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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.39 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Sustancia e individuación en el Organon de Aristóteles

 

Fabián Mié
Universidad Nacional del Litoral
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas


RESUMEN: Me propongo explicar que los términos sustanciales usados individuadoramente constituyen la expresión lingüística que fija la referencia a un objeto en el Organon de Aristóteles, y mostrar que esa expresión opera allí como principium individuationis. El artículo desarrolla dos tesis principales: (1) Es legítimo adjudicar a Aristóteles una teoría descriptiva de la referencia, en la cual las propiedades esenciales incluidas en la definición constituyen condiciones suficientes para referir, dado un contexto donde los términos sustanciales se usan para individuar. (2) Los individuos sustanciales se ubican justificadamente en la base ontológica de las Categorías en virtud de que son los objetos de la referencia, y también de que se desempeñan como sujetos últimos de la predicación.

PALABRAS CLAVE: Referencia; Predicación; Sujeto.

ABSTRACT: My main goal is to explain that the substantial terms fix the reference to an object, and to show that this expression is the principium individuationis, within the Aristotelian Organon. The paper works out two main theses: (1) Aristotle may be ascribed a descriptive theory of reference in which the essential properties included in the definition constitute sufficient conditions for referring to an object, provided that in the context the substantial terms are used to individualize. (2) Substantial individuals are justifiably included at the bottom of the ontology in the Categories by virtue of their being the objects of reference, and also by virtue of their role as ultimate subjects of predication.

KEYWORDS: Reference; Predication; Subject.


 

"En el caso de las sustancias segundas parece igualmente, por el esquema de su atribución, que significan un esto, cuando se dice 'humano' o 'animal'; pero ciertamente eso no es verdadero, sino que, más bien, significan una cualificación -en efecto, no es uno el sujeto, como la sustancia primera, sino que 'el humano' y 'el animal' se dicen de muchos-".1

"Yet 'thing' is only a pseudo-referring term. Things are not any sort of thing. For Aristotle, everything is a thing of some sort. [...] Every primary substance satisfies some secondary substance. Every individual satisfies some universal".2

"Vom Einzelnen kann man daher nur im Hinblick auf einen Begriff sprechen, durch den festgelegt wird, was als eine Instanz, als die Einheit eines Gegenstandes anzusehen ist".3

 

1. Introducción

La tesis principal de la primera metafísica de Aristóteles en las Categorías sostiene la prioridad de los individuos sustanciales dentro de una ontología cuatripartita4 que surge, por un lado, del análisis de dos tipos de predicación, realizado en Cat. 2, y, por otro lado, resulta de la aclaración de dos factores semánticos fundamentales que se encuentran en distintos tratados del Organon: los enunciados categoriales -aquellos donde el predicado que se aplica a un sujeto es un término clasificado bajo alguna de las categorías- y un esquema de los términos sustanciales, al cual se vinculan teoremas acerca de la individuación, la identificación y los predicables (espec. Top. I 5-7, I 9, VI).
En las discusiones actuales sobre la noción aristotélica de individuo predomina el interés por el presunto cambio de posición que habría conducido, en los libros centrales de la Metafísica, a ubicar las formas -ítems ontológicos que, en favor del argumento, podemos entender ahora como universales- en el estrato básico que, en las Categorías, era ocupado por individuos.5 Motivado por mis recelos ante este diagnóstico, aunque sin entrar aquí a discutirlo, en el presente artículo prestaré atención a un aspecto de esta controversia, mostrando cómo influye el principio de individuación, utilizado por Aristóteles en el Organon, sobre su noción de individuo sustancial y sobre la metafísica que le otorga prioridad ontológica a estos individuos en las Categorías. Trataré de subsanar un poco, así, la aún deficiente discusión sobre el vínculo entre semántica y metafísica en el Organon;6 pero, sobre todo, mi meta es aclarar el concepto de individuo que allí se maneja, como un paso previo para tomar posición en la discusión aludida al comienzo de este párrafo.
Primeramente, propondré que el uso individuador de los términos sustanciales, vinculados con el contenido de una definición, es decir, con la esencia, constituye la expresión lingüística adecuada para individuar.7 En segundo lugar, explicaré que el carácter básico de los individuos sustanciales es una tesis metafísica dependiente de dos tesis semánticas asociadas: la del uso individuador de los términos sortales y la que aclara que aquellos individuos son los sujetos últimos de la predicación. Mi plan de trabajo será el siguiente: en los apartados 2 y 3 examinaré los términos sustanciales y su uso en la fijación de la referencia. En el 4 estudiaré el uso de los sortales que permite individuar. En el 5 consideraré brevemente algunos problemas especiales sobre identidad. En el 6, a partir de la sinonimia, extraeré la tesis de identidad vigente en el Organon. En el 7 explicaré el rol de los individuos como sujetos y en el 8 mostraré por qué éstos son básicos. En el 9 consideraré el aporte de la definición a la individuación. Finalmente, en el 10 resumiré los principales resultados de este trabajo.

2. Individuación y referencia

Las reflexiones semánticas de Aristóteles en el Organon tienen un interés tanto lógico como epistemológico y metafísico, en la medida en que él pretende asegurar la función referencial de ciertos términos y obtener de allí sustento para una metafísica de los individuos sustanciales. Su enfoque sobre el significado, además, depende de lo que constituiría una teoría de la referencia indirecta, cuyo centro está ocupado por la vinculación entre los nombres y ciertas descripciones que transmiten un conocimiento primario sobre el objeto de referencia. La semántica aristotélica funciona, en este aspecto, de manera similar a la fregeana,8 pero con el rol de los términos generales en el lugar del de los particulares, ya que, para Aristóteles, sobre los términos generales descansan las restantes unidades lingüísticas significativas, en virtud de que aquéllos pueden adquirir fuerza identificadora e individuadora, comunicando un conocimiento completo e independiente acerca de los objetos de referencia. Los términos generales pueden comunicar un conocimiento de esa naturaleza porque tienen asociadas ciertas descripciones, las definiciones. En éstas se confiere a las unidades lingüísticas que las expresan -el definiens y el nombre específico correlacionado- un valor semántico-epistémico que consiste en estar en condiciones de fijar la referencia a objetos, sirviéndonos de la identificación de la clase a la que tales objetos pertenecen, es decir, recurriendo a lo que para Aristóteles es la esencia, entendida como el correlato extra-lingüístico del significado del definiens (e.g. Top. I 5, 102a1-3; APo. II 10, 93b29-30; 3, 90b4, b17, 90b30, 91a1, etc.). De esta manera, el aspecto intensional que introducen las definiciones, en su calidad de fórmulas lingüísticas cuyo contenido es la esencia objetiva9 de los individuos que pertenecen a cierta especie (Top. I 5, 102a4), representa el mecanismo por medio del cual Aristóteles da cuenta de por qué cierto nombre refiere a un individuo o agrupa determinados individuos bajo su extensión.
A juicio del Aristóteles de Categorías, el carácter básico que ostentan los individuos sustanciales se explica como una condición necesaria para que puedan tener significado las predicaciones que él analiza distinguiendo, en Cat. 2, la predicación esencial (decirde) de universales sustanciales y no sustanciales a individuos del mismo tipo, y la inherencia (ser-en) (atribución accidental) cuyo predicado es un accidente individual o universal y cuyo sujeto es un individuo sustancial.10 Los individuos sustanciales aristotélicos se ubican, en ese contexto, como sujetos últimos pues no se dicen-de ni son-en otro sujeto (2, 1b3-6), y son individuos cuya unidad numérica depende de su determinación específica completa, que los hace ser indivisibles. Como veremos, ser numéricamente uno constituye el rasgo distintivo de los sujetos genuinos aristotélicos en el Organon (5, 3b10-13). Pero es también característico de los individuos sustanciales el hecho de que el primer modelo ontológico de Aristóteles no plantee para cada uno de ellos un requisito de distinción respecto de otros individuos a los que corresponde con verdad la misma definición. La unidad numérica y la identidad específica son características principales de los individuos sustanciales que trataré de explicar en los apartados 5 a 7; mientras que en los dos siguientes me concentraré en mostrar de qué manera la operación individuadora de ciertos términos segrega el tipo de entidades que se asumen como particulares, y cómo esto puede explicar la prioridad de los individuos sustanciales aristotélicos.

3. Referencia e individuos sustanciales

Aristóteles sostiene que los individuos sustanciales son básicos para hacer verdadera cualquier predicación:

De manera que todas las restantes o bien se dicen de sujetos que son sustancias primeras, o bien son en los mismos sujetos. Por consiguiente, si las sustancias primeras no fueran, sería imposible que sea alguna de las otras (Cat. 5, 2b3-6).

