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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.49 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2023

http://dx.doi.org/10.36446/rlf2023342 

Dossier

Autobiografía e identidad narrativa en Paul Ricoeur

ESTEBAN LYTHGOE1 

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Instituto de Filosofía “Ezequiel de Olaso”

Resumen

En el presente artículo analizaremos el rol de la autobiografía en Tiempo y narración, intentando comprender los motivos por los que este género literario no tiene tanta relevancia en la obra de Ricoeur. En lo referente a su relación con la identidad narrativa, sostendremos que, a pesar de lo que se podría suponer, la identidad narrativa es una derivación del análisis de la autobiografía y no a la inversa. Invertido este vínculo, nuestro segundo paso consistirá en deslindar el tipo de relación que tienen las ficciones literarias y los relatos de vida en la identidad narrativa.

Palabras clave: tiempo; ficción; historia; ficciones literarias; historias de vida

Abstract

In this paper we will study autobiography’s function in Time and Narrative. We will try to understand the reasons why this literary genre is not so relevant in Ricoeur’s work. Regarding its relationship with narrative identity, we will argue that, despite what might be supposed, narrative identity is a derivation of the analysis of autobiography and not the other way around. Having established this link, our second step will be to define the type of relation that literary fictions and life stories have in narrative identity.

Key words: time; fiction; history; literary fictions; life histories

1. Introducción

La autobiografía es un género literario definido por la identidad entre su autor, narrador y personaje principal (Lejeune 1994: 64). Ella es una narración acerca de acontecimientos pasados que pretenden ser verdaderos. Las autobiografías no reivindican la objetividad de lo recogido por ella, pero sí la perspectiva y el sentido de quien los ha vivido y lo narra. Desde una perspectiva retórica, la identidad entre el narrador y el autor también garantiza al lector la verosimilitud de lo narrado. Como nos lo explica G. Gusdorf,

La anécdota resulta simbólica: en el caso de la autobiografía, la verdad de los hechos se subordina a la verdad del hombre, pues es sobre todo el hombre lo que está en cuestión. La narración nos aporta el testimonio de un hombre sobre sí mismo, el debate de una existencia que dialoga con ella misma, a la búsqueda de su fidelidad más íntima. (Gusdorf 1991: 15).

Nos encontramos, pues, con una confluencia de una serie de temáticas filosóficas que fueron extensamente elaboradas por Paul Ricoeur a lo largo de su vida, como la de la configuración, la historia y la identidad narrativa. Por si fuera poco, el filósofo francés reconocía la influencia temática y metodológica de uno de los grandes teóricos de este género, como es Wilhelm Dilthey. Pese a todos estos vínculos de Ricoeur con la autobiografía y habiendo escrito él mismo una (Ricoeur 2007), resulta muy llamativo las pocas referencias que se hacen de este género literario. Nuestro objetivo en el presente artículo será abocarnos a la temática de la identidad narrativa y la autobiografía tal como fue planteada por Ricoeur, fundamentalmente en Tiempo y narración, que es la obra de base utilizada por los intérpretes a la hora de abordar esta cuestión. Asimismo, recogeremos las objeciones planteadas por P. Crowley, H. Lénárt- Cheng y G. Strawson, ya que nos permitirán entender más claramente el rol de la autobiografía en Tiempo y narración, así como también sus dificultades. Consideramos que dichas críticas se deben sobre todo a dificultades en la propia argumentación de Ricoeur, que intentaremos resolver. Seguidamente, buscaremos deslindar las diferentes funciones cumplidas por la autobiografía, las ficciones literarias y las historias de vida en la constitución del sí.

2. Autobiografía, verosimilitud e identidad narrativa

De las pocas menciones que hace Ricoeur a la autobiografía, es posible distinguir aquellas de carácter epistemológico de las que podríamos denominar “ontológicas”1. La primera de ellas, presente al comienzo del segundo tomo de Tiempo y narración, pone de manifiesto la verosimilitud asociada con la presunta garantía surgida del “pacto autobiográfico”. En su tratamiento de la historia literaria en el siglo XIX y XX, Ricoeur presenta las distintas estrategias utilizadas por el realismo literario en su aspiración de una narrativa verosímil, que huyera de las convenciones y, en la medida de lo posible, ocultara las dificultades propias a la composición narrativa. Allí explica que,

implícita a este proyecto es la reducción de la mimesis a la imitación-copia, en un sentido totalmente extraño a la Poética de Aristóteles. No es, pues, sorprendente que ni la seudo-autobiografía ni la fórmula epistolar hayan creado dificultades para sus usuarios. La memoria no es sospechosa de falsificación, sea que el héroe narre después o se desahogue al instante. (Ricoeur 2008: 391).

