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Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.15 no.1 Córdoba ene. 2022

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n1.33785 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n1.33785

ARQUEOLOGÍA

Dilemas de la modernidad: práctica y teoría de la arqueología de contrato en Córdoba, Argentina

Dilemmas of modernity: practice and theory of contract archeology in Córdoba, Argentina

Henrik B. Lindskoug* y María Marschoff**

*Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET-UNC); Museo de Antropología, Facultad de Filosofía, Universidad Nacional de Córdoba; y Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon”, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Email: henrikblindskoug@unc.edu.ar

**Instituto de Humanidades (CONICET-UNC) y Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon”, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Email: mmarschoff@hotmail.com

Resumen
La arqueología de y en la ciudad de Córdoba plantea el desafío de conjugar múltiples intereses y actores en una práctica profesional que entrecruza la academia, el trabajo para privados y al estado de diferentes formas. En este artículo describimos y reflexionamos a partir de esta práctica y mostramos cómo fue ésta la que guió el planteo de varias líneas de trabajo e indagación. Entre ellas nos ocupamos aquí de las referidas a la búsqueda de la constitución de vínculos entre la arqueología académica y la práctica en la modalidad de contrato, así como de la reflexión acerca del rol de la arqueología como agente de patrimonialización. Para ello partimos de un posicionamiento crítico hacia la disciplina que entiende que la arqueología es un producto de la modernidad, que se desarrolla en contextos capitalistas modernos y al mismo tiempo tiene la capacidad de estudiar esa misma sociedad moderna. Concluimos con algunas recomendaciones éticas sobre las condiciones laborales y cuestiones prácticas y metodológicas de la arqueología de contrato en Córdoba.

Palabras claves: Arqueología Urbana; Patrimonio; Estudio de impacto arqueológico; Desarrollo urbano; Práctica arqueológica.

Abstract
The archeology of and in the city of Córdoba poses the challenge of combining multiple interests and actors in a professional practice that intersects academia, the private sector and the state in different ways. In this article we describe and reflect on this practice and show how this approach guided us to explore these various positions and initiate new investigations. Amongst other we analyse this context in the search for the establishment of links between academic archaeology and practice under contract, as well as the reflection on the role of archaeology as an agent of heritagization. To execute this, we start taking a critical position towards the discipline that understands archaeology as a product of modernity, that it develops in modern capitalist contexts and at the same time has the ability to study that same modern society. We conclude with some ethical recommendations about working conditions and practical and methodological issues for contract archaeology in Córdoba.

Keywords: Urban Archaeology; Heritage; Archaeological Impact Assessment; Urban Development; Archaeological practice.

Recibido 05-07-2021

Recibido con correcciones 19-07-2021

Aceptado 23-09-2021

Introducción

Los grandes conglomerados urbanos son lugares dinámicos y muy complejos. El estudio arqueológico de y en las ciudades ineludiblemente termina encarnando los dilemas y conflictos de sus múltiples habitantes, entre los cuales quienes los investigamos somos un grupo más, así como también las diferentes esferas estatales encargadas de preservar su patrimonio. En este trabajo nos proponemos en primer lugar, analizar las prácticas arqueológicas relacionadas al trabajo en la ciudad de Córdoba, las cuales implican entablar relaciones laborales en la modalidad de arqueología de contrato. En segundo lugar, a través de nuestras experiencias, intentamos reflexionar acerca de los diferentes procesos de patrimonialización en la ciudad. Esto nos lleva a discutir la relación entre la práctica arqueológica y la modernidad. Los resultados que fuimos obteniendo nos permitieron reformular las líneas de investigación y abrir nuevos campos de indagación.

La práctica arqueológica en las ciudades implica, en nuestro caso, ejercer la profesión desde la academia, bajo regulación y control estatal, pero con financiamiento privado. Es decir, en un espacio híbrido entre lo que suele denominarse “arqueología de contrato” -es decir, la práctica profesional financiada por organizaciones, empresas y/o instituciones públicas y privadas con intereses no vinculados directamente a la investigación y la academia- y la “arqueología académica” -aquella financiada por agencias o instituciones estatales dedicadas específicamente a la investigación. Esta escisión suele ser construida discursivamente por profesionales laboralmente pertenecientes a la denominada “arqueología académica” (ver, Gnecco y Schmidt Dias, 2017).

Nuestra formación y trayectoria previa nos llevaron a encarar nuestra primera intervención en 2017 en la calle San Jerónimo (Marschoff y Lindskoug, 2020; Marschoff et al., 2022) esperando poder aportar al pasado de la ciudad. Sin embargo, la experiencia implicó aprendizajes que excedieron con creces esa primera expectativa. Nos permitió constituirnos como equipo y comenzar a formar a un conjunto de futuros profesionales. Nos sumergió de lleno en los intereses, problemas, conflictos y vacíos normativos y relacionales en el que accionamos los diferentes actores involucrados en estos trabajos -empresa, equipo de investigación, entes reguladores. De esa primera experiencia surgió la necesidad de constituir un proyecto de investigación para brindar un marco a los trabajos futuros y establecer lineamientos de indagación que excedieran los límites temporales y objetivos acotados de los trabajos de impacto tal como se hallan estipulados en las normativas de la ciudad. Con él esperamos vincular las distintas intervenciones que realizamos, así como los resultados de otras investigaciones (Berberián et al., 2008; Brizuela y Mignino, 2019; Izeta, et al. 2012, 2014, 2017; Lindskoug, et al. 2011), valorizando y comparando lo que cada uno de ellos aporta a la construcción del pasado de la ciudad. Pretendemos aprovechar la información nueva que se genera con cada intervención para socializarla más allá de los informes técnicos que muchas veces no se encuentran disponibles de manera amplia1. Con esto esperamos interesar a más investigadores en un campo de vacancia laboral concreta en la ciudad de Córdoba y al mismo tiempo colaborar en la formación de algunos de ellos (estudiantes y jóvenes profesionales de nuestro equipo) transmitiéndoles nuestras experiencias, para lo cual este tipo de contextos resultan particularmente propicios (Ratto y Carniglia, 2018). Simultáneamente buscamos problematizar la práctica arqueológica y los procesos de patrimonialización en los que participamos como un agente más, entendiendo que el patrimonio surge de interacciones entre gente, objetos, lugares y prácticas que no distinguen entre lo natural y lo cultural, es decir que no es primariamente algo en relación al pasado, sino que es más inherente al presente y al futuro (Harrison, 2013).