Aristóteles está hablando aquí de la dependencia que con un mismo sujeto mantienen los distintos predicados que entran en las dos clases de relación predicativa: decirse de y ser en. Él cree que esa tesis surge de una aclaración de los enunciados predicativos y nos debe llevar a aceptar en nuestra ontología una cierta clase de cosas que pueden ocupar el lugar del sujeto, y ciertamente a comprometernos también con otros ítems que pueden operar como predicados (predicados sustanciales y accidentales). Pero en cuanto a la primera de esas cosas, las que ocupan el lugar del sujeto y que son aquello de lo cual dependen los distintos ítems que se le atribuyen, quisiera tratar de esclarecer su condición recurriendo a un contraste con otra semántica, en este caso de inspiración russelliana, en la cual se utilizan otras expresiones (nombres propios, demostrativos y pronombres personales) para fijar la referencia de una manera directa a los ítems que, dentro de esta última posición, ocupan el lugar correspondiente al de los sujetos básicos aristotélicos.11 Un elemento de contraste sobresaliente entre ambas teorías reside en el hecho de que, para Aristóteles, la fijación de la referencia no se hace mediante expresiones deícticas. La diferencia que estoy tratando de señalar implica que no resulta admisible glosar en los términos de la lógica moderna una oración aristotélica, es decir, cuantificar un mero sujeto ("Existe un individuo y sólo uno que es..."), ya que en la lógica aristotélica no hay cosas que no instancien un universal, lo que equivaldría a meros sujetos.12
Para perfilar mejor la posición de Aristóteles sobre las expresiones que se usan para hacer referencia a objetos concretos contrastémosla somera y parcialmente con la de Strawson. Éste es un caso interesante porque también para Strawson las entidades básicas son individuos (cuerpos naturales y artificiales, personas); pero se trata de individuos ubicados en un entramado espacio-temporal unificado.13 Para él, las expresiones referenciales sucedáneas -esto es nombres propios, pronombres y frases descriptivas con términos generales precedidas por el artículo definido- descansan en otras que hacen una referencia directa e inconfundible a un objeto ubicado en una cierta posición de dicho entramado. Una diferencia obvia con Aristóteles reside en que los individuos aristotélicos no se delimitan como puntos que ocupan una posición en ese entramado espacio-temporal, sino que son, más bien, individuos sustanciales, es decir, entidades numéricamente singulares que son ejemplares de una especie, lo que explica que ellos no se individúen por medio de demostrativos. Los particulares aristotélicos se individúan, en cambio, por medio de un uso apropiado -al que llamaré "individuador"- de los términos sustanciales que se aplican con un sentido autónomo en un enunciado. Pero la fuerza individuadora que poseen tales términos descansa crucialmente en la interpretación que de ellos hace Aristóteles. Pues esos términos son nombres de sustancias y, en tal sentido, los mismos que se usan para designar una especie o, en la jerga aristotélica, un universal sustancial. "Humano" es tanto el nombre que designa la especie a la que pertenece un individuo sustancial, por caso, Sócrates, y bajo la cual se lo clasifica junto a Calias y Platón, como también el término que permite individuar a cada uno de esos particulares por recurso a sus respectivas membresías en una cierta clase.
Seguidamente abordaré ese doble uso del término; pero lo que busco ahora anticipar es que hay un uso especial de "humano", particularmente en frases donde ocupa el lugar del sujeto ("este/un/ cierto humano..."), al que Aristóteles presta atención ya que ellos le permiten individuar independientemente un particular como instancia de una clase e identificarlo completamente, en la medida en que ese particular resulta, por medio de ese término, perfectamente identificado en cuanto a lo que él mismo es. Es importante tener en cuenta que Aristóteles reconoce a tales términos o nombres de especie una condición necesaria y suficiente en orden a la fijación de la referencia lingüística a objetos concretos ya que, determinando qué es cierto objeto, podemos individuarlo. Se trata de términos particularmente dúctiles, ya que proveen criterios para contar y rastrear a través del tiempo y el espacio un objeto particular continuo, reidentificándolo en los cambios que no influyen sobre su identidad.14 Parece bastante claro que tales expresiones individuadoras no pueden ser reemplazadas por la operación referencial de los demostrativos, ya que éstos no llevan asociada la descripción que Aristóteles cree que se requiere necesariamente para identificar un objeto genuino.15 Al guiarse por el uso de estos términos, Aristóteles selecciona razonablemente qué objetos se cuentan como objetos genuinos de la referencia lingüística; una categoría que no coincide, evidentemente, con la de un mero sujeto ni con un particular entendido como un punto geométrico ubicado en una posición.

4. Uso individuador de sortales

En este apartado mi objetivo es retomar algunas ideas desarrolladas en discusiones sobre el esencialismo contemporáneo16 con el fin principal de aclarar de qué manera puede Aristóteles utilizar legítimamente los términos sortales para individuar y fijar la referencia a objetos correspondientes a lo que son sus sustancias primeras. Comenzaré distinguiendo tres principales usos de sortales17 que se contraponen netamente al uso atributivo, lo que, secundariamente, permitirá captar con claridad la distinción aristotélica entre predicados sustanciales y accidentales.

(a) El uso clasificatorio

Los términos sortales parecen registrarse prevalentemente en el lenguaje natural como expresiones usadas clasificatoriamente o en sentido estrictamente predicativo; es decir, en orden a subsumir una multiplicidad de particulares -en un número no limitado por el sortal- bajo una cierta característica común, y apelando a un principio de clasificación asociado al sortal. Ese principio permite establecer de manera sistemática subordinaciones y exclusiones de los particulares respecto de la/s clase/s, y constituye el rationale de la manera en que se usa el término. Este uso sirve primeramente para distinguir particulares que pertenecen a distintas clases: x qua F es distinto de y qua G; y ello permite excluir subsunciones: si x es F no puede ser G, supuesto que "F" y "G" corresponden a conceptos distintos o no mutuamente subordinados. Pero distintos particulares pueden subsumirse bajo el mismo concepto expresado por el sortal: x es F no excluye que y sea F. Además, para cualquier número de particulares que caigan bajo un predicado sortal, coincidiendo entre sí bajo ese sortal, lo que se predique verdaderamente de uno se predicará necesariamente de los restantes. La aclaración sobre el uso de ciertos predicados, que efectuamos mediante este uso, nos permite distinguir términos como "humano" respecto de otras expresiones predicativas, como "veloz", por el hecho de que los primeros delimitan un dominio y contienen una indicación suficiente para ser aplicados a ciertos objetos. Los términos de este tipo son llamados "sortales" en virtud de que proveen un conocimiento acerca del dominio de objetos relevante, o sea, acerca de qué es ser tal clase de cosa para un número de particulares.
En síntesis, la operación o función característica de este uso de términos sortales consiste en la subsunción de particulares bajo una clase por apelación a un principio de clasificación que forma parte del significado de cada uno de esos términos. Ese principio da la base para realizar comparaciones entre individuos conforme a las propiedades que pueden atribuírseles o denegárseles. Como vemos, el uso clasificatorio de los sortales recoge la noción clásica de "predicado universal", o sea, la de un predicado dicho con el mismo significado de una multiplicidad indeterminada de instancias particulares, las cuales comparten un conjunto coherente de propiedades que las identifican.

(b) El uso individuador

En el uso individuador de sortales no se clasifican objetos, sino que, en una operación complementaria a la clasificación, aunque más básica que ella, se aíslan o distinguen particulares en términos de pertenencia a una clase y se determinan específicamente no sólo cada uno de ellos, sino también cuántos particulares de cierta clase hay, lo que implica la competencia de identificar ejemplares y distinguirlos de otros de la misma clase.18 Evidentemente, este segundo uso de los sortales cuenta con la información acerca del qué es, incorporada en el uso clasificatorio; sin embargo, se trata de un uso prioritario respecto del último mencionado por el hecho de que en el uso individuador se utiliza la información que brinda el qué es para especificar cada objeto como una instancia particular. Esto no sorprende si se tiene en cuenta que, en su función predicativa, los sortales se aplican a objetos; cuando éstos están revestidos de la característica que expresa el predicado, el sortal puede ser usado, en el contexto adecuado, como un nombre. No obstante, a diferencia de una referencia directa o una mera selección de un particular, como la que se efectúa mediante nombres propios o demostrativos, los sortales usados en el lugar de nombres individúan objetos mediante una descripción especificadora válida para ellos. Así, mientras que el sortal en uso clasificatorio aparece en el lugar del predicado gramatical, el mismo término usado ahora individuadoramente ocupa el lugar del sujeto gramatical; y, precedido por un artículo o pronombre demostrativo definido o indefinido ("el/un/cierto/este/aquel/cualquier F"), puede efectuar la individuación de un particular, singularizándolo específicamente como "un ser humano". En este caso no damos una información sobre una clase ni comparamos particulares que a ella se subsumen, sino que -como destacó Frege- singularizamos un objeto de un cierto dominio, en cuanto que lo contamos como un individuo de cierta clase. Mediante el uso individuador del sortal adquirimos la capacidad de aislar y distinguir un particular en el espacio de nuestra experiencia de objetos concretos, involucrando en la capacidad de contarlo la de trazar los límites espacio-temporales de ese objeto, e incluyendo en este rastreo del objeto tanto su reaparición espacial como su continuidad temporal. Lo que era el principio de clasificación para el uso predicativo de sortales, eso es, análogamente, el criterio de identidad para el uso individuador.
Anticipé más arriba que la acción que consiste en individuar mediante términos sortales -nombres comunes, términos generales o sustantivos son apelaciones alternativas- no equivale a efectuar una referencia directa de tipo deíctico por medio de nombres propios o demostrativos ya porque podemos designar un particular sin individuarlo. Pero si ninguna individuación específica mediante sortales estuviera en juego, la fijación de la referencia a objetos concretos sería insuficiente e incompleta, en la medida en que esta última requiere saber qué es el objeto designado mediante un nombre, y si eventualmente es el mismo en distintas apariciones. Por consiguiente, sólo mediante los sortales se efectúa una individuación completa e independiente de objetos concretos;19 mientras que con otros recursos lingüísticos nos debemos dar por satisfechos con una referencia más precaria o provisoria desde un punto de vista epistémico.20
En síntesis, entenderé aquí la individuación como la operación efectuada por el usuario del lenguaje para singularizar y seleccionar un particular como un objeto perteneciente a cierta clase, de manera tal que esa membresía permite responder a la pregunta qué es para cierto objeto concreto ser un individuo determinado, y contar cuántos objetos de esa clase hay, distinguiendo un particular de otros de la misma clase.

