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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.14 no.2 Córdoba Apr. 2021

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.32742 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.32742

DOSSIER

Arqueología, tiempo y “Vaca Muerta”

Archaeology, time and “Vaca Muerta”

Axel Rex Weissel*

*Prof. y Lic. en Cs. Antropológicas orient. Arqueología (UBA). CONICET, Universidad Maimónides, Fundación Azara, FFyL-Universidad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: weisselaxel@maimonides.edu

Recibido 15-04-2021

Recibido con correcciones 14-05-2021

Aceptado 01-06-2021

Resumen
En este trabajo nos proponemos reflexionar sobre las intervenciones antrópicas que se pueden observar en un área determinada de la cuenca hidrocarburífera de la Provincia de Neuquén (Argentina). Los objetos y espacios en las diversas condiciones materiales y temporales de depositación, construcción o emplazamiento se confrontan como fabricaciones humanas que además de representar una relación con los eventos ya sucedidos (y por ende con una materialidad antrópica previa) están atravesados y condicionados por concepciones ontológicas del tiempo que implican, por sí mismas, futuras y pasadas proyecciones materiales. Empleando herramientas teóricas-metodológicas de la Filosofía y de la Arqueología nos concentraremos en analizar las particularidades y características de la materialidad industrial tan presente en el territorio neuquino. Consideramos que la problematización arqueológica de los espacios y formas materiales que adopta la industria hidrocarburífera, en sus diversas expresiones, puede enriquecer –en un territorio atravesado por el petróleo, lo colonial y lo mapuche- la mirada crítica sobre el tiempo y la materialidad antrópica fundante de la Modernidad.

Palabras clave: Hidrocarburos; Arqueología; Filosofía; Tiempo; Neuquén.

Abstract
Our proposal for this article to focus on problematizing the anthropic interventions that can be seen in a circunscribed area of the hydrocarbon basin of the Province of Neuquén (Argentina). The diverse conditions (material and temporal) that surrounds the deposition or construction of the multiple objects and spaces not only represents a specific relation with the events that have already happened (and therefore with a previous anthropic materiality) but also pierce the funding ontological conceptions of time that imply, by themselves, future and past material projections. Using theoretical-methodological tools funded in Philosophy and Archeology we concentrate on analyzing the particularities and characteristics of the industrial materiality present in the Neuquén territory. We consider that an archaeological approach into the spaces and material forms that the hydrocarbon industry adopts, in its various expressions, can enrich -in a territory crossed by the oil, the colonial and the mapuche- the critical look on time and the founding anthropic materiality of Modernity.

Keywords: Hydrocarbons; Archaeology; Philosophy; Time; Neuquen.

Entre petróleo, colonialidad y preexistencia mapuche

Uno de los grandes desafíos de la Arqueología en los últimos años ha sido poder hacer uso de sus particulares herramientas disciplinares para abordar problemáticas socio materiales en contextos conflictivos de tiempos actuales. En la mayoría de los casos parecería que la reconstrucción y análisis de los procesos humanos pasados queda distanciada de las dinámicas sociales del presente desde el cual se estudia. El pasado es distinto del punto de partida del que se investiga, por lo que la corriente principal de la Arqueología disciplinar no cuestiona ni interpela las dinámicas sociopolíticas existentes. Como dice Curtoni (2008), la legitimación científica del saber arqueológico termina recayendo en una neutralidad valorativa y en una asepsia epistemológica del conocimiento.

La Arqueología, como mediador entre el pasado y el presente, supone una construcción epistemológica en la que se reproducen ciertas nociones ontológicas de la realidad material (tales como las categorizaciones y divisiones entre sujeto/objeto, naturaleza/cultura y pasado/presente) (Thomas, 1996; Haber, 2013; Vaquer, 2018). Empero, para evitarlo, resulta crucial considerar que como práctica situada tendrá su impacto en las configuraciones epistémica-políticas del mundo actual. Inevitablemente, como parte de la ciencia moderna occidental, reproducirá parte de los paradigmas ontológicos existentes (Curtoni, 2008). Aun así, dentro de las posibilidades de transformación de la disciplina podemos intentar reorientar las metodologías, los enfoques y los objetivos de las investigaciones con el fin de contantemente tensionar la ontología moderna de la cual emerge la Arqueología (Vaquer, 2018; Rodriguez Basulto, 2018).

De tal modo el siguiente trabajo es tanto una reflexión crítica sobre el lugar de la disciplina arqueológica en la construcción del conocimiento en torno al pasado y al tiempo, una búsqueda de consolidación de nuevas herramientas teóricas-metodológicas para abordar contextos materiales de tiempos recientes, como también una instigación a denunciar las violentas y coloniales dinámicas materiales del mundo moderno-capitalista en el que vivimos. En virtud de ello nos proponemos realizar un recorrido por la historia material de un espacio en disputa: la cuenca inferior del río Neuquén, un territorio atravesado por empresas dedicadas a la producción y extracción de hidrocarburos, por emprendimientos privados y también por reclamos de tierras por comunidades mapuches.

Transitar por el departamento y la localidad de Añelo, localizado en el centro de la cuenca de explotación hidrocarburífera del noreste de Neuquén, implica recorrer paisajes urbanos, industriales, rurales, modernos e históricos. Un ambiente transformado e impactado por las distintas empresas socioambientales contemporáneas: edificios, shoppings y hoteles; escuelas y viviendas urbanas y rurales; instalaciones de extracción de hidrocarburos, cigüeñas, sistemas de caños y caminos asfaltados o de tierra; pozos de petróleo de fines del siglo XX abandonados; basurales y derrames de petróleo. Estos elementos son algunos de los constituyentes de la faceta industrial material visible que constituye el paisaje actual de la cuenca hidrocarburífera de yacimientos no convencionales más importante de la Argentina. Las recientes inversiones para la explotación de shale oil y shale gas conforman el llamado “megaproyecto Vaca Muerta” que, además de proyectar una intensificación de la explotación, contempla la construcción de un entramado de infraestructura (construcción de caminos, ductos, viviendas, servicios e incluso la reformulación de ciudades) para mantener y aumentar la productividad de los yacimientos (Mullaly et al, 2017; Cabrera, 2019).

A 10 kilómetros de la villa urbana de Añelo y a 200 km de Neuquén capital, en el recorrido por la ruta provincial n°17, podemos visualizar unos carteles que vociferan: “Lof1 Campo Maripe”. Una de las tantas comunidades mapuches localizadas en la superficie de la cuenca hidrocarburífera que conviven en el mismo espacio que las instalaciones de perforación, tratamiento y extracción. Su territorio reclamado (aprox. 11.000 hectáreas) limita al sur con el río Neuquén y al norte con los Cerros Chico y Colorado. Un paisaje geomorfológico que contempla bardas, islas y barrancas naturales, su fauna y flora son (o eran) características de los ambientes de llanuras y estepa nor-patagónicas (Figura 1). Paralela al río corre la mencionada ruta provincial n° 17, que divide en dos el terreno de la comunidad. Hacia el 2015 habitaban en ellas 144 personas distribuidas en 35 familias que, además de hablar en la lengua castellana, hablan mapuzungun y se reivindican mapuches (Villareal & Meza Huecho, 2015). Dentro de las actividades productivas que realizan las familias del Lof podemos mencionar la cría de ganado menor y mayor (ganado caprino, ovino, vacuno y equino) y la agricultura de consumo familiar.

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Figura 1: Zona en la Provincia de Neuquén de la que se habla en el artículo. Fuente: Instituto Geográfico Nacional de Argentina, 2016. Escala 1:600.000. Resaltado propio.

Figure 1: Area in the Province of Neuquén that is discussed in the article. Source: National Geographic Institute of Argentina, 2016. Scale 1: 600,000. Own highlighting.