Luego del primer trabajo realizado en 2017 sumamos nuevas experiencias a partir de posteriores intervenciones que realizamos entre 2019 y 2021: más de cuatro meses de tareas de campo, laboratorio y análisis en una excavación extensa en el ex Instituto Tecnológico Universitario (ITU) dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, varios Monitoreos arqueológicos (intervenciones de menor envergadura y duración) así como intervenciones puntuales en otras localidades de la provincia de Córdoba. Son varios los casos que se encuentran hoy en la etapa inicial, algunos ya a cargo profesionales recibidos en el contexto del proyecto y bajo nuestra dirección. No hay que dejar de mencionar también los casos fallidos, que sólo quedaban en la presentación de presupuestos, y la participación desde 2017 en el Consejo Asesor de Patrimonio de la Municipalidad de la ciudad de Córdoba en representación de la FFyH-UNC. Todas estas actividades nos permitieron tejer también una red de relaciones con los distintos actores involucrados de diferentes formas con el patrimonio de la ciudad (representantes del gobierno municipal y provincial, empresarios, arquitectos, obreros de la construcción, vecinos, estudiantes, colegas, etc.) y aprender a interrogarnos a partir de esa red.

Es decir que en estos últimos años y de distintas maneras todos los miembros del equipo nos hemos involucrado de lleno en los procesos de patrimonialización, sobre todo en el ámbito espacial de la propia ciudad de Córdoba, aunque no exclusivamente2. Es así como el trayecto recorrido nos llevó a plantear la necesidad de discutir en torno al patrimonio como construcción social y política enfocándonos en la dimensión social para activar y desnaturalizar en algunas instancias nuestra propia idea de patrimonio muy vinculada a los procesos de la Modernidad en los cuales surge nuestra disciplina (Marschoff, et al. 2022).

El contexto de la arqueología urbana en Córdoba

En la ciudad de Córdoba la práctica arqueológica se encuentra regulada por una serie de legislaciones, nacionales, provinciales y municipales complejas3 y a veces contradictorias sobre todo en su fase de implementación (Gabriel, 2020; Lindskoug, et al. 2019a, 2019b; Marschoff, et al., 2018, 2022). Por dar sólo un ejemplo, a partir de la Carta de Riesgo Arqueológico (Ordenanza Nº 11935, 2011) y de su estratificación de la superficie de la ciudad en tres niveles (Bajo, Medio y Alto Riesgo) que establecen a priori las particularidades del registro arqueológico de cada una de ellas. En concordancia se realizan intervenciones denominadas Monitoreo Arqueológico, tipo implementado por la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba con la obligación de informar a las autoridades del gobierno provincial, para las zonas definidas como de Bajo y Medio Riesgo, en contraposición a los trabajos de Impacto Arqueológico para las zonas de Alto Riesgo, con solicitudes de permisos de excavación a nivel municipal y provincial. En el primer tipo de intervención se sugiere no realizar excavaciones, mientras que en el segundo son la tarea requerida. Los desarrollistas entienden, cuando reciben la solicitud de gestionar un trabajo de “Impacto Arqueológico”, que las tareas a realizar son de pequeña escala a fin de establecer el potencial del área afectada. En cambio, los entes reguladores pretenden de un proyecto de Impacto Arqueológico una excavación de al menos el 30% de la superficie en cuestión y, en caso de ser necesario, que se arbitre la recuperación de la mayor cantidad de material e información posible, es decir, lo que podría definirse como un rescate arqueológico programado (Ratto, 2002; 2010, 2014), ya que para ellos el potencial en las zonas de Riesgo Alto es indudable.

La intervención de los arqueólogos en cualquier espacio de la ciudad de Córdoba suele iniciarse a pedido de un desarrollista, público o privado, en la etapa inmediatamente anterior al inicio de la construcción, posterior al diseño e incluso al otorgamiento de los correspondientes permisos de edificación. De hecho, los permisos de demolición se conceden a partir de la presentación de un documento donde el desarrollista y el arqueólogo se comprometen a realizar una intervención subsuperficial. Esto acorta significativamente los tiempos disponibles y dificulta, entre otras muchas actividades que deben o pueden realizarse, la planificación concreta de los trabajos previa a la intervención; la articulación de un enfoque interdisciplinario; los relevamientos de las estructuras con anterioridad a la demolición; las actividades de vinculación con otros grupos de interés como ser los vecinos; las tareas de mitigación (que se suelen establecer en función de los hallazgos que se realicen, es decir con posterioridad a la intervención); e incluso la realización de un análisis de antecedentes profundo. Es así como, a los ojos de los desarrollistas cordobeses, la intervención arqueológica es un mero requisito que pocas veces impacta en su propio proyecto. Un estudio más, equivalente a los estudios geológicos de suelos, un trámite que en su visión implica un retraso en los tiempos de obra, además de un gasto extra, a veces no contemplado por desconocimiento de las características del terreno y de las normativas que lo afectan (Marschoff et al., 2022). En este contexto el registro arqueológico se vuelve un recurso, de valor relativo, posible de estudiar, explotar o extraer (Hutchings y La Salle, 2015). Esta forma de entenderlo solo es posible en una lógica moderna donde todo (naturaleza, patrimonio, humanos, no-humanos, etc.) es pasible de ser transformado en un recurso (Descola, 2013; Latour, 1993; Thomas, 2004).

