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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.14 no.2 Córdoba Apr. 2021

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.29803 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.29803

DOSSIER

El rol de la cerámica en la expansión guaraní: ¿Cómo se relacionan la cultura material, los nuevos espacios y las personas?

The role of ceramics in the guaraní expansion: How are material culture, new spaces and people related?

Rocío Torino*

*CONICET. División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata. E-mail: florenciatorino@gmail.com.

Recibido 06-08-2020

Recibido con correcciones 03-05-2021

Aceptado 07-05-2021

Resumen
Los grupos guaraní han sido objeto de estudio de diversos/as investigadores/as de Sudamérica. Su interés ha estado centrado, principalmente, en su dispersión desde la floresta amazónica hasta alcanzar el Río de la Plata. Pero también, en la homogeneidad -tanto morfológica como en los tratamientos de superficie y decoración- que presenta la tecnología cerámica a lo largo del tiempo y el espacio. A partir del análisis de vasijas guaraní que se hayan depositadas en el Museo de La Plata y en el Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti” de Buenos Aires, este artículo se propone repensar la expansión de estas poblaciones a través de la cultura material. En este sentido, se plantea que, al momento de transitar y habitar otros -y nuevos- espacios los grupos guaraní portaron consigo sus propios modos de entender el mundo y ontologías que lo ordenan. La cerámica no estuvo exenta, debido a que fue partícipe de una red de relaciones entre lo humano y lo no humano. Por lo que, ésta y el proceso de expansión guaraní, no pueden ser pensadas por separado, sino como parte de un mundo de relaciones y memorias donde la cerámica interactuó, influyó y determinó estas relaciones que se remontan a una historia larga duración.

Palabras clave: Agencia; Perspectivismo; Paisaje; Expansión.

Abstract
The Guaraní groups have been studied by various researchers from South America. Their interest has been focused mainly on its dispersion from the north of the Amazon forest to the Río de la Plata. But also, in the homogeneity -both morphological and in surface treatments- that ceramic technology presents over time and space. Based on the analysis of vessels attached to these populations that have been deposited in the La Plata Museum and in the Ethnographic Museum of Buenos Aires, this article aims to rethink the Guaraní dispersion through material culture. In this sense, it is stated that, when transiting and inhabiting other -and new- spaces, the Guaraní groups carried with them their own ways of understanding the world and ontologies that order it. Ceramics was not exempt, because it participated in a network of relationships between the human and the non-human. Therefore, this and the Guaraní dispersion cannot be thought of separately, if not as part of a world of relationships, memories and stories where ceramics interacted, influenced and determined these relationships that go back to a long history.

Keywords: Agency; Perspectivism; Landscape; Expansion.

Introducción

Estudios interdisciplinarios, entre los que se destacan la lingüística, antropología física y genética, etnohistoria, etnografía y arqueología han contribuido a generar un gran cúmulo de investigaciones acerca del pasado guaraní (Brochado, 1984; Bonomo et al., 2015; Correa, 2014; Guedes Milheira, 2014; Noelli, 1998, 2004; Scatamacchia, 1990; Soares, 1998, 1999, entre otros). Estas buscan explicar su dispersión sobre todo por la cuenca del Plata y el litoral atlántico brasileño. Sin embargo, el desafío también es entender cómo estos grupos lograron una aparente homogeneidad tanto en la cultura material, como en la lengua, hábitos, medios de subsistencia, organización política y social.

Desde una perspectiva arqueológica, la expansión de poblaciones guaraní está asociada a miles de sitios arqueológicos distribuidos por el este de América del Sur (Brochado, 1984; Noelli, 2004; Bonomo et al., 2015). Los modelos clásicos han considerado como elementos diagnósticos de estas ocupaciones la alfarería policroma, corrugada y/o cepillada, los entierros humanos en urna, las hachas pulidas de piedra y los adornos labiales llamados tembetá (Ambrosetti, 1985; Outes, 1918; Lothrop, 1932; Chmyz, 1976). Los sitios que presentan materiales con dichos rasgos fueron reunidos en Brasil bajo el término Tradición Arqueológica Tupiguaraní (PRONAPA, 1970) luego fue adoptado en Argentina. En el Noreste argentino (NEA) estos grupos se identificaron arqueológicamente principalmente con la presencia de elementos diagnósticos en la alfarería (Ambrosetti, 1895; Badano, 1940; Caggiano, 1984; Ceruti, 2000; Cigliano et al., 1971; Lafon, 1972; Lothrop, 1932; Outes, 1918; Sempé y Caggiano, 1995; Serrano, 1950; Torres, 1911; Vignati, 1941; entre otros).