(c) El uso identificador

Hay un rango variado de cosas que se pueden identificar: objetos concretos y abstractos, clases, eventos, propiedades; para hacerlo, es posible recurrir a predicados sortales usados como sustantivos, pero también a adjetivos y verbos sustantivados, basta que se establezca una comparación y el sustantivo se aplique repetidamente. Cuando a tales fines se selecciona un sortal, éste aparece en locuciones que le anteponen "mismo/a". Las expresiones de identidad que involucran propiedades generales ("Este x tiene el mismo azul que aquel y") se aclaran en términos de la aparición repetida de una misma propiedad que es poseída en común por dos o más cosas diferentes ("El azul de x es el mismo que el de y"), las cuales pasan a mantener entre sí una relación de semejanza al ser comparadas deliberadamente desde el punto de vista de cierta propiedad. Esta comparación puede hacerse ad libitum según los intereses de quien considere los objetos. En cambio, cuando se trata de la identidad para objetos ("x es el mismo F que y"), ésta concierne a dos maneras de designar uno y el mismo particular mediante distintos términos singulares, cada uno de los cuales individúa el objeto independientemente uno del otro y con similar eficiencia. Ya esto sugiere que esta última identificación no depende de la pura consideración efectuada por quien compara objetos, sino que se apoya en lo que se interpreta como una identificación absoluta de un objeto. Además, este segundo sentido adquiere un matiz reidentificador en locuciones del tipo de "x en t2 es el mismo F que en t1", donde x está por uno y el mismo particular (objeto concreto o evento) que se reencuentra en distintos momentos temporales (y/o en diversas ubicaciones espaciales).
Las dos aplicaciones del predicado de identidad que acabo de discernir son importantes para reconstruir las tesis de Aristóteles ya que corresponden a una diferenciación que se retrotrae a él. Se distingue como identidad numérica la que se da entre objetos particulares propiamente dichos; y como identidad cualitativa, la que se registra entre propiedades, las cuales, sin embargo, pueden objetualizarse ("el/un mismo azul", "la/una misma justicia"). El hecho de que, a pesar de tal objetualización, en uno y otro caso lo que se identifica no es lo mismo, constituye un dato importante para una teoría de la identidad. Por lo menos desde su temprana crítica a la separación platónica de los predicados universales, Aristóteles está advertido sobre las confusiones que puede producir objetualizar ciertas expresiones. A fin de aclarar la aprehensión aristotélica de la identidad es fundamental tener en cuenta que la identidad que involucra individuos sustanciales se apoya en un sortal usado absolutamente -lo que corresponde a los términos aristotélicos para sustancias segundas-. Es decir que el sortal usado como identificador del individuo no puede ser cualquier predicado, como, en cambio, la semejanza entre dos objetos es relativa a cualquier predicado bajo el cual se los compare. Esa identidad absoluta requiere la existencia continua del individuo identificable y explica su persistencia como uno y el mismo sujeto a través del cambio; un aspecto que Aristóteles destaca como el rasgo más peculiar de la sustancia (Cat. 5, 3b10-13).
Las sumarias aclaraciones precedentes permiten captar la semántica aristotélica en el Organon de acuerdo con los siguientes siete aspectos principales: (i) Sólo mediante predicados sortales puede fijarse la referencia de manera completa y autónoma. (ii) Predicados como "humano" fijan la referencia a algo particular, determinándolo como un todo, y sirven tanto para identificar algo en cuanto que es un objeto de esa clase (Sócrates qua humano) como también para distinguir mutuamente individuos que pertenecen a la misma clase, contando cuántas instancias existen. A su vez, el sortal sirve para distinguir esos individuos de otros pertenecientes a otras clases, y, en general, de otras cosas (propiedades). (iii) Cada individuo determinado mediante un sortal es un uno indivisible en relación con ese sortal, en el sentido de que no tiene partes que pertenezcan a la misma clase (Cat. 2, 1b6-7). (iv) Un sortal provee un criterio para considerar un objeto como indivisible y un procedimiento para contar individuos; ambas herramientas constituyen un principio de individuación formal. (v) Cuando aún no se ha fijado la referencia, la individuación es la operación semántica que asumen primariamente los sortales; ése es el uso primario de los términos sustanciales aristotélicos. (vi) Aceptar que existen individuos pertenecientes a cierta clase nos compromete con la identidad de sus miembros, y ello conlleva una comprensión unívoca de las locuciones que expresan la identidad, apoyada en el sortal involucrado. (vii) Establecer la identidad entre dos objetos depende de lo que son (absolutamente) esos objetos.21 En síntesis, los nombres aristotélicos para sustancias segundas, en su aplicación a sustancias primeras, funcionan como un principium individuationis en la medida en que el usuario del lenguaje dispone con ellos de una herramienta necesaria y suficiente para individuar un particular en su calidad de miembro de cierta clase, y prescinde de toda otra consideración, como puede ser la de la continuidad de la existencia del particular.22