Las “seudo-autobiografías” son aquellas obras literarias que no cumplen totalmente con el “pacto autobiográfico”, sino que solo reúnen a la figura del narrador y del personaje principal, siendo un tercero su autor. Esto sucede, por ejemplo, en la obra En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. La “estrategia retórica” elegida por este género literario es la misma que la de la autobiografía, donde la presunta inmediatez de lo transmitido garantiza su fidelidad. (Ricoeur 2008: 390). Si Ricoeur califica a este recurso de “estrategia retórica” es porque la inmediatez de lo transmitido, garante de la verosimilitud de lo escrito, es aparente (Ricoeur 2008: 390). Años más tarde, el atributo de la inmediatez como criterio de verosimilitud reaparece en las consideraciones iniciales de la autobiografía de Ricoeur. Tras haber reconocido la ausencia de distancia entre el personaje principal del relato, que es uno mismo, y el narrador que dice yo y escribe en primera persona del singular (Ricoeur 2007: 13), objeta el valor de esta inmediatez. Recordando a su mentor Roland Dalbiez, afirma: “Estoy persuadido de que hoy le debo a mi primer maestro de filosofía la resistencia que opuse a la pretensión de inmediatez, a la adecuación y apodicticidad del cogito cartesiano, y del ‘Yo pienso’ kantiano” (Ricoeur 2007: 14). Incluso, equipara los aportes que puede hacer este género literario con el de cualquier otra biografía al sostener que “la reconstrucción de mi desarrollo intelectual que estoy emprendiendo no tiene más autoridad que cualquier otra efectuada por un biógrafo distinto de mí mismo” (Ricoeur 2007: 14).

Las consideraciones ontológicas de la autobiografía, por su parte, se encuentran en el primer apartado de la conclusión del tercer tomo de Tiempo y narración, “La primera aporía de la temporalidad: la identidad narrativa”. En este capítulo se sella el tan estudiado vínculo entre la problemática de la autobiografía y la identidad narrativa. Algunos intérpretes, como Michael Sheringham, establecen un vínculo tan estrecho entre ambos que acaban por utilizar la expresión “identidad autobiográfica” en lugar de “identidad narrativa” acuñada por Ricoeur (Sheringham 1993: 27). Antes de adentrarnos en las críticas a este planteo, recordemos en qué consiste y cómo surge esta primera “solución” a la aporía de la temporalidad, manteniendo el orden expositivo del filósofo francés.

Resumamos cómo surge la articulación entre la autobiografía y la identidad narrativa, a fin de entender el alcance de las distintas objeciones que se le realizaron: ante la imposibilidad de aportar una solución especulativa a la aporía entre el tiempo cósmico y el fenomenológico, Ricoeur propone una solución poética a dicha tensión (Ricoeur 1996: 636), tanto en la historia como en la ficción. El filósofo considera, sin embargo, que las articulaciones expuestas resultan incompletas, pues la conciencia histórica es a la vez la conciencia de hacer y de padecer. En su opinión, es preciso incorporar un tercer tiempo, al que denomina el tiempo humano, que es el producto de la referencia cruzada entre la historia y la ficción (Ricoeur 1996: 777). Todo haría presumir al lector que este tercer tiempo estaría asociado con la autobiografía, ya que todo quien la haya teorizado la caracteriza como el cruce entre historia y ficción.2 Sin embargo, en lugar de hacerlo, Ricoeur presenta a la identidad narrativa como “el frágil vástago, fruto de la unión de la historia y la ficción” (Ricoeur 1996: 997). Una vez hecho esto, presentará a la autobiografía, pero solo lo hará en dos breves referencias, utilizadas para ejemplificar dos de las características de la identidad narrativa: que el personaje es escritor de su propia vida (Ricoeur 1996: 998) y la inestabilidad constitutiva de la identidad narrativa (Ricoeur 1996: 1001). Resulta aún más curioso que además de la autobiografía, incorpore en su análisis a las narraciones en general y las “historias de vida”.

