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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.46 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2020

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Claudio Javier Cormick, Opacidad y relativismo: la situacionalidad del conocimiento en tensión entre Merleau-Ponty y Foucault, Buenos Aires, Prometeo, 2019, 275 pp.

MARIO GÓMEZ1 

1UBA

El autor del libro, Claudio Javier Cormick, recorre un problema epistemológico fundamental que inspiró su tesis doctoral, a saber, la posibilidad de evaluar los alcances del conocimiento en tanto es concebido como “situado”. Es decir, se examina el vínculo entre el valor del conocimiento y su carácter relativo a una perspectiva siempre determinada. Esta orientación concreta y material desde la cual se aborda el problema del conocer y de su fundamentación lleva al autor a definir y caracterizar en el presente trabajo la situacionalidad del conocer a través del análisis de una tensión entre dos tradiciones filosóficas continentales, la fenomenología merleaupontyana y la arqueo-genealogía foucaulteana. Esta tensión -originalmente construida por Cormick en su tesis y proyectada en todas sus implicancias en el presente libro- es revisitada y discutida desde una literatura secundaria actualizada y pertinente. Este análisis crítico y novedoso -que se atiene más al problema mismo a tratar y a lo que él suscita que a una defensa de un autor o una escuela particulares- abre las puertas a un diálogo entre el pensamiento fenomenológico y el foucaulteano con un vocabulario proveniente de la filosofía anglosajona. De este modo desde el inicio el libro convoca a una reflexión y apropiación tanto erudita como crítica.

El texto consta de doce capítulos. En el primero (pp. 19-41) se realiza la presentación general del problema de la situacionalidad. De este modo se presentan los dos ejes centrales que estructuran el trabajo, a saber, el problema de la opacidad de la conciencia y el de la relatividad de todo conocer. En este marco con precisión y claridad el autor fundamenta su uso del término “relativismo” como hilo conductor privilegiado para analizar los problemas epistemológicos que se derivan de un conocimiento situado, siempre histórico y socialmente relativo.

En el capítulo 2, el hilo articula-dor está constituido por la noción fou-caulteana del hombre como duplicado empírico-trascendental presente en Las palabras y las cosas, que es objeto de un detenido examen (pp. 44-61). Cormick recorre de un modo analítico y original pasajes capitales de Las palabras

En este contexto se destaca la crítica a la que Cormick somete las interpretaciones de Bimbenet y Sabot sobre la “dualidad del hombre” tematizada por Foucault, irreductible según Cormick a la aparentemente similar problemática presente en Merleau-Ponty. Cabe resaltar el carácter cuidado de la reconstrucción propuesta como así también su solidez argumentativa.

En el capítulo 3, central y verte-brador de la obra, Cormick analiza de forma pormenorizada los fundamentos y el carácter autorrefutatorio presuntamente inherente a toda posición que describa el conocimiento desde la perspectiva del psicologismo, el socio-logismo y el historicismo, que dan lugar simultáneamente a los dos problemas articuladores del libro, en tanto verían la conciencia humana como opaca y denegarían a nuestras creencias un “valor intrínseco” (pp. 63 y ss.). Con este hilo problemático se destaca el diálogo que el autor establece con otras tradiciones de pensamiento para fundamentar su propio análisis. El capítulo termina analizando el rechazo merleaupontyano de la posibilidad de una “verdad relativa” (cfr. pp. 92 y ss.) y si la idea del “valor intrínseco” es la única respuesta consistente al escepticismo.

En el capítulo 4 Cormick coloca en diálogo a Merleau-Ponty con el fundador de la fenomenología. Este capítulo comienza con un análisis, que se continuará en los dos capítulos siguientes, sobre el alcance y validez que reviste la reivindicación de la “interioridad racional” emprendida por Merleau-Ponty para describir el conocimiento. El primer aspecto de esta reivindicación se trata en base a las nociones husserlianas de “intuición de esencias” y “positivismo fenomenológico” (pp. 101 y ss.). El autor pondera qué tanto la solución merleau-pontyana es deudora de estas dos estrategias husserlianas y qué tanto se aleja de ellas. Esto le permite evaluar críticamente el alcance y las limitaciones del “husserlianismo” merleaupon-tyano. Complementariamente en el capítulo 5, refiriéndose a la exigencia merleaupontyana de un “valor intrínseco” para nuestro conocimiento, se analiza la segunda estrategia en defensa de la “interioridad racional”, la cual cobra la forma de una postulación de la “historia como despliegue de la verdad” (cfr. pp. 119 y ss.). Por su parte, en el capítulo 6 toma el tercer y último aspecto de la defensa merleaupontyana de una “interioridad racional” a partir de explicitar los alcances y límites de la “reflexión radical” como presunto método de auto-conocimiento. En esta posibilidad se apoyaría un intento de respuesta consistente al escepticismo al que presuntamente daría lugar la opacidad de la conciencia (pp. 130 y ss.).