 

Esta publicación es producto de sucesivos viajes de trabajo de campo y de múltiples discusiones llevadas a cabo en el marco del proyecto UBACyT titulado “Antropología del Riesgo y el Cambio Global. Controversias Socioambientales” que desde el año 2018 viene investigando la relación entre los contextos sociales y la configuración de vulnerabilidades sociales vinculadas al riesgo socioambiental en el territorio de la estepa patagónica. Los relevamientos etnográficos, históricos y arqueológicos plantearon la revisión crítica de la materialidad y de la historia productiva de la región noreste de la Provincia de Neuquén, en Argentina. Distintivas narrativas, prácticas y representaciones del habitar son reflejadas en los diversos discursos y registros etnográficos de los agentes empresariales del petróleo, de los vecinos de las villas urbanas y de las comunidades de Pueblos Originarios que en estas tierras conviven no sin conflictos.

Como se observará a continuación intentaremos describir, analizar y cuestionar nuestra presente realidad material desde nuestra particular perspectiva arqueológica. Profundizaremos el esbozado caso de estudio a partir de la construcción crítica de herramientas de análisis ancladas en la Filosofía y la Arqueología. La observación y confrontación de los diversos tipos de vestigios materiales humanos cimenta el camino hacia la comprensión y crítica de la materialidad de la Sociedad del Riesgo (Beck, 1996). Aun si comprendemos que la problemática socio-ambiental actual permea todas las materialidades que describimos, únicamente detallaremos y profundizaremos sobre las dinámicas de exploración y extracción del petróleo y del gas no convencional que, en su devenir ontológico moderno-industrial, cimenta, tensiona y atraviesa la construcción del tiempo en “Vaca Muerta”.

Del Tiempo en las cosas: teoría y modo de las condiciones materiales-temporales de producción

Si planteamos que el pasado no es simplemente una verdad justificada en la acumulación de artefactos o de eventos, sino que es un discurso construido en torno a objetos y espacios que se revelan de otros tiempos. Entonces estos elementos materiales, que refieren al tiempo, no son simplemente del pasado o presente, sino que son inherentemente reflexivos, mediando, intermediando y unificando el pasado y el presente (Shanks & Tilley, 1987). Estudiar la materialidad antrópica -al humano en su sentido material- en relación al tiempo implica investigar la relación que se constituye entre el accionar humano y la construcción-representación del pasado, del presente y del futuro, como tiempo y como temporalidad (Shanks & Tilley, 1987; Appadurai, 1991; Bradley, 2002; Acuto & Salvi, 2015; Shepherd, 2016; Haber, 2016; Vaquer, 2018).

Los artefactos, los objetos, los fragmentos, los espacios construidos, abandonados o reutilizados, mantienen una significancia especial con el pasar del tiempo. Todo acto de fabricación e intervención material antrópica conlleva, de una manera u otra, un vínculo con lo que se conoce del pasado. La gente no manufacturó artefactos o construyó estructuras de acuerdo a un formato tradicional porque era incapaz de hacer cualquier otra cosa, sino que, en cambio, lo hizo como una manera de adherir a la tradición y de mantener vínculos con lo que conocían del pasado (Bradley, 2002). Hasta una olla decorada, una punta de flecha, una cerca, una ruta, un corral para el pastoreo, e incluso el sistema de estimulación hidráulica (fracking) tiene una tradición de conocimiento y, por ende, una relación con un pasado.

De modo que si comprendemos a cada objeto, espacio construido e intervención material antrópica como resultado de una vinculación de los seres humanos con las cosas y con su entorno (Appadurai, 1991; Acuto & Salvi, 2015; Vaquer, 2018), emerge el interrogante de la relación de la acción con el tiempo. Específicamente Gosden propone que toda acción es acción en tiempo (timed action), en la cual se hace uso de la impronta del pasado para crear una anticipación del futuro (Gosden, 1994). Los cuerpos y las cosas materiales forman un flujo del pasado hacia el futuro relacionándose en distintos niveles de referencia, en estructuras de largo plazo y/o en actos específicos en un corto plazo (Gosden, 1994 en Bradley, 2002). La pregunta del tiempo nunca es una pregunta neutra sobre un método o una realidad específica, no involucra únicamente llenar el espacio vacío de la historia con restos materiales. La apropiación (arqueológica) del pasado es un acto político y moral: elegir un pasado, eso es, constituir un pasado, es elegir un presente y un futuro (Shanks & Tilley, 1987).

Entonces al fundarnos en que la construcción del tiempo es un producto social y político, nos acercamos por un lado al planteo de la Arqueología Hermenéutica que, al cuestionar la separación entre el presente y el pasado, reconoce que la Arqueología es un discurso que se desarrolla en el presente con consecuencias concretas (Shanks & Tilley, 1987; Vaquer, 2015, 2018). Por otro lado, nuestra reflexión crítica nos distancia de la Arqueología académica. La misma, al basarse en una pre-conceptualización vectorial del tiempo (lineal y dirigida), no solo evita una comprensión del problema de investigación, sino que supone y replica una dominación colonial del tiempo (Shepherd, 2016; Haber, 2013, 2016). Es así que, para profundizar sobre el caso de estudio, nos anclamos en epistemologías críticas e indisciplinadas donde incluso el punto de partida del investigador debe ser cuestionado.

De esta forma, como cuestión de modo recuperamos la indagación de las notas ontológicas del objeto arqueológico emprendida por Vaquer (2018). En ella, el autor identifica a la relación con el tiempo y con la temporalidad como algo clave en la presentación y conformación como objeto (de estudio) de la Arqueología. Partiendo de la fenomenología de Husserl (2002 [1928]) el autor diferencia en las impresiones sobre el objeto una percepción presente (protoimpresión) relacionada con momentos anteriores de la percepción hasta que se funden en el horizonte del pasado (retención) donde se contemplan las expectativas de percepciones futuras basadas en la protoimpresión (pretensión). Así es que la presentificación del objeto (arqueológico) –donde podríamos incluir las intervenciones materiales, las cosas, los espacios construidos y proyectados- se encuentran siempre imbuidas de percepciones presentes que remiten a un pasado construido y hacia un futuro proyectado (Vaquer, 2018).

Pero esto no es suficiente para deslindar la de-construcción teórico-práctica del tiempo en “Vaca Muerta” de un avasallamiento colonial del saber-poder. Para eso recuperamos la no-metodología de Haber (2016) que, admitiendo la simultaneidad del pasado y del presente en su comprensión ontológica del paisaje material, plantea revertir la metodología arqueológica académica proponiendo la identificación de estratigrafías de violencia que dan forma al paisaje colonial contemporáneo. Emerge aquí el concepto de secuencialidad fractal como herramienta para reconstruir las relaciones secuenciales por las cuales se han instalado distintos estratos de violencia en un espacio-tiempo (Haber, 2016). Seguir la secuencia de destrucción, de permanencia, de ausencia, es decir las huellas y las presencias en la estratigrafía de la violencia, es una vía para desandar los mecanismos de la Colonialidad del Poder impuesta (Quijano, 2014; Haber, 2016).

Unificando ambas perspectivas nos proponemos observar las relaciones con el tiempo que se presentan en los objetos y en los espacios construidos, contemplando continuidades allí donde se ven rupturas, planteando la permanencia de aquello que ha sido destruido y violentado. Es decir, defendiendo que el pasado, el presente y el futuro forman parte de un continuum de percepciones y acciones presentes materializadas en intervenciones concretas.