En este marco normativo, de gestión y de puesta en práctica de los trabajos arqueológicos por contrato en la ciudad de Córdoba es posible hallar muchas conexiones que vinculan las distintas lógicas e intereses que se ponen en juego en este contexto con los discursos y prácticas de la propia Modernidad. Reflexionar alrededor de ello se vuelve indispensable para comprender las dinámicas y para intentar tender líneas de conexión que mejoren la relación entre los agentes intervinientes en los procesos de patrimonialización.

La Arqueología en la Modernidad

En esta sección nos interesa reflexionar acerca de la relación entre la Modernidad y la Arqueología como disciplina, así como su influencia en las ideas acerca del patrimonio. De esa forma establecemos nuestro punto de partida crítico para encarar nuestros trabajos en el ámbito de la ciudad de Córdoba. Para ello, en primera instancia se hace preciso situar a la arqueología como disciplina, en especial en lo que refiere a las formas en que aborda las materialidades y temporalidades (Ingold, 2011; Thomas, 2004), para poder entender sus vínculos con la idea de patrimonio y los procesos de patrimonialización.

Así, reconocemos el rol de las ideas de la modernidad en el desarrollo de las ciencias y técnicas (Descola, 2013) y en particular de la arqueología como disciplina funcional a este proceso en tanto ocupada de la historicidad del “Hombre”4 (Funari, 2002; Thomas, 2004). Sin embargo, la modernidad no constituye un conjunto abstracto de ideas, sino también un proceso transformador de la vida cotidiana que se manifiesta en múltiples escalas (Andrade Lima, 1999; Funari, et al., 1999; Hall y Silliman, 2006; Marschoff, 2014, 2015; Senatore, 2007; Senatore y Zarankin, 2002; Zarankin y Salerno, 2007). No es ni homogéneo ni global en sus discursos y prácticas además de ser objeto de estudio de diferentes disciplinas históricas, incluyendo la arqueología.

Por ende, podríamos sostener que las características de la relación de la arqueología con las temporalidades y materialidades no surgió de desarrollos propios o internos de la disciplina, sino que sus practicantes abrevaron y fueron definiendo su campo de incumbencia desde sus propias experiencias de vida en un mundo moderno las cuales sólo pueden ser entendidas dentro de su contexto histórico de surgimiento. Sin pretender adentrarnos en discusiones acerca de su cronología, podríamos sostener que algunas de sus características hacen su aparición en las sociedades europeas a fines de la Edad Media, tienen su momento de enunciación explícita y discursiva entre el siglo XVII y el XIX –momento en que nacen las diferentes ciencias incluyendo la arqueología- y se estaría prolongando hasta nuestros días (ver, Elias, 1989, 1996; Dussel, 1994; Latour, 1993; Le Goff y Romero, 2001; Thomas, 2004; Truong, 2005). Al tratarse de sociedades europeas la modernidad y su experiencia no pueden ser disociadas de otros muchos procesos en los que se hallaban involucradas, entre los cuales destacamos la experiencia de conquista, colonización y explotación de nuevos territorios y sociedades y el crecimiento de una economía unificada, capitalista y en permanente expansión (por ejemplo, Buscaglia, 2013; Dussel, 1993; 1994; Johnson, 1996; Orser Jr., 1996; entre otros).

Con la Ilustración, la visión racional, empirista y experimental del pensamiento moderno dio lugar al nacimiento de las ciencias como la forma legítima y suprema de conocimiento del mundo. En este proceso, la materialidad se constituyó como materia en relación dicotómica con la mente y lo inmaterial, se presentó como objeto pasivo, inerte y no problemático, así como tampoco lo eran las formas en que era percibida y sistematizada (Marschoff, 2011; Thomas, 2004). Esto dio lugar a una visión mecanicista del mundo y los humanos y a la posibilidad de concebir la materia como infinitamente divisible (Thomas, 2004). Estas ideas acerca de la materialidad y la forma de estudiarla llevaron a que describir, ordenar y clasificar constituyeran la base de la metodología de la arqueología que paulatinamente se fue convirtiendo en una disciplina científica más (Thomas, 2004; Trigger, 1989). En el pensamiento arqueológico la materialidad fue transformada en evidencia de otra cosa –acción, presencia, etc.- posible de inferir (Thomas, 1996, 2004; Trigger, 1989). Esta operación, que ya formaba parte de la base de sentido común pre-moderno, se halla hoy plenamente naturalizada y legitimada (Thomas, 1996, 2004).

Esta forma moderna de vivir en el mundo, esta ontología naturalista (Descola, 2013), siempre estuvo preocupada por la finitud y el cambio (Deleuze, 2014). Dentro de este conjunto de ideas el tiempo fue concebido como único, lineal, uniforme y medible y la historia como un proceso progresivo de cambios orientados pasibles de sistematización en forma de etapas o secuencias (Deleuze, 2014; Foucault, 1970; Lucas, 2005; Thomas, 2004; Trigger, 1989). La historización se transformó en la forma de demostrar los avances de la humanidad y de las sociedades. Esto devino en que para el siglo XIX se constituyese una metanarrativa progresiva -de lo más simple a lo más complejo, de la naturaleza a la cultura, de la barbarie a la civilización, del desorden al orden- en sintonía con el colonialismo europeo, el eurocentrismo y el racismo que permea y sobrevive aún hoy en algunos conceptos y prácticas de la antropología y la arqueología así como en el sentido común de nuestras sociedades (Dussel, 1993, 1994; Marschoff y Salerno, 2016; Thomas, 2004; Trigger, 1989). La creación de esta metanarrativa por parte de todas las disciplinas científicas vinculadas a dilucidar y explicar el origen del “Hombre” (sensu Foucault, 1970) es la que genera una relación dialéctica entre ellas y la propia modernidad donde unas no pueden sobrevivir sin la otra y viceversa y donde la demostración de un pasado objetivo funciona como estrategia de legitimación creando una metafísica de la existencia que permite proyectar hacia el futuro las sociedades (Thomas, 2004).

