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Revista de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología

versión On-line ISSN 1852-7434

Rev. Asoc. Argent. Ortop. Traumatol. v.74 n.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./sep. 2009

 

MAESTROS DE LA ORTOPEDIA ARGENTINA

Semblanza del Dr. Atilio A. Risolia

A casi treinta años de la desaparición física de Atilio Risolia se me ha concedido el emocionado y enorme privilegio de hacer la semblanza de quien fuera maestro de la ortopedia y traumatología en nuestro país y formador de un grupo de discípulos que se compenetraron con la mística que él irradiaba.

Risolia tenía para el exterior una recia personalidad, forjada en una escuela quirúrgica cuyo fundador fue el Dr. Arce, maestro de maestros, y que se desarrolló en el Hospital de Clínicas.

Sin embargo, tras esa recia personalidad, además de sentir el orgullo de pertenecer a una familia de intelectuales sobresalientes, destacados profesionales, un magistrado ilustre y educadores notables, encubría una enorme vocación por la docencia, por la investigación, por la transmisión de inquietudes y conocimientos, y por una abnegada actividad asistencial.

Había nacido en Exaltación de la Cruz, Provincia de Buenos Aires, en 1905. Se había graduado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor y, por sus altos promedios, fue "interno" del Hospital de Clínicas, como la mayoría de los que seleccionaría como discípulos.

Atraído por la brillante escuela quirúrgica de ese Hospital, se hizo un hábil cirujano, incorporándose al Instituto de Clínica Quirúrgica. Pronto se orientó a las enfermedades del aparato locomotor, especialidad a la cual su mente creativa convirtió en una ciencia, con visos artesanales, creando técnicas e instrumentos, verdaderos aportes para la época. Viajó por Europa y los Estados Unidos, donde visitó centros no tradicionales que le permitieron consolidar una formación libre de prejuicios, no atada a rígidos dogmas.

Sus discípulos éramos al principio jóvenes que él iba seleccionando y a quienes trataba con severidad, pero al mismo tiempo protegía paternalmente. Basta tan sólo una anécdota de las muchas que hubo durante nuestra convivencia para ilustrarlo. La Facultad de Medicina, después de varios años, había abierto el concurso para la carrera docente. Estimulados por el maestro, nos presentamos a la prueba de competencia, de la cual todos sus discípulos salimos muy estimulados por los comentarios de quienes nos habían escuchado. Sin embargo, debido a un problema de rivalidad, quedamos postergados. Risolia salió en nuestra defensa ante el Consejo Directivo de la Facultad y, tras vencer trabas y dificultades, logró que se reconocieran las falencias en la instrumentación del concurso para perjudicar a sus discípulos. El concurso fue anulado.

Ejerció varios cargos en la Sociedad Argentina de Ortopedia (hoy AAOT), hasta ocupar la presidencia durante los años 1960 y 1961, y fue ungido Miembro Honorario Nacional. Presidió el Tercer Congreso Argentino de la especialidad, realizado con gran éxito en la ciudad de Mar del Plata, coincidiendo con el 25° aniversario de la SAOT, al cual me referiré más adelante porque marcó un punto de inflexión en su vida.

Fue brillante su exposición en el concurso en que ganó el cargo de profesor adjunto de Ortopedia y Traumatología. Además, fue un ferviente impulsor de la rehabilitación y fue profesor titular de Kinesiología.

Como ya mencioné, comenzó su tarea asistencial en el Instituto de Clínica Quirúrgica del Hospital de Clínicas donde, por su espíritu creativo, nació la Sala XII. Más tarde, dentro del mismo Hospital, creó el Centro del Aparato Locomotor, que fue modelo como Servicio de la especialidad.

Su actividad culminó con el magnífico Congreso que presidió en el 25° Aniversario de la Sociedad, donde desplegó una actividad a la que nos tenía acostumbrados. Fue entonces cuando se notaron los primeros indicios de su enfermedad, que en poco tiempo lo alejaron de su quehacer profesional. Sin embargo, ese no fue obstáculo para que, desde su casa, nos siguiera cobijando en amables reuniones, brindándonos sus sabios consejos que hoy, a tantos años de su desaparición física, seguimos recordando, agradecidos y emocionados.

Dr. Fernando Silberman

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