5. Algunos problemas sobre la identidad

Como se sabe, Aristóteles desarrolla sus ideas sobre la identidad y la individuación discutiendo paradojas y sofismas referentes a esos tópicos. A falta de un tratamiento suyo sistemático sobre el tema,23 en esas discusiones él afirma claramente que la individuación no es viable sin la subordinación de un particular a una especie. Las paradojas de la identidad de las cuales Aristóteles se ocupa mayormente son las suscitadas por los predicados accidentales. Haré aquí una somera consideración de ellas en vista de mi ocupación con el rol de los términos sustanciales. En SE 24, él sostiene que los argumentos basados en el accidente presentan dificultades en virtud de que no es necesario que lo que se dice con verdad del sujeto se diga con verdad de su accidente (179a32-37). Su tesis es que sólo en las cosas que son idénticas en cuanto a la sustancia (179a38) y son una misma cosa (uno según la especie), lo que se dice del sujeto con verdad se dice necesariamente del accidente con verdad (179a37-39; 5, 166b28-32). En cambio, "ser bueno" y "ser interrogado"24 pueden designar la misma cosa o aplicarse a la misma cosa, sin que para ésta sea lo mismo "lo que es ser bueno" y "lo que es ser interrogado" (179a39-b1); como tampoco es lo mismo para uno que se aproxima cubierto lo que se dice de él bajo tal atribución y lo que se dice de él en asociación a su nombre propio (179b1-2). Apelando a ello, Aristóteles puede desambiguar el siguiente argumento: De manera que no es el caso que, si se quién es Córisco pero no conozco al que se aproxima, se quién es y no conozco o ignoro (a la vez) a la misma persona (179b2-4).25 En su diagnóstico, Aristóteles enfatiza que todos estos casos son susceptibles de analizarse de una misma manera (179a36-37, 179b5-6), bajo el esquema de que los predicados accidentales no guardan con el sujeto al cual se aplican una relación de identidad fuerte, sino una meramente contingente; lo que explicaría que no todo lo que se dice de los predicados se diga también del sujeto.
Estoy de acuerdo con Mario Mignucci26 en que Aristóteles advierte que la raíz común a los diversos casos que considera en SE 24 reside en que la relación predicativa expresada con hypárkhein (corresponder a, aplicarse a), que vincula un atributo cualquiera con un sujeto, cubre diferentes relaciones lógicas, algunas de las cuales no son transitivas ya que no son esenciales o no se hallan en la misma categoría, según la especificación del dominio de validez de esa ley formal, en Cat. 3. Pero disiento de la lectura de Mignucci,27 quien toma mónois gàr toîs katà tèn ousían adiaphórois kaì hèn oûsin hápanta dokeî tautà hypárkhein (SE 24, 179a37-39) como si implicara meramente identidad de dos ítems aplicados al mismo sustrato. Metaph. Δ 15, 1021a10-11 y B 4, 999b21-22, aducidos por Mignucci, están lejos de establecer que dos expresiones son idénticas si denotan el mismo sujeto o se aplican al mismo sustrato. En contra de esto, Ã 4, 1006b11-18 distingue (i) la unidad semántica de un predicado sustancial respecto de la unidad de atribución (el hecho de que cierto número de atributos se predique de un mismo sujeto). La sinonimia estricta, cuya condición suficiente se especifica en 179a38 mediante katà tèn ousían, atañe a (i) y, según la advertencia de G 4, no debe confundirse con (ii). El giro katà tèn ousían [...] tautà -que se supone implica alguno de los principios leibnizianos- difícilmente puede significar, al menos en contextos como éste, "idénticos en el sustrato", como lee Mignucci 179a39- b2, donde, a mi entender, Aristóteles especifica que en dos pares de expresiones ("ser bueno" y "haber de ser interrogado", "ser uno que se acerca cubierto" y "ser Córisco") sus miembros no tienen el mismo significado. A ojos de Aristóteles, lo anterior explica que saber que una de tales expresiones se aplica al sujeto no implica necesariamente saber que la otra también lo hace (179b2-4), y ello basta para desambiguar la formulación de esas líneas.
Para poner de manifiesto la falsedad de la clase de argumentos arriba considerada (179b23-24), Aristóteles aclara que los dos términos co-referenciales -"Córisco (el conocido)" y "quien se aproxima" (179b27-28) o "quien se aproxima" y "quien está cubierto" (179a33-34)- designan, precisamente, uno y el mismo objeto, pero no son idénticos en el significado. Para probarlo en general, Aristóteles sugiere un diseño simple y exigente: dos ítems cualesquiera son estrictamente idénticos sólo si tienen todas las propiedades en común. Pero si no todo lo que se dice de uno de los predicados se dice también necesariamente del otro, entonces al menos uno de los dos predicados debe aplicarse al sujeto de manera sólo contingente. Así, la solución aristotélica al argumento sofístico de 179b2-428 indica que no es el caso que se conozca y no se conozca a la misma persona absolutamente, ya que no se trata de conocerlo y no conocerlo bajo el mismo aspecto, es decir, bajo una determinación que involucra ciertos conceptos que se implican siempre mutuamente (179b31). Hay que notar, además, que esta solución no coincide con la que se toma en consideración en 179b7-11, puesto que, en la salida al paralogismo de la persona que se aproxima, Aristóteles no admite que se conoce en un sentido pero en otro sentido no (179b26-33), como sí podría serlo, por el contrario, en el caso diferente en el cual se sabe que una misma persona es blanca pero no que es culta (179b29-30). Inversamente, en el caso que resulta aquí tema de mi consideración, se sabe que ambas descripciones, "Córisco" y "la persona que se aproxima", se aplican a un objeto (179b32- 33), pero no se sabe que lo hacen a uno y el mismo objeto o que son co-referenciales.
Resumidamente, la cuestión que le plantean a Aristóteles los paralogismos de la identidad en SE 24 consiste en alcanzar a determinar las condiciones bajo las cuales podemos desambiguar la afirmación sofística que pretende concluir una contradicción a partir de ciertos atributos, para lo cual Aristóteles muestra que los predicados accidentales co-referenciales -aquellos que designan un objeto numéricamente uno y el mismo, pero sólo bajo una identidad que Aristóteles analiza como accidental- no conducen obligatoriamente a contradicción. Su estrategia está diseñada para neutralizar los problemas que acarrean los términos accidentales co-referenciales; de allí que restringe las propiedades que pueden justificar la plena validez del principio de identidad de los indiscernibles (PII),29 y ello da como resultado que los paralogismos del accidente no constituyen una excepción a dicho principio.30 En síntesis, su solución consiste en advertir que sólo si se trata de términos coreferenciales idénticos en cuanto a la sustancia, conocer el sentido y la referencia de un término conlleva necesariamente conocer que el otro tiene el mismo sentido y referencia; o sea, que ambos términos son absolutamente idénticos.31

6. Sinonimia y la tesis de identidad

En el apartado 4 he destacado que el uso individuador de los términos sortales implica una relación peculiar entre universal y particular. Un particular sustancial es individuado qua ejemplar de cierta especie y, como individuo sustancial, es esencialmente idéntico a la especie. Esta tesis de identidad que Aristóteles mantiene es un resultado consecuente de su crítica a la separación de las Ideas platónicas y al estatus de perfección que a éstas les debería corresponder si los platónicos pretenden mantener distinguidas las Ideas respecto de los particulares. Aristóteles denuncia este artilugio platónico, que cobraría expresión en la locución "(ser) F por sí mismo" (Metaph. Z 16, 1040b32-34; y también De Ideis 84, 4; Metaph. A 9, 992b10-11; M 3, 1079a1-4), y lo critica señalando dos cosas: (i) "por sí mismo" no añade ninguna determinación conceptual al predicado "humano", ni, por ende, agrega nada a la determinación específica que ya poseen los seres humanos particulares; (ii) esa locución no implica ninguna cualificación ontológica para la especie. El intento de establecer alguna diferencia, que no desemboque, empero, en equivocidad u homonimia, entre una aplicación del mismo predicado a un ejemplar particular y a la forma (De Ideis 83, 11-14; Metaph. A 9, 991a5-8), es un expediente obligado para el platonismo,32 que elocuentemente Aristóteles hace desaparecer de su concepto de sinonimia (Cat. 1, 1a6-12),33 el cual implica que tanto un ser humano particular como su especie comparten el mismo nombre específico y la misma esencia y definición; en breve, ellos comparten una misma sustancia (ho katà toúnoma lógos tês ousías ho autós, 1a7) o una misma esencia (eîdos, 5, 2a17-27; Metaph. A 9, 991a2-3 = M 4, 1079a33-34). Aceptar una diferencia de gradación para el predicado "humano", que se dice de la especie y de los miembros particulares, entrañaría una confusión entre aplicación y significado del predicado, que Aristóteles reconoce y rechaza expresamente (Metaph. A 9, 990b34-991a2).
Por consiguiente, hasta tanto Aristóteles se dé por satisfecho con aprehender un particular exclusivamente como ejemplar de una especie, y no lo analice ulteriormente como un compuesto de una parte (la forma) que se "predica" de otra (la materia), sin que tal predicación pueda dar por sentado que el sujeto posee ya la identidad que, de hecho, sí posee el sujeto de la predicación que encontramos en el Organon, es decir, una identidad específica completa,34 hasta entonces el uso individuador de un término que está por un universal sustancial no debería acarrear ninguna dificultad a la conjugación de los dos aspectos que reúne el individuo sustancial de Categorías: ser una entidad numéricamente una y, a la vez, ser una entidad básica determinada -un sujeto sustancial- sólo en cuanto que ejemplar de una cierta especie. Como un corolario de esto, la individualidad de un particular en el Organon no involucra otros criterios, como el que puede imponerse para distinguir materialmente dos particulares de la misma especie en el segundo modelo ontológico de Metaph. ZH a partir del análisis hilemórfico de las sustancias primeras de las Categorías.
Si bien es cierto que el individuo sustancial adopta en sí, a título de ejemplar de una especie, el contenido de esta última, la sustancia segunda no resulta superflua para la determinación e individuación del particular dentro de la doctrina del Organon. De lo contrario, en primer lugar, el predicado sustancial se convertiría en un universal del tipo que Aristóteles rechaza desde temprano como una propiedad meramente dicha en común de múltiples particulares ya identificados con prescindencia de ese predicado. En segundo lugar, ese universal de raigambre platónica, que no opera como una sustancia segunda, debería aprehenderse como algo singular, lo que lo convertiría en un tóde ti, y, como tal, en algo que existe separado de todos los particulares y no es idéntico a ellos (De Ideis 80, 8-16), o sea, es meramente común a muchos particulares. En tercer lugar, ese universal, en cuanto que es distinto de cada uno de los particulares, existiendo separado de todos, no individuaría a ninguno (Metaph. Z 13, 1038b9-16).35 En cuarto lugar, el término sustancial se asimilaría, según esta línea de razonamiento que lo aproxima a un universal platónico,36 a un predicado accidental; y el correspondiente uso del sortal "humano" -contrariamente a datos lingüísticos elementales-, al uso atributivo de predicados como "culto", que presuponen un objeto completamente determinado al cual se aplican.
En contra de estas cuatro consecuencias negativas que surgen de cierta asimilación de los términos para sustancias segundas aristotélicas a predicados para universales platónicos he tratado de aclarar que la distinción entre el uso clasificatorio y el individuador de los sortales explica, por un lado, la contribución de los términos sustanciales a la individuación específica de los particulares y, por otro lado, explica también que la dependencia semántica de la determinación del individuo respecto del término sustancial no es inconsistente con la prioridad ontológica de los individuos sustanciales, ya que aquella dependencia semántica lo es con respecto al uso individuador del sortal. Según esto, el lema esencialista del Organon podría sonar: "No hay individuo sin especificación".
En lo siguiente debo explicar qué justifica que un individuo sustancial sea, además de numéricamente uno, ontológicamente básico.