Retornando al caso de estudio, interrogar sobre las relaciones con el tiempo que están imbricadas en las construcciones materiales antrópicas identificadas en el relevamiento territorial de la comunidad Campo Maripe (reconocer las presencias y las ausencias superpuestas relacionadas secuencialmente) es una manera de comprender los estratos violentos constituidos en y por el mundo moderno-colonial. En la confrontación de las huellas y presencias de las intervenciones materiales de las empresas petroleras, de los ocupantes y latifundistas, de las viviendas actuales y pasadas de los integrantes del Lof, de los vestigios precoloniales encontrados en los picaderos, identificamos no sólo una sucesión de estratos de violencia, sino también presentificaciones, retenciones y protoimpresiones percibidas en estas intervenciones humanas (Haber, 2016; Vaquer, 2018).

Hacia una Arqueología de Campo Maripe

Si bien la historia del descubrimiento de los primeros yacimientos hidrocarburíferas en el territorio de Neuquén se remonta a finales del siglo XIX, no sería sino hasta la exploración y perforación del primer pozo en Plaza Huincul –en 1918- que el noroeste patagónico adquiría un lugar protagónico en el desarrollo de la industria hidrocarburífera en Argentina (Blanco et al., 2018). Dentro de este proceso el territorio donde estaba ubicado el pequeño poblado de Añelo recién comenzó a ser explorado a mitades del siglo XX. Es así que sería entre la década de 1970 y 1980 que se expande la frontera de producción de hidrocarburos -particularmente los llamados convencionales- hacia la cuenca inferior del río Neuquén (Risuleo, 2012; Marie et al., 2018). Los inicios de 2010 registran la “nueva” expansión de la industria hacia los hidrocarburos no convencionales, posibilitados por la innovación tecnológica-científica que habilitó nuevas formas de exploración y producción de hidrocarburos (Mullaly et al., 2017). La identificación de la formación Vaca Muerta, de sus reservas de petróleo y gas no convencional, colocó a Añelo en el epicentro del nuevo enclave de producción de no convencionales. El megaproyecto Vaca Muerta” del siglo XXI no emerge de la nada sino que se inserta en una forma de poblar y hacer uso de un territorio donde, como iremos viendo, lo colonial se entremezcla con políticas económicas y energéticas que reproducen la estructura sociopolítica sobre la que se asientan (Ferrante & Giuliani, 2014; Giuliani, 2015; Acacio & Svampa, 2017; Marie et al., 2018; Svampa & Viale Trazar, 2017).

No sería sino hasta 2014 que la comunidad Campo Maripe, en vinculación con la Confederación Mapuche Neuquina2, se organizó para lograr la recuperación de tierras que su familia habita desde, por lo menos, principios del siglo XX, y que posteriormente el Estado (Nacional y luego Provincial) fue parcialmente vendiendo a criollos colonos y concesionando a emprendimientos de hidrocarburos convencionales y no convencionales. El largo proceso de lucha del Lof Campo Maripe consistió en la organización comunitaria, en la búsqueda de antecedentes históricos y en medidas tales como el corte de accesos de vehículos a zonas de pozos, la toma de una torre de perforación de YPF, entre otras intervenciones políticas (para leer un análisis detallado del conflicto referimos a Valiente & Radovich, 2016 & Maraggi, 2017).

El 24 de Octubre del 2014 se firma el “Acta Acuerdo de Paz Social y Diálogo” entre el Lof Campo Maripe y el Estado Provincial donde no solo fue reconocida la Personería Jurídica (Decreto provincial 2407) sino que el gobierno se comprometió a la realización de un relevamiento territorial desde una metodología objetiva científica (Villareal & Meza Huecho, 2015; Maraggi, 2017). El resultado fue un informe histórico-antropológico confeccionado por un equipo técnico bajo la dirección de la antropóloga Jorgelina Villareal siguiendo el modelo del Programa de Relevamiento Territorial Provincial en el marco de la Ley N° 26.160 (articulando información comunitaria, datos histórico-documentales y relevamientos antropológicos interdisciplinares). El estudio generó una serie de mapas graficando los usos del territorio actuales e históricos ubicando los puntos principales y diferenciando las distintas zonas en uso y/o explotación (Figura 2). Allí es posible observar tanto las áreas que ocupan las grandes y pequeñas instalaciones de explotación de hidrocarburos (otorgadas principalmente a YPF, TECPETROL y subsidiarias), el espacio intervenido por las propiedades y chacras de criollos ocupantes, como también las zonas de actividad domésticas-productivas actuales e históricas de las familias de la comunidad mapuche (Villareal & Meza Huecho, 2015).

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Figura 2: A la izquierda, mapa de uso histórico del territorio: cada punto negro representa un lugar o sitio histórico relevado; a la derecha, mapa de usos actuales: en amarillo zonas de pastoreo, en celeste zonas de tensión y monitoreo de emprendimientos petroleros, en rojo zona de ocupaciones en conflicto. Fuente: Villareal & Meza Huecho, 2015. Edición propia.

Figure 2: On the left, a map of the historical use of the territory: each black point represents a surveyed historical place or site; On the right, a map of current uses: in yellow grazing areas, in blue areas of tension and monitoring of oil projects, in red areas of occupations in conflict. Source: Villareal & Meza Huecho, 2015. Own edition.

 

Haciendo uso de estos mapas y de su evidencia documental-material sumado a nuestros propios relevamientos etnográficos y arqueológicos sobre los usos actuales e históricos del territorio del Lof Campo Maripe podemos reconocer diferentes actores que han intervenido e intervienen materialmente la zona de estudio. Nuestro abordaje no es sino arqueológico ya que buscamos estudiar los procesos históricos y el accionar de los grupos humanos a lo largo del tiempo y del espacio a partir de los restos materiales que estos han producido, materializando lo social (Acuto & Salvi, 2015). Así, diferenciamos distintos tipos de intervenciones antrópicas materiales en la misma área, que conviven, fueron y son condicionados por su interrelación.

Lo que primero salta a la vista es el mencionado paisaje material industrial asociado a las empresas que se dedican a la exploración, perforación y extracción del petróleo y del gas natural, como también del tratamiento inicial y del transporte del mismo. Actividades que son reconocidas en el mundo de los hidrocarburos como pertenecientes a los sectores de upstream y midstream3. Específicamente en el territorio de las 11.000 hectáreas que el Lof reclama como propio se reconoce la intervención de YPF, TECPETROL y de otras tantas compañías subsidiarias que se encargan de la explotación de las áreas de extracción de Loma Campana y Loma La Lata norte. Los yacimientos explotados se encuentran en la denominada formación “Vaca Muerta”, caracterizada por albergar potencialmente una de las mayores reservas de hidrocarburos no convencionales a escala mundial (Cabrera, 2019). En nuestro recorrido por el territorio observamos instalaciones de perforación, múltiples pozos de extracción, plantas de tratamiento, además de diversos elementos secundarios, tales como vías o caminos de circulación de vehículos de mediana y gran envergadura, cercas, viviendas para los trabajadores, casas de control, edificaciones de almacenamiento, además de sistemas de caños y oleoductos que hacen circular la materia prima cruda.

Al mismo tiempo, en las venas abiertas del espacio material es posible observar los impactos de esta industria que resulta en una creciente contaminación socioambiental de la tierra, el aire y el agua (Abrutzky et al., 2014). La actividad de enclaves productivos impacta por medio de desmontes, en la expulsión y pérdida de fauna nativa, en los derrames y en las fugas de gas (Figura 3). Estas últimas palpitan la peligrosidad rememorando infames episodios, así como la descontrolada pérdida de gas del pozo DLS que duró 16 horas en el 2014 (Cabrera, 2019). Más grave es la situación si referimos a los casos adolecidos en el vecino Lof Paynemil, donde se ha contaminado la napa freática y se han registrado notorios derrames de hidrocarburos (Maraggi, 2017). El impacto ambiental afecta de gran manera el modo de vida agro-pastoril que intentan llevar las familias de la comunidad Campo Maripe, que ha resultado en pérdida de ganado y zonas de pastoreo (impidiendo la transhumancia) y en la contaminación de las tierras de cultivo y del agua de las napas y de las corrientes superficiales (Villareal & Meza Huecho, 2015).