Ricoeur introduce a las narrativas en general a la hora de evaluar el carácter determinante que tiene la cultura en la constitución de la ipseidad. Allí explica que el sí es el producto de una vida examinada:

Y una vida examinada es, en gran parte, una vida purificada, clarificada, gracias a los efectos catárticos de los relatos tanto históricos como de ficción transmitidos por nuestra cultura. La ipseidad es así la de un sí instruido por las obras de la cultura que se ha aplicado a sí mismo. (Ricoeur 1996: 998).

La historia de vida, por su parte, aparece inicialmente en el primer tomo de Tiempo y narración. Allí Ricoeur recurre a la categoría del “estar enredado” en historias de Wilhem Schapp como justificación del carácter constitutivamente pre-narrativo del ser humano. Esta categoría, explica, supone la preexistencia de una pluralidad de historias que el narrador, no el autor, va escogiendo para constituir una historia de vida única (Ricoeur 1995: 145). En el tercer tomo de esta obra este concepto pareciera ser un sinónimo de la autobiografía, pues, aludiendo al presunto deseo de Proust de que el sujeto sea constituido como lector y escritor de su propia vida, señala: “Como lo confirma el análisis literario de la autobiografía, la historia de una vida es refigurada constantemente por todas las historias verídicas o de ficción que un sujeto cuenta sobre sí mismo. Esta refiguración hace de la propia vida un tejido de historias narradas” (Ricoeur 1996: 998).

El recurso de los relatos en general y de la autobiografía para tratar a la identidad narrativa llama la atención de Helga Lénárt-Cheng,3 quien señala críticamente:

Si Ricoeur insiste en que todas las narrativas -historias de todos los géneros e incluso aquellos escritos por otros- pueden contribuir a la refiguración de la identidad de uno, ¿por qué cita solo el ejemplo de la autobiografía? (Lénárt-Cheng 2016: 362).

Con respecto a las narrativas, la autora afirma que, sin hacerlo explícito, Ricoeur recurre a un subcaso de la autobiografía, donde no solo son los mismos el autor, el personaje y el protagonista, sino también el lector (Lénárt- Cheng 2016: 363). También objeta que Ricoeur se haya remitido a una página de Proust, en lugar de a una cita en particular, para justificar la tesis de que “el sujeto aparece constituido a la vez como lector y como escritor de su propia vida” (Ricoeur 1996: 998). Según Lénárt-Cheng, Ricoeur no explicita la frase de Proust, porque esta traiciona la intención que le quería asignar Ricoeur. En ella, Proust desea que los lectores se vean a sí mismos en el espejo de la escritura de terceros, no de su propia escritura.

Coincidimos con Lénárt-Cheng en que existen problemas en la argumentación de ese capítulo de Tiempo y narración. Aunque no sea erróneo considerar a la identidad narrativa como “el frágil vástago, fruto de la unión de la historia y la ficción” (Ricoeur 1996: 997), nos parece que lo es de manera mediata, y no directa, a diferencia de lo que propone Ricoeur. Consideramos que el producto del entrecruzamiento entre la historia y la ficción no puede ser sino un género literario, que articule histórica y ficcionalmente el tiempo fenomenológico y el tiempo cosmológico. Este género híbrido entre la historia y la ficción no puede ser otro sino la autobiografía (Popkin 2005: 47).

Dilthey recurrió a este género literario justamente para poner de manifiesto la imbricación existente entre la comprensión de la propia vida y la historia (“la autobiografía puede ensancharse hasta formar un cuadro histórico” Dilthey 1978: 197). No es de extrañar, entonces, que Ricoeur recurra a una estrategia similar para entrecruzar la historia y la ficción y refigurar al tiempo humano. Estas consideraciones permiten responder a la objeción de Patrick Crowley de que el escaso compromiso del filósofo francés por la autobiografía se debe a que la doxa asociada con este género literario socaba su concepto de identidad narrativa, conceptualmente cercana a un esquema, a mitad de camino entre una categoría formal y una intuición inmediata (Crowley 2003: 6). En realidad, Ricoeur no le encontró a este género literario otro valor filosófico que ser el resultado de la articulación entre la historia y la ficción. Habiéndola logrado, el filósofo continuó adentrándose en una de sus derivaciones que consideró filosóficamente más rica: la identidad narrativa. Si bien es correcto que “…la constitución de la identidad narrativa ilustra perfectamente el juego cruzado de la historia y de la narración en la refiguración de un tiempo que es, a su vez, indivisiblemente tiempo fenomenológico y tiempo cosmológico” (Ricoeur 1996: 1000), lo es de manera mediata. Pues, no es que la autobiografía surge en función a la problemática de la identidad narrativa, sino que, a la inversa, la identidad narrativa es una derivación del análisis de la autobiografía.