Es así como en vinculación con esta metanarrativa surgió la arqueología como forma de estudio de las sociedades a partir de, o con el foco puesto en, sus creaciones materiales especialmente las pretéritas. Iniciando con el anticuarismo de los siglos XVII y XVIII la arqueología estuvo fuertemente vinculada al surgimiento de los estados modernos que buscaban formas de probar la profundidad temporal de las propias sociedades y dar cuenta de los cambios y continuidades por ellas atravesados (Thomas, 2004; Trigger, 1989). Es en este contexto que podemos ubicar las primeras prácticas de preservación de objetos, personas/cuerpos, lugares y edificios y el inicio de la idea de patrimonio como materialidad del pasado, existente en el presente y digna de conservación como evidencia para el futuro (Harrison, 2013).

Nuestro interés se aleja de esta idea de patrimonio de origen decimonónico y se centra en los procesos de patrimonialización, entendiendo que el patrimonio surge de interacciones entre gente, objetos, lugares y prácticas que no distinguen entre lo natural y lo cultural, es decir que no es primariamente algo en relación al pasado, sino que es más inherente al presente y al futuro (Harrison, 2013). Como describimos más arriba nuestra participación en estos procesos se ha dado tanto desde el ámbito académico como en el contexto de intervenciones arqueológicas bajo la modalidad de contrato. Las características de este tipo de intervenciones son bastante particulares (Marschoff et al., 2022) ya que involucran la participación de una gran diversidad de actores con intereses a veces contrapuestos. Es necesario también reconocer que es un tipo de intervención que se inicia, en el caso que nos ocupa, a partir de las necesidades de un proceso activo de urbanización y cambio y que el motor de esos cambios es, en la mayoría de los casos, económico y está vinculado a formas de actuar capitalistas y modernas.

De esta manera los arqueólogos, al involucrarnos profesionalmente en este tipo de intervenciones, participamos y somos constituidos doblemente por ideas y prácticas modernas. Por una parte, las que están implicadas en nuestro propio bagaje de formación e identidad como profesionales de una disciplina y por otro lado a través de las dinámicas modernas y capitalistas de accionar sobre la materialidad del, por momentos, caótico desarrollo de las urbes en las que ejercemos nuestra labor. Este último aspecto de la práctica arqueológica, especialmente cuando ocurre fuera del ámbito académico, es el que más críticas ha recibido por parte de ciertos autores, justamente por su vinculación directa a prácticas capitalistas (Gnecco, 2018; Gnecco y Schmidt Dias, 2015, 2017; Hamilakis, 2015).

Críticas y prácticas de la arqueología de contrato en Córdoba

A partir de nuestra práctica arqueológica en la ciudad de Córdoba hemos logrado resultados que intentan superar las críticas más comunes al trabajo en arqueología de contrato al mismo tiempo que colaboramos a construir, una vinculación más directa entre esta práctica y el ámbito académico.

El desarrollo de la arqueología de contrato tuvo su inicio en Inglaterra y EEUU en los años 1980 para luego desplazarse a otros países europeos. Al respecto, en Sudamérica se han empezado a acelerar/aumentar en varios países como Chile, Brasil y Colombia, mientras que en Argentina sólo en algunas regiones este desarrollo ha sido más notable, debido a diferencias en formas de explotar/desarrollar el territorio y a la aplicación de las legislaciones. En los últimos años la arqueología de contrato ha recibido duras críticas por parte de los profesionales que integran la academia especialmente. Una de las más frecuentes es la que refiere a la relación entre esta modalidad de trabajo con el desarrollo capitalista y su vínculo con las ideas de la modernidad, particularmente en aquellos proyectos de largo plazo y financiados por grandes empresas en espacios rurales (Gnecco 2018; Gnecco y Schmidt Dias, 2015, 2017; Hamilakis 2015, Hutchings y La Salle, 2015). Otra de las críticas más resonantes (por ejemplo, Gnecco, 2018) es la que acusa a la arqueología de contrato de favorecer una mercantilización del pasado y al mismo tiempo transferir el motor y el financiamiento de la actividad arqueológica del estado a la esfera del mercado privado. Otra crítica habitual es la de promover la existencia de un contexto laboral inestable y demasiado flexible para los arqueólogos/empleados. También se sostiene que favorece un aumento en la tecnificación (generando prácticas poco reflexivas y teóricas) que redundan en cambios en la currícula universitaria con el fin de formar profesionales con un perfil más técnico, orientado al mercado privado, disminuyendo así el crecimiento de la disciplina y promoviéndose una neopositivización, característica, por otra parte, de la modernidad actual (Gnecco 2018; Gnecco y Schmidt Dias, 2015, 2017; Hamilakis 2015, Hutchings y La Salle, 2015).

Apuntando a algunas de estas críticas es que realizamos un conjunto de aportes -que continuamos elaborando- específicamente orientado al desarrollo de una dinámica propia de trabajo en arqueología urbana en Córdoba (Lindskoug, et al. 2019a; Marschoff y Lindskoug, 2020; Marschoff, et al., 2017, 2019, 2022). En este tipo de contextos, bajo cualquier modalidad de trabajo, las técnicas a aplicar no son a las que nos hallamos habituados los arqueólogos, ya que los depósitos urbanos son diferentes (mayores volúmenes, densidad de inclusiones [hallazgos], etc.) a los que se encuentran en lugares que no han sido urbanizados (Chechi, 2019; Staski, 2005). Por otra parte, habitualmente resulta difícil planificar las excavaciones arqueológicas urbanas con antelación ya que, dado que la propiedad de la tierra es privada, suelen responder a hallazgos fortuitos que ocurren durante los propios procesos de urbanización o, como en caso de Córdoba, a la implementación de una normativa que establece a priori zonas de potencial arqueológico.