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Figura 3: Derrame de petróleo crudo (izq.) y fuga de gas en instalación de perforación (der.) monitoreados por la Comunidad Campo Maripe. Fuente: Villareal & Meza Huecho, 2015.

Figure 3: Crude oil spill (left) and gas leak in drilling facility (right) monitored by the Campo Maripe Community. Source: Villareal & Meza Huecho, 2015.

 

Además de las construcciones de la industria extractivista, en el territorio relevado en el informe histórico-antropológico conviven otras intervenciones y edificaciones materiales que remiten no solo a otro modo de vida y a otra economía, sino a otros tiempos y a otros procesos sociales. Este otro paisaje material, asociado a la vida rural, no es homogéneo ni en su pertenencia social, ni al tiempo y los momentos a los que remite. Allí, identificamos una primera oposición entre las construcciones y propiedades de gente que no pertenece al Lof Campo Maripe y aquellas edificaciones y trazos materiales realizados por las familias de la comunidad mapuche desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Para comprender los contextos de muchas de estas viviendas y emplazamientos materiales es necesario recordar que los conflictos sociopolíticos (que estas personas hoy atraviesan) están teñidos o asociados a las ganancias producidas por la economía hidrocarburífera, ya que aquel que es reconocido como dueño y superficiario del terreno donde se inserta la industria percibirá parte de los beneficios económicos de la extracción de los recursos fósiles (Mullally et al, 2017; Radovich, 2017).

Entre aquellas personas no reconocidas ni identificadas como mapuches que buscan habitar en este territorio es importante diferenciar e identificar a la estancia de la Familia Vela (Villareal & Meza Huecho, 2015). Andrés Vela, el fundador, aparece en escena principios de la década de 1970, tomando posesión y cercando tierras en el sur del río Neuquén4, en el territorio de la comunidad. En los sucesivos años, en el marco de la dictadura militar argentina, el conflicto toma un carácter judicial y la familia Campo (abuelos y parientes de los actuales integrantes del Lof Campo Maripe) es desalojada y expulsada del territorio que venían habitando desde, por lo menos, principios del siglo XX. En el espacio tomado por Vela se localizaba la casa de la abuela y la casa de la tía, siendo destruidas (quedando evidencia superficial de ello). En su lugar Vela construyó una vivienda, una estancia conformada además por otras edificaciones, y actualmente sus hijos llevan a cabo un emprendimiento de agricultura y ganadería de pequeña escala (Villareal & Meza Huecho, 2015).

Por otro lado, se observan en el paisaje no únicamente las antiguas viviendas sino también las edificaciones habitacionales y domésticas actuales de las familias del Lof Campo Maripe. Las mismas se distribuyen en una amplia extensión espacial, principalmente en las vecindades del río Neuquén. Se reconocen casas de madera, material y ladrillo, de mayor elaboración y complejidad, casi siempre acompañadas por huertas y cultivos (de frutales) y corrales para aves (gallinas y pavos), cerdos, caballos, cabras y ovejas. Reconocemos también puestos más precarios, manufacturados con cantoneras, chapas, nylon y postes en la meseta y en las cercanías del cerro Colorado. En las intervenciones materiales también es posible identificar caminos, cercos, carteles, tranqueras y espacios comunitarios. Las casas almacenan agua, suministradas en su mayoría por alguna empresa petrolera y/o por el Estado, para la hidratación de los animales, para el riego y para el consumo propio. Aun si muchas de las fuentes de agua se encuentran contaminadas, en ocasiones se sigue extrayendo agua de los pozos y napas locales y los rebaños suelen beber el agua de cursos superficiales (Villareal & Meza Huecho, 2015).

La mayor actividad que realizan y han realizado las familias del Lof es la cría de ganado bovino, equino, ovino y caprino que pastan sobre la flora vegetal natural del monte nor-patagónico. En toda la extensión territorial encontramos huellas, guano y restos fecales del ganado que se pastorea. Observando la Figura 2, notamos el amplio tamaño de la zona actual dedicada las actividades de pastoreo. Asimismo, en la misma imagen podemos observar, en azul, la zona de mayor intensidad de extracción hidrocarburífera, que los integrantes de la comunidad monitorean, y en rojo el territorio en disputa con las ocupaciones de los otros ya mencionados.

Consultando el repositorio, los documentos históricos evidencian, hacia 1940, un expediente donde Pedro Campo, bisabuelo de la actual Logko, es reconocido como el “único ocupante del lote 15 fracción D XXVIII”, en base al cual se le cobra su deuda de pastaje que se calcula desde al año 1927 (Villareal & Meza Huecho, 2015). La materialidad del paisaje testimonia este uso histórico, aun cuando muchas de ellas fueron abandonadas o destruidas, sus restos fueron relevados por el informe. Asimismo, en nuestras recorridas por el terreno pudimos identificar distintos núcleos de habitación evidenciados por la acumulación de materiales y por el relato de la memoria oral de la comunidad.

Particularmente el informe histórico-antropológico registró los sitios y localizaciones que los actuales integrantes del Lof Campo Maripe señalan como ocupadas históricamente por sus ancestros, abuelos, tíos y bisabuelos (Figura 2). Se tornan de interés los puestos y corrales, ya abandonados, con evidencia de uso de la segunda mitad del siglo XX (Figura 5). En el recorrido superficial se pudieron apreciar restos de las construcciones y objetos de uso cotidiano, esparcidos y semi enterrados. Algunos de ellos identificados como rukas cuyo método de construcción fue relacionada con las maneras tradicionales mapuches de construcción de viviendas (Villareal & Meza Huecho, 2015). Se han encontrado restos de objetos y de estructuras producto de prácticas de pastoreo, corrales, cercados y botellas, entre otros elementos materiales, que dan cuenta de su uso durante el siglo pasado (Villareal & Meza Huecho, 2015).

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Figura 4: A la izquierda, punta de proyectil; a la derecha, fragmentos de cerámica, lascas y posibles trozos de huevo de choique. Fuente: Relevamiento superficial propio, Febrero 2020.

Figure 4: On the left, projectile point; on the right, ceramic fragments, flakes and possible pieces of choique egg. Source: Own surface survey, February 2020.

 

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Figura 5: Imagen satelital donde se superpone el territorio del Lof Campo Maripe y la zona de influencia de TECPETROL. Fuente: Data provista por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, 2017.

Figure 5: Satellite image where the territory of Lof Campo Maripe and the area of influence of TECPETROL overlap. Source: Data provided by the National Institute of Indigenous Affairs, 2017.

En los recorridos de los sitios históricos de la comunidad también se relevaron picaderos, reconocidos en la arqueología como sitios arqueológicos superficiales (Rodriguez & Cúneo, 1993; Martínez, 2015). El bajo nivel de sedimentación natural y el accionar del viento produce que muchos objetos producidos hace cientos de años se mantengan a la vista en el paisaje. Entre la evidencia localizada y registrada por el informe nos detenemos brevemente en el Picadero El Fortín. Los hallazgos de supuestas balas, restos de metal, lítico y puntas de flecha habilitaron la vinculación de este sitio con la expansión militar del Estado Nacional argentino en la década de 1880. Los miembros del Lof defienden que varios de los objetos materiales refieren a lugares donde paraban los soldados (Villareal & Meza Huecho, 2015). Al contextualizar estos hallazgos con los documentos históricos disponibles, es plausible reconocer en las márgenes del río Neuquén –en la vecindad al territorio estudiado- el paraje “Vanguardia”. En sus cercanías se recuerda a la batalla de las “Barrancas del Neuquén” -en 1878- entre mapuches y el Estado argentino en el marco de la avanzada militar argentina al territorio neuquino, lugar donde luego se construyó el Fortín Vanguardia en 1883 (Villareal & Meza Huecho, 2015).