Desde el comienzo de las investigaciones arqueológicas se propuso que los guaraní fueron las últimas poblaciones indígenas que arribaron al NEA (Ambrosetti, 1895; Outes, 1918; Cigliano, 1968; Serrano, 1950; Lafon, 1972; Caggiano, 1984; Rodríguez, 1992, 2009; Loponte et al., 2009; Bonomo, 2013). Para explicar el fenómeno de la amplia dispersión poblacional, la hipótesis más consolidada propone que los numerosos asentamientos guaraní detectados son producto de una expansión territorial en dirección al sureste del continente sudamericano (Brochado, 1984). Brochado (1984) sobre la base de la evidencia lingüística, etnográfica y arqueológica sugirió que los grupos de la familia lingüística tupí-guaraní se habrían dispersado hace alrededor de tres mil años, desde la floresta amazónica en el norte de Brasil hacia nuevos territorios en dos ramas principales. Los tupinambá por la costa atlántica brasileña y los guaraní por el interior navegando a través de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay. Respecto a este último punto, Bonomo y colaboradores (2015), con el interés de explicar las rutas de expansión meridional de estas poblaciones, realizaron un estudio de la distribución geográfica y temporal de los sitios arqueológicos atribuidos a estas sociedades. Este trabajo permitió, por un lado, relevar más de 1600 sitios adscriptos a estos grupos y 250 dataciones absolutas para Argentina, Brasil y Uruguay. Por otro lado, fue posible establecer dos pulsos principales de expansión por la cuenca del Plata. El primero ocurrió entre el 0 y el 300 AD cuando los grupos llegaron al norte de la provincia de Corrientes, para luego dar lugar a la ocupación efectiva de esta área desde los 300 al 1000 AD. Mientras que, el segundo pulso se dio desde el 1000 AD siguiendo el cauce del río Uruguay hacia el sur el Delta del Paraná y el Río de la Plata (entre los ca. 1340 y 1530 años AD). Brochado (1984) sugiere que una variante de esta ruta habría sido a través del Paraná Medio-Inferior. No obstante, la evidencia arqueológica disponible no apoya esta situación ya que no se observa una ocupación efectiva de las poblaciones guaraní en el Paraná Medio (aguas abajo de la desembocadura del río Paraguay) y el Delta Superior del Paraná. Esta situación podría deberse a que esta área se encontraba densamente ocupada por otros grupos humanos asociados con la entidad arqueológica Goya-Malabrigo (Bonomo et al., 2015; Figura 1).

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Figura 1. Distribución de los sitios guaraníes en la cuenca del río de La Plata.

Figure 1. Distribution of Guaraní sites in the La Plata River basin.

Durante el proceso de expansión, los grupos guaraní, llevaron consigo un modo particular de ver y relacionarse con el mundo socialmente compartido, un modo que se representa en la cultura material. Esta fue definida como «fenómeno social total, que es simultáneamente material, social y simbólico» (Pfaffenberger, 1988, en Noelli, 2004, pp.23), que tiene rasgos regulares y constantemente reproducidos. La cerámica, por su parte, muestra un modo de hacer común, a pesar de que existe una amplia distancia temporal (de casi dos milenios) y espacial (una parte importante de la cuenca del Plata y el litoral atlántico brasileño) entre los sitios arqueológicos. Partiendo de este concepto, el presente artículo se plantea dos preguntas iniciales ¿Cuál es el rol de la cerámica en la dispersión guaraní?, y ¿cómo se relacionan la cultura material, los nuevos espacios y las personas?

Para responder a estos interrogantes, en primer lugar, se hace una revisión y se discute el tratamiento teórico que se le ha dado a la cerámica en los primeros estudios hasta la década del 80. Seguidamente, se propone pensar a cerámica guaraní desde una búsqueda interpretativa, es decir, pensarla de forma dinámica y en relación constante con lo humano y lo no humano. Se hace un análisis de 22 piezas cerámicas guaraní, recuperadas en distintos contextos en Argentina, Paraguay y Brasil, que se hallan a la guarda en la División Arqueología del Museo de La Plata (FCNyM, UNLP) y el Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti” de Buenos Aires (FFyL, UBA). Finalmente, se propone pensar la expansión guaraní haciendo especial hincapié en los objetos cerámicos como referentes materiales de relaciones sociales que perduraron a lo largo del tiempo y el espacio durante este proceso.

La arqueología guaraní, las cosas y la cerámica

El mundo material de la arqueología se constituye de múltiples clases de objetos como cerámica, lítico, restos óseos humanos y animales, semillas, textiles, madera, pieles, conchas, entre otros (Chapman, 2000). En las investigaciones arqueológicas al conjunto de estos materiales, se les ha asignado la categoría de “cultura material” y, generalmente, se registran como objetos de evidencia científica, que al final se tratan como cosas (Yamamoto et al., 2013). El mundo artefactual de la arqueología está asociado con la definición de “cosa” como objeto inanimado, por oposición a ser viviente (sensu www.rae.es; Brown, 2001). De esta forma, cualquier tipo de material, ya sea lítico, óseo, semillas, madera, percutores o herramientas de cualquier índole, es considerado como “cosa” inanimada (Yamamoto et al., 2013). Esta perspectiva estuvo implícita en las primeras investigaciones en el Noreste argentino entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, el material cerámico –uno de los ítems mayormente representados en este registro arqueológico– ha sido una “cosa” de gran interés para explicar, describir y clasificar modos de vida de las sociedades que habitaron el área hasta momentos posteriores al contacto (Ambrosetti, 1895; Torres, 1911; Outes, 1918; Vignati, 1941; Lothrop, 1932; Badano, 1940; Serrano, 1950; Cigliano, et al., 1971; Lafón, 1972; Caggiano, 1984). Dada sus características -la decoración y la forma de las vasijas- y sus variaciones temporales y espaciales, la cerámica guaraní ha servido, como “fósil guía” para la formulación de tradiciones y fases arqueológicas (PRONAPA, 1970), pero también se ha empleado la forma y decoración de los recipientes como los atributos esenciales para la determinación de la funcionalidad de la alfarería (Costa Angrizani y Constenla, 2014). Los estudios cerámicos en el área se han basado en el trabajo de Brochado (1984) y con posterioridad, los de La Salvia y Brochado (1989) y Brochado y Monticelli (1994). Estos autores, sobre la base de la información de fuentes etnográficas y documentos históricos, propusieron un modelo de clasificación emic de las vasijas, asumiendo una continuidad histórica entre los grupos guaraní históricos y los hallazgos en los sitios arqueológicos. Este modelo fue construido siguiendo lo propuesto en el libro “Vocabulario y Tesoro de la Lengua Guaraní” producido en el siglo XVII por el jesuita Antonio Montoya a partir de observaciones hechas en la región del Bajo Parapanema y en el Alto Uruguay. A partir de información provista por el libro de Montoya y la observación de vasijas enteras los autores propusieron un glosario etnohistórico donde relacionan los vocablos guaraní a las formas de las vasijas y a los contextos en los que fueron empleadas, agrupando los diferentes recipientes en cuatro clases funcionales (ollas, tinajas, platos y recipientes diversos). En este sentido, las vasijas asociadas a la tarea de cocción de alimentos reciben el nombre de yapepó, los contenedores con formas asociadas al servicio de alimentos son llamados ñaembé o tembiiru y los recipientes destinados al almacenaje y consumo de bebidas figuran como cambuchí o cambuchí caguâba (La Salvia y Brochado, 1989; Angrizani y Constenla, 2014; Noelli et al., 2018).

