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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.34 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2008

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Fabián Mié, Lenguaje, conocimiento y realidad en la teoría de las ideas de Platón. Investigaciones sobre los diálogos medios, Córdoba, 2004, Ediciones del Copista, 422 pp.

El presente trabajo de Fabián Mié constituye una lectura de los diálogos medios de Platón que confiere a la hipótesis de las ideas un profundo espesor y un vasto alcance que denotan a la vez la riqueza del texto platónico y el fuerte compromiso filosófico asumido por el autor.
El texto se propone cuestionar el andamiaje hermenéutico construido de Aristóteles en adelante en torno a la hipótesis de las ideas y ofrecer una reconstrucción de las principales tesis filosóficas de los diálogos medios que bloquee la atribución a Platón de una metafísica de los dos mundos. El enfoque hermeneútico asumido por el autor supone un fuerte rechazo de la interpretación histórico-evolutiva que considera legítimo apelar a quiebres en los puntos de vista en diferentes períodos de la obra platónica. Defiende, en cambio, una versión compatibilista de las principales posiciones identificadas como específicamente platónicas en diversos momentos de la producción intelectual de Platón. De hecho, el primer capítulo del libro se destina a demostrar que la semántica y la epistemología de la hipótesis de las ideas tal como se postulan en el Fedón son consistentes una serie de tesis dialécticas desarrolladas por los diálogos tardíos.
A lo largo de los otros cuatro capítulos que constituyen el libro, Mié se enfrenta a las lecturas clásicas de pasajes centrales de la obra platónica, como la alegoría de la línea de República VI, la primera parte del Parménides que concierne
a la discusión en torno a la noción de participación o la teoría de la reminiscencia presentada en el Menón y el Fedón para oponerles lecturas polémicas que no admiten adhesiones ni rechazos unilaterales. En vista de su objetivo de refutar la postulación de una metafísica de los dos mundos por parte de Platón, aborda la hipótesis de las ideas desde diversos puntos de vista. En lo que concierne al punto de vista ontológico, el autor se enfrenta a la interpretación según la cual las ideas y las cosas constituyen dos órdenes sustanciales absolutamente paralelos entre los cuales existe cierto grado de correspondencia garantizado por la mímesis. La postulación por parte de Platón de grados de existencia, tesis que tendría como base una ontología eléatica, es rechazada por el autor en el contexto de una revisión de la relación entre ideas, propiedades y particulares. El eidos es presentado como aquello idéntico por lo que se interroga en la pregunta socrática por el qué es, de suerte que se trata de aquello a lo que se debe recurrir para acceder a una genuina explicación de la realidad. Si bien son paradigmas por el hecho de implicar una regla de construcción, las ideas no son particulares perfectos ni equiparables sin más a universales, pues mientras el universal se define por tener instancias particulares, la idea es ella misma la propiedad que la cosa sensible que la ejemplifica sólo llega a representar en una cierta medida. El autor entiende que las ideas constituyen sistemas en virtud de los cuales es posible definir la identidad de un objeto. Así, lo sensible no sería otra cosa que sus cualidades tomadas en conjunto e implicaría imperfección e inestabilidad en la posesión de propiedades y, por consiguiente, en la propia definición.
En lo que concierne al conocimiento, el autor discute la lectura que entiende el proceso cognitivo en Platón sobre la base del modelo de la percepción y que, en consecuencia, considera que el conocimiento del eidos resulta categorialmente homogéneo al de los objetos sensibles. A partir de un examen pormenorizado de la relación entre dóxa y epistéme en República V y VI y Menón, el autor da cuenta de las diferencias entre una y otra en términos de capacidad reflexiva (cap. II). Mié considera que tal relación no implica una distinción entre dos formas de conocimiento referidas a dos mundos separados, sino meramente dos modos de comprensión de la realidad. Según su lectura, la dóxa constituye un estado mental imperante en la vida de los hombres que supone la ausencia de comprensión del propio estado y de los verdaderos correlatos del conocimiento, con los cuales, paradójicamente, ellos mantienen necesariamente cierto trato, en cuanto toda actividad mental sólo puede ejecutarse operando con ideas. Esta inconciencia de la verdadera situación sería superada a través de la rememoración que implicaría el hecho de acceder a la espistéme.
