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Población y sociedad

versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.16 no.2 San Miguel de Tucumán jul./dic. 2009

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Política, antifascismo y movimiento obrero. Tucumán 1935 -1936*

María Ullivarri **

** ISES-CONICET. Correo electrónico: ulliva@gmail.com.

RECIBIDO: 11/05/08
APROBADO: 18/05/09

RESUMEN

El objetivo principal del artículo es explicar un proceso de movilización política y de lucha antifascista en la cual los sindicatos de la provincia de Tucumán ocuparon un rol nodal. En ese sentido, las consecuencias de esa disputa que se batió en el espacio público, dieron a la dirigencia sindical tucumana una visibilidad y un protagonismo que no habían conseguido hasta entonces y le permitió reforzar los vínculos y las solidaridades con otros sectores sociales. Para ello tomaremos como núcleo del análisis los problemas desencadenados en un brevísimo período a partir del cual los enfrentamientos públicos -tanto discursivos como físicos entre fascismo y antifascismo adquirieron una virulencia significativa en la provincia: los años de 1935 y 1936.

Palabras clave: Movimiento obrero; Antifascismo; Política; Tucumán

ABSTRACT

The main objective of the article is to explain a process of political mobilization and the struggle against fascism where unions of the province took a nodal role. In that sense, the consequences of that dispute fought in the public arena, gave the union leadership of the province a visibility and a role that had not succeeded so far, and enabled them to strengthen the links and solidarity with other social sectors. To make this analysis we will focus in problems triggered in a very short period after which the clashes -both discursive and physical- between fascism and antifascism acquired a significant virulence in the province: the years 1935 and 1936

Key words: Labor movement; Anti-fascism; Politics; Tucumán

Introducción

Un malón de bandidos y asesinos azota la población. No hay seguridad en los hogares, no hay tranquilidad en los individuos, ni hay paz en la vida individual y colectiva.1

La violencia fue un rasgo característico de la política durante la década del 30. De ella hicieron uso, en grados diversos, gran parte de los grupos y partidos que disputaron posiciones de poder entre 1930 y 1943. Ella se instaló en los discursos y se manifestó en las prácticas electorales fraudulentas, en proscripciones, en asonadas, en normativas represivas especiales, etc., y trascendió la disputa nacional para nutrirse también de los acontecimientos europeos -el ascenso de Hitler al poder, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial- que tuvieron en vilo al conjunto de la sociedad. La violencia, asimismo, también se hizo presente en la acción de "bandas armadas", que a través de la prédica de un "patriotismo a garrotazos" participaron de numerosas y espectaculares reyertas. En tal sentido, fue la Legión Cívica Argentina (LCA) uno de los grupos que, en los años treinta, más se destacó por encarar de este modo la lucha política.2
Así, la "Revolución del 6 de septiembre de 1930" inauguró en el país una etapa propicia para la acción de grupos que sostenían ideas nacionalistas, anticomunistas y antisemitas. Muchos de ellos, como la Legión Cívica, eran organizaciones de cuño militarista para quienes el uso de armas y de la fuerza configuraba el paradigma del militante, cuyos rasgos sobresalientes eran la exaltación de la violencia y la virilidad y que se definieron a sí mismos como adversarios naturales del comunismo, del pueblo judío, de los partidos democráticos y los "políticos demagógicos", quienes eran frecuente blanco de brutales ataques.
En 1935 varios de esos episodios de violencia se desarrollaron en la provincia de Tucumán. Quizás la circunstancia de que esta provincia fuera gobernada desde 1934 por la Unión Cívica Radical haya sido un factor determinante para que fuera elegida por la Legión Cívica como uno de los escenarios para desplegar la estrategia de sembrar un clima de inseguridad que favoreciera la "marcha hacia nuevos destinos". Pero las acciones de este tipo que acontecieron en el territorio tucumano fueron apenas una cuenta más en el rosario de conflictos y violencia que atravesó todo el país. Sin embargo, en la provincia la recepción de esa violencia no fue pasiva. Ante la impetuosa irrupción de esta agrupación y los desmanes y atentados que sus militantes protagonizaron, se articuló un frente de resistencia donde se nuclearon todas las "formas de ser del antifascismo," uno de cuyos pilares fueron los sindicatos obreros.3
El objetivo principal de este artículo es explicar un proceso de movilización política que permitió a los sindicatos tucumanos constituirse como actores políticos relevantes a partir de un escenario signado por la violencia y la conflictividad originada por la presencia de bandas armadas en la provincia. La hipótesis que orienta la investigación es que aquellos, articulándose con otros sectores sociales, ocuparon un rol nodal en un proceso de lucha englobado detrás de un significante flexible y amplio como el antifascismo. En ese sentido, las consecuencias de esa disputa, que se batió en el espacio público, dieron a la dirigencia sindical tucumana una visibilidad y un protagonismo que no habían conseguido hasta entonces y a partir del cual lograron que sus intereses de clase comenzaran a aparecer en la agenda pública.
Para ello tomaremos como núcleo del análisis los problemas desencadenados en un brevísimo período a partir del cual los enfrentamientos -tanto discursivos como físicos- entre fascismo y antifascismo adquirieron una virulencia significativa en la provincia: los años de 1935 y 1936.4

La política tucumana en la primera mitad de los años 30

A principios de 1935 la provincia acababa de recuperar la normalidad institucional luego de una intervención federal que puso fin a un gobierno sumido en una insalvable crisis política y económica. Recién se estaba "apaciguando el estado de pasión política" y de excesos que había dejado como saldo la gobernación de Juan Luis Nougués (1932-1934), reflejados en la creación de una legislatura paralela, secuestros a diputados opositores y represión social que habían minado el "crédito moral" y, principalmente, material del Estado provincial.
El gobernador Nougués, perteneciente al partido Defensa Provincial Bandera Blanca (DPBB) -variante reformista del conservadurismo-, asumió la gobernación en 1932 con una plataforma política con alto contenido social y el prestigio de una gestión exitosa -aunque prontamente acortada por la intervención del Ejecutivo provincial- al frente de la municipalidad capitalina. No obstante, apenas comenzada su administración las disputas políticas con el Partido Demócrata Nacional (PDN) entorpecieron su plan de acción y dificultaron la obtención de fondos para superar el ahogo financiero de la provincia. 5 En ese escenario de agobio económico, el gobierno envió a la Legislatura un proyecto de ley que gravaba el azúcar con dos centavos por kilogramo. Este impuesto sobre la principal actividad económica de la provincia fue aprobado mediante la coacción y la amenaza a los legisladores y fue el punto de inflexión de la gestión "blanca" en la provincia. Años más tarde, José Luis Torres, que fuera Ministro de Gobierno de Nougués, afirmó que fue precisamente tras la sanción del impuesto al azúcar que comenzó la lucha en la provincia.6 En un reciente estudio, Graciana Parra ratifica tal opinión afirmando que el gravamen al azúcar marcó el quiebre definitivo en las relaciones entre "blancos" y demócratas, conduciendo a la provincia a un grave conflicto político-institucional. A partir de entonces el Partido Demócrata Nacional se abocó a la tarea de minar la gobernabilidad y comenzó a trabajar para la intervención a la provincia.7
A partir de allí se desencadenaron protestas y manifestaciones de repudio al gravamen y en ese contexto de efervescencia y conflictividad, el gobernador se orientó hacia prácticas autoritarias y recurrió a la represión y la cárcel para manejar los problemas sociales y políticos. A principios de 1934, cuando se debatía su juicio político, el Escuadrón de Seguridad desalojó la Legislatura. A los pocos días la provincia fue intervenida.
La violencia había estado presente en la política provincial desde el golpe de Estado de 1930. Sin embargo, durante el gobierno de Nougués la "exaltación de las pasiones" amplió los márgenes del conflicto político, social y económico y la magnitud del enfrentamiento entre DPBB y los demócratas paralizó la vida institucional y administrativa de la provincia. Al momento de la intervención, Bandera Blanca dejaba de saldo una Legislatura que llevaba dos años de funcionamiento irregular y un estado financiero crítico con atrasos salariales de casi un año.8 Asimismo, el triunfo electoral de la UCR Concurrencista en marzo de 1934 (los radicales tucumanos se habían rebelado contra la política abstencionista que sostenía el Comité Nacional de su partido), profundizó el descalabro político al agudizar los enfrentamientos en las Cámaras.
La Intervención Federal tomó a su cargo la provincia, derogó los impuestos sobre el azúcar que habían agudizado el enfrentamiento entre Nougués y los demócratas, saneó las arcas, pagó salarios atrasados e hizo promesas de transparencia electoral. Luego de esa etapa de apaciguamiento, las expectativas sobre el funcionamiento de la vida política, económica y social de la provincia eran altas, de modo que al asumir el gobernador electo Miguel Campero, de la Unión Cívica Radical, las esperanzas no sólo estaban centradas en la acción de restauración institucional de un gobierno radical, sino también en la necesidad de "afianzar la tranquilidad pública."9