7. Sujeto y predicado

Para fundamentar el carácter ontológicamente básico de ciertas entidades Aristóteles analiza el enunciado predicativo, buscando aclarar cómo operan el predicado y el sujeto de una aserción, y averiguar cuáles ítems pueden ocupar esos lugares. Un primer movimiento en orden a ello consiste en reemplazar la opaca "forma lógica"37 del "esto es esto", tóde estìn tóde, utilizando la teoría de las categorías (SE 22, 179a8-10). Dos son los resultados relevantes que él obtiene mediante la teoría de las categorías aquí: desambigua los diferentes significados del predicado en un contexto proposicional (SE 4; 22)38 y analiza la cópula, aclarando que hay tantos sentidos de "es" cuantos significados del predicado sean categorialmente distinguibles (Metaph. Δ 7, 1017a22-23). Aristóteles insiste en que aquella interpretación del enunciado predicativo, en la cual figuran dos términos nominales a ambos lados de la cópula, es incorrecta. Ella puede verse como un antecedente de la llamada "teoría de la predicación de dos nombres",39 que arrastra la confusión entre "ser predicable de" y "ser un nombre para", ante la cual Aristóteles está atento especialmente en el caso de enunciados gramaticalmente uniformes,40 en los cuales tendemos a suponer que el predicado es un esto y un uno, y a aprehenderlo, por ende, como una sustancia (SE 7, 169a29-36; 6, 168a26).
En el pasaje recién citado de SE 7, Aristóteles responsabiliza a aquella aprehensión errónea de la forma lógica del enunciado por haber interpretado el predicado como un objeto, o sea, como si el predicado se desempeñara lógicamente de la misma manera en que lo hace un término que desempeña el papel del sujeto; y explica ese error como dependiente de la indistinción categorial entre los diferentes significados según los cuales se usa un predicado en un contexto enunciativo (7, 169a23-25), y como detonante del Argumento del Tercer Hombre, que enraíza en la confusión por la cual se toma un predicado dicho en común aparte de muchos (tò parà toùs polloùs hén ti, 22, 179a7; tò koinêi kategoroúmenon epì pâsin, 179a8- 9) o un tal (toiónde, 179a2) por un término que designa un objeto concreto o individuo sustancial (tóde ti) (cfr. 178b36-179a10; y también Metaph. Z 13, 1038b34-1039a3). Para Aristóteles, si interpretamos el predicado como un tóde ti, efectuamos una objetualización injustificada, por la cual el predicado parece significar algo uno, y no ya algo común (koinón). Esto es así porque "ser un esto" y "ser algo que es" forman parte del significado de "lo que es uno" y "lo que es sustancia" (SE 7, 169b34-36). Pero los predicados sustanciales no significan algo uno -contrariamente a lo que piensan los platónicos, quienes son los responsables de aquella interpretación del enunciado predicativo-; en efecto, tales predicados no están por un individuo y no pueden entenderse como si significaran un algo o un esto, lo que da lugar al argumento del "uno sobre muchos" (De Ideis 80, 11-16; 84, 7, 25; SE 22, 179a7; Metaph. Z 16, 1040b29; también se sigue a fortiori de Z 15, 1040a9-10). Tampoco tienen ese significado los términos sustanciales cuando se usan para individuar, ya que también en esa aplicación a individuos conservan su significado universal.41 Para Aristóteles, el significado de "humano" -lo que es precisamente ser humano para un individuo- no puede tomarse como un ítem que está por una entidad individual separada, sino que remite a una propiedad universal (SE 22, 179a4-5, a8-9) que determina qué son ciertos individuos que la comparten o la tienen en común. Como veremos, esto es precisamente lo que Aristóteles tiene en cuenta en Cat. 5, 3b13-18 para desambiguar qué significan aquellos predicados.
Ahora bien, he señalado que ya en el Organon Aristóteles brinda una solución al Argumento del Tercer Hombre, identificando aquello por lo que están el término sustancial (sustancia segunda) y el individuo (sustancia primera). Un segundo punto es que la transitividad -del sujeto se dice todo lo que se dice del predicado (Cat. 3, 1b10-12)-, que Aristóteles considera válida para los predicados sustanciales, no entraña la auto-predicación platónica -i.e. el predicado se convierte en sujeto de sí mismo-, ya que la transitividad no involucra una objetualización del predicado ni, por lo tanto, el regreso. De esto se infiere que no puede reconstruirse la posición de Aristóteles, alegando que él llega a admitir la identidad entre la especie o la esencia y el individuo sustancial recién en Metaph. Z 6, puesto que ya en el Organon él evita el regreso identificando ambos ítems, sin, empero, hacerlos colapsar. La tesis de la identidad es simplemente una consecuencia de la aclaración sobre la predicación esencial, alcanzada en Cat. 2, y sobre la semántica de los términos sustanciales, en particular sobre su uso individuador y su consiguiente operación como principium individuationis.42
A partir de las aclaraciones precedentes sobre el predicado sustancial creo que puede entenderse mejor la caracterización que Aristóteles hace del sujeto de una proposición. Él recurre al papel lógico que desempeñan los términos nominales en contextos que expresan que algo es... o no es... (Int. 4, 16b28-30). El sujeto es aquello que se introduce en aquel lugar de la proposición donde un signo está por un objeto o designa un objeto como portador de ciertas propiedades. Ahora bien, en virtud de que un sujeto aristotélico designa algo semánticamente independiente, él puede apelar a ese mismo recurso posteriormente en Metaph. Z 1, para aclarar que un predicado como "... (es) caminante" es una expresión incompleta (1028a20 ss.); de lo cual es índice el hecho de que un predicado es lo que se dice con verdad o falsedad de un sujeto al coordinarse con éste.43 Para Aristóteles, en el predicado está incluido el verbo copulativo; en efecto, el "es" no designa un objeto ni es signo de una cosa (Int. 3, 16b23-24), y explica que una expresión pueda atribuirse (Metaph. Δ 7, 1017a27-30).

8. Sujetos básicos como tóde ti

El análisis categorial de los predicados, que al comienzo del apartado precedente señalé como el primer movimiento aristotélico en orden a aclarar el sujeto de una aserción, tiene un alcance limitado para fundamentar la tesis central del capítulo quinto de Categorías, referida a la ubicación ontológica básica de los individuos sustanciales precisamente en su rol de sujetos últimos de la predicación (Cat. 5, 2a11-14, 2b2-6, 2b15-17, 3b10-13, 4a10-11). En efecto, en la medida en que las categorías constituyan meramente una clasificación de los significados del predicado y conciernan a lo que Metaph. Δ 7, 1017a22-23 llama "ser por sí", no son suficientes para que Aristóteles explique el sujeto como una entidad independiente.44 El segundo movimiento aristotélico para alcanzar esa explicación puede aclararse si consideramos la introducción del concepto de tóde ti (2, 1b3-7 y 5, 2a10-14). En este caso, Aristóteles aísla un primer significado de "qué es", el cual sólo puede aplicarse a entidades que funcionan como sujetos últimos de la predicación; es decir, es un significado que no clasifica el predicado. De alguna manera, este sentido de "qué es" ya aparece separado sistemáticamente de los restantes en la enumeración de las categorías (Cat. 4, 1b26; Top. I 9, 103b22, b27, b30; SE 22, 178a7-8; APo. I 22, 83a21-13, Metaph. Δ 7, 1017a25); pero el "qué es" que le permitirá a Aristóteles aislar el sujeto de la predicación se halla en el uso individuador de los sortales, o sea, en el caso en que los términos que significan la especie o el género se usan para determinar qué es el objeto concreto (tò dè eîdos kaì tò génos perì ousían tò poiòn aphorízei, Cat. 5, 3b19-20). Será, entonces, un paso coherente de Aristóteles el que él da cuando distingue este uso de los términos sustanciales de aquel otro en el cual el mismo sustantivo se usa como predicado universal (3b17-18), es decir, según lo que antes llamamos uso clasificatorio. En este último caso, el nombre de la especie o el género sí se someten a la clasificación categorial de los predicados, y constituyen aquella clase de predicados que están por las sustancias segundas.
Como efecto del reconocimiento del uso individuador de los términos sustanciales, Aristóteles logra aclarar que el sujeto de la predicación sólo puede estar ocupado por individuos sustanciales (2a11-14); y ello en virtud de dos aspectos que caracterizan a dicho sujeto: (1) es sujeto de todos los predicados (2b37-3a4) y (2) no es predicado de otra cosa, siendo, por consiguiente, algo particular (ho tìs ánthropos, 2a13), es decir, no puede confundirse con un universal que se dice de muchos (3b16-18) ni tiene partes que se individúen por medio del mismo concepto. El lugar de ese sujeto último (hai prôtai ousíai dià tò toîs állois hápasin hypokeîsthai kyriótata ousíai légontai, 2b27-3a1) sólo puede ser ocupado por algo que es absolutamente individual, en tanto que indivisible y, por ende, uno (haplôs dè tà átoma kaì hèn arithmôi, 2, 1b6-7; 5, 4a10-11). Eso son las sustancias primeras aristotélicas.
Sendos corolarios se siguen de las dos condiciones recién enumeradas. A partir de (1) se obtiene que Aristóteles contrapone el sujeto sustancial a cualquier clase de predicado, esencial o accidental (2, 1b3-6), y también lo distingue de particulares no sustanciales (1b7-9; 5, 4a11 ss.). Esto justifica que los individuos sustanciales se desempeñen como sujetos últimos de la predicación:

A partir de la sustancia primera no hay ninguna predicación -en efecto, no se dice de ningún sujeto- (3a36-37).

