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Multequina

versión On-line ISSN 1852-7329

Multequina vol.24 no.1 Mendoza jun. 2015

 

NOTA

Asteráceas de importancia económica y ambiental. Segunda parte: Otras plantas útiles y nocivas

Asteraceae of economic and environmental importance. Second part: Other useful and noxious plants

Luis A. Del Vitto y Elisa M. Petenatti

Herbario y Jardín Botánico UNSL/Proy. 22/Q-416 y Cátedras de Farmacobotánica y Famacognosia, Fac. de Quím., Bioquím. y Farmacia, Univ. Nac. San Luis, Ej. de los Andes 950, D5700HHW San Luis, Argentina. luisdelvitto31@gmail.com; elipete@unsl.edu.ar.


RESUMEN

El presente trabajo completa la síntesis de las especies de asteráceas útiles y nocivas, que iniciáramos en la primera contribución en al año 2009, en la que fueron discutidos los caracteres generales de la familia, hábitat, dispersión y composición química, los géneros y especies de importancia industrial, ecológica y ambiental, y consideraciones sobre su estado de conservación. En esta segunda parte se abordan las especies que revisten importancia como hortalizas y especias (sobre todo Lactuca, Carthamus, Cichorium, Cynara, Helichrysum), plantas apícolas (melíferas, poliníferas y productoras de propóleos; Aster, Baccharis, Solidago, etc.), de interés en la salud humana y animal (medicinales, tóxicas y alergénicas; Achillea, Achyrocline, Arnica, Baccharis, Bidens, Chamaemelum, Echinacea, Gnaphalium, Inula, Matricaria, Pulicaria, Schkuhria, Tanacetum, etc.), las ornamentales y flrales (Senecio, Gerbera, Gaillardia, Helichrysum, Mutisia, Rudbeckia, Tagetes, Zinnia, etc.), las forestales (maderables y para leña; Eremanthus, Montanoa, Tessaria, etc.) y forrajeras (como Helianthus tuberosus), protectoras y remediadoras de suelos, etc. y las que se han convertido en importantes malezas agrícolas (especialmente Carduus, Centaurea, Silybum, Conyza). Finalmente, se ofrece un comentario sobre el avance en el conocimiento taxonómico de esta familia desde 2009.

Palabras clave: Asteraceae; Botánica económica; Etnobotánica; Plantas útiles; Plantas nocivas

SUMMARY

This work completes the synthesis of useful and harmful Asteraceae species, which began with our fist contribution in 2009, in which the general characteristics of the family, habitat, dispersion and chemical composition were discussed, in addition to the genera and species of industrial, ecological and environmental significance, as well as some considerations about their conservational status. In this second part it addresses important species such as vegetables and spices (especially Lactuca, Carthamus, Cichorium, Cynara, Helichrysum), bee plants for honey, pollen and propolis (Aster, Baccharis, Solidago, etc.), plants of interest in human and animal health (medicinal, toxic and allergenic, Achillea, Achyrocline, Arnica, Baccharis, Bidens, Chamaemelum, Echinacea, Gnaphalium, Inula, Matricaria, Pulicaria, Schkuhria, Tanacetum, etc.), ornamental and flral (Senecio, Gerbera, Gaillardia, Helichrysum, Mutisia, Rudbeckia, Tagetes, Zinnia, etc.), timber and fuelwood (Eremanthus, Montanoa, Tessaria, etc.), and forage (Helianthus tuberosus), and those that have become important agricultural weeds (Carduus, Centaurea, Silybum, Conyza, etc.). Finally, there are comments on the advances of the Asteraceae's taxonomic knowledge since 2009.

Key words: Asteraceae; Economic botany; Ethnobotany; Noxious plants; Useful plants


1. PLANTAS DE VALOR INDUSTRIAL

Publicado en Multequina 18: 87-115 (2009).

2. APÍCOLAS

El capítulo de las asteráceas es una unidad ecológica que atrae polinizadores sobre todo por el efecto visual, incrementado por flores reunidas en densas y conspicuas agrupaciones. Así, el néctar y el polen ofrecido a prónubos y oportunistas están reunidos en un breve espacio, facilitando su tarea y optimizando el consumo energético (Lane, 1996). El 80% de la producción agrícola depende de la polinización por abejas domésticas (Ortega-Sada, 1987), insectos asociados a una mayor y mejor producción de semillas en asteráceas cultivadas y silvestres al favorecer la fecundación cruzada, asegurada por la constancia floral en cada viaje de pecorea (Free, 1963), aunque ese comportamiento se presenta también en otros grupos de insectos visitantes. De los numerosos cultivos que requieren del concurso de abejas u otros polinizadores para producir semillas, destacan las siguientes: “cártamo” (Carthamus tinctorius L.), “Niger seed” (Guizotia abyssinica (L. f.) Cass.), “girasol” (Helianthus annus L.*) (el asterisco indica los taxones de importancia apícola en Argentina), “piretro” (Tanacetum cinerariifolium (Trevir.) Sch.-Bip.), “guayule” (Parthenium argentatum A. Gray), “achicoria” (Cichorium intybus L.*), “alcachofa” (Cynara cardunculus L. var. scolymus (L.) Fiori*; Gatto, 2013), “lechuga” (Lactuca sativa L.*), “escarola” y “endivia” (Cichorium endivia L.) y numerosísimas especies ornamentales, mayormente florales (Free, 1993). No existe información fehaciente de la necesidad de polinización de “topinambur” (Helianthus tuberosus L.*), “salsifí” (Tragopogon porrifolius L.*), “escorzonera” (Scorzonera hispanica L.), “endivia” (Cichorium endivia L. “blanqueada”) y “cardo” comestible (Cynara cardunculus L. var. altilis DC.), aunque igual que en otros cultivos, la producción de semillas aumenta notoriamente cuando participan abejas en su polinización, incrementando la heterogamia (Free, 1993). Por su parte, la polinización de algunos cultivos por las abejas, como en los árboles frutales, puede menguar a causa de la preferencia de esos insectos por la oferta de polen y néctar de algunas malezas, sobre todo Taraxacum offinale F.H. Wigg.*

La apicultura de casi todo el mundo debe gran parte de la producción de néctar y polen de ecosistemas naturales y agroecosistemas a la diversidad y al predominio de asteráceas en la vegetación natural y en la agricultura; en algunos lugares son su principal fuente y dan grandes mieladas junto a especies de fabáceas, mirtáceas, etc. Otras, de floración prolongada, brindan néctar y polen a lo largo de la estación favorable hasta ya entrado el otoño, manteniendo la alimentación de la colmena en períodos de baja floración (Pellett, 1976).

La miel que procede del néctar de algunas asteráceas tiene una peculiar composición glucídica, color y sabor; v. gr. la miel en zonas palustres y salinas del oeste argentino (mayormente debida al néctar de Tessaria absinthioides (Hook. & Arn.) DC.* y Baccharis spp.*) es oscura; sus caracteres organolépticos y fisicoquímicos aseguran su genuinidad y el mercado tiende a darle mayor valor económico. En la Argentina la floración tardía del “girasol” (Helianthus annuus L.*) permite a las abejas acumular reservas de miel y polen, evitando la alimentación artificial y originando grandes excedentes cosechables de fin de temporada (Del Vitto, 1978; Del Vitto et al., 1993).

Otros géneros de importancia para la apicultura son Achillea, Acroptilon, Adenostemma, Ageratum, Amblyolepis, Ambrosia, Amphiachyris, Anaphalis, Andryala, Anthemis*, Arctium, Arnica, Artemisia*, Aster*, Atractylis, Bellis, Berthelotia, Bidens*, Calendula, Callistephus, Carduus*, Carlina, Centaurea*, Centromadia, Chrysopsis, Chrysothamnus, Cicerbita, Cirsium*, Clibadium, Conyza*, Coreopsis, Cosmos, Crepis, Crocidium, Dahlia, Doronicum, Echinops, Emilia, Erechtites, Erigeron*, Eupatorium*, Gaillardia*, Galactites, Galinsoga*, Grindelia*, Gutierrezia, Haplopappus, Helenium*, Hemizonia, Heterotheca, Hieracium*, Hymenopappus, Hypochaeris*, Inula, Lapsana, Leucanthemum*, Mikania*, Nabalus, Olearia, Onopordum*, Perezia, Petasites, Picris*, Pluchea*, Pulicaria, Rudbeckia, Santolina, Senecio*, Silphium, Silybum*, Solidago*, Sonchus*, Tagetes*, Taraxacum*, Tithonia, Trilisa, Tussilago, Verbesina*, Vernonia*, Wyethia, Xanthium*, etc. (Del Vitto, 1978; Del Vitto et al., 1993; Ortega-Sada, 1987; Pellett, 1976; Ríos Katto, 2002).

