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Diaeta

On-line version ISSN 1852-7337

Diaeta vol.29 no.136 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July/Sept. 2011

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Percepción de imagen corporal y conductas alimentarias de riesgo en bailarinas de danza clásica del Liceo Municipal de la ciudad de Santa Fe

Body image perception and dangerous eating habits among female ballet dancers from the municipal art academy in Santa Fe city.

 

Paredes F1; Nessier C2; Gonzalez M3

1 Licencianda en Nutrición.
2 Magister en Ciencias de la Nutrición.
3 Bioquímica. Dra en Ciencias Biológicas Universidad Nacional del Litoral. Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas. Cátedra de Bromatología y Nutrición

Correspondencia: maidagon@fbcb.unl.edu.ar

Recibido: 13/05/11.
Aceptado en su versión corregida: 18/07/11.

 


Resumen

En los últimos años se produjo un incremento progresivo de la incidencia y prevalencia de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Esta incidencia es superior en grupos poblacionales que llevan a cabo actividades relacionadas con el cuerpo y que pueden requerir una imagen delgada como es el caso de las bailarinas. El objetivo del presente trabajo fue analizar la percepción de la imagen corporal y las conductas alimentarias de riesgo para anorexia nerviosa en un grupo de 24 bailarinas de 13-23 años de edad que asistían a los cursos de capacitación de danza clásica del Liceo Municipal de la Ciudad de Santa Fe. Las participantes respondieron un cuestionario autoadministrado, y se les realizaron mediciones antropométricas para determinar el IMC. Para valorar la percepción se utilizaron imágenes corporales. Un 50% de las bailarinas sobreestimaron su imagen corporal, seleccionando imágenes que no se correspondían con sus parámetros antropométricos. A los fines de identificar las conductas alimentarias de riesgo para anorexia nerviosa se aplicó el cuestionario EAT-40. Se encontró que un 58,3% de las bailarinas clasificaron con riesgo, es decir que llevan a cabo conductas alimentarias anómalas, como por ejemplo se controlan en las comidas y les da mucho miedo pesar demasiado. Los resultados hallados dan cuenta de que las asistentes a los cursos de capacitación de danza clásica son un grupo vulnerable para el desarrollo de anorexia nerviosa, ya que más de la mitad clasificó con riesgo y la mitad presentó el factor de precipitación "distorsión de la imagen corporal".

Palabara clave: Anorexia nerviosa; Percepción de imagen; Conductas alimentarias anómalas; Estado nutricional; Bailarinas.

Abstract

During the past years there has been a dramatic increase in the incidence and prevalence of Eating Disorders. This incidence is higher among demographic groups that perform activities in which the body is used and that demand having a slim body, as in the case of dancers. The objective of the present study was to analyze the body image perception and the abnormal eating habits with risk of anorexia nervosa among a group of 24 female dancers, aged between 13 and 23, attending ballet training courses at the Municipal Art Academy in Santa Fe City. The participants answered a self-administered questionnaire and anthropometric measurements were taken to calculate their BMI. Body images were used to assess the perception the participants had of themselves. 50% of the dancers overestimated their body image by selecting images that did not correspond to their anthropometric parameters. An EAT-40 questionnaire was used to identify eating disorders with risk of anorexia nervosa. The results showed that 58.3% of the dancers were at risk; that is to say, they followed abnormal eating habits; for example, they controlled their food intake and they were afraid of being overweight. The results show that dancers attending ballet training courses belong to a high-risk group, vulnerable to developing anorexia nervosa since more than half classified as "risk" and half presented the precipitating factor "body- image distortion".

Keywords: Anorexia nervosa; Body image perception; Abnormal eating habits; Nutritional status; Female dancers.


 

