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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.33 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2007

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

María Inés Mudrovcic, Historia, narración y memoria – Los debates actuales en filososfía de la historia, Madrid, Akal Ediciones, 2005, 160 pp.

La presente obra de María Inés Mudrovcic consiste en una compilación de trabajos publicados o presentados en congresos entre 1998 y 2001. Ésta incluye tanto el concepto de historia en la ilustración como algunos de los debates contemporáneos más importantes en torno a la narrativa histórica y la relación de la memoria con la historia. La idea organizadora de esta diversidad temática es que el origen de estos debates puede ser rastreado hasta las tesis del siglo XVIII acerca del alcance del conocimiento histórico.
La primera parte del libro está dedicada a la historia en la ilustración. Para la autora, uno de los motivos de la ruptura entre historia y memoria está ligado al proceso de delimitación de los espacios epistemológicos, en este caso a la separación entre la historia profana y la sagrada. Voltaire recurre al criterio de racionalidad de las leyes naturales en lugar de la fidelidad del recuerdo, a fin de excluir del discurso de lo real, y consecuentemente del histórico, a todos los testimonios de actos sobrenaturales.
David Hume es presentado como representativo del dilema moderno acerca de la relación entre historia y narración. Al comienzo de su Tratado de la Naturaleza Humana las ideas provenientes de los recuerdos son distinguidas de las provenientes de la imaginación por su fuerza y vivacidad. Sin embargo, al ser incapaz de establecer propiedades internas al texto que diferencien un género del otro, acaba por tomar a la intención del autor y la creencia del lector como el criterio de distinción. Gracias a esto el filósofo acaba por reconocer que la imaginación proporciona coherencia al relato histórico.
Con relación al concepto ilustrado de progreso, la autora rechaza que haya surgido de una visión secular del esquema histórico cristiano, pues incluye aspectos que esta hipótesis no puede explicar. Su fundamento, antes bien, debe buscarse en la transposición de la idea de Naturaleza a lo humano. Por último, se interna en el concepto ilustrado de historia, y la posición de Voltaire en medio de estos cambios. Asimismo contrasta su monismo antropológico a nivel teórico con su pluralismo de historiador.
La segunda parte está dedicada a las discusiones acerca del carácter literario de la historiografía. Si bien la filosofía de la historia del siglo XIX volvió a reconocer la importancia de la narración histórica que había perdido peso en el siglo anterior, el vuelco definitivo a las cuestiones lingüísticas se produjo con la publicación Metahistoria de Hayden White. Con todo, este giro no ha sido bien recibido por parte de los historiadores quienes, independientemente de que la retórica histórica sea concebida como tropología, al estilo White, o como argumentación, a la manera de Struerver, la consideran incapaz de dar cuenta del pilar de la actividad, es decir, el principio de realidad.
Frente a la tendencia de los historiadores a abandonar la narrativa a favor de herramientas conceptuales y discursivas más sofisticadas, y la historia-relato a favor de la historia-problema, la autora rechaza asociar la narración con vulgarización, e insiste en su eficacia en la lógica interna del relato. Para justificar esta afirmación se muestra el valor heurístico de las categorías de espacio de experiencia y horizonte de expectativas de Koselleck en la articulación entre el pasado y presente en la corta y media duración y del concepto de "contemporáneos" de Schutz en la larga duración.
La última parte del libro está dedicada a la relación entre historia y memoria y, en particular, a tres ejes centrales en el debate: la neutralidad valorativa, el concepto de trauma y el deber de memoria. El primero de ellos surge a propósito de la historia del presente, donde el historiador es portador de la memoria del período a reconstruir. Frente al debate entre Gadamer y Habermas, se toma una posición intermedia, que reconoce el carácter regulador del observador analítico habermasiano siempre y cuando no soslaye las implicaciones ético políticas del discurso historiográfico. La neutralidad valorativa debe ceder ante la figura del crimen.
Con relación al concepto de trauma en historia, la autora distingue dos acercamientos. El especulativo, donde es utilizado como clave para interpretar el sentido de la historia, y el empírico, que lo toma como una categoría que da cuenta de los fenómenos históricos concretos del pasado reciente. Se sostiene la existencia de una incompatibilidad ontológica entre la temporalidad histórica y la traumática, que contrapone historia y repetición.
El reclamo de no olvidar ciertos episodios trágicos del pasado reciente nos enfrenta al dilema cómo mantenerse en el ideal occidental de privilegiar lo universal por sobre lo particular. Aún cuando se vislumbra la posibilidad de disolver este dilema afirmando que estos casos particulares son un referente oblicuo de un universal ausente: la justicia. La autora sostiene que la historia debe mantenerse en el ideal occidental, pues la mayor contribución ética que la historia puede hacer a la memoria justa consiste en describir simplemente lo que ocurrió.
A la obra le cuesta constituirse como un todo homogéneo, algo habitual en las compilaciones. Existen tensiones entre artículos que no se resuelven, como es el caso de las conclusiones acerca de la neutralidad valorativa y la del deber de memoria. La tesis organizadora del origen histórico de los debates actuales es provocadora, pero solo se presenta como un postulado en la introducción, dejando al lector con el anhelo de que sea desarrollada en alguna otra oportunidad. Por último, la inclusión de ponencias de congresos, cuya extensión es menor que la de los artículos, incide en la profundidad de los tópicos allí tratados.
Estos reparos empero no van en desmedro de sus virtudes. Nos encontramos frente a una obra que presenta el estado de la materia de manera actualizada. Además, es uno de los pocos libros del área y en nuestra lengua que introduce los debates y argumentos tratados de una forma comprensible y concisa. Todo ello lo convierte en un marco y punto de partida para cualquier investigación en filosofía de la historia.

Esteban Lytghoe

Universidad de Buenos Aires

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