Igualmente coincidimos con Crowley en que el planteo de la identidad narrativa a la que arriba Ricoeur en Tiempo y narración no resultó totalmente satisfactoria. Este concepto procuraba articular la permanencia abstracta en el tiempo de un yo trascendental con las categorías elaboradas por Dilthey de “cohesión de la vida”, “mutabilidad” y “persistencia” (Ricoeur 1996: 998), de manera similar a como lo había hecho Heidegger en el § 72 de Ser y tiempo. Sin embargo, el hecho de que Ricoeur identificara a la ipseidad con la identidad narrativa (Ricoeur 1996: 998) le quitó a este concepto toda ancla de estabilidad. Es por ello que el cambio termina opacando a la permanencia tradicionalmente asociada con el concepto de “identidad”.4 En este sentido consideramos que la tan habitual afirmación de Ricoeur de que la identidad narrativa es tanto el título de un problema, como el de una solución (Ricoeur 1996: 1001) no es una fórmula vacía.

Tras la publicación de Tiempo y narración, Ricoeur terminó por reconocer las limitaciones del modo en que desarrolló el concepto de identidad narrativa. En tanto derivación de la reflexión en torno a la cuestión narrativa sobre la relación entre el tiempo cósmico y el fenomenológico, no tomaba en cuenta “lo que está en juego en la cuestión misma de la identidad aplicada a personas o a comunidades” (Ricoeur 1990: 107 nota al pie). En Sí mismo como otro disocia la identidad narrativa de la ipseidad. El primer tipo de identidad, al que denominó “identidad ídem,” recogía la identidad cuantitativa de un individuo, es decir, la permanencia de sus atributos con el paso del tiempo. Dicha constancia resulta fácticamente casi imposible para una persona. Ricoeur refiere al carácter como uno de estos atributos cuantitativos que permanecen en el tiempo. Caminos del reconocimiento aporta otro ejemplo excepcional, que es la cicatriz de la herida de Ulises, gracias a la cual el rey de Ítaca pudo ser reconocido por su nodriza (Ricoeur 2006b: 104). El segundo tipo de identidad, al que denominó ipseidad, es de naturaleza cualitativa. Esta identidad apunta a la coherencia y constancia en ciertos aspectos de la vida, más allá de los cambios que puedan acaecer con el paso del tiempo. Los ejemplos que proporciona Ricoeur, tanto el cumplimiento de la promesa como la fidelidad del testimonio, ponen de manifiesto su naturaleza ética y su imperturbabilidad cronológica. En esta obra de la década del noventa, la identidad narrativa es el producto de la articulación constructiva de ambos tipos de identidad (Ricoeur 2006b: 227).

3. Identidad narrativa, historia de vida y ficción Antes de abordar la incidencia de la historia de vida y las narrativas en general en la identidad narrativa, nos adentraremos en algunos aspectos de la cuestión misma de la identidad aplicada a personas o a comunidades. Para hacerlo, tomaremos como punto de partida el artículo crítico de Galen Strawson, “Contra la narratividad”. En opinión de este autor, todo aquel que viva de manera episódica, es decir, que no responda a la pregunta acerca de quién es, como es su caso o el de Montaigne, puede llevar una vida tan feliz y profunda como quienes defienden una concepción narrativa de la identidad y ponderan la diacronía. En este sentido, podemos identificar su posición con aquellos defensores de la cesura entre vida y narración esquematizada y criticada por Ricoeur, en su artículo “La vida: un relato en busca de narrador” (Ricoeur 2006c), según la cual, “las historias se narran, la vida se vive” (Ricoeur 2006c: 15).

