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Revista latinoamericana de filosofía

versão On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.48 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2022

http://dx.doi.org/10.36446/rlf2022255 

Artículos

Una hipótesis sobre la hipótesis en Hume: el papel de la intuición

A Hypothesis about Hypotheses in Hume: The Role of Intuition

MARIO EDMUNDO CHÁVEZ TORTOLERO 1  

1Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

En este artículo se sostiene la siguiente hipótesis: si una hipótesis tiene valor epistémico para Hume, este valor tiene que provenir de la intuición. Para ello se consideran las tres posibles fuentes de conocimiento en su pensamiento: la demos tración, la experiencia y la intuición. Considerando que Hume presenta su doctrina de la creencia como una hipótesis, se argumenta que el valor epistémico de las hipótesis no puede provenir de la demostración ni de la experiencia y, por tanto, o las hipótesis carecen de valor epistémico o su valor epistémico proviene de la intuición. Para sostener la hipótesis propuesta se ofrece un análisis de la evidencia textual sobre la hipótesis y la intuición a la luz de la literatura disponible sobre el tema.

Palabras clave: hipótesis; intuición; razón; conocimiento; imaginación

Abstract

This paper supports the following hypothesis: if a hypothesis has epistemic value for Hume, this value has to derive from intuition. I consider the three possible sources of knowledge in Hume’s thinking: de- monstration, experience and intuition. Then, considering that Hume presents his doctrine of belief as a hypothesis, I argue that the epistemic value of hypotheses cannot derive from demonstration nor experience, therefore, either the hypotheses lack epistemic value or their epistemic value derives from intuition. To support the proposed hypothesis I offer an analysis of textual evidence related to hypothesis and intuition in the light of the available literature on the subject.

Key-words: hypothesis; intuition; reason; knowledge; imagination

Introducción

David Hume no ofrece una teoría explícita de la hipótesis, sin embargo, en su obra pueden encontrarse varias hipótesis ex plícitamente reconocidas como tales.1 Algunas de sus doctrinas son pre sentadas por él mismo como hipótesis, por ejemplo, la doctrina de cómo las ideas abstractas representan múltiples entes concretos, en T 1.1.7.16;2 la doctrina de que la creencia es la vivacidad de la concepción, en T 1.3.7.5n20 y en T 1.3.9.2;3 la doctrina de la creencia en general, en T 1.3.9.1; y la doctrina de que el placer y el dolor se relacionan con la constitución natural del ser humano, en T 2.I.7.5. Hume no está totalmente en contra de las hipótesis, aunque habla en contra de ellas en varias ocasiones (T Intr. 2, T Intr. 8, T 1.3.12.20 y EPM 1.10). Para entender esta aparente inconsistencia distinguimos a las hipótesis epistémicamente valiosas de las conjeturas y las meras fantasías. Cuando Hume habla negativamente de las hipótesis no se refiere a las hipótesis epistémicamente valiosas sino a las conjeturas o a las meras fantasías. En todo caso, Hume considera que las hipótesis deben someterse a examen riguroso, y que una hipótesis que no se acompaña de observación y experiencia es una “mera” hipótesis (EHU 5.7), es decir, una conjetura. Pero, ¿la confirmación empírica es lo único que distingue a una conjetura o a una fantasía de una hipótesis epistémicamente valiosa? Ya que no contamos con una teoría explícita al respecto en la obra de Hume, vamos a ofrecer un panorama de su teoría del conocimiento con la intención de plantear una hipótesis sobre la hipótesis en Hume, a saber:

idea fuerte y vivida derivada de una impresión presente relacionada con ella, la cual está en el siguiente párrafo. No es claro porque en la sección precedente ha presentado la afirmación (iii) como una hipótesis y en el párrafo que está a continuación de la expresión “lo cual nos re gresa a nuestra hipótesis” vuelve a hablar de dicha afirmación, sin embargo, inmediatamente después de la palabra hipótesis lo que encontramos es la afirmación (i), y antes, la afirmación (ii). En todo caso, las afirmaciones (i), (ii) y (iii) forman parte de una misma doctrina. Ya que Hume ha supuesto que la creencia es la vivacidad de la concepción en la sección T 1.3.7 (iii), en la sección T 1.3.8 pretende explicar de dónde proviene dicha vivacidad. Para confirmar que el hábito o costumbre es la causa de dicha vivacidad (ii), en especial cuando la creencia se refiere a hechos no experimentados, tiene que sostener la afirmación (i). En todo caso, que la doctrina de la creencia es presentada como una hipótesis por el mismo Hume, y que las tres afirmaciones arriba referidas forman parte de una misma hipótesis, queda confirmado en el inicio de la sección T 1.3.9: “Por muy convincentes que los argumentos precedentes puedan parecer, no debemos quedar contentos con ellos sino que debemos considerar todos los aspectos del tema para encontrar nuevos puntos de vista desde los que podamos ilustrar y confirmar tan extraordinarios y fundamentales principios. Una escrupulosa duda al momen to de recibir cualquier hipótesis es una disposición tan digna de alabanza en los filósofos, y tan necesaria para el examen de la verdad, que merece ser obedecida, y se requiere que todo argumento que pueda ayudar a su satisfacción sea producido, y que toda objeción que pue da detener en el razonamiento sea removida” (T 1.3.9.1). Reafirmo, pues, lo que sostienen David Fate Norton y Mary J. Norton con respecto a este pasaje, a saber, que cuando Hume dice “razonamientos precedentes” se refiere a los que ha ofrecido a lo largo de las secciones T 1.3.5-9. De manera que no solo la afirmación de que la creencia es la vivacidad de la con cepción es presentada por Hume como una hipótesis, sino también la afirmación de que la costumbre es la causa de dicha vivacidad y la de que en todos los casos transferimos nuestra experiencia a aquellas instancias de las que no tenemos experiencia; entre otras importantes afirmaciones relacionadas con su doctrina de la creencia.

que si una hipótesis tiene valor epistémico4, este valor tiene que provenir de la intuición.