El escenario del conflicto. Fascismo y antifascismo en Tucumán a principios de 1935

Las esperanzas de tranquilidad social que acompañaron la asunción de Campero se vieron prontamente afectadas cuando comenzaron a recrudecerse las acciones de la Legión Cívica Argentina en la provincia, que culminaron en la medianoche del 24 de abril de 1935 cuando un grupo de sus militantes tomó por asalto un comité juvenil antifascista en la ciudad de Tucumán. Los legionarios entraron al "Comité Thaelmann, antiguerrero y antifascista", arrojaron nafta sobre las personas que estaban en el interior del local y lanzaron bombas incendiarias con el afán de quemarlas vivas. Luego trabaron la puerta y cubrieron la salida disparando a aquellos que intentaban huir de las llamas. No hubo muertos, pero sí varios heridos de gravedad.
La policía se movió rápidamente, el local de la Legión fue allanado y fueron detenidos varios de los perpetradores del hecho, algunos de los cuales fueron protegidos por la policía de "las iras de la multitud" que pretendía golpearlos al grito de "cobardes" y "asesinos".10
Meses después, uno de los acusados expuso al juez de la causa que en vísperas del atentado y mientras bebía con el legionario Crespín Peller, éste le dijo: "Mirá, en vista del incremento que va tomando el comunismo y las amenazas que nos hacen los componentes del centro Thaelmann, hay que prenderle fuego."11 Quedó así claro que para los legionarios esta acción no se perpetró contra un grupo de "adolescentes argentinos llenos de idealismo sano y noble",12 como los describió el concejal de la UCR ángel Zampella, sino contra miembros de "un frente único que aparecen haciendo declaraciones de principios disolventes," como explicó el capellán militar Amancio González Paz.13
Las palabras del concejal, las del presbítero y las del legionario juzgado exponían un escenario de enfrentamientos caracterizado por el activo accionar de grupos y organizaciones con diferentes ideologías e intereses que venían actuando en la provincia.
En ese sentido, el incendio al comité juvenil fue el pico más álgido de un estado de violencia y malestar social que comenzó con la reinauguración, a mediados de febrero de 1935, de un local legionario en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Desde allí los miembros de esa organización comenzaron a realizar conferencias públicas advirtiendo sobre "el peligro rojo internacional", "los males de la pasión comunista" y "la necesidad de robustecer los sentimientos de nacionalidad."14
La Legión Cívica Argentina había comenzado a actuar por primera vez en Tucumán en julio de 1931, con sus respectivas secciones de caballería, cadetes, comunicaciones y femenina. La organización contaba en ese entonces con aproximadamente 130 miembros y estaba vinculada a los ambientes más tradicionales y selectos de la sociedad local. Luego de la caída de Uriburu, la LCA desapareció del territorio tucumano y su rearme en 1935, no contó con el mismo beneplácito de los sectores que antes la habían mirado con simpatía.
Esta organización era una de los más fieles exponentes del nacionalismo "armado" de derecha que irrumpió en la década y encarnaba una propuesta antidemocrática, antiliberal y antisemita. La violencia constituía, asimismo, un repertorio de acción ya bien conocido por estos grupos de derecha, quienes habían utilizado la "estrategia de ganar la calle" para preparar el ambiente necesario para la revolución de 1930.15 Posteriormente, esa metodología intentó ser utilizada por todas aquellas agrupaciones que adherían a "la idea del golpe de Estado", entre las que se encontraba la Legión Cívica.16 Esta estrategia implicaba activar la violencia para generar una provocación "de los otros" tendiente a inducir la acción militar que pusiera fin al intento de restauración institucional comenzado en febrero de 1932. De esta forma, la metodología preferida implicaba la necesaria existencia de un grupo antagónico que respondiera a la provocación.
Trabajadores, políticos y estudiantes tucumanos no esperaron ser atacados para actuar. Frente a las amenazas lanzadas por la encendida prédica de los legionarios, y en virtud de que, como dijeron los socialistas, "estaba en todos los ambientes ese mismo temor",17 se produjo en la provincia un agrupamiento de fuerzas en torno al repudio a las "bandas asesinas", que comenzó a pedir la disolución de la LCA a través de conferencias, mítines y entrevistas con autoridades. Entidades políticas, culturales, estudiantiles y obreras conformaron, a principios de 1935, el "Comité Popular Contra la Reacción" (CPCR), cuyo propósito era "luchar por la disolución de las entidades fascistas argentinas y por las libertades populares."18
En consecuencia, la presencia, los discursos y las acciones de la Legión generaron "una inquietud fomentada por toda clase de rumores y de actitudes amenazantes."19 Al respecto, los concejales del socialismo advertían "que se hablaba hasta de derrocamiento del gobierno provincial y de sustitución del actual gobernador por elementos 'ponderables' de esta entidad."20
Fomentar un escenario de inseguridad era, en definitiva, el objetivo de la Legión. En efecto, diferentes análisis históricos destacan esta intención al subrayar la radicalización de su discurso y su práctica hacia mediados de la década, cuando ya estaba clara su posición de abierto enfrentamiento con la política del presidente Justo.21
Las claves que convirtieron al territorio tucumano en uno de los elegidos para sembrar la violencia se vincularon con los senderos de la política local. Tucumán fue el primer distrito electoral del país en el que una fracción de la UCR rompió con la abstención electoral en marzo de 1934 en una elección legislativa y, posteriormente, ganó los comicios para gobernador a fines de ese mismo año. Esta circunstancia, habida cuenta de la animadversión que profesaba la LCA hacia el radicalismo -que superaba ampliamente la generada por Justo-, convirtió a la provincia norteña en un escenario adecuado para la acción "restauradora" de este grupo. En Tucumán, asimismo, los conservadores habían sido "traicionados" por Justo, quien en las elecciones de 1931 brindó su apoyo al candidato de Bandera Blanca y posteriormente, en 1934, respaldó a la UCR concurrencista como estrategia para debilitar a Alvear. Para muchos políticos conservadores que habían apoyado a los legionarios en los primeros años de la década y, posteriormente, trabajado por la candidatura de Justo, esta defección quedó marcada con rencor y nada parecía impedir que volvieran a mirar con simpatía la acción de un grupo militarizado cuyo fin era desestabilizar un gobierno que los había abandonado.
Y aunque la disputa más concreta abrevaba en los laberintos de la política nacional y provincial, los grupos contrapuestos se esforzaron por construir un cuadro de situación teñido con el dramatismo de la pugna abierta en el viejo continente. Esta sensibilidad respecto a la política y los problemas europeos formaba parte de un clima de época donde las cuestiones internacionales eran parte de la cotidianeidad y donde el enemigo era definido por apelativos tan genéricos como despojados de matices.22
De manera que en una ciudad del interior argentino, las lealtades y las identidades políticas puestas en juego en Europa daban sentido a los acontecimientos más cercanos y despertaban grandes entusiasmos. De ello daban cuenta las imágenes de personas agolpadas frente a las pizarras de los diarios, los discursos políticos y las portadas de los periódicos que reflejaban el apasionamiento con el que se vivían los sucesos transatlánticos.
Fue en ese contexto donde la presencia de la Legión y las acciones del "Comité Popular contra la Reacción" alimentaron el enfrentamiento que se construyó discursivamente y que luego se materializó en la reyerta callejera y que, a través de amenazas y contraamenazas configuró un escenario de conflicto que recorrió todo el mes de abril de 1935. Pero ese antagonismo que se nutría de consignas forjadas en el acontecer europeo y que generaban copiosas adhesiones, suponía cuestiones más complejas que aquellas que, por ejemplo, inscribían al antifascismo como un recurso instrumental del Comintern para enfrentar al nazismo. 23 Como ya se sugirió, una mirada más atenta a las cosas permite apreciar que los sucesos europeos eran permanentemente resignificados en clave local y, por eso mismo, el sentido de las disputas y de las acciones de todos aquellos que tomaban parte activa en ellas no puede reducirse a una mera reedición retórica de aquellos.
Al respecto, destaca Andrés Bisso, el antifascismo debe entenderse como un núcleo de ideas que sirvió a grupos que utilizaron la apelación a una lucha europea como instrumento para marcar un posicionamiento discursivo que permitiera leer la clave política nacional y participar en ella.24 Es entonces a partir de esa idea que lo que puede analizarse no es un corpus ideológico, sino la propia práctica y el discurso antifascista inscripto en su contexto y a través de sus actores.

Un abril agitado. "¡Fuera el jefe de las bandas asesinas!"