Algunas asteráceas de follaje y tallos glutinosos aportan oleogomorresinas a las abejas, con las que estas elaboran el propóleos, producto empleado desde antiguo en medicina tradicional y de importancia como antiséptico para las mismas abejas y también aplicado en terapéutica humana y animal (antiséptico de la cavidad oral y antimicótico cutáneo, que además beneficia al sistema inmunitario; Del Vitto et al., 1992; Sforcin, 2007; Téves et al., 2009). Los llamados “propóleos rojos” de Brasil proceden de especies de Baccharis (Bankova, 2005), y algunas de ellas también son fuente de propóleos argentinos (Lozina et al., 2009), de los cuales se ha estudiado su composición mineral y procedencia geográfica (Cantarelli et al., 2010).

3. HORTALIZAS

Numerosas asteráceas son promisorias como hortalizas, pero contienen principios amargos (que inducen baja palatabilidad) o tóxicos (Angier & Foster, 2008; Duke, 2001). Las que resultan comestibles presentan bajos niveles de toxinas, o han sufrido intensa selección artifciial, como los diversos cultivares de “lechuga” (Lactuca sativa; Ryder, 1986), nativa del sur de Europa que es hoy el tercer cultivo hortícola en Argentina. Otras hortalizas de hoja son la “escarola” (variedad de Cichorium endivia caracterizada por sus hojas crespas) y la “endivia” (variedad de C. endivia “blanqueada” por atadura de las hojas en la parte superior); la “achicoria”, también denominada “radicheta” o “achicoria de cortar” (C. intybus) que incluye una forma de gruesas raíces comestibles; la “achicoria de raíz”, que tostada sustituye al café; la “alcachofa” (Cynara cardunculus var. scolymus) y el “cardo” comestible (Cynara cardunculus var. altilis); la “col de los pantanos” (Cirsium oleraceum (L.) Scop.); el “diente de león” (Taraxacum offinale), etc. Del “salsifí” (Tragopogon porrifolius) y la “escorzonera” o “salsifí negro” (Scorzonera hispanica) se consume la raíz cocida, al igual que en la Península Ibérica se emplea la del “cardillo” (Scolymus hispanicus L.), mientras que del “topinambur” (Helianthus tuberosus) se utilizan las tuberosidades radicales, en tanto que la raíz del ya mencionado “diente de león” es también de uso medicinal (Duke, 2001; Maximin & Jolly, 2007). La “alcachofa”, nativa del Mediterráneo, es perenne, y de ella se consumen al vapor o hervidas las inflorescencias inmaturas, y además tiene importantes usos industriales y medicinales. El “topinambur”, nativo de Norteamérica, es vivaz y sus gruesas tuberosidades claviformes son ricas en inulina y otros principios nutricios, consumiéndose cocidas; además se emplean como forraje y de ellas se obtiene industrialmente alcohol.

Etnias locales emplean el follaje de otras asteráceas, como especies de Achillea, Acmella, Adenocaulon, Arctium, Artemisia, Aster, Atractylis, Echinops, Eclipta, Elephantopus, Galinsoga, Guizotia, Heteropappus, Kalimeris, Limbarda, Pacourina, Silybum y Senecio. El “yacón” o “aricoma” de los Andes centro y sudamericanos (Smallanthus sonchifolius (Poepp.) H. Rob.) es una hierba cuyas hojas se usan en medicina popular en tanto que la harina de los rizomas se recomienda en dietas hipocalóricas y para diabéticos por sus fructooligosacáridos (Sánchez & Genta, 2007).

4. ESPECIAS Y SUCEDÁNEOS DE OTROS PRODUCTOS

Unas pocas asteráceas son condimenticias y saborizantes, entre ellas especies de Artemisia, Cichorium, Cynara, Helianthus, Helichrysum y Taraxacum (Seidemann, 2005). Las de mayor uso son “estragón” (Artemisia dracunculus L.) y “mugwort” (A. vulgaris L.), condimentos y saborizantes de vinagres, aceites y grasas, mientras que Helichrysum italicum (Roth) G. Don, llamada “curry”, es usada por semejanza a la homónima asociación condimenticia de hierbas orientales. Las raíces tostadas de “achicoria” sustituyen al café; los tubérculos de “topinambur” reemplazan a las papas (la inulina que contiene es más digestible que el almidón), y luego de tostados también sustituyen al café, y son fuente industrial de fructosa. Los flósculos de “cártamo” o “alazar” (Carthamus tinctorius) son adulterantes de menor costo del “azafrán” (Crocus sativus L.), con menor poder colorante y condimenticio.

5. MEDICINALES, AROMÁTICAS Y PERFUMÍFERAS

La toxicidad de algunos metabolitos secundarios, sintetizados y almacenados por diversas asteráceas, ha permitido su ensayo y empleo en la medicina oficial convirtiéndose en medicamentos útiles en determinadas afecciones (Del Vitto et al., 2008), al igual que muchas especies de la medicina popular, cuya utilidad terapéutica ha sido consagrada por el uso y a menudo validada científicamente (Duke et al., 2002; Lewis & Lewis, 2003; Schulz et al., 1997).

Estudios etnobotánicos y etnofarmacológicos de plantas de todo el mundo han revelado el uso terapéutico y las propiedades de gran cantidad de asteráceas (Arenas, 1998; Chifa, 2005; Del Vitto et al., 1997b, 1998b, 2007a,b; Hoffann et al., 2003; Martínez Crovetto, 1981; Mors et al., 2000; Núñez & Cantero, 2000; Roig, 2001; Roth & Lindorf, 2002; Ruiz Leal, 1972; Steibel, 1997; Toursarkissian, 1980; Zardini, 1984a,b). Son riquísimas en sustancias bioactivas y participan tanto en la medicina popular, donde constituyen una tradición acendrada (Petenatti et al., 2003) como en la formulación de medicamentos herbarios e industriales (Petenatti et al., 2009). Gran parte de ellas se obtienen de poblaciones naturales, y en menor proporción provienen de cultivos como plantas medicinales o aromáticas e incluso perfumíferas (Del Vitto et al., 1997a, 2002; Teuscher & Anton, 2005). Las sustancias bioactivas generalmente se encuentran en estructuras especializadas en las que son sintetizadas, excretadas o almacenadas (Svoboda & Svoboda, 2000).

Tanto las “equináceas” (Echinacea spp.) como el “cardo mariano” (Silybum marianum (L.) Gärtn.) originan medicamentos industriales de importancia creciente, mientras que las “carquejas” (Baccharis spp.), “manzanilla alemana” (Matricaria chamomilla L.) y “manzanilla romana” (Chamaemelum nobile (L.) All. var. grandiflra Hort.), algunas especies de Ayapana (sobre todo A. triplinervis (Vahl) R.M. King & H. Rob.), “alcachofa” (Cynara cardunculus var. scolymus) y otras, conforman las tisanas más populares y los preparados de drogas vegetales industrializados (Del Vitto et al., 2007a,b). De indudable interés medicinal o conocidas plantas aromáticas, algunas incluso perfumíferas, son las siguientes: “tanaceto” o “hierba lombriguera” (Tanacetum vulgare L.), “árnica” (Arnica montana L.), “marcelas” (Achyrocline spp., Pseudognaphalium spp.), “ajenjo” (Artemisia absinthium L.), “estragón” (Artemisia dracunculus) y otras congéneres, “lucera” (Pluchea sagittalis (Lam.) Cabrera), “milenrama” (Achillea millefolium L.), “milenrama almizclera” (A. moschata Wulfen), “tármica” (A. ptarmica L.), “pie de gato” (Antennaria dioica (L.) Gärtn.), “cardo bendito” (Centaurea benedicta L.), “butterbur” (Petasites hybridus (L.) Gärtn.), “fárfara” (Tussilago farfara L.), “elecampana” (Inula helenium L.), “helicriso” (Helichrysum italicum (Roth) G. Don f.), “carlina” (Carlina acaulis L.), “diente de león” (Taraxacum offinale), “caléndula” (Calendula offinalis L.), “guacos” (Mikania spp.), etc. De las oleíferas, algunas han tenido o tienen aplicaciones medicinales, como Carthamus tinctorius (aceite en asociación en medicamentos hipocolesterolemiantes); las inflorescencias o frutos de algunas asteráceas son maceradas en aceites fijos, como el de “caléndula”, los de “girasol” y de “cártamo”, el de “diente de león”, etc., aplicados en masajes o como vehículo de otros aceites volátiles y usados en aromaterapia (Worwood, 1991).

Otros géneros con especies medicinales y aromáticas son: Acanthospermum, Acmella, Ageratum, Ambrosia, Anacyclus, Anaphalis, Anthemis, Arctium, Argyranthemum, Aster, Atractylis, Atractylodes, Bellis, Bidens, Blumea, Calea, Carduncellus, Carduus, Centipeda, Centromadia, Chaptalia, Chersodoma, Chondrilla, Chuquiraga, Chrysactinia, Chrysanthellum, Chrysanthemum s. str., Chrysothamnus, Cichorium, Cirsium, Cnicus, Conyza, Coreopsis, Cosmos, Crepis, Cyclolepis, Dendranthema, Otanthus, Do ronicum, Dyssodia, Echinacea, Echinops, Eclipta, Elephantopus, Erechtites, Erigeron, Eupatorium, Flaveria, Flotovia, Flourensia, Gaillardia, Galinsoga, Gamochaeta, Gochnatia, Grindelia, Gutierrezia, Haplopappus, Helenium, Helianthus, Heterosperma, Heterothalamus, Heterotheca, Hieracium, Hymenopappus, Hymenoxys, Hypochaeris, Hysterionica, Jasonia, Jungia, Lactuca, Laennecia, Lapsana, Leontodon, Leontopodium, Leucanthemum, Madia, Microliabum, Montanoa, Mutisia, Onopordum, Ophryosporus, Orthopappus, Pachylaena, Parastrephia, Parthenium, Pascalia, Pectis, Pentanema, Perezia, Picris, Picrosia, Pinaropappus, Podanthus, Porophyllum, Proustia, Pseudognaphalium, Pterocaulon, Pulicaria, Rhaponticum, Rudbeckia, Santolina, Sanvitalia, Saussurea, Schkuhria, Scolymus, Scorzonera, Selloa, Senecio, Siegesbeckia, Silphium, Solidago, Sonchus, Spilanthes, Stevia, Stylotrichium, Tagetes, Tessaria, Thlesperma, Thmophylla, Tragopogon, Trichocline, Trixis, Verbesina, Vernonia, Viguiera, Werneria, Xanthium, Xenophyllum, Zexmenia, Zinnia, etc. (Duke et al., 2002; Del Vitto et al., 1997.b, 1998.b, 2007a,b).

La herboristería en Argentina y países limítrofes se sirve de gran cantidad de plantas de esta familia (Amorín & Rossow, 1989-1992; Del Vitto et al., 1997a,b, 1998b, 2007a,b; Petenatti et al., 2003). Aspectos referidos a su explotación racional y efectos sociales han sido abordados en interesantes compendios (Bogers et al., 2006). Su empleo está regido por reglamentaciones sanitarias nacionales y provinciales, entre ellas la Farmacopea Argentina (FNA, 1898-2013), disposiciones de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y adhesiones o disposiciones de cada Estado provincial. Al igual que en varios países del mundo, se ha restringido el uso de algunas de ellas en ciertas formas farmacéuticas por el contenido en metabolitos secundarios hepatotóxicos, alucinogénicos o carcinogénicos (Del Vitto et al., 2008; Petenatti et al., 2001) e incluso por el escaso umbral terapéutico, es decir, la proximidad entre las dosis terapéutica y tóxica que presentan algunas de estas drogas.

6. ORNAMENTALES Y FLORALES

A diferencia de las asteráceas comestibles o industriales, la mayor parte de las empleadas para flor cortada y jardinería han sido introducidas al cultivo en los últimos tiempos y su selección es relativamente simple, dejando de lado caracteres como toxicidad, valor nutricional, etc. Muchas son ampliamente cultivadas en parques y jardines, sobre todo por el atractivo de sus inflorescencias, follaje o fructificación. Entre las destinadas a flor cortada destacan los “crisantemos”, un grupo de géneros con cultivares de floración escalonada que sustentan una gran industria.

Algunas de estas plantas resultan muy decorativas ya que todas o casi todas las flores de la inflorescencia son liguladas, dando lugar a vistosos capítulos “compactos” o “dobles”, como en la mayoría de las especies de Dahlia, Dendranthema (el “crisantemo” de los flristas) y Gerbera, y muchas cultivares de Bellis, Leucanthemum, Aster, Zinnia, Rudbeckia, Calendula, Arctotis y Gaillardia.

Numerosas anuales son usadas como cubresuelos, como plantas individuales o grupos, e incluso en jardines en que se “autosiembran” anualmente; se ubican aquí “cosmos” (Cosmos spp.), cultivares ornamentales de “girasol” (Helianthus annuus) y especies congenéricas, “crisantemo de verano” o “mirabeles” (Glebionis roxburghii (Desf.) Tzvelev), “gallardía” (Gaillardia pulchella Foug.), algunas de las llamadas “siemprevivas”, como “bracted strawflwer” (Bracteantha bracteata (Vent.) Anderb. & Heagi), “claveles chinos” o “copetes” (Tagetes patula L., T. erecta L., T. tenuifolia Cav.), y “flr de papel” (Zinnia elegans Jacq.).

Unas pocas especies son bienales, vegetando de otoño a otoño, como la “bellorita” (Bellis perennis L.) y sus cultivares, y la “margarita” (Leucanthemum vulgare). Muchas herbáceas o leñosas perennes son apropiadas para grandes jardines porque requieren poca atención, sobre todo las vivaces que renuevan la parte aérea cada primavera, como especies de “ásteres” (Aster spp.), “rudbeckia” (Rudbeckia hirta L. y otras), crisantemo “Shasta Daisy” (Leucanthemum maximum (Ramond) DC.), “eupatorios” (Eupatorium purpureum L. y otros), algunos “cardos” (Onopordum acanthium L., O. nervosum Boiss.), “milenramas” (Achillea spp.), “manzanilla amarilla” (Anthemis tinctoria L.), “knapweed” (Centaurea montana L.), “gallardía aristada” (Gaillardia aristata Pursh) y otras congéneres, “varas de oro” (Solidago spp.) y “senecio greyi” (Brachyglottis repanda Forst. & Forst. f.).

Las inflorescencias de arbustos o hierbas vivaces como “artemisias” (Artemisia spp.) resultan poco vistosas, pero lo compensan con el follaje blanco-lanoso o discolor, una característica que también es propia de las difundidas “cinerarias” (Pericallis hybrida (Regel) B. Nord., Jacobaea maritima (L.) Pelser & Meijden y sus cultivares, Senecio montevidensis (Spreng.) Bak., etc.). Un pequeño pero interesante grupo de crasas está representado por especies de Kleinia, Delairea, Othonna y Senecio, favorecidas por los coleccionistas (RHS, 2008-2009).

Además de los citados, otros numerosos géneros de asteráceas tienen representantes ornamentales y florales cultivados, especialmente en zonas cálidas y templadas de todo el mundo; ellos son: Acmella, Acourtia, Ageratina, Ageratum, Agoseris, Ainsliaea, Ajania, Allardia, Amberboa, Ambrosia, Ammobium, Anacyclus, Anaphalioides, Anaphalis, Andryala, Antennaria, Arctanthemum, Arctium, Arctotheca, Argyranthemum, Arnica, Arnoglossum, Asteriscus, Astranthium, Athanasia, Atractylodes, Ayapana, Baccharis, Bahia, Balsamorhiza, Barnadesia, Bartlettina, Bedfordia, Bellium, Berkheya, Berlandiera, Bidens, Boltonia, Brachylaena, Brachyscome, Brickellia, Buphthalmum, Cacalia, Calea, Callistephus, Calocephalus, Calomeria, Carduncellus, Carduus, Carlina, Carpesium, Carthamus, Cassinia, Catananche, Celmisia, Centratherum, Cephalipterum, Chaenactis, Chamaemelum, Chiliotrichum, Chromolaena, Chrysocephalum, Chrysocoma, Chrysogonum, Chrysopsis, Cicerbita, Cichorium, Cineraria, Cirsium, Cladanthus, Cnicus, Commidendrum, Conoclinium, Coreopsis, Corethrogyne, Cotula, Cousinia, Craspedia, Cremanthodium, Crepis, Cynara, Dasyphyllum, Dendroseris, Dicoma, Dimorphotheca, Diplostephium, Dolichothrix, Doronicum, Dymondia, Echinacea, Echinops, Eclipta, Elephantopus, Encelia, Enceliopsis, Engelmannia, Ericameria, Erigeron, Eriocephalus, Eriogonum, Eriophyllum, Espeletia, Eumorphia, Euryops, Euthamia, Ewartia, Farfugium, Felicia, Ferreyranthus, Galactites, Garuleum, Gazania, Gnaphalium, Grindelia, Gundelia, Gutierrezia, Gynura, Gyptis, Haastia, Haplocarpha, Haplopappus, Helenium, Helianthella, Helichrysum, Heliopsis, Heterolepis, Heteropappus, Heterotheca, Hieracium, Hippolytia, Hirpicium, Homogyne, Hymenoxys, Hypochaeris, Inula, Iostephane, Jurinea, Kalimeris, Kuhnia, Lactuca, Lapsana, Lasiospermum, Layia, Leibnitzia, Leontodon, Leontopodium, Leptinella, Leptodactylon, Leucanthemella, Leucanthemopsis, Leucheria, Leucochrysum, Leucogenes, Leucophyta, Leucoraoulia, Leuzea, Liatris, Ligularia, Machaeranthera, Madia, Marshallia, Matricaria, Melampodium, Mikania, Mutisia, Nardophyllum, Nassauvia, Nauplius, Nidorella, Nipponanthemum, Olearia, Onoseris, Osmitopsis, Osteospermum, Otanthus, Ozathamnus, Pachystegia, Packera, Pallenis, Parasenecio, Parthenium, Perezia, Petasites, Phaenocoma, Phagnalon, Picris, Pilosella, Plecostachys, Plectocephalus, Podanthus, Polymnia, Porophyllum, Prenanthes, Psacalium, Pseudogynoxys, Ptilostemon, Pulicaria, Pyrrhopappus, Pyrrocoma, Raoulia, Ratibida, Reichardia, Rhodanthe, Rhodanthemum, Rosenia, Santolina, Sanvitalia, Saussurea, Scorzonera, Seriphidium, Serratula, Silphium, Silybum, Sinacalia, Smallanthus, Solidaster, Sonchus, Soroseris, Spaghenticola, Sphaeromeria, Staehelina, Steirodiscus, Stemmacantha, Stenotus, Stevia, Stoebe, Stokesia, Symphyotrichum, Syncarpha, Syneilesis, Synurus, Tanacetum, Taraxacum, Tarchonanthus, Telanthophora, Telekia, Tephroseris, Tetraneuris, Thmophylla, Tithonia, Tolpis, Tonestus, Townsendia, Tragopogon, Tripleurospermum, Tussilago, Urospermum, Ursinia, Verbesina, Vernonia, Viguiera, Wedelia, Werneria, Wyethia, Xanthium, Xerochrysum, etc. (Brickell, 2008; RHS, 2008-2009; Mabberley, 2009).