Introducción

En los últimos 20 años, la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) - anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastornos alimentarios no específicos - se incrementó de modo notable. Este hecho se relaciona fundamentalmente con el fenómeno que se produjo en la sociedad contemporánea, que se caracteriza por una tendencia hacia un modelo estético de cuerpo delgado (1-10). Los estudios epidemiológicos realizados puntualmente en anorexia nerviosa señalan que el trastorno que cumple todos los criterios diagnósticos se da entre un 0,5 a un 1% de la población, con una relación de mujeres a hombres de 10:1, produciéndose mayoritariamente en jóvenes (el 93% de los pacientes está en las edades comprendidas entre los 14-23 años) (5, 8, 11, 12).
La etiología de la anorexia nerviosa incluye factores biológicos, genéticos, intrapersonales, familiares y socioculturales (13). Del Toro y Vilardell definieron la existencia de una interacción de factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento de anorexia nerviosa, entre los que se encuentran, distorsión de la imagen corporal (factor precipitante) y la actividad física (factor de precipitación y de mantenimiento) (3, 5, 14).
La alteración de la percepción de la imagen corporal ha sido definida como uno de los criterios diagnósticos de anorexia nerviosa en el DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos de la Conducta Alimentaria) y juega un papel crucial en el inicio y mantenimiento de la enfermedad (3).
Pedro López et al en un estudio realizado en Venezuela, confirmaron que las mujeres que perciben su peso como superior al real, presentan mayor riesgo asociado con los TCA (4). Otra investigación realizada en un grupo de mujeres universitarias del País Vasco, demostró que el nivel de insatisfacción corporal fue más elevado para la masa grasa (calculada por antropometría), lo que puede estar justificado por los cánones de belleza actuales y por la sobrevaloración de la delgadez (6).
A su vez, se ha postulado a la actividad física como factor precipitante y de mantenimiento de la anorexia nerviosa. Davis et al mencionan la existencia de una creciente evidencia acerca del rol de la actividad física en la patogénesis de algunos TCA (15). En el caso de la anorexia, a medida que la emaciación avanza, comienzan a añadirse la hiperactividad física, la distorsión de la imagen corporal, sensación de bienestar y comodidad respecto de su descenso de peso y temor a presentar sobrepeso (16). Por otro lado, en 1994 Davis et al, en un estudio efectuado en mujeres con patología alimentaria, detectaron que éstas eran físicamente más activas que las sanas desde la adolescencia hacia adelante y previo al diagnóstico primario de anorexia nerviosa (17). Por este motivo, se puede suponer que el ejercicio físico excesivo es un factor de riesgo para el inicio y desarrollo de anorexia nerviosa, especialmente cuando se combina con la realización de una dieta (18-19).
Al estudiar estas dos variables (ejercicio físico y anorexia nerviosa) se encuentran fundamentalmente cuatro grupos de deportes donde surgen comportamientos alimentarios patológicos: deportes de estética, de categoría de peso, de gimnasio y de resistencia (8, 20). Dentro de los deportes de estética se ubican danza y ballet, actividades físicas que involucran el desarrollo de agilidad, flexibilidad y fuerza. El cuerpo de una bailarina debe ser delgado, fuerte y flexible; además, este estereotipo de cuerpo es puntuable por los jueces (8, 21). Un estudio realizado por Madrigal Rojas E y González Urrutia AR, cuyo objetivo fue determinar el estado nutricional de bailarinas de ballet clásico, encontró que aquellas con Índice de Masa Corporal (IMC) ≥ 20 kg/m2 mostraban conductas de riesgo para trastornos alimentarios, así como insatisfacción con su apariencia (21). Otra investigación realizada por Valdez Medina, JL et al, cuya finalidad fue comparar la insatisfacción corporal en bailarinas de ballet y estudiantes de bachillerato, concluyó que las primeras mostraban mayor insatisfacción (22).
Tomando estos antecedentes como base, este trabajo se centra en la identificación de distorsión de la imagen corporal y conductas alimentarias anómalas para el desarrollo de anorexia nerviosa en bailarinas de danza clásica del Liceo Municipal de la Ciudad de Santa Fe. A partir de este trabajo se podrían realizar futuras investigaciones con un seguimiento a largo plazo de las bailarinas en riesgo, ya que los desórdenes de la alimentación tienden a ser crónicos, existiendo además, una importante alteración psicológica asociada que complica aún más la evolución y el desenlace.

