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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. v.35 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2009

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Marcelo Pimenta Marques. Platâo, Pensador da diferença. Uma leitura do Sofista, Belo Horizonte, 2006, Editora UFMG 459 pp.

Marcelo Pimenta Marques se propone en esta obra estudiar la concepción de la diferencia desarrollada a lo largo del Sofista de Platón. El autor entiende que, dentro de los cinco mégista géne establecidos, Platón prioriza la diferencia, género que jugaría un rol fundamental no sólo en la relación de participación, sino también en los procesos cognoscitivos. La caza del sofista representaría la ocasión para criticar al sofista como género, y a la vez para desarrollar la propia posición en tormo a la idea de diferencia. Pimenta Marques considera el diálogo como una buena imagen de la dialéctica platónica viva: un camino intelectual que articula la comprensión retórica con la expresión de la dinámica de relaciones de los seres como manifestación de aquella entre contenido y forma. Para su análisis el autor toma en cuenta otros diálogos, así como también algunas de las tesis con las que discute el diálogo, y una cantidad de comentadores desde una perspectiva crítica.
Pimenta Marques propone una estructura de lectura a partir de tres planos estrechamente relacionados entre sí; El antropológico (ético-político), el lógico-epistemológico y el ontológico, que se corresponden respectivamente a la consideración de los ciudadanos en sus relaciones mutuas, sus discursos y argumentos en cuanto modos de actuar y los mégista géne o formas inteligibles como objeto de conocimiento, que determinan sus discursos y acciones. El autor insiste en la importancia del aspecto ético-político, bajo el cual deben ser entendidas las discusiones ontológicas llevadas a cabo por Platón. Su misma reflexión es entendida como una toma de conciencia de los problemas de la ciudad, descripta como una red de oposiciones de los ciudadanos entre sí y de las diferencias que marcan la naturaleza del hombre en cuanto tal.
El autor considera que el Sofista se estructura en torno a tres elementos fundamentales, atravesados por la diferencia: el protagonista del diálogo, Extranjero de Elea, que frente a la búsqueda de su identidad se juega con la contraposición entre el sofista y filósofo, entendidos como las dos caras de una misma moneda; el camino seguido, que consiste en la división; y el objeto perseguido, o sea la caza del sofista, situada en donde los hombres desarrollan sus técnicas y sus prácticas discursivas, o sea, en el seno de la misma pólis griega.
En lo que se refiere al método o camino de la división dicotómica, el autor hace hincapié en el rol de la diferencia en las seis primeras divisiones. Para percibirlo propone tener en cuenta los diversos planos que constituyen la caza emprendida por el filósofo. Son fundamentales las resonancias antropológicas que atraviesan las distintas divisiones cuya relevancia consiste en ser el punto de partida y el medio donde se desenvuelve toda reflexión práctica. La novedad platónica sería proponer un desvío por lo inteligible, para luego enfrentar lo práctico. De este modo, la cuestión de la definición del sofista se desarrollaría en toda su complejidad desde las diferentes relaciones establecidas en la pólis, y tomadas en su conjunto, se podría vislumbrar un recorte de los principales temas de la antropología platónica: la función de subsistencia, que supone la caza y la guerrera, y la de sabiduría, a la que corresponde la purificación, la educación y la producción de discursos e imágenes. Así, el autor busca poner en evidencia la amplitud de los problemas tratados en las distintas divisiones.
Con respecto al tercer elemento, sostiene que no se estaría haciendo alusión a un grupo particular, sino más bien a un génos dialéctico, de tal modo que el objeto de la división de las téchnai es práctico. La sofística constituiría un modo de relacionarse con los ciudadanos, y no tanto de un conjunto de seres tangibles captados en la experiencia inmediata. Así, Pimenta Marques, reformula el vocablo sofistés, que expresaría entonces la dimensión inteligible de un cierto modo de actuar a través de la palabra en la vida política.
Tras el análisis de las últimas divisiones, establece que los géneros que podrían llegar a unificar la multiplicidad propia del sofista son la contradicción y la imitación. Desde la perspectiva del Extranjero, en la medida que el sofista sea indiferente a las distinciones referidas a lo inteligible, sólo produce apariencia de contradicciones. Para aclarar la idea del sofista como productor de contradicciones, Pimenta Marques refiere al pensamiento de Protágoras. Según el autor, Platón realiza una apropiación crítica de sus tesis más representativas, adaptándolas al plano argumentativo del diálogo, presentando así un sofista que le sirve a sus propios propósitos, de suerte que Protágoras constituiría un artefacto platónico. De este modo, el Extranjero desarrolla su crítica de la antilogía sofística desde dos perspectivas, a saber: por un lado, abordando su relación con el saber y la pretensión de universalidad, y por el otro, su poder de aparentar aquello que no es, del cual se deriva su capacidad de persuadir a los otros.