En el capítulo 7 se retoma una conclusión precedente sobre los límites a la posibilidad de una “reflexión radical”. El detenido examen de estos límites implica que la situacionalidad del conocimiento ha de ser abordada en un análisis que no esté centrado necesariamente en la consciencia y, a fortiori, en los límites de esta. Este descentramien-to de la conciencia como epicentro del análisis de la situacionalidad constituye en términos argumentales un pasaje desde dicha situacionalidad del conocer, analizada en los textos de Merleau-Pon-ty, hacia los textos arqueológicos de Mi-chel Foucault (pp. 154 y ss.). Esta transición implica una reconstrucción, sutil y precisa por parte del autor, de las críticas foucaulteanas en clave arqueo-genealógica hacia la fenomenología en general como estrategia filosófica centrada en el estudio de la consciencia.

Este examen establece la matriz hermenéutica del capítulo 8. Este parte de la siguiente pregunta: ¿desarrolla Foucault un tratamiento normativo del conocimiento, susceptible así de presentarse como una alternativa a la propuesta merleaupontyana? (p. 169). El autor procura con precisión y sutileza argumentativa convertir esta pregunta en el hilo conductor del capítulo. Se destacan en este marco los análisis del autor acerca de los posibles obstáculos en la obra de Foucault para una respuesta afirmativa a esta pregunta. En el capítulo 9, por su parte, Cormick recorre análisis normativos específicos y su alcance concreto en el planteo filosófico de Foucault. En este sentido la propuesta del autor se orienta a presentar el alcance de las posibilidades de una lectura “externista” y “coherentista” de Foucault.

En el capítulo 10 Cormick, en una estrategia propiamente fenomenológica, inicia una repetición y ampliación de los resultados alcanzados. Se destaca el esfuerzo del autor por ponderar la posibilidad de considerar al relativismo como un enfoque epistémico compatible con un enfoque normativo (pp. 231 y ss.). En este sentido de modo riguroso se examina la posibilidad de explorar el alcance normativo de los conceptos foucaultianos de “normas”, “umbrales”, “ficciones” y “efectos de verdad” (cfr. pp. 235 y ss).

En el capítulo 11, luego de los resultados alcanzados en la confrontación y apropiación de la situacionalidad del conocimiento sostenida por Foucault, Cormick se pregunta nuevamente sobre los alcances de la noción de “verdad intrínseca” sostenida por Merleau-Ponty, en contraste con los resultados obtenidos alrededor del concepto de “verdad relativa” (cfr. p. 244). Cormick parece asumir en este capítulo que toda ponderación de la propuesta merleaupont-yana debe pasar por los resultados obtenidos en sus redefiniciones de la noción de normatividad alcanzadas a partir del examen del planteo foucaulteano (pp. 247 y ss.). Si este libro comenzó señalando que la situacionalidad del conocimiento debe ser alcanzada a partir del examen de una tensión entre la filosofía fenomenológica de Merleau Ponty y la arqueología de Michel Foucault -enriquecida por los textos posteriores- ahora esa tensión encuentra su climax, pues el relativismo -aparente consecuencia de toda defensa de la situacionalidad del conocimiento- exhibe sus posibilidades y sus límites. El capítulo culmina en cierto sentido de modo circular: así como Foucault ayudó en su inicio a recuperar los planteos epistémicos merleau-pontyanos desde un esquema vivificado, ahora al culminar el capítulo se trata de complementar a Foucault a partir de Merleau-Ponty y de Kusch (pp. 254 y ss.). Esta circularidad tensional entre ambos autores franceses da lugar a las “Consideraciones finales” del capítulo siguiente.

El capítulo 12 fiel al estilo exegé-tico y crítico de Cormick no pretende saldar la discusión sino abrirla como problema al lector. Por eso deja planteadas dos cuestiones específicas que resumen todo el recorrido hecho: una versa sobre cierta omisión en Merleau Ponty de criterios epistémicos específicos y la otra interroga por cómo las normas epistémicas tienen una eficacia fundamentable a partir de los análisis de Foucault.

En definitiva, se trata de un libro que tiene varios méritos dignos de ser destacados, en tanto interroga acerca del problema que se plantea en su punto de partida sin dogmatismos y con espíritu de diálogo filosófico abierto y plural. El autor combina de modo equilibrado a través de las páginas del libro la exégesis erudita y el rigor en la lectura de los textos fuentes con su respectiva confrontación con la literatura secundaria, y en este camino nunca olvida que el trabajo filosófico es un permanente preguntar; por ende, la interpretación detenida y atenta no rehuye la crítica, sino que la convoca y la necesita como su complemento necesario. El autor se esfuerza por analizar un problema filosófico central -el del conocimiento- sin comprometerse unilateralmente con una corriente de pensamiento, sino que plantea y desarrolla las diferentes dificultades que su meta conlleva recurriendo a otras tradiciones.

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