017).

5. Sobre Zenta, cf. Mingo de la Concepción (1981 (1791), cap. XXIII) y Comajuncosa (1884 (1810), cap. XI). Para un ejemplo de un toba llamando “mataco” como insulto a un mataguayo, cf. la carta del jesuita Román Arto (1756-1762), en Maeder et al., 2016, pp. 189- 190. Para más información sobre el gentilicio “mataco”, cf. Montani y Combès, 2019.

6. Carta de Doroteo Giannecchini a Lafone Quevedo, 18.02.1895, reproducida en Lafone Quevedo 1896b, p. 7.

7. En su carta a Lafone, el padre Giannecchini se equivoca y dice que Río Seco se fundó para los vejoces (en Lafone Quevedo, 1896b, p. 8).

8. Las palabras wichís en cursivas son las del wichí que conocemos hoy, escritas en el alfabeto unificado por los anglicanos (cf. Lunt, 2016). Las comillas simples encierran las glosas o traducciones literales. Los signos menor y mayor (< >) encierran las palabras wichís en su ortografía original. Entre barras (/ /) aparecen las notaciones fonológicas.

9. Lista de indios mataguayos bautizados en Salinas que se fueron a vivir a Centa antes de ser reducción, 20.11.1789 (AFT 1-1095); Mingo de la Concepción, 1981 (1791), p. 378.

10. Carta del P. Benvenuto Vidal al P. Mingo de la Concepción, Zenta, 30.12.1789 (AFT 1-1098).

11. Testimonios de Diego José de Puyrredon, comandante del fuerte de Pizarro, y de Rafael Bachir, subdelegado y comandante de la ciudad de Orán, 1802 (AFT 1-1115: 1v-2).

12. La comparación de este documento con cartas de Primo conservadas en el mismo AFT demuestra que efectivamente fue escrito por él.

13. Consultado al respecto Máximo Farro, responsable del fondo Lafone Quevedo en el Museo de La Plata, nos comunicó que esta copia no se ha conservado.

14. Como uno de nosotros dijo en otra ocasión, hasta ahora los lingüistas han subrepresentado la diversidad y la complejidad dialectal del wichí, al menos por tres razones: a) las comparaciones han sido en el nivel fonético-fonológico y escasamente en el léxico, pero poco o nada en el morfosintáctico; b) no se han hecho encuestas sociolingüísticas amplias y bien contextualizadas; c) no se ha comprendido bien la organización sociopolítica wichí ni la historia regional (Montani, 2017a, p. 128). El trabajo de Nercesian en este dossier es un primer intento por resolver al menos las dos primeras dificultades.

15. Esto es algo que en el mismo AFT sucede también con otros documentos, de los que existen tres o más borradores, como es el caso del diccionario de la lengua chiriguana del padre Doroteo Giannecchini.

16. Vale notar, sin embargo, que la Copia Hunt traduce “araña” por , menos correcta que la forma que registra Primo: suwanlhokwe ‘tarántula’. Esto hace pensar que el error de c por e puede haber sido de los editores, no de Hunt. Decimos que el análisis de Hunt es erróneo porque lhokwe, no significa lo que dice el anglicano, sino ‘su mayor/principal’.

17. Hunt no rectifica sin embargo la ortografía. La correcta parece ser la de Primo, porque en reconocemos note-lhile ‘su hueso del ojo’. Esto indica probablemente que el error de o por e estaba ya en el original que Hunt copiaba.

Agradecimientos

Queremos dar las gracias a Marie Morel, Diego Oliva, Alain Fabre, Cristobal Wallis, John Palmer y Dora Fernández por sus ayudas y sus comentarios, y a Karen Buseman, responsable de Field Linguist’s Toolbox, SIL, que nos reparó nuestra base de datos en Toolbox. En parte, este artículo fue financiado por el Consolidator Grant INCLUDE 681518, proyecto “Indigenous Communities, Land Use and Tropical Deforestation” del European Research Council.

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