El tema de la hipótesis ha sido poco abordado en la literatura especia lizada sobre Hume, así como el tema de la intuición. En Cognition and Com- mitment in Hume’s Philosophy, Garrett no aborda ninguno de los dos temas de manera directa, sin embargo, puede encontrarse una definición de la in tuición en su tratamiento de la razón y la inducción, a saber: “la percepción inmediata de las relaciones de ideas, sin argumentos ni inferencias” (Garrett 1997: 87). En su obra The Philosophy of David Hume, Norman Kemp-Smith no aborda el tema de la intuición, sin embargo, respecto a la hipótesis afirma que “Hume no solo acepta la perspectiva de Newton sobre la ‘hipótesis’ sino que la amplía con argumentos propios de su filosofía” (Kemp-Smith 2005: 59). En su obra Hume, Barry Stroud tampoco dice nada de la intuición ni se detiene en el tema de la hipótesis, sin embargo, al abordar el tema de la Ciencia de la naturaleza humana, dice lo siguiente:

Como Newton, propugna el fin de la ciencia meramente “hipotética”. Esto no significa que no vayamos a adoptar hipótesis al tratar de averiguar la verdad sobre el hombre, sino que no debemos simplemente imponer al mundo nuestras conjeturas y fantasías. En vez de eso, debemos, sobre la base de la experiencia, llevar tan lejos como podamos la búsqueda de principios simples y generales, y luego, cuando no sea posible descubrir nada por ese medio, detenernos. Hume puede también decir, de acuerdo con el espíritu newtoniano, “Hypotheses non fingo” (Stroud 2005: 17).

Es importante considerar el pasaje anterior a la luz de la interpre tación del “espíritu newtoniano” relativo a las hipótesis que propone I. Bernard Cohen. Con base en un detallado análisis histórico, contextual y filológico del significado de la expresión hypothesis non fingo, Cohen sostiene que la expresión no implica que Newton se abstuviera de idear, hacer, concebir, construir o formular hipótesis, ya que “era tan ingenioso para idear, hacer, concebir, construir o formular hipótesis como cualquiera de sus contemporáneos” (Cohen 1962: 381). Lo que significa es que se abstiene de fingir o fantasear. Hay una diferencia entre las explicaciones científicas basadas o deducidas de los fenómenos y las especulaciones sin fundamento, las adivinanzas y las suposiciones arbitrarias. Aunque ambas pueden implicar ingenio o creatividad y ambas pueden ser llamadas hipótesis, solo las pri meras tendrían valor epistémico, aunque no constituyan certezas absolutas.

En Hume’s Philosophical Development, James Noxon tampoco aborda el tema de la intuición,5 sin embargo, aborda el tema de la hipótesis de manera explícita y vincula la concepción de Hume con la de Newton, tal como hacen Kemp-Smith y Stroud, pero con la diferencia de que ofrece una concepción compleja de la hipótesis, más cercana a la interpretación de Cohen y a las fuentes originales: “Hume respalda la censura de las hipótesis de Newton [...] Emula incluso la inconsistencia de Newton al formular hipótesis en el mismo libro en donde se supone que han sido eliminadas” (Noxon 1973: 90-91). Noxon mantiene, pues, la interpretación del “espíritu newtoniano” relativo a las hipótesis de Cohen, y lo aplica a la metodología del propio Hume. En efecto, es necesario distinguir entre las hipótesis es peculativas que no tienen fundamento y las hipótesis de trabajo que son verificables; en su uso peyorativo, las hipótesis son sinónimo de conjetura, mientras que en su forma aceptable, son sinónimo de principio, doctrina o sistema; la diferencia consistiría en que las primeras se pueden verificar (Noxon 1973: 91). Ahora bien, hay que distinguir entre la confirmación empírica de los fenómenos que son explicados por la hipótesis y la vali dación de las hipótesis en sí mismas. Es esto último lo que nos interesa para determinar el valor epistémico de las hipótesis e indagar la existencia de hipótesis epistémicamente valiosas, más allá de su potencial explicativo. En el momento de su formulación, cuando aún no se ha realizado el trabajo de contrastación, ¿es posible distinguir una hipótesis epistémicamente valiosa de una conjetura o una mera fantasía? A continuación argumentamos que si esto es posible, en el contexto del pensamiento de Hume, solo puede serlo gracias a la intuición. En efecto, si las hipótesis en sí mismas fueran verifi- cables entonces constituirían experiencias, de manera que no tendría sentido buscar otras experiencias -aquellas que supuestamente son explicadas por ellas- para confirmarlas, ya que por sí mismas constituirían experiencias tan válidas como las experiencias que explican. Sin embargo, toda hipótesis está sujeta a contrastación o confirmación empírica: implica una búsqueda de experiencias que la confirmen. Y es que las hipótesis epistémicamente va liosas no constituyen en sí mismas experiencias. Mi argumento completo es el siguiente:

Si una hipótesis (en sí misma) tiene valor epistémico para Hume, este valor tiene que provenir de la demostración, de la experiencia o de la intuición. El valor epistémico de una hipótesis (en sí misma) no proviene de la demostración ni de la experiencia. O las hipótesis (en sí mismas) carecen de valor epistémico o su valor epistémico proviene de la intuición.