En su artículo “Contra la narratividad”, Galen Strawson distingue dos modos de articular la narración con la identidad. La primera, a la que denomina “descriptiva”, señala el carácter trascendental del lenguaje para el ser humano y sostiene que cada uno de nosotros construye su propia narrativa (Strawson 2004: 435). El representante paradigmático de esta posición mencionado por Strawson es Oliver Sacks, quien sostiene que “esta narrativa somos nosotros, nuestras identidades” (Sacks 1985: 110). La segunda articulación es de naturaleza prescriptiva. Ella destaca la influencia de la narración en la vida humana y sostiene que la vida se debería vivir de manera narrativa. Marya Schechtman es tomada como un ejemplo de esta posición. Según esta autora, una persona “crea su identidad elaborando una narrativa autobiográfica -una historia de su vida-” (Schechtman 1997: 95). Consecuentemente, precisa de “una narrativa explícita [de su vida] para desarrollarse totalmente como una persona” (Schechtman 1997: 119).5 Para Strawson, esta articulación es compatible con la distinción heideggeriana entre los modos de ser propio e impropio (Strawson 2004: 449) y, al igual que con Heidegger, tampoco existe justificación alguna para preferir la diacronicidad por sobre una vida episódica, salvo la elección personal por parte de sus defensores (Strawson 2004: 436-437 y 449).

En su análisis, Strawson menciona a Ricoeur solo una vez, donde destaca la relevancia ética que tiene la identidad narrativa (Strawson 2004: 436). Esta identificación de Ricoeur con los autores prescriptivistas no significa que Strawson no tuviera en cuenta la función descriptiva que también cumple la identidad narrativa en la obra de Ricoeur. Strawson no puede pasar por alto el naturalismo moral ricoeuriano. Según esta posición, si la identidad narrativa tiene un uso prescriptivo es porque también cumple una función descriptiva.6 De hecho, Ricoeur es explícito respecto al carácter constitutivamente lingüístico del ser humano: “Lo que es necesario poner en cuestión, es la ecuación demasiado simple entre vida y vivido. Una vida no es más que un fenómeno biológico en tanto la vida no sea interpretada” (Ricoeur 2006c: 17). El lenguaje posibilita la referencialidad, al mediar entre el ser humano y el mundo; la comunicabilidad, al mediar entre ser humano y ser humano; y la comprensión de sí, al mediar entre el ser humano y sí mismo (Ricoeur 2006c: 16). Ricoeur también distingue tres elementos pre-narrativos en la vida. El primero es la semántica de la acción, medios, fines, propósitos, etc., gracias a la cual comprendemos el hacer y padecer humanos. El segundo elemento es la mediatización simbólica, es decir, su articulación por normas, reglas y signos (Ricoeur 2006c: 18). Estas dos mediaciones, la estructural y la simbólica, coinciden con las dos primeras mediaciones de la acción incluidas en la mímesis I de Tiempo y narración I (Ricoeur 1995: 116). El tercer elemento son las series de historias que aún no han sido contadas frente a la mediación temporal de la mímesis I. A diferencia de los dos primeros, este último carece de argumento alguno que fundamente su carácter trascendental. Los ejemplos traídos a colación, basados en el psicoanálisis y en lo jurídico (Ricoeur 2008: 271), avalan antes bien su carácter fáctico. Consecuentemente, a este se le puede aplicar la crítica de Strawson arriba mencionada (Strawson 2004: 437).7

Con respecto al carácter prescriptivo de la narración, Ricoeur considera la existencia de una relación de enriquecimiento mutuo entre la vida y las historias. Por el lado de la narración, y en contraposición con lo que sostienen los estructuralistas, Ricoeur sostiene que el proceso de composición de una obra recién concluye en el acto de su lectura. Por el lado de la vida, recordemos su rechazo a la tesis del acceso inmediato al cogito sostenido por la filosofía de la subjetividad. En su opinión, el conocimiento de sí precisa de una mediación, y de todas ellas, la narración es la más comprensible.8