Así, en el proceso de la rememoración no se recuperaría meramente un contenido o un objeto de conocimiento, sino también la estructura misma del fenómeno del haber olvidado. La crítica de las opiniones denuncia pues la falta de capacidad reflexiva respecto del verdadero estado epistémico en el cual se está cuando se sostienen meras opiniones acerca de algo. El conocimiento de las ideas, como contraparte, supondría el hecho de alcanzar la auténtica estructura de la realidad y representaría la capacidad de ejercitar el control de las opiniones y aplicar paradigmáticamente lo general, haciéndolo valer en su identidad para cada uno de los casos diferentes que explica. La epistéme que se constituiría a partir de tal conocimiento entraña también el saber dialéctico que supone la capacidad de operar con reglas combinatorias definidas por las ideas.
A partir de tal lectura se determina también el rol conferido a la participación, noción a partir de la cual Platón liga los particulares sensibles y las ideas. En su análisis de la primera parte del Parménides Mié rechaza la interpretación según la cual este iniciaría una fase autocrítica que consistiría en el abandono de los criterios centrales de la teoría clásica de las ideas (cap. III). Por el contrario, tal diálogo indicaría cómo hay que entender la hipótesis de las ideas sustrayéndolas a la cosificación que supone lecturas eleáticas. En función de la noción de participación, discute la teoría de la predicación platónica en los diálogos medios y distingue dos sentidos de ser, uno identificativo y otro predicativo, a partir de los cuales se bloquearían las aporías presentadas a la participación por Parménides. Así, a través del Parménides y su tratamiento de la participación Platón asentaría indirectamente la diferencia categorial entre forma y objeto sensible. El rechazo a la tesis según la cual Platón abandonaría tardíamente la teoría de las ideas determina también su lectura del Teeteto (cap. V). Mié considera que, lejos de tratarse de una revisión de las tesis de madurez y presentar una tesis alternativa a la de las ideas para explicar el conocimiento, este diálogo estaría por detrás de los diálogos medios porque en él se revisan las aporías en que se enredan las limitadas posibilidades de explicar la complejidad del conocimiento de lo real que le cabe a une epistemología de base monista y a un determinado modelo de conocimiento que prescinde de las ideas. Pero considera que el Teeteto también está más allá de los escritos del período clásico de la teoría de las ideas, pues examina problemas a partir de los cuales comienza el desarrollo de las condiciones de posibilidad de la dialéctica que investigará en los diálogos tardíos. La interpretación que señala la ausencia de las ideas como causa del destino aporético de este diálogo sigue siendo entonces para Mié la mejor encaminada, pues el Teeteto despliega una controversia con un
modelo epistemológico que hace imposible la teoría de las ideas, así como también su fundamentación dialéctica.
Por último, en lo que concierne al lenguaje, el autor examina a fondo la relación entre los nombres y las ideas en el Crátilo (cap. IV), diálogo que constituiría un desarrollo del núcleo de la ontología de las ideas. Mié entiende que allí Platón descubre las ideas como auténticos correlatos del lenguaje e inaugura la función simbólica del lenguaje fundándola en las formas, entendidas como las estructuras de los objetos sensibles, cuyos nombres representan significados lo cual significa imitar las ideas. Según su lectura, Platón intentaría darle a la disputa tradicional sobre la corrección de los nombres un giro ontológico por el cual elabora un concepto de verdad que propone caracterizar como "ontológico-semántico" y consistiría en la imitación correcta de la forma de la cosa a través de signos convencionales usados como vehículos de conocimiento.
Si bien los cinco capítulos mencionados guardan una estrecha relación entre sí, configuran tratamientos completos e independientes que admiten un abordaje aislado. Cada uno de ellos presenta la hipótesis platónica de las ideas como una sólida respuesta a interrogantes fuertemente vigentes. Cabe destacar que el libro cuenta con una pormenorizada discusión erudita altamente especializada y actualizada. Se trata, en fin, de un libro de enorme importancia llamado a modificar y a profundizar los estudios de Platón en nuestro país.

Pilar Spangemberg

Universidad de Buenos Aires

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