A continuación se aborda cada una de las proposiciones de este argumento en el orden presentado.

Fume ofrece dos divisiones relativas a la razón humana. En el Tratado de la naturaleza humana divide a la razón en tres clases: conocimiento, pruebas y probabilidades (T 1.3.11.2); cada una de ellas im plica un grado de certeza distinto. En la Investigación sobre el entendimiento humano, por su parte, afirma que todos los objetos de la razón humana se dividen naturalmente en dos clases: relaciones de ideas y cuestiones de hecho (EHU 4.1). La primera división aplica directamente a la razón y da como resultado grados de certeza, mientras que la segunda aplica a los objetos de la razón. Estas dos divisiones no son incompatibles, puesto que los dos úl timos elementos de la primera tienen su correlato en el segundo elemento de la segunda: las pruebas y las probabilidades tienen por objeto cuestiones de hecho. Sin embargo, si consideramos que la diferencia entre los últimos dos elementos de la primera división es, según el Tratado, que el razona miento por pruebas “está completamente libre de duda e incertidumbre” (T 1.3.11.2), mientras que el razonamiento probabilístico es dudoso e incierto, ya que consiste en afirmaciones sobre casos azarosos o sobre causas que no generan una creencia segura, entonces encontramos una cuestión que vale la pena explicar.6 Según la argumentación de la Investigación, los razonamientos sobre cuestiones de hecho carecen de un fundamento racional, por lo tanto, el razonamiento por pruebas, en la medida en que se refiere a cuestiones de hecho, carece de fundamento racional, así como la certeza que implica. En tonces tendríamos que aceptar la existencia de una especie de razonamiento cuyo fundamento no es racional que, sin embargo, produce un alto grado de certeza, en cierto sentido comparable al de la demostración.

Para comprender lo anterior es importante distinguir la certeza del fundamento de la certeza. Una certeza puede ser racional aunque no tenga un fundamento racional.7 Esto es lo que sucede con los razonamientos por pruebas y los razonamientos probabilísticos. Pero el hecho de que ca rezcan de fundamento racional no implica que sean incompatibles con la razón. Además, estos razonamientos implican operaciones de la mente. En principio, implican la clasificación de percepciones según su semejanza (T 1.3.6.7.), de manera que se suman las veces en que ha sucedido un evento en determinadas circunstancias con respecto a las veces en que no ha sucedido o las veces en que ha sucedido algo distinto en las mismas circunstancias. Esto basta para obtener un alto grado de certeza como es el del razonamiento por pruebas, en cuanto siempre sucede lo mismo. Pero en un segundo nivel, tiene que para reconciliar la aparente inconsistencia que la afirmación implica es pertinente distinguir dos aspectos de la certeza: por un lado, la confianza y la seguridad que brinda aquello que siempre sucede, y, por otro, la resistencia a posibles excepciones. Solo en el primer sentido el razonamiento por pruebas sería comparable al conocimiento en sentido estricto (Garrett 2000: 296 n10). Agradezco a un revisor anónimo la precisión sobre este punto. Ciertamente es posible imaginar un mundo en donde no exista la noche o la muerte, y si es posible imaginarlo, según Hume, es posible en realidad (T 1.2.2.8; T 1.2.4.11), sin embargo, en el caso del razonamiento por pruebas es difícil que la mera posibilidad de que suceda lo contrario a lo que ha sucedido genere creencia o convicción, como puede ocurrir cuando se trata de probabilidad. Ahora bien, lo que interesa resaltar para sostener la hipótesis principal de este trabajo es que tanto el razonamiento por pruebas como el probabilístico tienen por fuente la experiencia, mientras que el conocimiento en sentido estricto tiene por fuente la demostración o la intuición.

