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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.44 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2018

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Fosca Mariani Zini, La calomnie. Un philosophème humaniste: pour une préhistoire de l'herméneutique, Lille, Presses Universitaires du Septentrion, 2015, 176 pp.

 

El libro de Fosca Mariani Zini consta de una Introducción, tres capítulos y una breve conclusión. Cada capítulo tiene tres apartados. El segundo incluye además un anexo. La tesis central de la obra consiste en mostrar que la historia de la hermenéutica moderna tiene antecedentes fundamentales en la reflexión y la práctica de gramáticos y filólogos humanistas del siglo XV.
Tanto en la Introducción como en el primer capítulo, titulado "La calumnia humanista: la falsificación de las obras", la autora presenta una distinción histórico-conceptual entre la mentira y la calumnia. Por un lado, la mentira ha llamado la atención de los filósofos desde los inicios de la disciplina, especialmente la de aquellos que se han interrogado sobre la relación entre el lenguaje y el pensamiento y su expresión pública. El interés en la mentira se concentra tanto en su estructura argumentativa como en su intencionalidad. La mentira no es necesariamente un razonamiento contradictorio, ya que su argumento puede ser consistente y buscar la verosimilitud de sus afirmaciones. La credibilidad de la misma depende de eso. La situación precisa de la enunciación es lo que caracteriza a la mentira: la distancia entre lo que se sabe y lo que se dice, y la orientación engañosa de la intención al hablar. La mentira es, por lo tanto, una de las formas discursivas de la relación con los demás, dirigida por la voluntad de un "querer hacer daño".
En este sentido, la autora destaca que Contra mendacium (420) de Agustín fue el texto de referencia de la tradición latina medieval. No se trata solo de la cuestión de la pureza del corazón y el vínculo con Dios, sino sobre todo de tomar conciencia del daño público realizado al afirmar lo falso. Las mentiras son un peligroso "veneno" para la constitución y el mantenimiento de las dos instituciones más importantes de la existencia: el lenguaje y la comunidad. Si la mentira traiciona, como periurium, el vínculo con Dios, también amenaza, como falsum testimonium, la comunicación entre los seres humanos. Y la desconfianza, como respuesta social a una sistematización de la mentira, también es peligrosa, ya que destruye las relaciones sociales.
Pero mientras que la mentira expresa un desplazamiento interno en el hablante, por su parte la calumnia consiste en falsificar las expresiones de los demás: corrompe la autenticidad de lo dicho. Así, la calumnia implica un exceso de racionalidad. Produce a sabiendas la falsificación de los actos y las palabras de los otros, buscando la mayor probabilidad para su aceptación. Su estrategia utiliza todo tipo de indicios y pistas para crear una falsedad que aspira a lograr ser creída por su aproximación con lo real. El libro de Fosca Mariani Zini no se propone analizar los dispositivos argumentativos de la calumnia en una perspectiva lingüística o pragmática, sino su momento de aparición histórica, es decir, la filología humanista del siglo XV. La calumnia se convierte, en ese momento histórico, en un filosofema. No se trata de la invención de una palabra o un nuevo concepto, sino del surgimiento de una red de preguntas y respuestas que encuentran en un término determinado (en este caso, la calumnia) su unidad focal. Es el signo de una interrogación sin precedentes para el pensamiento, que surge dentro de los requisitos gramaticales e interpretativos de los humanistas, y refleja la siguiente preocupación: ¿cómo evitar la falsificación del pensamiento que se expresa en un contexto históricamente determinado y en un lenguaje específico?
Y aunque la naturaleza maliciosa de la calumnia ha sido analizada desde la Antigüedad, es dentro de la filología naciente del siglo XV que el dispositivo de la calumnia y su área de relevancia han sido definidos con precisión. La falsificación del discurso de los demás, que afecta su credibilidad y lo deslegitima, es la preocupación central de la filología humanista. Ésta busca reconstituir las obras del pasado, que llegan mutiladas, incompletas. Pero si algunas prácticas históricamente anteriores de lectura fueron capaces de presentar aspectos filológicos, la filología como método riguroso recién puede ser encontrada considerablemente en el trabajo de autores como Lorenzo Valla y Angelo Poliziano, analizados en detalle en el capítulo 1 del libro.