7. FORESTALES Y OTRAS PARA RESTAURACIÓN AMBIENTAL Y DE SUELOS

Las asteráceas arbóreas no son numerosas y, en general, su distribución se limita a las zonas tropicales. No participan del mercado maderero porque no alcanzan dimensiones suficientes, salvo algunas especies de Brachylaena, del oriente africano y Madagascar, que rinden maderas fragantes, semejantes a las de “sándalo”, aptas para pisos, mueblería y construcciones durables. En algunos casos adquieren interés local cuando no se dispone de maderas más valiosas, como algunas especies de los géneros Eremanthus, Lepidaploa, Montanoa, Tarchonanthus y Telanthophora, árboles de mediana magnitud pues no superan los 15-20 m de altura; otros representantes arborescentes son especies de Critoniopsis, Verbesina, Eupatorium, Clibadium, Lychnophora, Perymenium, Vernonia, etc. (Mereles & Degen, 1997; Record & Hess, 1972; Ricker et al., 2013).

Algunas especies arborescentes son paquicaules, de interés local como fuente de leña y a veces madera, lo que las hace al menos vulnerables y en muchos casos las ha llevado al borde de la extinción. En Oceanía se presentan especies de Olearia, destinadas a mueblería fina. Un grupo de conspicuos fanerófitos rosulados con densas masas de hojas de disposición espiralada, a menudo pilosas, están presentes tanto en África centro-oriental y occidental (géneros Vernonia, “cabbage tree”, y Dendrosenecio, “giant groundsels”; Knox 1993, 2005; Mabberley 1973, 2009; Pelser et al., 2007) como en los páramos andinos desde Venezuela hasta Ecuador (“frailejones” de los géneros Espeletia, Espeletiopsis, Coespeletia, Carramboa, Paramifls, Libanothamnus, Ruilopezia y Tamania; Diazgranados, 2012; Pelser et al., 2007), en el archipiélago de Hawaii (“silverswords” o “espadas plateadas”, de los géneros Argyroxiphium, Dubautia y Wilkesia; Carr, 1985) y en la isla de Santa Elena (“cabbage trees”, especies de los géneros Pladaroxylon, Lachanodes y Melanodendrum, que se encuentran en peligro crítico de extinción, además de arbolitos y arbustos del género Commidendrum, llamados “gumwood”; Cronk, 2000).

En los bosques australes de Argentina crece el “palo santo”, Dasyphyllum diacanthoides (Less.) Cabrera, árbol espinoso hasta 15 m de alto (Dimitri, 1982), mientras que Tessaria integrifolia Ruiz & Pav. var. integrifolia, “pájaro bobo”, “aliso”, “aliso de río” o “palo bobo”, es un arbolito o árbol hasta 8 m de alto que forma bosques (llamados “alisales”) ribereños y de terrazas aluviales desde el noreste al centro-este de nuestro país, usado para leña y potencial fuente de celulosa (Petenatti et al., 1999). Finalmente, especies arbustivas y resinosas de Lepidophyllum y Baccharis (denominadas “tolas”) son casi el único recurso leñoso de que disponen los pobladores del altiplano andino (Cabrera, 1957).

Algunas asteráceas adquieren valor por su capacidad para colonizar suelos desnudos susceptibles de ser erosionados, protegiéndolos e incrementando su contenido en materia orgánica; es el caso de Mikania micrantha Kunth, cultivada en Asia con esos fines (Cerana, 2014). Otras especies, con notorio crecimiento plagiótropo (caméfitos pulviniformes) forman a menudo densas “carpetas” sobre el suelo, como sucede con Senecio ceratophylloides Griseb., planta endémica de Sudamérica austral que brinda excelente protección a sustratos sueltos, fácilmente erodables. También el fuerte y denso sistema subterráneo de algunas asteráceas subrosuladas, e incluso de numerosos caméfitos, contribuye a la fijación del suelo y hasta ayuda en la meteorización de rocas en ambientes montañosos.

Especies pertenecientes a unos 43 géneros de asteráceas han sido mencionadas como halófitas o al menos tolerantes a la salinidad, e incluso a la alcalinidad de los suelos o las aguas de riego; muchas de ellas representan un valioso recurso forrajero para las zonas áridas y pueden contribuir decididamente a la recuperación de suelos de esa naturaleza, e incluso constituir cultivos agrícolas en zonas marginales (Cheeseman, 2015; Brevedan et al., 1994; O`Leary & Glenn, 1994). La siguiente lista muestra esos géneros (e-HALOPH, 2015; entre paréntesis se indica el número de especies halófias, ca. 80, correspondientes a cada uno): Achillea (1), Amblyopappus (1), Arctotheca (2), Artemisia (1), Aster (5), Baccharis (2), Borrichia (2), Commidendrum (2), Cotula (1), Coulterella (1), Dicerothamnus (1), Dittrichia (1), Elytropappus (1), Eriocephalus (1), Felicia (1), Flaveria (6), Grindelia (3), Hirpicium (1), Hymenoxys (2), Hypochaeris (1), Inula (2), Iva (6), Jaumea (1), Lasthenia (1), Launaea (1), Leontodon (1), Limbarda (1), Melanthera (2), Minuria (1), Nardophyllum (1), Olearia (1), Osteospermum (5), Otanthus (1), Pectis (1), Pentzia (2), Picrosia (1), Pluchea (7), Pseudoclappia (1), Psila (1), Senecio (3), Solidago (1), Sonchus (1), Symphyotrichum (2) y Tuberostylis (1).

Por otra parte, numerosas especies de asteráceas silvestres, tanto anuales como perennes, producen gran cantidad de frutos y por ende están bien representadas en el banco de semillas, lo que implica una fuerte participación en proyectos de restauración ambiental realizada mediante plantas indígenas (Lippitt et al., 1994; Walck et al., 1997).

8. FORRAJERAS

Entre las especies de interés ganadero, con alto valor energético como forraje, destaca el “topinambur” (Helianthus tuberosus), llamado también “papa chanchera” porque los cerdos pueden extraer los tubérculos por sus propios medios, ahorrando el uso de maquinaria (Boelcke, 1964); es un alimento hidrocarbonado de alta digestibilidad. El follaje de otras asteráceas es alimento para el ganado, a veces por su alto valor proteico como en el “mirasol” o “botón de oro” (Tithonia diversifolia (Hems.) A. Gray) y las “toras” blanca (Verbesina turbacensis Kunth) y morada (V. myriocephala Sch. Bip. ex Klatt), originarias de América Central (Benavides, 1994; Ríos Katto, 2002), aunque en varios otros casos resultan de baja palatabilidad (v. gr. Achyrocline, Eupatorium, Pseudognaphalium, Tessaria, Vernonia, etc.), o provocan a veces afecciones severas por metabolitos tóxicos en el ganado que las pace, v. gr. alcaloides pirrolizidínicos, especialmente con Senecio spp., o que pueden pasar a la leche (Panter & James, 1990). Algunos de los frutos (“semillas”) son empleados para alimentar animales domésticos, como los de “girasol” (Helianthus annuus) y “ramtil” (Guizotia abyssinica). Muchos animales silvestres aprovechan esos granos en las épocas de producción, o más tarde, tomándolos del banco de semillas del suelo; en ocasiones los almacenan y constituyen gran parte de sus reservas invernales (Ceruti, 1981).