Retomemos a Lénárt-Cheng para entender la naturaleza del conocimiento proporcionado por las narraciones. Esta intérprete le objeta a Ricoeur su elección terminológica para distinguir los sentidos de la “representación”. En su opinión, Ricoeur prefiere referirse a la “representación” de sí proporcionada por la autobiografía con la expresión “representarse” (sich vorstellen), en lugar de vertreten. Lénárt-Cheng considera que hubiera sido más pertinente utilizar el término “exhibición” o “presentación” (Darstellung), preferido tanto por el marxismo como por los autores posmodernos y utilizado cotidianamente para referirse al tipo de vínculo que tiene un retrato con lo retratado. El “representarse”, en cambio, está asociado con la refiguración imaginativa y lo prefiere para referirse a las imágenes mentales que uno se hace. A esta preferencia la autora le agrega la superposición que hace Ricoeur del dativo del reflexivo con el acusativo que desdibuja la diferencia entre hacerse la imagen a la que uno quisiera imaginativamente parecerse, y presentar la imagen a alguien (Lénárt-Cheng 2016: 365).

Contra el planteo de la intérprete señalemos que el presunto “desliz retórico” que le objeta es uno de los productos más originales del análisis ricoeuriano de la representación. Ricoeur también rechaza explícitamente la pertinencia de predicar la adecuación de un “retrato de una imagen externa” como son los autorretratos de Rembrandt:

Rembrandt interpretó su imagen en el espejo recreándola en el lienzo. Pintarse, en el sentido que acabamos de decir, constituye el acto creador que establece, para nosotros, espectadores y aficionados, la identidad de ambos nombres, el del artista y el del personaje. Entre el yo, visto en el espejo, y el sí mismo, leído en el cuadro, se insertan el arte y el acto de pintar, de pintarse. Es inútil, pues, tratar de saber si esos rasgos corresponden exactamente a los del artista en dicha época. No lo sabremos nunca. O, más bien, la cuestión carece de sentido: porque lo que pudo descubrir en su rostro es exactamente lo que plasmó en su retrato. A la imagen especular desaparecida sobrevive un retrato que el pintor dejó de mirar; pero que tiene para siempre el poder de mirarnos. (Ricoeur 1997: 24).

En lo que respecta a la narrativa, esta no es ponderada por reflejar una imagen verdadera de una persona, sino por su capacidad de transfigurar la experiencia del lector (Ricoeur 2008: 265).9

Hechas estas consideraciones acerca de la centralidad de la narrativa en la constitución identitaria, y habiendo relativizado la relevancia de la autobiografía en dicha constitución, nos corresponde volvernos sobre los otros dos géneros mencionados: la historia de vida y la ficción.

Con respecto a la historia de vida, anteriormente habíamos recogido la observación de Lénárt-Cheng acerca de que las consideraciones de Ricoeur sobre la autobiografía remiten a un subcaso particular, en el que la identidad no es solo entre autor, personaje y narrador, sino también el lector. La autora también observa que, en un momento determinado, Ricoeur rompe el pacto autobiográfico, porque desaparece la figura del autor, y lo que destaca es la identidad entre el narrador, el protagonista y el lector (Lénárt-Cheng 2016: 363). Aunque coincidimos con esta descripción, la ruptura del pacto autobiográfico no es el producto de un error o desliz. Una vez propuesta la solución poética a la aporía del tiempo, comienzan a tomar relevancia las implicaciones éticas y ontológicas de la identidad narrativa; el género literario de la autobiografía pierde interés a favor de la historia de vida. En este género identificar al personaje y al narrador con el autor es secundario. Resulta, en cambio, fundamental que estén vinculadas con el lector. Ricoeur pone de manifiesto esta diferencia en Sí mismo como otro:

Cuando yo me interpreto en los términos de un relato de vida, ¿soy a la vez los tres, como en el relato autobiográfico? Narrador y personaje, sin duda; pero de una vida de la que, a diferencia de los seres de ficción, yo no soy el autor, sino a lo más, según la terminología de Aristóteles, el coautor, el synáition (Ricoeur 2006c: 161).

En su texto “La identidad narrativa” (1988) anterior a Sí mismo como otro, Ricoeur explicita los motivos por los cuales a nivel ético resulta preciso que el narrador y su personaje se identifiquen con su lector, pero no con su autor. Allí, señala que el sí se encuentra ligado con la pregunta por el quién, es decir, por el autor de una acción. La asignación de una acción a un determinado autor es el problema de la adscripción. Por último, sobre la adscripción se agrega la imputación que le asigna un carácter explícitamente moral a la acción realizada (Ricoeur 1988: 297). Es solo en el acto de lectura donde el lector se reconoce a sí mismo como el autor de determinada acción y se juzga sobre lo que ha hecho.