En lo que refiere a los tratamientos de superficie, fueron relevadas cinco técnicas principales, las cuales pueden hallarse combinadas en una misma pieza -alisado, corrugado, ungulado, pintado y cepillado/escobado-. Los recipientes como platos y tinajas –que no van al fuego directamente- presentan, generalmente, alisado. Por su parte, el corrugado y el escobado, es común encontrarlos en ollas, cazuelas y tostadores, empleados para la cocción, pero también se hallan en tinajas y platos. El unguiculado aparece en las vasijas de menor tamaño, especialmente los platos (Noelli, 2004). En el caso de la pintura, generalmente se aplica a cambuchí caguâba y cambuchí, y sus diseños, frecuentemente, se disponen en bandas de motivos integradas por elementos lineales en combinaciones repetidas. Se caracteriza por presentar colores fuertes –el rojo, el negro y el marrón oscuro- sobre un fondo con engobe claro generalmente blanco. Las líneas son los elementos más importantes y presentan bandas anchas, sobre todo en color rojo, como elemento demarcador del diseño (Brochado, 1984; La Salvia y Brochado, 1989; Prous 1992, 2005; Días Schmitd et al., 2008; Bonomo, 2013).

La cultura material, es cuantificable en términos de una lista de propiedades inherentes basadas en que los actores sociales agregan, extraen o interpretan significado. En este sentido, se definió y clasificó a los grupos guaraní sobre la base de la presencia de objetos materiales desde la concepción de la cultura material como “cosa”, es decir, como objeto inerte y pasivo, que adquiere significado cuando se usa para explicar, describir y definirlos. Con el auge de la Nueva Arqueología, la disciplina puso un mayor énfasis en el aspecto científico propiamente dicho. Siguiendo esta línea, para alcanzar el nivel de ciencia, la arqueología requería sustentarse en la explicación científica o las leyes universales (Yamamoto et al., 2013). Desde esta perspectiva, las “cosas” son entendidas como ajenas, distantes y dependientes del sujeto, las cuales deben ser fragmentadas y analizadas por el ser humano. Esta forma de concebir las “cosas” es la que predominó hasta la década de 1980 y persiste aún hoy día en publicaciones arqueológicas (Yamamoto et al., 2013). Así, sobre la base de la evidencia empírica otorgada por la presencia de la cerámica guaraní “típica”, se crearon modelos generales independientemente de los procesos históricos, ambientales, conflictos e intercambios culturales que estuvieron involucrados en la dispersión de estas poblaciones (véase trabajos reunidos en Prous y Lima, 2008).

Los estudios subsecuentes cuestionan la aplicación de modelos generales y buscan generar hipótesis que contemplen la variabilidad regional de las ocupaciones y las dinámicas de las particularidades étnicas (Brochado, 1984; Scatamacchia, 1990; Noelli 1998, 2004; Milheira, 2014; Angrizani, 2012, entre otros). Desde la década de 1980 se empieza a desarrollar una nueva perspectiva que busca construir una historia de larga duración de las poblaciones indígenas guaraní y establecer una continuidad entre los contextos arqueológicos, etnohistóricos y etnográficos (Brochado, 1984; Noelli, 1998, 2004; Scatamacchia, 1990; Soares 1998, 1999). De esta manera, este nuevo enfoque de la historia indígena busca profundizar el conocimiento acerca de su patrón de dispersión y comprender la relación entre las personas, la lengua y la cultura material (Noelli, 2004; Prous y Lima, 2008; Bonomo et al., 2015; Correa, 2014; Noelli et al., 2018).

En el marco de este enfoque, este trabajo propone repensar la cerámica guaraní desde las perspectivas de la arqueología interpretativa. En este sentido, los análisis de los materiales no se circunscriben únicamente a la clasificación tipológica tradicionalmente establecida, sino a una búsqueda interpretativa. Esta noción de materialidad constituye un vehículo hermenéutico que permite interpretar las implicaciones que los artefactos tienen sobre las personas; además de observar las relaciones más allá de las características físicas de la materia con la que los objetos están manufacturados (Tilley, 2007). La materia posee un gran poder explicativo en la comprensión del pasado y al mismo tiempo que no puede ser interpretada y teorizada como externa y pasiva a la sociedad (Ingold, 2007a y b). Los materiales desde esta visión (i.e. todas aquellas entidades físicas referidas como cultura material) se conciben como seres en el mundo, junto a otros como los humanos, las plantas, y los animales, los cuales se encuentran emparentados, compartiendo una sustancia y membresía en un mundo habitado (Olsen, 2003; Laguens, 2008).