Pimenta Marques considera que la teoría de las ideas le proporciona a Platón parámetros y valores simples y absolutos, constituyendo así una medida exterior a los parámetros humanos que limita las pretensiones humanas de tornarse medida de todas las cosas. De este modo, el sofista es considerado, desde su exigencia de un saber positivo e inmediato que revela su autosuficiencia, como aquel que muestra una total incomprensión de la complejidad del fenómeno humano, del alma del hombre y de la pólis. La insuficiencia de la antilogía sofística reside en su incapacidad de superar el plano puramente verbal de la contradicción. Si las oposiciones no pueden ser producidas y reguladas por la diferencia inteligible, los discursos humanos sólo pueden producir apariencia de contradicciones; la indiferencia a las diferencias, tanto en el plano de las palabras como en el plano de las relaciones entre los hombres, es producto de la indiferencia con relación al plano ontológico.
Desde le punto de vista dialéctico, la mimética es dividida en la técnica de producción de íconos (eikastiké), que tiene en cuenta las proporciones del modelo, y la técnica de producción de simulacros (phantastiké), que no tiene en cuenta las verdaderas proporciones, realizando sus imágenes de acuerdo a las proporciones que le parecen bellas de acuerdo a una medida meramente humana y particular. Pero para poder cazar al sofista y considerarlo como productor de simulacros, es necesario primero establecer la posibilidad del discurso falso y del no ser, como parte del género del otro. Para esto, se proponen las denominadas aporías del no ser y del ser, mediante las cuales se recorre las posiciones de los pensadores anteriores, hábilmente elaboradas por el Extranjero. Estas aporías, desarrolladas desde una perspectiva dialéctica, son entendidas como etapas decisivas que, por un lado, posibilitan afirmar que el no-ser es algo, condición de posibilidad del discurso falso y de la diferencia como parte del género del otro, y además, preparan la demostración de la comunicación recíproca de las formas, donde el género del otro desempeña un papel decisivo.
El desarrollo dialéctico de las distintas posturas con relación al ser y al no ser, permite considerar la dialéctica Platónica desde la perspectiva heteróloga y reconocer así el papel fundamental de la diferencia en la dinámica de la participación, entendida ahora como la comunicación selectiva de las formas entre sí. La dialéctica pasa a ser la ciencia que percibe las diferencias entre los mégista géne y entre las formas en general, permitiéndole reconocer multiplicidades y modos diferentes de relacionarlas.
La postulación de los mégista géne, a saber, movimiento, reposo, ser, mismidad y diferencia, es seguida de un examen de sus relaciones en que se enfatiza la idea de una participación y comunicación selectiva entre ellos. En ese contexto Platón desarrolla dos sentidos de diferencia; a saber, como ausencia de identidad, como por ejemplo, el ser con relación al movimiento y al reposo; y como ausencia de participación, en el caso del movimiento con relación al reposo. El desarrollo de la comunicación entre las formas, aplicado al entrecruzamiento de los nombres, posibilita la aplicación de la dialéctica de la diferencia al plano del discurso. Asimismo, Pimenta Marques insiste en la idea de que la diferencia es condición necesaria pero no suficiente para la combinación de las formas. Es necesario el conocimiento, y en este caso, el conocimiento de las diferencias que fundan las buenas combinaciones entre ellas, para poder producir discursos verdaderos. El método apropiado para esto vendría a ser la dialéctica. La mezcla selectiva de los mégista géne constituye la condición de posibilidad del discurso significativo y de un pensamiento justo. Uno de los puntos fundamentales que tiene en cuanta el autor es que detrás de todo este desarrollo se encuentra la posibilidad del propio lógos, y con él, la cultura y el saber. Para esto es necesaria la postulación del género de lo otro, y como parte de él, la posibilidad del no-ser.
Según Pimenta Marques, la finalidad de la investigación de los géneros mayores sería la justificación dialéctica de la inclusión del sofista en la técnica de producción de imágenes falsas o simulacros (phantastiqué), entendidas éstas como aquellas cuya composición es determinada por la perspectiva del observador. El sofista no sólo es presentado como imagen del sabio, sino también como productor de una falsa imagen de su interlocutor y de las cosas, por ser sus discursos indiferentes a la complejidad inteligible que las constituye. La supuesta refutación que llevaría a cabo este personaje es en definitiva, una falsa refutación.
Al final del libro, se sostiene que el desarrollo dialéctico de la diferencia emprendido para cazar al sofista permite no sólo definir al sofista como un imitador de aquel que sabe y que no percibe la astucia del no saber del filósofo, sino también, y como contrapartida, al mismo filósofo, revelándose como un productor de discursos regulados por lo inteligible, imitador de lo divino, artesano de sí mismo, actor conciente de sus límites y posibilidades que, aunque humanas, logran producirse en vistas a lo divino.
Este libro nos ofrece así un complejo e interesante recorrido a través del Sofista enriquecido con un agudo análisis de otros diálogos de Platón y un amplio manejo crítico de la bibliografía secundaria. El desdoblamiento de planos desde los cuales aborda el tema de la diferencia y el énfasis en el plano antropológico conducen a una renovada lectura del diálogo. Como resultado, el autor aporta una amplitud inédita a la noción de diferencia en la obra de Platón.

Dolores González
Universidad Nacional de Rosario

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