Desde el equipo hemos desarrollado técnicas específicas para el trabajo en este tipo de contextos, inspiradas en ejemplos de otras ciudades como el del Museum of London Archaeology5. Buscamos con ellas mejorar sobre todo el registro para que sea realizado en el menor tiempo posible, con gran cantidad de operadores y de una manera homogénea a través de fichas estandarizadas diseñadas para los contextos arqueológicos de la ciudad de Córdoba que se modifican y mejoran con cada nueva experiencia de campo. Al mismo tiempo trabajamos para que sean lo suficientemente flexibles como para adaptarse a la diversidad presente y que a través de ellas se pueda dar cuenta cabal de la particularidad de cada contexto.

Por otro lado, la mejora en el sistema de registro permite usar técnicas de excavación mecánica que de otra manera serían impracticables como el minicargador (Bobcat), que permite retirar grandes volúmenes de sedimentos y/o estratos muy rígidos, evitando el desgaste físico de las personas involucradas (Chechi, 2019; Marschoff y Lindskoug, 2020). La estandarización del registro también facilita la aplicación de técnicas como el Sistema de Información Geográfico (SIG) y el uso de fotogrametría con dron para la realización de planimetrías más complejas, así como la interpretación estratigráfica a través de la Matrix de Harris (1989). Todo esto redunda en mayores posibilidades para la comparación entre lugares de intervención distintos.

Por otra parte, encaramos nuestros trabajos desde el punto de partida de la Arqueología Histórica, rama que puede definirse como especializada en el estudio de la Sociedad Moderna (Funari et al., 1999; Hall y Silliman, 2006; Senatore, 2007; Senatore y Zarankin, 2002; Zarankin y Salerno, 2007). Metodológicamente esto implica que el registro material y el registro escrito o gráfico no tienen preeminencia uno sobre otro, todos fueron creados por una misma y cambiante sociedad (o varias): contraponerlos, contrastarlos pero sobre todo interpretarlos de manera conjunta es lo que permite en última instancia dar cuenta de una manera más cabal y completa de sus características y contradicciones facilitando contar más de una historia (Galloway, 2006; Johnson, 1999; Marschoff, 2017; Wilkie, 2006, 2009).

En la práctica esto implica la realización de un cuidadoso trabajo de antecedentes (Marschoff y Lindskoug, 2020), pero sobre todo llevar a cabo una tarea de interpretación posterior la cual dejamos plasmada en los informes. Esto no es habitual en los informes técnicos de este tipo de la ciudad de Córdoba que suelen limitarse a describir las tareas realizadas y dar cuenta de los resultados cuantitativos. En estos mismos informes es común que las fuentes gráficas e históricas suelan servir meramente para predecir y/o corroborar e interpretar hallazgos de manera directa y no sean analizadas como una línea de evidencia más a discutir.

Sin desmerecer ni restar utilidad a este tipo de producciones, nuestra propuesta, la cual hemos puesto en práctica en las intervenciones que realizamos, pretende en cierta forma lograr que cada caso que se trabaje alcance una etapa heurística mayor. Esto implica que la información generada se convierta en un aporte directo a un mayor conocimiento sobre el pasado, en este caso de la ciudad de Córdoba. Además, ofrece, junto a un relevamiento exhaustivo y cuidadoso, tanto información como datos claros y bien organizados los cuales pueden ser retomados por cualquier investigador interesado en profundizar los estudios sobre temáticas a las cuales estos casos puedan aportar (por ejemplo, Matera et al. 2019; Ramirez, Lindskoug y Nores, 2021; Palamarczuk y Ratto, 2015; Ratto y Coll, 2009). Sostenemos que esta forma de trabajar presenta ciertos avances metodológicos y técnicos que hacen a una mayor calidad de los resultados respondiendo directamente a la crítica planteada a este tipo de intervenciones.

En contrapartida, otra crítica habitual a la arqueología de contrato es la extrema burocratización de las excavaciones arqueológicas, relacionada directamente a la estandarización del registro, la poca flexibilidad que implica usar un sistema como el MOLAS (Spence, 1994) y la gran cantidad de documentos (planos, fichas etc.) que genera. Así, según Hutchings y La Salle (2015) las excavaciones arqueológicas devienen en un proceso burocrático que termina en un montón de papeles con el objeto de “extraer” los depósitos arqueológicos y limpiar el paisaje para el desarrollo capitalista e inmobiliario de la sociedad. En nuestro caso hemos modificado el sistema MOLAS6 en su versión de Spence (1994) y lo hemos adaptado a la ciudad de Córdoba, además si el mismo está bien aplicado provee amplia información para la interpretación y su aplicación a diferentes contextos arqueológicos. En respuesta a la crítica, toda excavación arqueológica es destructiva y en este sentido consideramos que su registro, documentación y la estandarización de ese proceso nunca son excesivos ya que es fundamental para futuros investigadores y especialmente para nuevas interpretaciones. Esto cobra relevancia particularmente en nuestro país, en donde los equipos trabajan con disparidad de técnicas de excavación y registro.

En este sentido y en relación también a la crítica a la burocratización y al exceso de documentación, consideramos que, en las condiciones en las que se trabaja en la ciudad de Córdoba el efecto negativo de estas prácticas se ve superado por las ventajas que otorga, particularmente si se realiza con un compromiso real con las buenas prácticas de registro y con las de difusión y divulgación de la arqueología urbana de contrato. Insistimos en su importancia ya que una vez destruida/excavada una unidad estratigráfica (UE), esta no puede volver a reconstruirse. Todo lo que nos queda es el registro en forma de fotos, muestras, planos y dibujos. En cierto sentido el producto final de los contextos es una traducción sensu Latour (1993) del registro (Witmore, 2007). Según Witmore (2007) la excavación siempre traduce un rasgo, contexto (UE) a una nueva cosa que termina siendo un medio en soporte de papel.

