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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.34 n.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2008

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Cohen Agrest, Diana, Por mano propia. Estudio sobre las prácticas suicidas.
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007. 331 pp.

Emprender la tarea de investigación e indagación filosófica, religiosa, psicológica, sociológica, biológica y genética entre algunas otros ámbitos escogidos en relación a un hecho crucial que ha atravesado y atraviesa la condición humana como lo es ponerle fin a nuestra existencia en el mundo de la vida, es de por sí encontrar un sentido a nuestras vidas para aquellos que hemos decidido desplegarla.
La filósofa Diana Cohen Agrest traza el camino en Por Mano Propia, desde una hermenéutica del sentido de la vida. A través de ese itinerario nos conduce al análisis multicausal de las diversas modalidades de prácticas suicidas que se han dado a través de los tiempos.
Según el planteo de Cohen, vivir auténticamente implica el habernos interrogado alguna vez al menos por el sentido de nuestras vidas. Y si en la misma interrogación se advierte que lo que se ha perdido es justamente su sentido "...la pérdida de dicho sentido puede arrastrar consigo la pérdida de la propia existencia". Ello en sí mismo se constituye en una amenaza contra la vida.
El planteo inicial se centra en primera instancia en el dilema moral planteado por Albert Camus en El Mito de Sísifo:

"vivir bajo este cielo asfixiante exige que se salga de él o que se permanezca en él. Se trata de saber cómo se sale de él en el primer caso y por qué se permanece en él en el segundo".

