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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.14 no.2 Córdoba Apr. 2021

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.33310 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.33310

RESEÑA

Volver sobre los pasos

Reseña de Carlo Ginzburg (2020) Aún aprendo: cuatro experimentos de filología retrospectiva. Traducción de Rafael Gaune Corradi. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 154 pp.

Cecilia Argañaraz*

*Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET-UNC). E-mail: cecilia.arganaraz@unc.edu.ar

Recibido 07-06-2021

Recibido con correcciones 11-06-2021

Aceptado 15-06-2021

Ofrezco esta lectura a ojos de antropólogos con la convicción de que hay en ella material rico y abundante para un diálogo con nuestra disciplina, palabra de la que el autor de Aún aprendo (y también, humildemente, quien escribe) desconfía. Ginzburg es responsable de algunas de las reflexiones más antropológicas que pueden encontrarse en el campo de la historiografía, cosa de la que es enteramente consciente: su trabajo ha sido descrito como el de “un chamán” que “recoge los huesos de Sir James George Frazer (…) los cubre con la piel del filósofo Ludwig Wittgenstein y les devuelve a la vida” (Donniger 1991: 3, en Ginzburg 2020). La obra aquí presentada trata justamente sobre ese pasado, o ese tronco común, del cual abrevan nuestros oficios.

El nuevo libro de Carlo Ginzburg invita al lector a un recorrido por varios niveles de análisis que se despliegan simultánea y magistralmente en páginas siempre demasiado breves a nuestra avidez. En estos “cuatro ensayos de filología retrospectiva” se nos propone un viaje a lo largo de las obras del autor que no es ni un ejercicio nostálgico ni tampoco una crítica a posteriori a producciones pasadas. De forma muy apropiada al oficio del historiador, la pregunta que da sentido al trabajo gira en torno al cómo y al para qué de la retrospectiva. Aún aprendo es, por lo tanto, un libro que aborda el problema de las metodologías diacrónicas.

A tal fin, el autor recurrirá, como suele hacer en sus obras, a la paciente construcción de una abigarrada trama de relaciones entre autores, fenómenos históricos e ideas. El resultado es una serie de textos densos, en el sentido antropológico del término, que revisitan desde el análisis del sabbath de las brujas hasta los textos de Maquiavelo, Lamarck y otros muchos autores en los cuales abreva. Esta red comienza a tejerse sin embargo a partir de un hilo muy peculiar: los paralelismos metodológicos entre investigación histórica e investigación médica.

El libro se compone de cuatro ensayos, previamente publicados en italiano, pero todos de reciente aparición. Compilados Gaune y revisados por Ginzburg, son también documentos de las diversas revisitas que han recibido sus trabajos a partir de ser vueltos a presentar y vueltos a poner bajo examen en cursos y seminarios. En ese sentido, nos es presentado también una propuesta de enseñanza, o por lo menos, una invitación a continuar aprendiendo a pensar nuestras prácticas de investigación.

El primer ensayo se titula Esquemas, preconceptos y experimentos doble ciego. Reflexiones de un historiador. El error de un litógrafo inglés del siglo XIX nos conduce al problema de los prejuicios en la investigación: ¿cómo evitar, siendo historiadores, informar consciente o inconscientemente nuestros hallazgos para que adopten las apariencias que esperamos encontrar en ellos? Como otras veces (1995)1, la medicina como ciencia casuística se constituye en un referente con el cual dialogar, en esta ocasión acerca de una práctica metodológica particular: los experimentos de doble ciego.

“Lo que desde hace mucho tiempo me atrae en el experimento doble ciego es la combinación entre la búsqueda de la prueba (que vincula historiadores, jueces, médicos) y la aguda, y muy rara, conciencia de la eventualidad de que quien investiga puede perjudicar los resultados proyectando, sin quererlo, junto a hipótesis y esquemas, expectativas y prejuicios”. (Ginzburg 2020: 49)

El control del factor emocional y subjetivo que permite el desconocimiento en los experimentos de doble ciego, donde se distribuyen placebos y medicinas no sólo sin que los pacientes, sino también sin que los administradores lo sepan, permite a Ginzburg reflexionar sobre lo que sucede cuando el historiador intenta no ya anular los sentimientos y la subjetividad de aquellos a los que estudia, sino por el contrario aprehenderla. ¿Qué acontece con nuestras propias disposiciones emocionales cuando nos preguntamos por las de otros, más o menos distantes en el tiempo, el espacio, la lengua y la cultura? Aquí emerge otro de los compañeros metodológicos habituales del autor, el juicio. En este caso, sin embargo, se nos propone visitar este dispositivo desde otro ángulo: el juicio como análogo al experimento científico; y el análisis historiográfico de los juicios, en consecuencia, como un “experimento historiográfico al cuadrado” (Ginzburg 2020: 41).