Uno de nuestros objetivos es también aportar con estos trabajos al desarrollo de protocolos de acción y al establecimiento de estándares de procedimientos que puedan ser retomados y adaptados por los entes gubernamentales que regulan esta actividad. El uso de protocolos es habitual en otros contextos donde se hallan más desarrollados y han probado su eficacia (Baugher, et al. 2017; Spence, 1994). Cabe mencionar que las personas que trabajan en estas divisiones municipales y provinciales en Córdoba son muy pocas, mal remuneradas y sobreexigidas, además de contar con escasísimo financiamiento. Establecer protocolos podría facilitarles algunas de sus múltiples tareas, al mismo tiempo que va a permitir una mayor comparabilidad entre los distintos contextos, independientemente de los profesionales involucrados, lo cual redundará en el largo plazo en una mejora en la información que se genera sobre el pasado de la ciudad. También va a brindar mayor claridad acerca del alcance de los trabajos que deben realizarse permitiendo a los profesionales establecer planes de tareas claros y una base concreta para la negociación de su relación contractual con el privado.

En ese mismo sentido, nuestra experiencia práctica nos llevó a reformular el contexto laboral y social en el que desarrollamos estas actividades, otra de las críticas habituales a la arqueología de contrato (Gnecco, 2018). Una de las primeras acciones que implementamos es la igualdad en la remuneración de todos los participantes de la intervención, sin importar su grado de responsabilidad7, el nivel salarial fue el mismo. Esto creó cierta horizontalidad entre los participantes y sirvió para disminuir la explotación a la que podrían ser sometidos algunos de ellos, en especial los estudiantes. Al mismo tiempo esta dinámica genera mayores niveles de compromiso al interior del equipo promoviendo el aprendizaje y la profesionalización.

Por otra parte, en los contextos urbanos, y en particular en el de Córdoba, es necesario prever que el material resultante de una excavación puede ser muy abundante y a largo plazo puede terminar llenando los depósitos de varias instituciones (museos locales o el depósito de la provincia). Como ha ocurrido en casos previos a la actual legislación vigente en la ciudad, a veces este material se deposita sin haber sido correctamente limpiado, conservado y analizado (Frau, 2019). Tratamos de ocuparnos de cumplimentar estas etapas lo más completamente posible antes de entregar los materiales para su resguardo siguiendo la actual normativa, llevando adelante una relación ética y respuesta hacia la materialidad. En este sentido, al igual que con los informes, también abogamos por la difusión de la información resultante de estas intervenciones en diferentes instancias tanto académicas como por fuera de ese ámbito. También apoyamos la profundización en el estudio de los materiales y la información generada en estas intervenciones, así como incentivamos la formación de estudiantes y profesionales que se involucren en su estudio (Frau, 2019; Gabriel, 2020).

Otro conjunto de aportes que consideramos hemos realizado se relaciona con el estudio de los procesos de patrimonialización, específicamente en lo que refiere a la interacción con otros agentes y actores no arqueólogos y no académicos (Baugher, et al. 2017; Gabriel, 2020; Lindskoug, et al. 2019a, 2019b; Marschoff, et al. 2018a, 2022). En primer lugar, debemos decir con honestidad que, independientemente de nuestros orígenes académicos (universidades y momentos en que estudiamos) y experiencias personales, al principio no estábamos preparados para comprender la complejidad de los procesos en los que nos estábamos involucrando al entablar relaciones laborales fuera del mundo académico (Ratto y Carniglia, 2018). En primer término, tuvimos que modificar la ingenuidad y/o el sentimiento de superioridad de los que la academia nos había investido al momento de enfrentarnos a la realidad de otras formas de trabajo, particularmente las del empresariado argentino/cordobés actual. En segundo lugar, casi sin notarlo, tuvimos que tejer alianzas y relaciones. Estas se fueron armando a partir de un complejo equilibrio de relaciones de poder en donde un actor no menor fue la propia materialidad y que implicó la (re)construcción de una identidad como arqueólogos y como equipo, propia e independiente de los entes estatales a los que inicialmente el privado nos asocia (Baugher, et al. 2017; Marschoff, et al., 2022). Finalmente, también hubo que aceptar la dificultad, pero no la imposibilidad, de crear un posicionamiento interdisciplinario o multidisciplinario y multivocal construido fuera del marco de la academia durante los procesos de patrimonialización (Gabriel, 2020) y comenzar a idear formas de incentivarlo, ya que no se encuentra establecido ni fomentado en la normativa en aplicación en la ciudad.

A partir de la etnografía arqueológica (Hamilakis, 2011; Hamilakis Anagnostopoulos, 2009), de una reflexividad continua y de una dura crítica a nuestra propia praxis hemos comenzado a trabajar estos, que son sólo algunos, de los problemas más acuciantes que identificamos durante los procesos de patrimonialización en la ciudad de Córdoba. Tomar el toro por las astas implicó lograr una identificación que no podría haber ocurrido si no hubiese mediado una relación contractual que nos interpeló directamente, así como también lo hizo con el privado. Fue justamente esa relación, sumada a una participación reflexiva en los procesos de patrimonialización, que no omitió al privado, sino que lo involucró, la que nos permitió repensar no sólo la arqueología de contrato, sino también la arqueología en sí.

Repensando la arqueología desde la práctica

La arqueología de contrato nos dio la oportunidad y visibilizó para nosotros el grado en el que estábamos involucrados en los procesos de patrimonialización (Marschoff, et al., 2022). Al mismo tiempo nos hizo tomar consciencia de la profundidad con la cual la modernidad permea la disciplina: se encuentra en su origen, la constituye y además puede (y debe) estudiarla (González-Ruibal, 2013). La experiencia que hemos intentado describir en este artículo representa una forma diferente de trabajo a lo vivido anteriormente en el contexto de la arqueología académica y a lo aprendido como deber ser. Es una forma de acción que surge de la práctica, se retroalimenta en la práctica y reflexiona a partir de la práctica. No existe sin ella.