Dicha campaña militar es hoy en día reconocida como un genocidio y un etnocidio por los movimientos indígenas y por gran parte de la comunidad académica. No sólo se eliminó y se forzó –sistemáticamente- la expulsión de todo un grupo de personas relacionadas a una adscripción étnico-cultural territorial, sino que, frente a la imposibilidad de eliminarlos completamente, se intentó borrar a los supervivientes de la historia, estigmatizando, marginando e invisibilizando su cultura durante todo el siglo XX (Bartolomé, 2005; Bayer, 2010). Producto de esta historia es que aún hoy, en la interacción con las instituciones y agentes del Estado Argentino, con las empresas hidrocarburíferas y con los criollos y migrantes europeos que habitan en la Provincia de Neuquén, se discrimine y se deslegitime la preexistencia y los derechos indígenas de los grupos Mapuches (Trentini et al., 2010; Radovich, 2017).

Los nombrados picaderos fueron identificados en distintos puntos del territorio relevado. La mayoría de ellos, ubicados en las cercanías del río Neuquén, pudieron ser reconocidos por los hallazgos en superficie. Entre los objetos identificados se hace mención de fragmentos de puntas de proyectil lítico, lascas, fragmentos de cerámica y cascaras de huevo de choique (Figura 4). El mencionado viento desnuda los descubrimientos a la vez que oculta. Aun así, los mayores procesos post-depositacionales son las grandes remociones de tierra que requirió, por ejemplo, el emplazamiento de un masivo oleoducto en el sudoeste del territorio del Lof. Esta materialidad antrópica a la que referimos remite a momentos y pasados ya no solo de los últimos dos siglos, sino que representan modos de vida cazadores-recolectores y al uso de cerámica previos a la expansión militar argentina (Rodriguez y Cúneo, 1993; Berón, 2007).

El tiempo del petróleo

En una revisión crítica de la construcción del tiempo en la Arqueología, Laguens (2014) concibe que es propio de la disciplina –y quizás de la visión moderna-occidental de las cosas- atrapar la materialidad del tiempo en cosas y objetos. De modo que cada fragmento, cada pieza, cada espacio encierra historia, encierra prácticas, relaciones y representaciones de otro tiempo/espacio. El trabajo de la Arqueología será el estudio de dichos elementos para su explicación, comprensión y/o interpretación. Esta concepción ontológica del tiempo en los objetos se asocia a una construcción lineal y objetiva del tiempo. En sus orígenes epistemológicos, esta visión se encontraba articulada con un modelo evolucionista (ideal) espacio-temporal en el que el trascurrir histórico -donde los acontecimientos sociomateriales eran descriptos y justificados- era planteado como irreversible y progresivo (Laguens, 2014). Entonces, una observación “clásica” arqueológica del tiempo de los hidrocarburos reconocería tanto la profundidad temporal de aquella sustancia en su proceso de formación (hacia millones de años) como el uso y la importancia que adquieren para las sociedades modernas durante el siglo XX. Si no nos despegamos del modelo evolucionista, el “descubrimiento” humano de la industria petrolífera y el desarrollo de las sociedades industriales globales del pasado siglo serán consideradas como el progreso inevitable civilizatorio del tiempo y del accionar humano.

Otra alternativa para problematizar al tiempo y a los hidrocarburos puede emerger de la investigación de los paisajes industrial como intervención humana. Repetimos lo que se puede observar en la estepa patagónica neuquina: maquinarias, pozos de extracción, instalaciones de perforación, edificaciones subsidiarias y complementarias de la industria hidrocarburífera desarrollada en Neuquén desde principios del siglo XX. Nos parece más que pertinente, siguiendo nuestros interrogantes centrales, preguntarnos, ¿cómo conciben el tiempo las empresas petroleras? ¿tiene influencia el pasado en la explotación de hidrocarburos? ¿qué relaciones son percibidas en la presentificación (retención-protoimpresión-protensión) en la materialidad a gran escala desplegada por el megaproyecto “Vaca Muerta”?

En base a la revisión histórica y bibliográfica podemos concluir que, en términos nacionales e internacionales, Neuquén (en tanto territorio que contiene recursos claves para los engranajes modernos) ha sido históricamente constituido como una economía de enclave –orientada a los hidrocarburos convencionales y no convencionales- dependiente de los movimientos políticos y de los intereses económicos que hacen a los modelos neoextractivistas de las últimas décadas (Valiente & Radovich, 2016; Maraggi, 2017; Svampa & Viale Trazar, 2017). Fueron los mencionados conflictos generados por la implantación de las instalaciones de extracción de shale que despertaron en las familias del Lof Campo Maripe una organización y un auto-reconocimiento como comunidad mapuche, buscando defender su tierra frente a la preocupante contaminación por el impacto del petróleo. En nuestro recorrido en conjunto con integrantes de la comunidad pudimos relevar no solo distintos pozos ya abandonados cuya producción se registra hacia finales del siglo XX sino también sitios donde se registraron derrames, fugas y otras secuencias de alto riesgo para los habitantes y el ambiente.

Ahora bien, concentrándonos en la materialidad que circunda la explotación de hidrocarburos, reconocemos en su edificación y emplazamiento un motivo específico: extraer materia prima fósil. Se exploran los territorios, se identifican los yacimientos y se elaboran técnicas de extracción (producción) que sean lo más eficientes y beneficiosas posibles. La ganancia está en la posibilidad de la multiplicación de la inversión realizada en el menor tiempo y con el menor costo viable. Un dato importante, los inversores y los dueños de las empresas de producción de shale que adquieren el mayor beneficio han sido grupos económicos privados, en la mayoría de los casos trasnacionales (recordando la excepción de la semi-nacionalización de YPF en el año 2012) (Mullaly et al, 2016; Radovich, 2017). Como hipótesis planteamos que los objetos e intervenciones materiales antrópicas asociados a la industria del petróleo en Vaca Muerta responden al tiempo del capital, a un tiempo extractivista. Las relaciones que se perciben en, por ejemplo, las instalaciones actuales del yacimiento de Loma Campana-Loma La Lata Norte, conllevan la impresión presente (protoimpresión) de la explotación y la ganancia a costa del ambiente y de la comunidad que en el mismo espacio convive.

Aquí entra en la mira del debate arqueológico industrial la técnica del “fracking” que constituye el fundamento tecnológico de las instalaciones de extracción de hidrocarburos no convencionales. En pocas palabras implica un proceso de estimulación hidráulica de agua y otros químicos, en el cual se fracturan los yacimientos de shale oil y shale gas (también nombrados petróleo y gas de esquisto) para posteriormente extraerlos a superficie y trasportarlos para su refinamiento (Pérez Roig, 2016; Radovich, 2017; Mullaly et al, 2017). El problema ambiental no ocurre únicamente por el peligro de filtraciones de químicos y otros minerales contaminantes a la tierra y a las napas subterráneas durante el proceso de extracción; sino que también se ha demostrado su peligro en las contaminaciones superficiales que producen las piletas de petróleo o de gases contaminantes, por los derrames y por la emisión de gases invisibles, o por la emisión descontrolada de calor y dióxido de carbono. Se ha demostrado que los procedimientos de cuidado ambiental no son suficientes para prevenir el impacto social y natural a escala local y global (Radovich, 2017; Maraggi, 2017; Cabrera, 2019). Entonces, ¿qué futuro concibe este modo de producción? ¿qué proyección temporal esta imbuida en el extractivismo hidrocarburífero?