En el caso de los procesos inquisitoriales italianos de los siglos XVI y XVII, el secreto será un poderoso amigo del “doble ciego”:

“Son procesos dominados por el secreto. Secretos son los interrogatorios; secretas, las actas. Los imputados no conocen la procedencia de las acusaciones (…). Sólo el juez (…) controla el desarrollo del proceso, disponiendo las piezas de su ‘experimento historiográfico’. Todos los otros participantes (…) actúan en la oscuridad”. (Ginzburg 2020: 41)

Utilizando los silencios a nuestro favor, Ginzburg propone reconstruir, al modo de una figura gestáltica donde llenos y vacíos se invierten, el “ruido de fondo” del experimento: los miedos, expectativas, emociones y mundos de significado de los sujetos. Así, en lugar de controlar el elemento emocional al modo de la medicina, la racionalidad historiográfica se propone “tomarlo seriamente” (Ginzburg 2020: 44)2. Esta reivindicación de una racionalidad centrada en captar lo específico de mundos potencialmente otros, se topa con el problema de los límites y posibilidades de la traducción, tema largamente explorado por la antropología. Lo cual nos lleva al siguiente ensayo.

Los benandanti, cincuenta años después es tal vez el texto que resulta más familiar al ojo de un antropólogo y también el que va más lejos en tanto ejercicio retrospectivo, puesto que se trata de la primera investigación de Ginzburg (2005 [1966]): aquella tesis en la que se gestan al mismo tiempo el método, las preocupaciones y los tópicos que conformarían el caldo de cultivo de muchas obras posteriores. Lo primero que somos invitados a revisitar, sin embargo, es la desilusión:

“Había encontrado, pensé, una confirmación de la hipótesis inicial: la brujería como documento de la lucha de clase en un nivel elemental. Recuerdo aún probar un sentido de desilusión. Una confirmación así de rápida convertía mi hipótesis en poco interesante. Mi ensayo, desde el título, “brujería y piedad popular”, insistía sobre otra cosa: la distancia entre las expectativas del inquisidor y las repuestas de la campesina (…)”. (Ginzburg 2020: 59)

Esta frase, referida al primer ensayo publicado por el autor en 19613, resulta particularmente icónica para describir la relación de sus obras con algunos grandes tópicos de la historiografía, entre los cuales se cuentan la lucha de clases y la desigualdad social como matrices explicativas. La desigualdad, la asimetría y el poder se encuentran en sus obras bajo muchas formas, incluyendo la de la tortura, parte usual de los juicios inquisitoriales. Sin embargo, incluso bajo tortura los benandanti del Friuli tardaron cincuenta años en confesarse brujos, y aún así lo hicieron con un lenguaje y unas contradicciones que continuaban dejando abierta la puerta de la sorpresa: esos campesinos que luchaban en sueños, armados de hinojos, contra brujas armadas de sorgo eran desconocidos e inesperados. Y allí radica lo emocionante de trabajar con ellos: no en su demostrable carácter de grupo oprimido, sino en su más difícilmente demostrable carácter de otros culturales. Otros que tanto inquisidores como historiadores intentaron, de modo diverso, “traducir” a sus propios esquemas explicativos.

