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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.34 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2008

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Miguel Ángel Pérez Pirela, Perfil de la discusión filosófica política contemporánea: una propuesta aristotélica, Roma, Editrice Pontificia Università Gregoriana, 2005, 254 pp.

La obra bajo reseña proviene de una tesis doctoral aprobada por la Universidad Pontificia Gregoriana. Consta de una introducción, cinco capítulos, una conclusión y la bibliografía. Los capítulos tratan respectivamente sobre el individuo contemporáneo desde un punto de vista sociológico, el contractualismo moral de David Gauthier y la crítica de Michael Sandel, la visión antropológica de Charles Taylor sobre la dictadura del "yo", una crítica al libertarismo de Robert Nozick, y finalmente el aristotelismo de Alasdair MacIntyre.
La tesis central del libro consiste en que el atomismo y la neutralidad axiológica del liberalismo le impide a éste ofrecer una respuesta apropiada a los problemas políticos contemporáneos. El autor pone especial énfasis en los defectos de la teoría liberal de la justicia y en la primacía que la misma otorga a la justicia por sobre el bien. Por el contrario, según el autor la inversión de dicha primacía por parte del comunitarismo le otorgaría una ventaja decisiva en el debate con el liberalismo. Finalmente, la recuperación de la tradición aristotélica de filosofía práctica es la que permitiría superar la crisis ético-política contemporánea.
Si bien la tesis central del libro en sí misma dista mucho de ser original, sobre todo tratándose de una tesis doctoral, a veces la aproximación a cuestiones antiguas ofrece la oportunidad de apreciar las mismas desde diferentes puntos de vista o sacar a la luz aspectos descuidados de los mismos. Sin embargo, lo que llama la atención en esta obra es que la misma consiste casi exclusivamente en la exposición de las teorías de Christopher Lasch, Robert Bellah, Michael Sandel, Charles Taylor y Alasdair MacIntyre en contra del liberalismo. Es muy difícil detectar cómo o dónde el autor elabora, analiza o discute dichas opiniones en lugar de simplemente citarlas o utilizarlas para defender su posición. De ahí que sea muy complicado detectar cuál es la posición propia del autor sin caer en la tentación de creer que, literalmente, sigue al pie de la letra a los autores citados. A quienes ya estén familiarizados con la obra de dichos autores la lectura de este libro les resultará poco novedosa.
Yendo a la tesis en sí misma, el autor sólo trata en cierto detalle la obra de David Gauthier y de Robert Nozick, con algunas menciones a la de Ronald Dworkin y de John Rawls sólo en relación a las críticas realizadas por Michael Sandel en Liberalism and the Limits of Justice. Si bien el autor aclara que
ofrece una "crítica a un cierto tipo de liberalismo fundado en la ausencia de bienes anteriores" (10 [subrayado original suprimido], cfr. 207), su referencia al debate entre liberalismo y comunitarismo hace que el lector se lleve la impresión de que el liberalismo en su conjunto adolece de atomismo y neutralidad axiológica, y no sólo la obra de Gauthier, Nozick y (parte de) Rawls. De ahí que llame la atención el hecho de que el autor, en el contexto del debate entre liberales y comunitaristas, se abstuviera de tratar, por ejemplo, la obra de Joseph Raz (mencionado en la introducción pero ignorado en el resto del texto), William Galston (ídem) y Will Kymlicka (sólo utilizado en la crítica contra Nozick), amén de las discusiones de Ronald Dworkin sobre el liberalismo y la neutralidad axiológica y, dado que el autor incluye al Iluminismo y sus continuadores como responsables de la "enfermedad de la modernidad", a Jürgen Habermas. En efecto, una de las tesis compartidas por estos pensadores es que, en lugar de suscribir a cierto relativismo moral, el liberalismo en realidad defiende una teoría del valor que a su vez explica por qué la persecución del bien debe estar guiada por la libre reflexión y adopción de los agentes, sin que la idea de auto-determinación se confunda con el atomismo (en verdad, estos pensadores nos dan razones para poner en duda el debate mismo entre liberales y comunitaristas). Al basar su crítica del liberalismo en Gauthier y en Nozick el autor en realidad manipula la evidencia de la posición que intenta criticar en lugar de enfrentarse a la versión más poderosa de su oponente. Si el autor insistiera con su aclaración de que sólo se ocupa de cierto tipo de liberalismo, el autor debería entonces limitarse a hablar del debate entre el comunitarismo y un cierto y minoritario tipo de liberalismo.
Es asimismo curioso que mientras para muchos de sus oponentes el liberalismo descansa sobre una concepción antropológica demasiado optimista si no totalmente ingenua, el autor, siguiendo a MacIntyre, le atribuye al liberalismo una concepción pesimista de la naturaleza humana según la cual la política es la continuación de la guerra pero por otros medios (44, 180, 225). En realidad, si por antropología pesimista se hace referencia a la tendencia humana al conflicto, toda teoría política debería partir por definición de cierto pesimismo antropológico. La adopción del optimismo antropológico, por el contrario, no podría explicar el conflicto político. Quizás la atribución de una antropología pesimista al liberalismo se deba a que el comunitarismo asume que el liberalismo no es sólo una teoría política que trata de explicar y solucionar el conflicto sino que es en realidad el responsable del conflicto mismo (138). De hecho, a lo largo del libro, y especialmente en el primer capítulo, el autor menciona al liberalismo junto con cuestiones tales como el narcisismo, la racionalidad instrumental, el conflicto, etc., sin aclarar cuál es la causa y cuál el efecto. De ahí quizás la creencia en que una vez superado el liberalismo la armonía reinaría sin mayores problemas y la ingenuidad de afirmaciones comunitaristas tales como "La concordia, por ejemplo, qué gran valor sería, si aplicada al mundo moderno de la catástrofe moral en el cual la discusión se limita a la búsqueda de medidas procedimentales para que los individuos narcisistas no se agredan entre sí" (223).
Ante este panorama el liberalismo curiosamente puede orgullosamente sacar a relucir la dosis de realismo contenida en su diagnóstico de la política contemporánea como un área en la cual no hay valores compartidos y la primacía de valores como la justicia por sobre los otros bienes. La pretensión de superar el conflicto político mediante la apelación a bienes comunitarios tales como las tradiciones sólo atizarán el desacuerdo en lugar de resolverlo. ¿Por qué asumir que la historia o en el pasado prevalece la armonía por sobre el conflicto? Sólo una visión antojadiza de la historia o del pasado puede compartir dicha presunción. Además, la invocación a la autoridad de Aristóteles para resolver los conflictos políticos en términos comunitaristas ignora el papel que juega el conflicto en la teoría política aristotélica, sobre todo el libro V de su Política (por ejemplo, la consulta de Bernard Yack, The problems of a political animal, Berkeley, California University Press, 1993, debería ser un antídoto eficaz contra dicha invocación).
Es probable que el liberalismo adolezca de profundos defectos, quizás requiera una profunda transformación, si es que no debe ser lisa y llanamente abandonado. Pero el comunitarismo expuesto en este libro no da mayores razones para creer que ése es el caso.

Andrés Rosler

Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

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