9. ASTERÁCEAS CON PRINCIPIOS INSECTICIDAS, NEMATICIDAS Y OTROS

Desde antiguo se conoce la acción de algunas asteráceas como insecticidas, pues en momias egipcias se han hallado capítulos pulverizados de plantas de la tribu Anthemideae, con posible función insecticida para preservar el cuerpo embalsamado. En agricultura se ha comenzado a aplicar metabolitos secundarios de asteráceas y otras plantas en el control de plagas, que a diferencia de los compuestos sintéticos no generan resistencia en los parásitos y son ecológicamente menos riesgosos. Es el caso de algunos monoterpenos “irregulares”, ésteres con propiedades insecticidas sintetizados por especies de Tanacetum, especialmente el “pelitre”, “piretro” o “piretro de Dalmacia” (T. cinerariifolium) y el “piretro de Persia” o “del Cáucaso” (T. coccineum (Willd.) Grierson), cuyas inflrescencias son ricas en una mezcla de al menos 6 ésteres monoterpenoides llamados “piretrinas” (incluyendo piretrinas, cinerinas y en menor proporción jasmolinas). Las piretrinas son útiles insecticidas naturales, de contacto y “derribantes”, que pueden ser usados sin peligro para los mamíferos y que han dado lugar a una poderosa industria a través de la modificación química del producto natural. Hoy se elaboran análogos sintéticos o semisintéticos más activos y selectivos, los “piretroides”, y se estimula la modelización para nuevos productos sintéticos (Dewick, 2002). También contienen compuestos semejantes las raíces de Anacyclus pyrethrum DC., “pellitory” o “raíz de piretro”, las cuales has sido sustituidas a veces con la raíz de la cariofiácea Corrigiola littoralis L. Por su parte, Melampodium americanum L., nativa de México, contiene lactonas de acción insecticida, efectivas contra larvas de lepidópteros del género Spodoptera, llamadas “armyworm”.

Otras plantas con productos insecticidas son la “hierba pulguera” o “fleabane” (Pulicaria dysenterica (L.) Bernh.), y especies de Echinacea y Helipsis; también la absintina de Artemisia absinthium ha mostrado una acción protectora ante el ataque de insectos. Además, el significativo nombre común en inglés (“fleabane”) de Pulicaria se extiende también a algunas especies de Inula, cuya raíz tiene uso similar; coincidentemente, en la flora argentina, la llamada “matapulgas” (Schkuhria pinnata (Lam.) Kuntze) es una planta insectífuga, con la que se acostumbra rellenar los jergones en que duermen los animales domésticos (Del Vitto et al., 1997b) o barrer habitaciones, y Microliabum candidum (Griseb.) H. Rob., llamada “piojera”, tendría una acción similar; con idéntico propósito en Bolivia se emplea el sahumerio de “huira kkoa” (Diplostephium sp.).

Algunas especies de Tagetes son empleadas como “plantas trampa” en cultivos experimentales o de alto valor económico, por ejemplo contra nemátodos y áfidos, ya que atraen a estas plagas (o al menos “distraen” una buena parte de la población de parásitos) cuando se las cultiva en filas intercaladas con un cultivo comercial, que permanece libre de esos parásitos o es menos atacado por ellos (Russo et al., 2005). Las especies de Tagetes son ricas en aceites esenciales, en los que predominan derivados de tiofenos como tagetonas, ocimenos y ocimenonas, que en conjunto son responsables de la toxicidad demostrada in vitro (De Feo et al., 2004) e in vivo sobre Artemia salina, nemátodos, insectos y hongos.

Desde hace poco más de dos décadas se ha ensayado la producción de metabolitos in vitro por cultivo de raíces (“raíces transformadas” o “hairy roots”), cuya síntesis es estimulada por medios bióticos (infección con microorganismos) o abióticos (iones, cofactores, reguladores de crecimiento, variaciones de pH, etc.), que elicitan la producción de metabolitos críticos para la industria, la agricultura y otros usos (Flores, 1995). La obtención de tiofenos, artemisinina, tiorubrina y otros productos a partir de raíces de especies de Tagetes, Artemisia, Ambrosia y otras ha sido uno de los principales objetivos de los ensayos, en virtud de sus aplicaciones como plaguicidas y productos medicinales (Rodríguez Talou et al., 1994).

10. ALERGÓGENAS

Cuando algunas partículas vegetales suspendidas en la atmósfera (polen, tricomas o trozos del indumento, algunas secreciones, polvillo de madera, esporas de hongos) contactan con las mucosas de animales sensibles, pueden provocar en estos reacciones alérgicas del tipo I (causando conjuntivitis, catarro nasal y hasta síntomas de asma) o de tipo IV (dermatitis de contacto; Brasó Aznar & Jorro Martínez, 2003). Son manifestaciones de la “polinosis” (o “fiebre del heno”, “asma del heno”), que en Argentina afectaría a cerca del 15% de la población (Del Vitto et al., 1998.a).

En las regiones templadas, las polinosis de fines de estación (verano avanzado y otoño) son inducidas en gran medida por el polen de asteráceas, sobresaliendo las “ambrosías” (Ambrosia spp., ingl. “ragweeds”), predominantemente anemófilas y que adquieren fácilmente el carácter de malezas, dominando grandes superficies y liberando enormes cantidades de polen.

Otros géneros predominantemente anemófilos son Artemisia y Xanthium (Faegri & van der Pihl, 1979). Por su tamaño, a menudo estas plantas son cubiertas parcialmente por otras, como Solidago o Aster, de floración simultánea y a quienes muchos señalan como causa de polinosis, y aunque su polen es entomófilo, poco reactivo y difícilmente entra en contacto con las mucosas, se lo ha hallado en el aire, al igual que el de otras asteráceas mayormente entomófias como Hypochaeris, Helianthus, Senecio y Erigeron. Con frecuencia el polen de especies de estos géneros (y de otros como Carduus, Centaurea y Taraxacum) induce reacciones positivas en el ensayo clínico, pero en general se trata de “reacciones de grupo” o “cruzadas” con las especies verdaderamente alergógenas e incluso con alimentos, una coincidencia antigénica demostrada a nivel molecular (Egger et al., 2006). Una vez conocida la sensibilidad de un individuo a un polen determinado, pueden eliminarse de su dieta los alimentos que tienen reacciones cruzadas con aquel.

A menudo la sensibilización con asteráceras no alergógenas tiene lugar por contacto directo, v. gr. la de algunos agricultores que trabajan en cultivos de “girasol” (Helianthus annuus), o cuando sus inflorescencias frescas son usadas para adorno en el interior de las viviendas.

Las empresas farmacéuticas elaboran antígenos para ensayos clínicos y desensibilización, y varios provienen de asteráceas, como las siguientes: Ambrosia tenuifolia Spreng. (“altamisa”), A. trifia L. (“ambrosía gigante”), Artemisia campestris L. (“artemisia”), A. verlotiorum Lamotte (“yuyo de San Vicente” o “sanalotodo”), A. vulgaris (“artemisa”), Aster spp. (“ásteres”, “margarita de San Miguel”), Chrysanthemum spp. (“crisantemos”), Dahlia pinnata Cav. (“dalia”), Helianthus annuus (“girasol”), Leucanthemum vulgare Lam. (“margarita”), Solidago virgaurea L. (“goldenrod”, “ruda dorada”), Taraxacum officinale (“diente de león”), Xanthium cavanillesii Schouw (“abrojo”), Xanthium spinosum L. (“cepa caballo”), etc.

Considerando que muchas de estas especies son exóticas, y que algunas ni siquiera están presentes en nuestro país, el uso diagnóstico de sus antígenos en el medio local solo serviría a título orientativo para identificar, en el mejor de los casos, el género o el grupo de plantas causante de la alergia. Es por ello que los antígenos deberían ser siempre elaborados a partir de muestras fehacientemente identificadas, procedentes de la flra local o al menos de plantas adventicias o cultivadas en nuestro medio (Del Vitto et al., 1998a).

En Sudamérica austral han sido referidas como causas primarias o secundarias, o sospechosas de causar alergia, diversas especies de asteráceas silvestres (nativas y adventicias) y algunas cultivadas, entre ellas las conocidas como “yerbas del pájaro” (Ambrosia tenuifolia y A. elatior L.), “manzanilla cimarrona” (Anthemis cotula L.), “ajenjos” y “sanalotodo” (Artemisia spp.), “rama negra” y “ásteres” (Aster spp.), “amores secos” (Bidens spp.), “abrepuños” (Centaurea spp.), “crisantemos” y “margaritas” (Chrysanthemum spp., Leucanthemum spp.), “yerba carnicera” (Conyza spp., Laennecia spp.), “chilcas” (Baccharis spp.), “alcachofa” (Cynara cardunculus var. scolymus) y “cardo de Castilla” o comestible (C. cardunculus var. altilis), “dalias” (Dahlia spp.), Erigeron spp., “contrayerbas” (Flaveria bidentis (L.) Kuntze y F. haumanii Dimitri & Orfia), “topasaire” o “botón de oro” (Gaillardia megapotamica (Spreng.) Baker), “girasoles” (Helianthus spp.), “yerba de la oveja” (Parthenium hysterophorus L.), “vara de oro” o “plumerillo” (Solidago chilensis Meyen), “diente de león” (Taraxacum officinale), “pájaro bobo”, “chilca dulce” y “aliso de río” (Tessaria spp.), “mirasolillos” (Verbesina spp.), “sunchillo” o “clavelillo” (Pascalia glauca Ortega), “abrojos” y “cepa caballo” (Xanthium cavanillesii y X. spinosum), etc. (Del Vitto et al., 1998a).

Anthemis cotula y Parthenium hysterophorus, junto a otras asteráceas, causan a veces dermatitis de contacto, sobre todo por acción directa de lactonas sesquiterpénicas contenidas en las oleorresinas presentes en follaje, tallos, flores y posiblemente en el propio polen. Lo mismo sucede con especies de “milenrama” (Achillea spp., que pueden agravar lesiones preexistentes en la piel), “árnica” (Arnica spp.), “caléndula” (Calendula officinalis), “incense plant” (Calomeria amaranthoides Vent., del sur de Australia), “alcachofa” (Cynara cardunculus var. scolymus) y “cardo de Castilla” (C. cardunculus var. altilis), “manzanilla romana” (Chamaemelum nobile var. grandiflra), Encelia californica Nutt. (de Norteamérica), “énulas” (Enula spp.), “eupatorios” (Eupatorium spp.), “manzanilla alemana” (Matricaria chamomilla), “cardo santo” (Silybum marianum), “matricaria” (Tanacetum parthenium (L.) Schultz-Bip.) y “diente de león” (Taraxacum officinale).

Estas afecciones prevalecen en sujetos de mediana edad y ancianos, expuestos a alérgenos atmosféricos o que contactan directamente con las plantas. Además, muchos extractos de asteráceas se presentan en cosméticos (cremas, jabones, champúes, lociones) y en medicamentos herbarios, en tónicos y aperitivos, y podrían provocar síntomas en personas sensibles que los empleen. Otros géneros responsables o sospechosos de causar alergias en alguna forma son Andryala, Arctotheca, Argyranthemum, Arnoseris, Bellis, Carlina, Cichorium, Cirsium, Cnidoscolus, Coleostephus, Crepis, Dendranthema, Dittrichia, Echinops, Galactites, Gerbera, Helenium, Hieracium, Inula, Iva, Lactuca, Lapsana, Phagnalon, Pulicaria, Sonchus, Tagetes, Tolpis, etc. (Brasó Aznar & Jorro Martínez, 2003; Del Vitto et al., 1998.a).

11. MALEZAS DE CULTIVOS

Las asteráceas que se comportan como malezas son invasoras o potencialmente invasoras, rústicas y vigorosas, ecológicamente plásticas, con gran capacidad de diseminación, mayor resistencia a la sequía que los cultivos y a menudo más precoces que estos (Marzocca et al., 1979). Probablemente sea la familia de plantas que aporta el mayor número de malas hierbas que afectan la agricultura (Heywood et al., 1977), y junto a poáceas y ciperáceas representan poco más del 40% de las cerca de 2.000 malezas de importancia económica en el mundo (WSSA, 2015). Las semillas de las anuales tienen gran poder germinativo, y las perennes poseen eficaces órganos subterráneos (rizomas, raíces gemíferas) o aéreos (tallos radicantes, estolones) de gran capacidad invasora. Algunas malezas se han asociado a ciertos cultivos por una progresiva adaptación a las condiciones en que se realizan estos, coincidiendo a menudo en su ciclo biológico, requerimientos ecológicos e incluso tamaño de las semillas y época de maduración, pues en general son involuntariamente cosechadas junto con el cultivo, almacenadas con las semillas de este y sembradas en la siguiente temporada (Marzocca et al., 1979; Matthei, 1995; Zimdahl, 2007). También se considera malezas a aquellas asteráceas ruderales, propias de baldíos y orillas de caminos y vías férreas, capaces de invadir cultivos cercanos, al igual que algunas plantas que escapan de cultivo, estableciéndose y perpetuándose por sí mismas, como el “cardo silvestre” (Cynara candunculus var. sylvestris (Lam.) Fiori), el “cardo de Castilla” (C. cardunculus L. var. altilis DC.*) y la “margarita” (Leucanthemum vulgare*) (el asterisco indica taxones adventicios y malezas presentes en el territorio argentino).

Las malezas causan importantes perjuicios, compitiendo directa o indirectamente con los cultivos: merman la disponibilidad de minerales, agua y luz, trasmiten enfermedades y plagas o constituyen sus reservorios u hospedantes alternativos, confieren mal sabor u olor a la leche o la carne de animales que las pacen (como Ambrosia tenuifolia*), al heno o al ensilado, y perjudican el laboreo manual o mecánico del cultivo, como los “cardos” (Carduus*, Onopordum*, Cirsium*) y “abrepuños” (Centaurea*). También desvalorizan los granos con sus propios frutos (que constituyen impurezas) o los tornan potencialmente tóxicos en su transformación en harinas. Algunas genéticamente próximas al cultivo pueden cruzarse con este (Ellstrand, 2003), e incluso otras resultan alergógenas (Ambrosia*, Xanthium*, Anthemis*), o directamente tóxicas para el hombre y los animales (Baccharis*, Silybum*).

Muchas asteráceas oportunistas resultan invasoras (Randall et al., 2002) a tal punto que 16 de ellas han sido declaradas legalmente “plagas de la agricultura” en la Argentina (Tabla 1), malezas nocivas cuyo combate es obligatorio en cultivos agrícolas pues provocan severos perjuicios económicos (Alonso & Peretti, 2006).

Tabla 1. Asteráceas declaradas malezas-plagas de la agricultura argentina

Table 1. Asteraceae declared pests for the Argentinian agriculture

En los últimos tiempos, y con la generalización del uso de herbicidas en cultivos extensivos a nivel mundial, se ha detectado cierto grado de tolerancia e incluso de resistencia en numerosas especies de malezas, estimadas hoy en 246 (WSSA, 2015; Vencill et al., 2011; Qasem, 2013), particularmente en algunas de sus variedades, biotipos o poblaciones. En este grupo, destacan algunas asteráceas de los géneros Ambrosia (como A. artemisiifolia L., “common ragweed” y A. trifida, “giant ragweed”) y Conyza (C. bonariensis (L.) Cronq.*, “hairy fleabane”, C. canadensis (L.) Cronq., “horseweed”, y C. sumatrensis (Retz) E. Walker*, “tall fleabane”). En Argentina han adquirido relevancia las mencionadas C. bonariensis y C. sumatrensis y sus variedades, conocidas localmente como “rama negra” o “yerba carnicera” y que han manifestado una notoria resistencia a herbicidas; ambas son distinguidas a campo por su porte, mucho mayor en C. sumatrensis (hasta 2 m de altura).

Ocasionalmente la designación de malezas es subjetiva, como en los céspedes invadidos por Taraxacum officinale* o Bellis perennis*, cuyas vistosas inflorescencias resultan agradables a unas personas y molestas a otras. Algunas malezas se usan como comestibles o medicinales (Duke, 2001) y en otros casos solo son vestigios de vegetación natural que perduran poco tiempo en el cultivo y desaparecen con el laboreo.

En general, las asteráceas con carácter de malezas presentan frutos con papus que facilita la dispersión por el viento (anemocoria), o tienen un papus pegajoso (Adenostemma) o con aristas barbadas (Bidens*), brácteas involucrales con ápice unguiculado (Arctium*), brácteas glutinosas (Sigesbeckia), receptáculo con garfis (Xanthium*), etc., siendo eficazmente difundidos por animales (zoocoria).

El caso de las “ambrosías” (Ambrosia spp.*) es emblemático; originarias de Eurasia, se han difundido en el mundo templado por su carácter invasor, y el polen altamente antigénico provoca alergia en personas sensibles. El control mecánico y químico resulta caro, dificultoso o contaminante, y se está intentando el control biológico mediante insectos fitófagos que las atacan en su hábitat natural.

