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Población y sociedad

versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.18 no.2 San Miguel de Tucumán jul./dic. 2011

 

RESEÑAS

Los guardianes de Baco. Artesanos toneleros e industrias de recipientes de vino en Mendoza y San Juan, Rrgentina (1885-1930).
Eduardo Pérez Romagnoli, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2008, pp. 123.

 

Aunque el proceso de industrialización en Argentina es sin dudas uno de los tópicos más estudiados y discutidos por la historiografía, los abordajes distan aún de abarcar aspectos fundamentales de su historia, sobre todo si ubicamos esta cuestión desde una perspectiva regional. En este contexto de vacíos historiográficos, los trabajos de Eduardo Pérez Romagnoli (que ya llevan más de una década) centrados en el desenvolvimiento de la vitivinicultura moderna en Argentina y su capacidad de "derrame" en la economía regional como "inductora" de actividades auxiliares, representan un avance fundamental para el estudio de la industrialización en el interior del país entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Si bien el fuerte de sus investigaciones estuvo orientado a la actividad metalúrgica, como reparadora y constructora de piezas y equipos para las bodegas y los cultivos, en esta ocasión el autor prestó especial atención a una actividad con características diferentes a la mencionada, aunque no por ello menos importante dentro de la cadena productiva de la vitivinicultura de entonces. Nos referimos a la producción regional de vasija vinaria (más conocida como la tonelería) una actividad que, al igual que la metalúrgica, estuvo desde los orígenes del nuevo modelo socioeconómico vinculada a la producción del vino.
En efecto, la vitivinicultura moderna y la consiguiente elaboración de vino de mesa en gran escala motivaron, tanto en Mendoza como en San Juan, una creciente demanda de vasijas de madera para su transporte en ferrocarril hacia los centros de consumo, particularmente el mercado del litoral en expansión. En este contexto, la figura del tonelero cobró una particular relevancia en un doble sentido: por un lado, representó un actor clave por el lugar estratégico que ocupó dentro del sistema de transportación y comercialización del vino (por lo menos hasta que se difundió el embotellado en origen); por otro, porque paradójicamente, se  lo puede ubicar como uno de los eslabones más débiles de la cadena productiva debido a su total dependencia de la demanda de los bodegueros.
A lo largo de nueve capítulos,  el autor elabora una suerte de "arqueología del conocimiento práctico", rescatando un oficio extinto como el del tonelero, cuyos orígenes se ubican en los tiempos tempranos de la elaboración artesanal del vino y perduran hasta la década de 1940, cuando se produjo su ocaso. En este sentido, Pérez Romagnoli indaga en la conformación y desarrollo de la actividad artesano-industrial regional reparadora y productora de cascos de madera, vinculada al almacenamiento y transporte del vino.
Si bien en la primera mitad de la obra (capítulos I al V) se prioriza un tono descriptivo, resulta obligado destacar la erudición del autor y el objetivo manifiesto de reconstruir los orígenes de la tonelería artesanal antes del tránsito a la vitivinicultura moderna y las vicisitudes que supuso la reconversión del sector debido a las necesidades de almacenamiento y transporte impuestos por el nuevo modelo socioeconómico.  En este sentido, se abordan temas como el peso cualitativo que supuso el aporte inmigratorio (principalmente de procedencia mediterránea) en el armado de cascos; la distribución espacial de las tonelerías dentro de la zona productiva a lo largo del período; para luego realizar una clasificación de los talleres de tonelería de acuerdo a su relación con la bodega moderna (ya sea integrada o como un establecimiento independiente), su nivel técnico (tonelerías artesanales o mecanizadas) y su ubicación espacial (locales o ubicadas fuera de la región).
Un apartado especial (capítulo III) se dedica a las empresas extranjeras, no sólo por el lugar de preeminencia que ocuparon en la provisión de recipientes a las bodegas, sino porque constituían las principales proveedoras de cascos de madera fabricados con materia prima extranjera (especialmente de Francia y los Estados Unidos) lo que se engarza con una problemática decisiva: la falta de condiciones de las maderas locales para el buen almacenamiento del producto. Asimismo, en el capítulo V se analiza la estructura comercial desarrollada en torno al almacenamiento del vino, donde se destaca una práctica bastante extendida, como fue el alquiler de cascos y vasijas, motivada por la crónica escasez de recipientes en  relación a la creciente demanda.
