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Población y sociedad

On-line version ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.19 no.2 San Miguel de Tucumán July/Dec. 2012

 

RESEÑAS

Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciudad de México, 1876-1888.
Fausta Gantús, El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 2009, pp. 441.

 

La historia política latinoamericana del siglo XIX ha experimentado en las últimas décadas una importante renovación. Nuevos temas han adquirido relevancia, las cronologías tradicionales están siendo revisadas y surgen enfoques alternativos que sin abandonar necesariamente las coordenadas generales de las interpretaciones clásicas toman distancia de algunos de sus postulados e indagan en zonas hasta ahora poco exploradas.1 El libro de Fausta Gantús sobre caricatura y poder político en la ciudad de México durante la llamada etapa tuxtepecana (1876-1888) se inscribe en ese marco. De manera explícita, la autora busca instalar su trabajo en el cruce entre la historia política y la historia cultural. Participa, por lo tanto, de una de las premisas centrales que orienta las nuevas investigaciones: aquélla según la cual la dimensión simbólica debe ser pensada (y estudiada) como una instancia constitutiva de la política. (Sabato, 2007: 8) A través del análisis de las caricaturas publicadas en la prensa periódica, Gantús se propone captar algunos de los mecanismos en función de los cuales se fueron fijando determinadas percepciones sobre situaciones y figuras de la vida política mexicana. El marco temporal que elige es el de los años transcurridos entre el ascenso de Porfirio Díaz al poder y la consolidación de un régimen de dominación política que, entre otros aspectos, vulneraba el principio de no reelección. Se trata de un período, indica la autora, que en general ha sido abordado como parte del "porfiriato" pero que posee entidad propia y merece, en consecuencia, un tratamiento independiente.
El eje del libro es, tal como lo anuncia el título, la relación que se estableció entre la prensa con caricaturas y el régimen que el grupo porfirista fue construyendo desde la llegada de Díaz a la presidencia de la República en 1876. Esa relación compleja, vacilante, se estructuraba en torno a una serie de estrategias principales, sostiene Gantús. En primer lugar, la crítica tenaz que ejercía el periodismo "independiente y oposicionista" frente a una dirigencia política que era vista como autoritaria, despótica e inepta en el manejo de los asuntos públicos. La fuerza de esa crítica radicaba, según se muestra aquí, en el carácter ambiguo de la caricatura política. De acuerdo con la definición que nos presenta la autora, la caricatura "es una forma satírica simbólica de interpretación y construcción de la realidad" y en tanto tal se sitúa "entre los frágiles y difusos límites que definen la frontera entre lo legal y lo subversivo" (p. 14). En cuanto a la elite gobernante porfiriana, la forma de lidiar con la prensa crítica combinaba los intentos de cooptación, la censura, la amenaza e incluso la represión. Estas distintas estrategias no eran excluyentes. Precisamente, uno de los atractivos del trabajo reside en la dinámica que va desplegando y que revela el modo en que desde las esferas gubernamentales se fueron diseñando y poniendo en práctica múltiples políticas -complementarias, paralelas, a veces incluso contradictorias- destinadas a controlar al periodismo opositor. Gantús nos muestra a unos gobernantes preocupados por frenar las críticas y las denuncias periodísticas pero esforzándose también por mantener sus acciones dentro del ámbito legal. En el marco del proyecto modernizador que impulsaba y aunque sin abandonar del todo el uso de la coerción abierta, la elite porfiriana se vio en la necesidad de trazar un complicado dispositivo judicial que le permitiera limitar el disenso político al mismo tiempo que, por lo menos en apariencia, mantenía la adhesión a "la constitucionalidad y la legalidad, al credo liberal y al republicanismo" (p. 15).
El interés del libro deriva de los argumentos que Gantús desarrolla y de las conclusiones que extrae, pero radica también en la utilización de imágenes como fuente para el análisis. La caricatura, explica la autora, constituye una unidad conformada por dos partes que tienen la misma importancia: el texto (títulos, pies, versos, etcétera) y las ilustraciones. El extenso corpus de imágenes que Gantús reunió y el meticuloso estudio que realizó de ellas confirman cuán productivo puede resultar el empleo de ese material para la investigación histórica. La autora emprende la tarea de interpretar los mensajes políticos contenidos en las caricaturas tomando en cuenta para ello las diversas variables que contribuían a la decantación de un discurso específico que no era un mero complemento de la palabra dicha o escrita. Las variables a considerar son múltiples, van desde el escenario político hasta la formación técnica y artística que poseían los caricaturistas (personajes centrales de esta historia), pasando por las filiaciones ideológicas que éstos ostentaban, sus aspiraciones e intereses y los conflictos en que se veían insertos, así como el capital cultural con que contaba el público para leer (y descifrar) las caricaturas. En las páginas del libro es posible apreciar tanto la complejidad del tipo de labor que involucra el análisis de imágenes como la relevancia de la información que esos documentos pueden brindar acerca de los procesos históricos.