Las “cosas” están determinadas por sus propiedades físicas, pero se modifican a través de una compleja red de interacciones colectivas e individuales, que intrínsecamente contienen historicidad. Los materiales, no solo cumplen funciones específicas, sino también reproducen valores culturales y actúan en las relaciones humanas. Sin embargo, cabe resaltar que los significados e implicaciones de cada uno de éstos no son estáticos, dado que son susceptibles de variar de acuerdo con las condiciones históricas específicas, que pueden no solo modificar el significado, sino también determinar la importancia de los objetos. El estudio de la materialidad enfoca el proceso social entre la gente y los objetos (Nanoglou, 2009) y su función es comprender la forma en que los objetos interactúan, influyen o determinan las relaciones sociales en un espacio y tiempo determinados (Laguens, 2008).

Las vasijas de los museos

Este trabajo forma parte de los estudios que se están realizando en varios sitios arqueológicos del Delta del río Paraná y el río de la Plata en el marco de la tesis doctoral de la autora (e.g., Cerro de Las Pajas Blancas 1, Arroyo Malo, Arroyo Fredes e isla Martín García; Maravilla y Torino, 2019; Almeida y Torino, 2020). Para este artículo, por una cuestión de espacio, solo se presentan los resultados del análisis de 22 vasijas guaraní que conforman las colecciones de la División Arqueología del Museo de La Plata (MLP) y del Museo Etnográfico de Buenos Aires (ME). Según los datos disponibles, se pudo determinar que las piezas fueron obtenidas entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX y proceden de diferentes lugares de Argentina, Paraguay y Brasil (Figura 2 y Tabla 1).

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Figura 2. Ubicación de las vasijas analizadas en la cuenca del Plata.

Figure 2. Location of the analyzed vessels in the La Plata basin.

 

Tabla 1. Características y procedencias de las piezas analizadas.

Table 1. Characteristics and origins of the pieces analyzed.

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En el Museo Etnográfico de Buenos Aires, se analizaron siete vasijas, cinco se hallan enteras y dos se encuentran incompletas. Cuatro de ellas (ME.21-45-120; ME.39-283; ME.45-123; ME.45-118) fueron obtenidas a partir de su compra a Wanda Hanke durante la década de 1930, dos de ellas proceden de Apipé Grande (Corrientes Argentina) y las dos restantes, de Cañadita (Paraguay) y Yaciretá (Paraguay), específicamente. Tres piezas analizadas provienen de donaciones particulares realizadas a principio de siglo XX, por Juan de Pineda (ME. 20-26-376) y Augusto Vaya (ME.52600) recolectadas en el Puerto Denis Misiones (Alto Paraná, Argentina) y Cacue-ré (Paraguay), respectivamente. Asimismo, un caso (ME.9999) fue incorporado a la colección a través de una compra -no se registró a quién- en 1911 y fue recolectada en San Luis, Rio Grande Do Sul (Brasil) (Figura 2, 3 y Tabla 1).

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Figura 3. Vasijas procedentes del Museo Etnográfico. Referencias: Yapepó A- (ME.24-45-120); B- (ME.39-383); C- (ME.20-23-376); D-(ME.52600); Cambuchí: E-(ME.45.118); F-(ME.45-123)-; Caguâba: G- (ME.9999).

Figure 3. Vessels from the Ethnographic Museum. References: Yapepó A- (ME.24-45-120); B- (ME.39-383); C- (ME.20-23-376); D-(ME.52600); Cambuchí: E-(ME.45.118); F-(ME.45-123); Caguâba: G- (ME.9999).

 

En lo que respecta a las piezas analizadas de la División Arqueología del Museo de La Plata (n=15), seis se hallan enteras mientras que, nueve se hallan incompletas (Tabla 1 y Figura 4). Seis vasijas (MLP-AR-14351, MLP-AR-14352, MLP-AR-14353, MLP-AR-14354, MLP-AR-14356 y MLP-AR-14359) fueron recuperadas por Juan B. Ambrosetti en las márgenes del alto río Paraná durante sus investigaciones en el norte de la provincia de Misiones y áreas vecinas, figurando en el “Catálogo de las Colecciones Arqueológicas y Etnográficas” de Luis María Torres (1915) como “urnas de guaraníes prehistóricos” (Figura 2 y 4). Ambrosetti (1894) fue uno de los primeros investigadores en hacer referencia a estos pueblos como guaraní, definidos por poseer aspectos religiosos en relación con el uso de las urnas funerarias, por el uso del tembetá, y por el tipo de alfarería que presenta características como corrugada y unguiculada (Ambrosetti, 1894).

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Figura 4. Vasijas analizadas procedentes del Museo de La Plata. Yapepó: A- (MLP-AR-24154); B-(MLP-AR-24119); Cambuchí: C-(MLP-AR-14351); D- (MLP-Ar-14353); F-(MLP-Ar-24149);G- (MLP-AR-14356); K-(MLP-Ar-14359)-L-(MLP-AR-24118); Cambuchí Caguâba; H-(MLP-AR-24121); I- (MLP-AR-24156);J-( MLP-Ar-14356);E- (MLP-Ar-14352); M-(MLP-AR-6);N-(MLP-AR-24151);O-(MLP-AR-24120).

Figure 4. Analyzed vessels from the La Plata Museum. Yapepó: A-(MLP-AR-24154); B-(MLP-AR-24119); Cambuchí: C-(MLP-AR-14351); D-(MLP-Ar-14353); F-(MLP-Ar-24149);G-(MLP-AR-14356); K-(MLP-Ar-14359)-L-(MLP-AR-24118); Cambuchí Caguâba; H-(MLP-AR-24121); I-(MLP-AR-24156);J-( MLP-Ar-14356);E-(MLP-Ar-14352); M-(MLP-AR-6);N-(MLP-AR-24151);O-(MLP-AR-24120).