Materiales y métodos

El presente trabajo de investigación descriptivo y transversal, tuvo como objetivo analizar la percepción de la imagen corporal y las conductas alimentarias de riesgo para anorexia nerviosa en bailarinas que realizaban danza clásica en el Liceo Municipal de la ciudad de Santa Fe, en el mes de Abril de 2010. La población de estudio estuvo constituida por 24 bailarinas entre 13-23 años que asistieron a los cursos de capacitación de danza clásica. Se aplicó un muestreo casual a través de la participación voluntaria y autorizada por los padres de las bailarinas, solicitandose tanto el asentimiento de las participantes y el consentimiento de los padres. El protocolo fue sometido a evaluación por el comité de etica de la Facultad de Bioquímica de la UNL.
Se realizó una entrevista donde se pesó y midió a las bailarinas y se les entregó una encuesta autoadministrada compuesta de una primera parte que evaluó las conductas y preocupaciones alimentarias de riesgo y la segunda orientada a la evaluación de la percepción de la imagen corporal.
Las conductas alimentarias de riesgos se evaluaron a través de Eating Attitudes Test (EAT, Garner y Garfinkel, 1979), cuestionario válido y fiable que ha sido ampliamente utilizado para la evaluación de los TCA (23-24). Es autoaplicada y posee 40 ítems, cada uno valorado en una escala Likert de 6 puntos, que van desde nunca a siempre. El rango de puntuación va de 0 a 120. Posee un punto de corte de 30 puntos o más, es decir que un puntaje menor a 30 clasifica sin riesgo y un puntaje mayor o igual a 30 indica riesgo. En este trabajo se utilizó la Versión española del EAT-40 que fue adaptada y validada por Castro J, et al. 1991 (24).
La percepción de la imagen corporal se evaluó mediante la selección de la silueta que mejor representó la imagen de la participante, en un juego de nueve siluetas (25). Cada imagen pertenece a una categorización de IMC, según lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien el instrumento no contaba con una imagen que se correspondía con la categoría bajo peso del IMC, el diseño del cuestionario utilizado ofrecía la posibilidad a la bailarina de ubicarse por debajo de la imagen correspondiente a la categoría normal. Por lo tanto, si la bailarina seleccionaba una imagen que coincidía con su IMC, clasificaba sin alteración de imagen corporal y por otro lado, si la asistente a los cursos de capacitación de danza se ubicaba en una imagen que no se correspondía con su IMC, se concluía que presentaba alteración de la imagen corporal.
El peso se determinó empleando una balanza electrónica portátil marca TANITA® UM-061 con capacidad máxima de 150 kg y precisión de 100 g que fue periódicamente calibrada. La talla se midió con un altímetro de papel milimetrado con una capacidad máxima de 2 m; y escuadra de material acrílico con ángulo de 90º. Para la obtención de estas medidas se procedió según lo establecido por la OMS (26). La valoración del IMC en las bailarinas menores a 18 años de edad se realizó según la referencia OMS 2007.
Los datos del estudio fueron procesados y analizados en Microsoft EXCELL 2007. Se obtuvieron medidas de tendencia central y de dispersión a los fines de describir las variables estudiadas y se aplicó la Prueba Exacta de Fisher con un nivel de confianza del 5%.

Resultados

La muestra quedó constituida por las 24 alumnas que asistieron al curso de capacitación de danza. La edad del grupo estudiado estuvo comprendida entre 13 y 23 años. El peso de las bailarinas se encontró entre 41 kg y 70,3 kg y la talla entre 149 cm y 178 cm.
En relación al IMC se observó que, en promedio (20,4 kg/m2), las bailarinas se caracterizan por presentar un peso normal, ya que el 83,3% de las mismas clasificaron en esta categoría, siendo un 16,7% las que se encontraban por debajo de la misma.
Con el objetivo de identificar las conductas de riesgo para el desarrollo de anorexia nerviosa en las bailarinas, se analizaron los puntajes obtenidos en el test de actitudes alimentarias (EAT-40). El puntaje promedio del EAT-40 fue de 34,4 ± 12 (con un mínimo de 18,6 y un máximo de 62,4). Este resultado nos indica que, en promedio, las bailarinas de la capacitación de danza clásica, presentaban conductas alimentarias riesgosas para el desarrollo de anorexia nerviosa. Esta observación se corresponde con que el 58,3% de las asistentes a los cursos de la capacitación clasificó con riesgo (gráfico 1).


Gráfico 1. Distribución de las bailarinas según riesgo para el desarrollo de anorexia nerviosa (AET-40).

En segundo lugar, para responder a este objetivo, se analizaron las conductas alimentarias más frecuentes de las bailarinas que clasificaron con riesgo (tabla 1); para ello, el grupo estudiado se redujo a 14 bailarinas y se analizaron las conductas y preocupaciones que fueron respondidas con las categorías siempre, casi siempre, bastantes veces y algunas veces del cuestionario.
Entre las conductas más frecuentes, se encuentra que un 100% de las bailarinas se controlan en las comidas. Por otro lado, a un 85,7% de las mismas les da mucho miedo pesar demasiado, se preocupan mucho por la comida, tienen en cuenta las calorías que poseen los alimentos que comen y cada día comen los mismos alimentos.
Las conductas alimentarias que resultaron menos frecuentes en este grupo de bailarinas que clasificó con riesgo, mostró que un 92,8% nunca y casi nunca vomita después de haber comido, se pesa varias veces al día y toma laxantes/purgantes. Por otro lado, un 78,5% de las encuestadas nunca y casi nunca siente que los alimentos controlan su vida. Por último, un 71% de las bailarinas nunca y casi nunca pasa demasiado tiempo pensando y ocupándose de la comida.

