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Revista del Museo de Antropología

versão impressa ISSN 1852-060Xversão On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.15 no.1 Córdoba jan. 2022

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n1.37234 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n1.37234

RESEÑA

Reseña del libro “Findas linhas: circulações e confinamentos pelos subterrâneos de São Paulo” Fabio Mallart. Lisboa: Etnográfica Press, 2021

Review of Ending Lines: circulations and confinements through the undergrounds of São Paulo de Fabio Mallart. Lisboa: Etnográfica Press, 2021

por Nahuel Blázquez*

*Instituto de Antropología de Córdoba, IDACOR, CONICET, Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. E-mail: nahuelblazquez@gmail.com

Recibido 30-03-2022

Recibido con correcciones 04-04-2022

Aceptado 11-04-2022

Trozos y fragmentos de personas que sobrevivieron o naufragaron en el archipiélago del sistema carcelario paulista abren la obra. Findas linhas es una etnografía en la que el olor impregna sus partes. Pero además del olor, lo que perturba son sus imágenes. Personas en estado de descomposición, miradas desorbitadas y rostros babeando forman un cuadro donde la gestión química de psicofármacos circunscribe los cursos de líneas de vidas dentro de las instituciones aquí presentadas, pero también en el fondo de éstas, en espacios subterráneos o en espacios improvisados de castigo que no figuran en ningún organigrama institucional.

Institutos de menores, unidades de internación, barrios periféricos, hospitales psiquiátricos y prisiones de São Paulo son las islas - abiertas, resonantes y porosas - que conforman el territorio recorrido y reconstruido por Mallart en el que se gestiona la política de vida y muerte de enormes segmentos de población. La tesis doctoral transformada en un libro de cinco capítulos, cuenta con un prólogo de Manuela Ivone de Cunha y un epílogo a cargo de Adriana Vianna, donde se afirma algo fundamental: “las elecciones narrativas no son banales ni pueden serlo. Se trata de una escritura de combate, posicionada y comprometida contra el horror corporificado en el universo de prisiones y manicomios con sus brazos largos y su capacidad de moler gente”1(p. 375).

Pelo cheiro, es el nombre del capítulo 1. Aquí se trazan los caminos iniciales junto a los registros de campo que datan del año 2004, en la fundação CASA, un espacio para jóvenes en conflicto con la ley penal. Luego, el camino del autor se abre a otras islas, a otros espacios de internación y confinamiento para adultos, solo que esta vez regidos por dinámicas impuestas por el Primeiro Comando da Capital (organización criminal nacida en prisiones paulistas). Con este giro, cambia el prisma desde donde mirar el universo institucional investigado y son las prisiones y los hospitales de tratamiento psiquiátrico los que ganan destaque. A lo largo del libro, el olor además de incomodar y dejar rastros, funciona como un hilo conductor en el que empíricamente permite comprender las resonancias materiales y simbólicas de los diferentes espacios trazados por Mallart. Allí el autor acompaña diferentes cursos de líneas de vidas, principalmente las de tres personas: “Sueli se mueve de una cárcel a un hospital de tratamiento psiquiátrico; Jorge pasa de este último a un Centro de Atención Psicosocial; Joana proviene de unidades de internación para adolescentes, fluye en direcciones a las prisiones y desemboca en los Hospitales psiquiátricos” (p. 90). Esto deja en claro que aún en condición de encierro, las personas presas no parar de circular.

Con un trabajo de campo de más de una década, el itinerario de Mallart entrando y saliendo de estas islas se da por medio de distintas formas y credenciales: por un lado, ONGs, impartiendo cursos de fotografía y producción de textos entre jóvenes institucionalizados; por el otro la Pastoral Carceraria (institución ligada a la iglesia católica de suma relevancia en Brasil), dictando actividades educativas como cine-debates. Así, la mirada de profesor, investigador, a veces abogado y hasta confundido con cura se yuxtaponen en muchas ocasiones sin anularse, posibilitando/limitando diferentes situaciones en cada intervención.