Y ese mismo rasgo legitima que ellos gocen de un estatus metafísico básico:

Además, las sustancias primeras, por subyacer a todas las otras cosas y por el hecho de que todas las otras cosas se predican de ellas o son en ellas, por eso se dice que son máximamente sustancias (2b15-17).

A partir de (2) se sigue que la determinación esencial completa de esta clase de individuos explica que ellos puedan admitir contrarios (4a10-11, a17-18, 4b2-4), permaneciendo como sujetos idénticos y numéricamente singulares (4b17-18, 4a19-22). En cambio, un particular no sustancial -un matiz específico de azul inherente en un individuo e individuado por su portador particular45- no puede admitir contrarios en virtud de que no es un sujeto, aunque sea un color específicamente determinado, irrepetible e incluso tolere en su determinación específica características cromáticas que pueden cambiar.46 Los accidentes individuales no pueden ser sustancias, pero no porque no sean continuos -en efecto, el espectro de intensidad que toleran un mismo sonido o un mismo color implica que en ellos hay cierta continuidad-, sino porque no son sujetos de los contrarios ni de otros accidentes, en general (Cat. 8).47 En contraste, no hay una propiedad contraria a la determinación sustancial que identifica a un sujeto sustancial (5, 3b26-27), y los atributos accidentales caen todos fuera de este aislamiento del sujeto en sí mismo (2, 1b24-25).48 Como consecuencia de este aislamiento, la dependencia que respecto de tales sujetos mantienen sus especies y géneros debe ser necesariamente diferente de la dependencia correspondiente a los atributos accidentales. Creo que la distinción aristotélica entre predicación esencial e inherencia (Cat. 2) precisamente se formula para aclarar la primera dependencia como esencial y necesaria, y la segunda, como contingente.49
Pienso que es seguro que Aristóteles reserva en Categorías (5, 3b10-18, espec. 3b13-15) la expresión tóde ti para demarcar las sustancias primeras como individuos sustanciales50 (4, 1b27-28 con 5, 3b13-14). Así la usa también en SE 22, 178b38 y 179a2, contraponiéndola a koinón (común), que caracteriza, en ese caso, a los predicados accidentales (tò gàr ánthropos kaì hápan tò koinòn ou tóde ti allà toiónde ti è posòn è prós ti è tôn toioúton ti semaínei. 178b37-39).51 Morfológicamente, me inclino por la lectura de tóde ti que sugiere Burnyeat, y que generaliza expresiones como ho tìs ánthropos. Según esta lectura, ti se toma como pronombre indefinido que particulariza al sortal testaferro tóde. Entonces, tóde ti abrevia frases de la forma de "cierto/un F".52 El pronombre indefinido tis, precedido del artículo, se encuentra en expresiones como ho tìs ánthropos, ho tìs híppos, he tìs grammatiké, tò tì leukón, donde tiene un sentido particularizador. Esta lectura es coherente con el uso individuador de los términos sustanciales, al que Aristóteles presta atención para fijar la referencia a las entidades privilegiadas de su ontología.
En contraste con esta caracterización del sujeto como tóde ti, Aristóteles intenta aclarar el estatus ontológico y el aporte epistémico de los universales sustanciales recurriendo a la expresión "una/cierta cualificación" (poión ti, Cat. 5, 3b15-16).53 Al contraponer ambas expresiones, el objetivo de Aristóteles es explicitar la oposición entre término general y término particular. El vocablo poión expresa la cualificación, como tal, que Aristóteles distingue del individuo especificado, o sea, del tóde ti, un particular de una cierta especie. En cambio, poión ti designa la especie, es decir, no el tóde -el lugarteniente de la especie en la fórmula tóde ti- aplicado a un individuo, sino la especie qua universal sustancial, que no puede confundirse con algo singular (ou gàr hén esti tò hypokeímenon hósper he próte ousía, allà katà pollôn ho ánthropos légetai kaì tò zôion, 3b16-18), a menos que se reflote la teoría de la predicación de dos nombres. Precisamente lo que busca desambiguar Aristóteles con poión ti es que un mismo vocablo sea, en un caso, el nombre de la especie (ho ánthropos) como predicado de los particulares (3b22) y, en el otro, el designador del individuo sustancial (ho tìs ánthropos, 2, 1b4). En el Organon, únicamente los predicados sustanciales usados individuadoramente significan una sustancia primera (móna gàr deloî tèn próten ousían tôn kategorouménon, 2b30-31). Vimos que en 3b13-14, Aristóteles lo advierte expresamente: el término que significa, en realidad, una sustancia segunda parece que significa una sustancia primera, debido al "esquema de su atribución".54
Así, ya en el contexto del Organon un universal sustancial, incluso siendo sustancia, no es propiamente sustancia, i.e. sustancia primera, porque no es individuo ni es sujeto último. Humano se mantiene como sustancia, sin embargo, pero sólo y primeramente como predicado sustancial que da el qué es del individuo (2b32). Consecuentemente, es más sustancial cuanto mayor es la determinación del individuo que ese predicado provee; la especie es, en cuanto que más apropiada, más sustancial que el género, que es más común o tiene mayor extensión (2b33-34, 2b6-14). La importancia de este criterio de sustancialidad, que permite catalogar de esa manera a los universales sustanciales, es lo que conduce a Aristóteles a descartar como inapropiado el conocimiento que sobre el sujeto se obtiene a partir de la atribución accidental (2b34-37). Ahora bien, este criterio de sustancialidad que se aplica a las sustancias segundas es claramente prioritario respecto del segundo criterio, que se destaca en 3a1-6, y que simplemente hace de las sustancias segundas sujetos en un sentido derivado, ya que ellas serán sujetos de los accidentes sólo en cuanto que, como universales sustanciales, se predican de los individuos sustanciales que son los sujetos primarios y propiamente dichos de los accidentes (3a4-5).55 Pero retornando al punto que me concierne aquí, la tesis anti-platónica de Aristóteles, según la cual ningún universal es sustancia (Metaph. Z 13, 1038b8-9; Z 16, 1041a3-5), se formula en este contexto con el siguiente vocabulario: un universal no es un tóde ti, sino un toiónde (cfr. también Metaph. B 6, 1003a8-9; Z 13, 1038b15-16).
Una distinción ulteriormente necesaria atañe también al poión (Cat. 5, 3b19-20). Aristóteles tiene que distinguirlo de otros predicados que no especifican objetos, en particular de aquellos que expresan una mera cualidad (oukh haplôs dè poión ti semaínei, hósper tò leukón, 3b18). Más generalmente, Aristóteles recurre a distintas estrategias para distinguir los predicados sustanciales respecto de los accidentales. Una de las que utiliza en las Categorías es la oposición entre "dar apropiadamente" (oikeíos apodósei, 2b33) el predicado del sujeto y "darlo como un otro" (allotríos, 2b35), es decir, describir el sujeto mediante uno cualquiera de los predicados que no expresan propiamente lo que él es ya que el contenido conceptual de tal clase de predicados es distinto del contenido del sujeto.56 Aristóteles amplía esta caracterización en su consideración del accidente como un predicable. Cuando en el predicado se introducen términos que significan algo diferente de lo que es para el sujeto ser cierta clase de cosa, no se obtiene una determinación esencial de este último. De allí que esos predicados introducen propiedades que meramente ocurren en el mismo sujeto (Top. IV 1, 120b24-26), y pueden darse o igualmente no darse en él (symbebekòs elégomen hò endékhetai hypárkhein tinì kaì mé, 120b34-35). En esa clase de predicación se toma el sujeto de modo accidental (mè en tôi tí esti kategoreîtai all' hos symbebekós, 120b21-22) y no se da a entender qué es el sujeto (ou tí estin allá ti poioûn è páskhon semaínein, 120b26-27; ou gàr tí estin he khión, allà poîón ti, deloî, 120b28, 120b28-29).
Podemos concluir hasta aquí que la metafísica de los individuos desarrollada en el Organon se apoya en la distinción de los dos usos de sortales considerados más arriba, el individuador y el clasificatorio; y que la contraposición de ambos usos respecto de predicados no sortales completa el segundo teorema esencialista central de aquella metafísica, es decir, la distinción entre sustancia y accidente.
En el penúltimo apartado tengo que explicar el aporte epistémico que la definición realiza a la individuación.