El trabajo filológico sobre los manuscritos permite tomar conciencia de las prácticas de falsificación que acompañaron la transmisión de los textos: las obras fueron objeto de desmontajes y ensamblajes múltiples, y muchas veces de correcciones arbitrarias. Estas desgracias se deben, en parte, a las dificultades de las vicisitudes de los manuscritos: la ignorancia, al menos parcial, de las lenguas antiguas por parte de muchos copistas, la introducción de errores, que se transmiten y propagan, la destrucción de manuscritos en conventos o universidades durante los períodos turbulentos de la historia son algunos de los factores objetivos que Valla y Poliziano reconocen como importantes.
Dos elementos principales se combinan para hacer de la calumnia la preocupación central: la consideración del sentido auténtico del texto y la reflexión sobre el carácter histórico de las lenguas. La relación con los antiguos se define a partir de la conciencia de una ruptura profunda en la que la situación del lenguaje de la cultura juega un papel importante. La evolución de las lenguas vernáculas y su vínculo muchas veces conflictivo con el latín, y la construcción de tradiciones literarias, lleva a tener en cuenta el carácter histórico de las lenguas. Es precisamente la consideración de la distancia temporal, y de las rupturas históricas, lo que guía la restitutio de los textos antiguos. El problema es siempre político y cultural.
La conciencia de la falsificación de los textos impulsó a los humanistas a establecer procedimientos capaces de combatir la "malicia" de los intérpretes llamados calumniadores. Estos son los malos intérpretes que, aprovechando la distancia temporal, proponen etimologías infundadas y lecturas incongruentes, entre otras formas de operaciones textuales, haciendo que un texto diga lo que originalmente no ha dicho, e introduciendo en el autor una intención que no le pertenece.
Por lo tanto, la conciencia del carácter histórico de las lenguas y la especificidad de la labor filológica condujeron al problema de la autenticidad textual contra el modo de operar de los difamadores. La filología de los humanistas buscó desplegar un método a partir del estudio comparativo de los autores, del análisis de las filiaciones histórico- conceptuales entre las lenguas, y especialmente del denominado principio de equidad, presuponiendo que el autor, con plena conciencia, le dio al texto un significado inteligible y que puede ser reconstituido.
La tradición es ahora percibida ya no como una fuente de autoridad, sino como la comunidad de autores transmitidos, convirtiéndose así en un espacio crítico, donde las diferentes lecturas se confrontan entre sí, y deben ser evaluadas y legitimadas.
En el marco de la disputa entre los platónicos y los aristotélicos, la autora destaca el libro del cardenal Bessarion, In calumniatorem Platonis (1469), escrito para defender a Platón de las acusaciones de Jorge de Trebisonda, quien en su Comparaitiones philosophorum Platonis et Aristotelis, publicado en 1464, busca desacreditar a los neoplatónicos, en tanto se apoyan en un filósofo al que califica de pagano e inmoral. Según Bessarion, la estrategia de Trebisonda se apoya en la calumnia a partir de una presuposición pragmática, ya que pretende desacreditar a Platón y, de ese modo, atacar el prestigio de la filosofía platónica. Bessarion se compromete a defender a Platón, pero sin atacar a Aristóteles. Se enfrenta a acusaciones difamatorias haciendo uso de las propias palabras de Platón, distinguiendo el pensamiento del filósofo ateniense del de sus comentaristas.
La autora también rastrea la aparición de la calumnia en el Quattrocento mediante el análisis de los principales conflictos en las prácticas de lectura e interpretación de ese momento (como el descubrimiento de la Donatio Constantini, en tanto documento falso). Estos conflictos de interpretación han planteado el problema de la calumnia y el requisito de autenticidad. Además, en el capítulo 2, despliega un fino análisis de una pintura de Botticelli, La Calunnia (1495), que expresa la preocupación humanista por la cuestión de la calumnia, resaltando sus aspectos estéticos y políticos.
En el capítulo 3 desarrolla la cuestión de la calumnia como un tema central en los siglos XVI y XVII, en los que abundan las controversias religiosas, por lo que se trata de establecer procedimientos neutros de tratamiento de los textos y, en consecuencia, desarrollar la doctrina de la "buena interpretación". A partir de J. C. Dannhauer comienza a consolidarse un proceso como respuesta al peligro de la calumnia. Y es en este marco que el estudio de la Querelle d'Utrecht, analizado por la autora, es esencial. Es, de hecho, una de las grandes escenas de difamación del siglo XVII, durante la cual Descartes es involucrado.
El libro nos despliega de un modo original la historia de la hermenéutica moderna a partir de sus antecedentes en la reflexión y la práctica de gramáticos y filólogos humanistas. Como lo subraya la autora, la cuestión de la calumnia no es tanto un fenómeno aislado, debido a malas intenciones, sino una posibilidad constitutiva de nuestro uso del lenguaje.

Gustavo Romero
UBA-CONICET

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