La obra de conjunto aún no superada sobre malezas y plantas que aportan impurezas a las cosechas de granos en Argentina (Marzocca et al., 1979) incluye 106 especies de asteráceas. Las malezas inverno-primaverales (v. gr. Anthemis cotula* y Carduus spp.*) afectan a cultivos de ciclo invernal (trigo, avena y lino), y las primavero-estivales perjudican sobre todo a maíz, girasol y arroz, praderas permanentes, frutales y hortalizas. A los taxones ya mencionados se agrega una extensa lista de otros géneros de asteráceas citados como malezas o plantas adventicias en todo el mundo (con asterisco se indican géneros representados en la flora argentina por taxones adventicios y malezas): Acanthospermum*, Acanthostyles, Achillea*, Achyrachaena, Achyrocline, Achyropappus, Acmella, Acourtia, Acroptilon*, Actinea, Adenostyles, Aegialophila, Aetheorhiza, Ageratina, Ageratum, Agoseris, Aliella, Amberboa, Amellus, Ammobium, Anacyclus, Anaphalis, Andryala, Antennaria, Apargia, Aphanostephus, Arctotheca*, Arctotis*, Argyranthemum*, Arnica, Arnoseris, Artemisia*, Asaemia, Aspilia*, Aster*, Asteriscus, Asteromoea, Asteropterus, Athanasia, Athrixia, Athroisma, Atractylis, Atractylodes, Austroeupatorium, Baeria, Bahia, Baileya, Balinvillea, Balsamita, Balsamorhiza, Baltimora, Bartlettina, Berkheya, Berkheyopsis, Blainvillea, Blumea, Boltonia, Bombycilaena, Brachyactis, Brachyscome, Bracteantha, Breea, Brickellia, Buphthalmum, Cacalia, Calea, Calendula, Calhounia, Callilepis, Callistephus, Calotis, Calyptocarpus, Campuloclinium, Cardopatium, Carduncellus, Carlina, Carpesium, Carthamus*, Cassinia, Castalis, Celmisia, Cenia, Centipeda, Centratherum, Cephalanoplos, Ceruana, Chaenactis, Chamaemelum, Chamomilla*, Chaptalia, Charieis, Chevreulia*, Chiliotrichum, Choleostephus, Chondrilla*, Chromolaena, Chrysanthellum*, Chrysanthemoides, Chrysanthemum*, Chrysocoma, Chrysopsis, Chrysothamnus, Cicerbita, Cichorium*, Cineraria, Cladanthus*, Clibadium, Cnicus*, Coleostephus*, Conyza*, Coreopsis, Corymbium, Cosmos*, Cotula*, Cousinia, Craspedia, Crassocephalum, Crepidiastrum, Crepis*, Crockeria, Crocodilodes, Crupina, Cryptostemma, Cyanopsis, Cyanthillium, Cyathocline, Cymbonotus, Cymophora, Dahlia, Delairea*, Delilia, Dendranthema, Dendrosenecio, Dichrocephala, Dicoma, Didelta, Dimorphotheca, Dittrichia, Doronicum, Dugesia, Dyssodia, Echinacea, Echinops, Eclipta*, Edmondia, Egletes, Elephantopus, Eleutheranthera, Elvira, Elytropappus, Emilia*, Encelia, Enhydra, Epaltes, Erechtites*, Ericameria, Erigeron, Eriocephalus, Eriophyllum, Erlangea, Ethulia, Euchiton, Eupatoriadelphus, Eupatorium*, Euryops*, Evax, Facelis, Farfugium, Felicia, Filaginella, Filago, Flaveria*, Fleischmannia, Flourensia, Francoeuria, Franseria, Gaillardia*, Galactites, Galinsoga*, Gamochaeta*, Gamolepis, Gazania*, Geigeria, Gerbera*, Geropogon, Gnaphalium*, Goniocaulon, Gonospermum, Gorteria, Grangea, Grindelia*, Guizotia, Gundelia, Gutenbergia, Gutierrezia, Gymnarrhena, Gymnaster, Gymnocoronis, Gymnostyles, Gynura*, Haplocarpha, Haplopappus, Hazardia, Hedypnois*, Helenium, Helianthus*, Helichrysum, Heliopsis, Helipterum, Helminthotheca, Hemisteptia, Hemizonia, Hertia, Heteranthemis, Heteroderis, Heterolepis, Heteropappus, Heterospermum*, Heterotheca*, Hieracium, Hirpicium, Holocarpha, Hyalis*, Hymenoclea, Hymenoxys, Hypochaeris*, Hysterionica, Idorella, Iflga, Inula, Iphiona, Isocarpha, Isocoma, Itchia, Iva, Ixeris, Jacobaeastrum, Jaegeria, Jungia, Jurinea, Kalimeris, Karelinia, Kleinia*, Koelpinia, Krigia, Kuhnia, Lactuca*, Laennecia*, Lagascea, Laggera, Lagoseris, Lapsana*, Lapsanastrum, Lasiopogon, Lasiospermum, Lasthenia*, Launaea, Leontodon*, Leontopodium, Lepidophorum, Lepidospartum, Leptilon, Leucanthemella, Leuzea, Liatris, Ligularia, Logfi, Lonas, Lopholaena, Lygodesmia, Machaeranthera, Macronema, Madia*, Mantisalca, Matricaria*, Melampodium, Melanthera, Metalasia, Microlonchus, Micropus, Microseris, Microtrichia, Mikania*, Milleria, Miyamayomena, Montanoa, Mulgedium, Mutisia, Mycelis, Myriactis, Nabalus, Nassauvia, Neurolaena, Nocca, Nolletia, Notobasis, Oldenburgia, Olearia, Olgaea, Omalotheca, Oncosiphon, Ormenis, Orthopappus, Osteospermum, Othonna, Othonnopsis, Otospermum, Oxytenia, Packera, Palafoxia, Pallenis, Parastrephia, Parthenium*, Pascalia*, Pechuel-Loeschea, Pectis, Pegolettia, Pentanema, Pentzia, Pericallis, Pertya, Perymenium, Petasites, Phaenocoma, Phaeopappus, Phagnalon, Phalacrachena, Picnomon, Picradeniopsis, Picridium, Picris*, Picrosia*, Pilosella, Piptocarpha, Pluchea, Podospermum, Polymnia, Porophyllum*, Praxelis, Prenanthes, Psathyrotes, Pseudelephantopus, Pseudognaphalium*, Pseudogynoxys, Psiadia, Psilostrophe, Psilothonna, Pterocaulon, Pterocypsela, Pteronia, Ptilostemon, Pulicaria, Pyrethrum, Pyrrhopappus, Ratibida, Raulinoreitzia, Reichardia, Relhania, Rhagadiolus, Rhanteriopsis, Rhaponticum, Rhodanthe, Riencourtia, Rolandra, Roldana, Rudbeckia, Rugelia, Rumfordia, Santolina, Sanvitalia, Sartwellia, Saussurea, Schkuhria*, Sclerocarpus, Scolymus, Scorzonera, Senecio*, Seriola, Serratula, Silphium, Simsia, Sinacalia, Solenogyne, Solidago*, Soliva*, Sonchus*, Sphaeranthus, Sphagneticola, Spilanthes, Stenactis, Stephanomeria, Steptorhamphus, Stevia, Stobaea, Stoebe, Struchium, Stuartina, Syncarpha, Synedrella, Synedrellopsis, Syneilesis, Tagetes*, Tanacetum*, Tarchonanthus, Telekia, Tessaria*, Tetradymia, Thlechitonia, Thlesperma*, Thincia, Thmophylla, Tithonia*, Tolpis, Tragopogon, Tridax, Tripleurospermum*, Triplotaxis, Tripolium, Trixis, Turczaninowia, Tussilago, Tyrimnus, Urospermum, Ursinia, Vellereophyton, Venidium, Verbesina*, Vernonia*, Viguiera*, Vittadinia, Volutarella, Wedelia*, Wollastonia, Wulffi Wyethia, Xeranthemum, Xylorhiza, Youngia, Zexmenia, Zinnia*, etc. (Freire, 2014; Marzocca et al., 1979; Randall et al., 2002, 2008; e información propia inédita).

12. TÓXICAS

Entre los metabolitos secundarios sintetizados por asteráceas existen compuestos bioactivos tóxicos para diversos animales que llegan a provocar la muerte del ganado que las pace, comunicar mal sabor a su leche o carne, o generar graves deficiencias metabólicas en ingesta crónica (Del Vitto et al., 2008; Panter & James, 1990; Panter et al., 2007; Ragonese & Milano, 1984). A veces son tóxicas solo para un grupo de animales, como las que sintetizan metabolitos piscicidas, moluscicidas, insecticidas (cf. § 9). Con frecuencia, los mismos metabolitos útiles en terapéutica causan graves efectos en el ganado doméstico y en animales silvestres, que ingieren las plantas en grandes cantidades como parte de su dieta, acumulándose en su organismo hasta niveles nocivos. Las principales sustancias que provocan accidentes desde leves a severos y a veces fatales, o intoxicaciones crónicas, son lactonas sesquiterpénicas, alcaloides pirrolizidínicos, furano-eremofianos y glicósidos cianogenéticos (Herz, 1977).

Los alcaloides pirrolizidínicos se presentan sobre todo en especies de Adenostyles, Emilia, Echinacea, Eupatorium, Farfugium, Petasites, Senecio, Tussilago, etc.; las posibilidades de intoxicación aumentan cuando se presentan como malezas en pasturas o cultivos para grano, y en uso prolongado han sido relacionadas con cirrosis y otras afecciones hepáticas (incluso carcinomas) en humanos; en el ganado son responsables de afecciones mortales (Casabuono & Pomilio, 2000). La presencia de otros tipos de alcaloides ha sido comunicada en muchas de las asteráceas investigadas.

Los glicósidos cianogenéticos, presentes en al menos 6 tribus de asteráceas, liberan ácido cianhídrico durante su hidrólisis. Las intoxicaciones se producen por consumo de plantas en su estadío juvenil, y solo algunas son un peligro potencial para el ganado o el hombre, entre ellas especies de Acanthospermum, Dimorphotheca, Osteospermum, Castalis, Centaurea, Chardinia, Xeranthemum, etc., mientras muchas otras resultan solo suavemente cianógenas. Los glicósidos hallados responden a los tipos prunasina, amigdalina y linamarina (Seigler, 1998).

Otros compuestos potencialmente tóxicos presentes en algunas asteráceas son los saponósidos, particularmente aquellos con núcleos triterpénicos que muestran acción hemolítica, como los calendulósidos hallados en Calendula officinalis, reservada por ello casi exclusivamente al uso externo en terapéutica. Otros géneros con especies ricas en saponinas son Aspilia, Aster, Celmisia, Centipeda, Chrysanthellum, Cynara, Grindelia, Helianthus, Silphium, Solidago, Vernonia, Zexmenia, etc. (Arambarri & Hernández 2014; Hostettmann & Marston, 1995).