Popkin sugiere la distinción aquí propuesta cuando afirma que Hume “solo podía admirarse del hecho de que la Naturaleza siempre salvara el día al sostener irracionalmente nuestra débil razón” (Popkin 1980: 52). Al distinguir entre la razón y su fundamento irracional podemos comprender la solución del problema que plantea Pereira (2009) con respecto a si el método inductivo es racional. En efecto, si consideramos que la razón consiste en el des cubrimiento de la verdad (T 1.4.1.1) y que, como dice Pereira, “usualmente nuestras creen cias inductivas se validan” (2009: 139), en efecto, podemos concluir que los razonamientos inductivos son, de hecho, razonamientos, es decir, que permiten descubrir la verdad. La cuestión problemática es la fundamentación de dichos razonamientos. Es ahí donde tenemos que apelar al instinto o incluso a la animalidad (2009: 140) porque no tenemos razones para justificar el razonamiento inductivo o probabilístico en cuanto no siempre sucede lo mismo, es pertinente tratar de establecer relaciones causales (T 1.3.12). La mente puede vincular dichos eventos con sus posibles causas, a manera de determinar si es más probable que suceda una u otra cosa. En efecto, existen eventos que siempre se presentan, como la noche y la muerte, por lo cual generan un alto grado de certeza, cuyo establecimiento no implica la asignación de una causa. Sin embargo, cuando se trata de hechos que no siempre suceden, la asignación de una causa puede ofrecer mayor certeza con respecto a su probabilidad. Y en cuanto se trata de causas que no son objeto de experiencia entonces se requieren hipótesis. En todo caso, tanto el razonamiento por pruebas como el probabilístico des cansan en la experiencia y, por tanto, en una proposición que no es posible justificar racionalmente, es decir, que no se puede demostrar o probar, ni es posible medir su probabilidad sin presuponer la eficacia de los razonamientos probabilísticos. Esta proposición es que las cosas se comportarán en el futuro de la misma forma en que se han comportado en el pasado. Dicha propo sición no es demostrable, porque no se trata de una simple relación entre ideas, sino que depende de las impresiones y la experiencia. Tampoco es una certeza probada porque hay ocasiones en que las cosas cambian y no se comportan igual que como se han comportado anteriormente. Finalmente, su probabilidad no puede ser establecida si no es presuponiéndola, esto es, si decimos que, por ejemplo, es cincuenta por ciento probable que las cosas se comporten en el futuro de la misma manera en que se han comportado en el pasado, ya que es lo que nos enseña la experiencia, estamos presuponiendo que las cosas van a comportarse en el futuro de la misma manera en que se han comportado en el pasado, es decir, que ese cincuenta por ciento se man tendrá en el futuro, y no es contradictorio pensar que esto último no suceda. Así, pues, independientemente del grado de certeza que pueda implicar el razonamiento por pruebas o el razonamiento probabilístico, ambos tienen por fuente la experiencia y ninguno de los dos constituye conocimiento en sentido estricto.

Hume considera que el conocimiento en sentido estricto consiste en relaciones de ideas o en la certeza que surge de la mera comparación de ideas. Si implica argumentos o inferencias se llama demostrativo, y si es inmediato se llama intuitivo (Garrett 1997: 87). De manera que el cono cimiento en sentido estricto puede surgir de dos fuentes: la demostración7 y la intuición9. No todo razonamiento implica conocimiento en sentido estricto. Ni todo conocimiento en sentido estricto implica razonamiento. La probabilidad es razonamiento pero no conocimiento en sentido estricto. Y la intuición no es razonamiento pero es conocimiento en sentido es tricto. No debe sorprendernos que el fundamento de cierto conocimiento en sentido estricto no sea racional, aunque no por ello incompatible con la razón. Cuando Hume define a la imaginación con respecto a la razón afirma que se trata de la facultad de producir nuestras ideas más débiles o menos vívidas excluyendo los razonamientos demostrativos y probabilísticos (T 1.3.9 n22).10 Si consideramos que la razón no implica razonamientos que no sean demostrativos o probabilísticos, la intuición queda en el ámbito de miento demostrativo en Hume se explica más en términos de la intuición que en términos de una argumentación formal y válida, en su sentido actual. Sin embargo, si la deducción tiene lugar en la teoría del conocimiento de Hume, sería en tanto que una especie de razonamiento demostrativo.

9Owen define a la intuición como “la conciencia directa de que dos ideas mantienen cierta relación” (2002b: 7). En general, estoy de acuerdo con esta definición, pero habría que agre gar lo siguiente: para que la relación en cuestión sea considerada en el campo de la intuición tiene que ser de semejanza, contrariedad o grados de cualidad, es decir, tiene que ser una relación que dependa solamente de las ideas implicadas y que pueda ser descubierta a primera vista (discoverable atfist sight) (T 1.3.1.2). En ese sentido, es pertinente definir a la intuición como la conciencia directa de ciertas relaciones de ideas.

10En T 1.3.9 n22, Hume define a la imaginación en tanto que opuesta a la razón, sin embargo, su concepto de imaginación no se limita a este sentido. De hecho, puede decirse que, en cierto sentido de imaginación, que Garrett identifica como “inclusive imagination” (2015: 86 88), la razón es implicada por la imaginación. Al respecto, Owen afirma que las acciones de la razón han de ser explicadas en términos de los principios de la imaginación (2002a: 2). Don Garrett propone llamar “unreasoning imagination ’ a la imaginación en tanto que opuesta a la razón. Norman Kemp-Smith ya había propuesto la distinción entre imaginación (imagination) y fantasía (fancy) (2005: 137, 459), siendo la segunda opuesta a la razón. Tanto el sentido del término fantasía de Kemp-Smith como la noción de imaginación inclusiva de Garrett se encuentran en la interpretación de W. C. Gore de inicios del siglo pasado (1902: 35). La distinción entre imaginación y fantasía adquiere validez por lo dicho en T 1.4.4.1, sin embargo, Hume no establece el término fantasía (fancy) como término técnico, y a lo largo de su obra no es clara una distinción con respecto al término imaginación (imagination). Dado el sentido que tienen ambos términos en el lenguaje natural, en este artículo se utiliza el término fantasía para identificar a la imaginación en tanto que contraria -no solo opuesta- a la razón. En efecto, cuando Hume distingue a la imaginación de la razón aclara que la razón se refiere a los razonamientos demostrativos y probabilísticos; en ese sentido, la intuición resulta ser un producto no racional de la imaginación, pero el hecho de que la intuición se oponga a la razón y no sea racional no quiere decir que sea contraria a la razón o incompatible con ella. La intuición sería un producto no racional de la imaginación compatible con la razón, mientras que la fantasía sería un producto no racional y contrario a la razón.