Una de las vasijas (MLP-AR-6) fue recuperada por Vignati en 1936 y procede de la Isla Martin García (Figura 2 y 4). Un fechado radiocarbónico sitúa a los guaraní en la isla hace 405 años AP (Cigliano et al., 1971). Ocho piezas proceden del Delta del río Paraná. Entre ellas, tres (MLP-AR- 24116, MLP-AR-24120 y MLP-AR-24121) fueron recuperadas en 1921 por Pablo Gaggero y Octavio Fernández durante sus viajes por el Delta, mientras que otras dos (MLP-AR-24118 y MLP-AR-25149) pertenecen al sitio arqueológico Arroyo Fredes (partido de San Fernando, provincia de Buenos Aires) -recolectadas por Gaggero y Fernández durante ese año- (Figura 2 y 3, Tabla 1). En este sitio se han exhumado entierros secundarios en urnas, las cuales se encuentran pintadas en blanco y decoradas con rojo. Estas características hicieron que, en el año 1941, Vignati vinculara estos hallazgos con poblaciones guaraní que ocuparon el delta bonaerense (Vignati, 1941). Mientas que, Loponte y su equipo (2007, 2008) han retomado las investigaciones en el área donde se ubicaba el sitio y realizaron un fechado radiocarbónico sobre un fragmento de diáfisis de un hueso largo perteneciente a un esqueleto depositado en una urna recuperada por Gaggero en este sitio, obteniendo el siguiente resultado: 690 ± 70 años AP. Otras tres vasijas que se incluyen entre los números de catálogo MLP.24151, MLP.24154, MLP.24156 proceden del Delta del Paraná, hasta el momento no se tiene información sobre su recolector (Bonomo et al., 2009) (Tabla 1, Figura 2 y 4).

Al momento de realizar su estudio, las técnicas constructivas se relevaron de acuerdo con Rye (1981), Balfet et al. (1992) y Brochado y Monticelli (1994). Para identificar las formas cerámicas características guaraní y evaluar los tratamientos de superficie se utilizaron las propuestas de La Salvia y Brochado (1989), Brochado et al. (1990) y Brochado y Monticelli (1994). Para el análisis macroscópico de las pastas se siguieron las propuestas de Rye 1981; Cremonte y Bugliani 2006-2009. La abundancia (o densidad) de las inclusiones en relación con la matriz se estableció visualmente según el gráfico de estimación del porcentaje de inclusiones (Matthew et al. 1991) y las categorías utilizadas sensu Cremonte y Bugliani (2006- 2009). Finalmente, a atmosfera de cocción se estableció según las diferentes tonalidades siguiendo a Munsell (1994).

Para el análisis de las pastas, se realizaron observaciones con lupa de mano con aumentos de 10x y 63x en la sección transversal de 19 bordes con corte fresco. Se determinó que, el 42,1 % (n=8) de los elementos presenta tiestos molidos como antiplástico. El 42,1% restante, muestra la combinación de tiestos molidos y minerales (mica y óxido de hierro) en las pastas. Mientras que, el 15,8% presentaba solo inclusión de minerales -mica y óxido de hierro-. El espesor de las inclusiones varía entre 1 a 3 mm en la mayoría de los casos. Asimismo, se estimó que el porcentaje inclusiones en relación a la pasta varía de escasa a media (5-10%). En lo que respecta a la atmosfera de cocción el 78,2% de las piezas presenta una coloración que varía de negro a gris lo que indicaría que la quema se realizó en un ambiente con falta de oxígeno (n=13 atmosfera reductora y n=5 reductora incompleta). Mientras que el porcentaje restante, mostró tonalidades de color rojo a naranja evidenciando una cocción en ambiente oxidante.

Se pudieron identificar 6 yapepó (ollas), 7 cambuchí (cántaros para agua o para contener/fermentar), 8 cambuchí caguâba (vasos para beber bebidas fermentadas) y un caguâba (vaso; Figura 3 y 4). Mediante el relevamiento de las superficies de las piezas y de las fracturas se determinó que los recipientes fueron elaborados por la superposición de rollos. En lo que respecta a la morfología, los primeros se caracterizan por bordes evertidos, con perfiles compuestos y curvos, aunque en algunos casos observaron bordes rectos o levemente evertidos, con perfiles simples y abiertos. Los cambuchí poseen los característicos perfiles con carenados o cambios de ángulo en los que se distingue labio, cuello, hombro, resto del cuerpo y base. Presentan bordes rectos, invertidos o evertidos, cuyos labios son redondeados. En dos casos fueron engrosados desde la cara externa para reforzar la boca y evitar fracturas. En los cambuchí caguâbá, los bordes se encuentran generalmente, levemente invertidos. Aunque algunas piezas son rectos, simples y abiertos. Por último, el único vaso recuperado en el conjunto, presenta un borde invertido con un perfil simple y cerrado. La mayoría de las bases son cónicas a casi planas y frecuentemente muestran los tratamientos corrugados y unguiculados desdibujados, lo que podría indicar que las piezas fueron apoyadas cuando la pasta estaba fresca.