Coincidimos con otros profesionales en que la separación entre arqueología académica y de contrato es, cuando menos, forzada y su integración posible y deseable en el contexto de una práctica ética y responsable (Thomas 2004). Esperamos haber mostrado que es en ese sentido que nuestra práctica se halla comprometida. Como señala Thomas (2004), observación, descripción e interpretación son indisolubles no sólo en la práctica de campo sino en toda experiencia humana ya que dependen de unos mismos esquemas de comprensión preexistentes. Separar estos procedimientos sólo profundiza algunos de los postulados modernos de las ciencias que justamente se intentan poner en cuestión (González-Ruibal, 2013; Thomas, 2004).

Sin embargo, las políticas de la disciplina continúan entendiendo a la arqueología académica como opuesta a la de contrato, no sin grandes discusiones y críticas (Gnecco, 2018), cuando en realidad son prácticas distintas de una misma disciplina. Por ello sostenemos que resulta necesario realizar tareas como las que llevamos a cabo, algunas de las cuales se encuentran expuestas en la sección anterior, para recordar (y recordarnos) lo relativo de esa escisión. A través de ellas pretendemos, no sólo responder a algunas de las críticas, si no también mostrar cómo metodológica y teóricamente ambas parten de un sustrato común y pueden permanecer unidas dado un contexto propicio. Generar ese contexto involucra una tarea de negociación continua entre los diferentes actores con intereses en el patrimonio de la ciudad y la provincia de Córdoba que además permita transformar el trabajo por contrato en una opción laboral viable para futuros arqueólogos. Sin embargo, se encuentra aún pendiente y resulta deseable realizar una crítica a las políticas mismas de la disciplina que sostienen esta escisión, no limitarnos a intentar refutar aquellas que apuntan únicamente a los defectos y peligros de la práctica arqueológica de contrato (y a sus lógicas y políticas particulares) como hemos hecho aquí, sino reconocer también las falencias y desigualdades de la práctica dentro del sistema académico. Es decir, siendo consecuentes con la noción de que son ni más ni menos que dos prácticas distintas dentro de un mismo esquema de comprensión, una misma disciplina.

Así, navegamos en ambas aguas, o más bien en un mismo y único mar heterogéneo, complejo, cambiante y nutrido de muchos orígenes que es la arqueología. El trabajo en la ciudad nos obligó a pensar y proyectar necesariamente teniendo en cuenta el mediano-largo plazo, a pesar de la inmediatez de las demandas, a pesar de las aceleradas dinámicas de los trabajos de impacto en sí y a pesar de los requerimientos, a nuestro gusto, limitados del marco legal. Tuvimos que propiciar y arbitrar mecanismos que habilitaran ese juego de escalas y posibilitaran el largo plazo. En nuestro caso, lo hicimos a través de la articulación de las prácticas académicas y las de contrato en un proyecto radicado en una institución académica, ya que los procesos de patrimonialización en los que nos vimos inmersos nos involucraron más con el presente y con el futuro que con el pasado.

Esos procesos transforman no solo objetos, sino que a través de distintas acciones como la preservación también modifican el paisaje donde están ubicados. La modernidad piensa al patrimonio como algo pre-existente y pasivo, y muchas veces, como ocurre en la ciudad de Córdoba, se legisla con esa noción (Gabriel, 2020). Pero es justamente lo opuesto. Tiene la potencialidad de transformación del mundo material, creando algo nuevo desde fragmentos (Harrison, 2021; Shanks, 2012), volviendo borroso el límite entre lo antiguo y lo nuevo.

Tenemos que indagar más profundamente en estos procesos para poner en práctica la noción de que el patrimonio es una experiencia del mundo material vivida en el presente. Pero sobre todo nuestras prácticas deben ser profundamente conscientes de ser capaces de aportar a esa idea de patrimonio. Esto podemos lograrlo a través de, por ejemplo, propiciar la flexibilización de la aplicación del marco legal para favorecer objetivos de trabajo a mediano plazo en la etapa de proyecto. Esta escala deberá además incluir espacios de participación de otros actores sociales no contemplados específicamente en la legislación sobre las intervenciones arqueológicas en la ciudad, pluralizando así el patrimonio mismo. Este tipo de objetivos, dado el actual marco legal, puede implementarse de manera más obvia en la etapa de mitigación, pero también podría serlo en otras instancias como la del proyecto de intervención arqueológica. En esa etapa la búsqueda de diversificar los pasados enfatizando los que excedan a los determinados o favorecidos por la legislación, puede también colaborar a abrir el juego a la participación de otros actores, a través de, por ejemplo, la realización de etnografías arqueológicas. El trabajo en ese sentido está recién comenzando e implica una fuerte negociación con las empresas y los entes reguladores, ya que ninguna de las acciones y actividades mencionadas está incluida de manera explícita en la letra legal aplicada en la ciudad de Córdoba, así como no está favorecida la construcción colectiva del patrimonio. Es por ello que esto debería lograrse en la práctica misma de la aplicación de la legislación. Nuestro desafío futuro como profesionales es hacernos cargo de proponer, negociar favorablemente y llevar a cabo esas acciones.

La transformación de distintas materialidades en patrimonio tiene importantes implicancias para la arqueología, especialmente en estos contextos donde sus practicantes están íntimamente involucrados en las prácticas y procesos de patrimonialización. Por ejemplo, en la decisión de qué objetos se preservan y cómo o cuáles se conservan in situ (Marschoff, et al., 2022). También implica que cada día se multiplique la cantidad de lugares y objetos patrimonializados que necesitan intervención y preservación para el futuro y siendo limitados los recursos para esas tareas. Es así como sostenemos que las prácticas relacionadas con el patrimonio, como la preservación y conservación, están íntimamente vinculadas con la creación de nuestro futuro (Harrison, 2021; Holtorf y Högberg, 2021) y no tanto con nuestro pasado. Un futuro con muchas incertidumbres en el contexto de la ciudad, una variable más a tener en cuenta en los proyectos arqueológicos urbanos.