lo que no es racional. Sin embargo, dada la definición de la razón como el descubrimiento de la verdad (T 3.1.1.9), si la intuición no es racional, no podría ser conocimiento en sentido estricto, o bien, la razón no sería el único medio de descubrir la verdad. Hay que señalar que el concepto de razón en Hume es problemático e inclusive inconsistente, sobre todo en su relación con la imaginación (Kenneth 2008: 225-226). Sin ahondar en este problema, aquí apelamos a la distinción planteada entre la raciona lidad de una certeza y la racionalidad de su fundamento, de manera que la intuición puede dar como resultado verdades, y por tanto considerarse racional, aunque dichas verdades no tengan un fundamento racional. Ahora bien, independientemente del problema relativo al fundamento último del conocimiento en la filosofía de Hume, sostengo que su teoría implica que el conocimiento puede provenir de tres fuentes: la demostración, la experiencia y la intuición.

Para sostener mi hipótesis presupongo que las hipótesis son for muladas con el fin de obtener conocimiento, asimismo, que las hipótesis implican imaginación y que no consisten solamente en la reco lección de datos o hechos. Cabe resaltar que Hume vincula a las hipótesis con la imaginación de manera explícita en T 1.2.5.3; aunque en ocasiones las relega a fantasías especulativas (T Intr. 2). Sin embargo, sostengo que cuando las hipótesis se basan en verdaderas intuiciones entonces pueden implicar mayor certeza o conocimiento (valor epistémico) que una conjetura o una fantasía, aunque siempre tienen que someterse a examen riguroso. En todo caso, las hipótesis no constituyen razonamientos demostrativos ni probabilísticos.

Hume afirma que “no es posible para la imaginación concebir nada contrario a una demostración” (T I.3.7.3.). En ese sentido, si consideramos que es posible concebir lo contrario de cualquier hipótesis, las hipótesis no constituyen razonamientos demostrativos. Sin embargo, es interesante notar que Hume dice en varias ocasiones, a propósito de su doctrina de la creencia (que es presentada por él mismo como una hipótesis) que la creencia no es nada más que lo que él sostiene, siendo que sostiene lo mismo a lo largo de toda su obra; en efecto, que la creencia no es nada más que (belief is nothing but...): “una idea fuerte y vívida derivada de una impresión presente rela cionada con ella” (T 1.3.8.15), “una concepción más fuerte y vívida de una idea” (T 1.3.9.2), “una idea vívida relacionada con una impresión presente” (T I.3.9.8. y T 2.3.6.10), “sentimiento peculiar” (T App. 3 y A 27), “una concepción más vivida, viva, fuerte, firme, sólida del objeto” (EHU 5.12), “una concepción más intensa y estable que la que acompaña a las meras ficciones de la imaginación” (EHU 5.13 y EHU 6.3). Por lo anterior, podría pensarse que la doctrina de la creencia tiene un valor epistémico semejante al de un razonamiento demostrativo. Esto concuerda con lo dicho anteriormente sobre la intuición.

Supongamos que no es posible pensar que la creencia sea algo más que una idea fuerte y vívida, etc. En cualquier caso, la verdad de la hipótesis en cuestión no se deriva de un argumento o de una inferencia racional, porque en tal caso Hume podría ofrecer ese argumento o inferencia y demostrar su hipótesis en unas cuantas líneas. En T 1.3.7.7 (app) encontramos una reflexión interesante al respecto:

Esta operación de la mente que forma la creencia en cualquier cuestión de hecho parece que ha sido uno de los grandes misterios de la filosofía hasta el momento; y nadie ha tenido la sospecha de que había alguna dificultad en explicarla. Por mi parte debo decir que encuentro bastante dificultad en el asunto; y que incluso cuando pienso que entiendo el tema a la perfección me encuentro perdido con respecto a los términos adecuados para expresar lo que quiero decir. Por una inducción que me parece muy evidente concluyo que una opinión o creencia no es nada más que una idea que es diferente de una ficción no por su naturaleza o por el orden de sus partes, sino por la manera en la que es concebida. Pero cuando debo explicar esta manera, difícilmente encuentro palabra alguna que sea completamente adecuada para el caso, y me veo obligado a recurrir a la sensibilidad de cada quien, si es que quiero darle una noción perfecta de esta operación de la mente. (T I.3.7.7.)8

Como puede observarse, Hume no solo duda de los términos para expresar lo que quiere decir, también duda de la inteligibilidad de su hi pótesis. En efecto, cuando dice “incluso cuando pienso que entiendo el tema a la perfección” presupone que no siempre lo entiende a la perfección. Cuando afirma que para explicar su doctrina tiene que recurrir a la sensibi lidad de cada quien no parece tratarse de una demostración. Pero el simple hecho de admitir que no encuentra las palabras para expresar lo que quiere decir implica que no lo puede demostrar.