Los recipientes que posiblemente fueron usados para procesar alimentos en el fuego presentan superficies corrugadas (Tabla 1). Los recipientes que posiblemente fueron usados para procesar alimentos en el fuego presentan superficies corrugadas. Mientras que, se constató la mayor variabilidad de tratamientos en las caras externas de cambuchí, cambuchí caguâba y caguâba. Estos muestran el uso de técnicas que combinan el corrugado y el escobado, el alisado y el unguiculado, alisado y apliques (Tabla 1). En lo que respecta a la pintura, esta se presenta generalmente con capas de engobe rojo aplicado al cuerpo y en los bordes engobe blanco. En algunos casos, se identificó la existencia de bandas con diferentes diseños lineales -línea roja sobre engobe blanco, líneas rojas, líneas y puntos negros sobre fondo natural y líneas negras y rojas sobre engobe blanco-. En las caras internas, predomina el alisado combinado con alguna capa de engobe, preferentemente rojo y blanco (Tabla 1).

Finalmente, se identificaron adherencias de hollín en las caras externas de las vasijas -principalmente en yapepós- lo que podría estar vinculado con el uso de las vasijas directamente al fuego. Mientras que, en los recipientes destinadas a la producción, el almacenaje y el consumo de bebidas presentan marcas de fermentación y adherencias orgánicas en sus caras internas.

Discusión

Las vasijas cerámicas aquí analizadas han sido recolectadas en importantes áreas para la discusión acerca de la expansión guaraní, como lo son el Alto río Paraná, el Delta del río Paraná y el Río de la Plata (Figura 1 y 2; Brochado, 1984; Caggiano, 1984; Lothrop, 1932; 2004; Serrano, 1950, entre otros). Según el modelo planteado por Bonomo y colaboradores (2015) en el Alto río Paraná se encuentran las ocupaciones de grupos guaraní con dataciones absolutas más tempranas -alrededor de los 2000 años AP-. Asimismo, en la frontera meridional de la expansión los contextos arqueológicos indican que estos grupos llegaron al Delta del Paraná y Río de la Plata alrededor del año 1300 AD (Bonomo et al., 2015; Angrizani et al., 2019).

En el proceso de expansión guaraní hacia diferentes lugares las mismas prácticas fueron reproducidas independientemente del tiempo y el espacio. Esto se ve reflejado, en las 22 piezas analizadas, las cuales muestran una importante uniformidad tanto en su morfología, como en los tratamientos de superficie. En este sentido, son homólogas a aquellas analizadas por La Salvia y Brochado (1989), pero también a las halladas en otros contextos arqueológicos ubicados en las áreas anteriormente mencionadas (Loponte y Acosta 2007, 2008; Bonomo et al., 2009; Bonomo, 2013, Angrizani et al., 2014, entre otros) o en el río Uruguay inferior (Castro y Angrizani, 2014). De esta manera, existiría un modo de hacer la cerámica guaraní común compartido por casi dos milenios (semejanzas en la manufactura, forma, tamaño, tratamientos de superficie y decoración de las vasijas) y que se haya presente en contextos arqueológicos distribuidos por Argentina, Brasil y Uruguay (Noelli, 2004; Loponte y Acosta, 2007, 2008; Prous y Lima, 2008; Bonomo, 2013; entre otros). Así, a la hora de pensar la relación entre los guaraní y los objetos cerámicos en movimiento hacia espacios desconocidos, es necesario considerar cómo pequeñas acciones frecuentemente reiteradas de prácticas tecnológicas habituales, aún cotidianas, repetidas rutinariamente en lugares concretos, participaron en la incorporación de esos nuevos espacios en redes más amplias de historias y procesos más allá de lo local (Laguens, 2012).

Una vasija no solo es el producto de un proceso de manufactura y el resultado de un uso en un contexto particular, sino más bien es un producto de múltiples relaciones que permiten que el objeto siga siendo morfológicamente ese objeto mientras esas relaciones fijas y fijadas no se modifiquen (Laguens, 2014). En los nuevos espacios, los objetos, sus acciones de producción y uso, no solo fueron los instrumentos que permitieron la supervivencia, sino que también son los referentes materiales de formas de entender el mundo y formas de hacer las cosas incorporadas socialmente, compartidas y distribuidas entre las artesanas de los grupos guaraní, producto de su devenir y su propia historia. Son estas formas las que les permitieron ingresar a estos nuevos espacios. Son la memoria social hecha materia (Laguens, 2012). Los objetos son un efecto dinámico de esas acciones-relaciones, pues hacen efectivas una serie de posibilidades dadas por las prácticas tecnológicas y los recursos materiales e inmateriales puestos en juego, las disposiciones de los agentes participantes en las prácticas materiales y su posición en un espacio social, históricamente situado (Yamamoto et al., 2013). Las vasijas, sufren cambios en su vida diaria, ya que no ocupan una posición fija en el espacio y pueden cambiar de función, pero sin transformar el sentido del objeto. En Arroyo Fredes, en particular, las dos piezas analizadas poseen las características típicas de un cambuchí -preparación y consumo colectivo de alimentos y bebida en fiestas y rituales-. Sin embargo, las evidencias muestran que también fueron usadas de manera secundaria, asociadas a contextos funerarios, como urna. Situación que se ha observado en diversos sitios de la región como por ejemplo en Arroyo Malo y en Arroyo La Glorieta (Bonomo, 2013; Angrizani et al., 2014). En este sentido, la fijación de relaciones estables de algunos objetos -e.g., la forma y los tratamientos de superficie- permite que participen en distintos contextos relacionales, materiales y sociales, manteniendo su identificación como tales, más allá, de cómo cambia la función de un objeto de acuerdo a sus asociaciones y disposiciones espaciales en el tiempo (Yamamoto et al., 2013).