La protensión percibida en la presentificación de los paisajes industriales dependientes de los hidrocarburos nos lleva a las proyecciones político-económicas a futuro planteadas para los yacimientos y los pozos de Loma Campana-Loma La Lata Norte, y, de una manera, para toda la cuenca extractiva de Vaca Muerta. Entran en juego modelos económicos-políticos en los que se entrelazan la propiedad de los recursos, las concesiones de las empresas de extracción, la apropiación de las riquezas y el (des)cuidado del medioambiente. En la administración del gobierno nacional encabezada por Mauricio Macri (2015-2019)5 el desarrollo del megaproyecto Vaca Muerta pasó a ser el eje central de la economía y concentró las mayores expectativas en torno a la generación de empleo, la atracción de inversiones y el aumento de las exportaciones. Específicamente en un documento elaborado por la Secretaría de Planeamiento Energético en el 2018 se proyectó para el 2023 la duplicación de la producción de petróleo y de gas, creando más puestos de trabajos y mejorando la balanza comercial (Cabrera, 2019). El actual gobierno de Alberto Fernández no ha hecho más que continuar la línea de apoyar a las empresas petroleras cuya importancia para la exportación y la generación de divisas no deja de cumplir un rol clave en la estrategia económica nacional.

Así es que para el territorio estudiado se prevé que las instalaciones y otras intervenciones materiales antrópicas descriptas para el paisaje industrial del territorio de Campo Maripe no harán sino multiplicarse -por lo menos en los siguientes años- con el fin de mantener la producción o intensificar la extracción de los recursos fósiles no renovables. La catástrofe a cámara lenta de la contaminación (su impacto) debe ser invisibilizado o negado ya que en caso contrario obstaculizaría el ideal económico-político. Aún si múltiples empresas trasnacionales apuestan a la producción intensiva es de mención que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU “exhortó a la argentina a reconsiderar la explotación a gran escala de combustibles fósiles no convencionales mediante el fracking en la región de Vaca Muerta” porque atenta contra el objetivo internacional de reducir el calentamiento global (Cabrera, 2019:59). Por lo que el panorama internacional parece estar tensionado.

En cuanto a las retensiones que vemos en las intervenciones materiales antrópicas producto de la industria del petróleo y del gas, nos pareció relevante conectar las huellas y ausencias materiales del pasado de la producción de hidrocarburos con la concepción que se construye del pasado en donde se ordenan los eventos temporales secuenciales (Bradley, 2002; Haber, 2016; Vaquer, 2018). En los pozos abandonados de los que nos hablaron los miembros de la comunidad, en las antiguas rutas de circulación, y quizás incluso, en la contaminación de la tierra durante la segunda mitad del siglo XX, observamos la implantación de la industria petrolífera. Bajo esta mirada las instalaciones de fracking observadas –y su consecuente impacto- en el yacimiento de Loma Campana-Loma La Lata Norte pueden ser pensadas como una continuidad de exploración, perforación y producción en los cuales el límite es concebido por la inversión (Mullaly et al., 2017). Por su parte, en la Figura 5 observamos un mapa de superposición entre el territorio que reclama la comunidad Campo Maripe y la empresa TECPETROL donde, desde el 2017, se han proyectado nuevas instalaciones de extracción. Los mapas satelitales no dejan de impactar en tanto es posible discernir el grado de avance en el territorio de los cientos y miles de pozos emplazados en el paisaje.

En cuanto nos preguntamos la relación que supone entonces esta industria con el pasado dirigimos la mira hacia los discursos históricos que tienen las empresas sobre su producción buscando entrever la propia secuencialidad temporal construida. Identificamos que en la secuencia de eventos narrada para dar cuenta del presente de explotación y de inserción, de exploración, de perforación y de extracción de pozos, se reconocen únicamente los acontecimientos políticos y económicos asociados con su misma industria. Así, por ejemplo, YPF recuerda su hito fundacional hacia 1922 cuando la creación de la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales por parte del Estado Nación Argentino6. Particularmente la historia de la cuenca de Neuquén es únicamente vista en esta perspectiva en base al desarrollo de la industria en la región. El pasado, no es ni la llamada “conquista del desierto”, ni la existencia de grupos previos, y ni siquiera la constitución del Estado Nación argentino. El punto cero de su historia son los primeros pozos de petróleo abiertos en Argentina y la fundación de sus empresas. El yacimiento de Loma Campana-Loma La Lata Norte, bajo la dirección de YPF, es historizado en la fecha de su instalación y es medido en su eficiencia y en su producción, calculando en base a la ganancia y al capital invertido, obteniendo, en los últimos años, la categoría de “superpozo”7.

En una comunicación personal con un ingeniero técnico que hasta el 2014 trabajó para YPF pudimos atender a su visión del conflicto con el Lof Campo Maripe. En su perspectiva de repente habían aparecido un grupo de personas que se declaraba dueña de la tierra y que, por lo tanto, reclaman ser percibidos como legítimos propietarios. En otras palabras, el logko era una persona que buscaba ocupar (en su perspectiva ilegítimamente) las tierras donde ya estaban insertos distintos pozos de extracción de la compañía petrolera YPF. Pareció que no importara su pasado más allá del título de propiedad que poseyeran en el presente (para percibir beneficios en el futuro). La historia de la constitución del Estado Provincial -y el pasado de los grupos indígenas- no era contemplada a menos que entrara en conflicto con la presente y futura producción de hidrocarburos. Ahora bien, cuando hablamos de la historia del petróleo en Neuquén o del desarrollo tecnológico hidrocarburífero no había un ápice que no conociera.

¿Podríamos entonces decir que no hay nada antes del petróleo? Cabe detenerse en dos elementos que atraviesan a la industria hidrocarburífera que dan cuenta de la concepción temporal de la empresa: desarrollo e impacto. La primera se asocia a las riquezas naturales y al potencial económico que supuestamente produce la industria, no solo para la empresa, sino para el territorio y el país donde se inserta.

Arturo Escobar señala que los discursos del “desarrollo” se asocian a una mirada geopolítica donde el objetivo el futuro del país o provincia consiste en desarrollarse tomando como modelo a los países del primer mundo (Escobar, 1999). El lado B del desarrollo es el impacto ambiental y social. Son las consecuencias observadas en la contaminación de los ríos, en los desmontes o desforestaciones, en la degradación de los entornos naturales. Como bien es sabido dependiendo de la importancia de la zona son mandatorios, antes de mega-emprendimientos, hacer estudios de impacto ambiental, antropológico y arqueológico8. Más allá de que para los yacimientos de Loma Campana-Loma La Lata Norte se habrán realizado los requeridos estudios, únicamente el trabajo de campo histórico-antropológico realizado en el marco del relevamiento territorial del Lof Campo Maripe hizo públicas las consecuencias del extractivismo. Las imágenes previamente relatadas son pocas en comparación con la totalidad de escenas que vienen sucediendo en la cuenca que contaminan el aire, los acueductos y la tierra (Cabrera, 2019). Vaca Muerta, fuertemente impactada por las industrias extractivista de hidrocarburos ha sido denominada -por el Observatorio del Petróleo Sur (OPSur)- como una “Zona de Sacrificio” en pos del desarrollo y la ganancia económica (Di Risio et al., 2012).