Una hipótesis que Gantús plantea desde el comienzo y que luego demuestra a lo largo del texto es la idea de que la prensa con caricaturas operó como un actor fundamental de la escena política mexicana en la etapa que ella examina. En un primer momento, a mediados de la década de 1870, porque la caricatura devino un instrumento fundamental en el marco del enfrentamiento entre facciones del Partido Liberal que competían que entre sí (por medio de los votos y de las armas) para hacerse con el control gubernamental. El grupo porfirista se impuso finalmente en esas luchas y pasó a encarnar el proyecto de consolidación del Estado-nación liberal y moderno. En ese nuevo contexto, que paulatinamente se convirtió en el del acrecentamiento del poder de Porfirio Díaz a través de la figura del "hombre necesario", el rol de la caricatura también se transformó. Dejó de ser una herramienta de las disputas partidarias para funcionar, en cambio, "como un recurso de crítica a las clases gobernantes y como un elemento destacado en la formación de los imaginarios colectivos de determinados sectores sociales en torno a los personajes o situaciones políticas más importantes" (p. 391). El ejemplo más paradigmático de esa postulada capacidad de la prensa (y en especial de las caricaturas) para delinear representaciones e imaginarios sociales es, por supuesto, el de la construcción de la imagen de Porfirio Díaz y el modo en que esa imagen fue mutando de héroe a tirano. En particular, la espada funcionó primero como el símbolo de los combates librados por Díaz en defensa de la Constitución y de la libertad (a partir de los cuales, por otra parte, pudo edificar la popularidad que lo llevó a la presidencia), para devenir luego en el emblema del despotismo y de los métodos autoritarios de los que se valía para mantenerse en el poder violentando aquellos mismos principios que antes había proclamado. La eficacia de las caricaturas, subraya Gantús, se apoyaba en gran medida en el uso que se efectuaba de símbolos y atributos distintivos del poder (la espada, pero también la silla presidencial) para desacreditarlo e impugnarlo.
Dicho esto, sin embargo, se plantea inevitablemente el problema de la recepción. Porque la influencia de las caricaturas dependía también de la posibilidad de que el público efectivamente comprendiera los mensajes involucrados en ellas. Al respecto, la autora sugiere la existencia de diferentes niveles y tipos de lecturas que variaban según los recursos -materiales y culturales- de los que disponían los lectores. Sólo aquellos que, además de poder afrontar los costos relativamente altos de las publicaciones, manejaban un conjunto amplio de informaciones, lecturas previas, referencias históricas y de actualidad, etcétera, estaban en condiciones de identificar los personajes y las situaciones que aparecían en las caricaturas así como de penetrar en toda su sutileza la ironía del mensaje que se quería transmitir. Las caricaturas políticas, afirma Gantús, eran producidas y estaban dirigidas a un segmento acotado del público lector: aquél que integraban los sectores medios y altos de la ciudad de México.
Pero, incluso admitiendo los límites que imponía el peculiar lenguaje de las caricaturas, un indicio inequívoco de su potencial para generar percepciones e influir en el escenario político es la preocupación que esa forma de crítica y de contestación causaba en las esferas gubernamentales. Como ya se apuntó, la autora reconstruye una intrincada red de acciones que, en el terreno legal y en el "extralegal", desplegaron las autoridades con la finalidad de controlar a la prensa y, fundamentalmente, a los periódicos con caricaturas satíricas. Emerge en ese punto, tal como la propia Gantús señala, la cuestión de la legitimidad del poder político. La perspectiva elegida le permite mostrarnos a un Díaz que era objeto de virulentas descalificaciones, denuncias y acusaciones. Si se tienen en cuenta que en ocasiones las críticas periodísticas podían articularse con la protesta en las calles de la ciudad (tal como ocurrió en 1884, en el contexto de la oposición que despertó el proyecto oficial de reconocimiento de la deuda inglesa), se alcanzan a advertir algunos de los obstáculos y los desafíos que tuvo que enfrentar Díaz en la edificación de su poder. Ése es otro de los méritos del libro. "La máxima figura de autoridad de la vida política era cuestionada y vilipendiada de forma reiterada, la imagen del Presidente era escarnecida en las caricaturas difundiendo así la idea de la debilidad del gobernante" (p. 192).
Al final del período analizado,  el relato se cierra exhibiendo a un gobierno que resultó victorioso en su afán por coartar los discursos opositores. El sistema de control y de censura de la prensa montado por los porfiristas, si bien no carecía de fisuras y debilidades, demostró a lo largo de los años ser efectivo. La conclusión no debería ocultar, sin embargo, la multiplicidad de factores a partir de los cuales se fue desenvolviendo un proceso que Fausta Gantús ha trazado con rigurosidad. Desde una perspectiva diferente, a través del estudio de las caricaturas políticas, la autora ha logrado reconstruir la conflictiva interacción entre un poder político en busca de legitimarse y un periodismo crítico que objetaba las decisiones y acciones gubernamentales. Tanto para los interesados en la historia mexicana como para los que buscan interrogantes y enfoques que puedan resultar inspiradores, se trata de una lectura interesante y valiosa.

Inés Rojkind
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Ravignani (CONICET - UBA)

NOTAS

1 Ver al respecto el dossier "Siglo XIX e Historia Política" en historiapolitica.com. Consultado el 1 de febrero de 2011 desde http://historiapolitica.com/dossierxix/

REFERENCIAS

1. SÁBATO, Hilda (2007). "La política argentina en el siglo XIX: notas sobre una historia renovada". En: PALACIOS, Guillermo (comp.), Ensayos sobre la nueva historia política en América Latina, siglo XIX. México: El Colegio de México y Comité Internacional de Ciencias Históricas. Consultado el 1 de febrero de 2011 desde http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/xixsabato.pdf.         [ Links ]

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