La expansión guaraní puede verse como un proceso de ir transformando lo desconocido en conocido, de ir habitando un espacio y creando un paisaje. Es a partir de prácticas particulares que se incorporara ese medio, en principio, externo a la cotidianidad, convirtiéndolo en habitual. En cada acto el individuo, o un grupo de individuos, va construyendo lugares, que se van definiendo a través de las prácticas. Se da un inter-juego, entre éstas y el espacio, debido a que este tiene su propia agencia sobre los individuos (Laguens, 2012,2014). Estos nuevos espacios a habitar tienen “cosas” que le son brindadas a la gente. En palabras de Gibson (1971a), affordances -posibilidades, oportunidades- que ofrece, en este caso el espacio y sus cosas, y que son activadas de acuerdo a distintos contextos de relación, en función de la situación del objeto en su entorno, las personas involucradas y las propiedades del objeto las que serán percibidas de acuerdo a sus disposiciones sociales. Es en las prácticas tecnológicas donde se pueden evidenciar la relación entre las affordances del paisaje y los grupos de individuos. Un ejemplo especifico en el caso de la cerámica guaraní, podría ser el uso de las arcillas locales para el levantamiento de las piezas, situación que plantearon Capdepont y Bonomo (2010-2011).

Los objetos cerámicos son puntos de encuentro donde convergen de manera simultánea diversas agencias. Son agentes múltiples y están relacionados con muchas otras cosas, siendo el objeto manufacturado un efecto material particular de una trama heterogénea de humanos y no humanos (Latour, 1998; Laguens, 2014). Prestando especial atención a las elecciones realizadas en cada paso de la secuencia productiva (chaîne opératoire sensu Leroi-Gourhan, 1964), podemos comprender las prácticas tecnológicas guaraní como: un modo específico de hacer algo característico en un determinado período y lugar, y que es transmitido por medio de una tradición cultural entre diferentes generaciones (Días y Silva, 2001). En las vasijas guaraní, estas prácticas se evidencian en la homogeneidad de las elecciones técnicas a lo largo de proceso de manufactura. Lo que se traduce, en el caso de estudio en particular, en la elección tanto de las arcillas como del antiplástico -generalmente tiesto molido-. Situación que ha sido observada, a partir de estudios petrográficos, realizados en otros sitios guaraní en el Delta Inferior (e.g., Túmulo I del Arroyo Brazo Largo, Arroyo La Glorieta, Arroyo Fredes, río Paraná Miní, isla Martín García y Arroyo Malo; Capdepont y Bonomo, 2010-2011; Torino y Almeida, 2019). Sin embargo, este tema no ha sido abordado con profundidad. En este sentido, a futuro se prevé aumentar la muestra y realizar otro tipo de estudios como cortes petrográficos en restos cerámicos recuperados en otros sitios del área. Esta homogeneidad se puede apreciar también en otros momentos de la cadena operativa, como en la cocción, el levantamiento de las paredes -superposición de rollos- en el acabado de las piezas y los tratamientos de superficies –su relación con las inflexiones, las formas, la pintura, etc.-. En estas decisiones se entretejen las consideraciones materiales, simbólicas y sociales, por lo que el proceso de manufactura es una instancia de construcción y reproducción social (García Rosselló y Calvo Trias, 2013).

En la funcionalidad y los usos dados a los recipientes se puede vislumbrar una alta uniformidad. Las vasijas aquí analizadas habrían sido utilizadas para cocinar alimentos a través del hervído (yapepó), para preparar y almacenar bebidas fermentadas o no (cambuchí) y como vaso (cambuchí caguâba). En el caso particular de las que forman parte de la colección de la División Arqueología del Museo de La Plata, Costa Angrizani y colaboradores (2019), detectaron granos de almidón afines a Zea mays en muestras de 14 vasijas procedentes del Delta y Alto Paraná y a granos asociables a Phaselous sp. en un recipiente del último sector mencionado. En ese trabajo se determinó que los restos almidonosos están presentes en vasijas clasificadas como Cambuchí (MLP-AR-14351 y 24151) y Cambuchí caguâbá (MLP-AR14356, 24120 y 14352). Algo que Colobig y colaboradores (2016) observaron en muestras procedentes de recipientes arqueológicos guaraníes de la cuenca del río Uruguay (Costa Angrizani et al., 2019). Esta evidencia sustenta el uso de piezas con funciones que se relacionan con la preparación, el almacenamiento y el servicio de bebidas (Brochado y Monticelli, 1994; Brochado et al., 1990; La Salvia y Brochado, 1989).

Asumimos que existen interconexiones entre las dinámicas sociales y la tecnología, que pueden ser abordadas a través de conceptos teóricos como el habitus (Bourdieu, 1972, 1991), la social agency o la teoría de la estructuración de Giddens (1984). Desde este abordaje se puede analizar en la historia de larga duración de los grupos guaraní, la circulación e intercambio de ideas, así como los contactos sociales que pueden visualizarse por medio de la identificación de las estrategias técnicas en las diferentes comunidades. Al abordar el habitus de una sociedad se puede comprender no solo como las prácticas cotidianas se transforman en estilos tecnológicos, sino también cómo y por qué cambian (García Rosselló, 2006, 2008 2009; García Rosselló y Calvo Trias, 2013). Es esta rutina cotidiana de fabricación, uso, intercambio, abandono y reciclaje de objetos -como la inclusión de tiestos molidos como antiplástico en las pastas-, repetida por las personas desde la infancia hasta la madurez, la que confiere esa gran capacidad estructurante y estructurada que le otorgamos al proceso tecnológico. Esto se evidencia, por ejemplo, en el sitio guaraní Arroyo Malo, donde Bonomo (2013) analizó una vasija miniatura cuyas características tecno-morfológicas y decorativas indican que ésta podría haber sido total o parcialmente elaborada por niñas en contextos de aprendizaje. A través de estos contextos podemos adentrarnos en la compleja práctica social donde se insertan los esquemas de racionalidad, las praxis sociales, las relaciones de poder, las bases económicas, los patrones identitarios, entre otros.