Queda, por último, el rol que cumplen las variaciones imaginativas de las ficciones en la constitución de la identidad. En los textos abordados, Ricoeur les asigna dos funciones diferentes. Por una parte, los relatos de ficción desempeñan un rol pedagógico, abriendo al lector las perspectivas de otros personajes, con sus propios dilemas y decisiones. Ya nos hemos referido a la vida examinada como una vida purificada y clarificada por medio los efectos catárticos de los relatos históricos y de ficción (Ricoeur 1996: 998). Hay otra referencia similar acerca de los efectos de los relatos de ficción en el lector, según la cual,

la función de representancia o de lugartenencia tiene su paralelo en la función de la ficción que podemos indicar al mismo tiempo como relevante y transformadora respecto a la práctica cotidiana; relevante, en el sentido de que presenta aspectos ocultos, pero ya dibujados en el centro de nuestra experiencia de praxis; transformadora, en el sentido de que una vida así examinada es una vida cambiada, otra vida. (Ricoeur 1996: 865).

La segunda función de este tipo de relatos se encuentra ligado con su uso filosófico. Los relatos de ficción permiten reflexionar acerca de las diversas particularidades de la identidad. Dependiendo del tipo de relato elegido y su uso, diferirán las consecuencias que se podrán desprender. Ricoeur distingue aquí las situaciones que se encuentran en la ficción literaria de los puzzling-cases, elaborados por Derek Parfit a partir de las ficciones tecnológicas (Ricoeur 1988: 300; 2006a: 149). Las ficciones literarias, sobre las que se apoya Ricoeur, son variaciones imaginativas de una invariante:

la corporalidad es asumida como constitutiva de la mediación entre el sí y el mundo. En ese sentido, las acciones “imitadas” están limitadas a la restricción de la condición corporal y, consecuentemente, terrestre: los personajes actúan, sufren, piensan y mueren, como nosotros. Las ficciones a las que recurre Parfit, en cambio, se basan en una tecnología futurista que permite confrontar esta condición de corporalidad. Este tipo de ficciones, cuyos sus personajes carecen de cualquier vínculo interpersonal, giran en torno a cirugías experimentales en cerebros. Esto lleva a que “las variaciones imaginativas de la ciencia ficción son variaciones relativas a la mismidad, mientras que las de la ficción literaria son relativas a la ipseidad, o más exactamente a la ipseidad en su relación dialéctica con la mismidad” (Ricoeur 2006a: 150). En opinión de Ricoeur, las ficciones literarias avalan la posición de la hermenéutica de hacer preponderar la ipseidad frente a los dilemas en torno a la mismidad de Parfit. El ejemplo que aporta Ricoeur al respecto es el personaje principal de El hombre sin atributos de Musil, Ulrich, quien, debido a su indefinibilidad, entra en crisis y, con él, la totalidad de la obra, independientemente de todos los sucesos que como personaje atraviesa, a lo largo de más de mil quinientas páginas de obra.

4. Narración y comprensión de sí

A lo largo de estas páginas hemos reconstruido el vínculo entre la identidad narrativa, la autobiografía, las historias de vida y las ficciones literarias. Con respecto a la autobiografía, sostuvimos que algunos problemas expositivos por parte de Ricoeur podían explicar la desorientación de los intérpretes acerca de la importancia relativa de este género literario en su obra, así como su importancia en la constitución de la identidad narrativa. Afirmamos que el vástago directo de la articulación entre la historia y la ficción no es la identidad narrativa, sino la autobiografía. La identidad narrativa, en cambio, es el resultado mediato de dicho entrecruzamiento. Esta conclusión se veía reforzada por el hecho de que los análisis posteriores de la identidad narrativa están asociados a los relatos de vida y no a la autobiografía.