9. Definición e individuación

Aristóteles cree que es necesario asegurar el aporte individuador de los términos sustanciales mediante una herramienta epistémica: la definición. En la teoría de los predicables y de la identidad (Top. I 5 y I 7), el predicado esencial es aquel que se predica del sujeto en el qué es (en tôi tí esti kategoreîtai, IV 1, 120b21; 2, 122a5), delimitando cuáles propiedades forman parte del definiens (ésti d' hóros mèn lógos ho tò tí ên eînai semaínon, I 5, 101b38). Aristóteles caracteriza la definición de la siguiente manera:

"Ahora bien, la definición es un enunciado que significa el qué era ser (tò tí ên eînai); y se da o bien como un enunciado en sustitución de un nombre, o bien como un enunciado en sustitución de otro enunciado" (Top. I 5, 101b38-102a2).57

La sustitución se utiliza como un criterio de prueba para establecer que una determinada propiedad, expresada en el definiens, no es un género -el cual es más extenso que el objeto- ni un propio -que, aunque sustituible con el objeto, no es esencial y necesariamente lo mismo que el objeto- ni tampoco un atributo que puede o no pertenecerle al objeto sin concernir a lo que éste es en sí, o sea, un accidente. Cuando una propiedad es siempre y necesariamente sustituible por el objeto al que se aplica, esa propiedad es esencial y, en tal sentido, permite identificar e individuar el objeto. La tesis constante de Aristóteles al respecto se encuentra claramente en APo. I 22, 83a24-32: los términos que significan la sustancia de algo dan una información acerca de lo que un objeto precisamente es, o sea, lo aprehenden en sí mismo y, por consiguiente, no como si fuera algo diferente. Esa información es considerada por Aristóteles en el Organon dentro de su teoría de la definición, in extenso en Top. VI-VII. La relación entre términos sustanciales, definición y esencia se expone cuando Aristóteles aborda algunos problemas atinentes a la sustitución entre nombre y definición,58 ya que, según Aristóteles, las discusiones acerca de la definición conciernen, en su mayoría, a la identificación del objeto (Top. I 5, 102a7-9, a11-16). Eso lo habilita a excluir rápidamente otros enunciados mediante el expediente de que no satisfacen la sustitución (102a2 ss.). Ahora bien, él advierte que la mera equiparación entre una expresión lingüística y un objeto no es suficiente para aceptar que esa expresión es una definición.59 En efecto, la sustitución es un criterio de carácter extensional, válido para términos con la misma referencia y suficiente para establecer que cierta expresión cuenta como un propio, es decir, un término que puede ponerse siempre en lugar del objeto, pero que no significa su esencia (102a18-22). La tesis de Aristóteles sobre la esencia y la necesidad (102a30) se recorta allí de la siguiente manera: la definición entraña un elemento intensional, por el cual ella significa la esencia; y los términos y enunciados que significan la esencia de ciertos objetos corresponden a éstos siempre, necesariamente y tomados por sí mismos.
En todas estas condiciones60 se pone claramente de manifiesto el rol epistémico que adquiere una definición, algo que también se visualiza cuando Aristóteles señala qué cosas deben estar incluidas en el definiens -propiedades anteriores y mejor conocidas por sí, las cuales aseguran la cognoscibilidad de la especie definida y el conocimiento objetivo de la misma (Top. VI 4, 141b3 ss., 141b34- 142a9)- y cómo debe construirse una definición (4, 141b25-27) para que ésta cumpla con su peculiar cometido de dar a conocer lo definido (4, 141a27-29), algo que sólo resulta posible si la definición es del qué es (5, 142b24) y se construye con las partes (género y diferencias) que permiten identificar satisfactoriamente la esencia de un objeto a través de la determinación de la especie (género: 5, 143a15-19; diferencia: 6, 143b8-9, 144b331-32, 145a4-5). A partir de la correlación entre nombre específico y definición (I 5, 101b38- 102a2; también Metaph. Ã 4, 1006a31-34) resulta autorizado extender a los nombres específicos el propósito epistémico atribuido en Top. VI 4 a las definiciones.

10. Conclusión

Los resultados principales de este artículo pueden resumirse así: Las dos tesis centrales del Organon que he estado persiguiendo mantienen que (1) el sujeto individual específicamente determinado es la entidad primaria de esta ontología. Su caracterización como tóde ti (Cat. 5, 3b15-16) implica que es un individuo sustancial idéntico a su especie (3b10). Además, en cuanto que sujeto último, no se predica de, ni es en otro sujeto (2, 1b3-7), y es indivisible y, por consiguiente, numéricamente singular, en tanto que no forma parte de otro sujeto individuado bajo el mismo sortal ni contiene partes que caigan bajo el mismo sortal que a él lo individúa. (2) La tesis semántica del Organon, que conlleva un compromiso con esta metafísica de los individuos, reside en focalizar los términos sustanciales, en cuanto que sólo ellos permiten fijar la referencia a un objeto por medio de su individuación específica. Esta manera de individuar requiere el complemento necesario de la definición como el procedimiento para que, mediante la delimitación de los contenidos de un concepto, se pueda fijar la extensión de dicho concepto sortal y subordinar a la especie los individuos con cuya existencia se compromete el Organon, y a partir de la cual Aristóteles sostiene la tesis central de su primera metafísica.61