La hipótesis de Hume sobre la creencia, que consideramos el principal ejemplo de una hipótesis epistémicamente valiosa en su pensamiento, no constituye un razonamiento demostrativo. Sin embargo, Hume parece sugerir que se trata de conocimiento en sentido estricto cuando afirma que la creencia no es nada más que lo que él sostiene (además de sostenerlo a lo largo de toda su obra), de manera que solo nos quedaría la intuición como fuente de su valor epistémico, ya que el razonamiento probabilístico no es conocimiento en sentido estricto y siempre es posible concebir lo contrario de lo que es probable. Sin embargo, como observamos en el tercer apartado de este artículo, la intuición es una fuente de conocimiento problemática. Por otro lado, en el pasaje que citamos (T 1.3.7.7) Hume usa la palabra inducción, de manera que es pertinente indagar si lo que presenta como hipótesis es algo más que una inducción o razonamiento probabilístico.

Hemos notado que Hume no encuentra las palabras para expresar lo que quiere decir, de manera que su lenguaje podría ser equívoco. Noxon apunta lo siguiente:

Hume niega que los argumentos basados en la experiencia puedan ser de ductivos. Pero Hume no niega las inducciones basadas en la experiencia. Estas conclusiones generales que son inducidas o deducidas con base en la experiencia son “hipótesis”, de acuerdo con el uso posterior de la palabra. (Noxon 1973: 96).

Como hemos dicho, desde la perspectiva de Newton, lo que él hace es evitar las conjeturas y las meras fantasías para deducir el conocimiento de los fenómenos,9 sin embargo, ¿es posible deducir algo de los fenómenos en la filosofía de Hume? Si cuando hablamos de deducción nos referimos a una relación lógica entre proposiciones o ideas, mientras que los fenómenos entran en el campo de la experiencia, tenemos un problema. Para Hume, el conocimiento demostrativo, en donde entraría la deducción, consiste en relaciones entre ideas, no entre ideas e impresiones, y no puede hablarse de demostración cuando relacionamos ideas con impresiones (cuestiones de hecho). Cuando Hume habla de inducción en el marco de su doctrina de la creencia es más probable que se esté refiriendo a una especie de abducción, aunque dicha palabra no se encuentre en su obra. En todo caso, no se trata de conocimiento demostrativo.

El valor epistémico de una hipótesis tampoco puede provenir de la experiencia. Esta proposición parece difícil de justificar por cuanto se supone que las hipótesis cognitivamente valiosas son corroboradas por la experiencia. Sin embargo, hay que señalar tres cosas. Primero, la experiencia es el campo de contrastación de las hipótesis, pero lo que suele ser corroborado por la experiencia no es la hipótesis en sí, o lo que dicha hipótesis sostiene inmediatamente, como es la existencia de una causa o una operación mental, sino sus implicaciones, es decir, los efectos de la supuesta causa u operación. Segundo, en el momento de producir una hipótesis no se tienen las experiencias suficientes como para justificar su valor epistémico como una probabilidad, pues si fuera así se trataría justamente de su probabilidad, y se afirmaría, por ejemplo, que es n por ciento probable que la causa de X sea Y. En el momento de su formulación, las hipótesis no se validan meramente por la cantidad de fenómenos que explican, porque en dado caso tendrían una cantidad probabilística asignada, no serían hipotéticas y serían plena mente inteligibles. En efecto, las hipótesis pretenden explicar más fenómenos de los que se tiene certeza que explican y van más allá de las experiencias disponibles. Tercero, si las hipótesis consistieran en experiencias, no sería ne cesario esperar a la confirmación de otras experiencias para validarlas, como sucede con las hipótesis, ya que ellas mismas bastarían para asegurar la con firmación empírica. En suma, las hipótesis no constituyen razonamientos probabilísticos.

En el marco del pensamiento de Hume, la hipótesis no constituye ninguno de los dos tipos de razonamiento que existen: demostrativo y pro- babilístico (Owen 2002a: 1). El valor epistémico de una hipótesis no proviene, pues, ni de la demostración ni de la experiencia. Si no proviene ni de la demostración ni de la experiencia y sin embargo es una especie de conocimiento, tiene que provenir de la intuición, que es la única fuente de conocimiento que queda. En efecto, la intuición no implica razonamiento (Owen 2002b: 2, 21): no es ni razonamiento demostrativo ni probabilístico. Sin embargo, del hecho de que la intuición no sea racional no se sigue que sea contraria a la razón o incompatible con ella. Puede decirse que la intuición es la conciencia directa de ciertas relaciones de ideas, misma que no implica razonamiento pero que es compatible con el razonamiento. Así, pues, el que las hipótesis epistémicamente valiosas provengan de la intuición y, por tanto, no constituyan ningún tipo de razonamiento, no quiere decir que sean contrarias a la razón. De hecho, una hipótesis puede llevar al descu brimiento de la verdad y puede considerarse racional. Además, una hipótesis

puede implicar muchos razonamientos demostrativos y probabilísticos. Sin embargo, dichos razonamientos no permiten elegir una hipótesis para un fenómeno dado entre todas las posibles. En el momento de su formulación, la elección de una hipótesis sobre otra tiene que provenir de la intuición o es arbitraria. Por el panorama del conocimiento que hemos ofrecido, las hipótesis epistémicamente valiosas no son razonamientos demostrativos ni probabilísticos pero implican mayor certeza que la mera consideración de probabilidades, en donde la certeza se divide entre el número de casos presentados: este tipo de hipótesis implican mayor seguridad en determinada explicación de los hechos con respecto a cualquier otra, y una aparente certeza con respecto a la existencia y características del objeto que postulan. Sostengo que dichas hipótesis se distinguen de la probabilidad por un elemento que aumenta la certeza y que proviene de la imaginación en tanto que intuición.