En los capítulos VI al IX, la obra adquiere una estructura diferente. A partir de allí se abordan dos tipos de problemáticas de diferente índole, pero estrechamente conectadas debido a las características que asumió la vitivinicultura capitalista en la región: por un lado, los inconvenientes para la buena conservación del producto y, por otro, los conflictos suscitados entre los trabajadores y los bodegueros. En efecto, y como ya se mencionó anteriormente, los problemas para la conservación se vincularon a la inadecuación de la materia prima local para sustituir al roble y la escasez de vasijas para una producción en aumento (capítulos VI y VII). El autor detalla  las diferentes alternativas que se ensayaron para sortear esta dificultad (tentativas que tuvieron como protagonistas no sólo a emprendedores particulares sino a los empresarios bodegueros y hasta el mismo Estado), buscando sustituir el roble por maderas nativas, además de aumentar la producción de vasijas para contrarrestar su insuficiencia estructural. Más allá de los diferentes intentos, esta situación de escasez permanente sólo se revirtió cuando cambiaron las formas de almacenamiento para el transporte del vino de mesa, es decir, con la introducción de vagones-tanque y la incorporación de cubículos de otros materiales, como cemento armado.
Para explicar los conflictos laborales del sector, el autor se apresura a indicar que el oficio del tonelero fue altamente demandado durante todo el período de estudio, sobre todo por bodegas integradas y sociedades importadoras y comercializadoras de cascos de madera. Además de ser conscientes del lugar estratégico que ocupaban en la modalidad de transporte del vino, los toneleros, tras una temprana agremiación, utilizaron la huelga como forma recurrente de defensa de sus intereses. Vinculados en un principio al socialismo y en las primeras décadas del siglo XX a la FORA, fueron comunes las acciones directas para presionar por reivindicaciones salariales y mejores condiciones en los contratos de trabajo. Lógicamente, esta capacidad de presión fue mermando a medida que el transporte de vino tomó otro formato hasta el abandono del tonel de madera para el transporte masivo, a mediados de siglo XX.
Empero, no debe interpretarse que el tonelero estuvo siempre en una situación asimétrica como dependiente de la demanda de los bodegueros. Dentro de una economía regional con márgenes de movilidad social, existieron casos de toneleros exitosos que diversificaron sus inversiones a otros campos. Es así que en el capítulo VIII se detalla el derrotero de ex toneleros devenidos en bodegueros o viñateros, algunos que invirtieron en el sector inmobiliario urbano y rural y otros que incursionaron en el circuito del crédito informal cubriendo, como señala el autor, los vacíos dejados por las instituciones crediticias aún en formación.
Por último, en el capítulo IX se examina un tema donde si bien los toneleros no son los actores principales, su incidencia es directa en la actividad. Se trata de los diversos ensayos para sustituir el envasado en madera por botellas de cristal de fabricación local. Si bien desde el inicio se identifican tentativas en este sentido, los ensayos más sólidos se dieron entrado el siglo XX y fueron motivados por dos factores: la mencionada escasez constante de recipientes de madera y la necesidad de contrarrestar la adulteración del producto en la cadena de comercialización a través del envasado en origen. Aquí como en la sustitución de toneles con maderas locales, tuvieron participación los mismos actores involucrados en la actividad, aunque las iniciativas no pudieron quebrar la fuerte influencia de cristalerías y embotelladoras del litoral, las que, a mediados del siglo XX, se transformaron en proveedoras de botellas para las bodegas que incorporaron la modalidad de envasado en origen.
En suma, nos encontramos frente a un trabajo original en lo que se refiere a la temática y el modo de abordarlo. Su importancia reside no sólo en la reconstrucción de la "vida y muerte" de un oficio artesano-industrial sino que significa un avance en los estudios sectoriales, que permite pensar con mayores fundamentos las posibilidades de una agroindustria como impulsora de procesos localizados de industrialización en regiones del interior de una Argentina predominantemente agroexportadora.

Daniel Moyano
Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET - UNT)

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