En este escenario agitado que caracterizó a los primeros meses del año 35, la constante provocación a partir de la movilización callejera y de la enunciación de discursos creó un clima de confrontación con un lenguaje cargado de violencia. Sin embargo, la tensión se profundizó aún más a partir del anuncio de la llegada a la provincia del coronel retirado Emilio Kinkelin, jefe de los legionarios. El clima de enfrentamientos llevó a los miembros de la entidad nacionalista a pedir garantías a la policía y advirtieron que la "Legión Cívica se hará respetar frente a cualquier desorden que pudieran promover elementos adversarios."25 El "Comité Popular contra la Reacción" señaló entonces y enfáticamente que la LCA era "un peligro para la tranquilidad pública"26 y se abocó de lleno a demandar acciones al gobierno.
Los incidentes provocados por la llegada de Kinkelin comenzaron en el mismo momento en el que bajó del tren, donde la comitiva que lo esperaba se enfrentó con un grupo de personas en la puerta de la estación ferroviaria. Estos manifestantes, luego de insultar a Kinkelin, recorrieron las calles de la ciudad e improvisaron un acto en la plaza Independencia. Asimismo, su presencia fue repudiada orgánicamente a través un mitin organizado por el Comité Popular contra la Reacción. Este se llevó a cabo el primero de abril y allí se demandó la inmediata disolución de la Legión Cívica Argentina y la clausura de su local. Desde el inicio de la concentración los miembros de la Legión intentaron impedir que el acto se realizara, interrumpiendo a los oradores con gritos antisemitas y "vivando al general Uriburu." Algunos manifestantes se abalanzaron sobre uno de los hombres que gritaba y comenzaron a golpearlo. Las crónicas relatan que "acudieron en su defensa otros legionarios que sacaron cachiporras de goma maciza y de hierro, lograron sembrar la confusión y consiguieron por algunos instantes dominar la situación"27 Pero, al momento se sintió un disparo que provocó pánico entre la multitud.
El Escuadrón de Seguridad actuó para disolver el tumulto. Sin embargo, luego de la intervención policial los legionarios volvieron a arremeter contra la manifestación y se repitieron los actos de violencia que terminaron con varios detenidos y el allanamiento del local de la LCA.
El mitin del primero de abril tuvo una consecuencia concreta: la prohibición del uso de la plaza central -Plaza Independencia- para actos públicos como medida cautelar por los repetidos hechos de violencia y la exaltación política que vivía la provincia.28 La resolución policial estaba fundada en el incremento de la frecuencia con la que se solicitaban estos permisos y los problemas que conllevaba "la difusión pública de ideologías que podían provocar incidentes y desórdenes."29 Pero las pasiones políticas habían desbordado la ciudad y no iban a poder aplacarse remitiendo el campo de disputas hacia las plazas periféricas ni prohibiendo manifestaciones improvisadas.
Para grupos como la Legión Cívica, con más vocación hacia la "acción directa" que al programa político y la doctrina, la agitación callejera y el uso del espacio visible y público constituían elementos fundamentales. 30 El antifascismo, por su parte, también cobraba sentido a partir de la movilización y la acción. La denuncia y la acusación públicas eran las principales armas políticas de esta contienda. Fascismo y antifascismo se construían como opuestos en las calles, en la arenga y la proclama; en la violencia y en la gesta heroica que unos y otros vivían como parte de cruzadas de carácter internacional.
Durante esos días la tensión y la pasión se inscribieron en los cuerpos y en la retórica de aquellos que libraban la batalla. Ni uno ni otro bando dejaban de hacer hincapié en el miedo y la violencia como un deliberado intento por involucrar a la sociedad en esta contienda. Unos promoviéndola y otros elaborándola como amenaza. Era también desde lo simbólico desde donde se edificaba el conflicto. En este sentido, luego de los disturbios del mitin del primero de abril, los dirigentes locales de la Legión solicitaron permiso para portar armas alegando haber recibido amenazas personales. El Jefe de Policía les negó esa petición, pero indudablemente el ritual de requerir autorización de portación teniendo ya un arsenal en su local y, además, hacerlo público, fue pensado para provocar a aquellos a quienes habían amenazado.
Estos, los amenazados, también buscaron mediante los discursos y las acciones, provocar al bando enemigo. En ese sentido, a mediados del mes, desde un mitin socialista de "afirmación democrática" el público daba mueras al fascismo y el orador replicó: "¡Ya está muerto! Ha muerto alcoholizado y se conserva aparentemente por la acción del alcohol en que se han ahogado sus microbios."31 Militantes de la Unión Cívica Radical, por su parte, fustigaban a la Legión en sus propios términos desglosando las ideas que la sostenían y demandaban al gobernador Campero, acciones enérgicas inmediatas. En ese sentido, José Lozano Muñoz destacó que "Dios, Patria y Hogar" -pilares de la propaganda legionaria-, eran "conceptos ideales cuya interpretación era materia de los estudios filosóficos más serios", por lo que era impropio "que se sirvan de ellos los energúmenos que erigen la cachiporra, el insulto, la cobardía personal en el ataque a asambleas pacíficas y desprevenidas como símbolos y armas de combate ideológicos".32
En ese juego de opuestos, de acusaciones y de luchas políticas, la injuria y el gesto amenazadores formaban parte de una construcción corporal y discursiva que revelaba el deseo de ser más fuerte. Para Kinkelin y los legionarios, no obstante, era más fácil esconder la piedra desde el discurso y atacar desde la acción. El Coronel daba conferencias por radio para profundizar su prédica de "Dios, Patria y Hogar" y denunciaba ante las autoridades que había sido agraviado: lo habían llamado "borracho", "asesino" y "espía" a pesar de su emblemático carácter de jefe del Ejército.
La ciudad era un "cuadro recargado de las más turbias tintas". Casi todos los días se organizaban actos en los lugares designados por la policía y el ambiente se caracterizó por la intimidación constante y mutua. En la defensa de la democracia -los unos- o en los intentos por dejarla enterrada -los otros-, los bandos parecían aprestarse para un combate.
La batalla, no obstante, terminó luego del atentado al comité Thaelmann. En una ciudad de 140 mil habitantes, esas prácticas brutales que, además, habían sido perpetradas contra jóvenes, tuvieron gran repercusión. La magnitud de la violencia desplegada esa noche -que ocupó la portada de los diarios locales y llegó incluso a la prensa nacional- convirtió a la acción de bandas legionarias en el eje central de la agenda pública de la provincia.33 Al día siguiente, por orden del gobierno y temiendo más enfrentamientos, la ciudad fue ocupada por fuerzas policiales "listas para intervenir en cualquier conato de alteración del orden público que pudiera producirse."34
Sin embargo, esos tiempos agitados habían provocado una convulsión política sustancial y habían dado curso a la movilización de grupos, organizaciones y personas que, embanderadas detrás del antifascismo y de la "defensa de la democracia" articulaban con esas consignas sus propios intereses.