Respecto a la intuición, Hume afirma lo siguiente:

La respuesta es sencilla cuando se trata de proposiciones probadas por intuición o demostración. En ese caso, la persona que la afirma no solo concibe las ideas que corresponden a la proposición sino que es determinada con necesidad a concebirlas en esa manera en particular, ya sea inmediatamente o por la interposición de otras ideas (T 1.3.7.3)

Por lo anterior puede reafirmarse que la intuición, que consiste en la conciencia directa de ciertas relaciones de ideas, es conocimiento en sentido estricto. Sin embargo, el valor epistémico de la intuición es equívoco para Hume, ya que en ciertos casos la presenta como funda mento del conocimiento (T 1.3.1.2) o de la certeza (T 1.3.14.35, EHU 4.16, EHU 4.21), pero en otros afirma que puede atribuirse “certeza in tuitiva” a algo que en realidad no la tiene (T 1.3.3.1, T 2.3.2.2). En efecto, la intuición determinaría a la mente a creer ciertas proposiciones en lugar de otras, sin embargo, no es una fuente plenamente confiable porque es posible atribuir certeza intuitiva a una proposición que en realidad no la tiene. Además, al carecer de argumentos e inferencias, no hay manera de demostrar la corrección de una intuición en el momento de su formulación.

La intuición coincide con la demostración en que la determinación de la mente a afirmar una proposición es necesaria, sin embargo, en el caso de la demostración no hay duda de cuándo se trata de una demostración y cuándo no, en cambio, en la caso de la intuición cabe dudar al respecto. Así, pues, cuando no se trata de una mera hipótesis o conjetura, el decantarse por una explicación más que por otra no es cuestión de decisión arbitraria, sino que hay una determinación necesaria e inmediata de la mente; sin embargo, al ser difícil identificar y distinguir dichas “determinaciones necesarias e inmediatas”, el recurso de la intuición se vuelve falible10 y las hipótesis dudosas. Hay que considerar que inclusive puede apelarse a la intuición para afirmar conocimiento sobre productos de la fantasía. Pero difícilmente Hume acep taría que la fantasía es capaz de determinar a la mente de manera necesaria a creer en ciertas proposiciones. En todo caso, la formulación de hipótesis epistémicamente valiosas es problemática porque es difícil saber si descansa en una verdadera intuición de la imaginación.

Cuando la hipótesis no se acompaña de verdadera intuición, pues, carece de valor epistémico, o bien, su único valor epistémico consiste en su capacidad para explicar fenómenos o ser contrastada en la experiencia, lo cual no es un valor de la hipótesis en sí que verse sobre la existencia o cualidades del objeto hipotético, sino sobre su poder explicativo. En tal caso, las hipótesis son conjeturas; es posible formular diversas hipótesis sobre un mismo fenómeno y no hay un compromiso específico con la verdad de ninguna de ellas. La evidencia de que Hume no solo considera este último sentido de hipótesis está en el hecho de que su doctrina de la creencia, una de las doctrinas fundamentales de toda su filosofía, es presentada por él como una hipótesis; no la considera como una conjetura que podría ser falsa sino que se esfuerza en mostrar y argumentar su verdad en varias ocasiones y no está dispuesto a desecharla como desecha otras hipótesis sino que la man tiene a lo largo de toda su obra. La hipótesis de que la creencia es la vivacidad de la concepción puede basarse, por hipótesis, en la intuición de la semejanza entre la idea de impresión y la idea de creencia. En ese tenor, consistiría en conocimiento en sentido estricto. Sin embargo, Hume no puede demostrar su verdad y no puede presuponer que todos consideren intuitivo lo que él considera intuitivo, es por ello que tiene que presentarla como una hipótesis y contrastarla con la experiencia.

La intuición puede explicar el aumento de certeza de la hipótesis con respecto a la probabilidad, sin embargo, aún puede objetarse que la aparente certeza no necesariamente implica intuición y conocimiento sino simplemente mayor seguridad en una creencia que, sin embargo, puede ser falsa. En ese tenor, podría argüirse que el valor epistémico de la hipótesis descansa únicamente en su potencial explicativo, es decir, que una hipótesis no tiene valor epistémico sino en la medida en que es confirmada por experiencias. En este sentido, en su momento de formulación, la hipótesis no tendría valor epistémico más que el referido a las experiencias que ya se identifican vinculadas con ella, y para determinar su valor habría que contar el número de experiencias que explique. Así, pues, o las hipótesis no tienen valor epistémico en sí mismas y lo único que distingue a una hipótesis válida es su potencial explicativo, siendo totalmente accidental cuál de las hipótesis que se formulan sobre un mismo fenómeno es válida y cuál no (mientras no se cuenten las experiencias que ellas pretenden explicar), o bien, existen hipótesis (por sí mismas) más valiosas que otras en términos epistémicos, dependiendo de si surgen de verdaderas intuiciones o no.