En lo referente a las narraciones de ficción y los relatos de vida, pusimos de manifiesto su incidencia ética y ontológica en la constitución del sí. Retomando la afirmación de Ricoeur, de la historia de una vida, una historia de ficción o, si se prefiere, una ficción histórica, entrecruzando el estilo historiográfico de las biografías con el estilo novelesco de las autobiografías imaginarias (Ricoeur 2006a: n. 107)

Las ficciones literarias permiten que el lector se compare con sus personajes y examine su propio sí a la luz de las obras. Asimismo, aportan material para la reflexión filosófica sobre la cuestión. Finalmente, la historia de vida posibilita que el personaje se adscriba como el autor de un acto y se autoimpute un carácter moral por la acción realizada. Quién sea uno no es el resultado de la escritura de una narrativa. Por eso, no resulta relevante la cumplimentación del pacto autobiográfico de Lejeune. Se trata, por el contrario, de reconocerse en la lectura de la narración y permanecer fiel a ella. No fue el objetivo de este texto abordar el problema del reconocimiento, que será el objeto de reflexiones posteriores. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, al priorizar el acto de lectura por sobre el de la escritura, la cuestión de la identidad acaba cediendo su lugar de importancia a la del reconocimiento. Por otra parte, los resultados de las investigaciones pueden ser aplicados tanto a los individuos como a los colectivos.10

Notas

1 Hemos entrecomillado este término porque, aunque la aporía a resolver es ontológica, la solución que proporciona Ricoeur, como queda aquí asentado, es poética.

2 De más está decir que este planteo se enfrenta con la afirmación de Popkin (2005: 42): “Si una narrativa puede ser al mismo tiempo histórica y ficcional, las divisiones entre lo público y privado, entre la verdad y la imaginación, también amenazan en colapsarla. La autobiografía, por tanto, aparece como un suplemento rebelde para el proyecto de Ricoeur, un problema en los márgenes de Tiempo y narración que arriesga problematizar la totalidad de la empresa”. Ricoeur no propone colapsar todos estos temas pero, salvo la segunda de ellas, propone articulaciones entre estos pares.

3 Señalemos que, aunque la autora recoge la distinción entre historia de vida y narrativas, no la utiliza argumentativamente. En este artículo, “historia de vida” aparece en cuatro oportunidades: tres de ellas en citas de Ricoeur y una en un sentido general y explicando su vínculo con la obra de Arendt (Lénárt-Cheng 2016: 355)

4 Cfr. Ricoeur (1996: 1001): “una investigación sistemática sobre la autobiografía y el autorretrato verificaría, sin duda alguna, esta inestabilidad de principio de la identidad narrativa”.

5 Los recortes de ambos autores fueron hechos por Strawson (2004: 435-436).

6 Sobre el paso descripción - adscripción - prescripción cfr. Ricoeur (2006a: IV estudio).

7 La comparación de la articulación prescriptiva entre narración e identidad con los modos de ser en Heidegger y crítica de Strawson al carácter personal del tipo de vida narrativo, resulta provocativamente similar a la crítica de Ricoeur acerca del carácter personal del modo de ser propio heideggeriano. Cfr. Ricoeur (1996: 729): “En primer lugar, nos podemos preguntar si todo el análisis de la temporalidad no es conducido a través de la concepción personal que Heidegger se hace de la autenticidad, a un plano en el que entre en competición con otras concepciones existenciales…”

8 Cfr. Ricoeur (1988: 295): “y estas ‘historias de vida’, ¿no son, por su parte, más inteligibles cuando se le aplican los modelos narrativos -las intrigas- tomadas de la historia o la ficción (drama y novela)? El estatus epistemológico de la autobiografía parece confirmar esta intuición. Es, pues, plausible tener por válida la siguiente cadena de aserciones: el conocimiento de sí es una interpretación, - la interpretación de sí, por su parte, encuentra en la narración entre todos los otros signos y símbolos, una mediación privilegiada….”. No es nuestra intención detenernos en la crítica a este carácter privilegiado que Ricoeur le asigna a la narración. Para ello, cfr. Carr (2011, cap. VI).

9 Cfr. Ricoeur (2008: 272): “si es verdad que la ficción solo se completa en la vida y que la vida no se comprende más que a través de historias que contamos sobre ella, resulta que una vida examinada, en el sentido de la palabra que tomamos al comienzo de Sócrates, es una vida narrada”. Sobre el problema específico de la representación histórica, cfr. Lythgoe (2010).

10 Al respecto resulta más claro el planteo de Carr (2011: 205 y ss.). En lo referente a la obra de Ricoeur, cfr. Lythgoe (2021: 96).

Recibido: 08-04-2022

aceptado: 22-11-2022

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