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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.39 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Francisco José Martínez (ed.). Spinoza en su siglo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, 208 pp.

 

La obra reúne las ponencias presentadas en la reunión anual del Seminario Spinoza, celebrado en la Facultad de Filosofía de la UNED en marzo del 2009. Compilada y editada por Francisco José Martínez, catedrático de Filosofía de la UNED, la obra se aboca a temáticas que cubren desde la política y la ciencia, transita a través de la proyección de Spinoza en la Ilustración y culmina con un hecho absolutamente original en el ámbito filosófico: la presentación de un retrato de Spinoza pintado por Joaquín Sorolla -pintor valenciano que vivió entre 1863 y 1923- procedente de la Donación Simarro y perteneciente al fondo artístico de la Universidad Complutense, evento que tuvo lugar en el Escorial en el verano de 2008.
Tras resumir los trabajos que componen el libro en una síntesis que permite al lector anticipar el contenido de la obra, Martínez inaugura la primera de las secciones consagrada a la Política en el texto titulado "La democracia en Spinoza, anomalía en su siglo". La cuestión central del trabajo gira en torno de la pregunta acerca de ¿por qué, siguiendo la línea inaugurada por Antonio Negri, continúa la asociación de la figura de Spinoza con la noción de "anomalía"? Spinoza, junto a otros esclarecidos de su tiempo, propone una ruptura con la sacralización y deificación del régimen monárquico. Signado por las monarquías absolutistas que se consolidan en el barroco del siglo XVII con el apoyo de teólogos, políticos y politicólogos que exaltan dicho régimen como la mejor forma de gobierno, el pensamiento de Spinoza es deudor de su maestro Van Enden, quien con sus aires democráticos renovadores transmite un mensaje con el que se anticipa a los regímenes populares de gobernanza. Uno de los méritos del texto es que acerca al lego -quien suele contar apenas con una versión simplificada de los debates de la teoría política de la época- las encrucijadas en las que se posicionaban los distintos movimientos en pugna: absolutistas y constitucionalistas, el libertinismo, los levellers (niveladores) y los diggers (cavadores) ingleses, el papel de la reforma protestante, por nombrar algunas de las propuestas en juego. En ese escenario en efervescencia, el republicanismo holandés se destaca por su defensa de la libertad, entendida como independencia frente a todo poder externo, civil o religioso. Spinoza, en particular, privilegia el régimen democrático por sobre los demás, en cuyo marco cada ciudadano "se da las leyes a sí mismo siendo a la vez súbdito y soberano" (págs. 49 y 50). Su defensa de la democracia no es un obstáculo para una propuesta que encierra una ruptura con dos elementos inherentes al contractualismo: Spinoza piensa que el sujeto de la política no es el individuo sino la multitud y, en claro contraste con Hobbes, tal como señala Martínez, "no hay nunca transferencia de derecho- potencia, ya que los individuos mantienen el derecho (natural), es decir su potencia, en el seno de la sociedad política" (pág. 50).
En "La suprema potestad en el escolasticismo tardío español y en el Tratado Teológico-Político", Adelina Sarrión Mora se consagra al análisis de la posición defendida por los escolásticos españoles, en particular por Molina y Suárez, quienes no atribuyen el origen del poder a cierto pacto entre los hombres sino a Dios. Pero además, si bien enarbolan la monarquía como el mejor régimen político, subordinan el poder temporal del rey al poder del Papa, quien por su poder espiritual es superior a los príncipes temporales a los que puede incluso deponer del poder. Spinoza, con un ideario anticipatorio del Siglo de las Luces, reconoce el origen humano del poder y defiende la democracia como el mejor de los regímenes políticos.