Conclusión

Algunas hipótesis constituyen algo más que conjetura o mera fantasía para aquellos que las formulan, quienes se comprometen con su verdad. Para ellos, si bien no necesariamente se trata de algo que definitivamente no podría ser de otro modo, es algo que bien podría ser tal como se supone, siendo plausible que así sea. Además, en caso de que no sea exactamente así, se supone que la hipótesis en cuestión tiene potencial explicativo. Lo anterior puede ser explicado si las hipótesis epistémicamente valiosas provienen de verdaderas intuiciones.

En la obra de Hume no hay evidencia de que el concepto de intuición se deduzca o se vincule con el concepto de hipótesis. Y la evidencia textual nos muestra que Hume utiliza la palabra hipótesis para referirse, en ocasiones, a una proposición sin valor epistémico, pero también para referirse a una proposición con pretendido valor epistémico (como su doctrina de la creencia), y en ocasiones simplemente no hay claridad al respecto. De manera que la hipótesis sobre la hipótesis que he propuesto no descansa plenamente ni en el análisis lógico ni en la evidencia textual, aunque implica elementos de ambos. Afirmo que la intuición es lo que distingue a las hipótesis epistémicamente valiosas del razonamiento probabilístico, de la mera conjetura y de la fantasía, pero es probable que lo anterior, al distinguirse por la intuición, ni siquiera constituya una hipótesis epistémicamente valiosa (si la intuición no es lo que distingue a dichas hipótesis), o bien, que no descanse en una verdadera intuición. En todo caso, considero que mi hipótesis sobre la hipótesis en Hume tiene valor filosófico en la medida en que nos permite profundizar en las doctrinas de Hume y reflexionar sobre su pensamiento.

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1 El presente trabajo surgió en el marco de las actividades del proyecto de investigación inti tulado “El papel de la hipótesis en el desarrollo del conocimiento y de la filosofía natural, ss XVII y XVIII. Antecedentes y prospectiva” (PAPIIT IN 401620). Mi agradecimiento a los miembros del Seminario Permanente de Historia de la Filosofía Moderna de la Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.

2Las obras de Hume son referidas, como es usual, con las iniciales del título, la parte, la sec ción y el parágrafo correspondiente. En la bibliografía se especifican las abreviaturas. Todas las traducciones de los textos de Hume, así como de intérpretes, biógrafos y exégetas, son traducciones propias.

3En T 1.3.8.14 Hume utiliza la palabra hipótesis (which brings us back to our hypotehsis) pero no es del todo claro si se refiere a la afirmación (i) que en todos los casos transferimos nuestra experiencia a aquellas instancias de las que no tenemos experiencia, afirmación que se en cuentra inmediatamente después de la palabra hipótesis, o a la afirmación (ii) que la vivacidad de la creencia proviene del hábito o costumbre, la cual ha tratado de sostener en los párrafos previos a la palabra hipótesis, o bien, a la afirmación (iii) que la creencia no es más que una

4La noción de valor epistémico no está presente literalmente en la obra de Hume. La noción que propongo se inspira en el debate sobre las virtudes epistémicas (Sosa, Zagzebski, Fricker, Pritchard, entre otros). En este debate se indaga el papel de la justificación y, en particular, de las virtudes epistémicas, en la generación de conocimiento. La indagación de la existen cia de hipótesis epistémicamente valiosas en el pensamiento de Hume presupone que si las hipótesis implican conocimiento es porque involucran alguna virtud intelectual, siendo las virtudes intelectuales, en palabras de Ernest Sosa, las facultades que tienden a incrementar la proporción de verdad sobre el error (Sosa 1985: 214), o bien, que producen una proporción alta de creencias verdaderas (Sosa 2003: 383). De manera que las hipótesis epistémicamente valiosas implicarían una facultad que tiende a incrementar la proporción de verdad sobre el error, a saber, la intuición.

5Más recientemente, en su libro Hume’s reason (2002), David Owen ofrece un tratamiento de la intuición, aunque sin vincularlo con la hipótesis. Voy a recurrir a algunas de sus tesis interpretativas en los apartados que siguen.

6En T 1.2.11.2 Hume afirma explícitamente que el razonamiento por pruebas está comple tamente libre de duda e incertidumbre. Esta afirmación es problemática. Don Garrett sos-

7Usamos el término demostración para referirnos a las relaciones de ideas que dependen solamente de las ideas en cuestión, que no se realizan de manera inmediata —como en el caso de la intuición— y que implican argumentos e inferencias. Como ha notado Owen (2002a, 2002b), hablar de inferencia deductiva en este punto puede ser impreciso, ya que el razona-

8También puede encontrarse una duda explícita sobre esta hipótesis en T I.3.9.I.

9Peter Anstey ha señalado que la dicotomía ente filosofía natural experimental y especula tiva, que se consolida a finales del siglo XVII, es fundamental para comprender la posición de Newton con respecto a las hipótesis (Anstey 2005: 234). En Hume puede observarse una posición semejante hacia cierto tipo de hipótesis, que pudo haberse orientado, en cierta medida, por dicha dicotomía; sin embargo, como hace notar Sofía Calvente, la dicotomía no es del todo apropiada para comprender la propuesta filosófica de Hume si es entendida en términos excluyentes (Calvente 2019).

10Nótese que inclusive el conocimiento demostrativo se vuelve falible para Hume, dada la inconstancia de nuestras facultades mentales (T 1.4.1.1).

Recibido: 16 de Octubre de 2020; Aprobado: 01 de Junio de 2021

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