La práctica de contrato también ha hecho evidente para nosotros la necesidad de una renovación disciplinar. Esta necesidad es compartida por muchos arqueólogos de diferentes lugares del mundo y trabajando en distintos contextos y modalidades (ver, compilados de aportes en González-Ruibal, 2013). Las implicancias que un desdibujamiento del énfasis en el tiempo como cronología del ideario moderno, un renovado compromiso con nuestro accionar en el presente y un respeto a la materialidad como agente activo omnipresente atravesaron no sólo nuestra teoría, sino, como esperamos haber mostrado, también nuestras prácticas cotidianas como profesionales. Desde el colaborar a ampliar el campo laboral de los arqueólogos hasta inventariar materialidades actuales que no reflejan las historias hegemónicas (objetos dejados por okupas, por ejemplo), desde generar técnicas de registro que faciliten el trabajo de los agentes de patrimonialización hasta ocuparnos de los futuros posibles de las materialidades patrimonializadas y por patrimonializar.

Varias tareas han quedado pendientes o merecen ser ampliadas y profundizadas. Otras aún restan ser descubiertas. En este trabajo pretendimos mostrar un punto de partida y el derrotero que nos llevó allí, para construir una arqueología comprometida con el presente y proyectada hacia el futuro. En lo inmediato nuestros intereses comenzarán a centrarse justamente en esa dirección intentando comenzar a estudiar el devenir de las materialidades (y sus múltiples temporalidades) en la modernidad patrimonializada. Serán las propias materialidades y personas que nos vayamos encontrando las que guiarán ese proceso colectivo.

Córdoba capital 23 de Septiembre 2021

Notas

1. Una excepción lo constituye el reservorio digital Suquía donde los profesionales del Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET-UNC) y Museo de Antropología (FFyH-UNC) han puesto a disposición los informes de aquellos trabajos de arqueología de contrato en los que participaron https://suquia.ffyh.unc.edu.ar/. Nuestros informes están puestos a disposición en espacios virtuales de comunicación profesional como Academia.edu y ResearchGate.net.

2. El proyecto tal como lo ideamos no se circunscribe únicamente a ese ámbito. De hecho, hemos tenido experiencias previas a lo largo de nuestra carrera de trabajos arqueológicos en la modalidad de contrato en Suecia, Chile y en las provincias argentinas de Córdoba, Tucumán y Misiones.

3. Aquellas legislaciones vigentes en relación con el trabajo arqueológico, además de las leyes nacionales, y que regula el patrimonio provincial son la Ley Provincial Nº5543 (1973); Ley Provincial Nº8674 (1998), Ley Nº10.326 (2010) y Decreto Nº484/83 (1983). Además, las siguientes ordenanzas municipales: Ordenanza Nº10626 (2003), Ordenanza Nº11190 (2006), Ordenanza Nº11202 (2007), con su última modificación Nº12700 (2017) y Ordenanza Nº11935 (2011).

4. Término contemporáneo a ese momento de discusión.

5. https://www.mola.org.uk/

6. Las modificaciones principales se realizaron a la forma de describir las materialidades construidas (rasgos arquitectónicos) y el tipo de hallazgos adaptándolas a los habitualmente presentes en los contextos arqueológicos de Córdoba, se eliminaron las instancias de control, se simplificaron los registros gráficos y los detalles en la descripción de las muestras ambientales (sedimentos y otras).

7. Los informes son elaborados y firmados por todos los participantes (es decir que todos son autores), si bien en las solicitudes formales se establecen grados de responsabilidad.

Agradecimientos

En primer lugar, queremos agradecer a Virginia Gabriel, Oscar Vives, Lucas D’Agostino, Soledad Galimberti, Mailen Aguirre y Juan Montegu por la participación en los distintos trabajos de campo en los que nos vimos involucrados. Algunos de ellos también nos acompañan o acompañaron junto con Malen Drab y Ania Frau en la construcción de nuestro proyecto como equipo de trabajo y espacio de formación. Asimismo, a Roque Perea, Leo Ponce, Ulises Martínez, Walter Barchuco, Cristian Morón y Jorge Flores con quienes compartimos el trabajo en nuestra primera intervención y en algunas subsiguientes. También estamos agradecidos a Alfonso Uribe y Mariela Chinellato representantes de las áreas de Patrimonio de la Provincia y Municipalidad de Córdoba por su apoyo y discusiones. Al Fideicomiso Fundación San Roque III y a la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba por el financiamiento de distintos tramos de este trabajo. Al Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon” de la Facultad de Filosofía y Humanidades por el espacio brindado para la radicación del proyecto “Arqueología histórica y patrimonio: procesos de patrimonialización en la provincia de Córdoba, Argentina” y al CONICET por permitirnos enmarcar algunas de nuestras intervenciones en un Servicio Tecnológico de Alto Nivel (ST2895). También queremos agradecer a diferentes personas involucradas en la construcción del patrimonio de la ciudad de Córdoba: Cristina Boixadós, Mariana Eguía, Liliana Torres y Ana Sofía Maizón, además de los participantes del Seminario “Arqueologías en Acción: Prácticas y Posibilidades en las Ciudades”, dictado en 2018 en la Facultad de Filosofía y Humanidades-UNC, del Consejo Asesor y muchos colegas con quienes tuvimos valiosos intercambios en distintos espacios. Finalmente, no queremos dejar de agradecer a los revisores que tuvo este artículo en diferentes instancias: Norma Ratto, Claudina V. González y un evaluador anónimo. Sus comentarios enriquecieron considerablemente la discusión y nos ayudaron a dar mayor claridad a la versión final.

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