En cuanto a la percepción de su imagen corporal, se halló que la mayoría de las bailarinas se identificaron con las imágenes que se correspondían con la categoría normal del IMC, representando las mismas un 63% del grupo estudiado. (Gráfico 2).


Gráfico 2. Precepción corporal.

Al comparar las imágenes seleccionadas por cada bailarina y su IMC, se obtuvo que un 50% de las mismas presentaban alteración de la imagen corporal, ya que seleccionaron imágenes que no coincidían con sus parámetros antropométricos.
Al dividir la población estudiada en función del IMC obtenido para bailarinas de balet a nivel internacional (uno representado por las bailarinas cuyo IMC fue menor a 20 y el otro por las que registraron un IMC mayor o igual a 20) (21) se encontró, que las bailarinas de ballet profesional que se encuentran por encima del promedio máximo del IMC son las que poseen mayor alteración de la imagen corporal y conductas riesgosas para el desarrollo de TCA. Sin embargo, al aplicar la prueba Exacta de Fischer se encontró independencia entre ambas variables estudiadas (p=1) (grafico 3).


Gráfico 3. distribución de las bailarinas clasificadas de acuerdo a las conductas alimentarias por rangos de IMC

Con respecto a las conductas alimentarias y los rangos de IMC, se observó que en ambos casos un 58% de las bailarinas clasificaron con riesgo de desarrollar anorexia nerviosa según el EAT-40. Nuevamente se encontró que estas variables fueron independientes (p = 0, 22) (Gráfico 4).


Gráfico 4. Relación entre el riesgo de anorexia nerviosa y la percepción de la imagen en las bailarinas.

Al estudiar la relación existente entre el riesgo de desarrollar AN y la percepción de la imagen corporal, se encontró que de las 24 participantes en la investigación, un 25% de ellas presentan riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, así como también alteración de la imagen corporal. Por otro lado, un 16,6% de las bailarinas no lleva a cabo conductas alimentarias de riesgo según el EAT-40 y no presenta alteración de la imagen corporal (gráfico 5).
Por último, se determinó si las conductas alimentarias riesgosas para el desarrollo de anorexia nerviosa son independientes de la percepción de la imagen corporal. Al aplicar un test de independencia estadística, distribución chi cuadrado, se concluyó que las conductas alimentarias de las bailarinas de la capacitación de danza clásica y la percepción de imagen corporal son independientes (p=0,68).

Discusión y conclusiones

El propósito de esta investigación fue estudiar factores de anorexia nerviosa en bailarinas de danza clásica, ya que esta modalidad enfatiza la delgadez o esbeltez de la silueta como requisito importante para el óptimo rendimiento, condiciones que finalmente podrían favorecer la manifestación de trastornos de la conducta alimentaria.
En cuanto al factor de riesgo alteración de la imagen corporal, el valor máximo de IMC observado en bailarinas profesionales de ballet a nivel internacional es de 20 kg/m2 (21), lo cual podría explicar por qué un 66,33% de las bailarinas de esta investigación con IMC ≥ 20 kg/m2 mostraron alteración de su imagen corporal. Es decir, que a pesar de ser mujeres con un peso normal, no poseen el cuerpo considerado ideal para la disciplina que practican, situación que posiblemente pudo contribuir a la sobreestimación de su imagen corporal. En este grupo de bailarinas también se encontró que el 58% lleva a cabo conductas alimentarias anómalas para el desarrollo de anorexia nerviosa (según EAT-40).
Un estudio realizado en 2008 por Madrigal Rojas, E y González Urrutia AR, en un grupo de 24 bailarinas de academias del área metropolitana de Costa Rica, también encontró que aquellas bailarinas con IMC=20 kg/m2 mostraron insatisfacción con su apariencia y conductas de riesgo para TCA (según EAT-26) (21).