Puede ser únicamente en la sociedad moderna industrial que las personas miden el tiempo de acuerdo a una única escala. Bajo el capitalismo, el tiempo cuesta dinero, envuelve gastos específicos y puede ser fraccionado como cualquier otra mercancía que arrastra un valor financiero (Shanks & Tilley, 1987). La mercantilización del tiempo es también la mercantilización de las cosas, en este caso de los yacimientos y de las reservas de hidrocarburos no convencionales. El llamado oro negro, la energía fósil, como materialidad asociada a la industria hidrocarburífera remite a una concepción ontológica moderno-capitalista del tiempo donde el pasado material y el impacto socioambiental se subsume y se invisibiliza frente al potencial económico del presente, con vías a un futuro de desarrollo y de crecimiento. En pocas palabras, esta construcción de significados y relaciones entre el pasado, el presente y el futuro se construye dentro de las lógicas capitalistas, donde el tiempo es dinero. En Vaca Muerta, si no se cumplen con las exigencias de productividad, peligra el desarrollo (económico) y, por ende, el futuro.

Estratigrafía de la violencia en el “desierto” de Vaca Muerta

El recorrido por la materialidad y el tiempo de los hidrocarburos nos orienta hacia la identificación de la estratigrafía de la violencia que supone un paisaje moderno-colonial contemporáneo. La contaminación socioambiental, el impacto social del petróleo, la explotación del riesgo y el extractivismo fósil es para las comunidades mapuches neuquinas un estrato más de violencia impuesta sobre su modo de vida, sobre sus historias familiares. No es inocente que prime más el dinero y los beneficios de las empresas hidrocarburíferas que la vida de las personas que allí habitan. Pero no seamos ingenuos, la industria debe su emergencia a condiciones sociales históricas específicas para la instalación e intensificación de la empresa del petróleo. Herencia que se remonta a la expansión de la Modernidad, a la narrativa del desarrollo y a la implantación de matrices de dominación legitimadas en el ordenamiento jerárquico basado en las categorías de clase, raza/etnia y género (Mignolo, 2000; Quijano, 2014)

Recordamos que la no-metodología del tiempo se fundamenta en una concepción de secuencialidad fractal, donde, al admitir la simultaneidad del pasado y del presente, es posible reconstruir en y mediante el paisaje material las relaciones secuenciales por las cuales se han instalado y se siguen reproduciendo jerarquías, desigualdades y violencias en un espacio-tiempo (Haber, 2016). En el paisaje material contenido en los límites de lo que el Lof Campo Maripe identifica como de su uso actual y de uso histórico (Figura 2) podemos intentar reconstruir las relaciones secuenciales que construyen en la actualidad un contexto de contaminación, expulsión y violencia (Radovich, 2017).

Un primer estrato de violencia, ya mencionado, es aquel que remite al Genocidio del Desierto, donde la expansión territorial del Estado Nación Argentino supuso la exterminación y/o expulsión sistemática de los grupos indígenas que habitaban fuera de las fronteras estatales. Dicho etnocidio no implicó únicamente la violencia física, sino que se legitimó en la construcción político-simbólica del estigma de ser mapuche y/o de etnia indígena, reproducido durante todo el siglo XX por las instituciones estatales (Bartolomé, 2005; Trentini et al, 2010; Radovich, 2017).

La construcción del “desierto” se fundó en la negación sistemática de la existencia del “otro” indígena, en este caso mapuche, legitimando la apropiación de las tierras, la expansión de la frontera nacional y la estigmatización de la cultura no-moderna (Bartolomé, 2005). Las huellas históricas y materiales del ya nombrado Fortín Vanguardia son una de las expresiones aun presentes de este estrato. La expansión de la lógica de la modernidad que supuso, como mencionábamos, la conquista del espacio y del tiempo (Shepherd, 2016). La apropiación de la tierra y la inserción de la lógica de la propiedad privada se cristalizan en las nociones y construcciones occidentales del desarrollo, primero con la estancia (los latifundios), y luego con los pozos de hidrocarburos (convencionales durante el siglo XX y no convencionales en el XXI). El Estado fue y es quien vende, permuta o arrenda el territorio, y por ende debe ser identificado como el principal instrumento de control político de los “otros” marginados, como la herramienta de regulación de la explotación económica.

Esta colonialidad, dice Quijano, se traduce en la imposición de una narrativa histórica universal construida sobre una matriz de dominación colonialista, capitalista y patriarcal (Quijano, 2014). Tanto la imposición de la estancia de Vela en la década de 1970 -y su reafirmación durante la dictadura militar que supuso la expulsión de la familia Maripe del espacio que habitaban- como la discriminación y el reconocimiento actual de la comunidad como mapuche deben ser leídos como parte de estas relaciones secuenciales de violencia. Así también la construcción y pavimentación de las rutas provinciales (en nuestro caso de estudio la ruta n°17) y las ocupaciones criollas de los últimos años participan en la reproducción del régimen de dominación colonial moderno expandiendo las lógicas del control estatal en donde la “propiedad” (en tanto capital político, simbólico y económico) es y será siempre del Estado Nación (y sus instituciones).

La intervención material colonial en el espacio implicó e implica desconocer el reclamo indígena e imponer al Estado Nación Argentino como momento de origen de la historia y de legitimidad de la propiedad del territorio. No es que el Estado no conozca la preexistencia de otras culturas y grupos humanos en el territorio, sino que niega ese pasado como punto de inicio para su consolidación –sin conflictos- en el mismo territorio. Se lo sacrifica por el bien del futuro. La narrativa del desierto es, por lo tanto, un mecanismo de legitimación y justificación de un nuevo orden político en donde el espacio (vacío) se convierte en tiempo cero. No extraña entonces que casi ninguna investigación arqueológica de la provincia intente vincular sus interpretaciones con los conflictos étnico-territoriales de la última década. El interés aséptico científico-moderno de la arqueológica conlleva el estudio de las evidencias materiales de humanos antiguos, buscando reconstruir, describir y/o comprender ese pasado (construido), que claro está, legitima el presente9.

Bajo estas luces el ya mencionado momento estratigráfico de la violencia del paisaje material de Campo Maripe que refiere a la expansión industrial hidrocarburífera cobra otro sentido. El territorio, en la representación moderna, es planteado como un espacio del que, mediante la explotación y el trabajo, es posible extraer recursos naturales para el crecimiento y desarrollo de la sociedad moderna (Shepherd, 2016). El descubrimiento del petróleo en Neuquén significó transformar la pre-concepción de “desierto” hacia un lugar de potenciales nuevas riquezas. Desde entonces los yacimientos de extracción de yacimientos convencionales y no-convencionales abundan en el espacio construido; y, desde 2011, se multiplicaron las inversiones para la extracción de shale oil y shale gas. La inserción de la extracción hidrocarburífera en Neuquén significó –durante todo el siglo XX- la dirección del territorio hacia la conformación de una economía de enclave basado en la industria del petróleo (Favaro & Bucciarelli, 1999).

Las pequeñas familias agropastoriles se vieron subsumidas frente a este avance, e incluso muchos de ellos optaron (quizás sin otra opción) por trabajar en el circuito del petróleo. En los primeros pozos de petróleo, ya abandonados, en las masivas instalaciones de extracción y explotación, en las tantas plantas de tratamiento y otras intervenciones materiales secundarias en el paisaje material; y también en el impacto ambiental y material de la industria, observamos un estrato continuo de violencias. En este caso es el tiempo del capital, el tiempo extractivista, que supone la degradación, la invisibilización de la gente que allí vive. La violencia extractivista, a fin de cuentas, supone el sacrificio de poblaciones y de ambientes.