El capítulo 2 recibe el título de Vidas em Trânsito y comienza así: “Joana carga en sus antebrazos el registro de los tránsitos por el archipiélago. Cicatrices profundas y superficiales, espesas y finas, antiguas y nuevas” (p.107). En esta parte, el autor recupera historias de vidas de los protagonistas sin dejar de preguntarse por las formas de narrarlas, toda vez que éstas aparecen truncadas por vacíos y olvidos, palabras indescifrables o personas que por el consumo de psicofármacos “quedan marchando”. Pero además del testimonio de las personas detenidas y de su propia piel, Mallart echa mano a los documentos producidos por la maquinaria médica-jurídica; decretos de libertad y órdenes de captura, pericias psiquiátricas, interrogatorios, declaraciones médicas, pedido de insania mental, examen de peligrosidad y tantos otros donde “se convierte el cuerpo e historia en letras y números” (p. 137). El objetivo es mostrar un doble movimiento: los tránsitos internos dentro de cada prisión (espacios de castigo), pero también la circulación por fuera de ésta (de una prisión a un hospital psiquiátrico para volver, luego de una “tratamiento temporario”, nuevamente a la prisión). Líneas de vidas esbozadas como la de Joana, aparecen con Jorge o con Sueli que se sostiene a base de Hadol inyectable. En ella el diagnóstico que la sujeta al manicomio no solo que no mejora, sino que en cada prórroga de permanencia se intensifica la medicación. Lo que muestra Mallart es que una vez que se ingresa al archipiélago, se torna impensable evitar la justicia criminal y sus múltiples conexiones con los dispositivos de salud y asistencia.

O Arquipelago es el capítulo 3. Aquí el esfuerzo se concentra en reconstruir las discusiones alrededor de las instituciones de encierro, específicamente en lo que refiere a las relaciones entre dentro y fuera de los muros. Mallart recupera y tensiona categorías como “institución total” y “destotalitarización de la institución” para afirmar que existen resonancias materiales y simbólicas (líneas de vida entrelazándose, tecnologías, olores, prácticas punitivas y enunciados) entre las instituciones de encierro y determinados segmentos/espacios de la sociedad. Sin embargo, para Mallart no basta con decir que las prisiones son porosas y que alcanzan en sus efectos a las periferias y barrios populares, sino que “es preciso extender el argumento, conectando las prisiones a las zonas periféricas, pero también a un conjunto de otros espacios urbanos y aparatos estatales, destinados tanto a punir y reprimir como también a asistir y cuidar” (p. 212). Y es aquí donde la metáfora de “archipiélago” (usada por Aleksandr Soljenítsin basándose en los Gulag, los campos de trabajo forzados de la URSS y luego por Michel Foucault) se torna “buena para pensar” la infinidad de islas que lo conforman, ya que éstas “no designan porciones de tierra cerradas en sí mismas, y sí una continuidad entre espacios que remiten unos a otros; entre ellos resuenan (…) emergen en su conexiones y resonancias, esbozando un continuo entre punición, represión y control; salud, asistencia y cuidado” (p. 10).

El final de este capitulo nos presenta una pregunta crucial: ¿cuáles son los motivos o qué fuerzas operan para que el archipiélago gane cada vez más volumen? Mallart pone en tensión la relación entre políticas penales y sociales, cuestionando el paradigma “expansión-reducción” que postula que a medida que se reduce la red de seguridad social, la malla punitiva vendría a substituirla. Para el autor, este modelo no se ajusta a Brasil (y por extensión a Latinoamérica), ya que resulta difícil pensar el concepto europeo de “Estado benefactor” en nuestra región. Y más importante aún, el incremento del sistema penitenciario se da en el marco de la expansión y capilarización de los aparatos de salud y asistencia social sostenidos bajo lógicas universalistas. Así, el paradigma “expansión-reducción”, contextualmente, debería reformularse según el autor en “expansión-expansión” toda vez que la relación entre políticas punitivas y sociales se mezclan y erosionan a partir de lógicas que las atraviesan. Las intervenciones policiales en Cracolândia, zona urbana paulista con población usuaria de crack, nos los advierten: miles de personas van a prisión u hospitales, mientras otras miles circulan entre centros de salud y asistencia a la dependencia química. Represión y asistencia; castigo y cuidado.