Si bien se utilizaron distintos tests para evaluar percepción de la imagen corporal y conductas alimentarias, es de destacar que ambos estudios encontraron que las bailarinas que poseen un IMC igual o por encima del IMC de referencia de las bailarinas de ballet profesionales, presentaron alteración de la imagen corporal y conductas alimentarias riesgosas.
Posiblemente tener IMC ≥ 20 kg/m2 aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos alimentarios en la población de bailarinas. Sin embargo esto no puede ser afirmado ya que al aplicar chi cuadrado entre los rangos de IMC (< 20 kg/m2 o ≥ 20 kg/m2) y los factores de riesgo estudiados se concluyó que existe independencia entre estas variables, posiblemente por el pequeño tamaño muestral.
El ideal de cuerpo delgado es un estereotipo buscado por todas las mujeres de la cultura occidental, y más aún en subculturas como el ballet, donde esa figura delgada es la norma para conseguir el éxito y la aprobación. Se observó que un 50% de las bailarinas sobreestimaron su imagen corporal, seleccionando imágenes que no correspondían con sus parámetros antropométricos. Este hallazgo supone la existencia del factor precipitante "distorsión de imagen corporal" para el desarrollo de anorexia nerviosa en este grupo de bailarinas.
Al aplicar el EAT-40 en las bailarinas de la capacitación de danza clásica, se encontró que un 58,3% de las mismas presentaban preocupaciones y conductas de riesgo para el desarrollo de anorexia nerviosa. Un estudio realizado en Venezuela en bailarinas, encontró un porcentaje similar al aplicar el EAT-26 (versión abreviada del EAT-40), ya que la mitad del grupo manifestó conductas de riesgo para desórdenes alimentarios (21).

Es significativo destacar que aun cuando los resultados obtenidos no son concluyentes de diagnóstico de TCA, sí son indicativos de la presencia de ciertos síntomas de éstos en las bailarinas, tales como miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso. Así, por ejemplo, entre las conductas y preocupaciones más frecuentes de las bailarinas se encontró que les da mucho miedo pesar demasiado, les preocupa la idea de tener grasa en el cuerpo y el deseo de estar más delgada. A su vez, se hallaron patrones alimentarios restrictivos, ya que las bailarinas manifestaron que se controlan en las comidas, tienen en cuenta las calorías que tienen los alimentos que comen, hacen mucho ejercicio para quemar calorías, piensan en quemar calorías cuando hacen ejercicio y comen alimentos de dieta.
López PA et al, en un estudio realizado en Venezuela, confirmaron que las mujeres que perciben su peso como superior al real presentan mayor riesgo asociado con los TCA (4). Del mismo modo, un estudio realizado por Merino HM et al también encontraron que las adolescentes femeninas de su grupo estudiado, que presentaron una percepción corporal distorsionada y comportamientos alimentarios anómalos, podían ser incluidas dentro del grupo de riesgo para el desarrollo de un TCA (27).
Si bien en este trabajo el riesgo de desarrollar anorexia nerviosa y la percepción de la imagen corporal resultaron ser independientes, es relevante que un 25% de las bailarinas que percibieron su imagen corporal como superior a la real, también clasificaron con riesgo para desarrollar anorexia nerviosa. Posiblemente la alteración de la imagen corporal y las conductas alimentarias anómalas no se manifiestan simultáneamente en el tiempo, pero sí una podría conducir a la otra. Por lo tanto futuras investigaciones podrían dar respuesta sobre el significado de la presencia de estos factores de riesgo en el transcurso del tiempo y su relación con el riesgo futuro de desarrollar un TCA.
De lo expuesto anteriormente, podemos concluir que los resultados de este trabajo coinciden con la suposición de que las asistentes a los cursos de capacitación de danza clásica son un grupo de riesgo para el desarrollo de anorexia nerviosa, ya que más de la mitad lleva a cabo conductas alimentarias anómalas y además la mitad presentó el factor de precipitación "distorsión de la imagen corporal" para anorexia nerviosa.
Uno de los principales aportes de esta investigación constituye el haber analizado la percepción de la imagen corporal y las conductas alimentarias en bailarinas de danza clásica, y su relación con el riesgo de desarrollar anorexia nerviosa. Puesto que no hay su ficiente información en nuestro país relacionada con el tema, este estudio permite seguir diseñando investigaciones en la población de bailarinas de danza clásica que contribuyan a mejorar la calidad de vida y salud mental de este grupo poblacional considerado vulnerable en esta problemática.
Los resultados hallados muestran que las acciones dirigidas al grupo estudiado deberían tener como objetivo primordial la prevención, a través de capacitaciones en temas de nutrición y salud, tanto a las bailarinas como a las profesoras de ballet. Es muy importante que estas últimas sepan brindar recomendaciones apropiadas a sus estudiantes en temas relevantes como la alimentación y la imagen corporal, y además que puedan reconocer conductas de riesgo y orientarlas de manera apropiada.
Y por último, se necesitan más investigaciones en nuestro país en este campo, para desarrollar estrategias de educación nutricional que permitan mejorar el estado nutricional y de salud en este grupo poblacional.

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