La búsqueda de una traducción más satisfactoria que la de la lucha de clases inició, dice Ginzburg, con una convicción, no con un conjunto de elementos probatorios. Y aquí la “filología retrospectiva” anunciada en el título viene en nuestro auxilio: ¿de dónde provenía la convicción de que los benandanti eran parte de un mundo cultural amplio, comprensible, y otro que el de los inquisidores y el del historiador? El autor se responde recordando una de sus primeras lecturas: El mundo mágico del antropólogo Ernesto de Martino (2004 [1949]). A partir de allí, recorreremos el mundo conceptual y las experiencias físicas (y médicas) que abren tanto ese libro como su autor: de las crisis epilépticas al chamanismo, de allí a las criptomemorias de Gramsci y de vuelta a los campos oníricos donde los benandanti daban sus batallas.

La posibilidad de inscribir a los benandanti en un mundo más amplio de prácticas y significados desembocó en 1989 en la Historia Nocturna: un desciframiento del aquelarre, obra que visitamos en el tercer capítulo de este libro, titulado Medallas y caracolas. Aquí, la revisión autobiográfica aparece explícitamente “como un medio, no como un fin. El fin es la esterilización de los instrumentos de análisis” (Ginzburg 2020: 78). Desde ese punto de partida recorremos las lecturas, las experiencias, los intereses y motivaciones que culminaron en aquella obra.

El capítulo inicia con una distinción de la cual habló Marc Bloch en Los reyes taumaturgos, al comparar sus propias preocupaciones con las de La Rama Dorada de Frazer. Se trata de una distinción entre dos métodos, ambos comparativos: el etnológico, definido por la no necesaria conexión entre los elementos comparados; y el histórico, que depende de poder demostrar esas conexiones y los procesos que las provocaron para construir conocimiento. Sin embargo, la comparación histórica adolece de un problema: atenerse a ella implica ignorar pistas morfológicas, o indicios, que podrían ser valiosos. El ejemplo más recurrente son los benandanti: nacidos “con camisa”4, defensores de las cosechas contra las brujas, guerreros en sueños. La Historia Nocturna rastrea una amplia gama de personajes, entre los que se cuentan licántropos y chamanes, que resuenan con los benandanti friulanos. La resonancia es, sin embargo, morfológica; su demostración “histórica”, en términos de Bloch, resulta infructuosa. Parafraseando el texto, podríamos preguntarnos: ¿puede un historiador “responder al desafío del estructuralismo? La morfología como herramienta al servicio del historiador emerge de esta inquietud5.


La segunda parte del capítulo nos conduce por una intricada serie de vínculos entre Wittgenstein, su lectura de Frazer y las formas en las que ambos abrevan en Goethe y su La metamorfosis de las plantas (2020 [1790]). Desde esta última obra se abre una discusión sobre el método morfológico y el carácter estático o dinámico de las formas, discusión que nos lleva a Cuvier y sus ideas acerca de los fósiles, que él llamaba “el anticuario de la naturaleza”, para el cual reclamaba un tipo nuevo de estudios: la anatomía comparada. De manos de la anticuaria volvemos entonces a los orígenes de la historiografía y sus vínculos con la morfología natural. La anticuaria era, en el siglo XVIII, una disciplina que abarcaba tanto “los archivos del mundo” (Buffon en Ginzburg 2020: 90) como los de la historia civil y que en ambos casos se esforzaba por “reconstruir un pasado partiendo de indicios” (Ginzburg 2020: 91). En esta tradición (baconiana) encontramos “un programa consumado de investigación antropológica, en el marco de la expansión colonial inglesa”.

Siguiendo por ese camino arribamos a Ferdinand de Saussure, cuya lingüística es presentada en profundo paralelismo con el método de Cuvier. Sin embargo, Ginzburg rastrea en los trabajos más tempranos del lingüista una tradición morfológica diferente, genética, más emparentada con aquella filología que postuló la existencia de la lengua indoeuropea (lamentablemente, en muchos casos para defender argumentos racistas, elemento que el autor utiliza para explicar el abandono de esas obras). De ese intricado viaje emerge una pregunta que Ginzburg considera clave en su propia trayectoria: ¿hasta dónde y cómo “transformar la suspensión (provisoria) de la cronología en instrumento de reconstrucción histórica?”.

Para continuar ensayando una respuesta, nuevos personajes entre los cuales se encuentran F. Bourtin y el famoso Morelli, ya célebre desde Señales (1991 [1982]), nos acompañan para trazar una última serie de conexiones: la que va desde la anticuaria, la lingüística y la morfología hasta el rastreo, y nos devuelve finalmente al método indiciario.