Al decir de Camus, reseña Cohen, puede al hombre sobrevenirle un sentimiento del absurdo emanado de la distancia abismal entre el anhelo de contención existencial como parte de un cosmos ordenado y la irrefutable realidad de un mundo signado por la irracionalidad en el cual el ser humano preso de su vivir puede que no encuentre razones que justifiquen su propia existencia. Camus cree que es allí donde la absurdidad de la existencia plasma la alternativa del suicidio como factum liberador. Una ideación ilusoria arriesgará Camus, por cuanto "...el suicidio es la vida derrotada, la vida que no puede soportar la ausencia de sentido".
Desde esta perspectiva la vida constituye en sí misma un valor. El argumento decisorio contra el suicidio resulta ser la vida misma. Con lo cual Cohen se pregunta"¿Acaso la vida siempre, sin excepciones e inexorablemente, vale la pena de ser vivida?
Cohen deja planteado el cuestionamiento desde las primeras páginas. Y a partir de dicho planteo, sondeará diversos ámbitos disciplinarios en busca de una argumentación sólida y fundamental.
Se hace alusión a la estrategia biopolítica de exclusión del diferente denunciada por Michael Foucoult y seguida por Thomas Szasz. Los expulsados han variado a lo largo de las épocas, según la ideología dominante. Ya fueren los herejes de la inquisición, las brujas en la Edad Media, el confinamiento de los leprosos intramuros del Humanismo, o la manicomización de los locos de la Modernidad o de la marginación de la muerte propia de la sociedad hedonista actual.
En el imperio de la imagen el valor o disvalor se miden en términos del placer que provocan legitimándose en una estética contemporánea regida por el antagonismo entre el mundo de los vivos y de los muertos. De este modo la realidad de la muerte "es ausencia de imagen, generalmente de juventud, y siempre de belleza".
A ello se suma la expropiación de la muerte del moribundo cautivo del imperativo tecnológico, "el moribundo teme, con justificado horror, ser preso de un tiempo sin tiempo". Y de allí en más desde una sabiduría prudencial observa Cohen, el moribundo intenta apropiarse de la muerte como el último hecho de su vida personalísimo e intransferible, ya sea mediante un acto suicida, o para aquellos pacientes parapléjicos imposibilitados de hacerlo por mano propia, recurriendo a terceros en lo que dio en denominarse suicidio asistido.
Ahora bien Cohen se pregunta:¿Es dable que el peso de la responsabilidad de la expropiación de la muerte recaiga exclusivamente en el denominado paradigma tecnológico?¿No será éste un chivo expiatorio? Acaso no sea otro más que el ser humano quien ha despojado de todo contenido existencial y de toda significación no sólo a la muerte sino al proceso del morir. El resultado es nuestra propia enajenación del derecho a morir, más precisamente del derecho a morir con dignidad.
Si bien es cierto que hay una tendencia creciente en el mundo a la despenalización del suicidio y de prácticas asociadas como lo son la eutanasia voluntaria activa y el suicidio asistido, también es cierto que en el imaginario social el suicidio sigue siendo castigado, estigmatizando no sólo a quien se suicida sino a sus allegados más cercanos.
El estudio minucioso de las diversas definiciones -ya sean amplias o estrictas- acerca del suicidio, habilita a la autora a detectar que todas ellas tienen un elemento en común. Se trata del componente reflejo del suicida: quien mata y quien muere es la misma persona. Se trata de morir por mano propia.
Sin embargo a través de contra-ejemplos reales -tales como la persona que provoca que un tercero la mate, en el ejemplo del Hospital Fernández-, la lleva a afirmar que todo suicidio inaugura un campo discursivo que remite necesariamente a la figura simbólica del otro. "Todo discurso sobre una práctica suicida involucra a un tercero". 7 Éste es un aporte esencial que no puede soslayarse.
Asimismo la obra se vuelve valiosa por cuanto compendia todos los argumentos a favor y en contra de las prácticas suicidas. Desde que la vida es un don divino, un regalo, una propiedad y a través de ellas la exégesis argumentativa de la muerte de Sócrates a propósito del Fedón de Platón, a los distingos agustinianos y tomistas en la mira de diferenciar las buenas muertes de las malas muertes, tal el caso de Jesús y Judas respectivamente. El esfuerzo denodado a través de la doctrina del Doble efecto difundida tenazmente por Tomás de Aquino, con el objetivo primordial de poner el acento en la intención primaria del agente y no en las consecuencias del acto que pueden ser in-deseadas. Salvar los actos martiriológicos, sacrificiales y de renunciamiento-en la historia del cristianismo- de ser calificados de actos suicidas se torna imperativo teológico, ético y político.
Las controversias acerca del apego a la Ley de la Naturaleza en su versión religiosa y pagana. Las críticas humeanas y la relativización del argumento de la vida como propiedad divina. Kant y la condena al suicidio como violación al orden de la racionalidad misma. Tomás Moro y la exhortación a la eutanasia voluntaria en Utopía. Montaigne y la muerte voluntaria como resultado de una elección personal, en claro disenso con la posición cristiana.
La obra es en suma, un completo estudio sobre las prácticas suicidas en las que involucra el análisis filosófico, religioso y científico.
La perspectiva médica, psicológica y biológica y genética son desarrolladas en los apartados, "De la melancolía a la pulsión de muerte" y en "Conductas de riesgo y ayuda terapéutica". Expresamente se detiene en visualizar dos grupos en riesgo, como los son niños y adolescentes.
La obra se vuelve necesaria no sólo para el lector interesado en estas cuestiones sino para los equipos profesionales interdisciplinarios que se hallan abocados a la tarea asistencial, puesto que incorpora múltiples elementos de análisis que permiten intentar alcanzar la empatía con el que padece, en términos de un vínculo profesional.
Asimismo la autora propone un ejercicio de deconstrucción del prejuicio que el suicido históricamente conlleva y propone el constructo colectivo desde una mirada libre y desprejuiciada que habilita moralmente el estar al servicio de los otros. No se soslayan las prácticas eutanásicas ni las del suicidio asistido. Ni las controversias en relación a la autonomía del paciente y la decisión de ponerle fin a su vida. Como tampoco desdeña el después. Un después doloroso para el entorno afectivo de quien decidiera que su vida ya no tiene sentido.
Desde un planteo filosófico de hondo contenido existencial, Diana Cohen Agrest hace un aporte valioso no sólo para la práctica profesional sino para ayudarnos a comprender la insondable condición humana.

Beatriz Firmenich

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