Los objetos funcionan, al igual que las personas, como auténticos agentes estructurados y estructurantes y que, a través de ellos, nosotros creamos, modificamos y concebimos una determinada visión del mundo. Por ello, la cultura material debe ser considerada también como parte activa en la reproducción, mantenimiento o cambio de una sociedad (Gosselain, 2002). Así, las vasijas aquí analizadas muestran un modo de hacer común tanto en el Alto y Delta del río Paraná como en Isla Martin García -posiblemente compartido también en otros sectores insertos en la expansión de estos grupos-. En este sentido, estos recipientes se siguen reproduciendo como si nada cambiara, no solo como que el tiempo no pasara, sino que, los distintos lugares o ambientes particulares en diferentes puntos del área geográfica de expansión guaraní, fueran indistintos para la fabricación y uso de estos recipientes. No importa el lugar ni el paso del tiempo, las ceramistas hacen y siguen haciendo lo mismo y de la misma manera. Es decir, la cerámica guaraní está participando activamente, y se la hace participar, de forma activa en la reproducción de lo social, incluso logrando una perduración y hasta una identificación -probablemente vinculada con una reafirmación de la identidad étnica- que hasta hoy nos hace entender a estas manifestaciones como guaraní. Con respecto a este último punto, las vasijas expresan una forma de hacerlas opuestas a los modos de hacer de otros grupos -por ejemplo, los ceramistas de la entidad arqueológica Goya-Malabrigo- que habitaban el área antes o después de su arribo. Más allá de habitar diferentes espacios este modo de hacer, es decir, el compartir conocimientos y prácticas por generaciones, es lo que los definió como guaraní y los diferenció de otros grupos. Las formas y los tratamientos de superficie participaban de algo semejante al Ñade Reko (su identidad verdaderamente humana, que expresan a través de las palabras en guaraní Ñade Reko, usadas para designar a todos aquellos que compartían su modo de ser y de vivir) y que, su utilización cotidiana ayudaba ciertamente a su actualización y mantenimiento (Prous y Jácome, 2011).

Consideraciones finales

Los conjuntos cerámicos vinculados a los grupos guaraní no son estáticos, sino partícipes de una dinámica diacrónica y espacial inteligible y factible de ser utilizada en la construcción de una historia de larga duración de las poblaciones guaraní (Correa, 2014). Entender su expansión, desde el punto de vista de la cultura material, específicamente desde la tecnología cerámica (microescala), permite ver, todas las relaciones que están insertas en las prácticas de fabricación y uso, que adquieren una dimensión performativa, reforzando los sentidos de pertenencia e identidad, a la par de ir diluyendo lo desconocido para construir así una nueva noción de lo local desde su visión particular del mundo, sin perder la identidad supraterritorial y de larga duración (macro escala) (Dobres y Hoffman, 1994; Laguens 2014). A partir de la materialidad podemos ver como se habita un espacio de interrelaciones que se va definiendo y manteniendo activa y constantemente a través de relaciones, prácticas y experiencias entre sujetos, humanos y no humanos. En definitiva, un modo particular de ver y relacionarse con el mundo socialmente compartido, un modo que se representa en la cultura material. Las vasijas, se convierten de esta manera en estructuras materiales y simbólicas a través de las cuales se percibe y se crea al mundo (Descola, 2005; Alberti, 2007; Laguens y Alberti, 2019) o el tetá, es decir, la inmensa nación guaraní.

Este trabajo, es un primer acercamiento a pensar la expansión guaraní, haciendo especial hincapié en los objetos cerámicos, como referentes materiales de relaciones sociales, que perduraron a lo largo del tiempo y el espacio durante este proceso. En este sentido, al intentar responder los interrogantes con los que se inició este artículo surgieron nuevas preguntas: por ejemplo ¿cuál era el rol de las ceramistas en los contextos de aprendizaje?, ¿trabajarían las olleras solas o con aprendices?, ¿se trataría eventualmente de trabajos colectivos?, ¿en qué momento de la vida las niñas comenzaban el aprendizaje?, entre otras. En consecuencia, a futuro, se considera pertinente enriquecer lo propuesto aquí a través de, la incorporación de nuevos contextos arqueológicos guaraní del área y de otros sectores involucrados en el proceso de expansión. Así como, el uso de información documental y etnográfica como recurso heurístico para profundizar la comprensión y evaluar el potencial de los objetos cerámicos como indicadores materiales de la historia de larga duración de los grupos guaraní.

Agradecimientos

A Andrés Laguens por la invitación a este dossier. A Fernando Almeida con quien recorrimos los museos. A Santiago Cermesoni por su ayuda con el mapa. A Mariano Bonomo por sus comentarios. Al Museo de La Plata y al Museo Etnográfico, en especial, a quienes trabajan en los depósitos donde estaban las colecciones aquí analizadas. Esta investigación se realizó gracias a una beca inicial de doctorado otorgada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en el marco del proyecto “Arqueología del sector meridional del Noreste argentino” dirigido por el Dr. Mariano Bonomo (PICT 2016-1064). Todo lo aquí expresado es de absoluta responsabilidad de la autora.

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