NOTAS

1. Aristóteles, Cat. 5, 3b13-18. Todas las referencias a Aristóteles citan el texto editado en Oxford Classical Texts; las abreviaturas adoptan las del Greek-English Lexicon (LSJ). Las traducciones son de mi responsabilidad.
2. Englebretsen, 1978, 129.
3. Carl, 1974, 114.
4. No discutiré aquí los detalles de la ontología de Cat., que incluye individuos sustanciales y no sustanciales, universales sustanciales y no sustanciales. Sobre esto, cfr. Wedin, 2000, caps. II-III.
5. Owen, 1965, 207-211; Frede, 1978; Code, 1986; Loux, 1991, 13-48; Wedin, 2000.
6. Con la notoria excepción del estudio masivo de De Rijk, 2002.
7. Acertadamente, Rapp, 1995 atribuyó ese rendimiento al mencionado uso. Aquí trataré de mostrar que una tesis interpretativa como ésta requiere asociar los términos sustanciales a las definiciones, como lo hace Aristóteles ya en el Organon; una asociación que, además, nos autoriza a atribuir a ese grupo de tratados una teoría descriptiva del significado.
8. Cfr. Orlando, 1999.
9. El correlato extra-lingüístico de una definición no se reduce, para el estagirita, a un estado mental ni a un resultado cognitivo de algún proceso psicológico; sin embargo, ello no implica, por el otro extremo, que las esencias existan como universales platónicos, independientes y separados de los particulares (De Ideis 81, 8-10; Metaph. A 9, 990b6-8; APo. I 22, 83a33-34).
10. Para una clasificación similar de entidades y tipos de predicación, cfr. APr. I 27, 43a25-43. Para mi consideración de la teoría aristotélica de la predicación son especialmente relevantes Code, 1982 y 1985; Bäck, 2000, 132-198; de Rijk, 2002, caps. 4-5.
11. Para una discusión de un contraste similar, cfr. Geach, 19682, 27 s.
12. Englebretsen, 1978 y 1980, 135 s.
13. Strawson, 1963, cap. 1.
14. Este vocabulario se debe a Wiggins, 1980, 5 s., 48, caps. I-III y Strawson, 1963, 169 s. Pero Strawson también afirma que: "For non-demonstrative identification may rest securely upon demonstrative identification" (1969, 10).
15. Carl, 1974, 129-179, mostró para los enunciados existenciales que es preciso contar con términos sortales para especificar el dominio de objetos en el cual aquellos enunciados, entendidos como enunciados particulares, pueden verificarse. Trataré de mostrar que esta aprehensión del rol de los sortales refleja la de Aristóteles.
16. Carl, 1974, 92-128; Wiggins, 1980; Lowe, 1989.
17. Para hacer más simple el argumento ignoraré distinciones que puedan trazarse dentro del campo de los términos sortales, como, por ejemplo, la categoría de los llamados sortales periódicos ("muchacha"), que restringen otros sortales subyacentes más generales ("humano"), o la de los términos de masa ("agua", "ola", etc.) y de materia ("oro", "piedra", etc.) -éstos expresan de qué está constituido materialmente un objeto y no son propiamente sortales; se usan frecuentemente, además, con sortales de apoyo ("un pedazo", "una lonja", "una pila", "un litro")-; igualmente dejaré de lado toda distinción entre sortales correspondientes a clases naturales o artefactos.
18. El Diccionario de la RAE consigna para la voz "individuar": especificar algo, determinar individuos comprendidos en una especie.
19. Carl 1974, 107 ss.; Geach 19682, 43 s.
20. Wiggins, 1980, 5.
21. Wiggins, 1980, 16 s., 53 s., 70 (y en general II 3.), sostiene que la congruencia y la coincidencia entre términos de un enunciado de identidad suponen un sortal bajo el cual caen esos términos. Todo lo anteriormente expuesto en el texto implica reconstruir la posición de Aristóteles sobre la base de tesis como la dependencia sortal de la identidad y la identidad absoluta (Wiggins, 1980, I 3-7).
22. El intento de desligar las condiciones de persistencia de un objeto respecto de cualquier sortal identificador arraiga históricamente en tesis anti-sustancialistas (Hume, 1984, Libro I, Secciones 1, 4 y 6) que reducen la identidad a una mera denominación para aquello que en un individuo permanece invariable a través del tiempo.
23. Con la notable excepción de Top. I 7.
24. O "ser/llamarse Córisco" y "ser hombre" en el ejemplo de SE 5. Las aclaraciones de los paralogismos de la identidad accidental cubren allí otros casos, como el de la doble individuación de un particular, por su nombre propio (o por ser él mismo tal particular) y por su nombre específico. El paralogismo del particular distinto de sí mismo se resuelve aclarando que ninguna de esas dos individuaciones incluye la restante; y, así, no es qua "Córisco" que ese particular es hombre o no es hombre. Aristóteles tiene en mente aquí alguno de sus distintos esquemas de predicación per se.
25. Hay que anticipar que la ambigüedad del argumento no depende de los verbos utilizados (oîda y agnoô), que he traducido por "se" y "no conozco" o "ignoro", respectivamente, ambos con el mismo régimen de objeto directo en este caso.
26. Mignucci, 1985, 76 ss.
27. Mignucci, 1985, 80 ss.
28. Mignucci, 1985, 78 s., distingue dos argumentos: uno en 179a32-34 y otro en 179b2-4 (para el origen megárico de este último, idem, n. 27).
29. Leyendo el PII como: Para cualquier x & para cualquier y, x es (numéricamente) idéntico a y si toda propiedad atribuida a x es atribuida también a y, & viceversa.
30. Para una extensa discusión de SE 24, cfr. Fait, 2008.
31. Similarmente a Frege, 1892, Aristóteles propone que las ambigüedades que vimos conciernen a signos, y que resolverlas puede constituir un avance en el conocimiento (SE 24, 179b31-33); pero para ello echa manos a la distinción esencialista entre dos significados del "es" predicativo.
32. Geach, 1956.
33. Para su aclaración, cfr. Oehler, 19973, 190 ss.
34. Sócrates es sujeto del predicado sustancial "humano" sólo en la medida en que es algo ya determinado como un ejemplar de esa clase, puesto que Sócrates se entiende como un ser humano. Cfr. Wedin, 2000, caps. III y IV.
35. SE 22, 178b37-39: un predicado meramente común puede significar también un accidente, en cuanto que un predicado accidental puede decirse de muchos individuos.
36. Así lo sugiere Rapp, 1995, 97.
37. Aristóteles plantea allí una discusión sobre la correcta interpretación de enunciados del lenguaje natural, buscando captar su "esqueleto". Cfr. Patzig, 19693; Corcoran, 1974.
38. Kapp, 1920, 236 ss., passim.
39. Geach, 19682, 35.
40. Contra Tugendhat, 19946, 46 s., 58 ss.
41. Cfr. aquí mismo supra 4 (b).
42. Este párrafo expresa mi rechazo a la lectura de Owen, 1965, 209, que recibiera diversas críticas en la bibliografía posterior.
43. La cualidad de la proposición descansa en el enlace (APr. I 1, 24b16- 18). Además, la negación opera sobre el predicado de manera diferente de como lo hace sobre el sujeto.
44. Von Fritz, 1931, 21.
45. Ya que en este artículo enfoco el individuo sustancial, no me veo obligado a fundamentar esta opción por la lectura tradicional de los accidentes individuales.
46. Sobre Cat. 5, 4a10-22, cfr. Ackrill, 19702, 89 s.; contra Oehler, 19973, 270.
47. Curiosamente, Aristóteles mantiene allí que de cualidades cromáticas muy especificadas (rojo intenso) no hay un contrario (Cat. 8, 10b15-17). Sin embargo, también ellos marcan un punto en una gradación entre dos extremos opuestos.
48. Contra la opinión de Frede, 1978, 64, acepto, en este aspecto, la de Wedin, 2000, III y IV.
49. Alguien podría objetar que criterios como los que en los Analíticos (espec. APo. I 4) se establecen para los enunciados científicos permiten ubicar en el lugar del sujeto exclusivamente ítems universales. No puedo discutir aquí esto, pero una respuesta viable podría recurrir a una interpretación extensional, y decir que en esos enunciados el predicado se aplica a todo el dominio de individuos que caen bajo el término general. Una visión diferente en Modrak, 2001, 33.
50. Bonitz, 19552, 495b37 ss. Para su discusión, cfr. Ross, 1924, I, 247 s.; Frede y Patzig, 1988, I 20, II 15; Oehler 19973, 267 s.; Mittelmann, 2009, 74, nota 34.
51. Vimos que allí Aristóteles busca desarticular el error que conduce al Argumento del Tercer Hombre (SE 22, 178b36-37), que toma el predicado (sustancial o accidental, 138b38-39) como un "esto" (179a3-5) y un "uno" aparte de los múltiples sujetos (179a7).
52. Burnyeat, 2001, 49, nota 99. Se trata, sin embargo, de la lectura que acepta Ross 1924, y consigna como lectura (2)): "a this" generalizaría ho tìs ánthropos. Para Ross, también expresa la individualidad de un sujeto. En la otra lectura, tóde es adjetivo demostrativo y ti, el pronombre indefinido que funciona casi como variable para un sustantivo contable ("hombre", "caballo"), generalización de hóde ho ánthropos y traducible por "este algo" o "un esto de cierta clase". Gill, 1989, 31 ss.: "this (tóde) something (ti)" (= Ross (1)).
53. Mittelmann, 2009, 75, nota 36.
54. Otra confusión ligada también a la expresión lingüística se produce con los predicados accidentales: "aunque se cree que significa qué es en virtud de la expresión lingüística" (SE 22, 178a8, a23-24).
55. Ésta una diferencia crucial con la lectura de Frede, 1978, 59.
56. La distinción entre predicados per se y per accidens de APo. I 4, 73a34- b24 es un desarrollo de esto; predicados sustanciales se distinguen de accidentales en términos de lo que no se dice de otra cosa (73b5-10).
57. Metaph. Ã 7, 1012a23-24. La correspondencia entre nombre y definición se presenta como el caso estándar en los textos a los que aquí prestaré atención.
58. Para la sustitución entre el nombre específico y la definición, cfr. Top. VI 1, 139a36-37; 3, 140b22-23; 6, 145b30-32; 7, 146a5-7; 10, 148a24-26; Metaph. Ã 7, 1012a22-24; H 6, 1045a27.
59. En Metaph. Z 4, 1030a6-14, Aristóteles especifica una condición para que un enunciado (lógos) cuente como un definiens (horismós): debe ser de algo primero, en el sentido de que no debe ser como un predicado de un sujeto diferente (1030a10-14), sino predicarse per se.
60. Además, una definición debe ser verdadera acerca de todo aquello de lo cual se dice el nombre (Top. VI 1, 139a26-27) y de todo lo que se subordina a la misma especie (3, 140b16-17); debe aplicarse a lo definido como algo propio, y hacerlo tomando el sujeto por sí mismo, es decir, no más ampliamente ni incluyendo lo definido en el género equivocado o aplicándole cierta propiedad de una manera meramente accidental (1, 139a31-32; 5, 143a3-8). La definición debe expresar el qué era ser de lo definido (1, 139a33-34); esto implica la unidad de la definición y la exclusión de las definiciones por agregados (3, 140b27-141a22; la redundancia debe evitarse, 3, 140a35-37, b1-2, 140b21-26), así como también que haya distintas fórmulas para una misma esencia unitaria (4, 141a32-37). Para una discusión particular sobre las definiciones redundantes, cfr. Mittelmann 2013.
61. Este trabajo se completó en enero de 2013 durante una estancia como becario de la Alexander von Humboldt-Stiftung en la Ludwig-Maximilians- Universität, München. Agradezco al Prof. Dr. Christof Rapp por albergar mi investigación en su cátedra. Estoy en deuda con las observaciones del evaluador a la primera versión de este artículo.

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Recibido: 01-2013;
aceptado: 06-2013

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