No obstante, en el reconocimiento de la superposición de violencias, destrucciones y permanencias, es preciso reconocer las mencionadas resistencias que llevan adelante desde el Lof Campo Maripe y de la Confederación Mapuche de Neuquén. Trabajando en conjunto con organizaciones ambientales y otros espacios políticos han hecho frente al avance de latifundistas criollos y a la expansión de la frontera hidrocarburífera. Son conflictos que ponen en discusión la naturalizada territorialidad y propiedad con el fin de llamar la atención al impacto que generan distintos modos de producción y diferentes formas de representar-habitar el espacio y el tiempo. Podríamos plantear que la ontología indígena es una manera de discutir la violencia constituyente que establece las reglas básicas por las que se gobierna el mundo y el desarrollo (Haber, 2013, 2016).

Aún si cada vez hay más herramientas legales internacionales y nacionales que acompañan los reclamos, en muchos casos la lucha por el reconocimiento de la propiedad indígena de la tierra continua. Cuando el informe histórico-antropológico de Jorgelina Villareal fue presentado formalmente en la justicia provincial, sus conclusiones que sustentaban el reclamo indígena fueron desconocidas. En los últimos años no sólo no se le han otorgado las tierras que reclaman como suyas, sino que incluso algunos de sus miembros han sido judicializados. Las personas del Lof Campo Maripe -y todos los movimientos mapuches de la provincia- se constituyen en la violencia del proyecto colonial y lo tensionan rememorando otro marco ontológico de existencia en el territorio.

Proyecciones finales

En este artículo nos propusimos abordar la historia material de un territorio con múltiples y diversas evidencias antrópicas-arqueológicas que remiten a distintas formas de vida, a particulares procesos sociales y a determinados grupos humanos o sectores sociales. De tal modo intentamos delinear las principales características de un espacio en disputa entre la comunidad mapuche Campo Maripe, los colonos o emprendedores privados (como la familia Vela) y las empresas dedicadas a la producción y extracción de hidrocarburos de distinta índole, particularmente YPF y TECPETROL. El recorrido de este artículo nos aproximó a ciertas nociones ontológicas que son parte de las acciones humanas en el territorio en cuestión. Específicamente delineamos el impacto del modelo industrial petrolífero y, en tanto configuración socioeconómica, su vínculo con la historia violenta de la colonialidad/modernidad.

Deseamos finalizar este trabajo con una breve exposición de nuestro proyecto de investigación del que emerge el presente artículo. Particularmente al insertarnos en un proyecto de investigación de Antropología del Riesgo y los Desastres -a cargo de la Dr. Ana Murgida- nuestra perspectiva teórico-metodológica fue orientada hacia la problematización de la construcción histórica del riesgo en la cuenca media-inferior del río Neuquén. Es decir, en la zona de Añelo y sus alrededores rurales-industriales. Constituyente del extractivismo petrolero es la producción y distribución de riesgos socioambientales, observados en los conflictos por la contaminación de la tierra y del aire, por la escasez del agua potable y por la posesión de las tierras concesionadas (Perez Roig, 2016; Mullally et al., 2017; Radovich, 2017).

Con el fin de comprender el actual contexto de riesgo y de vulnerabilidad socioambiental en la estepa norpatagónica nuestra hipótesis de partida plantea pensar a la acumulación histórica de vulnerabilidades y amenazas socioambientales como inherentemente asociadas a la historia territorial, política y productiva de la cuenca del río Neuquén. Los vestigios antrópicos descriptos para una porción del territorio nos remiten a distintas acciones de uso del territorio. Una de estas evidencias materiales –sino quizás la más importante- está demostrada por el paisaje industrial. Efecto de esta industrialización es el crecimiento y enriquecimiento de las ciudades a costa del empobrecimiento y aislamiento de las comunidades rurales (Marie et al, 2018). Es en esta tensión donde colocamos nuestro foco para pensar al riesgo en relación a las transformaciones históricas del paisaje. El empleo de las categorías centrales de la teoría del riesgo en Antropología y de los distintos trabajos arqueológicos sobre los desastres es el fundamento de nuestro trabajo. Análisis que se enriquece fuertemente con las potenciales formas de interpretar y de construir planificaciones metodológicas para identificar en el campo los principales indicadores materiales que pueden servir para elaborar una imagen clara y arqueológica del riesgo y del desastre socioambiental en la estepa neuquina.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 12 de Diciembre de 2020

Notas

1. De acuerdo a Radovich (2017) “Lof” es la nominación, en lengua mapuche o “mapuzugun”, que recibe la unidad socioterritorial integrada por diversos grupos domésticos, algunos de los cuales se encuentran emparentados. Asimismo la palabra “Lof” se utiliza como sinónimo de comunidad, ya que representa el punto de origen e identidad de cada persona y de las familias que conviven en él. Es digno de reconocimiento que la posesión de la tierra es colectiva, aun si de uso familiar, que es asignada por el Logko de acuerdo a la necesidad. El “Logko” (cabeza o jefe) cumple la función de dirigir y administrar los recursos de la comunidad además de servir de enlace con otras comunidades y con los gobiernos locales o nacionales (ENOTPO, 2015).

2. La Confederación Mapuche de Neuquén es reconocida como la organización mapuce más importante de la provincia, compuesta por más de 50 comunidades organizados en Consejos Zonales. Particularmente Campo Maripe es parte de la Zonal Xawunko.

3. Los sectores upstream se encargan de la exploración y la producción del petróleo y el gas crudo, los sectores midstream se ocupan de su almacenamiento y transporte, y los sectores denominados de downstream facilitan la refinación, la distribución y la venta de los diversos tipos de producto (Harraz, 2016).

4. Ni siquiera el informe histórico-antropológico de la zona pudo hacerse con el expediente por el medio del cual se declara la otorgación de las tierras a esa persona.

5. La llegada de Cambiemos al gobierno de Argentina fue definida como el inicio de un nuevo ciclo en nuestro país: el “neoliberalismo tardío”, un momento específico en las dinámicas del capitalismo de libre mercado anclada en las exportaciones agroindustriales caracterizada por la reestructuración de la distribución de la riqueza a favor de los sectores concentrados de la economía (García Delgado & Gradin, 2017).

6. https://www.ypf.com/YPFHoy/YPFSalaPrensa/Paginas/Noticias/90-años.aspx

7. https://www.lmneuquen.com/el-superpozo-ypf-n613298

8. Une de les revisores nos señaló la importancia dar mayor profundidad a este apartado incluyendo más fuentes de información y análisis. Siguiendo su consejo en el futuro buscaremos articular lo ya trabajado con abordajes antropológicos-históricos que problematizan las formas en las que se vinculan con el territorio las empresas petrolíferas además de relevar e investigar los existentes informes de estudios de impacto los emplazamientos industriales de la zona.

9. La ruptura ontológica pasado/presente implica una distancia entre el objeto de estudio (los restos materiales del pasado) y el presente en donde se para el investigador (Haber, 2016). Dicha separación implica tanto una fundamentación epistemológica de la objetividad como también la supuesta neutralidad política de la arqueología. No involucrar en las investigaciones arqueológicas los debates étnicos, territoriales y la historia de la crueldad argentina (Bayer et al., 2010), es sin duda una forma de no observar (y por ende legitimar) el conflictivo presente.

Agradecimientos

Este trabajo, producido en el marco de un grupo de investigación localizado en un territorio particular, no sería lo que es sin los aportes, debates e interrogantes de mis guías académicas, Ana Murgida y Alejandra Pérez. Expreso un especial agradecimiento a ellas, a los otros miembros del equipo y a las distintas personas que acompañaron los diversos trabajos de campo llevados a cabo en Neuquén. Asimismo, agradezco la detallada lectura de Lefxaru Nawel y de Marcelo Weissel. A todos ellos se debe que este texto se oriente hacia una construcción crítica de conocimiento cuya finalidad radica en la transformación de la realidad material tan violenta y desigual.

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