Los sindicatos y el antifascismo

Fueron muchos los grupos que participaron de las disputas de abril de 1935. Sin embargo, el movimiento obrero fue uno de los sectores más activos en la creación del escenario antifascista. Para los sindicatos, además del contenido ideológico de la disputa, la apelación antifascista fue un instrumento movilizador. Es decir, fue una clave de lucha que le sirvió a la dirigencia sindical para cimentar alianzas, forjar solidaridades, adquirir visibilidad, demandar derechos y movilizar en el marco de sus propios intereses políticos.
La presencia de organizaciones y frentes antifascistas integrados por entidades sindicales no era una novedad, tenía una trayectoria de un par de años en la provincia. Los sindicatos habían comenzado a movilizarse al calor de un llamado a la lucha a nivel nacional que se sustentaba en la existencia y la acción de "bandas armadas" que atacaban instituciones obreras.35 En 1933, la FORA tucumana realizó campañas y mítines para alertar a los trabajadores sobre el peligro del fascismo y se crearon organizaciones intergremiales como, por ejemplo "Obreros Antifascistas", que realizaba diversos tipos de actos. Pero la más importante y activa fue el "Frente Único Contra el Fascismo", surgido por la iniciativa de dirigentes sindicales con auspicios más o menos evidentes de los comunistas, como los de la Unión Chauffeurs y el Sindicato de Obreros Albañiles y anexos, que eran los más activos en la protesta contra el fascismo.
En una provincia donde los políticos de izquierda y los dirigentes gremiales eran, en la mayoría de los casos, las mismas personas, la participación sindical adquirió un destacado protagonismo frente a los partidos políticos y otras organizaciones sociales y culturales. De esta forma, fueron los sindicatos obreros los que aportaron el mayor caudal de militantes y simpatizantes a la lucha contra el fascismo.
Hasta 1935 esta apelación circuló dentro de los márgenes de la protesta propiamente sindical y estuvo limitada por los problemas internos del movimiento obrero, los enfrentamientos y reconciliaciones con la CGT y las disputas políticas de sus dirigentes. Fue recién a partir de ese año que la lucha y la apelación antifascista se abrieron hacia nuevos sectores y entidades y se convirtió en un factor aglutinante y generador de alianzas. En parte porque la vuelta de timón del Comintern, lanzado a la búsqueda de nuevas solidaridades extra obreras, tras el abandono de la estrategia de clase contra clase, dio un impulso crucial a la conformación de coaliciones y frentes. Así como también la "vuelta al llano" del Partido Socialista que al perder su lugar de acción parlamentaria tras la participación electoral del radicalismo y el recambió de conducción por un "ala izquierda" volvió a privilegiar la relación del partido con los trabajadores y la participación en comités aun contra de la dirección nacional.36 Pero fue también la actividad concreta de "bandas armadas" en la provincia la que urgió a los grupos sensibles a la disputa ideológica a entrelazar acciones conjuntas a través del "Comité Popular Contra la Reacción".
Dentro de la dinámica de enfrentamientos generada desde principios de 1935, el atentado al comité Thaelmann tuvo un gran impacto en el mundo sindical, principalmente porque la organización agredida formaba parte de la trama de vínculos tejidos por los gremios para enfrentar a la "reacción". Por esta razón, luego de los hechos de violencia los sindicatos tucumanos declararon la huelga general repudiando el atentando y reclamando la disolución de la Legión.
La utilización de la huelga general como instrumento de lucha contra el fascismo formaba parte de un repertorio de acción conocido por los sindicatos en todo el país, era el más visible y, además, había sido utilizada durante toda la primera mitad de la década del 30.37 En esa oportunidad se solidarizaron Luz y Fuerza, la Unión Ferroviaria, La Fraternidad, la Unión Chauffeurs, el Sindicato Unión de Mozos, los gremios adheridos a la Federación Obrera Local Tucumana (FOLT, adherida a la FORA), la Sociedad de Resistencia de Obreros Sastres, la Sociedad de Obreros y Empleados de Comercio, la Sociedad de Resistencia de Obreros Municipales, la Sociedad de Resistencia de Obreros Metalúrgicos, la Sociedad de Obreros Panaderos, la Sociedad de Resistencia de Difundidores de Prensa, la Sociedad de Resistencia de Obreros Mosaístas y anexos, y todos aquellos agrupados en el "Comité Popular contra la Reacción".
La huelga duró 24 horas y terminó con un mitin de repudio al que - según relatan las crónicas- asistieron 3.000 personas. En él participaron oradores de todas las tendencias y contó con la solidaridad de los comerciantes locales, quienes cerraron las puertas de sus negocios. La jornada de repudio fue ampliamente apoyada en la ciudad. Pero para algunos grupos vinculados a la FOLT y también el Sindicato de Luz y Fuerza no era suficiente y amenazaron con seguir la medida expresando que "en caso de que las autoridades no procedan a disolver de inmediato la Legión Cívica, clausurando el local que le sirve de cuartel y procesando a los responsables directos de los sucesos [...] la huelga continuará indefinidamente".38 A pesar de que no hubo consenso para continuar la medida de fuerza, los sindicatos si exploraron otras estrategias de acción. En tal sentido, organizaron conferencias y actos de repudio exigiendo la disolución de la Legión.
La apelación antifascista había alcanzado su punto más álgido tras el atentado y esta situación tuvo consecuencias en el mundo sindical. La huelga general de protesta fue un punto de inflexión en el proceso de lucha obrera contra el antifascismo en la provincia. Su declaración y su implementación visibilizaron los conflictos dentro del frente intersectorial nucleado en el "Comité Popular Contra la Reacción" donde la vinculación entre lo gremial y lo político encontró sus primeras dificultades y roces. Aunque todavía la mayoría de los sindicatos seguían siendo miembros activos de ese comité de lucha, en todos los procesos de protesta obrera las adhesiones gremiales fueron individuales y los sindicatos prefirieron actuar con nombre propio.
El comité era un espacio de concertación que defendía valores propios del campo de la política como la democracia y las libertades populares. Sin embargo, no tenía injerencia en los asuntos sindicales y, en este sentido, podía llamar a la huelga general pero no declararla, esa era una atribución de los gremios. Por otro lado, el comité debía permanecer ajeno a la lucha estrictamente obrera ya que no era una central sindical, sino un espacio de acción política multisectorial.
Así lo entendieron algunas organizaciones que desautorizaron la intrusión del CPCR en los conflictos gremiales que acontecieron paralelamente a la lucha antifascista. Primero lo hicieron los obreros municipales luego de que los dirigentes del Comité realizaron gestiones en nombre del sindicato y llamaron incluso a declarar una huelga contra la Intendencia. Unas semanas después, el Comité contra la Reacción hizo gestiones para convocar a una nueva huelga general que fueron rechazadas por algunos sindicatos con el argumento de que esos pedidos estaban "motivados por cuestiones políticas" y, fundamentalmente, partidarias.
Fue el Sindicato de Luz y Fuerza -que se había retirado del Comité a mediados de abril- el que a pesar de haber reclamado en un principio continuar la huelga, posteriormente se negó a declararla señalando que el pedido del Comité respondía a tendencias socialistas y comunistas "y que los gremios obreros no necesitan ser dirigidos por políticos para luchar por sus derechos."39 La dirigencia del CPCR, por su parte, se defendió alegando que ambos partidos "dejaban de lado su ideología al integrar el comité."40
Las disputas y los recelos internos visibilizaron las tensiones intestinas del movimiento obrero y dejaron al descubierto la desconfianza de algunos sindicatos frente a la intromisión de elementos ajenos a las organizaciones y las dificultades para consensuar acciones y políticas en un conjunto obrero que distaba de ser homogéneo. Las consignas internacionales, la apelación centrada en una cruzada internacional contra el fascismo y el repudio a las acciones violentas y a un enemigo en común daban márgenes al consenso y fue lo que le permitió al mundo sindical comenzar a aceitar las solidaridades y explotar las alianzas políticas para potenciar sus reivindicaciones. Fuera de ello los trabajos en conjunto se tornaban complejos y los resquemores, especialmente hacia los militantes y dirigentes comunistas, provocaban agudas diferencias entre los sindicatos que formaban parte del Comité.
Pero más allá de las diferencias internas, la percepción de que ese conjunto de solidaridades estructurado en torno a consignas aglutinantes tenía un potencial de fortaleza generó la reacción de un sector de la sociedad que se sentía identificado con las prédicas del diario conservador El Orden. Allí la enérgica protesta obrera contra la ofensiva de la Legión Cívica Argentina encontró su principal opositor. Para el periódico las reacciones sindicales representaban "una exageración" y eran "movimientos populares manejados desde la sombra, por elementos que pretenden erigirse en conductores de masas y tolerados por un gobierno dispuesto, por todos los medios, a atraerse la voluntad del pueblo". "No hay que dejarse confundir", editorializaba El Orden, una cosa era "la protesta honrada de la gente decente, que está en contra de toda delincuencia", y otra es "una huelga general decretada por extremistas, adversarios declarados y lógicos de los extremistas que cometieron el vandálico atentado."41
Frente a la indignación natural de los sindicatos por el atentado contra un comité juvenil, el periódico pretendía instalar y reforzar la idea de un conflicto entre "extremismos". Fascismo y comunismo eran, para el diario, las dos caras de una misma moneda, dos extremismos enfrentados, uno de los cuales -el comunista- era apañado por el "Nepote Máximo", calificativo con el que denominaban al gobernador Campero, a quien gustaba -según el periódico- "exacerbar las bajas pasiones populares". Asimismo, los episodios violentos del mes de abril de 1935 también se leían en clave policial, calificándolos de simples hechos delictivos, aprovechados por los "comunistas", a quienes acusaban de tener una "prédica interesada" y de estar acostumbrados "a vivir de río revuelto."42 De esta forma, en determinados pasajes del diario, uno de los extremismos se convertía en delincuencia común, mientras que en otros se destacaba que la violencia "impele a los extremismos a lanzarse contra sí, en el deseo de aniquilar al adversario político o ideológico."43
Las versiones contradictorias de los hechos que difundía el periódico pueden explicarse por el afán de otorgarles significados acordes a la orientación política que tenía el vespertino. Es decir, los intentos de imponer determinadas visiones de los sucesos formaban parte de la disputa por incrementar o disminuir su potencial reivindicativo. De esta forma, luego de los acontecimientos violentos y de la huida de Kinkelin de la ciudad, quedó en el aire la pugna por otorgar un significado a lo sucedido.44 En ella se enfrentaron El Orden y los valores y grupos que defendía por un lado, y a la militancia antifascista, por otro.
De esta forma, frente a las quejas del sector antifascista por la "actitud vacilante de los poderes públicos en tomar medidas para disolver estas bandas armadas,"45 aquellos que se sentían identificados con las prédicas de El Orden se aferraban a la traducción a términos de "criminalidad común" de los acontecimientos violentos, cuya importancia no debía exagerarse. En ese sentido, para ellos eran argumentos sólidos los abultados prontuarios de los legionarios detenidos tras los hechos de violencia.
Pero mucho más exagerado era el matiz de los argumentos que en esta "lucha de extremismos", caracterizaba a la Legión como "garantía de las instituciones". Era la opinión del diputado nacional conservador Abraham de la Vega, quien explicaba al Congreso Nacional que "La Legión Cívica en Tucumán fue atacada por comunistas de la agrupación llamada `Ernesto Jhaelmann´ (sic) [...] que se caracteriza, juntamente con otras similares, por una acción completamente ilegítima en contra de las instituciones de este país." Obligados por ese motivo, "algunos exaltados [...] cometieron un atropello."46
En la misma línea argumental de "defensa de la Nación" se expresaba Kinkelin. En una nota enviada al Jefe de Policía justificó lo actuado por los miembros de la Legión, "jóvenes inflamados de santa indignación", que ante los insultos y los gritos inconcebibles de "muera la patria" debieron necesariamente arremeter contra "los insolentes." Para el coronel retirado era menester "cerrar los puños antes de que sea demasiado tarde (porque) eso que ha ocurrido [...] es un toque de clarín para los enemigos de nuestra nacionalidad, que si no se avienen a estarse quietos y a disfrutar tan solo lo que les corresponde y el país les da, podrán oír las fanfarrias de la patria en marcha hacia sus nuevos destinos." 47
La "Nación amenazada" por la "conjura sionista-marxista" daba cauce a la violencia que tenía un contenido aleccionador frente a la percepción de que el "peligro rojo" se extendía al igual que "la prédica disolvente de los judíos."48 Aunque, posteriormente, durante el juicio realizado al diario La Gacetapor calumnias, el militar retirado adhirió vehementemente a las versiones que disfrazaban los hechos como "delincuencia común". Kinkelin y los dirigentes locales desconocieron su responsabilidad en los hechos alegando que los perpetradores actuaron en su propio nombre. El jefe de la LCA alegó, además, que fue a Tucumán a "vender álbumes" del Congreso Eucarístico.
Lo cierto es que la disputa por instalar un conflicto entre opuestos o traducirla en hechos policiales cobraba sentido a partir del fracaso de la estrategia legionaria de generar un estado de caos. Era menester, entonces, no sólo deslindar responsabilidades penales, sino también frenar las posibilidades del bando opuesto de hacer uso político de esos acontecimientos. De esta forma, la clave política y las intenciones revolucionarias intentaron ser minimizadas por aquellos que se habían sentido identificados con la causa de la Legión y quienes intentaban impedir que los "políticos demagogos" y los "extremistas rojos" sacaran ventaja de ello.

Después de la violencia. Los usos del antifascismo

En este contexto, la organización del acto del primero de mayo, a menos de una semana del atentado, adquirió una connotación particular. De ese acto participaron casi todos los sectores políticos y obreros "sin distinción de agrupaciones en un anhelo de defensa contra el enemigo común."49 En ese sentido, Andrés Bisso señala que una de las claves de la apelación antifascista fue su utilidad para "definir el ropaje del enemigo" y "para conferir a los grupos unidos heterogéneamente bajo esa apelación, una tradición en común con la cual comulgar."50
Los oradores representaron al comunismo, al socialismo y a los sindicatos. Cada uno de ellos expuso sus demandas particulares, pero coincidieron en destacar la unidad de todos los sectores frente a los peligros de un adversario que se extendía internacionalmente. De esta forma, haciendo referencia a un conflicto a escala planetaria se trasladaba la causa de los trabajadores tucumanos al plano de la "lucha social de los obreros de todo el mundo."51
En definitiva, el antifascismo era una causa internacional a la cual los dirigentes sindicales se aferraron para estructurar su discurso, unirse, movilizarse y luchar; pero actuaba también como un significante capaz de encuadrar a las problemáticas locales en una perspectiva que colocaba a un grupo de obreros sindicalizados de una provincia del interior argentino como parte de una comunidad proletaria internacional.52
Es que, como lo señala Eric Hobsbawm, al son del enfrentamiento entre fascismo y antifascismo que se manifestó en todas las sociedades, no hubo nunca un período en el que se supeditaran tanto los problemas nacionales a los mundiales.53 Como factor de unión y como referencia insoslayable, las cuestiones locales, tanto políticas como económicas y sociales se presentaban entrelazadas con el conflicto del viejo mundo.
En ese sentido, en los actos organizados para protestar contra la presencia de los legionarios y sus bandas armadas podía escucharse a los oradores condenar el militarismo y criticar los proyectos de ley de enseñanza religiosa y de represión al comunismo que se debatían en la Legislatura provincial. El antifascismo era entendido, entonces, como una empresa que liberaría a los pueblos de los males del atraso y la opresión. Asimismo, quienes concurrieron a un mitin del PS en abril de 1935 pudieron escuchar a uno de los oradores, el dirigente socialista Palacín, vincular al fascismo con la existencia de grandes propietarios, "trocados en señores feudales" que crean "la diferencia de las clases".54  En este registro, el antifascismo se erigía en un programa de lucha de los explotados contra los explotadores.
Pero su contenido, tan plurívoco y muchas veces con claro contenido clasista, fue fundamentalmente identificándose con la defensa de la democracia. Algunos oradores hacían referencia "a los que se dicen representantes de la democracia y a los gobiernos como el actual que en el mando se olvidaba del pueblo al que recurrieron para lograr el poder." 55 Otros, como el dirigente socialista Pérez Leirós, señalaba en un acto en la provincia que "la reacción trabaja en todos los terrenos y, soñando con regímenes de terror y vergüenza, quiere cambiar los procedimientos electorales".56
De esta forma, en un escenario donde "el panorama del mundo sugería que la democracia había dejado de ser un destino,"57 el antifascismo ampliaba los márgenes de la lucha por una ciudadanía social, no sólo defendiendo las instituciones democráticas y la ley Sáenz Peña amenazadas por "la reacción", sino buscando ampliar los derechos sociales y políticos de los trabajadores.
El diario El Orden, que hacía del anticomunismo una cuestión de fe, captó perfectamente el contenido social de la prédica antifascista y siguió arengando contra lo que consideraba era una amenaza. Asimismo, entendió que las posibilidades de acción de los grupos obreros estaban vinculadas con una mirada condescendiente y tolerante del gobierno radical con los sindicatos y las acciones que llevaban a cabo. En ese sentido, sus editoriales describían el acto del primero de mayo en estos términos: "El extremismo rojo y los políticos demagógicos realizaban sus prédicas desquiciantes ante la amable complacencia de las autoridades provinciales [...] la ciudad estuvo a merced de las pasiones exaltadas de los extremistas, de los profesionales de las huelgas, de los que aprovechan la confusión para proyectar sus depredaciones."58
Las continuas disputas que atravesaron el mes de abril de 1935 en la provincia y que sirvieron para consolidar las políticas de unidad de un sector y crear una cultura de la solidaridad, también propiciaron y profundizaron el contradiscurso que leía la realidad en clave anticomunista. Aquellos para los cuales la violencia de los grupos nacionalistas era "delincuencia común", los actos y manifestaciones del antifascismo eran "prédicas desquiciantes" y un recurso exagerado que tenía su origen en "las directivas de Moscú." Este dato, no obstante, no es menor, ya que el gobierno de la provincia se negó sistemáticamente a aplicar una política represiva contra el PC.59
En ese sentido, aunque el Partido Comunista no era todavía una fuerza relevante en la provincia (pese a que había incrementado su presencia en el mundo sindical durante los años 30), fascismo y comunismo eran apelativos genéricos utilizados por algunos para definir el sentido del enfrentamiento entre los dos bandos.
Pero más allá de los apelativos y los odios encontrados, las pasiones políticas que se manifestaron en el convulso año 1935 no podían ocultar que de alguna manera los acontecimientos de ese año reeditaron la oposición entre los sectores que se aglutinaron en torno a la imagen de liderazgo del Gral. Uriburu luego de la revolución de septiembre de 1930 y los que entonces fueron desalojados del poder, proscriptos y reprimidos.60 A mediados de la década, el recuerdo de la ruptura del proceso político abierto en 1912 anidaba en discursos que no podían ocultar el desprecio de un sector por las prácticas instauradas tras la ley Sáenz Peña y el afán de otro sector por defender la democracia en un contexto donde estaba siendo cuestionada como modelo político.

Los comités, la guerra civil española y el frente popular

Un año después, el 19 de julio de 1936, el doctor Miguel Critto, diputado radical y futuro gobernador de la provincia, declaraba a su llegada a Tucumán que ya había desaparecido la atmósfera de violencia. Sin embargo, luego de los episodios de 1935, la "cultura" antifascista, así como la dinámica de solidaridades ideológicas y políticas en la provincia, habían quedado afianzadas a través de redes de relaciones sociales que entrelazaban instituciones sindicales con partidos políticos y organizaciones estudiantiles y culturales.
El antifascismo había sido sin duda un significante aglutinante y esa trama de vínculos adquirió diversos perfiles orgánicos a través de la proliferación de comités, los cuáles no sólo tenían un objetivo antifascista, sino que también se estructuraron con diversos propósitos sociales, sindicales y políticos. Entre ellos podemos nombrar a los ya citados "Comité Popular contra la Reacción" y "Comité Thaelmann antiguerrero y antifascista", a los que se sumaron "Comité Pro Central Obrera", "Comité Pro Cooperativa Popular de Luz y Fuerza", "Comité de Relaciones Obreras" (que luego de llamó De Relaciones Gremiales liderado por los obreros de la construcción), "Comité Pro Presos de Bragado en Tucumán", "Comité Pro Ayuda a Los Barrios Inundados", "Comité Contra la Desocupación", etc. Los comités eran espacios de encuentro con una duración acotada, que tenían la ventaja de articular intereses concretos frente a determinado tópico, al que daban visibilidad, y en su interior un amplio campo de grupos sociales convivió, discutió y negoció acciones a seguir.
Esa dinámica asociativa, agilizada en torno a la movilización generada por las consignas antifascistas, alcanzó su punto más crítico a partir de la Guerra Civil española. En la provincia de Tucumán, la agitación por la presencia de Kinkelin había estado caracterizada por el apasionamiento, pero la convicción de que las democracias se aprestaban a dar una batalla final contra el fascismo -como destaca Luis Alberto Romero- fomentó un polo de solidaridad e identificación mucho más atractivo y movilizador.61 En un contexto donde la defensa de la democracia se traducía en antifascismo, la República española supo encarnar, a partir de julio de 1936, todos sus valores.62
Bajo estas especiales circunstancias comenzaron a surgir en Tucumán los primeros comités solidarios con el proletariado español y con la causa del Frente Popular, que activaron la preparación de colectas y la realización de reuniones y actos a los cuales eran invitados especialmente los trabajadores a través de sus sindicatos. La idea de estos organismos era "darle forma orgánica a un anhelo popular, encauzando los sentimientos de solidaridad con los que luchan contra las fuerzas conservadoras."63 Al mismo tiempo, también sirvieron para extender las colectas y dar cauce a los ánimos de colaboración que existían en la sociedad tucumana.
La primera manifestación de trabajo en conjunto bajo la llamada de la Guerra Civil, se articuló en el "Comité Pro Mitin de Solidaridad con el Proletariado Español", cuyo objetivo era organizar un acto y "propiciar un vasto movimiento de opinión pública"64 con "una ideología democrática, con prescindencia absoluta de toda tendencia partidista".65 Luego del mitin -del que participaron todos los partidos de izquierda, varios sindicatos locales y de Santiago del Estero, la FORA, los estudiantes universitarios, centros españoles de la ciudad y sectores de la Unión Cívica Radical- comenzaron a organizarse varios comités cuyas trayectorias se fueron entrelazando.
Los sindicatos cercanos a la CGT se agruparon en la "Comisión Pro Ayuda al Pueblo Español", cuyo objeto era reunir fondos para ayudar a la causa del Frente. En el marco de las acciones en conjunto, los gremios tucumanos pudieron llevar a cabo el anhelo de una central obrera. Si bien esta idea venía circulando entre los sindicatos desde principios de la década, todos los intentos posteriores habían fracasado. Fue recién a fines de 1936 cuando se constituyó la Federación Provincial de Trabajadores (FPT) a partir de los debates y acuerdos surgidos en este comité impulsado por la Confederación General del Trabajo. Esta Federación constituyó, asimismo, un paso importante en la consolidación de las relaciones sindicales entre los gremios tucumanos y la CGT.
Paralelamente, los diferentes sectores solidarios con la causa republicana se fueron organizando en diferentes comités, como el "Centro de Amigos de la República de España" o el "Comité Pro Frente Español", que comenzaron a organizar actos y campañas e hicieron reuniones mixtas con la idea de conformar un Frente Popular en la provincia.
En ese sentido, estos espacios de encuentro fomentaron y profundizaron una "cultura de la solidaridad" que, traspasando los límites sindicales, forjaba vínculos políticos y sociales. Los comités de ayuda a la República y los de clave antifascista, así como los espacios de discusión en torno al Frente Popular, fueron escenarios de ejercicio de prácticas políticas y de construcción de identidades e intereses compartidos que se inscribieron también en los llamados internacionales a distender las fronteras ideológicas para poder forjar alianzas frente a un enemigo común.66 Y aunque si bien los intentos de conformar un Frente Popular, donde los sindicatos participaron activamente, fracasaron por las disputas internas entre socialistas, socialistas obreros, comunistas y radicales, la dinámica y los esfuerzos por forjar ese espacio político fueron importantes avances en los vínculos entre trabajadores y política.
De esta forma, en tanto práctica, coincidimos con Ricardo Pasolini, quien sostiene que el antifascismo fue fundamentalmente un fenómeno de resistencia que sirvió para crear solidaridades y forjar lazos políticos y culturales a través de la constitución de organizaciones pensadas para generar acciones.67
Pero era evidente que, además de "resistir" una ofensiva que se consideraba una gran amenaza para las libertades y los derechos sociales de los trabajadores, los comités promovidos por los sindicatos tucumanos tuvieron el mérito de definir una agenda de problemas y un programa de reivindicaciones que a través de ellos tomó cuerpo y nitidez. Cada comité era, en sí mismo, un problema que se visibilizaba y ponía en locución un conjunto de reivindicaciones que conjugaban lo internacional con lo nacional y lo local y las articulaba con intereses de clase.
En definitiva, la dinámica del movimiento antifascista implicó discursos y prácticas eficaces para instalar en la agenda pública las aspiraciones políticas y sociales de una activa dirigencia sindical. Como parte destacada del mismo, tal dirigencia hizo escuela de política, forjó alianzas, relaciones y erigió a los sindicatos como actores sociales relevantes.

A modo de cierre

Frente a un concepto que se opone a algo, como aquellos precedidos por el prefijo anti, siempre existe algo concreto que se está negando. El antifascismo, no obstante, tuvo la particularidad de negar un campo mucho más amplio de conceptos, tendencias y opiniones de las que la propia palabra dejaba entrever. En ese sentido, el movimiento antifascista modeló un clima de ideas que atravesó toda la década del 30 y tiñó la vida pública y la cotidiana porque se construyó a partir de un fuerte contenido emocional y fue capaz de canalizar, apasionadamente, problemáticas diversas.
La pasión política, uno de los componentes singulares de la acción colectiva en el siglo XX, se manifestó con fuerza en Tucumán en 1935 y 1936.68 Los discursos, los manifiestos, las asambleas y las movilizaciones se caracterizaron por un gran contenido emotivo y pasional. En los episodios violentos y en las protestas y contraprotestas, la exaltación de las pasiones fue siempre un común punto de referencia para quienes pretendían encontrarles una explicación o un sentido. Esto fue así para todos los grupos en tensión ya que como se vio, incluso el diputado conservador Abraham de la Vega explicaba los injustificables excesos de la Legión Cívica Argentina argumentando que "las pasiones cuando salen de cauce pueden ser motivo de todas las extralimitaciones."69
Durante los meses analizados fue el enfrentamiento entre fascismo y antifascismo el que canalizó las pasiones y las exacerbó hasta convertir la ciudad en un hervidero de amenazas y temores. Fueron varios los sectores sociales y grupos políticos que se dejaron entusiasmar por las consignas internacionales, pero la apelación antifascista fue un significante emblemático y fundamental de la actividad obrera en la provincia. De esta forma, durante la década del treinta la lucha sindical y la lucha antifascista se entrelazaron y perfilaron los ejes de actuación del movimiento obrero tucumano.
En tal sentido, durante los años estudiados el movimiento obrero donde convivían socialistas, anarquistas, comunistas, autónomos, radicales y sindicalistas se fortaleció y logró, en cierto punto, hegemonizar los espacios de interacción política al interior de los comités para conseguir, desde allí, que otros sectores se sumaran a las causas que lo afligían. Su destacada presencia en los comités permitió visibilizar y dar voz a un conjunto de sindicatos y dirigentes que, señalados con nombre propio, comenzaron a poner en la agenda pública intereses de clase, demandando también mejores condiciones de trabajo, aumentos de salarios, derechos sociales y políticos.
De esta forma, el antifascismo les facilitó la consolidación de nuevos vínculos y nuevas prácticas políticas. A través de la interacción continua con políticos, estudiantes e intelectuales, el movimiento obrero tucumano conquistó un espacio y se legitimó no sólo como un actor social sino también como actor político. El vínculo entre trabajadores y lucha antifascista se inscribió en un entramado de relaciones y la experiencia acumulada se volcó posteriormente a su práctica propiamente gremial, enriquecida por un cúmulo de nuevas conexiones y contactos. Al calor del apasionamiento por una batalla que se libraba a escala mundial contra la amenaza del fascismo nuevos actores sociales y políticos irrumpieron en el espacio público tucumano.

NOTAS

* Se agradecen los comentarios de los evaluadores anónimos de la Revista Población & Sociedad.

1 Palabras del concejal de la UCR ángel Zampella en sesión especial del Concejo Deliberante, reproducidas en La Gaceta, 26.04.1935.         [ Links ]

2 La Legión Cívica Argentina fue la organización paramilitar de corte nacionalista, antisemita y anticomunista más importante durante la primera mitad de los años 30. Esta organización tuvo reconocimiento oficial durante el gobierno de General Uriburu y status legal a partir del mandato del presidente Justo en 1932. Funcionó como una suerte de "guardia blanca" del General Uriburu y del sistema conservador a partir de 1931. No obstante, es importante señalar, como destaca Marcus Klein, que su pensamiento no fue estático y evolucionó durante la década, desde un conservadurismo católico más vinculado con el pensamiento contrarrevolucionario europeo, hacia un populismo nacionalista al promediar la década, para virar, hacia finales de los treinta hacia un protofascismo. Véase Klein, Marcus, "The Legión Cívica Argentina and the Radicalisation of Argentine Nacionalismo during the Década Infame", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol.13, Nº 2, julio-diciembre de 2002.         [ Links ]

3 El concepto "formas de ser del antifascismo" fue tomado de Bisso, Andrés, Acción Argentina. Un antifascismo nacional en tiempos de guerra mundial, Buenos Aires, Prometeo, 2005.         [ Links ]

4 Considero importante señalar que la bibliografía sobre la historia de la provincia de Tucumán durante la década del 30 no es muy abundante. A partir de la última década esta tendencia pareciera comenzar a revertirse con la aparición de nuevas tesis de licenciatura y maestría, así como también trabajos de investigación inéditos que centran su mirada en los años que transcurren entre 1930 y 1943. En ese sentido, aunque las referencias existentes están mayormente concentradas en los aspectos políticos del período, son invaluables para emprender el camino de repensar esa década en la provincia.

5 Tanto Defensa Provincial Bandera Blanca como el Partido Demócrata reconocían el mismo origen conservador, el Partido Liberal. Sin embargo, DPBB estaba conformada por los sectores jóvenes del conservadurismo y se presentaba como una nueva fuerza política, con un programa basado en la realización de una obra de gobierno tendiente a solucionar las falencias sanitarias y educativas de los sectores sociales más desprotegidos. Mientras que el Partido Demócrata, en cambio, era una coalición de fuerzas conservadoras que aspiraba a conformar un organismo partidario que interpretara los anhelos institucionales del golpe del 6 de setiembre de 1930, restaurando el orden y las instituciones que se habían visto alteradas durante la etapa del gobierno radical. (1916-1930). Véase Parra, Graciana, El 'reformismo social' conservador tucumano: el partido "Bandera Blanca" (1927- 1934), Tesis de licenciatura, Universidad Nacional de Tucumán, inédita, 2006.         [ Links ]

6 Torres, José Luis. Los perduellis, Apuntes Históricos para el estudio del presente político, Buenos Aires, Editorial Freeland, 1973.         [ Links ]

7 Parra, Graciana, El 'reformismo social'...op cit.

8 Véase "Informe del General de Brigada Luis A. Casinelli, motivado por las funciones de observador enviado por el Superior Gobierno de la Nación a la provincia de Tucumán", Archivo Agustín P. Justo (APJ);         [ Links ] Archivo General de la Nación (AGN), Caja 62, Doc. 23-24,         [ Links ] Parra Graciana, "Una nueva desilusión de los conservadores. Derrota electoral del Partido Demócrata Nacional, Tucumán 1934.", en Actas de las VII Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el noroeste argentino, Tucumán, 2007 y Parra,         [ Links ] Graciana, El 'reformismo social'...op cit.

9 Miguel Campero había sido gobernador de la provincia en 1924-1928 y durante su mandato se habían promulgado una serie de leyes sociales de alto impacto como la Ley de Asistencia Médica en los Ingenios y el "Laudo Alvear", que regulaba la producción y comercialización del azúcar en tono de justicia distributiva. De esta forma, tanto dentro de la Unión Cívica Radical, como en la sociedad en general, la imagen de este político era positiva y su postura conciliadora era vista como la alternativa perfecta para lograr apaciguar las pasiones políticas de la provincia. Véase Lichtmajer, Leandro, El radicalismo tucumano ante la irrupción peronista. Estrategias, cambios y continuidades (1942-1949), Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional de Tucumán, 2007.         [ Links ]

10 La Gaceta, 26.04.1935.         [ Links ]

11 Declaraciones de Ernesto Miau, reproducidas por La Gaceta, 17.06.1936.         [ Links ]

12 Palabras del concejal de la UCR ángel Zampella en sesión especial del Concejo Deliberante, reproducidas en La Gaceta, 26.04.1935.         [ Links ]

13 Carta del Pbro. Amancio González Paz, capellán del Ejército, contestando las apreciaciones del concejal radical ángel Zampella, publicada en El Orden, 26.04.1935 y Reproducción de la Sesión del Concejo Deliberante,         [ Links ] La Gaceta, 26.04.1935.         [ Links ]

14 La Gaceta, 26.02.1935.         [ Links ]

15 Sobre este asunto véase Devoto, Fernando, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, 2002.         [ Links ]

16 Cristián Buchrucker señala que los grupos nacionalistas esperaban una crisis política para comenzar a actuar con apoyo del ejército. En ese sentido, este autor afirma que la intervención de la provincia de Buenos Aires fue la única oportunidad que pudo haberse leído como "de crisis política" pero, no obstante, los militares no pudieron movilizar tropas. La Legión Cívica lo hizo, pero la operación fue prontamente desarticulada por el ejército. Buchrucker, Cristián, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1987,         [ Links ] e "Interpelación al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Iriondo, sobre actividades de la Legión Cívica, Cámara de Diputados de la Nación, reproducido in-extenso en La Gaceta, 01.07.1935 al 06.07.1935.         [ Links ]

17 Diario de Sesiones del Concejo Deliberante de la Ciudad de San Miguel de Tucumán, Sesión extraordinaria del 25 de abril de 1935, reproducido en La Gaceta, 17.06.1936.         [ Links ]

18 La Gaceta, 30.03.1935.         [ Links ] No podemos definir con certeza la composición plena del comité. No obstante, por declaraciones de la Legión Cívica y datos de la prensa sabemos que efectivamente lo conformaban: la Federación Universitaria Tucumana Insurrexit, Partido Socialista, Agrupación Juvenil Socialista y sus centros de Villa Luján, Ciudadela, Sud y Oeste, Partido Comunista, Federación Juvenil Comunista, Socorro Rojo Internacional, Brazo y Cerebro, Comité Juvenil Thaelmann, Asociación Pro-Cer, Sindicato de Mozos, Sindicato de Luz y Fuerza, Transporte, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria FFCC Central Argentino, Sindicato de Tallistas, Sindicato de Oficios Varios, Sindicato de Sastres, Sindicato de Albañiles, la Sociedad de Empleados y Obreros de Comercio y algunos comités barriales. Sin embargo, podemos inferir, por otros datos, que eran muchos más los sindicatos participantes.

19 Diario de Sesiones del Concejo Deliberante de la Ciudad de San Miguel de Tucumán, Sesión extraordinaria del 25 de abril de 1935, reproducido en La Gaceta, 17.06.1936.         [ Links ]

20 Ibídem

21 Sandra McGee destaca que los miembros de la Legión empezaron a advertir sobre el "desplazamiento de Justo hacia la izquierda" y sobre la necesidad de tomar cartas en el asunto. McGee Deutsch, Sandra, Las Derechas. La extrema derecha en la Argentina, el Brasil y Chile. 1900-1939, Quilmes, Ed. UNQ, 2005.         [ Links ] Alberto Spektorowski, por su parte, señala que a partir de mediados de la década de 1930 el discurso de la Legión tomó un cariz bien definido en favor de un cambio revolucionario tanto político como social en pos de un estado nacionalista. Spektorowski, Alberto "Argentina 1930-1940: nacionalismo integral, justicia social y clase obrera", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 2, Nº 1, enero-junio de 1991.         [ Links ] Algunos autores ubican a la intervención a la provincia de Buenos Aires, en marzo de 1935, como el acontecimiento que terminó por enfrentar a la Legión con el gobierno nacional provocando la profundización de su violencia. Klein, Marcus, "The Legión Cívica Argentina and the Radicalisation of Argentine Nacionalismo during the Década Infame", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol.13, Nº 2, julio-diciembre de 2002.         [ Links ] Sobre las acciones de la Legión en otras partes del país véase: Iñigo Carrera, Nicolás "La clase obrera y la alternativa parlamentaria (1932-1936): el Partido Socialista", en Hernán. Camarero y Carlos Miguel Herrera, (Comp.) El Partido Socialista en Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2005,         [ Links ] e Iñigo Carrera, Nicolás, «La huelga general como forma de lucha contra el fascismo. Argentina 1930-1935», en Actas de las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Tucumán, 2007.         [ Links ]

