SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.33 número1Globalización y neoliberalismo: ¿un futuro inevitable?Týkhe – Anánke: Hasard et nécessité dans la philosophie grecque índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.33 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2007

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Monroy Nasr, Zuraya: El problema cuerpo-mente en Descartes. Una cuestión semántica, México, UNAM, 2006, 186 pp.

Es bien sabido que, ya en vida misma de Descartes, sus primeros objetores, incluso los más condescendientes y afines a su doctrina, acusaron como una flagrante contradicción de doble afirmación de la Meditación Sexta, en la que Descartes postula, primero, la distinción real entre las substancias extensa y pensante, y enseguida, la unión de dichas substancias en un compuesto substancial, el hombre. Dicha objeción, cuya historia es tan larga y compleja como la del cartesianismo, no puede dejar de ver en aquella contradicción un "abandono de la partida", esto es de la filosofía, según la sentencia lapidaria de Leibniz, acusación que, por diversas razones (fracaso, renuncia o decisión metafísica) es vigente a lo largo de la éxegisis contemporánea. Monroy Nasr acomete y logra la empresa de otorgar una interpretación original del llamado dualismo cartesiano, consciente, en tanto tal, de lo marcos conceptuales en los que se incluye. Veamos sus lineamientos generales.
Destaquemos en primer lugar que la autora adopta como "guía heurística" (p. 3) el de la coherencia del sistema cartesiano, incluyéndose así, agreguemos nosotros, dentro de una línea de interpretación, inaugurada por J-M. Beyssade, que recupera la noción de coherentia, utilizada por el mismo Descartes, para dar cuenta de un orden de razones que ya no admite la figura lineal y escolar del árbol, otorgada por el Prefacio a Los Principios de la Filosofía, y exige una figura más compleja, que admite mejor la metáfora arquitectónica de la capilla, utilizada en las Respuestas a las Séptimas Objeciones. En segundo lugar, el abordaje de la unión substancial es principalmente epistemológico, más precisamente, se dirige a interrogar sobre la posibilidad de una física, que, como ciencia del mundo visible, debe validar un conocimiento sensible, basado en la experiencia empírica de los cuerpos del mundo (cf. p. 39). Finalmente, la autora agrega a este nivel epistemológico un nivel semántico, en el cual Descartes abandona "la necesidad de poseer una imagen mental semejante a los objetos extramentales para tener un conocimiento verdadero acerca de ellas" (p. 7).
En el primer capítulo ("El dualismo radical. El acierdo de Descartes") se expone el argumento cartesiano de la distinción real, y el debate de Descartes con los autores de las Primeras Objeciones (Caterus), de las Cuartas Objeciones (Arnauld) y de las Quintas Objeciones (Gassendi), lo cual otorga la oportunidad a la autora de examinar, a través de los estudios contemporáneos (Alanen, Grene, Garber, entre otros), la originalidad de Descartes respecto a la concepción de distinción real en la nueva escolástica, particularmente respecto a la obra de Suarez. En el segundo capítulo, se discuten las llamadas interpretaciones diacrónicas de la unión, es decir, que entienden la postulación del dualismo y de la unión como dos doctrinas diferentes y sucesivas, lo cual lleva inevitablemente a la tesis de la contradicción o la incoherencia, para defender enseguida las interpretaciones sincrónicas, es decir, tendientes a redefinir el problema de la relación dualismo / unión "como dos concepciones que responden a objetos diferentes y provienen de formas distintas de conocer" (p. 43). La autora recupera aquí las interpretaciones clásicas de Alquié y Guéroult, a la vez que examina las de Richardson, Garber y Cottingham, para reafirmar una lectura sincrónica del dualismo y la unión substancial, consideradas por lo tanto como dos concepciones que tienen objetos diferentes, se encuentran en diferentes dominios y corresponden a diferentes formas de conocer (cf. p. 72). Así, la independencia entre las tres nociones primitivas (pensamiento, extensión, y unión) permite considerarlas como ámbitos distintos de saber y garantiza la comprensión coherente del pensamiento cartesiano (p. 73). El problema que se abre a partir de aquí es justamente cómo es posible el conocimiento del mundo físico, asunto que ocupará los dos últimos capítulos, lo más largos del libro. En el tercero, "Percepción o sensopercepción del mundo físico", Monroy Nasr combate las interpretaciones que ella llama reduccionistas (racionalistas o empiristas) del dualismo