En Argentina y países limítrofes, la amenaza de las asteráceas a la ganadería está representada mayormente por el “mío-mío”, “nío” o “romerillo” (Baccharis coridifolia DC.), con rápidos y fatales efectos en bovinos, ovinos, equinos, conejos, etc., junto a las que provoca su congénere B. artemisioides Hook. & Arn., “romerillo blanco ”, y las debidas al “sunchillo”, “clavelillo” o “yuyo sapo” (Pascalia glauca, con diterpenos tetracíclicos, muy tóxica para bovinos; Casabuono & Pomilio, 2000). Menor incidencia tiene la ingesta de algunas especies de Hymenoxys, Verbesina y Xanthium, a las que se agrega Silybum marianum. En intoxicaciones crónicas prevalecen especies de Senecio, como S. crassiflrus (Poir.) DC., “boleo”; S. bonariensis Hook. & Arn., “margarita de agua”, y S. vira-vira Hieron., “vira-vira” (Tettamanzi et al., 1994).

Especies de otros géneros de asteráceas también han sido mencionadas por su toxicidad para el hombre y los animales; entre ellos destacan los siguientes: Ambrosia, Anthemis, Arnica, Artemisia, Aster, Baileya, Barkleyanthus, Bidens, Cirsium, Conyza, Chromolaena, Elephantopus, Geigeria, Gutierrezia, Haplopappus, Helenium, Iva, Lactuca, Leucanthemum, Ligularia, Lygodesmia, Mikania, Packera, Parthenium, Pittocaulon, Psacalium, Psilostrophe, Rudbeckia, Sigesbeckia, Solidago, Sommerfeltia, Sonchus, Tagetes, Tanacetum, Telanthophora, Tetradymia, Trixis, Vernonia, Zexmenia, etc. (Del Vitto et al., 2008; Wagstaff 2008).

Es conocida la toxicidad de la bebida aromática y espirituosa llamada “absenta”, popularizada en Francia desde fines del s. XVIII y usada inicialmente como elixir medicinal. Es elaborada por maceración de “ajenjo” (Artemisia absinthium) y posterior destilación junto con flores de “anís” e “hinojo” (las apiáceas Pimpinella anisum y Foeniculum vulgare, respectivamente). El destilado, que alcanza entre 45 y 82º GL, es generalmente aromatizado con las lamiáceas “hisopo” y “melisa” (Hyssopus officinalis y Melissa officinalis, respectivamente), Artemisia pontica y muchas otras hierbas, de acuerdo a recetas tradicionales y preferencias de los consumidores (Lachenmeier et al., 2010). El aceite esencial es rico en tujona y otros compuestos bioactivos; resulta tóxico hepático y neurológico, hasta alucinógeno y convulsivante, que son precisamente los síntomas de la intoxicación llamada “absentismo” que tiene lugar por abuso; fue esta la causa de la prohibición a que fue sometida esta controvertida bebida desde 1915 hasta pocos años atrás en muchos países del mundo.

NOTA SOBRE LA ACTUALIZACIÓN TAXONÓMICA EN LAS ASTERÁCEAS

Desde la edición de la primera parte de este trabajo (Del Vitto & Petenatti, 2009) han tenido lugar importantes progresos en el conocimiento de la naturaleza y relaciones filogenéticas de los grupos de la familia asteráceas, basados sobre todo en evidencias aportadas por análisis moleculares cada vez más comprehensivos. En 2007 fue publicado el volumen 8, Asterales, en el marco de la obra de conjunto más reciente sobre la flora mundial, coordinada por Klaus Kubitzki, The Families and Genera of Vascular Plants. Se trata de una puesta al día de las familias que integran el orden, y sus respectivos géneros, y en el tratamiento de las asteráceas participaron numerosos especialistas en las diversas Tribus (Kadereit & Jeffey, 2007).

Por su parte, un grupo de autores liderados por Vicki Funk publicó un importante volumen con monografías de las asteráceas a nivel subfamiliar y tribal, a cargo de los más reconocidos especialistas (Funk et al., 2009) que desarrollaron muy diversos aspectos de las asteráceas a lo largo de sus 44 capítulos, incluyendo morfología, interés económico, historia taxonómica, diversidad y filogenia de los grupos y distribución geográfica, exponiendo estudios e hipótesis citogenéticas, filogenéticas y morfológicas, sintetizados en árboles parciales y globales que toman en cuenta cerca de 900 taxones de asteráceas. También en 2009 apareció una nueva versión del sistema propuesto por el Grupo para la Filogenia de las Angiospermas (APG III 2009), que en su versión on-line ha ido actualizándose hasta nuestros días e incluye las más recientes consideraciones sobre los diversos grupos taxonómicos (http://www.mobot.org/MOBOT/research/APweb/).

La segregación de un nuevo género andino, Famatinanthus, basado en un género ubicado en las Mutisieae-Onoserideae (Freire et al., 2014), llevó a la modificación de algunos conceptos filogenéticos sobre grupos primitivos de asteráceas sudamericanas, estableciéndose su correspondencia a una nueva subfamilia, Famatinanthoideae, y una tribu monotípica, Famatinantheae (Panero et al., 2014).

En cuanto a nuestro país, se ha progresado notoriamente en los estudios florísticos sobre asteráceas y han visto la luz gran cantidad de monografías a nivel tribal y genérico. Luego del gran avance que significó la publicación de gran número de volúmenes de las Floras Regionales argentinas por el INTA y las instituciones botánicas asociadas al Programa PROFLOR, en las que las asteráceas tuvieron un tratamiento particularizado con sendos tomos dedicados casi exclusivamente a esta Familia (Cabrera 1963, 1971, 1974, 1978), se sucedieron otros grandes proyectos como los que culminaron con la publicación de Los géneros de Fanerógamas de Argentina (Hunziker, 1984, con el tratamiento de las asteráceas a cargo de A. L. Cabrera); el Catálogo de las Plantas Vasculares de la República Argentina (Zuloaga & Morrone, 1999) y el Catálogo de las Plantas Vasculares del Cono Sur (Zuloaga et al., 2008), en los cuales las asteráceas corrieron por cuenta de autores preeminentemente argentinos.

Desde 1994 y hasta 2007 fueron publicados los resultados del Proyecto Flora Fanerogámica Argentina (PROFLORA), que incluye cerca de un cuarto de las especies conocidas de la flora argentina. Numerosos géneros de asteráceas fueron tratados en los 20 fascículos dedicados a esta familia. Para el ordenamiento genérico se eligió el sistema establecido por Cabrera (1961), siguiendo a su vez el sistema de Bentham para las tribus (Bentham, 1873).

Del Pródromo de las Fanerógamas del Centro de Argentina fueron publicados 6 números (Ariza Espinar, 1994, 2000, 2005, 2008 a y b, 2010), 8 tribus de asteráceas, siguiendo el sistema de Bentham (1873) con las modificaciones sugeridas por Hofmann (1890-1894) y Cabrera (1961). Igual ordenamiento se adoptó para la Flora del Valle de Lerma (Salta) monografiando 11 tribus (Novara, 2012); una derivación de estos estudios es el Catálogo de las plantas puneñas, de Novara (2003), que complementa un trabajo previo de Cabrera (1957) acerca de la vegetación de la Puna argentina.

Una actualización del conocimiento de las Asteraceae de la provincia de Buenos Aires fue realizada en el año 2000 (Cabrera et al., 2000). En la Flora Chaqueña, el volumen correspondiente a la familia Asteraceae fue editado en 2009 (Freire & Molina, 2009), abarcando el territorio de las provincias de Formosa, Chaco y Santiago del Estero; este estudio había sido precedido de un catálogo de las asteráceas de la llanura chaqueña argentina (Freire et al., 2005). En la Flora de San Juan, un volumen completo fue dedicado a las asteráceas (Ariza Espinar & Freire, 2013). Sendas sinopsis de las Asteraceae de las provincias de La Pampa y Catamarca fueron publicadas sucesivamente (Troiani & Steibel, 1999; Freire et al., 2012), al igual que un catálogo de las asteráceas de Misiones (Freire et al., 2006) y un catálogo florístico de la provincia de Santa Fe (Pensiero & Gutiérrez, 2005).

Desde 2012 ha comenzado la edición de la Flora Argentina (Anton & Zuloaga, 2012 et pass.), que sigue el orden filogenético APG II (Haston et al., 2007) y está planificada en 20 volúmenes. De las asteráceas (Freire, 2014) se ha publicado: descripción, clave de tribus y tratamiento de Anthemideae, Arctotideae, Astereae, Barnadesieae, Calenduleae, Cardueae, Eupatorieae y Gnaphalieae, tribus Senecioneae y Vernonieae.

AGRADECIMIENTOS

A la Dra. Ana M. Arambarri por la lectura crítica del manuscrito, al Editor de Multequina por su siempre eficiente labor y al apoyo financiero de los Proy. 2-1014 SECyTUNSL y 22/Q-416 SPU-ME

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Recibido: 03/2015

Aceptado: 07/2015

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