A partir de este ejercicio Ginzburg se detiene sobre un asunto caro a las ciencias: el modo en el cual nuestro propio desconocimiento, como investigadores, de las influencias que vinculan a quienes leemos con otros, condiciona nuestra investigación. Así, el ensayo concluye con una propuesta inquietante y estimulante: también en investigación, como en nuestra vida, actuar implica (tal vez, sobre todo) ser actuados (Ginzburg 2020: 114).

Esta frase fue retomada en la presentación que el autor hizo a sus lectores hispanohablantes6 en conjunto con otra, que inspira tanto el último capítulo como una larga serie de reflexiones anteriores7: “por mera casualidad, es decir, por la regla que preside la investigación científica” (Dionisotti 1968, en Ginzburg 2020: 115). Esta afirmación, además de decirnos mucho acerca de la labor científica, abre la pregunta sobre el vínculo lingüístico entre caso y casualidad, tema del último ensayo: El caso y la causalidad. A propósito de Nondimanco.

En Nondimanco, una de sus más recientes producciones (Ginzburg 2018), el historiador nos invita a preguntarnos por lo que ocurre en los casos, a partir de los nombres de Maquiavelo y Pascal. Ese “no obstante”, presente en Maquiavelo, permite al autor introducir una disquisición sobre la regla y la excepción, en otras palabras, sobre el valor del caso.

En el ensayo, dos grandes nombres se asocian a la cuestión del “caso” como unidad fundamental de investigación: Sigmund Freud y Sherlock Holmes. Nos ubicamos, nuevamente, sobre las huellas de Señales y su método de conocimiento: en esos casos la “pasión por el detalle revelador” (Ginzburg 2020: 116) emerge como una característica de quien investiga, siguiendo pistas o sistematizando síntomas. Además, la dimensión narrativa del caso permite una operación que no carece de interés metodológico, especialmente para la etnografía: “hablar de un fragmento (ojalá minúsculo) de la realidad como si se tratara de un mundo, o más bien del mundo” (Ginzburg 2020: 121).

Así, las “excepciones” operan una vez más como grandes condensadores de la discusión: cuando nos vemos enfrentados a un caso anómalo, por esa misma naturaleza debemos entrar en diálogo con la norma a la que se contrapone. El “detalle revelador”, además de ponernos sobre la pista de lo “excepcional-normal”, de aquellos casos a partir de los cuales las reglas y sus límites se contornean, nos coloca en esa particular situación de sorpresa necesaria para la ruptura de nuestros esquemas preconcebidos. De ese modo, dice el autor, un documento, un término, un argumento no previsto puede llevarnos a revisitar El hombre de los lobos de Freud prestando atención al mundo cultural en que los lobos son soñados (Ginzburg 2017, 1999).

Desde los experimentos de doble ciego hasta El hombre de los lobos o la Metamorfosis de las plantas, los cuatro ensayos constituyen, en palabras de Gaune, experimentos historiográficos con tres elementos en común: son “casos de estudio que parten desde la casualidad y usan las herramientas metodológicas de la filología como clave hermenéutica”. (Gaune en Ginzburg 2020: 16).

La comparación entre historiografía y experimentos de doble ciego nos ofrece al mismo tiempo una brújula de investigación y una herramienta de vigilancia epistemológica: la intención de “tomar seriamente” los mundos prácticos y conceptuales de aquellos a quienes estudiamos. Al modo de los participantes en los juicios inquisitoriales, somos invitados a andar a tientas, disponiendo sólo de fragmentos de información a través los cuales tal vez sea posible traducir el lenguaje de los otros.

En el segundo ensayo esa invitación se articula con otra herramienta de traducción y de vigilancia simultáneas: el examen de los propios mundos conceptuales. “Descubrir” la influencia temprana de Ernesto de Martino en su propio trabajo es para Ginzburg avanzar al mismo tiempo en el entendimiento de aquellos a los que estudiaba y de los sesgos o potencialidades de su óptica. En ese sentido, al igual que este libro, toda investigación implica profundas intertextualidades que debemos explicitar, rastrear y reconstruir. Las elecciones de traducción y traición son presentadas no en una relación lineal entre investigador y palabra de los sujetos, sino mediadas por muchos “otros”, textos, ideas y actores que habitan al investigador.

Es a partir de ese reconocimiento de una imaginación conceptual condicionada por lecturas antropológicas que Ginzburg comprende y aborda su propia disyuntiva metodológica: ¿es legítimo para un historiador, comprometido con la prueba diacrónica de relaciones y procesos, dar lugar a las “intuiciones” morfológicas? ¿tiene validez o utilidad historiográfica la demostración morfológica? Es aquí donde reniega de las “disciplinas” como constreñimientos, respetándolas en cambio como modos de conocimiento: la morfología no es historia, pero puede avanzar allí donde la historia y sus procedimientos de demostración deben detenerse. Pasado ese punto, es posible que la existencia de “conjeturas” morfológicas (Ginzburg 1991) habilite a su vez hipótesis e investigaciones historiográficas.

En esta red de preocupaciones y preguntas, el caso y la casualidad ingresan como imponderables necesarios de la investigación. Es en la excepción de lo particular, en el “detalle revelador” y la casualidad de su hallazgo, que conjeturas morfológicas, demostraciones historiográficas y herramientas metodológicas pueden ser combinadas, tensionadas o reinventadas. Así, los casos y sobre todo los ejercicios de rastreo que nos permiten efectuar sobre sus detalles peculiares, propios y a la vez referenciables en conjuntos más amplios, constituyen una inagotable fuente de sorpresas. Aún aprendo es ante todo una invitación a volver a recorrer los sinuosos senderos de la curiosidad, con la certeza (o la esperanza) de encontrar cada vez una pista nueva que seguir.

Notas

1. A fines de esta reseña, siempre que sea posible se utilizan citas de ediciones en español de las obras. El año de edición original se menciona cuando es necesario para comprender la sucesión cronológica.

2. Esta frase, referida a los mundos de significado habitados por sujetos otros, recuerda a las reflexiones de Viveiros de Castro (2016 [2002]) sobre la necesidad antropológica y política de “tomar en serio” o “tornar serios” los mundos otros. A este uso se suma la recuperación de la categoría “perspectivismo”, presente en Auerbach, cuyo rastreo podría revestir interés.

3. “Stregoneria e pietà popolare. Note a proposito di un processo modenese del 1519”. Se puede consultar en español en Ginzburg (1999).

4. Envueltos en el líquido amniótico.

5. Ver Ginzburg (1999). Envueltos en el líquido amniótico.

6. Realizada el 28 de mayo de 2021. Organizada por la Pontificia Universidad Católica de Chile y el Fondo de Cultura Económica, disponible en: https://fb.watch/60BGmi5AHt/

7. Véase por ejemplo Ginzburg (2004).

Bibliografía

1. de Martino, E. 2004 [1949]. El mundo mágico. Buenos Aires, Libros de la Araucaria.         [ Links ]

2. Ginzburg, C. 2020. Aún aprendo. Cuatro experimentos de filología retrospectiva. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

3. Ginzburg, C. 2018. Nondimanco. Machiavelli, Pascal. Milán, Adelphi.         [ Links ]

4. Ginzburg, C. 2017. “Anomalías conjuntivas: una reflexión sobre los hombres lobo”. Revista de Estudios Sociales. N° 60: 110-118. URL: http:// journals.openedition.org/revestudsoc/735

5. Ginzburg, C. 2004. Tentativas. Rosario, Prohistoria.         [ Links ]

6. Ginzburg, C. 1999. Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Barcelona, Gedisa.         [ Links ]

7. Ginzburg, C. 1991 [1989]. Historia Nocturna. Un desciframiento del aquelarre. Barcelona, Muchnik.         [ Links ]

8. Ginzburg, C. 1995 [1982] “Señales. Raíces de un paradigma indiciario”. Gilly, C. Subcomandante Marcos y Ginzburg, C. Discusión sobre la historia. México, Taurus.

9. Ginzburg, C. 2005 [1966] Los benandanti. Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII. Guadalajara, Universidad de Guadalajara.         [ Links ]

10. Goethe, J. W. 2020 [1790]. La metamorfosis de las plantas. Girona, Atlanta.         [ Links ]

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