cartesiano, distinguiendo tres niveles independientes de la filosofía cartesiana: el nivel epistemológico, el nivel neurofisiológico, y finalmente, el nivel fenomenológico, en el cual se describe la experiencia vivida de la unión, experiencia en la cual, "la unión mente-cuerpo no se explica ni se conoce, se siente" (p. 79). Respecto al primero, la autora describe tanto los aspectos racionales como empíricos de la ciencia cartesiana, lo cual lleva a destacar la complementariedad de la percepción intelectual y la sensopercepción en el conocimiento del mundo físico. En el segundo, se examina la fisiología de la sensación en el Tratado del Hombre, la cual todavía no da cuenta todavía de la transformación de datos sensibles en ideas. El nivel fenomenológico, finalmente, lleva al mismo problema: luego de destacar, siguiendo a Yolton, el carácter polisémico de los términos de imaginación y sensopercepción, la autora puede finalmente preguntar "… cómo es que los datos de los sentidos se convierten en ideas y pueden ser parte de juicios confiables acerca del universo físico?" (p. 112).
El interrogante se despliega en el cuarto y último capítulo "Conocimiento sensible y semántica en la scientia cartesiana", quizás el más denso del libro, ya que en ellos se examinan, en apretada concisión, el concepto de verdad en Descartes, para agregar finalmente un cuarto nivel, el semántico, que hace posible alcanzar un conocimiento que merezca el título de scientia. Creemos se puede definir el núcleo del problema en la oposición entre las interpretaciones representacionistas, que "consideran que el conocimiento de las cosas corpóreas y externas tiene como su objeto inmediato a las ideas", y las interpretaciones realistas, "que se oponen a la postulación de entidades mentales como objeto directo de la percepción" (pp. 121-122). Aun admitiendo el interés de un acercamiento histórico al problema, Monroy Nasr, se centra en las interpretaciones contemporáneas del problema (Bennet, Wilson, Williams), para afirmar, justamente, que Descartes no necesita en absoluto de una teoría de la unión par dar cuenta de la relación entre los aspectos racionales y empíricos comprometidos en el conocimiento del mundo físico (pp. 133-134). Es aquí donde, distinguiendo definitivamente entre la relación causal y relación semántica, la autora hace suya la tesis de Yolton, según la cual "los movimientos físicos son signos, de o para la sensación" (p. 138). Esta teoría semántica permitiría a Descartes enunciar la posibilidad de un conocimiento verdadero del mundo físico que no se basa en la semejanza entre la representación y lo representado, postura que justificaría una realismo radical (sostenido hace casi tres décadas por Mac Kenzie), según la cual la función sensorial sería capaz de representar al alma los valores semánticos de las imágenes corpóreas en el cerebro.
El libro de Monroy Naszr tiene la virtud de abrir diversos campos de investigación. El primero, que la misma autora reconoce (p. 179) y acomete en un artículo reciente, compete al desarrollo de la teoría semántica en el siglo XVII, investigación que continuaría la emprendida tiempo ha por los estudios de Gaukroger y Beuchot. Es constante, a través de todo el libro, el diálogo con la principal bibliografía contemporánea, muy especialmente anglosajona, con las breves y significativas excepciones de Guéroult y de Aquié. A partir de aquí, el lector de Descartes esperaría, en primer lugar, una ampliación de la llamada doctrina semántica de la unión (la cual da título al libro pero queda lacónicamente limitada a su última sección), en la que, segundo, se cotejara el estado de la cuestión con los modos en que la reciente bibliografía francesa ha interpretado la comparación cartesiana entre la relación cuerpo/alma y la relación signo/significado (especialmente, la noción de código acuñada por Jean Luc Marion), cotejo que creemos podría enriquecer el marco epistemológico tan claramente desarrollado por la autora. Por último, quisiéramos hacer notar que la interpretación aquí defendida tiene la virtud de extender su valor heurístico mucho más allá de los límites de los intereses intelectuales de este libro, es decir, de un nivel epistemológico, para alcanzar una dimensión moral: después de fundar una física, la investigación cartesiana se concentra en las pasiones, único modo de la sensibilidad que permite el conocimiento de un bien verdadero. Valga esto último como testimonio de la riqueza del texto cartesiano y de la interpretación que aquí se nos brinda.

Pablo E. Pavesi

Universidad de Buenos Aires

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons