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Población y sociedad

versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.16 no.2 San Miguel de Tucumán jul./dic. 2009

 

RESEÑAS

Argentina-Brasil 1850 -2000. Un ensayo de historia comparada
Fernando Devoto; Fausto Boris, Buenos Aires, Sudamericana, Traducción de Alfredo Greco y Bavio (Brasil e Argentina. Um ensaio de história comparada (1850-2002), 2004), 2008.

Me ha tocado en suerte leer un buen libro de historia. Se trata de un largo ensayo de historia comparada desde una lectura sincrónica entre Argentina y Brasil llevada a cabo por dos prestigiosos historiadores originarios de sendos países. En algún acercamiento a la historia brasileña hemos tenido que chapucear el portugués al leer la Historia do Brasil de Boris Fausto, reconocido no sólo en estas regiones sino también allende el mar; más conocedores de la realidad del campo local, no podemos desconocer la relevancia de los aportes de Fernando Devoto, ya sea en sus estudios sobre historiografía o inmigración.
Podemos no dominar la teoría sobre historia comparada, pero ya en la introducción encontramos los fundamentos que nos brindan nuestros autores para justificar su apuesta. Cómo trabajar un tema tan vasto es la primera pregunta que surge, y aquí la decisión y las declaraciones de los historiadores se yerguen sobre las dudas: sin desconocer los aspectos que se privilegian, la escala nacional brinda una visión de conjunto donde se unifican en torno al Estado las dinámicas de los individuos, los grupos y las instituciones. De este modo y sin caer en el absurdo de las totalizaciones, se logra homogeneizar un objeto de estudio complejo. Y de hecho no se generaliza al paroxismo porque existe un esfuerzo por contemplar las diversidades regionales y hasta brillan ciertas pinceladas de observaciones que escapan por completo al dominio de la historia política o institucional. Desde luego que el peligro del nacionalismo historiográfico que manifiestan los autores no hace mella en el ensayo.
La lectura es suave y cautivante, a esto contribuyen sin duda los procesos, tan ricos en complejidad y originalidad; lo primero es sin duda crédito de los autores en su vocación narrativa. Existen algunos breves tramos de debate teórico que permiten a los entendidos saber cuáles son las elecciones de los autores pero predomina un discurso sumamente accesible que demuestra la vocación de una obra de divulgación. Pongamos por caso el inicio del capítulo 4. Allí, en una página y media, se presenta la conceptualización de O' Donnell del Estado Burocrático Autoritario, se mencionan algunas críticas y variaciones y rápidamente se pasa a los casos concretos. De esta manera, aquel que conoce la teoría puede valorar, criticar, rechazar, coincidir o ignorar las elecciones de quien escribe -en este caso Fausto- pero el lector lego no se enmaraña con un tratado de teoría política, de modo que el ritmo de lectura no se estanca.
Con la misma habilidad se plantan los autores ante polémicas que podrían resultar desgastantes. Por ejemplo, en el excelente apartado sobre la Guerra de la Triple Alianza -en este caso Devoto-, leemos el siguiente párrafo:

Las respuestas acerca de las razones de la guerra son múltiples. Desde luego ellas tienen que ver con la política y no con la economía, como han sugerido algunos autores. La tesis de una conspiración regenteada por Inglaterra para destruir el desarrollo independiente paraguayo y asentar la hegemonía económica británica, sobre todo en la región platense, carece de adecuada documentación de soporte. Aunque es indudable el papel que la City de Londres desempeñó en financiar ese proceso y que aquellos coligados contra Solano López compartían una visión librecambista y favorable al capital extranjero (que por entonces quería decir capital inglés).

La Guerra del Paraguay, partiendo de la vergüenza por haber sido exageradamente violenta y exageradamente reivindicada por un nacionalismo obtuso, generó feroces críticas. Sin desatender la connotación negativa que subyace a la mayoría de las lecturas actuales de aquella sangría, no descarta las teorías conspirativas más populares porque sí, sino por falta de pruebas.
Quizás la niña mimada de la perspectiva comparada entre Argentina y Brasil sea la reciprocidad entre varguismo y peronismo en el marco de los estudios sobre el populismo latinoamericano. No se ha sobredimensionado el tema en el ensayo, es decir, dentro del diseño del libro no aparece como el tema central. Más bien parecen ponerse en cuestión los discursos que simplifican las semejanzas entre Vargas y Perón. Sin dejar de convenir en las características propias de los momentos históricos en que ambos personajes convivieron y las líneas comunes que los asimila, dedican un parágrafo completo a marcar cuáles son las  diferencias respecto a la percepción de la política de ambos dirigentes y a la actitud por ellos tomada frente a las bases de apoyo con que contaban.  
No es la pretensión de esta reseña enumerar uno a uno los temas tratados en nuestro libro, sólo se mencionan algunos por no dejar el comentario vacío de ejemplos. Quedan al lector algunas impresiones generales después de leer el ensayo, hay una especie de efectividad en el texto. De alguna manera, la consecuencia es que la impresión sea netamente comparativa. En el punto de partida, hacia 1850, tenemos un Brasil con una organización estatal, una burocracia y un ordenamiento institucional, además de un territorio más comunicado entre sí; mientras que en la Argentina nada de esto existía: era una confederación sin estructura central no más unificada que por la persistente promesa de una futura constitución. Cuando ésta llegara sería tan  flexible que brindaría cierto equilibrio que compensaría las desigualdades que favorecían a Buenos Aires y permitiría consolidar una estabilidad que duraría hasta 1930. Mientras tanto Brasil sería refundado para tener una república oligárquica descentralizada. La democratización en el sur llegaría antes, mientras que el sistema político brasileño no dejaría de excluir de la ciudadanía política a través del voto capacitario a grandes sectores de la población, hasta muy entrada la segunda mitad del siglo XX.
En otro orden de cosas el movimiento obrero aparece más cohesivo y fuerte; inclusive con más peso dentro de los movimientos que les brindaron mayor participación. En la economía los productos argentinos parecen haber tenido más entrada en los mercados, por lo tanto, en relación con la población, si el PBI resultaba equivalente, haciendo la cuenta per cápita las diferencias eran sustantivas. Pero al momento de las crisis la economía brasileña mostró mayor agilidad de respuesta basada sobre todo en la capacidad y la vocación de diversificar la producción en general y los productos para el mercado internacional.
Un claro punto de diferencia radica en las relaciones exteriores. Brasil se mantuvo siempre posicionado cerca de los Estado Unidos, y pudo consolidar por medio de la reciprocidad esa relación. En cambio la Argentina, con una política exterior mucho más errática miraba a Europa cuando no a sí misma. Otra diferencia la hallamos en la virulencia de los procesos: a simple vista los procesos fueron más radicales en Argentina. Las impugnaciones fueron más extremas y las represiones más sangrientas; los casos a mencionar pueden ser muchos: la acción de los grupos integristas fue más violenta, la lucha armada revolucionaria fue más violenta, las olas represivas de los gobiernos militares fueron más violentas... Si uno pusiera en un gráfico esta cuestión veríamos dos curvas de Kondratiev: en el caso brasileño la curva sería suave, los puntos de inflexión relativamente cercanos al centro; en el caso argentino, la curva sería mucho menos suave y los puntos de inflexión alejados del centro, como cobrando más violencia cada vez, un juego digno de Keynes.
Sugiere el libro a quien escribe, si el lector lo permite, una reflexión cándida. Pasados cinco siglos de opresión, uno y medio de rivalidades y tantos pero tantos años de promesas incumplidas, la integración regional parece una oportunidad con buenas perspectivas.
Seguramente seguirán quedando cuentas pendientes, pero el camino ya está en marcha. En este marco, un estudio de historia comparada entre Argentina y Brasil que proyecta ser superado más que superador merece una bienvenida. Los puntos de vista que alejaron a ambos países y que generaron distancias y enfrentamientos, cuando no estuvieron guiados por intereses mezquinos lo fueron lisa y llanamente por ignorancia. No sé si los historiadores podemos hacer algo contra los intereses mezquinos, pero cada aporte por conocer lo distinto serán  contribuciones para que nuestros pueblos crezcan. Sólo conociendo y haciendo manifiestas nuestras diferencias podremos hacer una historia común y, quién sabe, dejar conformes a los que tienen ambiciones de grandeza mientras que paralelamente crecen las oportunidades para los postergados de toda nuestra dramática -y en eso sí común- historia. Que del nacionalismo barato se ocupen los periodistas deportivos mientras los pueblos tengamos el juego como único espacio de disputa.
Sin dudas existirán aspectos para criticar. Algún lector puede rebatir los argumentos de los autores en tal o cual tema, pero para ello se requeriría de una erudición capaz de soportar la réplica. Alguien podría haber preferido algo más de contexto internacional, algún supuesto más explayado sobre el mundo bipolar, algo sobre el impacto de la teoría del tercer mundo o la organización de los países no alineados. Pero lo cierto es que resultaría injusto pedirle al ensayo que se extienda más sobre los temas que más interesan a quien lee; máxime cuando escapa a la propuesta inicial. Por ello, la prudencia y la honestidad nos reclaman volver al interés declarado de los autores al plantearse los objetivos del libro: es un punto de partida y no un punto de llegada.

Carlos Fernando Hudson

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