22 Sobre la presencia del debate internacional en la vida cotidiana, véase Bisso, Andrés, "Sociabilidad, ocio y política en el interior de la provincia de Buenos Aires en la época de la restauración conservadora (1932-1943)", en Actas de las XI° Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia, Tucumán, 2007.         [ Links ]

23 Furet, François El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, México, FCE, 1995.         [ Links ]

24 Este autor utiliza el concepto de "apelación antifascista" para referirse a este antifascismo y diferenciarlo de aquel claramente vinculado a la lucha contra el régimen de Mussolini. Bisso, Andrés, Acción Argentina. Un antifascismo nacional en tiempos de guerra mundial, Prometeo, Buenos Aires, 2005.         [ Links ]

25 La Gaceta, 31.03.1935.         [ Links ]

26 La Gaceta, 01.04.1935.         [ Links ]

27 La Gaceta02.04.1935        [ Links ]

28 Para una descripción del estado de polarización política en la provincia, véase Jorrat, Marcela, Expresiones del antisemitismo. Recepción de la política racial nazi y cultura política en Tucumán, tesis de Maestría en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Tucumán, inédita, 2006.         [ Links ]

29 Resolución de la Jefatura de Policía, reproducida en La Gaceta, 12.04.1935.         [ Links ]

30 En ese sentido, Fernando Devoto señala que los grupos que acompañaron el golpe de Estado del 1930 y que comenzaron a desarrollar sus acciones a partir de allí, eran organizaciones nuevas con clara predisposición a la acción por sobre la apelación a doctrinas y programas. Devoto, Fernando, Nacionalismo...op cit

31 La Gaceta, 15.04.1935.         [ Links ]

32 Discurso de José Lozano Muñoz en mitin radical contra la Legión Cívica, La Gaceta, 14.05.1935.         [ Links ]

33 Diarios como "La Razón", "La Nación" y "Noticias Gráficas" se ocuparon del tema.

34 El Orden, 26.04.1935.         [ Links ]

35 Este llamado tuvo un recorrido accidentado. En 1932 la CGT se mostró activa al respecto, al igual que la FORA. Posteriormente, la Confederación minimizó la presencia de actividades fascistas provocando el descontento entre sus afiliados. Tal fue la magnitud del descontento que en 1934 rectificó su posición y preparó un plan de acción para abocarse a la lucha contra la "amenaza fascista" llegando incluso a sugerir la formación de milicias obreras. Resulta, no obstante, complejo determinar los cruces y las trayectorias del sector antifascista vinculado al movimiento obrero en la provincia antes de 1935 porque las fuentes tienen algunas limitaciones en ese sentido. No obstante, podemos dar cuenta de que una de las primeras manifestaciones del movimiento obrero tucumano en clave antifascista se inscribió en un enfrentamiento con la dirigencia de la Confederación General del Trabajo (CGT). Varios sindicatos, entre los cuales se destacó la Unión Ferroviaria, buscaron presionar a la central obrera para que exprese una definición sobre su rol en la lucha contra el fascismo. En ese sentido, lo sucedido en la provincia coincide con un informe reservado de la Sección Orden Social de la Policía de Buenos Aires que señalaba la presión que ejercían varios sindicatos sobre la CGT para la definición en el problema del fascismo. El informe concluía que esas intimaciones estaban relacionadas con la "ingerencia (sic) de elementos políticos" que frente a las amenazas sufridas "están haciendo esfuerzos desesperados para obtener un pronunciamiento de los distintos organismos obreros." Informe reservado, Jefatura de Policía, Sección Orden Social, Capital Federal. Archivo APJ (AGN), Caja 45, Doc. N° 160.         [ Links ]

36 La revista Izquierda, donde escribían varios miembros de la Federación Socialista Tucumana, destacaba el hecho de que algunas Federaciones, como la tucumana, participen activamente en comités populares a los que se oponían los dirigentes partidarios. Véase Izquierda, Agosto-septiembre de 1935, Año 1 Número 7.         [ Links ] Véase Ullivarri, María, "El Partido en su laberinto. La Federación Socialista Tucumana, 1931-1937" en Historia Regional, Sección Historia, ISP N°3,         [ Links ] Año XXI, N° 26, 2008.         [ Links ]

37 Véase, Iñigo Carrera, Nicolás, «La huelga general como forma de lucha contra el fascismo. Argentina 1930-1935», en Actas de las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, 2007.         [ Links ]

38 Resolución del Sindicato de Luz y Fuerza, reproducido en La Gaceta, 26.04.1935.         [ Links ]

39 El Orden, 26/05/1935.         [ Links ]

40 El Orden, 26/05/1935.         [ Links ]

41 El Orden, 28.04.1935.         [ Links ]

42 El Orden, 28.04.1935.         [ Links ]

43 El Orden, 25.04.1935.         [ Links ]

44 Kinkelin "huyó" a Salta dos días después del atentado y la prensa empezó a registrar desórdenes similares a los producidos en Tucumán en esa provincia.

45 La Gaceta, 16.04.1935        [ Links ]

46 "Interpelación al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Iriondo, sobre actividades de la Legión Cívica. Cámara de Diputados de la Nación, reproducido in-extenso en La Gaceta, 01.07.1935, 02.07.11935, 03.07.1935, 04.07.1935, 05.07.1935 y 06.07.1935.         [ Links ]

47 El Orden, 02.04.1935.         [ Links ]

48 Carta de Emilio Kinkelin al Jefe de Policía, reproducida en El Orden, 02.04.1935.         [ Links ]

49 Fragmento del discurso del delegado del PC de apellido Mónaco, El Orden, 02.05.1935.         [ Links ]

50 Bisso, Andrés, Acción Argentina....op cit, p. 55.

51 Discurso de Albino Vischi, del PS, reproducido en El Orden, 01.05.1935.         [ Links ]

52 Sobre la perspectiva del antifascismo como articulador entre lo nacional y lo internacional, véase Pasolini, Ricardo "El antifascismo como problema: perspectivas historiográficas y miradas locales", en Boletín Bibliográfico Electrónico del Programa Buenos Aires de historia política, Año 1, Número 2, septiembre de 2008, en http://historiapolitica.com/boletin         [ Links ]

53 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2000.         [ Links ]

54 La Gaceta, 15.04.1935.         [ Links ]

55 El Orden, 02.05.1935.         [ Links ]

56 La Gaceta, 15.04.1935.         [ Links ]

57 Halperín Donghi, Tulio, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, p. 24        [ Links ]

58 El Orden, 02.05.1935.         [ Links ]

59 A fines de 1934 el ministro del Interior Leopoldo Melo apoyó una campaña de "localización de soviets" que fue minimizada en la provincia. Posteriormente, en 1936 lo sectores conservadores intentaron dar sanción al proyecto de ley de represión al comunismo en la provincia que fue postergado y finalmente no se sancionó. La existencia de ese proyecto en la Legislatura provincial, que iba acompañado de otro de enseñanza religiosa en las escuelas, provocó un intenso debate público sobre la libertad de opinión y de culto, del que participaron amplios sectores de la sociedad.

60 Véase Finchelstein, Federico, Fascismo, liturgia e imaginario. El mito del general Uriburu y la Argentina nacionalista, Buenos Aires, FCE, 2002.         [ Links ]

61 Luis Alberto Romero, Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1994,p.110.         [ Links ]

62 Furet, François, El pasado...op cit.

63 Manifiesto del Comité Pro Mitin de Solidaridad con el Proletariado Español, publicado en La Gaceta, 23.08.1936.         [ Links ]

64 La Gaceta, 23.08.1936.         [ Links ]

65 La Gaceta, 26.08.1936.         [ Links ]

66 Montenegro, Silvina, La Guerra Civil Española y la política argentina, Tesis de Doctorado, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2002.         [ Links ]

67 Pasolini, Ricardo "El nacimiento de una sensibilidad política. Cultura antifascista, comunismo y nación en Argentina: Entre la A.I.A.P.E. y el Congreso Argentino de la Cultura, 1935-1955", en Desarrollo Económico, n° 179, Oct-Dic., 2005 y Pasolini,         [ Links ] Ricardo "El antifascismo como problema: perspectivas historiográficas y miradas locales", en Boletín Bibliográfico Electrónico del Programa Buenos Aires de historia política, Año 1, Número 2, septiembre de 2008, en http://historiapolitica.com/boletin        [ Links ]

68 "Nada más característico de ese siglo que lo que mi amigo Antonio Polito califica de 'uno de los grandes demonios del siglo XX: la pasión política'" Hobsbawm, Eric, Años interesantes, Buenos Aires, Planeta-Crítica, 2003, p. 125.         [ Links ]

69 "Interpelación al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Iriondo, sobre actividades de la Legión Cívica. Cámara de Diputados de la Nación, reproducido in-extenso en La Gaceta, 01.07.1935 al 06.07.1935        [ Links ]

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