Ya instalándonos en la segunda de las secciones dedicada a la ciencia, en "Descartes, Spinoza y la revolución científica", Alfredo López Pulido señala los marcos teóricos compartidos por ambos filósofos: una física similar, una concepción inmanente de la naturaleza, un rechazo de las formas sustanciales y un abandono del finalismo. Sin embargo, Spinoza desarrolla la física cartesiana cerrando las fisuras que el dualismo cartesiano había dejado abiertas. Y frente al mecanicismo cartesiano, el filósofo holandés convive con el reinado de tres paradigmas: el aristotélico que se está batiendo en retirada, el mágico-animista y el cartesiano. Por su proximidad con la incipiente ciencia físico-matemática, Spinoza logra articular el legado cartesiano con una concepción dinámica de la materia que incorpora el concepto de fuerza que, poco más tarde, Leibniz introducirá en su propio sistema.
Completando esta sección, Bernardino Orio retoma a este último filósofo en "Seminario. Leer a Leibniz después de Spinoza (a modo de guión de lecturas)", advirtiendo que si bien parten de la física de Galileo, el necesitarismo del holandés y el congintentismo de Leibniz los conducen a propuestas diferentes: Leibniz formula un vitalismo que se despliega a través de la unidad orgánica de un universo infinito, en una ontología de lo singular liberada ya del animismo pampsiquista que hace falta abolir para poder conciliar sus doctrinas con la ciencia moderna. La metafísica leibniziana no puede ser entendida sin sus elaboraciones en matemática y física que la dotan de una dinámica que, valiéndose de las nociones de continuidad cósmica, expresión y analogía transversal, funda el principio de variedad y uniformidad de la naturaleza.
La tercera sección se detiene en "La proyección de Spinoza en la Ilustración". En el primero de los artículos, "Crítica y exclusión. Notas sobre el anticartesianismo de Spinoza", Pedro Lomba Falcón contradice la tradición hegeliana que establece una continuidad entre ambos pensadores. Tras reconocer la deuda de Spinoza hacia Descartes, señala sus diferencias: frente al creacionismo cartesiano -asociado a la idea de analogía y equivocidad- del que resulta una noción de realidad jerarquizada, contingente e imperfecta, Spinoza rechaza tanto la analogía como la equivocidad y las sustituye por una univocidad radical asentada en una concepción inmanente de la realidad a Dios y de Dios a la realidad, abriéndose mediante estos movimientos a la posteridad ilustrada.
Desde una perspectiva jurídica, Sergio E. Rojas Peralta cierra los trabajos teóricos con "Pufendorf y Spinoza. Inmanencia y derecho", dos pensadores contemporáneos que no se llegaron a conocer. La matriz teórica de la cual ambos abrevan es el método geométrico y una lectura desteologizante del derecho. No obstante, mientras que para Spinoza, quien rechaza el libre arbitrio, la ley obliga por su necesidad, para Pufendorf, quien concibe la libertad en su sentido clásico de libertad de especificación y libertad de ejercicio, la ley es impositiva.
Finalmente, la obra se cierra con una sección inusual en un libro filosófico, "Iconografía": en un texto titulado "Un retrato de Spinoza pintado por Sorolla", J. J. Campos Bueno comenta y presenta una pintura de Spinoza atribuida a Sorolla y perteneciente al fondo artístico de la Universidad Complutense. El autor da a conocer los resultados de sus investigaciones sobre el retrato de Spinoza, encargado por el catedrático Simarro. Según las conclusiones de las investigaciones de Campos Bueno, aproximadamente en el año 1900 el catedrático Simarro, quien solía explicar a Spinoza en sus clases, le encargó a su amigo el pintor Sorolla que pintara un retrato del filósofo a partir de una fotografía de un retrato al óleo de Spinoza, provista por el catedrático. Según el testimonio de Juan Ramón Jiménez, quien residió en la casa de Simarro, el catedrático leía párrafos de la Ética ante el retrato de Spinoza pintado por encargo por Sorolla. Por la diversidad de temas que aborda, los cuales forman una trama paralela a los escritos habituales sobre Spinoza, la obra nos descubre otras facetas del filósofo que lo convierten en hijo de su tiempo y, fundamentalmente, un precursor de las ideas ilustradas que forjaron el presente.

Diana Cohen
Universidad de Buenos Aires

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