Prisão – Manicômio es el capítulo 4. ¿Dónde se encuentran estos engranajes y cómo construyen sentido? Dos partes lo conforman: “psiquiatrización de la prisión” y “carcerización del manicomio”. Veamos la primera. “Nunca tomé nada antes, comencé porque no consigo dormir, fue la detención la que me hizo adicta a esta mierda de diazepam” (p. 253), son las condiciones degradantes, tal como afirma una “paciente-detenida”, las que motivan y accionan la ingesta de pastillas e inyectables. A su vez el mercado de psicofármacos debe ser entendido dentro de un doble proceso: la expansión del sistema carcelario y una reducción/cierre de hospitales psiquiátricos. Aquí, el argumento principal es que la maquinaria carcelaria no funciona sin los psicofármacos; mediante estos se castiga y también se gestiona la población encerrada. Parte de la gestión química se delega en líderes de pabellones, pero otra se implementa vía sistema médico formal, toda vez que “se constata ausencia de medicamentos para distintas enfermedades, pero no se observa, en la misma proporción, ausencia de psicofármacos” (p.255). Y una cuestión de peso: si los efectos del encierro se administran vía inyecciones y pastillas ¿cómo debemos entender la “muerte natural” con la que son catalogadas la mayoría de internos que naufragan en el archipiélago?

La segunda parte, “carcerización del manicomio”, aborda a los “pacientes” que yacen en hospitales psiquiátricos, sea porque fueron declarados inimputables durante el proceso y están con medida de seguridad, sea que están en “tránsito” por un tratamiento ambulatorio, o porque ya condenados no pudieron habitar más las cárceles debido a su trastorno mental. Aún así, hay diferencias con la prisión: primero porque hay mayor consumo de antipsicóticos; segundo porque el tiempo de permanencia en manicomios es incierto; y en tercero, los internos agencian las sustancias de forma distinta, más para resistir que para “pasar la pena durmiendo”. Mallart apunta algunos contornos del saber psiquiátrico contemporáneo: “la escucha profunda y demorada de la experiencia subjetiva pierde espacio para la psicofarmacología (…) Ya no se trata de curar, sino de reducir la intensidad de los síntomas y la duración de un episodio depresivo” (p. 298, 299). Una cuestión más: el cambio de paisaje de estos lugares. En los últimos años la instalación de cercas, alambres perimetrales y requisas son modificados debido a un nuevo perfil: usuarios de drogas, con amplia trayectoria en prisiones y una cultura marcada por la presencia de miembros de organizaciones criminales.

Y como último capítulo, Subterráneos. Siguiendo algunos momentos de encierro como el de Joana en prisión o Jorge en manicomios, emergen los buracos, mancos, castigos y/o otros nombres posibles como espacios específicos donde las instituciones de encierro operan con dinámicas propias y singulares al momento de producir y administrar dolor. “Lo que estos locales clarifican es que la prisión no debe ser comprendida como un bloque homogéneo, si no como un espacio recortado, fragmentado y multidimensional, el cual consume, aplasta y tritura diferencialmente” (p. 322). Lo que Mallart deja en claro es que dentro de estos espacios destinados a sujetos que no conviven con el grueso de la masa carcelaria, existe una política de desintegración: se regula la luz, el uso de la ropa, frio o calor, el paso de agua, torturas y hasta la ingesta de psicofármacos. Asistimos lugares híbridos, zonas-límites: “lo que se levanta frente a nuestros ojos es una zona de sombra entre la vida y la muerte” (p. 367).

Como todo texto que al publicarse toma vida, podemos tomar una imagen de conjunto, por qué no del archipiélago. Aunque también sería posible seleccionar un pedazo, una astilla que nos alcanza, una idea punzante o quizás, un solo testimonio, como el de Sueli Aparecida Alves que con su rostro babeando sumergió y encontró el fin de línea dentro del hospital psiquiátrico Franco de Rocha mientras cumplía una medida de seguridad. Fabio Mallart desea que su libro sirva de munición, que sea movilizado junto a otros sujetos, piezas y dispositivos para enfrentar un universo institucional cargado de horror. El autor de esta reseña desea que estas páginas hagan eco y encuentren un lector que participe del repudio hacia cada persona que se desintegra en prisiones y manicomios.

Córdoba, 30 de marzo de 2022

Notas

1. Todas las traducciones hechas del portugués son de mi propia autoría. A su vez, en letra itálica aparecen términos y conceptos en su lengua original.

Bibliografía

1. Mallart. F (2021). Findas linhas: circulações e confinamentos pelos subterrâneos de São Paulo. Lisboa: Etnográfica Press. Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/etnograficapress/7497>. ISBN: 9791036589966. DOI: https://doi.org/10.4000/books.etnograficapress.7497.         [ Links ]

 

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